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Hoy era el día. A partir de hoy el reloj se pondría en marcha, el destino empezaría a escribirse y ella se convertiría en un autor si así es necesario.
Era pasado el mediodía, con Chieko dirigiéndose a la Academia para esperar a sus pupilos, deseosa de verlos salir con sus bandas ninjas. Hoy sería el día en que todo comenzaría, por lo que apenas piso Konoha ayer después de su misión corrió hasta la oficina de Hiruzen para empezar su plan. El destino comenzó a mover sus hilos y ella hará lo mismo, decidida a cambiar las cosas. En su última misión logro conseguir una pieza importante para su plan, yendo a informarle a Hiruzen que era hora de mover sus piezas.
Si le preguntaran (bastante improbable igual) Chieko ciertamente no estaba preocupada en lo absoluto con la graduación de los chicos, completamente segura de que estos pasarían sin problemas. Ni siquiera estaba preocupada por su hijo idiota, ya que ella se hizo cargo de su entrenamiento antes de partir.
Sabía que la técnica de clones era complicada para Naruto por las grandes cantidades de chakra que posee, similares a las suyas hace pocos años, por lo que se dedicó exclusivamente a enseñarle como dominarla.
Unos pensarán que dejo de lado a Sasuke, pero la realidad es que el azabache era el mejor de su clase, por lo que esta técnica le resultaba simple y aburrida. Para evitar un enfrentamiento por los celos de que uno recibía más atención que el otro la de ojos dorados le enseñó dos jutsus de fuego de gran nivel al Uchiha, diciéndole que si podía dominarlos a todos en el menor tiempo posible le enseñaría su técnica especial por el que tanto insistía en aprender. Agradecía a quien sea que estaba a cargo por haberle dado la afinidad con el fuego, eran técnicas que consumían mucho chakra si no la poseías, por lo que se le hubiera complicado enseñarle al azabache.
Naruto quiso protestar al ver como Sasuke recibía jutsus más cool que el que debía practicar, pero su madre se puso firme en que debía aprender a dominar esta técnica si o si. Chieko le prometió que cuando fuera capaz de dominar la técnica de clones a la perfección ella le enseñaría uno de sus jutsus geniales como él los describía.
La determinación es un arma poderosa en las manos correctas, por lo que no dudo en ningún momento que su hijo la dominaría hasta el final de la semana al ver el fuego de la resolución en sus orbes zafiros. Por eso no estaba preocupada, ya que hace solo dos semanas su pequeño rubio logró dominar la técnica junto con las dos que les dio a Sasuke, por lo que cumplió con su palabra enseñándoles los jutsus que tanto insistían.
De ahí la seguridad que poseía de que ambos se graduarían, ya habiendo hablado con Hiruzen de poner a tres profesores en vez de dos a evaluar, en caso de que Mizuki tratara de sabotear la prueba de su hijo. Deberían haber pasado más de veinte minutos desde que fueron evaluados pero la mujer quería darle el tiempo suficiente al traidor para que se acercara a su retoño y le propusiera robar el pergamino, consciente que hoy la seguridad de la torre estaría un poco floja y el Hokage reaccionaria tardíamente para que Naruto tuviera el tiempo de aprender y dominar el Kage Bunshin, todo a pedido de ella y de dejarle leer sus notas sobre el futuro.
No era tonta, sería muy soberbio de su parte pretender acordarse de absolutamente todo sin fallas u olvidos por lo que en todo este tiempo desde que ‘renació’ hasta ahora en sus cortos tiempos libres escribía todo lo que sabía, haciendo más de cincuenta libros en los que separo como Biografías, donde estaban escritos todas las historias de vida de la mayoría de personajes que más o menos recordaba a la perfección; Historia, donde plasmo lo que debería ocurrir entre las dos temporadas; y La Guerra, donde relata todo lo que ocurre en la Cuarta Guerra Mundial Shinobi. Todo estaba escrito en español, una de sus lenguas natales, como método de seguridad al saber que nadie en este mundo conocía el idioma. Tenía otros manuscritos en la lengua nativa de aquí para Hiruzen pero no era tan especifica con los detalles, además que una vez que el viejo las leía alguno de ellos se encargaba de destruir las notas, evitando así que caigan en manos equivocadas.
Hay un dicho que dice: ’Más vale prevenir que lamentar’ y eso era lo que estaba haciendo, era preferible tomar todas las precauciones necesarias antes que arrepentirse porque la información fue robada y usada en su contra.
