
La duda de Minato
Entrar al apartamento de un ninja cuando este está fuera de su aldea podría considerarse una misión clase S. Los shinobis, especialmente los que pertenecen a grandes clanes, pueden poseer importante información que en las manos equivocadas podría ser un peligro para su aldea. Por esta razón muchos ninjas se valen de cualquier truco para proteger su hogar de los intrusos cuando están de misión.
Lo que Minato no terminaba de entender era como Kushina Uzumaki, una kunoichi proveniente de una aldea famosa por sus técnicas de sellado, perteneciente a un clan donde sus miembros podían vivir como mínimo 100 años y que tenían suficiente chacra como para crear y mantener un escudo alrededor de su hogar; era incapaz de recordar cerrar con llave su puerta cuando salía de Konoha.
Normalmente no entraría en su casa cuando no estaba a menos que fuera algo de vida o muerte, pero Kushina había prometido prestarle unos pergaminos sobre sellado hace días y todavía no se los había dado.
Preparándose para lo peor Minato tomo aire y entro en el apartamento. Comparado con otras veces estaba considerablemente limpio. No había basura ni platos sucios o papeles tirados en el suelo, lo único malo era la eterna pila de ropa sucia de más de dos semanas. Encontró los pergaminos rápidamente y quitándose la banda y el chaleco ninja y arremangándose las mangas se puso a lavar. Horas después cuando termino reviso si la pelirroja había cumplido su parte del trato. Después de que Tsunade-sama clasificara lo que él cocinaba como ‘Un excelente veneno para usar durante la guerra’, Kushina le había dicho que le prepararía la comida de vez en cuanto si cada tanto le ayudaba a lavar la ropa.
Tal y como esperaba, en la heladera había varias bandejas con comida preparada a la que solo tenía que recalentar. Cada una tenía una nota que decía ‘Quitar el plástico antes de meter al horno’.
Ya en su casa esa noche después de cenar el rubio trataba de decidir si abrir o no el sobre que tenía en las manos. No debía haberlo tomado, pero la frase ‘Para esa persona que me cuida’ había picado su curiosidad. Sabía que lo había escrito Kushina, reconocería su letra en cualquier parte y como no estaba cerrado si lo regresaba antes de que ella volviera nunca tendría que saber que lo leyó.
Finalmente, lanzando un suspiro de derrota saco la carta y empezó a leerla…
Un par de horas después mientras dejaba la carta otra vez en su sitio, Minato estaba seguro de una sola cosa: Kushina estaba enamorada.
La sola idea le producía nauseas, pero era la única que explicaba su comportamiento en los últimos tiempos.
Desde hace semanas ella había estado muy tensa y casi no habían podido hablar, pero pensó que se debía a la reunión que tendría en Amegakure ya que ella no estaría representando a Konoha, sino a Uzushiogakure y a los miembros del clan Uzumaki.
Y ahora se enteraba de que no se debía a la reunión sino a ‘él’ pensaba caminando distraído. De repente apretó los puños y sintió como la furia lo dominaba. ¿Quién se creía ese idiota? ¿Cómo podía ignorar que ella lo amaba? Si Kushina fuera suya…
“Si Kushina fuera mía…”. Murmuró con tristeza. Lo mejor sería abandonar esa idea ahora que sabía que no se haría realidad. A pesar de que la amaba desde hace mucho no sería capaz de imponerle sus sentimientos si ella no sentía lo mismo. No sería justo ponerle ese peso si amaba a otra persona.
Cuando salió de sus ensoñaciones se encontró frente a la casa de su sensei. Necesitaba descargase con alguien e inconscientemente se dirigió a quien era como un padre para él.
“¿Qué está pasando?” Preguntó el peliblanco ahogando un bostezo. Había estado durmiendo tranquilamente hasta que tocaron su puerta.
“Kushina está enamorada”. Soltó el rubio de una.
“Gran cosa, me di cuenta de eso antes que tu”. Contestó comenzando a cerrar la puerta.
“¿Ya lo sabias?” Preguntó casi desesperado “Por favor sensei, tengo que saber de quién se trata”.
Jiraiya se detuvo, mirándolo como si no se lo pudiera creer, para después hacerse a un lado invitándolo a entrar.
“Va a ser mejor que me expliques todo desde el principio”. Pidió el Sannin sirviéndose un vaso de alcohol. Al parecer iba a ser una noche muy larga.
