Senshi no Fukkatsu

Naruto
F/M
Gen
G
Senshi no Fukkatsu
author
Summary
Samantha Rodríguez fue declarada muerta el día de su cumpleaños numero 40, consagrándose heroína mundial. Ahora los ángeles necesitan un favor, jurando que una vez terminado podrá descansar en paz.
Note
¡Hola! Esta historia ya esta publicada en fanfiction.net a través de mi usuario Sonrisas Rotas, no hay plagio ni robo de contenido porque soy la misma autora en distintas plataformas.
All Chapters Forward

¿Vivir o morir? Part1

Sasuke Uchiha siempre tuvo tres pilares fundamentales en su vida. Por cuestiones ajenas a él y por su propia seguridad estos pilares se redujeron a dos, y así supo seguir adelante gracias a ellos por algunos años. Después gracias a los esfuerzos de uno de ellos, el restante volvió a su lugar para nunca más irse, aunque ahora conociendo la verdad este realmente nunca se fue, solo que ya no le era posible verlo.

Esos tres pilares eran nada más y nada menos que sus hermanos Itachi Uchiha y Naruto Uzumaki (aunque pasen siglos antes de que lo admitiera en voz alta) y quien para él era el amor de su vida, Chieko Ena, siendo ella la más importante para su corazón.

Estas tres personas fueron los que evitaron su oscuro destino, aceptándolo desde el principio con sus defectos y virtudes, ayudándolo en todo lo que pudieran para que fuese mejor ninja y persona. Tuvo el suficiente tiempo para darse cuenta de esto, para darse cuenta de la profundidad de sus sentimientos hacia estas personas que siempre lo sostuvieron aún cuando él mismo se sentía sin fuerzas para seguir.

Itachi era su hermano mayor, alguien a quien admiraba desde pequeño y anhelaba estar a su nivel algún día, era la persona que le hizo conocer el dolor de la traición y la tristeza de la desilusión al asesinar a toda su familia, mintiéndole que era por poder para que así lo odiara lo suficiente como para buscar el sobrevivir en este mundo peligroso y podrido, solo para enterarse tiempo después que lo hizo en un acto de lealtad a su aldea y de protección hacia él.

Naruto, el rubio idiota que desde pequeños jugaban juntos, compitiendo por todo lo que se pudiera competir, que lo veía como algo inalcanzable pero a la vez por quien era, que nunca dudó de decirles sus verdades a la cara para que así pudiera mejorar a costa suya. Era su mejor amigo idiota y su hermano menor, aunque solo él sepa que lo considera así.

Y Chieko, la mujer que lo conquistó desde el primer minuto sin siquiera darse cuenta. Era la persona que tenía su corazón entre sus manos sin saberlo, era la persona que había curado con amor cada herida física como emocional, que no dudó un momento en arriesgar su vida con tal de que se supiera la verdad de su hermano, que se enfrento firme ante cualquiera que quisiera hacerle daño o llevárselo lejos de ella. Era la mujer que con sus abrazos lograba ahuyentar todos sus demonios, dándole paso libre a la paz que inundaba su alma cada vez que aspiraba su dulce esencia floral. Era la mujer que le prometió siempre estar a su lado, sin importar qué.

Entonces ¿Por qué Chieko no respondía a su llamado?

Podía sentir como algo caía de sus ojos*, pero eso era lo de menos ante la horrible imagen que presenciaba ahora.

Su tutora, su amiga, su amor yacía boca abajo sobre un gran charco de su propia sangre, sin responder a ninguno de los llamados desesperados de su nombre. Largos tubos sobresalían de su esbelto cuerpo, aumentando más el horror y las náuseas que sentía ante tal imagen dantesca, sacada desde lo más profundo de sus pesadillas.

Ni siquiera registra en qué momento empezó a correr, solo tenía en mente una idea que repetía en su mente como una especie de mantra para conservar la cordura.

"Debo salvarla, debo salvarla, debo salvarla..."

Tomo a su ex compañera del brazo, importándole poco y nada la fuerza con que lo hacía. Lo único que deseaba era llegar a ella y salvarla, hacer que vuelva a responder a su llamado.

Los arrastró a ambos hasta donde la pelinegra yacía, haciendo oídos sordos ante los pedidos de la pelirosa para que mermara su agarre. La puso frente a ella y pidió con voz profunda, más bien le ordenó, que la curara. La mirada de confusión convertida en una de profunda tristeza en los ojos de la pelirosa lo enfureció ¿Por qué mierda tardaba tanto en hacer su trabajo? Era una puta médica ninja, debería ser capaz de sanarla. Parece que sintió como su furia aumentaba con los segundos en que no hacía nada, por lo que decidió hablarle.

-No puedo hacerlo Sasuke-Kun-

``¿Que mierda dijo?´´

-No puedo hacerlo, sabes tan bien como yo que eso empeorará la cosas, Chieko-sama es incapaz de tolerar cualquier chakra que no sea el suyo, si aplicara ninjutsu médico en ella solo la estaría envenenando. Además... ya es muy tarde para hacer algo-

Sakura trato de mantener su mirada firme ante los escalofriantes ojos rojos de su ex amado, pero no pudo seguir sosteniéndole la mirada al decir lo último. Si ella sentía inmensa ganas de llorar por la pérdida de la gran mujer ¿Cómo se estaría sintiendo su antiguo compañero en este momento?

Sasuke sacudió su cabeza, negando lo dicho por la chica ¿Como que era tarde? Imposible, debe haber algo que se pudiera hacer para que la pelinegra sobreviva hasta poder ser atendida. Jura por todos los cielos que una vez que esto termine no dejará que otra vez se escape de entre sus manos, jamás.