Por fin llego a la Academia, buscando con la mirada a sus niños. Sus ojos dorados se ensombrecieron al ver aquel peligris hablando con su hijo, sonriéndole falsamente en busca de simpatía. Sus manos picaban en deseo de tomar algunas de sus espadas y rebanarle el cuello al hombre horrible, su instinto de protección activando todas sus alarmas. Respiro profundamente un par de veces, calmándose lo suficiente para no armar una escena. Plasmo una sonrisa radiante en su rostro y llamo animadamente a su hijo, haciendo de cuenta que no vio nada del pequeño intercambio entre el chūnin y el recién graduado genin.
-¡Naru-chan!-
El rubio se dio vuelta de inmediato, iluminándose por completo al ver la resplandeciente sonrisa de su madre. Se despidió de su ahora antiguo instructor y corrió en dirección a los brazos de su madre. La joven de diecinueve años recibió gustosa el asfixiante abrazo de su hijo adolescente, importándoles poco y nada estar haciendo una escena frente a todo el gentío. Se separaron lentamente, sonriendo de pura felicidad y orgullo; la pelinegra delineo el símbolo de la aldea en el nuevo hitae-tae de su retoño, dejando un casto beso allí, demostrando lo orgullosa que estaba de él. La sonrisa del rubio se ilumino aun más; por su mente cruzando una sonrisa parecida, que en vez de producirle una presión en su pecho como antes, ahora le producía una calidez acompañada del sentimiento de nostalgia al recordar a su amigo.
``Te hubiera encantado conocerlo Paul, es igual de brillante y revoltoso que tú´´.
Tomo a su hijo de la mano, buscando ahora al pequeño azabache, un poco sorprendida de no verlo a su lado.
-¿Y Sasuke? ¿No deberían estar juntos? Les dije que vendría por ustedes bien termine de informar al Hokage de mi última misión-
Retuvo el impulso de suspirar al ver el rostro confundido de su hijo, para después en menos de un micro segundo pasar a la desesperación al no ver al Uchiha por ningún lado. Seguramente ni se dio cuenta cuando su amigo dejo su lado para hacer lo que suponía debía hacer, lo más probable es que ni escucho cuando el azabache le aviso a donde iría, perdido en la euforia del momento; estaba segurísima.
-Vamos a buscarlo, creo que sé donde esta-
En realidad en el momento en que se dio cuenta de la falta del azabache uso su cualidad como ninja sensor y busco la firma de su chakra, encontrándolo cerca de los baños. Así madre e hijo partieron en búsqueda del tercer miembro de su pequeña familia, para poder ir a almorzar todos juntos como la joven les prometió.
Cuando llegaron a los baños no pudieron evitar sentir lástima por el niño, viendo como era rodeado por una cuantiosa cantidad de fanáticas que buscaban darle su regalo de despedida. Ahora sabían porque tardaba tanto en volver. Chieko suspiro, el día en que deje de tener que lidiar con fanáticas obsesivas será el día en que los chanchos vuelen, sabiendo de primera mano cuan guapos se volverían el pequeño par en un futuro. Dejo a Naruto cerca de la entrada, no quería ponerlo en riesgo ante una turba hormonalmente inestable, tampoco quería que se le pegara la estupidez. Camino con seguridad hacia el alocado grupo, viendo como los ojos obsidianas del Uchiha se iluminaban al verla llegar. Activo su jutsu, apareciendo repentinamente ante las ‘enamoradas’ niñas en un destello dorado, cubriendo al azabache con su cuerpo. Les dedico una cordial sonrisa, mientras sus ojos brillaban peligrosamente.
Todas detuvieron sus acciones, formándose en línea como si el general hubiera aparecido de repente ante soldados novatos, con las espaldas rectas y sudando a mares, intimidadas con la presencia de la bella mujer. Todas sabían quien era, era una de las mejores kunoichis de su generación: la famosa y letal Kogane no yūrei, la hermosa ‘Princesa del Cristal’*; perteneciente a uno de los mejores equipos conocido en años, donde resaltaba el talento nato y la belleza hechizante de sus miembros; la Kaunserā (Consejera) del Sandaime, que tomaba en cuenta cada opinión que hiciera y le pedía de su consejo siempre que pudiera; pero lo más importante, la tutora del amor de sus vidas, que lo tomo bajo su cuidado y crio como si fuera su sangre. Todas las niñas deseaban llegar a ser como ella, una belleza mortal entre los hombres, con la capacidad de tener el mundo a sus pies con solo una palabra.
Todas querían estar en el lado bueno de la mujer, por lo que se sentían sumamente avergonzadas de haber sido pilladas en medio de su crimen, sabiendo lo sobreprotectora que se ponía con los niños a su cargo.
