Lux in Tenebris

Arcane: League of Legends (Cartoon 2021)
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Lux in Tenebris
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Chapter 1

Capítulo 1: La Marca del Odio

La lluvia caía con fuerza sobre las calles de Piltover, arrastrando consigo el polvo y la mugre de la ciudad. El aire estaba cargado de humedad y el eco de pasos apresurados se entremezclaba con el retumbar de truenos en la distancia. En un callejón estrecho, bajo la tenue luz de un farol parpadeante, una figura se movía con rapidez.

Jinx apretaba los dientes mientras ajustaba las correas de cuero que sujetaban las estacas plateadas a su muslo. Sus botas resonaban contra el pavimento mojado, cada paso un recordatorio de lo cerca que estaba de su presa. Sus dedos, manchados de hollín y sangre seca, temblaban con la adrenalina que siempre precedía a la caza. En su cinturón colgaban granadas de luz, pequeñas esferas que ella misma había modificado para emitir destellos lo suficientemente intensos como para cegar incluso al vampiro más poderoso. Su pistola, personalizada con runas grabadas a mano, descansaba en su funda, lista para ser desenfundada en cualquier momento.

Jinx alzó la mirada hacia el cielo ennegrecido. Era una noche perfecta para la caza. La oscuridad de Piltover era su aliada, el caos era su campo de batalla. Había sido entrenada para ello, para eliminar a esos parásitos, esas criaturas que, con su sed insaciable de sangre, habían destrozado su vida.

El olor metálico de la sangre fresca la guió hasta un almacén abandonado en los límites del Distrito del Reloj. Las puertas, apenas sostenidas por oxidadas bisagras, chirriaron cuando las empujó con cuidado. Dentro, el aire era espeso, cargado de un hedor a carne podrida y humedad estancada. Había cuerpos en el suelo, vacíos, como muñecos rotos. Las marcas en sus cuellos eran inconfundibles: mordiscos precisos, calculados.

“Malditos parásitos…” murmuró Jinx, cerrando los puños con fuerza. Se movió con sigilo, sus ojos recorriendo cada rincón oscuro, en busca de algún vestigio de vida. El lugar estaba tan silencioso que hasta sus propios pasos le resultaban ensordecedores. Y entonces, lo sintió. El movimiento. Los vampiros siempre eran rápidos, pero este… este era diferente.

Un suave crujido a su derecha la hizo girar rápidamente, desenfundando su pistola. El sonido se apagó tan rápido como había comenzado, dejando el lugar en un silencio inquietante. Jinx apretó los dientes, su dedo rozando el gatillo. Los ojos de la cazadora brillaban con furia y determinación, pero una sensación extraña comenzaba a formarse en su pecho. No era miedo, no exactamente. Era algo… algo más.

—¿Qué es lo que pasa? ¿No vas a salir a jugar? —gruñó, mientras una sonrisa torcida se dibujaba en su rostro. En ese instante, las sombras del almacén se desplazaron. De entre las columnas derruidas emergió un vampiro, su piel pálida brillando débilmente bajo la luz de las linternas rotas del techo. Los ojos de la criatura eran de un rojo encendido, llenos de hambre. Sin mediar palabra, se lanzó hacia Jinx.

Ella reaccionó al instante, arrojando una de sus granadas de luz. El destello iluminó el almacén como un relámpago, obligando al vampiro a retroceder mientras gritaba, su piel chisporroteando bajo la intensidad del brillo.

—¿Qué pasa? ¿Demasiado brillo para ti? —se burló Jinx mientras disparaba tres veces, cada bala de plata impactando con precisión en el torso de la criatura. El vampiro cayó de rodillas, pero no murió. Eso la irritó. Siempre odiaba a los tenaces. Caminó hasta él con pasos deliberados, desenfundando una de sus estacas.

—Dame una razón para no clavarte esto en el corazón, ¿eh? —dijo, aunque sabía que no esperaba respuesta. El vampiro la miró con odio, pero no dijo nada. Escupió sangre negra a sus pies. Jinx rodó los ojos, ya cansada de este juego. Con un movimiento rápido, hundió la estaca en su pecho. La criatura se desmoronó en cenizas ante sus ojos, disuelta por el mismo fuego que había marcado el fin de su existencia.

Sin embargo, antes de que pudiera siquiera tomar un respiro, una voz suave y femenina resonó desde las sombras.

—No todos los vampiros merecen morir, ¿sabes?

Jinx giró sobre sus talones, apuntando su pistola en la dirección de donde provenía la voz. Allí, de pie bajo un rayo de luz que se filtraba a través de un agujero en el techo, estaba una mujer. Su cabello rubio caía en ondas brillantes sobre sus hombros, y sus ojos azules parecían destellar como si contuvieran la luz misma.

Era hermosa, y Jinx odiaba haberlo notado.

—¿Quién demonios eres tú? —preguntó Jinx, manteniendo su arma firme, aunque una sensación extraña comenzaba a formarse en su pecho. No era miedo, pero sí una inquietud que la incomodaba.

La mujer, completamente ajena a la amenaza representada por el cañón de la pistola, dio un paso adelante, levantando las manos en señal de paz.

—Luxanna. Pero puedes llamarme Lux.

El nombre parecía familiar, pero Jinx no tenía tiempo para conectar los puntos. Era imposible que alguien tan… diferente a todos los vampiros que había cazado antes fuera uno de ellos. No podía ser.

—¿Por qué no debería matarte ahora mismo? —gruñó Jinx, su voz baja, casi desafiante. Sus dedos presionaban el gatillo, dispuesta a acabar con esa presencia misteriosa de inmediato.

Lux, sin inmutarse, sonrió, aunque la expresión en sus ojos era de una tristeza profunda. No parecía preocupada en lo más mínimo por la amenaza de la cazadora.

—Porque no soy tu enemiga.

La respuesta llegó tan rápidamente que Jinx apenas tuvo tiempo de procesarla antes de que un rugido ensordecedor sacudiera el almacén. El sonido llegó desde la entrada. Más vampiros. Y esta vez no parecían tan fáciles de eliminar.

Jinx giró la cabeza hacia la entrada, viendo cómo más figuras oscuras se acercaban. No había tiempo para dudas.

—Mierda —murmuró Jinx, volviendo a cargar su pistola. Las granadas y las estacas quedaron en su espalda, listas para ser utilizadas. Lux, sin embargo, no parecía preocupada.

La cazadora miró de reojo a la mujer rubia que estaba a su lado. Algo en ella, algo que no entendía, la hacía sentir que podía confiar, aunque no quería admitirlo. Pero no tenía tiempo para conflictos internos ahora. Solo quedaba una opción: luchar.

—Espero que no me estorbes —dijo Jinx, mientras se preparaba para el combate.

Lux la miró con una mezcla de desafío y aceptación.

—Espero que tú tampoco.

 

"A odio ad amorem unum est gradum."

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