Al ver como su ex compañera se negaba el tratar a su amada gruño audiblemente y la empujó fuera de su camino, tomando su lugar frente a la derrumbada figura. Saco todos los tubos que se adherían a su cuerpo con la mayor delicadeza posible, apretando su mandíbula con fuerza al tan solo imaginar el dolor que le estaba causando. Pero era por su bien, no podría tratarla con todas esas cosas encima.

Cuando saco el último tubo posó sus manos sobre su espalda, concentrando una gran cantidad de chakra allí para transferírselo a Chieko. Ignoró todos los gritos de la kunoichi detrás de él sacudiéndose con fuerza cuando quiso alejarlo de la de ojos dorados.

¿Acaso no lo entienden? Él solo está tratando de curarla hasta que esté fuera de peligro. Antes de que pudiera hacerlos unas manos lo detuvieron, haciendo que perdiera su concentración y dispersara el chakra que había reunido. Furioso giro listo para atacar al inútil que se atrevió a interrumpir, solo para detenerse en seco al ver de quién se trataba.

Su hermano Itachi estaba ahí, sosteniendo sus manos firmemente, pero podía sentir como temblaba un poco. Miro interrogante a su hermano ¿Por qué no dejaba que cure a Chieko? ¡Él también la amaba! No al mismo nivel que él pero lo sabía, Itachi atesoraba a la mujer como una hermana más. Entonces ¿Por qué lloraba? Chieko solo necesita atención y volverá a estar con ellos...

-Sasuke, ya basta. Es inútil, Chieko está muerta-

No.

No.

``No...´´

Miró a su hermano fijamente, esperando encontrar algo que le dijera que era mentira lo que decía, que era una jodida y cruel mentira. Su corazón se hundió al ver la profunda desolación y tristeza que su hermano expresaba a través de sus amargas lágrimas, él mismo ni se molestó en ocultar las que caían libres por sus mejillas cubiertas de tierra.

Se soltó con rudeza del agarre de su hermano, tomando con desesperación el cuerpo de la pelinegra en sus brazos, acunándola con delicadeza buscando con insistencia alguna señal de que mentían, de que no era verdad que ya no estaba con ellos, que ya se había ido junto a sus padres lejos de aquí, que lo había dejado de nuevo.

Abrazo su cuerpo contra el suyo, dejando salir sollozos desgarradores desde lo profundo de su alma, clamando, pidiendo a gritos que se la devolvieran, que haría lo que fuera con tal de que ella se quedara aquí con ellos, con él; era capaz de dar hasta sus ojos con tal de saber que estaba bien y viva, con tal de saber que volvería a oír su melódica risa.

-Por favor, vuelve...-

Palabras rotas fue lo único capaz de pronunciar, ocultando su rostro en el esbelto cuello buscando conservar con su cuerpo el calor que poco a poco perdía, sollozando aún más fuerte al sentir como la fría y dura realidad volvía a golpearlo quitándole lo que más amaba.

Chieko estaba muerta y no volvería a él.

Nadie se dio cuenta, cegados por el dolor, que Zangetsu seguía intacto dentro de su vaina, las tres espadas brillando levemente pulsando pequeñas oleadas de energía. Eran incapaces de ver los lazos plateados que unían las espadas con su portadora, como estos mismo pulsaban intensamente reteniendo el alma de su maestro mientras con su energía buscaban afianzar sus enlaces de vida.

Nadie se dio cuenta mientras se reunían alrededor del cuerpo acribillado de la espadachín, sollozando en voz alta en nombre de la mujer que salvó sus vidas, rogando a todos los dioses que se la devolvieran; demasiado destruidos como para tomar el cuenta el caos que provocaba el menor de su familia en la aldea, quien en su furia ciega y desesperado dolor se dejó consumir por el demonio en su interior.


La sensación de flotar sobre el vacío infinito la desconcertó por unos momentos, hasta que en su mente cobraron vida sus últimos recuerdos, algo haciendo clic dentro de ella mientras aquel vacío por el cual flotaba poco a poco se desvanecía a su alrededor.

``Ah, volví a morir´´.

Respiro profundo cuando sintió una superficie bajo suyo, más por instinto ya que no necesitaba hacerlo, ya estaba muerta de todos modos.

-Te equivocas-

Abrió sus ojos dorados al distinguir la dulce voz, sonriendo levemente al encontrarse de nuevo con aquellos hermosos ojos zafiros, que le miraban con cierta tristeza que le confundieron.

-¿Lo hago?-

El pequeño y menudo ángel le ayudó a pararse sobre si, dándose cuenta en ese instante que no llevaba el típico vestido blanco con el que siempre aparecía en el Limbo, sino su kimono desgarrado y ensangrentado por doquier, viendo con morbosa fascinación los agujeros en su carne que le permitían ver al otro lado, sintiendo incluso el aire cruzar por ellos.

-Wow, parezco Jesucristo-

Nuriel no pudo evitar reír ante el chiste que soltó su protegida, sintiendo algo de calidez inundarla cuando a pesar de su estado y de lo que paso aun pueda tomarse las cosas con aquel humor característico de ella.

-Aunque Cristo no parecía un rallador de queso-

Chieko quedo petrificada ante la respuesta del ángel frente suyo, mirándola aturdida por un par de segundos antes de que una sonrisa traviesa y algo torcida tomará lugar en sus labios.

-Tu… acabas de bromear- la sonrisa del gato Cheshire creció aún más al ver el adorable sonrojo en las mejillas pálidas del ángel- Acabas de bromear sobre mi aspecto, acabo de corromperte Nuriel-

Nuriel solo desvió su mirada en vergüenza, sus mejillas ardiendo como dos manzanas maduras en estación. Chieko rió entre dientes, palmeando con suavidad el hombro de su ángel guardián en modo de tregua.

