Senshi no Fukkatsu

Naruto
F/M
Gen
G
Senshi no Fukkatsu
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Summary
Samantha Rodríguez fue declarada muerta el día de su cumpleaños numero 40, consagrándose heroína mundial. Ahora los ángeles necesitan un favor, jurando que una vez terminado podrá descansar en paz.
Note
¡Hola! Esta historia ya esta publicada en fanfiction.net a través de mi usuario Sonrisas Rotas, no hay plagio ni robo de contenido porque soy la misma autora en distintas plataformas.
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Perdida

Y así las estaciones pasaron. Otoño, invierno, primavera y verano, un ciclo único y hermoso que nos indica el implacable paso del tiempo. Los años transcurrieron sin prisas, dejando momentos buenos y malos atrás.

Una joven pelinegra de catorce años se encontró de camino a la Academia, hoy le haría el favor a su hermano y buscaría a los dos menores. Itachi cada vez estaba mas ocupado, hace más de dos semanas que los dos pelinegros no pasaban tiempo de calidad juntos. Cerró sus puños, apretándolos fuertemente, tratando de calmar la ansiedad y frustración que se acumulaba en su pecho con el pasar de los días. Sabía las razones detrás de todo esto y no podía evitar sentir impotencia al no poder evitarlo ¿Qué podría hacer una simple huérfana sin fuertes influencias? Había hablado con Hiruzen, casi pidiéndole de rodillas que interviniera de alguna manera para evitar esto, pero hasta el mismo Sandaime tenía las manos atadas por culpa del consejo y de ese bastardo.

La masacre Uchiha estaba cerca de ocurrir.

No podía evitar sentir como su corazón se estrujaba al pensar en el futuro de los hermanos Uchiha; vería de primera mano como la hermosa sonrisa de Sasuke seria reemplazada por un permanente gesto de indiferencia; vería el corazón de Itachi ser destruido por el mismo, a causa de un bien mayor y ser calificado como traidor en vez del héroe que era. Vería a su familia morir por segunda vez, volviendo a sentir la impotencia, el dolor, la ira y la tristeza que le ahogaron la primera vez.

Pero también existía otra razón de su malestar: Itachi no confiaba en ella. No era que no confiara ciertamente, sino que su confianza hacia ella no era la suficiente como para contarle todas las internas del clan. No quería sentirse así, pues ¿Qué tenía que ver ella en sus asuntos? Tal vez se llevaba bien con la mayoría de los Uchihas, más eso no la convertía en una; incluso sus rasgos físicos contrastaban mucho con los del clan, lo único que tenia de parecido era sus negros cabellos porque hasta su piel era dos tonos más oscura que su tan característica piel de marfil.

Salió de sus pensamientos negativos al sentir el típico griterío que existe fuera de las escuelas al finalizar la jornada. Busco con su dorada mirada a sus chicos, viéndolos salir juntos del establecimiento; sonrió suavemente al verlos jugar entre ellos, ignorando todos los demás.

Fulmino con la mirada a los padres que le lanzaban miradas sucias a su hijo, susurrando por lo bajo palabras maliciosas. Esos imbéciles sintieron el peso de su mirada, dándose la vuelta listos para increpar al que los estuviera mirando, solo para congelarse del terror ante lo que veían. Chieko había desenvainado la mitad de Shūsui, mirándolos fijamente con esos pozos dorados que solo prometían dolor. Su aura se oscureció, haciéndola más amenazante ante los ojos de todos, por lo que en cuestión de segundos todos los padres se fueron arrastrando a sus hijos, cagandose en sus pantalones al ver a la famosa Kogane no yūrei*(Fantasma dorado) amenazante frente a ellos con sus mortales espadas.

Satisfecha, guardo a Shūsui de nuevo en su vaina e instalo una resplandeciente sonrisa en su rostro, esperando a sus dos cargos pacientemente; estos ni cuenta se dieron de cómo el patio de repente se vació, quedando solo ellos dos junto a otros niños que esperaban a que los buscaran.

Como siempre, su hijo fue el primero en darse cuenta de su presencia, sonriendo brillantemente mientras corría en su dirección. La pelinegra se agacho, esperando el abrazo que tanto necesito en estos días. El rubio se estrello contra ella, rodeándola con sus brazos fuertemente mientras ambos reían por su reencuentro.

-¡Volviste!- Naruto exclamo eufórico, hace dos semanas que su madre se había ido a una misión importante, dejándolo al cuidado de Hiriko obasan y Akiyama ojisan. La había extrañado mucho, todas las noches rezaba para que volviera sana y salva a su hogar, junto a él. Se separo muy poco de ella, lo suficiente para ver si había alguna herida sobre su cuerpo.

El corazón de Chieko latió emocionado al ver como con ojos serios su hijo buscaba cualquier signo de que este herida; su misión no fue tan grave, siendo que debería haber tardado una semana más en completarla. Por suerte había sido asignada con su equipo (actualmente llamado Equipo Kenshin) por lo que tardaron mucho menos en completarla. Apenas llegaron hoy al mediodía, dándole el tiempo suficiente para no solo tratar con sus heridas, sino con la de todo el equipo. Otra vez fue envuelta en un abrazo, riendo con felicidad al ver las acciones de su hijo.

El pequeño Uchiha se acerco lentamente, dándoles el tiempo suficiente para su reunión. Naruto se negaba a soltarla, por lo que cuando estuvo cerca de su alcance la de ojos dorados lo tomo de su brazo y lo tiro al abrazo, quedando atrapado entre las muestras de afecto publico que se daban madre e hijo. Quiso protestar, pero una mano cálida en sus cabellos lo detuvo de todo, derritiéndose ante el toque amoroso de la pelinegra. La rodeo con sus brazos, disfrutando de su calor. También la había extrañado.

Estuvieron así por un par de minutos, inmersos en su mundo, donde solo ellos tres existían. Los niños disfrutaban estar en los brazos de la mayor, se sentían seguros, protegidos, a salvo. Se separaron lentamente, el pequeño azabache recién tomando en cuenta un detalle que paso desapercibido para ellos por la intensidad del momento. Chieko se dio cuenta de a donde se dirigía su mirada, respondiendo a la curiosidad del pelinegro.