-Perdonen pequeñas damas, pero tomare a mi Sasuke porque debemos ir a almorzar con algunos amigos y es de muy mala educación dejarlos esperando por idioteces-
La sonrisa nunca se fue de su rostro, pero sus dorados ojos brillaban peligrosamente, retando a cualquiera de las niñas a decir algo. Un escalofrió corrió por sus espinas al oír el meloso tono que uso la pelinegra, deseando que la tierra les tragase por las duras palabras que les dedico. Así una por una se fueron, desilusionadas por no poder despedirse correctamente de su Sasuke-kun y avergonzadas al caer en el lado malo de la tutora de su amor.
Una vez sin moros en la costa los dos pelinegros se relajaron, Chieko girando sobre sí para mirar al Uchiha. Lucia orgulloso su hitae-tae en la frente, provocándole una sonrisa a la mayor, que también se inclino (por las grandes diferencias de altura) para darle un casto beso en la frente, signo de lo orgullosa que estaba. Sasuke le regalo una de sus escasas sonrisas, estas eran más pequeñas que las que le daba de pequeño, pero igual de deslumbrantes; sintiendo su corazón ablandarse al saberse la única con tal honor del verlas.
Así los tres partieron rumbo a su hogar, donde unos mayores Hiriko y Akiyama les esperaban con un almuerzo sorpresa para festejar su entrada al mundo Shinobi.
No se perdió él como Naruto se acercaba a Sasuke para susurrarle algo cuando pensaba que no estaba viendo. Su plan había comenzado.
Deliberadamente hizo acto de ausencia hoy, pasando el tiempo en la oficina de Hiruzen cuando unos recuerdos que no le pertenecían llegaron a su mente. Le dio la orden a su clon de cristal de quedarse cerca de su hogar y que acompañara al rubio cuando iniciara su movimiento para robar el pergamino, si fuera necesario que interviniera en su ayuda, debiendo desaparecer cuando todo este hecho.
A su cabeza llegaron las imágenes que esperaba, con un nuevo factor en la ecuación: Naruto no iba solo, sino acompañado del Uchiha. Suspiro audiblemente -últimamente lo hacía muy seguido- llamando la atención de su acompañante.
-Naru-chan ya saco el pergamino, pero esta vez está acompañado de Sasuke. Dios, estos niños solo serán mi muerte-
Sarutobi rio con ganas, habían previsto este nuevo escenario al ver cuán unidos eran los dos muchachos, aun así la pelinegra habría albergado una pequeña esperanza de que todo fuera como ella lo conocía. Un gemido lastimero fue todo lo que recibió de la mujer, ahora si riendo a carcajadas por la suerte de la ex-soldado.
Solo quedaba esperar.
Llego en el momento justo. Iruka estaba herido y sus niños miraban con odio al bastardo de Mizuki. Oculto su presencia de todos, analizando el momento justo de intervenir.
-Han estado engañándote toda tu vida Naruto, desde el decreto hace doce años-
El par de amigos se miraron confundidos ¿A que quería llegar el hombre? ¿Cómo que le mintieron?
-¿Qué decreto?-
-Todos los saben excepto tu, incluso esa mocosa arrogante a la que llamas Okāchan. Iruka trata de ocultártelo incluso ahora y haría cualquier cosa por callarme la boca-
Los niños se tensaron, arrugando su ceño con odio por cómo se dirigió hacia a su tutora.
-¿De qué hablas? ¿Qué es lo que todos saben?-
-¡No le digas, está prohibido!-
Ignorando como su antiguo colega le gritaba que parase, Mizuki siguió, sintiendo placer en tan solo imaginar las expresiones de horror que pondrán los mocosos.
-El decreto es que nadie debe decirte sobre el Kyūbi no Yōko que está dentro de ti- un jadeo de sorpresa se escucho, alentándolo a seguir- El espíritu del zorro que mato a los padres de Iruka y destruyo nuestra aldea esta dentro de tu cuerpo ¡Tu eres el zorro de nueve colas!-
-¡DETENTE!-
-Todos lo han comentado en secreto, te han ocultado cosas por toda tu vida ¿No te parece extraño que te traten como te tratan? ¡¿Cómo basura?! ¡¿Cómo si te odiaran solo por estar vivo?!-
-No, No ¡NO!-
Naruto no quería creer, pero los recuerdo le asaltaban sin piedad en su mente: los padres susurrando a sus espaldas y alejando a sus hijos de él; los vendedores que se negaban a atenderlo si iba solo; las miradas de desprecio cuando caminaba junto a su madre por el centro; la sobreprotección de su madre de no dejarlo solo, cuando amenazaba a los que susurraban, todo tenía sentido ahora. Su chakra se descontrolo, demostrando el caos en su interior.