-Hablando en serio, ¿Por qué estoy aquí con esta apariencia? ¿Así realmente se presenta uno cuando muere?-

-No estás muerta, tu alma todavía sigue en tu cuerpo terrenal, lo que está aquí es una parte de ella que decidió venir hasta aquí-

-¿Por qué haría eso?-

-Porque hay una parte de ti que se niega a morir-

Nuriel tomó la mano un poco más grande de la mujer entre las suyas, acunándola con fervor en su pecho mientras suspiraba.

-¿Estoy aquí porque una parte de mi se niega a morir?-

-Si, es la que todavía se quedo en tu cuerpo y la que tus espadas están ayudando a sostenerse, la que está aquí conmigo es la parte que ya aceptó su muerte hace tiempo-

Chieko la miró sorprendida, tratando de analizar y entender la compleja situación en la que se encontraba.

-¿Y qué sigue ahora?-

-Ahora una de las dos partes debe de convencer a la otra de vivir o morir, si no llegan a un acuerdo esta parte de tu alma quedará en el Limbo mientras la otra quedará en su recipiente en estado de coma para siempre o hasta que tu cuerpo aguante-

Nuriel esquivo aquellos pozos de oro, la pesadez en su pecho aumentando al no sentir ni una reacción de parte de Chieko. Cuando los segundos se volvieron eternos tomó el valor de mirarla, jadeando en voz baja cuando vio a un solo ojo llorar.

-Veo que una parte de mi realmente no quiere morir ¿Eh?-

Dijo con calma la pelinegra mientras con los restos de lo que alguna vez fue una amplia manga limpiaba los rastros de su tristeza. Sonrió con pena cuando en ángel le abrazó con fuerza, dejando que expresara lo que deseara.

-¿Cómo resolveré esto Nuriel? Siendote sincera jamás pensé que encontraría objeciones en mí a la hora de morir-

El ángel le golpeó con fuerza, provocándole un gruñido como respuesta instintiva al no sentir ni el más mínimo dolor aun cuando golpeó una de sus heridas abiertas.

-No digas cosas así a la ligera Chieko-

-No lo digo a la ligera, solo digo la verdad, lo que más he anhelado por casi diez años fue la piedad de la muerte tocarme al fin-

Nuriel quedó muda ante la sinceridad cruda de su humana, los recuerdos de cuando se hundió en la oscuridad y el dolor frescos en su memoria, recordando claramente cómo lloraba junto a ella cuando la veía llorar hasta el cansancio, viendo cuan destrozada estaba ante la pérdida de su amor. Suspiro, debía seguir con esto para que Chieko pudiera encontrar la paz y felicidad que merecía, se lo debía.

-Para llegar a un acuerdo tu alma recordara toda tu vida pasada, ignorando la nueva que posees, para ver cuál de tus deseos es más fuerte, el de vivir o el de morir. Es lo único que puedo decirte, lo demás iras averiguandolo tú misma si no te pierdes en el dolor, porque será como volver a vivir todo de nuevo-

Chieko asintió con seriedad, dispuesta a acabar con esto ya para saber cuál será su destino a partir de aquí: volver con su hijo o con su esposo, ya no había vuelta atrás en esta decisión.

Nuriel deshizo el abrazo con la pelinegra, posando su mano izquierda sobre la frente de la mujer con una luz brillante apareciendo en la unión. Como si fuese despedida de un avión, Chieko sintió caer de espaldas al vacío del cual tanto se familiarizo con el correr de su vida, sintiendo como su cuerpo hizo contacto con una superficie líquida y helada, tragándola en su inmensa negrura.

En una pequeña pero acogedora casa del barrio Jackson Heights (Queens, New York) dos niños corrían tanto como podían sus cortas piernas al otro lado de la calle, riendo ante cada empujón amistoso que se daban para ganar la mini carrera que empezaron. Dos mujeres hermosas los veían partir con cálidas sonrisas en sus labios, ambas con cabellos oscuros como la noche con brillantes ojos verdes y azules, sonriendo aun mas cuando vieron a sus hijos llegar sanos y salvos hasta la tienda de enfrente, el señor Chao saludándolas mientras los niños entraba a trompicones a la tienda, ambos ansiosos de seguir viendo al hombre tocar su flauta de bambú. La Sra. Rodríguez, madre de Samantha; y la Sra. Suarez, madre de Logan, entraron al hogar de la primera a encontrarse con sus respectivos esposos, ambos hombres mostrándose planos sobre una nueva obra en conjunto. El hombre de cabellera castaña y ojos avellanas se dio cuenta de la presencia de las mujeres y fue directo a besar a su esposa, quien gustosa le recibía. El otro hombre de cabellera rubia y ojos verdes esmeralda se encontró con los azules zafiro de su esposa antes de unirse a ella y darle un tierno beso, ambas parejas sonriendo felices ante la agraciada vida que llevaban después de tantas penurias pasadas.

Los niños estaban junto a Wen Chao, este mismo les terminaba de enseñar como leer las partituras para tocar la flauta, la más pequeña bastante interesada en el tema mientras el mayor de los niños le pedía al viejo y amable hombre que le mostrara como fabrico el nuevo instrumento que descansaba en los brazos de la niña.

Estos eran tiempos felices, donde la inocencia dominaba sus vidas junto a la magia. Eran tiempos que durarían tan poco, pero que servirían como motivos para los pobres niños en seguir luchando a pesar de todas las de perder.

Era un día nublado, lúgubre, triste.

Samantha jamás durmió fuera de su hogar, pero hoy fue la excepción de todo. Hoy la mamá de Logan fue al cielo, su madrina y tía favorita perdió la batalla contra el cáncer, algo que según sus padres, vino combatiendo por muchos años pero que ahora tuvo que ceder.