-Fui a tu casa antes Sasuke-kun, quería pedirle permiso a tus padres antes de venir por ustedes- ahora tenía la atención de ambos niños, sacándole una sonrisa al ver las expresiones casi parecidas- Les pedí permiso para que te quedaras conmigo y Naru-chan este fin de semana, porque quiero reformar una de las habitaciones de mi casa para que quede como tuya. Me dieron su permiso, Mikoto-san incluso me preparo este bolso con tus cosas esenciales y ropa. Por las armas y demás para el entrenamiento no debes preocuparte, tengo de sobra para prestarles-.

La única respuesta que recibió fue otro abrazo asfixiante, ahora de parte del Uchiha, este inútilmente trataba de ocultar su potente sonrojo en el cuello de la mayor, sin darse cuenta que la adolescente era capaz de sentir sus mejillas calientes contra su piel, ignorante del ritmo acelerado con el que iba su corazón al estar tan cerca.

Naruto vitoreo feliz, contento de pasar más tiempo con su mejor amigo y madre. Cuando Sasuke sintió que su cara volvía a la normalidad, soltó su fuerte agarre, solo para sonrojarse de vuelta ante la resplandeciente sonrisa que la de ojos dorados le dedicaba. Juntos y tomados de las manos de la kunoichi, partieron rumbo a su hogar, disfrutando del silencio cómodo que los envolvía.

Había una razón por la cual Sasuke se quedaría bajo el cuidado de la pelinegra por un tiempo, las cosas en su clan estaban cada vez más tensas y según Chieko ese no era un ambiente saludable para un niño en crecimiento como el segundo heredero. Se lo había planteado a Itachi antes de partir a su misión, diciéndole que sería mejor para el pequeño estar alejado por un tiempo de los conflictos de su familia, aun si no era consciente de estos.

Recuerda la expresión de sorpresa cuando lo encaro después de sus entrenamientos que ya no eran tan diarios, desde que el heredero Uchiha fue ascendido a Anbu su tiempo juntos se fue reduciendo drásticamente. Recuerda claramente como no pudo mantener su cara en blanco cuando le expreso que no era tonta, que sabía que pasaba algo que le estaba afectando profundamente y se lo estaba ocultando. No pudo evitar expresar su molestia en lágrimas de frustración al ver a su hermano tan cansado, demacrado por las exigencias de su padre y de su clan, ignorando que aunque sea un prodigio, un genio, también era humano. Recuerda como el cuervo la envolvió en sus brazos, pidiéndole perdón por preocuparla y causarle malos sentimientos. Recuerda el tacto suave y gentil con el que limpiaba sus lagrimas, besando sus parpados buscando parar con su llanto.

-Odio verte llorar y me odio aun más por ser yo la causa de tus lágrimas-

Ella negó repetidamente con la cabeza, ahora ella acunando al cuervo en sus brazos, pasándole su chakra buscando eliminar por lo menos un poco la fatiga con la que cargaba. Quiso negarse, pero el agarre firme que tenía la azabache sobre él era un indicio de que seguramente lo golpearía si buscaba separarse, por lo que se dejo hacer, relajándose en ese abrazo que sin saberlo tanto necesitaba. Estuvieron así por un largo rato, el cuervo sintiendo con cada segundo como su cuerpo se relajaba, recuperando sus energías gracias al chakra de su hermana.

Se separaron lentamente, la de ojos dorados acunando con dulzura su rostro, dejándole leves caricias en sus mejillas. Cerró sus ojos disfrutando del contacto, recostando su rostro en aquellas manos en búsqueda de más mimos. Chieko rio suavemente, sacándole una sonrisa a él. Sabía por la insistencia de sus caricias debajo de sus ojos que quería que la mirara, por lo que cumplió con su silenciosa petición abriendo sus ojos obsidianas para ella.

-No sé qué está pasando Itachi y está bien que no quieras o no puedas contármelo, pero debes saber que yo siempre estaré para ti. Si sientes que ya no puedes mas solo búscame y les hare entrar en razón a tu padre y a esos viejos decrépitos, les daré una paliza si es necesario. Eres importante Itachi, para mí y muchas personas más, así que no te desvalorices ni te descuides, sino me veré en la obligación de secuestrarte y encadenarte a mi cama si solo así eres capaz de descansar-.

Itachi sonrió ante lo último, esta mujer era la única que podía hacerlo reír con sus ocurrencias. No perdió el tono serio con lo que lo dijo, ni las emociones que destilaban sus hermosos pozos dorados: amor, lealtad, determinación, preocupación, tristeza… siempre creyó que los ojos de Chieko eran las ventanas de su alma, y ahora estaba más que seguro. No dijo nada, sabía que no era necesario entre los dos. Cerró sus ojos, juntando sus frentes y tomando las manos callosas iguales a las suyas de tanto entrenamiento, entrelazando sus dedos. Se quedaron así por un largo tiempo, disfrutando de sus presencias unidas, inhalando la esencia de cada uno en búsqueda de relajarse.

Después de ese momento tan intimo entre los dos azabaches, disfrutaron de lo que les quedaba de la tarde, el cuervo disfrutando de la calidez del cuerpo femenino mientras recibía dulces caricias en el rostro, sintiendo la paz que no sentía hace años. Fue ahí que Ena le planteo al Uchiha sus preocupaciones por el menor, si ella fue capaz de darse cuenta de que algo pasaba dentro del clan ¿Cómo no lo haría Sasuke? Por lo que le pidió permiso de tenerlo por unos días ella bajo su cuidado, para despejarlo del posible estrés que estaría sintiendo. Itachi lo pensó profundamente, al fin y al cabo estaban hablando de su preciado hermanito. Pensó en todos los pros y contras, dejándose llevar por su lado analítico.