Efectivamente Minato le contó lo que había pasado con lujo de detalles, si no estuviera tan preocupado por la salud mental de su estudiante probablemente habría tomado notas para usarlas en sus libros.
“Déjame ver si entendí: Uzumaki ha estado actuando todavía más raro de lo normal últimamente, pero creías que se debía a la misión que le dieron. Sin embargo hoy fuiste a su casa y accidentalmente encontraste una carta en la que insulta al hombre que ama”.
“Yo no diría que lo insulta, más bien se queja de lo que no puede entender de él”.
“Como sea, después la dejaste donde estaba para que no supiera que la leíste pero no te puedes sacar la idea de la cabeza”. El rubio se limitó a asentir. “Si quieres mi opinión, eso es algo que debes discutir con Uzumaki”.
“¿Y qué se supone que voy a decirle?”. Preguntó el rubio a tan ‘brillante’ respuesta. “‘Hola Kushina ¿Cómo te fue? Escucha, el otro día fui a tu casa y encontré una carta en la que dices estar enamorada de alguien ¿Podrías decirme quien es así lo mato porque yo estoy enamorado de ti?’ Mejor no le digo nada”.
“Y entonces te torturarías preguntándote si pudiste hacer algo”. Señaló Jiraiya con seriedad. “Confía en mí, ver a la mujer que amas con otro es muy doloroso, pero vivir con la duda de si hubieras tenido oportunidad es aún peor.
Hablaba por experiencia propia. Tsunade había empezado a salir con Dan cuando estaba entrenando a Konan, Yahiko y Nagato y cuando empezaron a llegarle noticias suyas prefirió cortar comunicación con la aldea por un tiempo. Ahora que Dan había muerto él acompañaba a Tsunade en los bares donde ahogaba sus penas y después la llevaba a su casa y se quedaba con ella, en otra habitación claro, para que pudiera descansar tranquila.
“¿Sensei cree que ella realmente lo haya amado?” El Sannin entendió que ya no estaban hablando de Uzumaki.
“Si se lo cuentas a alguien lo negaré. Advirtió Jiraiya. “Pero la verdad no estoy seguro. Es verdad que mientras estuvieron juntos parecía feliz, pero a veces me daba la impresión de que no se permitía ser ella misma. La conozco desde niños y sé que tiene un carácter explosivo, pero cuando estaba con Dan siempre se mostraba madura y calmada, no estoy seguro de si él nunca la vio perder el control de su temperamento”.
En cambio su sensei había estado con ella en sus peores momentos, apoyándola hasta que tenía el valor de volver a ponerse de pie. Conocía de primera mano sus defectos, pero también sus muchas virtudes. La amaba tal y como era y eso no iba a cambiar.
“Hablare con Kushina cuando regrese a la aldea”. Decidió Minato finalmente. “Le explicare lo que siento por ella, aunque seguro no cambiara nada”.
Jiraiya lo miró con orgullo, en su opinión eso era lo mejor que podía hacer. Además se llevaría una agradable sorpresa cuando se enterara de a quien amaba Uzumaki.
A miles de kilómetros de allí, dos ninjas pelirrojos estaban teniendo más o menos la misma conversación. El ánimo en ese edificio era festivo, no solo les habían propuesto una alianza con Uzushiogakure que a la larga los fortalecería, sino que también les habían advertido de los verdaderos planes de Hanzo, salvando cientos de vidas. Estos dos ninjas de cabello rojo estaban apartados del resto hablando en voz baja.
Yahiko no le daba mucha importancia a eso, le gustaba ver a su amigo tan cómodo con alguien más, pero a Konan esa cercanía le molestaba un poco. Entendía que ella fuera la prima de Nagato y que de pequeños fueran muy unidos, pero cuando sus padres se separaron del resto de su clan y fueron asesinados los Uzumaki lo habían dado por muerto también, aunque eso tenía sentido ya que él no estaba cuando llegaron a recuperar los cuerpos; y se habían reencontrado hace muy poco. Nagato tendría que mostrarse un poco más frío con ella, no como si su cercanía fuera lo más normal del mundo.
“¿Ya tomaste una decisión?” Le preguntó este a su prima.
“Si, gracias por escucharme Nagato”. Contestó Kushina. Al ser tan tranquilo siempre había sido fácil hablar con él y solía dar buenos consejos.
“Voy a entregarle la carta a Mina-chan en cuanto vuelva a casa”. Siguió diciendo la kunoichi. “Esperare a que la lea y después le confesaré mis sentimientos”.