Lo entendía, de pequeña le gustaba leer los libros de su madre, por lo que sabe que su tía fue una persona muy fuerte por estar tanto tiempo con ellos cuando comprendía que era una enfermedad mortal, no como un simple resfriado que agarraba siempre que era invierno. Lo entendía, pero no podía evitar sentir enojo hacia tu tía porque por su partida Logan estaba tan triste.

El niño desde que la vio no se separo de ella, y ella tampoco al ver cuánto dolor cargaba consigo mismo, temía que al momento de soltarlo este se quebrara irremediablemente en mil pedazos. Cuando llego la hora de dormir de ambos en silencio fue a la casa de su amigo, escoltada por sus padres y tío, y solo se soltó del pequeño rubio cuando fue al baño a ponerse la pijama que su tío le dio, solo para salir y rápidamente envolver de vuelta al niño en sus brazos mientras eran acobijados por sus padres. Cuando fueron dejados solos hizo algo que su mamá siempre hacia cuando se sentía triste o le dolía algo, beso con cuidado la frente de su amigo mientras sus dedos hacían pequeñas caricias en las finas y rubias hebras de Logan, sintiendo como los temblores en el cuerpo ajeno aumentaban considerablemente como el agarre del niño sobre ella, ignorando como la humedad manchaba su ropa prestada porque sabe que su adorado amigo odia que lo vea llorar. Empezó a tararear una simple melodía que llego a su cabeza, lenta y tranquila, sintiendo como Logan se iba calmando con el pasar de los segundos, para quedar profundamente dormido sobre ella al finalizar la improvisada canción.

Cerro sus ojos, jurando a lo que sea que se llevo a su tía que no dejara que lo mismo le pase a su hermano, jurando a pesar de su corta edad con la determinación de un adulto que protegería a Logan así fuese lo último que haga, jamás dejara que algo dañara a su hermano mientras ella esté viva, se lo jura al alma de su tía que seguro está con ellos igual de triste por tener que irse.

La vida fue simple y buena después de ese amargo y desgarrador momento que fue la perdida de la Sra. Suarez; con Logan y su padre, el Sr. Suarez, mudándose con los Rodríguez al sentir su anterior hogar demasiado grande para ellos dos solos. Samantha estaba extasiada al poder estar siempre junto con su hermano, ambos niños más que felices de compartir sus vidas juntos.

Un hecho que trajo felicidad a la familia construida fue la llegada de Marcus Rodríguez, segundo hijo del matrimonio Rodríguez y hermano menor de Samantha -y Logan- por diez años.

Aquel jueves de marzo se podía ver a dos niños tan físicamente diferentes pero espiritualmente iguales acunar un pequeño bebé de diminutos y delicados rasgos, con una pequeña mata de pelo castaño adornando su adorable cabecita y con unos impresionantes ojos verdes que le devolvían la mirada medio adormilado, provocando calidez en el corazón de los niños quienes sonrieron radiantes cuando el bebé tomo con fuerza el dedo índice del rubio.

Pasaron los años, amores y amistades cruzaron por las vidas de los dos adolescentes cuando paso: un nuevo atentado contra Pearl Harbor revivió las brasas que dejo la Guerra Fría en el mundo, llamando a un nuevo enfrentamiento mundial entre las más grandes potencias económicas del mundo.

El estado ordeno que de cada familia un hombre o mujer debiera ser reclutado, dependiendo de si en la familia hay sujetos sanos que logren pasar el examen físico del Ejército. Cuando llegaron por su hogar en Queens Sam y Logan se ofrecieron voluntariamente, hace un mes terminaron el secundario con 18 años cada uno, eran jóvenes sanos dispuestos a luchar por su país y familia, ya que ambos escucharon a escondidas hablar a sus padres sobre como ellos se ofrecerían ir a la guerra dejando a los chicos con la Sra. Rodríguez, algo a lo que ellos se negaban rotundamente.

Sus padres trataron de luchar, fue solo por la buena manera en la que Samantha se dirigió a los militares que les dieron de buena gana unos minutos para hablar con los mayores.

No fue fácil, ningún padre mandaría voluntariamente a sus hijos a un campo de guerra cuando ellos mismos llegaron a este país escapando de una. Con dificultad los mayores aceptaron la elección de sus hijos, no sin antes hacerlos jurar por lo más sagrado que harían todo por volver con vida. Marcus estaba pegado a la pierna de su hermana mayor, abrazándola con todas sus fuerzas mientras lloraba desconsolado, no quería que se fueran. Tomo menos tiempo convencer al pequeño niño de dejarlos ir, prometiéndole lo mismo que a sus progenitores, Samantha dándole su anillo de oro para que lo cuide por ella. Marcus acepto el accesorio, viendo como esta era la garantía que necesitaba, que le daba la seguridad de que iba a volver al legarle unos de sus objetos más preciados de su hermana: el anillo de su abuela paterna.

Así, con lagrimas en los ojos, los padres de los jóvenes Logan y Sam junto a Marcus los despidieron mientras los veían subir completamente seguros a los camiones llenos de otros reclutas, listos para ser llevado a los campos de entrenamiento.

Fue la primera en darse cuenta que algo andaba mal, también fue la primera en ver como su sargento era abatido de un solo disparo en la frente.

Fue puramente instintivo, tomo a dos de sus compañeros más cercanos y los arrojo sobre la trinchera para cubrirlos, haciendo lo mismo con cualquiera que se acercara para luego saltar ella misma y cubrirse. Algo de sangre manchaba su boca, la sangre de su sargento, el sabor metálico entrando por su boca provocándole poderosas arcadas que no pudo contener, vomitando todo lo que cenaron anoche a un costado. Se limpio con el puño de la camiseta del uniforme, respirando un poco entrecortado mientras el acido penetraba sus papilas. Podía oír a su lado a un camarada suyo, uno de los más pequeños respecto a la edad, rezando a velocidades inimaginables mientras se cubría los oídos tratando inútilmente de bloquear los sonidos incesantes de la guerra: disparos, gritos, explosiones. Cerró los ojos por unos instantes, pidiendo a un Dios que no cree que los salve de este infierno. Respiro profundo unas cuantas veces, en cada respiración la imagen de su familia se cruzaba por su mente: su madre, su padre, tu tío, sus hermanos; todos aquellos a los que prometió volver, a los que prometió vivir un día más para poder verlos de nuevo.