Sasuke miro preocupado a su amigo, las palabras de su ex instructor resonando en su cabeza en un bucle sin fin. ``Por eso Chieko era tan precavida, nunca permitió que Naruto estuviese solo, siempre dejando a alguien de su confianza para vigilarnos. Nos estaba protegiendo, lo está protegiendo…´´
-¡Es por eso por lo que nunca serás aceptado en esta aldea! ¡Hasta tu amado…-
Ya tuvo suficiente.
-Kesshō: Rokkaku Shuriken: Ranbu (Cristal: Shurikens Hexagonales: Danza Salvaje)-
Su discurso de odio fue interrumpido por una lluvia de shurikens de cristales dorados, apenas tuvo tiempo de esquivarlo, solo para darse cuenta que lo seguían. Maldijo en voz alta, fue lo suficientemente idiota como para darle tiempo a la mujer de encontrarlos.
Un destello dorado se interpuso entre ambos niños, apareciendo allí Kogane no yūrei en todo su esplendor, expulsando intención asesina por los poros. Abrazo a su hijo, dejando que su chakra calmara el suyo, meciéndolo suavemente como cuando era tan solo un bebe. El rubio se calmo, dejándose consolar por el calor de su madre, buscando desesperado refugio en sus brazos.
Mizuki miraba con odio la escena frente suyo, recibiendo una mirada igual de los ojos de oro. Chieko estaba cubriendo con su cuerpo a los niños, como una loba cubriendo a sus cachorros del peligro. Su porte erguido y elegante solo enfurecía más al ninja traidor; observando detalladamente al prodigio frente suyo.
-Atrévete a decirle algo más a mi hijo y me encargare personalmente de arrancarte la lengua para hacértela tragar-
El tono que uso provoco escalofríos en todos los presentes, más su fría mirada que prometía la más dolorosa muerte posible. Iruka estaba aliviado, conocía a su ex amigo lo suficiente como para saber que no se animaría a luchar contra la pelinegra, conociendo muy bien la brecha de poder que los separaba de la joven mujer.
-Naruto, Sasuke; vayan con Iruka, yo me hare cargo de esta plaga-
Destellos dorados hicieron presencia, desapareciendo de su posición para tan solo en segundos aparecer frente al chūnin con Yubashiri y Shūsui desenvainadas, listas para rebanarlo en miles de pedacitos, sus ojos brillando en una furia implacable. Los niños cumplieron su orden, yendo rápidamente en dirección a su herido sensei, solo para detenerse en seco ante un gran shuriken que les cortó el paso
Mizuki la esquivo por los pelos, aprovechando la distracción de los niños lanzo unos de sus shurikens, recibiendo una patada en sus entrañas que le hizo escupir sangre. Chieko lo miraba furibunda, ese bastardo acaba de firmar su sentencia de muerte. Iba a cargar de nuevo contra el traidor, siendo detenida por un agarre firme en su muñeca derecha.
-Vete con ellos Ena-san, llévalos a un lugar seguro. Les daré el tiempo suficiente para que te los lleves- la mirada segura de Iruka fue lo que la hizo cumplir, dejaría la venganza para otro momento.
Dos destellos se hicieron presentes, el primero cuando apareció junto a los niños tomándolos en sus brazos sin dejarles reaccionar para luego desaparecer del claro, dejando a ambos hombres solos.
Aparecieron a más de cincuenta kilómetros lejos de ahí, la pelinegra quedándose quieta sosteniendo a los muchachos firmemente, esperando que los efectos del viaje pasaran en ellos. Les acaricio dulcemente sus cabelleras, sintiendo como ambos se relajaban bajo su toque. Lentamente los fue separando de su cuerpo, haciendo que se sienten junto a ella en la tierra descubierta, abrazándolos de nuevo, dejando que cada uno descansara en sus hombros. Podía sentir la inquietud de su hijo, mas no le obligaría a hablar; esperaría a que esté listo. No tuvo que hacerlo por mucho tiempo, la voz del rubio rompió con el silencio calmo que los envolvía.
-¿Es cierto Okāchan?-
-Si, mi musuko-
-¿Es verdad que soy el zorro? ¿Por eso me odian? ¿Por qué soy un monstruo?-
La joven tomo suavemente el mentón de su hijo, haciendo que mire sus ojos. El cielo y el sol se reencontraron, el cielo desesperado buscando respuesta en la luz del sol. Viéndolo fijamente, expreso en voz alta todo lo que su corazón guardaba, abriéndoselo a una de las personas más importantes de su actual vida.
-No eres el zorro, tú eres Naruto Uzumaki; el bromista numero uno de Konoha, el niño hiperactivo que no sabe rendirse, mi pequeña luz, mi ancla; pero lo más importante: eres mi hijo. Eso es lo único que importa, no las opiniones ni pensamientos de los demás-
Las lágrimas no se hicieron esperar, empezando a llover dentro de los hermosos cielos. Tomo al azabache de su mentón, pidiéndole su atención, sus próximas palabras también eran para él.