No había persona en el mundo en la cual confiara tan profundamente como en la pelinegra, siendo seguida por su primo Shisui. Quería contarle todo, sobre lo que su familia estaba planeando en contra de la aldea, su estado de doble agente, todo; pero no podía. No porque estuviera atado de manos por su clan, sino porque no quería hundirla en la oscuridad que los envolvía. Desde que la conoció siempre trato de mostrarle lo mejor de su clan y de su familia, volviéndose la pelinegra en alguien bastante apreciada por su sangre. No quería inmiscuirla en los asuntos del clan, porque así los ancianos verían más razones para concretar la propuesta de compromiso entre ellos dos. Cuando se lo plantearon hasta su padre salió en contra, sabiendo muy bien del lazo que compartían ambos pelinegros como para permitir que el único lazo sincero de su hijo se viera destruido por tonterías. Tanto su padre como su madre le aconsejaron que no le dijera nada sobre ese asunto, alegando que era lo mejor ya que era algo que nunca se concretaría, se encargarían de eso.

Por eso si por parte de él Chieko descubría todo lo que ocurría no les quedaría de otra que comprometerse para salvarla no solo a ella, sino la del pequeño rubio que ella ama como su propio hijo, e Itachi prefería arrancarse sus propios ojos antes que obligar a la pelinegra a algo que no deseara. Por eso se obligo al silencio, temiendo crear una grieta que los separase por ocultarle la verdad.

Pero como siempre, Chieko se encargo de enviar todos sus temores a la basura. Amaba eso de ella, su capacidad de leerlo perfectamente, descifrando sin problemas sus pensamientos y sentir, logrando acallar los demonios internos dándole paso a la paz con sus abrazos  y consolándolo en lo más profundo de su alma con sus palabras y acciones. Después de mucho meditarlo le dio su permiso, viendo como sus pozos de oro brillaban bellamente, calmando a su corazón al saber que a pesar de todo siempre podría contar con ella.

Esa misma noche el heredero Uchiha le planteo a su progenitores una idea que hace tiempo venia rondando en su cabeza, siendo ahora este el mejor momento para llevarla a cabo, sintiendo como un peso le era sacado de encima al recibir la aprobación de sus padres.

Ya mañana empezaría con su propuesta.


Chieko estaba haciendo la cena, cocinando algo liviano ya que mañana seria un día agitado para todos.

 Antes de llegar a su hogar pararon en varias tiendas, comprando todas las cosas que necesitarían para mañana: tarros de pintura azul y blanco, brochas y pinceles, sabanas blancas, un acolchado azul marino del mismo color que la pintura, cubre muebles y solo para darle el gusto al azabache, un poster con los símbolos de todos los clanes que vio que le llamo la atención. Cuando terminaron con las compras partieron rumbo a su hogar, dejando que los niños fueran a explorar todas las habitaciones disponibles para que el pelinegro escogiera mientras ella hacia la cena.

Cuando estuvo lista, llamo a los niños, esperando pacientemente oír sus pasos cerca de la cocina. Una cabellera rubia y otra azabache se acercaron, el rubio indicándole al azabache donde estaban las cosas para poner la mesa. La de ojos dorados sonrió con orgullo a su pequeño, contenta por como lo estaba educando. Cuando ambos niños terminaron de poner la mesa, la pelinegra les ordeno que se sentaran, que dejaran el resto a ella.

Les sirvió unos humeantes platos llenos de wok de carne y verduras, haciéndoles agua en la boca a los niños al oler su delicioso aroma. La adolescente les sirvió a cada uno un vaso de jugo de naranja natural, al fin sentándose en la cabecera de la mesa, lista para degustar su comida.

Los tres cenaron entre charlas y risas, la pelinegra pidiéndoles que le contaran lo que había ocurrido en esa semana que estuvo ausente, aliviándose al ver como el pequeño Sasuke se relaja ante la charla animada entre los tres. Sabía que aunque lo mantuvieran alejado de los asuntos de su clan por ser uno de los más pequeños no significaba que no le afectara de cierta manera la atmósfera pesada que había sobre su familia, estresándolo al no saber qué era lo que ocasionaba ese estado de ánimo en su clan. Siguió escuchando los relatos emocionados de los niños, disfrutando de sus ojos iluminados y expresiones asombradas al contarles la misión que había realizado recientemente, contándoles también las cientos de aventuras que compartió con su equipo.

La hora de dormir llego, los niños ayudaron con la limpieza de la cocina animadamente, sacándole una que otra sonrisa de orgullo a la chica. Cuando llego la hora de elegir su propio cuarto, para sorpresa de nadie Sasuke eligió la siguiente a la de Naruto, ocupando la ultima habitación de ese brazo de la casa. Por consecuente, el niño estaba a solo una habitación de la suya, que era la que estaba más cerca de la cocina.

 Arropo a los pequeños, deseándoles buenas noches. No se perdió como las mejillas del azabache se tiñeron de carmín cuando le dio su beso de buenas noches, adjuntándolo que no estaba acostumbrado a las demostraciones de cariño constantes que daba ella, ignorando como el corazón del menor latía sin control al rememorar el simple beso en la frente que le dio.

Mañana seria otro día el cual debían aprovechar al máximo.


Una semana paso, ahora nuestra protagonista se dirigía a una dirección conocida, llevando consigo dos cajas bentos repletos de comida casera; conociendo a su amigo este seguramente se quedo dormido después de llegar de su misión o se quedo leyendo una de esas novelas eróticas que tanto le gustaban leer en público.

Llego hasta su destino y toco la puerta, esperando pacientemente a que su anfitrión le recibiera. Espero unos minutos hasta que una cabellera plateada le recibió, el joven detrás de la puerta seguía sobando su único ojo visible tratando de dispersar los últimos atisbos de sueño. Chieko sonrió levemente, contenta de que su amigo haya decido dormir antes de quedarse leyendo y desvelarse. El peliplateado se alejo de la puerta, abriéndola más invitando a la pelinegra a ingresar a su humilde morada.

La de ojos dorados ingreso con confianza, dándole unas palmadas en su pecho a modo de saludo. El joven bostezo sobre su máscara, cerrando la puerta tras de sí y yendo detrás de la pelinegra, sonriendo ligeramente al ver como acomodaba la comida en su refrigerador, dejando un par de platos rebosantes de alimentos sobre su mesa.

-¿No crees que es muy temprano para visitarme Chieko-chan?- el peliplata cuestiono, sentándose pesadamente mientras se masajeaba la nuca tratando de quitarse el dolor de sus músculos tensos por dormirse en una posición nada apropiada para la comodidad. Dejo de hacerlo cuando unas manos más pequeñas reemplazaron la suya, brindándole un masaje a su cuello y hombros que casi hace que suelte un gemido de satisfacción, esta chica sí que tiene manos milagrosas.