Recordó los abrazos de su padre, aquellos que le acunaban con protección desde el día en que nació; recordó los besos de su madre, aquellos que siempre le daba antes de salir de casa, antes de dormir, antes de viajar; recordó las risas estridentes de su tío, quien cada vez que la veía triste ponía una película de parodia para burlarse juntos; recordó a Marcus, al pequeño Marcus, que esperaba su regreso todos los días desde que llego a sus vidas, abrazándola con sus pequeñas manitas como si fuera lo más preciado para él; recordó a Logan, su otra mitad, siendo su hermano en todo menos en sangre, quien ahora mismo  debía estar en la misma situación que ella luchando por sobrevivir, porque era tan terco que encontraría la manera de resucitar solo para cumplir su promesa.

Abrió los ojos, y con una fría determinación, tomo su fusil, apunto y disparo sin dudar, viendo con absoluta frialdad como la bala cobraba su primera víctima, marcando el camino para los miles que perecerían bajo su mano. Siguió disparando sin parar, hasta que tuvo que recargar su arma quedando indefensa por varios segundos. Miro con sorpresa cuando Paul, un gran amigo que hizo en el año que soportaron bajo los duros entrenamientos, se colocaba a su lado flanqueando su lado izquierdo, cubriéndola hasta que esté lista. Le sonrió levemente, terminando de recargar su fusil y apoyando ahora a Paul mientras recargaba.

Así los restos de un pelotón de más de cien hombres fueron inspirados por la valentía de la única mujer en el escuadrón, tomando todos la misma posición de sus camaradas y empezando así con una ráfaga de contraataque que poco a poco obligo a retroceder al enemigo. Un grito estridente resonó por todo el lugar, y el fuego dio alto desde el otro lado, algunos de los soldados aliados comprendiendo esto como una señal de retirada y festejando por su victoria.

Sam no lo pensó dos veces, ni siquiera pensó en lo absoluto, tomo dos cinturones de granadas de dos de sus compañeros caídos pidiendo disculpas en su mente por el rudo trato hacia sus cuerpos, y emprendió una carrera alocada cubriendo rápidamente los metros que le separaban de sus enemigos. Cuando fue capaz de vislumbrarlos a través del polvo y humo le saco el seguro a dos granadas, gritando con fuerzas para llamar su atención. Las lanzo utilizando la ira para alimentar sus fuerzas, eguido de los cinturones, tirando su cuerpo contra una trinchera abandonada de ahí cubriéndose por los pelos de las explosiones.

Al no sentir ni la mas mínima perturbación en el lugar salió cautelosamente de su escondite, pudiendo ser espectadora directa de su obra de arte, la vista de los cuerpos destrozados y mutilados de sus enemigos provocándole un regocijo en su interior que no se detuvo a analizar al no tener tiempo (en realidad, no quería horrorizarse ella misma al descubrir la creciente sed de sangre que iba construyendo en su ser).

La adrenalina le fue abandonando en su trayecto hacia las trinchera, perdiendo poco a poco las fuerzas para caminar, tropezando varias veces en el camino. Jack, uno de los primeros en hablarle después de Paul, evito que cayera a tomarla de los hombros cuando tropezó por quinta vez, ayudándole a llegar con todos los sobrevivientes.

-¡Eres una puta bruja loca Sam!-

Fue como le recibieron sus camaradas, dándole palmadas amistosas en la espalda o desordenando su corta trenza con bruscas o torpes caricias. Les sonrió agotada a todos.

-Buen trabajo chicos-

Ni bien termino de hablar un ruido estridente resonó por el lugar, Sam sintiendo como alguien la tomaba por los hombros y la empujaba hacia adelante, viendo con absoluto horror como Paul caía, su sangre manchando su uniforme de carmesí cuando lo sostuvo entre sus brazos evitando que se desvaneciera. Histérica empezó a hacer presión sobre la herida de bala en el pecho de su amigo con sus manos desnudas, viendo espantada como sus manos se teñían de carmesí.

-No no no no no- decía sin parar la mujer mientras trataba inútilmente de detener el sangrado- ¡UN MEDICO, AHORA!-

Otros soldados se apiñaron a su alrededor tratando de ser de ayuda, mas la mayoría sabia el fatídico final del hombre en sus brazos. Sam no paraba de llorar desconsolada como una niña pequeña al ver como la vida de su amigo se escapaba a cada segundo de sus manos.

-¿Por qué lo hiciste Paul? ¿Por qué? ¡Tu también tienes alguien a quien volver! ¿Por qué te sacrificaste por mí? ¡Maldito idiota abnegado!-

Paul rio débilmente con su último comentario, conservando su sonrisa que poco a poco perdía su brillo como su vida. Con dificulta el moribundo hombre poso una de sus grandes manos sobre las de la mujer, dándoles un débil apretón.

- Me encantan tus sonrisas Sam, son muy bonitas ¿Podrías regalarme una última?-

Aun entre lágrimas Samantha cumplió su pedido, dándole la sonrisa más radiante que pudo hacer en esa situación, esta misma desapareciendo repentinamente cuando Paul dio su último suspiro en esta tierra, sus ojos cerrándose para siempre en el descanso eterno. Acuno con manos temblorosas el rostro de su amigo, llorando amargas lagrimas de culpa cuando verifico si seguía respirando.

Fue así este el segundo encuentro traumático con la muerte.