- El odio nacido del temor y la ignorancia es toxico mis niños, confunde a las personas haciéndoles hacer cosas que no quieren o no deben. Y odiar a alguien es muy simple, solo necesitas una razón, una que tenga sentido para ellas. A veces, incluso aquellos que no conoces o nunca haz conocido te odiaran solo porque ven que otros lo hacen. Por eso debemos aprender a lidiar con eso, a no dejarse llevar y ser honestos con nuestros corazones, evitando así caer en la oscuridad-
Dejo que el rubio la abrazara, sintiendo las gruesas lagrimas caer en su cuello. Miro con amor como el azabache depositaba su mano en el hombro de su amigo, demostrando así su apoyo. Los abrazo de vuelta, dejando que sus esencias se unieran en tan cálido abrazo.
-No eres un monstruo Naruto, eres lo que tu deseas ser, no lo que los demás digan o piensen. Si deseas ser Hokage, serás Hokage; si deseas ser un ninja, serás un ninja. Dios, si desearas ser un simple civil lo serás, te apoyare en todo lo que desees y creas, siempre estaré para ti; para los dos. Recuerden, tienen una familia y no están solos, siempre estaré a su lado-
Los corazones latían al unisonó, rebosantes de felicidad ante las palabras de la mayor. Se separaron lentamente, el Uzumaki dejo que la pelinegra limpiara el resto de sus lagrimas, sonriéndole radiante al ver que entendía sus sentimientos.
-Oe Naruto-
El rubio giro su cabeza confundido, sin entender porque el Uchiha lo llamaba.
-Tú siempre serás un dobe, Naruto-
-¡Y tu siempre un teme, Sasuke!-
Chieko miro con cariño el intercambio, sin perderse las pequeñas sonrisas que ambos chicos se daban. Eran obvias las intenciones de Sasuke, con esa simple oración le hizo saber a Naruto que no le importaba lo que tuviera adentro, el seguiría siendo el rubio idiota al cual consideraba familia. Estaba infinitamente agradecida, si alguna vez ella les hiciera falta estaba más que segura que el particular par de niños orgullosos se tendrían uno al otro, nunca más estarían solos.
El tierno momento se rompió cuando firmas de chakra conocidas se acercaban rápidamente a su dirección; tomo a los niños y en un segundo desaparecieron de ahí, ocultándose en la copa de un frondoso árbol.
La pelinegra esperaba expectante, inconscientemente acercando mas a los chicos a su cuerpo, provocándoles un sonrojo profundo a ambos. Sus metros cincuentas (Naruto siendo más corto aun) no se comparaban con los 1,75 metros de la chica, por lo que con suerte les llegaban a sus ‘melones’ , en los cuales la muchacha los estaba presionado, provocándole mucha vergüenza a uno y llevando al cielo al otro.
Se quedaron en silencio, tensándose al instante cuando oyeron a dos cuerpos caer en el claro donde estaban hace segundos. Chieko observaba todo desde su escondite, los muchachos no tuvieron otra más que agudizar sus oídos para captar algo de lo que ocurriese abajo.
-¿Cómo supiste Naruto… Como supiste que era yo y no Iruka?-
El mencionado se tenso, alguien se estaba haciendo pasar por el dejándose perseguir por Mizuki. Se removió un poco, obteniendo un agarre más ajustado, ahora si quedando casi hundido en los montículos de su madre. Su cara enrojeció, quedándose estático en su lugar; no quería tocar más de lo debido algo de lo que después no pueda mirar a la pelinegra a los ojos. Sasuke estaba haciendo todo uso de su voluntad para evitar que su nariz sangrara, no soportaría la vergüenza al verse descubierto y ser catalogado como un pervertido en un futuro.
-Porque yo soy Iruka-
Los ojos dorados observaban detenidamente el encuentro, arrugando su ceño al ver las heridas en el cuerpo del moreno; en su necesidad de alejar a sus chicos del traidor había ignorado las heridas de su colega, eso era un insulto a los principios de un ninja medico. Aun le costaba adoptar esos principios, toda su vida fue a la que debían tratar, nunca estuvo del otro lado hasta ahora.
-¡Eres un tonto! ¿Por qué estas protegiendo a ese fenómeno? Por su culpa murió tu familia-
Un gruñido bajo se oyó, siendo ignorado por los dos chūnins; la mirada de los muchachos se dirigió a la dueña de este, viendo en primera plana el ceño fruncido y los ojos dorados ardiendo en furia ante las palabras del hombre.
