
Adiós a un amigo
Konohagakure vibraba de la emoción de sus habitantes, el bullicio cubriendo las calles abarrotadas por el evento de hoy. Los Kages se encontraban en sus puestos, cada uno con sus guardias correspondientes al lado. Las gradas burbujeaban en expectación, los más viejos recordando la última vez que estuvieron reunidos para este tipo de eventos, mirando de reojo a la mujer que se encontraba parada al lado del Hokage.
Chieko estaba tensa pero lograba disimularlo, buscando con la mirada a sus compañeros de equipo. El equipo Genio estaba distribuido de manera estratégica por todo el estadio, cada uno cubriendo una zona específica siendo ella la parte central. Hideo estaba en medio de la gradas de los civiles, cuando empezara la invasión él era el mejor capacitado para despertar a los civiles del genjutsu sin hacerles daño y llevarlos a los refugios; era el más alejado de ella, estando al frente de su posición en la gradas de los lideres. Daiki estaba con la mayoría de genin, su velocidad era perfecta para reaccionar y cuidar a los de menor rango, igualmente preparado para poder despertarlos en caso que no pudieran solos; él estaba en las gradas a su derecha. Kenshin-sensei se encontraba a su izquierda, cerca de la mayoría de ninjas de diferentes rangos y más cerca de ella y el Hokage, no era necesario explicar porque estaba allí.
Los cuatro cruzaron miradas, asintiendo al unisonó. Sus ojos dorados buscaron entre la multitud, reconociendo a su maestra al instante. Shinobu-sensei le devolvió la mirada, asintiendo y haciendo un pequeño gesto a sus brazos. Todo estaba en orden.
Miro hacia abajo, viendo como su hijo peleaba con el Hyūga resentido, su ceño frunciéndose al no sentir todavía los chakras de su pupilo y amigo.
``Oh Kakashi, cuando llegues espero que estés preparado para ser rebanado por Zangetsu perro bastardo ¡¿Cómo te atreves a contagiarle tu falta de percepción del tiempo a mi niño?!´´.
Un gruñido suave salió de su garganta, llamando la atención de su amigo y líder.
-No te preocupes, pronto llegaran-
Hiruzen trataba de animarle, viendo como su ceño se fruncía mas al ver como un golpe del niño Hyūga le llegaba a Naruto. Suspiro, siendo ignorado por la pelinegra que estaba distraída en sus pensamientos creativos sobre como matar a cierto par de hombres.
Todos a su alrededor sintieron el aura asesina de la mujer espadachín cuando Neji uso la técnica de Ocho Trigramas Sesenta y Cuatro Palmas sobre el rubio, dejándolo tirado como un trapo sucio. Un gruñido mas fuerte salió desde el fondo de su ser, asustando un poco a los de su alrededor. Con pasos firmes se acerco al borde, tomando con fuerza la barandilla doblándola sin querer.
-¡TU PUEDES NARUTO! ¡ERES MI HIJO!-
Una multitud de ojos le miraron sorprendidos, ella los ignoro centrándose únicamente en los ojos cielo de su hijo, sus orbes dorados brillando intensamente en fiera determinación y aliento. Naruto se levanto, sonriéndole radiante a su madre, la determinación rugiendo desde su interior.
Chieko sonrió satisfecha al ver como su hijo volvía a levantarse, no dejándose vencer fácilmente. Soltó la barandilla arruinada, volviendo con tranquilidad a su posición anterior, ignorando olímpicamente a todos, aun con la sonrisa dibujada en su rostro. Hiruzen rio entre dientes, negando suavemente con su cabeza. Su equipo sonreía igual, siendo Daiki el que mayores problemas tenía para controlar las carcajadas. Kenshin se acerco a la orilla, poniendo sus manos alrededor de su boca para amplificar su voz.
-¡VAMOS NARUTO-KUN, ENORGULLECE A TU MADRE!-
Ahora los ojos estaban puestos en el héroe de guerra, sus ojos azabaches encontrándose con los dorados, sonriendo con cariño hacia su pequeña alumna. Daiki y Hideo no podían quedarse atrás.
-¡ESO ES NARUTO-KUN, DEMUESTRA QUE ERES EL MEJOR!
-¡YA ERES TODO UN HOMBRE NARUTO-KUN, TU PUEDES!-
Los tres hombres sonrieron al unisonó al ver al que consideran su sobrino encenderse con cada aliento, recuperándose rápidamente y evitando los golpes del Hyūga.
Los nueve novatos miraron boquiabiertos lo que sucedía, viendo como el equipo más famoso de su aldea apoyaba abiertamente y frente a miles de personas al perdedor y bromista numero uno de Konoha. Sakura salió de su aturdimiento, sonriendo abiertamente ante lo que sucedía, volviendo su mirada verdosa a la parte central del estadio, viendo como su compañero parecía florecer ante el apoyo genuino de los mayores.
Los jóvenes contrincantes intercambiaron algunas palabras, el estadio soltando un jadeo incrédulo al unisonó al ver como el rubio lograba usar a su favor el chakra del Kyūbi. Chieko sonrió altaneramente, su hijo les demostraría su valía este mismo día a todos esos aldeanos ignorantes e inútiles.