Lucia impecable su uniforme, aquel que le pesaba más que nunca mientras con vacilación tocaba la puerta de lo que parecía a simple vista un departamento cualquiera. Solo espero unos cuantos segundos cuando oyó los seguros de la puerta ser sacados, su rostro impasible incapaz de demostrar el tormento en su interior.

Una mujer de pequeña estatura le abrió la puerta, solo bastaron segundos para que la mirada curiosa de la mujer se transformara en una de devastación pura, la pobre mujer teniendo que apoyarse sobre el marco de madera para seguir de pie.

-Lo siento Sra. Miller, en verdad lo siento-

Con delicadeza tomo la mano morena de la mujer, depositando en aquellas manos viejas y cansadas la placa de su camarada, acunando junto a ella lo último que quedaba de su amigo. Dejo la dog tags en la mano inestable de la señora, solo para volver a depositar en ella una caja de terciopelo negra, donde adentro descansaba la Medalla de Honor de Paul que con esfuerzo logro que le condecoraran.

-Su hijo salvo mi vida, estaré en deuda eternamente con él-

La mujer mayor lloraba en silencio, y rompiendo todo protocolo, Sam la atrajo a su cuerpo abrazándola con fuerza, tratando de transmitir su empatía a su dolor, aquel que ambas compartían por la pérdida del gran muchacho. La mujer se aferro a ella con desespero, ahora si dejando salir con fuerza el llanto atrapado en su garganta.

Fueron minutos que parecieron eternos, donde una madre lloraba la pérdida de su amado hijo junto a una amiga por la que decidió dar la vida. Cuando lograron calmarse la mujer se separo con lentitud, y con un cariño maternal que lleno sus ojos de lagrimas sin derramar, acomodo lo mejor que pudo su uniforme desordenado por las muestras de sentimientos anterior.

-Sra. Miller, Paul me hablo cosas maravillosas de usted- trago con fuerza el nudo en su garganta, apenas conteniendo el llanto que amenazaba con liberarse- El Ejercito de los Estados Unidos se ha comprometido en indemnizarla con una paga mensual hasta que su tiempo en la tierra acabe, además de que recibirá el 20% de mi sueldo hasta que viva-

-Oh mi niña, eso es más de lo que necesito y merezco-

-No señora, su hijo me salvo la vida y lo mínimo que puedo hacer es cuidar de usted como Paul hubiera querido, usted era la persona que mas amaba y por eso me comprometo a nunca hacerle faltar nada, tiene mi palabra-

-Oh dulce niña-

Cuando sintió la tierna caricia en su mejilla no pudo aguantar más, rompiendo en llanto ahí mismo mientras la mujer le atraía a otro abrazo reconfortante, dejando que la pobre niña descargara todo, viendo a través de sus viejos ojos cuanto quería la jovencita allí presente a su hijo, tanto como para comprometerse a cuidarla de por vida.

Allí Sam conoció a la mujer que la acompañaría al altar el día de su boda, siendo la madre que necesito cuando lo perdió todo, estando allí con ella y ofreciéndole su hogar como refugio cuando el suyo fue destruido.

Sam conoció la desesperanza de la guerra a los 19 años, destruyendo su inocencia al manchar sus manos de sangre, al tomar las vidas de sus enemigos sin pensar si estaba bien o mal, con el solo pensamiento de vivir otro día para cumplir sus promesas, aquellas que solo crecían con el tiempo.

Prometo volver con vida.

Prometo cuidarla.

Prometo cuidarte.

Prometo amarte.

Prometo sobrevivir.

Prometo pelear.

Prometo volver.

(Y esa última, fue la que nunca cumplió, la única que rompió sin culpas royendo su corazón, dejando llevar por las dulces promesas de la muerte)

Debido a los acontecimientos de la primera vez que mandaron a todo su pelotón al campo de batalla los altos rangos decidieron renovar las fuerzas del grupo antes de mandarlos de nuevo a recuperar la zona oeste de los estados del Eje. Fue casi un año en que los dejaron descansar hasta volver al fuego cruzado mientras entrenaban a los nuevos reclutas, algunos yendo de vuelta a sus hogares y otros quedándose en la base a seguir entrenando.

Samantha fue uno del segundo grupo.

Ahora mismo llovía a mansalva sobre la base militar donde se acogían, hasta los cadetes fueron resguardados de la feroz tormenta que azotaba el gigantesco predio. Todos yacían resguardados en las instalaciones del lugar, admirando la tormenta desde la calidez de un refugio, todos menos uno.

Samantha sentía la lluvia castigar su espalda desnuda sin piedad, pero no se detendría hasta completar las cincuenta sesiones que debía, solo le faltaban unas veinte flexiones para poder levantarse e ir a su habitación, a los viejos reclutas que decidieron quedarse les dieron habitaciones propias para que los nuevos pudiera ocupar los cuartos compartidos.

Por el rabillo del ojo vio dos pares de botas pararse a un costado de ella en silencio, no se detuvo ya que ninguno de sus nuevos concurrentes dijo algo para anunciar su presencia, algo que agradecía al ver la consideración con su entrenamiento.

Cuando termino la última serie fue que se detuvo, irguiéndose con toda su gloria sintiendo sus músculos arder como llamas candentes, la frialdad de las gotas de lluvia en contacto con su piel siendo un bálsamo calmante para su dolor. Limpio un poco el sudor en su frente, algo inútil ya que estaba empapada de pies a cabeza. Parpadeo confundida cuando una sombrilla se poso sobre ella cortando al fin el contacto con el agua, ahora si pudiendo acomodar los cabellos sueltos que se escaparon de su apretada trenza lejos de su rostro.