-No me importa lo que digas, no pondrás tus manos en el pergamino-
-Como si pudieras detenerme ¿No no entiendes? ¡Naruto es igual a mí!-
Los tres ninjas ocultos se tensaron, los dos pelinegros sintiendo una ira indescriptible por cómo se refería al rubio ¡Naruto jamás se parece a una escoria como él!
-¿Qué quieres decir?-
-¡El quiere el pergamino para su propio poder y su propia venganza! Así son las bestias, él verterá toda su furia en el pergamino y destruirá todo-
-Tienes razón-
Un minúsculo jadeo se escapo de la boca del Uzumaki, ahora él le devolvía el firme agarre a su madre, buscando consuelo en su calor. Chieko lo sostuvo firmemente, gruñendo de nuevo ante las venenosas palabras del traidor. Naruto sentía dolor en su pecho, le dolía enterarse que su profesor favorito lo veía como un monstruo.
``Entonces es cierto, Iruka-sensei nunca creyó en mí. El piensa que soy como las bestias, algún tipo de fenómeno´´.
-Así son las bestias, pero así no es Naruto. El no es nada parecido a eso. Naruto es único, trabaja duro y pone todo su corazón en las cosas. Claro, comete errores a veces y exaspera en ocasiones, pero su sufrimiento solo lo hace más fuerte. Eso es lo que lo hace diferente de una bestia, así que estas mal; él no se parece en nada al Kyūbi ¡El es Uzumaki Naruto de Konohagakure!-
Finas lagrimas caían de sus ojos cielo, afirmando su agarre en la ropa de su madre; las palabras del que llego a considerar una figura paterna lo marcaron profundamente, igual que lo hicieron las palabras de su mamá. Ellos le querían por quien era, no le temían u odiaban por lo que resguardaba en su interior. Una gran oleada de fuerza y determinación le embargo de repente, separándose del cuerpo de la mayor con firmeza, estaba listo, le haría tragar sus palabras a ese patán.
-Realmente crees en esa tontería, Iruka- saco la ultima shuriken que le quedaba de su espalda, decidido en acabar con esto- Yo te iba a dejar para después pero ya cambie de opinión ¡Estas acabado!-
Una patada lo mando hacia atrás, desviando la shuriken lejos del castaño herido. Umino estaba sorprendido; su visión del rubio fue interrumpida por un cuerpo femenino que se materializo en frente, que sin demoras empezó a curarlo, agradeciéndole con la mirada el defender a su hijo.
-No está mal para un mediocre-
-Si te atreves a ponerle una mano encima a mi sensei; te mato-
-Que grandiosas palabras, yo podría destruirte por completo con un simple movimiento-
La sonrisa burlona en el rostro de la pelinegra confundió a Iruka ¿Por qué no estaba preocupada por la seguridad del rubio? En un susurro le contesto: ‘Espera y veras’.
-Dame tu mejor golpe tonto, yo te lo devolveré multiplicado por mil-
``Esa pose de manos ¿Acaso él…´´ el instructor estaba asombrado, sin poder despegar la mirada de la escena frente suyo, ignorando como las manos de la pelinegra dejaron de brillar al haberlo curado por completo.
-¡Quiero que lo intentes, muéstrame lo que puedes hacer Kyūbi no Yōko!-
-¡Kage Bunshin no jutsu!-
Cientos de clones rodearon el bosque, clones perfectamente sólidos, no vagas ilusiones. Iruka sonrió orgulloso, cruzando miradas con la mujer que sonreía igual. Un grito desesperado fue lo único que se escucho, dando así rienda suelta a la golpiza del año.
Un Mizuki inconsciente producto de la golpiza yacía sangrante en el suelo, con un rubio parado altaneramente al lado de su cuerpo, con su mano derecha elevada acariciando su cuello, el gesto de su madre transmitido a él.
-Lo siento, creo que me deje llevar ¿Estas bien Iruka-sensei? Okāchan es la mejor medico del mundo, seguramente ya le ayudo-
-Si, estoy bien. Gracias Ena-san- le sonrió al par madre e hijo, recibiendo las mismas radiantes sonrisas; aunque no estuvieran unidos por la sangre era notable que eran familia.
Unos segundos pasaron cuando dos jōnin se presentaron en el claro siguiendo al Uchiha, uno de estos llevaba el pergamino en sus brazos; Iruka estaba pasmado, dando cuenta ahora que el rubio no tenía el pergamino en su posesión. Antes de revelarse Chieko mando a Sasuke con el pergamino a buscar a sus dos compañeros de equipo que desde el momento en que el Hokage dio la orden de encontrar a los niños se quedaron cerca de la firma de chakra de su compañera, esperando el momento en que los llamara.
Sasuke fue directo con la mujer, Naruto imitándolo, cada uno posicionándose a su lado, siendo recibidos con dulces caricias sobre sus cabezas, disminuyendo la distancia entre ellos al recostarse un poco sobre el cuerpo de la pelinegra.