-Por si no lo sabías, Kakashi-kun, son pasadas las doce del mediodía- no se perdió el tono burlesco con el que pronuncio su nombre, era un juego entre ellos el ver quien cedía primero con los honoríficos, burlándose del otro al referirse con los sufijos en sus nombres, siendo una tontería ante la confianza que ambos se tenían.

Ahora si gimió en voz alta, se había quedado dormido pasada las dos de la madrugada cediendo al cansancio que su cuerpo vino acumulando por días, quedándose dormido a mitad del reporte de la misión que debía entregar hoy al mediodía.

-No te preocupes, hable con el Hokage y te dio un plazo de dos días más, le hice entrar en razón al vejete ese al mostrarle que llegaste ayer de una misión agotadora como para que te exigiera ya el informe-.

Agradecía a todos los dioses que conocía por dejar que este ángel se cruzara en su camino, no podía negar que desde que apareció en su vida, de repente y sin preguntar, esta había cambiado para bien, dejando de ver la obscuridad que lo rodeaba al ser cegado con la sonrisa resplandeciente y ojos soleados de la pelinegra, eliminado cualquier rastro de la fría soledad en su ser con su abrazadora presencia. Se dejo mimar un poco más, sintiendo el chakra familiar y cálido correr por su cuerpo, relajándolo por completo. Cuando sintió que era suficiente tomo suavemente una de las manos de la chica, sosteniéndola por puro gusto un tiempo largo. Chieko hizo que apoyara la cabeza en su vientre, acariciando los suaves cabellos plateados, haciendo gozar a su dueño.

Kakashi se dejo disfrutar un poco mas de tan intimo acto, lamentándose dentro de sí el separarse pero su estomago pedía degustar algo de la deliciosa comida que su amiga preparo. Chieko rio, dejando una última caricia en sus cabellos antes de separarse e ir a servir la comida.

Su olfato tembló y su saliva empezó a producirse demás en la boca al oler tan exquisito aroma; frente suyo había un saurio a la sal perfectamente cocinado, al lado había un plato lleno de sopa de miso con trocitos de berenjenas sobre el, volvió a agradecer a los dioses por tal bendición en su vida.

Bajo su máscara sin problemas para degustar como se merece sus platillos favoritos, sin molestarle en que la pelinegra viera su rostro.

Aun recuerda el día que dejo que viera su rostro por primera vez. Ambos fueron mandados a una misión, todo venía bien hasta que fueron emboscados por unos mercenarios, no fueron de gran problema pero ante uno de los ataques de los otros ninjas hacia él su máscara salió dañada. Después de esa batalla encontraron refugio en una cueva, la pelinegra usando su kekkei genkai para cubrir la entrada en caso de que quieran atacarlos de nuevo. La chica no tardo en encender un fuego que los mantuviera calientes por esa noche, sacando todo lo necesario para tratar con sus heridas. Con curiosidad vio como la adolescente le entregaba un rollo de vendajes sin mirarle a la cara, cuando le pregunto el porqué ella le respondió que eran para que cubriera su rostro mientras arreglaba su máscara.

‘Tengo entendido que no quieres que vean tu rostro, así que te doy estas vendas para que te cubras mientras coso tu mascara, no quiero incomodarte…'.

Se sorprendió bastante al ser la primera persona que no buscaba deliberadamente conocer la mitad de su rostro, respetando sus deseos hasta el punto que le ofrecía sus vendas y reparar su máscara rota. Debía haberle dicho que siempre llevaba una de repuesto por si esto pasaba, pero algo dentro de sí le obligo a decir todo lo contrario.

‘Mírame’

La chica obedeció su orden, sin esperarse por nada en el mundo lo que vio.

Un joven Kakashi de diecinueve años le devolvía la mirada, pero no era eso lo que le sorprendió, sino que la estaba mirando con su rostro descubierto. No sabe que lo orillo a hacerlo, siendo que ni su único mejor amigo llego a conocer su rostro por completo, pero algo le decía que debía hacerlo. Chieko quedo en shock por unos minutos, procesando la imagen que tenía en frente. Se acerco con lentitud, posando suavemente su mano sobre el rostro descubierto de su compañero, pidiéndole permiso con la mirada. El peliplata solo asintió lentamente, dejando que la adolescente pasara sus dedos delineando su boca, mandíbula, pómulos… dejando una estela cálida donde estos pasaban. La mano lentamente se alejo de su rostro, viendo como la Palma mística desaparecía de sus manos, terminado de curar todos los rasguños que sufrió en el rostro. Recuerda vívidamente lo que le dijo después de revisarlo por mas heridas, descolocándolo por completo por la sinceridad que uso.

‘Eres hermoso Kakashi’.

A partir de ese momento el peliplata no tenía problemas en revelar su rostro frente a la pelinegra, disfrutando del ambiente íntimo que se formaba entre los dos cuando lo hacía.

Almorzaron el silencio, disfrutando la compañía del otro. Si hace dos años le dijeran a Kakashi Hatake que se haría amigo de no cualquier kunoichi, sino de la que cuidaba del pequeño hijo de su maestro se hubiera reído en sus caras. Ahora solo le quedaba agradecer que le haya caído bien a la chica, reparando con su sincera amistad todos los agujeros en su alma, llenando el vacío con calidez al ver el sincero aprecio y preocupación que tenia por él.

La pelinegra se quedo lo que restaba de la tarde, ayudando al peliplata con su informe y con algunas tareas hogareñas, dejando que este descansara adecuadamente.

Los dos amigos se despidieron cuando llego la hora de que terminaran las clases en la academia, con la de ojos dorados amenazando a su amigo con golpearlo si no tomaba un descanso adecuado. Este solo rio, desacomodando las hebras oscuras con una caricia descuidada, disfrutando de la irritación que provocaba en la menor.

Chieko partió rumbo al establecimiento escolar, sumida en sus pensamientos, recordando el cómo llego a su actual situación de ‘niñera’.