-Gracias-

-De nada-

Cuando oyó una voz femenina responderle fue que prestó atención a su amable acompañante, viendo frente de si a una mujer de baja estatura al lado de sus metros setenta y cinco, menuda y de contextura ágil a simple vista, con unos potentes ojos verdes que intimidaban a simple vista con una melena colorada que la dejo sin aliento unos segundos.

-¿Qué haces aquí entrenado en medio de la lluvia jovencita?-

-Porque necesito volverme mas fuerte, y entrenando es la única manera en la que podre lograrlo-

-Pero ¿Por qué?-

La curiosidad genuina de la mujer la descoloco un poco, todos en la base sabían lo que ocurrió en su primera misión, incluso en hombre que estaba parado detrás de la dama pelirroja con otro paraguas negro encima, un sargento que ha visto seguido por aquí entrenando los nuevos reclutas (ya que el suyo murió frente a ella). Decidió responder con honestidad, no pasaría nada malo con ser sincera con aquella desconocida.

- Porque no dejare que nadie más muera en mis brazos si puedo evitarlo. Debo hacerme más fuerte, me hare mas fuerte; lo suficiente como para nunca más tener que ir a la casa de un amigo a decirle a sus seres queridos que murió protegiéndome. Yo seré ahora quien los proteja, no dejare que nadie más sea mi escudo, yo me volveré en el suyo-

La mujer le escudriño con esos brillantes ojos verdes, le sostuvo la mirada aunque le hiciera doler un poco el cuello al estar tanto tiempo con la mirada baja, dejando que su curiosidad se manifieste en sus ojos ante la profunda mirada que recibía de parte de la joven dama que le hablaba.

-Eso es muy noble de tu parte jovencita, ven, déjame acompañarte hasta tu cuarto-

Se encogió de hombros y le siguió, dejando que la mujer le tomara del brazo como si fueran viejas amigas, enderezándose lo suficiente para saludar al Sargento cuando pasaron por su lado, siguiendo con su acompañante en un camino silencioso pero relajante mientras aquellos ojos azules le seguían hasta perderse en la oscuridad, brillando en interés genuino ante lo que pareciese ser la próxima discípula de la famosa Black Angel.

Volver de nuevo a las trincheras con un cargo mayor fue una absoluta sorpresa para ella, todo porque Alice la escogió como su alumna y escucho lo que paso la primera vez de boca de sus compañeros.

Hace poco cumplió 20 años, pero sentía que paso una vida en medio de este campo desolado, ganando terreno y juntando los cuerpos de los suyos para mandarlos a casa. Hace una semana pidió refuerzos, además de que mandaran provisiones medicas al lugar cuando en su ultima excursión descubrieron que estos malditos dementes tenían lanzallamas con ellos, la mayoría de sus soldados sufriendo quemaduras graves teniendo que tomar la decisión de mandarlos a casa y dejar a los que todavía podían agarrar un arma, tratando de minimizar los riesgos de infección con lo que podían, reduciendo aun más el personal con el que contaban.

Por suerte hasta ahora alimentos y balas no les hacían falta, con cada metro de terreno ganado aprovechaban todos los recursos que estén a mano, tanto las provisiones dentro de las trinchera enemigas que recuperaban, como los armamentos y balas que sus enemigos dejaban atrás cuando se veían abrumados y ordenaban la retirada.

Los altos mandos estaban impresionados con los resultados, hace dos años que esta zona fue tomaba por las tropas del Eje dificultando las comunicaciones entre los Aliados al instalarse en medio de la ruta de comunicación, si lograban recuperar esta zona ganarían una gran ventaja y sería la primera gran victoria de los Aliados contra el Eje, algo que necesitaban con urgencia para aumentar la moral de los soldados y del pueblo en general. Desde su llegada con su pelotón y con ella al mando ya recuperaron más de la mitad de la zona, obligando a retroceder a sus enemigos ante cada victoria que conseguían, producto de que Sam apoyara mucho mas la fuerza física que las armas tomando por sorpresa al enemigo porque en el momento en que se quedaban sin municiones ellos atacaban con cuchillos y puños contra los soldados del Eje sin darles tiempo a recargar.

El plan que creó la pelinegra era simple pero efectivo: mientras la balacera daba inicio un escuadrón especializado y armados con cuchillos y armas de corto alcance avanzaban por el mar de cuerpos, aprovechando el humo y el caos en su entorno para avanzar hasta estar sobre sus contrarios, saltando en el momento que bajaban la guardia sin darles oportunidad de defenderse correctamente, mientras los que se quedaron cubiertos avanzaban para defender a sus compañeros ganando así el terreno.

Sam dirigía al escuadrón, sus habilidades en la lucha cuerpo a cuerpo siendo las mejores en el pelotón al entrenar todo el tiempo que tardaron en formar a los reclutas con Alice, la mujer la tomo bajo su tutela enseñándole todo lo que sabe, teniendo que interrumpir su entrenamiento cuando decidieron que era tiempo de volver al campo de batalla.

Solo quedaban unas cuantas semanas según sus cálculos para tomar toda la zona al ritmo al que iban, solo le queda esperar a que los refuerzos lleguen y que traten las heridas de todos, la quemadura en su hombro derecho latiendo ante el roce continuo con las vendas, teniendo suerte que solo fue de primer grado.

Solo queda esperar y aguantar.

Tierra, pólvora, humo, sangre… sus sentidos aturdidos desorientándola por completo; su cuerpo sin responder a sus ordenes de levantarse y ver cuántos de sus hombres salieron heridos. Cuando pudo coordinar sus movimientos se arrodillo con lentitud, su visión borrosa dificultándole ver cuánto daño causo aquella granada. Cuando su visión se alineo se dio cuenta de la sangre chorreando de su oído izquierdo junto a la carne desgarrada de su cadera, su cerebro apenas registrando el dolor ante su estado de confusión y shock. Con movimientos torpes vendo con lo que le quedaba intacto de su uniforme desde su vientre hasta su cadera, formando un nudo firme para evitar desangrarse por culpa de la metralla que quedo atascada en su carne. Con manos temblorosas se inyecto la morfina, suspirando con alivio ante la pérdida de dolor paulatina. Sus compañeros de escuadrón estaban en la misma situación, desorientados y heridos, mas no muertos.