-Hideo, Daiki, me da un gusto verlos aquí-
-Cuando oímos que tus dos protegidos estaban involucrados no pudimos evitar entrometernos Chieko- el moreno respondió por ambos, mientras el heterocromático revisaba el cuerpo inconsciente del traidor, silbando de impresión al ver lo golpeado que estaba.
-¿No crees que te sobrepasaste un poco Chieko? Con suerte está con vida-
-Te equivocas mi amigo, sabes que si lo agarraba yo no quedaría ni un cuerpo que llevar- entre minúsculas risas respondió, sin dejar de mimar a los muchachos en sus cabelleras- Esto es obra de mi pequeño musuko-.
Los dos hombres miraron sorprendidos al rubio, este les sonreía ampliamente mientras abrazaba a su madre en un acto inconsciente, le gustaba sentirla cerca.
-¡Bien hecho Naruto-kun!/ ¡Ya eres todo un hombre!-
Se acercaron sonrientes al trió, dejando descuidadas caricias en el pelo del menor, haciendo lo mismo con el azabache por el simple placer de molestarlo.
-Aunque si lo pensamos bien, siento lastima de la pobre alma que decida conquistarte Chieko, esto es lo mínimo que le espera-
Los hombres sintieron un escalofrió recorrer sus espaldas al notar las auras ensombrecidas que despedían ambos niños al pensar en un posible pretendiente de la pelinegra. Todos sabían como el par de niños habían hecho su misión personal alejar a cualquier hombre que mostrara otras intenciones que no fuese una amistad con la de ojos dorados, todos menos ella.
-Vámonos a casa chicos; cuando dejen el pergamino seguro vengan, hace mucho que no almorzamos juntos. Umino-san, usted también debe venir, debemos de festejar la graduación de mis pequeños-
Sin dejar lugar al rechazo, los hombres asintieron sonriendo; los dos jōnin se encargarían de que el chūnin asistiera. Así los shinobis se fueron por un lado, la kunoichi tomando en sus brazos a los genin para desaparecer todos en un destello dorado, dejando el claro otra vez en soledad.
Un día normal en Konoha, la gente iba y venía de los distintos puestos comerciales, parándose a charlar amenamente con conocidos u amigos. Entre el gentío de distinguía una hermosa mujer, ya séase por sus tres espadas bien aseguradas en su cintura, por sus excéntricos ojos dorados o por su gran altura.
La misma iba con sus vestimentas normales: un top blanco de cuello alto y sin mangas, pantalones negros ajustados con sus tobillos envueltos en vendas, sandalias ninjas con talón y empeine descubiertos, con su característico haramaki morado donde se sostenían sus preciadas espadas; sus negros cabellos estaba recogidos en una trenza francesa, eran tan largos que la trenza llegaba a su cintura sin problemas, dejando dos mechones cortos (hasta la barbilla) que enmarcaban su bello rostro. La joven mujer era nada más y nada menos que Ena Chieko, la Princesa del Cristal de Konoha, madre adoptiva de Uzumaki Naruto y tutora de Uchiha Sasuke, el último sobreviviente de su clan.
La kunoichi caminaba en dirección aleatoria, sonriendo con cariño al objeto entre sus manos. Allí descansaba un Shakuhachi* pulcramente hecho, con detalles en rojo y una pequeña borla dorada colgando en uno de sus extremos; los kanjis de ‘jugando’* grabados en el frente. Este era el nuevo regalo que su amigo peliplata le dio, alegando que en su última misión juntos ella se había quedado un buen rato admirando uno en venta, solo para después irse con una mirada nostálgica del puesto. A estas alturas de la vida, no le sorprendería a Kakashi descubrir que su amiga sabe tocar un instrumento y a Chieko no le sorprende lo observador que llega a ser el peliplata.
Paso su almuerzo junto al Hatake después de acompañar a los muchachos a que se sacaran la foto para su nueva identificación como ninjas; gracias a su hijo idiota tuvieron una mañana agitada. Naruto quería ir con la cara pintada, ya iba a mitad de su obra cuando ella lo encontró, en lo que radico en una persecución por toda la casa hasta que fue capturado por la pelinegra con ayuda del Uchiha, que ya estaba harto de todo el griterío a plena mañana. Le agradecía todas las noches a Nuriel por ubicar la casa lejos de la aldea, porque las persecuciones y gritos escandalosos eran el pan de cada día en este hogar. Cuantos reclamos y denuncias se ahorraron.