Para su sorpresa la matriarca Uchiha se acercó a ella a principio de la semana, pidiéndole como favor si podía volver a quedarse a cargo de Sasuke. Dicha petición sorprendió a la pelinegra ¿Acaso Itachi le contó sobre su preocupación por Sasuke? No lo cree, el cuervo era muy reservado con respecto a sus charlas, por lo que eso no sería una razón para tal pedido. Mikoto se encargó de esclarecer sus dudas al explicarle cómo su segundo hijo había estado tan feliz después de volver a su hogar, estando tan contento como hace tiempo no lo veía, por lo que quería pedirle ese favor para seguir conservando la felicidad de su hijo.

Ella entendió, siendo una madre ahora entendía las razones profunda detrás de su pedido por lo que acepto de inmediato. Aún así le resultó un poco raro que Fugaku haya accedido a esto, siendo que la primera vez tuvo casi una hora dando argumentos para que lo dejara estar en su casa. No le mal entiendan, ella quería al hombre Uchiha pero este muchas veces dejaba mucho que desear en su papel como padre de los dos cuervos, dejando casi siempre de lado al más pequeño solo para después casi hacerle recitar un juramento de sangre para poder llevárselo unos días a su hogar.

Siguió con su camino, agradeciendo por dentro a Hiruzen por no asignarle ninguna misión por estas semanas. Su ansiedad por el futuro y sus continuos pensamientos sobre qué podía hacer para evitarlo le imposibilitarían realizar misiones de forma correcta; temía el arriesgar a sus compañeros al estar casi todo el tiempo metida en su cabeza y poner en riesgo la misión porque no era capaz de controlarse, así que le pidió unas semanas al Hokage para despejarse, al fin y al cabo si no tomaba un descanso ahora era posible que Shinobu la hubiese obligado a tomar uno pronto, alegando que su desgaste físico no era normal ni para un ninja de su edad.

Todo empezó cuando para mantenerse alejada de sus pensamientos sobre el futuro decidió tomar muchas misiones, dejando solo algunos días libres para poder pasar tiempo con su hijo, siendo la última la más larga de todas. Era un mal habito que arrastra desde su antigua vida; cuando quería ignorar el elefante en la habitación buscaba distraerse completando misión tras misión, buscando el agotamiento físico como forma de evitar pensar incluso hasta en sueños.

Tenía suerte que en ambas vidas tuviera alguien que se preocupara lo suficiente por su salud como para que controlara que no cometiera suicidio al sobre exigirse hasta el punto del colapso, pero ahora había algo diferente de su vida anterior. Ahora existe alguien que espera por ella, alguien que ansioso aguarda siempre por su llegada, que lloraba si la veía mal o con alguna herida, alguien que dependía de ella; ese alguien era nada más y nada menos que su hijo, su razón de volver con vida de cada misión.

Llego hasta las afueras de la academia, buscando con la mirada a sus niños. Sonrió al encontrarlos luchando juntos para llevar el tremendo bolso que el Uchiha portaba consigo, trotando en su dirección para ayudarlos. Tomo el bolso sin problemas, asustando sin querer a los niños al no haberse dado cuenta todavía de su presencia. Soltó una carcajada por sus expresiones de asombro al verla cargar sin problemas el bolso; el otro motivo de su estallido era sentir el peso del mismo, esta vez Mikoto si que se lucio.

Sasuke se quedaría con ella una semana entera, por lo que dentro de ese tiempo quedaría a cargo no solo de su cuidado sino también de su entrenamiento. Aunque le aclaro a la matriarca Uchiha que no necesitaba que empaque armas ni nada por el estilo para su entrenamiento al tener ella de sobra para prestarle, parece que decidió ignorar sus palabras y empaco junto a las bestiales cantidades de ropa del niño los shurikens y kunais que usaba su segundo hijo para practicar. Unos se preguntaran ¿Por qué tanta ropa? Pues la mujer le sugirió a la adolescente que sería mejor si su hijo dejaba algunas prendas en su casa, en caso de que por alguna emergencia ella tuviera que quedarse a cargo del pequeño azabache no perdería tiempo en buscar sus pertenecías ya teniéndolas en su hogar. Chieko no encontró fallas en su lógica, además de que el niño ya contaba con una habitación propia, por lo que lo permitió.

Tomados de las manos partieron los tres, ignorando las miradas que recibían, inmersos en su propia burbuja donde eran felices solo ellos tres.


La brisa corría sin prisas sobre el verde campo, moviendo  las flores silvestres en un baile sincronizado, como pequeñas hadas moviéndose entre el pastizal.

Dos pelinegros descansaban pacíficamente bajo la sombra de un árbol, sumidos en su mundo tranquilo, el mayor sosteniendo entre sus brazos a la menor, ambos admirando en un silencio acogedor los paisajes de su tierra.

La mujer apenas podías mantenerse despierta, las suaves caricias en su pelo junto al arrullo del corazón de su acompañante bajo su oído adormeciendo su ser por completo, relajándose hasta quedar profundamente dormida en los brazos de su compañero.

El hombre admiraba con cariño el perfil relajado de la chica en sus brazos, admirando el manto negro de seda que conformaban sus cabellos sueltos bajo sus dedos. Amaba verla en su estado más puro, con las cortinas de seda bailando libres entre ellos, cubriendolos del mundo exterior. Beso con ternura la frente de la muchacha, recargando el mentón sobre la espesa cabellera recibiendo de recompensa la característica esencia floral de ella, calmando su ser hasta el profundo sueño.

Solo el sol del atardecer era testigo de sus esporádicos encuentros, donde algo profundo dentro de sus corazones se gestaba a cielo abierto aunque los dueños se negaran a verlo o mostrar el mínimo indicio de reconocimiento.

La luna era testigo de sus agridulces despedidas, viendo con sus pálidos rayos como la pareja deseaba seguir juntos, más sus responsabilidades y temores los obligaban a separarse de nuevo.

Solo el sol y la luna eran testigos de aquellos encuentros, llorando en silencio al vislumbrar el fatídico destino cual esperaban como víctimas indefensas.


La luna estaba en lo alto del oscuro cielo, iluminando a los seres nocturnos que habitaban ahora la tierra. Una sombra corrió por los arboles, desesperado por llegar a su destino.