Gaara miro consternado la batalla, buscando inconscientemente a la mujer de irises dorados para ver su reacción. Quedo petrificado al verla sonreír con orgullo en dirección al Uzumaki, recordando cómo le llamo hace unos instantes. Algo se removió dentro de su estomago, una sensación amarga instalándose ahí mismo.
Quería que esa sonrisa fuera para él, quisiera ser él el que reciba aquellas palabras de aliento, quería ser él quien aquella mujer llamaba orgullosamente hijo.
La batalla llego a su fin, dándose vuelta por completo. Naruto Uzumaki fue anunciado como el ganador del partido. Todo el público aplaude, siendo insignificantes ante los vitoreos animados de los jōnin genios, de la ninja medico, de la tierna enfermera y los agradables ancianos. Naruto les sonrió a cada uno, encontrándose con la mirada orgullosa de su madre mientras le sonreía de forma radiante.
Las batallas siguieron transcurriendo, compartiendo miradas con Hiruzen al ver el potencial del niño Nara, sin estar un poco sorprendidos de que se rindiera al final. Ya tenían al próximo en ascender.
La ansiedad de Chieko aumentaba en cada segundo en que su amigo no aparecía con su pupilo, estando a dos segundos de usar el Hiraishin para buscarlos y traerlos hasta aquí. Un suspiro aliviado salió de lo más profundo de su ser al verlos llegar en el último segundo, fulminando con la mirada al peliplata, prometiéndoles miles de torturas para desahogarse.
Kakashi se negó a mirar atrás, sintiendo aquellos ojos dorados apuñalándolo sin piedad en su espalda, provocándole pequeños escalofríos. Desapareció de ahí, después enfrentaría la furia de una madre enojada.
Una vez calmada la pelinegra se centro, mirando a sus compañeros y sensei, asintiendo. Los cuatro junto a la ninja medico se pusieron rectos, su cuerpos en estado alerta. Hiruzen se dio cuenta de esto, tensándose un poco desde su lugar.
``Comenzar´´.
Fue el único mando que les dio a sus clones, cada uno ya sabía lo que tenía que hacer. Sin que nadie lo supiera una docena de clones de cristal estaban asesinando a todos los ninjas de Suna y de Oto infiltrados en la aldea, disminuyendo sus números a su favor.
Vio como tanto su hijo como Shikamaru se acercaban a Kakashi, posando disimuladamente su mano izquierda en el mago de Shūsui. Para sorpresa de todos Sasuke realizo su nueva técnica de rayo para atravesar las defensas de Gaara, el Chidori atravesando sin problemas la esfera de arena, hiriendo al pelirrojo en su interior. En ese instante Kabuto activo su genjutsu, durmiendo a todo el estadio mientras ninjas de la arena y el sonido de abalanzaban a atacar. Antes de que cualquiera se dé cuenta los cuatro genios en un solo movimiento de sus elementos eliminaron a la mayoría, cada uno despertando a los presentes disipando la ilusión y poniéndose manos a la obra.
Chieko desenvaino sus tres espadas, asesinado con absoluta facilidad a los ninjas que buscaban atacar a su Hokage. Sonrió.
Hora del espectáculo principal.
Hideo y Daiki hicieron un perfecto trabajo en calmar a los civiles y genin, logrando que obedecieran y se fueran siendo escoltados por los clones de todo su equipo hasta los refugios, los chūnin que se encontraron en el camino ayudándolos y recibiendo sus órdenes.
Chieko rebanaba cualquier ninja que no tuviera el hitae tae con el símbolo de la hoja, cubriéndose de sangre con sus espadas zumbando de emoción ante la carnicería que provocaban. Se separo de Hiruzen cuando este le ordeno ayudar a los civiles, convirtiendo en estatuas cristalinas o empalándolos con sus cristales a los enemigos si buscaban acercarse a los civiles. Sus maestros peleaban sin problemas, viéndose como la experiencia resaltaba en sus movimientos.
Kenshin quemaba todo a su paso con su lava, yendo a cuidar las fronteras al sentir que fueron derribadas. Shinobu paralizaba a todos con sus agujas, matándolos después con un solo golpe del bisturí de chakra, curando a los compañeros y civiles de la aldea al mismo tiempo siendo respalda por Haku y Zabuza, el hielo volando desde todas las direcciones y la Kubikiribōchō cortando cuerpos como si fueran mantequilla.
Chieko ordeno a uno de sus clones seguir a sus pupilos, ordenándole intervenir solo cuando fuera necesario, esta batalla tenía que enfrentarlos solos, evitando gastar chakra de forma innecesaria. Sus compañeros junto a uno de sus clones fueron a respaldar a su maestro, de los doce que dejo custodiando las fronteras ya cinco fueron destruidos, sintiendo en el preciso momento en que fueron vencidos cuando su chakra volvía a su cuerpo sin problemas.
Envaino sus espadas, debía conservar sus energías para lo que iba a hacer. Activo el Hiraishin, desapareciendo ante la mirada atónita de sus enemigos.
Los anbu alrededor de la barrera exclamaron sorprendidos cuando unos característicos destellos dorados se hicieron presentes dentro de la barrera, apareciendo al lado del Sandaime Kogane no yūrei, realizando sellos con una sola mano.