¿Cómo? ¿Cómo están todos vivos si una puta granada de las más potentes cayó en medio de su trinchera?

Parece que todos tuvieron el mismo pensamiento, todos dirigiendo su mirada al lugar donde recordaban haber visto caer aquella arma explosiva cuando jadeos horrorizados y algunas arcadas se hicieron presentes. Sus ojos mieles se dirigieron al mismo lugar que al de sus compañeros, copiando la misma expresión de horror. Ahí en medio estaba el cuerpo destrozado de Mike, el más pequeño de su escuadrón y lo que para ellos significaba su símbolo de esperanza. El niño se lanzo sobre la granada sacrificándose por los demás, muriendo como un héroe. Las lagrimas quisieron caer de sus ojos cuando oyó a esos malditos hijos de puta acercárseles; uso la rabia, la tristeza, el horror y la desesperanza que hervía en su pecho como combustible para tomar su fusil, levantarse ignorando el dolor punzante en sus caderas e iniciar una ráfaga de balas contra todos esos malditos bastardos desgraciados, sintiendo como la euforia corría por sus venas al verlos caer ante sus municiones. Su ira no disminuía, iba en aumento ante cada recuerdo que le asaltaba con el pequeño Mike, aquella luz de esperanza que estos hijos de puta se encargaron de destruir. Dejándose llevar por todos esos sentimientos, en especial por el odio ante sus enemigos salió de la trinchera con sus cuchillos en manos soltando un grito que resonó sobre las explosiones, yendo directa a acabar con estos bastardos seguida de sus compañeros que estaban iguales o peor que ella mentalmente. Cuando choco con el primer soldado le desgarro la garganta, rematándolo con una puñalada directa al corazón mientras descargaba su furia en gritos desgarradores, yendo por el siguiente.

Uno, dos, tres, cuatro, cinco, diez, catorce, veinte… no fue capaz de registrar a cuantos acaba de matar, solo siendo capaz de registrar cuando uno de los suyos le detuvo de seguir desgarrando el pecho de aquel ultimo enemigo a cuchillazos desenfrenados, quitándola con toda la delicadeza que podía juntar mientras la llevaba con el médico de las trincheras, nadie sabía donde terminaba su sangre y donde comenzaba la de los otros sobre los restos de su uniforme. Recuerda vagamente pedirles que recogieran los restos de Mike, el niño merecía ser enterrado en su hogar y no en esta tierra abandona por Dios.

Mientras el médico hacia lo posible con los escasos recursos con los que contaban ahora mismo para extraerle la esquirla incrustada en sus carnes rasgadas su mirada opaca recayó sobre la figura que se puso a su lado, reconociendo a la persona que le miraba con lastima (Odiaba esa mirada). Cuando le estaba por decir que diga sus razones para venir a verla o que se vaya a la mierda un collar se puso frente a sus ojos, sorprendiéndola. Antes de que alguien lo registrara tomo con todas sus fuerzas el cuello de la remera del tipo, estampillándolo contra la pared y reabriendo sus heridas. Gruño de forma animal, pareciendo una bestia salvaje con su ser cubierto de rojo y sus ojos inyectados en sangre.

-¿Dónde mierda conseguiste esto O’Connor?-

El sargento le tomo de la muñeca, apenas pudiendo respirar con la presión que ejercía la mujer sobre su cuello. El agarre se aflojo lo suficiente para permitirle la entrada de oxigeno, respirando apresurado para poder recuperarse.

-Fue hallado en los campos del sur, en la nueva zona invadida por los del Eje-

-¿Cuándo?-

La presión en su cuello volvía a ser peligrosamente ajustada con cada segundo que pasaba sin responder, sus ojos azules encontrándose por primera vez de frente con las mieles oscurecidas por la furia de la mujer.

-Dos días, el escuadrón fue enviado a recuperar los territorios pero fueron emboscados por las fuerzas del Eje, por lo que sabemos hasta ahora fueron tomados como prisioneros con algunas bajas por resistencia, el sargento Corvin fue el único que pudo escapar-

El agarre en el cuello desapareció de repente, vieron como Samantha se desplomaba con pesadumbre sobre la improvisada silla, su cuerpo temblando entero mientras respiraba entrecortadamente, la palidez en su rostro provocando preocupación.

Un sudor frio le recorrió de pies a cabeza, su cuerpo temblaba del dolor (y de la desazón en su corazón al saber a su hermano desaparecido) con el calor abandonando por completo su cuerpo mientras sentía el hielo correr por sus venas. Dejo que el doctor revisara su herida reabierta por sus bruscos movimientos, admirando en silencio lúgubre el colgante de cuero, el colmillo de lobo burlándose de su sufrimiento al brillar como nunca. Llevo su mano desocupada a su brazo derecho, pasando sus dedos con delicadeza en la pequeña pulsera de cuero con una amatista rodeada en el medio, regalo que Logan mismo hizo para sus quince años.

Sus ojos picaron con lágrimas sin derramar, un profundo odio instalándose en su pecho con los que le hicieron daño a su hermano. Gruño con fuerza cuando sintió el último extracto de metralla ser extraído de sus carnes vivas, mordiéndose la lengua para concentrarse.

Una mirada ardiente se hizo lugar en sus ojos, un juramente silencioso siendo hecho dentro de estas cuatro paredes ante las miradas preocupadas de su alrededor.

Recuperara  a Logan, a cualquier costo, incluso de su vida.

Forward
Sign in to leave a review.