El alivio inundo su ser al ver una pequeña luz prendida en la lejana casa cerca del bosque, acelerando sus pasos ante la creciente necesidad de verla una última vez.

La ventana estaba abierta y sin penas ni glorias ingreso por ahí, sin inmutar a la dueña del hogar con su presencia, habiendo reconocido su chakra desde que entro a sus territorios.

Ojos dorados lo recibieron, brillantes de preocupación al ver la sangre gotear desde su ojo derecho, acercándose velozmente a él. La calida y pequeña mano rebosante de chakra toco delicadamente su rostro, viendo como abría sus ojos en horror al ver lo que le paso. Tomo suavemente de la mano, atrayéndola a su cuerpo en un abrazo asfixiante, deseando poder fundirse juntos hasta la eternidad.

La chica le devolvió con la misma intensidad el gesto, disfrutando enormemente de la calidez  que ambos desprendían, el muchacho envolviéndola completamente con su cuerpo.

El aroma de lavandas y fresias distintivo de la mujer en sus brazos irrumpió en su sistema, calmándolo hasta el alma, acunando sus sentidos e inundándolo con la sensación de protección en todo su ser. Se separo lentamente, apreciando con su único ojo los rasgos de la belleza en sus brazos, perdiéndose en los profundos ojos dorados que brillaban en preocupación, cariño y otro sentimiento que logro descifrar; ella sabía, sabía que esta era su despedida. Acuno aquel rostro, acortando la distancia entre ellos haciéndola inexistente, uniendo sus labios en un beso suave, saboreando la textura de estos, sintiendo como su corazón bailaba en su pecho al ser correspondido.

Se besaron despacio, sin prisas, permitiéndose grabar a fuego en sus memorias la suavidad de los labios ajenos junto al dulce néctar que podían apreciar. Se separaron por un instante, recobrando el aliento, solo para fundirse de nuevo en un beso desesperado, exigente, pasional; un beso donde buscaban demostrarle al otro la profundidad de sus sentimientos sin explorar, que no dejaron florecer en sus pechos por miedo y que ahora dejaban salir al saber que sería la última vez que se verían.

Sus lenguas danzaban en un baile desenfrenado, tratando de explorar las cavidades del otro sin demoras. Los brazos de la pelinegra envolvieron el cuello del mayor, dando pequeños tirones a la corta cabellera negra, sacándoles pequeños gemidos de satisfacción a su dueño. El azabache envolvió la estrecha cintura, dejando que sus grandes manos descansaran ahí, solo para después envolver su nuca con una de ellas, disminuyendo aun más la mínima distancia entre sus cuerpos, un fuego abrazador corriendo por sus venas ante el íntimo acto  que realizaban.

Se separaron lentamente, sus respiraciones agitadas junto a sus corazones vibrantes iban al compás de un galope desenfrenado, juntando sus frentes, permitiéndose un último momento juntos, un último momento en donde podían dejar fluir sus más profundos deseos, donde por un momento podían fingir que todo iba a estar bien, donde podían vislumbrar un futuro juntos, donde la pelinegra llevara en sus ropas en símbolo de su clan, luciendo orgullosa aquel ventilador bordado en su pecho.

Pero no podían, debían volver a la cruel realidad en donde ambos nunca dejaron que sus sentimientos florezcan, donde estaban pasando su último momento juntos antes de la tragedia.

Shisui admiro por última vez la cara de la mujer en sus brazos, oh dios como quisiera llamarla suya. Los brillantes ojos de Chieko le devolvían la mirada, perdiéndose ambos en los ojos del otro. Delineo por última vez sus pecas, gozando infinitamente del dulce tanto de la fémina en sus mejillas, delineando con cariño sus características líneas debajo sus ojos.

Un último beso fue dado antes de desaparecer en un borrón, dejando a una pelinegra parada en medio de su cuarto, dejando fluir sus lágrimas de dolor libremente, ahogando sus sollozos en sus manos para no despertar a ninguno de los habitantes de su hogar, dejándose tener un momento de debilidad al saber lo que se avecinaba.

Shisui se suicidaría esta noche por el bien de la aldea, dejando atrás a dos corazones rotos llorando su muerte.


Un año después...

Corría con todas sus fuerzas, empujando mas chakra en sus piernas obligándose a ser más rápida. Debía llegar a él, debía llegar antes de que se fuera, no lo dejaría marchar así sin más sin haber oído lo que tenia para decir.

Hoy se había despertado con una presión en el pecho, haciéndose más grande y pesada con el pasar del tiempo. La presión se hizo inaguantable al ir a buscar a su hijo en la academia, solo para darse con el anuncio que hoy saldrían mas tarde de lo habitual. Su sangre se helo y su corazón dejo de latir por unos segundos al darse cuenta lo que esto significaba.

``No…´´

La masacre iba a ocurrir, iba a ocurrir hoy.

Cuando liberaron a los niños tomo al rubio en brazos y se telestransportó a la casa de Hiriko obasan, asustando a la anciana mujer al aparecer así de repente. Ante la mirada interrogante de su hijo y la anciana tuvo que explicar lo mejor que pudo la situación.

-Algo está por ocurrir que necesita de mi intervención, por lo que necesito que cuide de Naruto por mí mientras me encargo de esto. Sé que es repentino pero tengo esta misión y no sé cuando volveré, así que no se por cuánto tiempo tendría que hacerse cargo de mi hijo. Se lo pido por favor Hiriko obasan, necesito partir de inmediato…- la anciana paro la diatriba apresurada de la pelinegra, diciéndole que no se preocupara, que se haría cargo de Naruto con mucho gusto.

Los dos involucrados se dieron cuenta de la gravedad del asunto cuando la pelinegra en su apuro no dijo el apodo amoroso con el que se refería al rubio, siendo que desde que la conoce lo llama así. La mujer tomo algunas de sus pertenencias así como dinero y las guardo en su pequeño bolso, cerrando la puerta de su casa con llave, lista para partir al hogar del dúo. Chieko tomo por los hombros a la mujer, llevando aun a su hijo en brazos, telestrasportandose hasta su casa, otra señal obvia de la urgencia con la que cargaba la adolescente.