- Shōton: Hisui no hekiga (Elemento cristal: mural de Jade)-
Un gran mural de cristal dorado se formo al frente de ellos, evitando así las fuertes correntadas de agua del jutsu del Nidaime. Hiruzen le miro boquiabierto, observando cómo rápidamente desenvainaba dos de sus espadas, sus ojos dorados ardiendo en determinación.
-¡¿Qué haces aquí Chieko?! ¡Es mi batalla y mi destino! ¡No el tuyo!-
-Jamás dejare que un amigo enfrente la muerte solo, no me importa si es tu destino o no, no dejara que pelees solo por el bien de la aldea. Es mí deber protegerte, como ninja y como amiga-
Todos los espectadores oyeron fuerte y claro la declaración de la pelinegra, los anbu sintiendo un poco de alivio al verla llegar para luchar al lado de su líder.
-Yo me hare cargo de los antiguos Kages, tu solo céntrate en Orochimaru-
Sin esperar respuesta Chieko salto sobre la barrera, viendo como el Shodaime Hokage venia velozmente a su dirección. Libero su mano derecha de Yubashiri, realizando a gran velocidad los sellos con eso mano, sorprendiendo a todos los presentes.
-Shōton: Kurisutarushī (Elemento cristal: Mar de Cristal) -
Toda el agua se cristalizo de repente, el Shodaime escapando por los pelos. Con otra seña de mano toda el agua cristalizada se quebró de repente en miles de trozos afilados en forma de agujas, rodeando a los dos revividos.
- ¡Shōton: Shi no ame (Elemento cristal: Lluvia de muerte)!*-
Los miles de cristales se estrellaron sin piedad contra los Hokages revividos, proyectiles a alta velocidad con la simple misión de desgarrar hasta el último hueso de su contrincante, dándole una muerte rápida pero dolorosa. Los dos revividos esquivaron con maestría cada proyectil, solo unos pocos escapándose e hiriéndolos. Chasqueo su lengua con molestia, tomando con fuerza a sus espadas esperando el próximo movimiento.
- ¡Mokuton Hijutsu: Jukai Kōtan (Jutsu Secreto de Elemento Madera: Nacimiento de un Mundo de Árboles)!-
Cientos de raíces surgieron desde el techo, siendo los cimientos para un denso bosque. Chieko sonrió, acababan de darle la mayor ventaja en toda la pelea.
-¿Por qué Kogane no yūrei sonríe? ¡Es un jutsu de gran nivel!-
-Porque acaban de darle la mayor ventaja-
-¿Qué? ¿Como?-
-Ena-san es usuaria de uno de los kekkei genkai más raros: el Shōton. Este es un elemento del cual no se sabe mucho, solo rumores y leyendas. Este kekkei genkai le permite cristalizar todo lo que ella desee, hasta la sangre dentro de nuestros cuerpos, solo activando su chakra. Por eso todos saben que los jutsus tipo tierra, agua o madera son inútiles contra ella, transformando todo a su favor en segundos. Siendo sincero, ninguno de nosotros sería capaz de sobrevivir a un enfrentamiento con los antiguos Hokages pero creo que ella sí, ya que justamente los elementos que manejan son con los que ella siempre saca provecho-
Los anbu miraron debajo de sus mascaras sorprendidos a su líder de escuadrón, mirando con nuevos ojos a la kunoichi pelinegra.
Chieko distribuyo rápidamente sus cristales por todo el lugar, alarmándose al ver como algunas raíces buscaban aprisionar a su amigo. No pudo hacer nada cuando el Nidaime se materializo frente a ella, comenzando así una batalla de Hiraishin. Era un espectáculo digno de admirar, ambos ninjas tratando de realizar el Hiraishingiri en su oponente sin éxito, teniendo un poco de ventaja la kunoichi al contar con las tres espadas. Vio por el rabillo del ojo como el Shodaime iba directo a impedir que Enma se transforme, por lo que se teletransportó frente a él alejándolo con una cuchillada.
-Su oponente soy yo-
Los dos hermanos Senju fueron al ataque con todo, esquivando y tratando de acertar un golpe en la mujer. Varios cristales se formaron desde los arboles, buscando retenerlos o dañarlos lo suficiente para liberarlos de tan perturbador jutsu. El Nidaime se coló detrás, casi apuñalando por completo su cuerpo, por suerte logro cubrir esa zona con cristal rompiendo el kunai que portaba su enemigo al hacer contacto, pero ese movimiento le costó segundos valiosos que el Shodaime aprovecho, impactándola una poderosa patada en la boca de su estomago, haciéndole escupir algo de sangre mientras salía eyectada por la fuerza del golpe, estrellándose con el muro de cristal.
-¡Chieko!-
-¡Heishi!-
Una nube de polvo se formo donde aterrizo, imposibilitando la visión. Antes de que se dispersase tres halos de luz se vieron. Tres grandes proyectiles de aire y energía cruzaron veloces, convirtiéndose en grandes cortes de aire comprimido y energía natural, chocando de lleno contra los revividos, provocando gran destrucción.