Una vez que el rubio estaba decentemente limpio, la joven no fiándose de su hijo los transporto con su Hiraishin hasta donde se tomarían las fotos, esperando que salgan para llevarlos a desayunar, ante todo el alboroto que armaron la pelinegra no tuvo tiempo de cocinarles algo decente. Cuando terminaron fueron interceptados en su camino a casa por Akiyama ojisan, este le pidió si le podía prestar un momento los chicos para que le ayudasen con su huerta. La mujer no puso objeción ninguna ni los niños, por lo que acompaño a los hombres hasta el hogar del anciano y se despidió, estando segura que el viejo hombre les daría de comer a la hora de almorzar y estarían ocupados hasta la tarde, por lo que tenía todo ese tiempo para sí sola.
Decidió ir a visitar a su amigo, llevando consigo comida suficiente para que ambos almorzaran hasta quedar satisfechos. Estuvieron un rato en silencio, disfrutando de la compañía del otro. Sin decir nada, Kakashi entro a su habitación, saliendo unos segundos después con una caja rectangular larga, dejándola con delicadeza en el regazo de su amiga, para luego sentarse de nuevo en su lugar. Sonrió debajo de su máscara al ver la expresión confundida de la pelinegra, instándole con la mirada a que la abriera. Con cuidado la de ojos dorados abrió la caja, los pozos dorados brillando ante lo que descubrió. Así con una explicación de por medio y una radiante sonrisa, Chieko se despidió de su amigo con un fuerte abrazo, provocándole un leve sonrojo al hombre al sentir más de cerca los senos de la joven al no tener el chaleco puesto.
Ahora se encontraba caminado buscando un lugar en el cual poder practicar sin problemas, hace tiempo que no tocaba un instrumento así, hace más de treinta años. A pesar de que su apariencia física era de cuando tenia diecinueve años, mentalmente tenia cincuenta y dos años existiendo, doce viviendo aquí.
Cuando apenas era una niña en su primera vida, un hombre se mudo al frente de su casa, instalando una pequeña tienda de comestibles y demás. Tanto ella como Logan diariamente eran enviados allí, más cuando sus madres se olvidaban algo a la hora de cocinar. La tienda era atendida por su mismo dueño, un hombre inmigrante de ascendencia asiática, más precisamente, china. En las tardes de verano y hasta su inscripción al ejército, ella pasaba todas las tardes en compañía de aquel solitario hombre, ayudándolo sin querer en su soledad. Aquel hombre se llamaba Wen Chao, digo se llamaba porque murió unos pocos años después de que iniciara la guerra, gracias al cielo por causas naturales y sin sufrimiento.
Wen Chao se encargo de enseñarle a tocar el dizi* después de una tarde en que la niña jugando en su tienda encontró el suyo guardado en una caja, corriendo fue a mostrarle para posteriormente pedirle que lo tocara cuando le dijo que era suyo. Era tanto el entusiasmo de la niña que cumplió con su pedido, dejándole maravillada y pidiéndole con insistencia que siguiera tocando. A las dos semanas cuando volvió con Logan, el hombre le esperaba con un obsequio, un dizi completamente negro con un par de borlas (roja y dorada) colgando del extremo; su euforia fue tal que en ese mismo instante casi le ruega de rodillas que le enseñara, provocándole una risa al adulto y a su amigo al verla así. Con el paso del tiempo se volvió muy buena tocando, aventurándose en otros instrumentos de viento de origen oriental y americano, siendo uno el Shakuhachi por sugerencia de su mejor amigo.
Tiempo después su amigo adulto le confesó que el mismo fabrico el dizi, tardando un poco al teñir el bambú de negro. Ahí cobro más importancia su regalo, tratándolo como un tesoro invaluable. Cuando se enlisto, dejo sus instrumentos al cuidado de sus padres, para tiempo después perderlos después de sus muertes, dejando un vacio amargo al perder tan preciado regalo.
No pudo evitar detenerse esa vez a detallar el instrumento, recordándole mucho al que alguna vez poseyó. Se lamenta hasta el día de hoy no haberle pedido a su viejo amigo que le enseñara la fabricación de un dizi, ahora no podría nunca más tocar aquel majestuoso instrumento con el que tanto cariño le fue hecho al ser este un mundo creado a partir de la cultura nipona y no china.
Cuando encontró un claro bastante alejado se dispuso a tocar, dejando que todos los sentimientos ocultos en su corazón salieran en forma de melodías, aliviando un poco el peso de su alma.
El juego del destino comenzó, moviendo sus fichas a su favor y ella deberá mover bien las suyas si quería ganar.
La persona contra la que estaba jugando es muy poderoso y tenía muchas influencias, debía moverse con cuidado a partir de acá si quería tomarlo por sorpresa y que su plan le ganara al suyo.
Obtendría justicia o moriría en el intento.
¡Qué divertido!... ¿O no?