 Una vez resuelta la seguridad de su hijo partió rumbo al bosque, tratando de encontrar una mínima señal del chakra tan conocido para ella. Cuando lo encontró partió a gran velocidad a su dirección, buscando acortar la distancia para poder usar el Hiraishin sin gastar tanto chakra. Cuando estuvo cerca de su rango de viaje, realizo el jutsu por el cual se gano su nombre, apareciendo justo detrás de su objetivo, deteniéndolo al sentir su abrupta entrada .

-Itachi-

El silencio los envolvió, pero no el mismo de siempre, este era tenso, abrumador. El nombrado giro lentamente, descubriendo unos escalofriantes ojos escarlatas que la miraban fríamente, lastimando un poco más su ya magullado corazón.

-No debí subestimarte, pensé que tardarías el tiempo suficiente para poder irme en paz. Por lo que veo también tendré que deshacerme de ti Chiek…-

-¡Basta de esa mierda Itachi!- su grito interrumpió al cuervo, sorprendiéndolo por su estallido. Nunca en su corta vida vio la furia dominar los dorados ojos de Chieko, pareciendo oro fundido a punto de explotar. Su corazón se hundió al pensar que esa era la mirada que recibiría a partir de ahora de la persona que más quería por culpa de su pecado; había tenido la pobre ilusión de poder irse sin tener que enfrentarse a la mirada llena de odio que su hermana le dirigiría al enterarse su crimen.

La adolescente se obligo a calmarse al ver el destello de dolor que cruzo por los ojos carmines del cuervo, malinterpretando los sentimientos que seguramente sus ojos expresaban. Suspiro silenciosamente, relajando su postura a la hora de pronunciar estas palabras.

-Itachi, te conozco y me conoces, así que seguramente sabrás cuanto me ofende que creas que tomaré esa mierda como verdad- la adolescente miro fijamente los ojos rubíes, sin temor a que su dueño la dañara, avanzando lentamente -Se que hiciste esto por algo más grande, está bien que no quieras decírmelo ahora, pero debes saber que siempre podrás contar conmigo para lo que sea, incluso después de lo que suceda ahora. Tú eres mi mejor amigo, mi hermano y nada podrá cambiar el amor y la lealtad que siento hacia ti-.

 Al finalizar con su improvisado discurso ya estaba en frente del cuervo, cerrando sus brazos alrededor de él, acunándolo buscando calmarlo. Y protegerlo. Sintió como se tensaba en su agarre, solo para al fin relajarse y corresponder el abrazo con fuerza, buscando refugio en el cuello de la muchacha. El joven, no, el niño entre sus brazos tembló levemente, dejando fluir con libertad las lágrimas de sus hermosos ojos obsidianas, manchando la tela con su llanto. La pelinegra tarareo una suave melodía, dejando leves caricias en la cabellera azabache, buscando consolar el alma destrozada de su amigo.

El cuervo se dejó consolar, apretando su agarre en el cuerpo ajeno, buscando el confort que por tanto tiempo anhelo y necesito. Se dejo envolver por la dulce melodía, sintiendo como la suave voz de su amiga lo arrullaba entre sus brazos, mientras sus manos lo acariciaba con cariño. Estuvieron así, solo los dos envueltos en la seguridad del otro, por lo que para ellos fue mucho tiempo. Los temblores del muchacho disminuyeron paulatinamente en cada nota que la joven adolescente entonaba con su voz, dejándose mecer suavemente como cuando era solo un bebé en los brazos de su madre, aquella que acababa de asesinar con sus propias manos.

-¿Soy un monstruo?- apenas un murmullo lastimero se oyó, estaba tan cansado incluso para hablar.

-No- fue la simple respuesta que recibió, pero fue más que suficiente para calmar a su pobre alma rota. Una de las personas más importantes de su vida no lo odiaba, no lo aborrecía por el atroz crimen que cometió.

-No eres un monstruo Itachi- volvió a repetir con más seguridad en su tono. Las caricias en las hebras oscuras se detuvieron, solo para afianzar con más fuerza su agarre sobre el niño roto en sus brazos.

-Eres el ser más bueno, compasivo, cariñoso, brillante y hermoso que conozco, así que puedo decir con seguridad que lo que hiciste hoy no fue por lo que quieres hacer creer al mundo, si no por un bien mayor el cual nadie debe saber por lo visto. Y si el mundo se pone en tu contra, si quiere que sufras por un pecado al cual fuiste obligado al cometer, pues que se joda con todos adentro. Tú eres mi amigo, mi hermano y no dudaré en llenar mis manos de sangre si con eso soy capaz de protegerte-

Itachi se aferró con más ahínco a la chica, buscando sentir su calidez una última vez, conmovido hasta las lágrimas por sus palabras. Chieko siguió tarareando una suave melodía, meciendo entre sus brazos al cuervo herido. Estuvieron así por un largo tiempo, siendo reacios a soltarse.

Cuando se separaron Chieko limpio todos los rastros de lágrimas del bello rostro del azabache, este se dejaba, disfrutando por última vez las tiernas caricias que la pelinegra le brindaba. Oh dios, cuanto le iba hacer falta a partir de ahora.

-Itachi-

No sabe en qué momento cerro sus ojos, abriéndolos ante el llamado suave de su amiga. Se sintió caer derrotado ante la dulce y brillante mirada que recibía de su parte, como si fuera lo más bello que vio por años. Como iba a extrañar sus hermosos ojos dorados, que escondían al sol mismo en ellos.

-Te quiero Otōto-

Las lagrimas otra vez se hacían paso por sus mejillas, esta vez eran de puro alivio y felicidad ante las tres palabras tan preciadas que recibió, aun cuando se sentía indigno de ellas no pudo evitar ser egoísta, tomándolas como su más grande tesoro y bebiendo del dulce amor que destilaban. Ahora era él quien la tomaba entre sus brazos, disfrutando por última vez de este contacto tan intimo entre ellos. Dudo en responder, siendo consciente que la chica no lo necesitaba al ser la persona que mejor lo conocía, sabiendo que sus sentimientos eran iguales a los de él. Pero por primera vez se sintió obligado a responder, consciente que esta sería la última vez que ambos podrían disfrutar de su presencia sin problemas; una vez que este fuera de los límites de la aldea se volverían automáticamente enemigos, aunque les lastimara.