-¡Santōryū: Hyakuhachi Pound Hō (Estilo con tres espadas: Cañón de 108 libras)!-
De entre los escombros la espadachín salía sin rasguño alguno, con Zangetsu todavía en su boca. Sus ojos dorados fijos en los resucitados, preparándose para realizar otro ataque igual. Tenía que acabar con ellos rápido, su chakra se drenaba rápidamente con sus clones curando a los demás fuera de la barrera, además del agotamiento que le generaba el usar el Santōryū de forma seguida. Solo podía realizar ocho técnicas antes de caer rendida, solo le quedaban siete oportunidades.
La nube de polvo que levanto su ataque se disperso al fin, los cuerpos inutilizables de los Hokages yacían sin vida sobre el lugar, solo para empezar a reconstruirse por sí solos. No perdió tiempo, se materializo frente al Shodaime al ser el más peligroso según su opinión, quemando el talismán pegado al cuerpo y realizando la técnica de sellado que los haría detenerse al fin. Un cristal dorado cubrió todo el cuerpo del Senju mayor, rompiéndose en mil pedazos dejando salir una luz brillante hacia el cielo. Lo había liberado.
Los pelos de la nuca se le erizaron, deteniendo con Shūsui aquel ataque furtivo del segundo hermano. Otra vez se involucraron en una batalla de Hiraishin, drenando aun más su chakra. Con pesar tuvo que ordenar destruir tres clones, dejando cuatro a disposición de los demás. Sus reservas se llenaron lo suficiente para poder usar el Santōryū de nuevo.
-¡ Santōryū:Gyūki Yuzume (Estilo con tres espadas: Brava Pezuña del Buey Demonio)!-
Las tres espadas apuntaron hacia su enemigo, a una velocidad sobrehumana corrió en su dirección y de una sola estocada lo corto por la mitad, el aura de un buey demonio formándose en su espalda. Sin perder tiempo quito el talismán y cristalizo al hombre, quebrando la prisión en mil pedazos y viendo como otro orbe brillante ascendía a los cielos.
Sus piernas le fallaron por un momento, usando a Yubashiri de apoyo. Respiro entrecortadamente, tratando de recuperar el aliento. Cerró sus ojos por un momento, ordenando con mucho pesar que otro clon se destruyera. Las memorias llegaron a ella, este último estaba junto a Shinobu-sensei tratando a los heridos. Su cuerpo volvió a responder, obligándose a levantar para ir a ayudar a su amigo.
Desapareció entre destellos dorados, apareciendo justo cuando su amigo decía algo que movió su corazón.
-No dejare que pongas tus manos corruptas sobre ella Orochimaru-
-Yo tampoco ¡Shōton: Hashō Kōryū (Elemento Cristal: Dragón Desgarrante de Cristal)!-
Un gran dragón de cristal se formo gracias a la salvia de los arboles dispersos, atacando por detrás a Orochimaru mientras Chieko tomaba a Enma de su lugar, posicionándose al lado del Hokage.
-Así que los derrotaste-
-No sin un precio-
Los anbu junto a Hiruzen se dieron cuenta de las machas carmesíes que adornaban la espalda del top blanco que llevaba, producto de uno de los ataques que no pudo esquivar a tiempo del Nidaime junto al pantalón desgarrado casi en su totalidad en la pierna derecha.
-Cuantos ataques más te quedan-
-Seis-
Asintió en silencio, tratando de ignorar los leves temblores en la mujer, por como esta su cuerpo es probable que no resista hasta tres ataques más. Se alejo de su toque, negando con su cabeza.
-No me cures, puedo ver que te estás negando a usarlo en ti. Tú debes vivir Chieko, tu destino se sigue escribiendo-
-Déjame curarte, estoy bien-
-No lo estas, las heridas en tu espalda ya deberían haber sanado pero aun sangran. Deshazte de tus clones, confía en tus colegas-
La kunoichi le miro dudosa, reacia a destruir sus clones restantes. Solo basto una mirada severa de su parte para que obedeciera, viendo como cerraba sus ojos y cumplía su orden. Cuando volvió a abrirlos sus heridas en la espalda, pierna y cara se curaron inmediatamente, su postura irguiéndose de nuevo y su cuerpo dejando de temblar. Asintió en su dirección, recibiendo una pequeña sonrisa de su parte.
Chieko abrió los ojos, empujando a Hiruzen detrás de ella mientras bloqueaba el ataque con Shūsui y Yubashiri, la espada Kusanagi cortándole un poco la mejilla, dejando fluir una gota de sangre por su rostro.
-Te daré el tiempo que necesites-
Mirando de reojo a su espalda le dijo a su amigo, este le asintió seriamente, preparándose para su último ataque.
-Hiruzen, fue un honor pelear a tu lado y una bendición ser tu amiga-
Chieko no le miro, mas dejo que su corazón hablara por ella. Hiruzen sonrió suavemente, sabiendo lo difícil que fue para ella aceptar esto.
-Lo mismo digo Chieko-
Así la kunoichi desapareció, apareciendo frente al ninja renegado con las tres espadas desenvainadas, chocando armas con el hombre serpiente. El Sandaime se puso a la acción, realizando una secuencia de sellos desconocida para algunos, mas para Enma y Chieko era la sentencia de muerte de su amigo.
-Lo que sea que estés planeando es muy tarde, se acabo. Yo gane, Konohagakure caerá-
-Sigue soñando hijo de puta ¡Santōryū: Tora Gari (Estilo con tres espadas: Caza del tigre)!-
La espadachín puso sus dos espadas verticalmente detrás de sus hombros, realizando cortes con las espadas de su mano hacia adelante, cortando a la vez con Zangetsu en su boca. El aura de un tigre se manifestó a sus espaldas; empezando a sudar cuando termino el ataque. Le mintió a Hiruzen, dejo un último clon activo con sus pupilos, guardándolo para cuidar de ellos. Ahora esa decisión le está pasando factura.
``Cinco…´´
-Estas olvidando que Konohagakure es mi hogar y que como Hokage me encargo de la protección del mismo. Soy el jefe de la familia, el pilar central ¡Quien quiera destruir mi hogar debe destruirme primero a mí! Y te lo advierto, no será fácil-
Chieko sonrió ante sus palabras, envainado sus espadas y metiéndose en una pelea de taijutsu con el sannin, lográndole atinar uno que otro golpe, recibiendo la misma cantidad por su parte. Orochimaru le pateo el pecho, sacándole el aire y mandándola a volar hasta estrellarse contra un árbol, partiendo el tronco por la mitad. Cayó de rodillas, tratando de recuperar el aliento.
Oyó cada palabra que se decían, sintiendo como su pecho se apretaba al oír como su amigo los llamaba familia, diciendo que a pesar de que muera esto no acabara, que las nuevas generaciones están listas para afrontar lo que el destino les imponga. Ignoro el dolor, poniéndose de pie tambaleante, su visión difusa por unos segundos. No importa que pase con ellos aquí y ahora, su deber es proteger las futuras generaciones, proteger la voluntad de fuego que dejaron en ellas. Estabilizo su cuerpo, su voluntad llameando dentro de su pecho al recordar a sus amigos, a su equipo, a su familia. Aquí y ahora no estaba luchando por ella, lo hacía por ellos, y no fallara.
Volvió a la batalla, tomando por la espalda a Orochimaru, impidiéndole escapar. La sorpresa en aquel rostro le provoco un cierto placer, capaz de superar un poco el dolor que azotaba su cuerpo por completo.
-¡Hazlo ya Hiruzen!-
-¡Ena, Sarutobi!-
Sin dudar el Sandaime se abalanzo sobre su alumno traidor, tomándolo por los hombros mientras la mano de la Muerta pasaba sobre su alma para tomar la del sannin. Chieko sintió como la Parca acariciaba su alma, la sensación siendo levemente reconocida. Vio como la Kusanagi se levantaba sola, abriendo sus ojos ante la conmoción, su cuerpo reaccionando por si solo.
La espada voló directa al Hokage, la kunoichi soltó al sannin y usando el Hiraishin llego a la espalda de su amigo, recibiendo el ataque por él. Todos abrieron sus ojos en shock al ver la sangre volar. La espada le había atravesado limpiamente, perforando por completo encima de su pecho. Sus manos sangraban donde el filo de la hoja se posaba en sus palmas, sosteniendo con todas sus fuerzas la cuchilla evitando que llegara a su maestro. A pesar del dolor formo un sello con su mano derecha, cristalizando los miembros de su oponente evitando así otro ataque furtivo. Sus fuerzas se agotaban rápidamente, la hoja de la espada deslizándose cada vez mas entre su carne caliente hasta llegar a su objetivo. Su piel a cada segundo perdía color, la pérdida de sangre haciendo estragos en su cuerpo.
-Enma-
La invocación respondió a su llamado, tomando entre sus manos la espada bañada en sangre. La saco en un solo movimiento, tratando de disminuir aunque sea un poco su sufrimiento. La herida empezó a cerrarse poco a poco, a un ritmo lento para el acostumbrado, dirigiendo su chakra a esa zona dejando a sus manos de lado. Estaba aturdida, apenas siendo consciente de que ambos hombres hablaban a sus espaldas.
Su calma no duro mucho, la espada reaccionando a las órdenes de su amo volviendo a atacar, escapándose de las garras del Rey mono. Su cuerpo no se movió, recibiendo el impacto de nuevo, ahora en su vientre, sofocando sus gritos de dolor mordiéndose los labios con fuerza.
-Deja de entrometerte mocosa arrogante, ese cuerpo que tienes algún día será mío-
-Vete… a la… mierda… bastardo-
Respiraba entrecortadamente, la sangre acumulándose en su garganta hasta su boca, escupiendo aquel liquido carmesí en cada palabra. La espada le atravesó hasta la mitad, la punta cortando la espalda de Hiruzen. Orochimaru en su desesperación siguió con su orden, el mango de su espada chocando contra su vientre al hundirse por completo, llegando a atravesar a su antiguo sensei.
Hiruzen vio por el rabillo como sufría la kunoichi, sus ropajes tiñéndose de rojo ante toda la sangre que está perdiendo. Kusanagi logro atravesarlo, complicándole mucho más la extracción del alma de Orochimaru. Se lamentaba por dentro, haber llegado tan lejos para nada, arriesgando la vida de su preciosa amiga para no poder cumplir con su objetivo.
-Sus…brazos-
Apenas un susurro salió de sus labios bañados en sangre, le dolía horrores el simple hecho de hablar. Hiruzen abrió sus ojos, recordando lo que hace tiempo aquella mujer le dijo cuando se presentaron.
‘Usaste el Shiki Fūjin para tratar de sellar su alma, pero el desgaste de la batalla y los años te jugaron en contra, por lo que te conformaste con sellar sus brazos’.
Con fuerzas renovadas cambio su enfoque, tirando del alma que le daba vida a sus brazos, escupiendo sangre cuando la espada volvía a retorcerse, oyendo el pequeño gemido lastimero que soltó la mujer apenas consiente.
-Escucha esto, tú y yo sabemos que no tengo la fuerza para sacar tu alma de tu cuerpo, lo sabemos. Aun así tus ambiciones ¡Terminan aquí y ahora!-
-¡Esto no ha acabado! ¡Nada podrá acabar con mi ambición!-
-Ya… cállate…- los dos hombres volvieron en si al oír la voz baja de la mujer- Mientras…nuestro legado…siga vivo- no aguanto más y escupió la sangre que se acumulaba en su garganta-Siempre habrá…una posibilidad… de tu caída… Orochimaru-
Tomo con fuerza el mango de la espada y con un grito cargado de furia y frustración la saco de sus cuerpos, lanzándola lejos de allí. Sin perder tiempo se dio la vuelta, apoyando sus manos en la espalda del viejo hombre, sintiendo como su último clon se deshacía pasándole el resto de su chakra a su amigo.
-¡Hazlo!-
- Serás castigado por tu obsesión ¡Me llevare tus amados jutsus!-
Los cristales en su cuerpo aumentaron, imposibilitando cualquier movimiento de su parte.
-¡¿Qué es lo que dijiste?! ¡Suéltame maldita mocosa!-
Vio con horror como la cuchilla que cargaba el ente cortaba sin piedad su alma, su maestro cayendo por la falta de fuerza, siendo retenido apenas por una sangrante Chieko.
-El sello esta hecho-
Con terror vio como sus brazos se volvían inútiles bajo sus ojos, perdiendo toda muestra de color y vida de ellos, volviéndose algo ajeno a su cuerpo.
-Mis… mis brazos-
-Ahí lo tienes, tus brazos son inútiles ahora y sin ellos ya nunca harás otra posición de manos. Los ninjutsu ahora están fuera de tu alcance- se apoyo en la pelinegra, sintiendo como la vida se le escapaba de sus manos- Tu repugnante sueño de acabar con esta aldea acaba aquí-
-¡Mis brazos! ¡Estúpido viejo!-
-Tu estupidez es igual Orochimaru, solo me arrepiento de no poder llevarte conmigo. Adiós discípulo, nos volveremos a ver en el otro mundo-
Su alma siendo consumida por la parca se agotaba al fin, su cuerpo apoyándose por completo sobre la pelinegra herida. Sus ojos poco a poco perdían fuerzas, cerrándose cada vez más con el paso de los segundos. Ante él la imagen de aquel hombre loco de furia fue reemplazada por la de un niño que sonreia levemente. Cerró por completo sus ojos, una última sonrisa plasmándose en sus labios.
``Las ramas del árbol florecerán…´´
Su cuerpo cayo sin vida sobre Chieko, esta sosteniéndolo con la poca fuerza que le quedaba, cayendo de rodillas ante su debilidad por la pérdida de sangre. Sus heridas dejaron de sangrar, curándose lo suficiente para no morir desangrada por ahora. Apenas seguía consiente, cubriendo el cuerpo del Sandaime con sus brazos en un acto inconsciente, envolviéndolo por completo, ignorando los gritos rabiosos del sannin.
La conciencia le abandono, cayendo sobre su amigo y mentor, cubriéndolo con su cuerpo mientras el rojo de su sangre teñía sus ropas, el charco que se formo debajo sintiéndose frio ante la entrada de la inconsciencia.
Los anbu fueron testigos de todo, hasta del último sacrificio de su líder y la infinita lealtad de su mano derecha. La barrera se levanto, Orochimaru siendo auxiliado por su fiel lacayo Kabuto, ordenando la retirada de los ninjas del sonido.
Rápidamente llegaron a su posición, sintiendo sus ojos aguarse ante la imagen frente a ellos.
Chieko estaba cubierta de sangre, sus ropas desgarradas por todas partes, arrodillada mientras con sus brazos abrazaba el cuerpo inerte del Hokage, su cuerpo flácido sobre él, cubriéndolo del mundo.
Su respiración era casi inexistente y ninguno de los presentes era un ninja medico, consientes de que si intentan pasarla aunque sea un poco de su chakra la matarían al instante.
Varios jadeos se escucharon a su alrededor, viendo a través de sus mascaras como los jōnin se acercaban a la escena, soltando suspiros temblorosos ante aquella imagen desoladora.
Cuatro pares de pisadas se oyeron correr con prisas, apareciendo ante todos los compañeros de la pelinegra junto a la doctora. Esta rápidamente se puso manos a la obra, ladrando órdenes a los jōnin para que separasen a la inconsciente mujer del cuerpo de su líder. No había tiempo que perder, sino la aldea sufrirá la pérdida de dos grandes y esplendidos ninjas.
Algunos jadearon con horror al ver las heridas frescas en la piel de la mujer, casi en su totalidad cubierta de sangre aun sin secar.
-¿Qué paso?-
Kurenai fue la única que encontró su voz para preguntar, los anbus suspiraron por dentro, viendo con atención aguda como la medico ninja Shinobu trataba las heridas de la pelinegra, su mirada oscureciéndose más ante cada herida nueva que descubría.
-Cuando los sirvientes de Orochimaru levantaron la barrera, Chieko fue la única capaz de entrar y…-
Todos los jōnin fueron testigos de la historia de tan épica batalla, todos rezando para que la pelinegra sobreviviera, no serian capaces de recuperarse si también la perdían a ella.
``Por favor, dejen que viva…´´
El silencio era lo único que llenaba aquel cuarto asquerosamente blanco cubierto de olor a antiséptico y antibióticos, la bolsa de suero siendo levemente sacudida por la brisa que entraba por la ventana abierta.
Tres hombres se encontraban descansando en aquel cuarto de hospital, mirando expectantes a la mujer que yacía inconsciente entre aquellas mantas blancas que le cubrían. Las manos pequeñas se encontraban vendadas hasta las muñecas, los cortes que recibió por detener la Kusanagi eran tan profundos que casi llegaban al hueso. Su torso estaba completamente vendado por culpa de la puñalada mas las costillas rotas que por suerte no llegaron a perforar sus pulmones; su hombro izquierdo igual de vendado, aquella puñalada que recibió allí fue tan grave como para afectar tendones y nervios. Sus negros y largos cabellos estaban sueltos, siendo peinados con dulzura por sus visitantes, ahora mismo siendo Kenshin quien jugaba con ellos.
Kenshin, Hideo y Daiki no se movieron en los dos días que la mujer estuvo inconsciente, vigilando cada movimiento o mueca que hiciera en sueños. Nadie los corrió, recibiendo un trato especial con las normas del hospital al ver a quien cuidaban con tanta dedicación. Los ojos de las enfermeras se humedecían ante cada persona que venía de visita, siendo los más pequeños junto al peliplata lo que provocaba sus lagrimas al ver como los niños se subían a la cama y se acostaban a su lado, teniendo el máximo cuidado con sus heridas mientras se acurrucaban junto a su calor. Kakashi se conformaba con sentarse a su lado y tomar su mano vendada, dejando de vez en cuando algún beso sobre las vendas.
Hace poco llego la señora Hiriko con un conjunto de túnicas negras, diciendo que las necesitara cuando despierte. Hoy también se le daría el último adiós al Sandaime Hokage, la anciana mujer completamente segura que la joven pelinegra se despertara para despedirse. Aquellas túnicas yacían bien dobladas sobre la cómoda de la habitación, ninguno de los hombres queriendo dejarla sola a pesar de lo que pasaba afuera.
Los tres reaccionaron ante el débil gemido que soltó la menor, viendo como sus parpados luchaban por abrirse. Hideo y Daiki se apresuraron a su lado, sus ojos luchando contra las lágrimas de alivio que deseaban desesperadamente soltar.
Chieko sabía que estaba inconsciente, la sensación siéndole familiar para su desgracia. Dolía, dolía como mil infiernos. No había parte de su cuerpo que no estuviera latiendo por el dolor. Busco dentro de sus reservas, viendo complacida que tenia lo suficiente como para curarse por completo, solo que después seguro le costaría levantarse, sus músculos entumecidos ante tanto tiempo inactivos.
Gimió de alivio al sentir como los cortes y laceraciones en su cuerpo se cerraban, sus costillas volviendo a su lugar permitiéndole respirar con normalidad. Abrió sus ojos con pesar, sus orbes dorados encontrándose de frente con unos grises, negros y mixtos de azul y verde, sonriendo mínimamente al reconocer a su equipo, provocando que las lágrimas que obstinadamente trataban de retener fluyeran sin control.
Levanto sus manos vendadas, dejando pequeñas caricias parecidos al toque de una pluma sobre sus rostros, viéndolos con amor. Trato de sentarse, siendo ayudada al instante por sus amigos, notando como su cuerpo estaba casi cubierto por vendas debajo de la bata de hospital. Un vaso de agua se poso sobre sus labios, bebiendo hasta saciar su sed recién descubierta. Daiki alejo el vaso, poniéndolo junto a la ropa sobre la cómoda.
Chieko tomo en cuenta como estaban todos vestidos, kimonos negros sencillos, pantalones iguales sin ningún tipo de armas encima o con sus hitae tae en los lugares donde suelen atárselos. Su mirada perdió brillo, comprendiendo al fin que día era hoy.
-¿Cuándo?-
-Ahora-
Asintió lentamente, procesando la información. Los hombres miraron con tristeza como sus manos se cerraban en puños sobre las sabanas, su rostro desprovisto de cualquier emoción además de sus ojos opacos.
-Iré-
Fue lo único que necesitaron oír, Hideo fue a traer la ropa mientras Kenshin y Daiki le ayudaban a llegar al baño. En menos de diez minutos la pelinegra salió ya completamente vestida con un kimono negro sencillo hasta la mitad de sus muslos, los pantalones de siempre abrazando su figura vendada. Hideo se encargo de su cabello, desenredando cada uno de los nudos con la mayor delicadeza posible. Se lo dejo suelto, sin querer seguir perdiendo el tiempo en peinarse como siempre lo hace. Daiki le ayudo a ponerse sus sandalias ninjas, masajeando un poco la planta de sus pies, buscando darle aunque sea un poco de comodidad a su amiga. Los cuatro salieron del hospital casi vacío, Daiki y Hideo ayudándola a caminar pasando sus brazos a sus cuellos para que se apoye en ellos, Kenshin caminando detrás de ellos. Fueron a paso lento, el cuerpo de Chieko aun sin poder recuperarse por completo.
Llegaron hasta el lugar repleto de túnicas negras, aquellos ojos dorados ensombreciéndose más al oír los llantos de las personas, su agarre en sus amigos aumentando de fuerza. Ellos le miraron de reojo, sabiendo exactamente como se sentía.
Se culpaba.
El sonido de los pasos lentos llamaron la atención de las personas detrás, todos girando a su dirección. El reconocimiento brillo por sus ojos, haciéndose a un lado permitiéndole pasar sin problemas al trió. Así uno por uno de todos los presentes se fueron dando cuenta de sus presencias, despejando el camino dándoles miradas de reconocimiento y de respeto hacia la mujer que llevaban con tanta delicadeza. Ellos ignoraron todo eso, siendo su único objetivo llegar hasta donde su líder seria despedido por última vez. Llegaron hasta el frente, posicionándose detrás de los antiguos compañeros del Sandaime, Homura y Koharu. Estos dos le reconocieron, haciéndoles un espacio para ponerse a su lado. Avanzaron en silencio, contemplando por unos minutos el cuadro donde su imagen les devolvía la mirada, siendo un gran contraste a la última imagen que Chieko conservaba en su memoria. Dejo sus brazos caer de los hombros de sus amigos, sus piernas estando lo suficientemente recuperadas como para sostenerla por sí misma. Camino unos cuantos pasos, dejándose caer sobre una rodilla al frente de la imagen, agachando su mirada. La lluvia comenzó a caer, mojando todo a su paso, como si el mismo cielo sintiera el dolor en sus corazones, dejándolos llorar en paz.
Extendió su mano derecha, una cala completamente de cristal se formo en su palma, el dorado del cristal resaltando aun en el día nublado. Dejo un beso sobre aquella flor, una sola lagrima escapando de sus ojos camuflándose con la lluvia que besaba su piel. Poso con delicadeza aquella flor, levantándose lentamente y retrocediendo de vuelta a su lugar.
-No fue tu culpa-
Aquella frase la devolvió a la realidad, mirando incrédula a la mujer a su lado.
-No fue tu culpa-
-No estuvo allí presente-
-Pero los anbu si, nos contaron lo que paso. No fue tu culpa, él decidió hacer este sacrificio por el bien de la aldea. Tú hiciste lo que debías hacer, quedarte a su lado hasta el final, casi teniendo su mismo destino al tratar de protegerlo-
El silencio les siguió, la lluvia cayendo sobre ellos. Todos oyeron aquella conversación, todos estando de acuerdo con la mujer mayor.
-Aun así… debería haber sido capaz de más-
Koharu bufo, Sarutobi tenía razón en lo tercamente ciega que puede ser la jovencita a su lado.
-Peleaste con dos Hokages resucitados, peleaste contra un sannin, tus reservas se fueron drenando a niveles alarmantes porque tenias a una docena de clones esparcidos por toda la aldea para que sirvieran de ayuda; obtuviste cinco costillas quebradas, tus manos casi sin poder ser salvadas y fuiste apuñalada dos veces ¿Qué mas podías hacer además de seguir cortejando a la muerte niña?-
El silencio fue la única respuesta que obtuvo, la mirada gacha de la joven mujer diciendo más que las palabras. Satisfecha la mujer se fue, siendo seguida por su compañero.
Chieko también se fue, dejando que los demás se despidieran de su amigo. Se acerco hasta su familia, siendo recibida con miradas aliviadas. Tomo a los menores en sus brazos, sintiendo como Haku, Naruto y Sasuke se relajaban bajo su toque. Zabuza y Kakashi se pusieron a cada lado, dejando que sus manos descansen en aquellos hombros más pequeños, apretando en símbolo de apoyo.
Así cada uno fue pasando dejando sus flores, recordando los momentos compartidos con aquel hombre que con tanto empeño les cuido. Las flores blancas rodearon a la pequeña flor de cristal situada en el medio, la lluvia cayendo sobre todos sin piedad.
Ese día aquellos ojos dorados soltaron libremente sus lágrimas, aquellas se camuflaban con las gotas de lluvia que caían por su rostro, sus cabellos negros convirtiéndose en una cortina contra los ojos de los demás.
Esa noche una triste y desgarradora melodía resonó por el bosque, el Shakuhachi llorando ante las notas desoladas que emitía, dejando que su dueña desahogara su dolor a través de aquella melodía, provocándole lágrimas al que la escuchara, porque estaría escuchando la canción de su propio dolor.