-Yo también te quiero Onēchan-

Se separaron lentamente, cada uno acunando con ternura el rostro del contrario, permitiéndose admirar sus rostros por última vez. El cuervo lentamente se separo, sintiendo su corazón un poco más liviano al saber que aun contaba con el apoyo de la pelinegra. Antes de perderse por el follaje del bosque fue detenido una última vez.

-No te preocupes, yo me hare cargo de Sasuke ahora-

Una pequeña sonrisa ilumino sus rasgos por unos segundos, sabía que podía confiar en ella, jamás le defraudaría.

-Pero debo saber algo Otōto ¿Hay alguien de quien debo protegerlo?-

Sinceramente no sabía porque se seguía sorprendiendo, fueron en variadas ocasiones que su hermana le demostró lo perceptiva que era; era obvio que se daría cuenta que la amenaza seguía presente.

-Protégete de Danzō- fue lo único que dijo, no era necesario mas. Un brillo intenso cruzo entre los pozos dorados, captando el mensaje. Se dedicaron una última mirada, antes de asentir en forma de despedida, perdiéndose entre la oscuridad de la noche, para no volver más.

Chieko se quedo admirando su partida, quedándose hasta no sentir ningún rastro de su presencia. Una sola lagrima cayo de sus ojos, la única que se permitiría derramar. Esto no era un adiós, era un hasta pronto.

-Te juro Itachi por lo más sagrado que tengo que llegare al fondo de esto y llevare justicia hacia el bastardo que te obligó a hacerlo-

Fueron sus últimas palabras antes de desaparecer en un destello dorado, sellando su promesa bajo la luz de la luna en la soledad del obscuro bosque donde parte de su corazón acaba de partir.


El olor a antiséptico y el pitido contante de una maquina fue lo primero que su cerebro capto ¿Dónde estaba? Lo último que recuerda es estar volviendo a su casa después de un día agotador en la academia, solo para cruzarse con…

``No…´´

Cadáveres, cuerpos esparcidos por todos lados. Los cuerpos sin vida de su familia yacían cubiertos en charcos de su propia sangre esparcidos por todo su hogar, helándole la sangre. Pero lo que más dolor le causo a su pobre corazón hasta destruirlo fue el saber quien lo hizo. Su hermano, su héroe, la persona que más admiraba en el mundo le había causado el dolor más grande al traicionarlo, al eliminar toda su familia en una noche, alegando que lo dejaba con vida porque era una pérdida de tiempo hacerse cargo de alguien tan débil. Su respiración se volvió errática al recordar las duras y frías palabras de Itachi, antes que le lo encerrara en su mente torturándolo, mostrándole una y otra y otra vez como había asesinado a cada miembro de su clan solo para demostrar que podía hacerlo.

‘No tiene ningún valor matar a personas como tú... Mi pequeño hermano tonto... Si quieres matarme ¡Maldíceme! ¡Ódiame! Y vive una vida larga y desagradable. Huye... huye... y aférrate a tu miserable vida. Y algún día, cuando tengas los mismos ojos que yo, ven a verme.’

Se despertó de golpe, desesperado tratando de librarse de las ataduras que lo sostenían en su lugar, completamente errático y fuera de sí, tratando desesperadamente de llegar a un lugar que él solo sabia.

Unos brazos fuertes lo sostuvieron, impidiendo que se hiciera más daño al tratar de arrancarse la aguja intravenosa en su brazo. Sus ojos obsidianas abiertos en terror y urgencia miraron a la figura que trataba de detenerlo, debía llegar a ella, debía llegar con ella antes que Itachi.

-¡SASUKE!-

Se detuvo abruptamente, registrando la voz que acaba de llamarlo. Enfoco de nuevo su mirada en su captor, ahora logrando distinguir unos exóticos ojos dorados que estaban llenos de preocupación. Se quedo unos segundos perdido entre los profundo pozos dorados, sintiendo como su corazón desaceleraba su alocada carrera al darse cuenta de quien estaba a su lado.

``Ella está bien, está bien. El no llego a lastimarla, sigue aquí, está conmigo…´´.

Se aferro con desespero a Chieko, inhalando profundamente su esencia, envolviéndose en su calor, sintiendo como su corazón latía dentro de su pecho.

`` Ella está aquí,  no me dejo, está a mi lado´´.

La pelinegra acuno con cuidado al niño sollozante en sus brazos, dejando leves caricias en los cabellos desordenados buscando reconfortarlo de alguna manera. Sintió como su corazón se quebraba en mil pedazos al ver la mirada vacía y aterrada del niño, acercándolo más a su cuerpo, tratando de protegerlo de sus miedos con sus brazos.

Espero paciente a que el niño se relajara, separándolo un poco de su cuerpo cuando el agarre perdió fuerzas, limpiando con delicadeza cada rastro existente de lágrimas en sus mejillas. Beso con ternura los parpados, el niño dejándose hacer; exhausto después de su exabrupto emocional, solo queriendo descansar en la calidez que la mayor desprendía.

-Duerme Sasuke-kun, aun debes recuperarte-

El niño negó fervientemente, tomando con fuerza de los ropajes de la chica, temiendo que desapareciera una vez cerrara sus ojos. Chieko pareció entender su miedo, acunándolo de vuelta en sus brazos.

-No me iré Sasuke, me quedare por siempre a tu lado-

Sus palabras lo calmaban, eran como un bálsamo para su herida alma, pero aun así se negaba a soltarla, su inseguridad superando con creces su lado racional. Con una voz rota y bajita, producto de su llanto, le pidió.

-¿Lo prometes?-

-Lo prometo-

Chieko se acostó en la camilla del hospital, aun con el niño en brazos, tapándolos a ambos con las blancas sabanas, tarareando una suave melodía. El pequeño Uchiha poco a poco fue cediendo al cansancio, su último pensamiento fue que ahora entendía porque Naruto decía que el mejor lugar para dormir era en los brazos de la pelinegra, siendo arrullado con el suave latir y con la dulce melodía que interpretaba.

La de ojos dorados siguió con su tarea de mimarlo, acariciando sus negros cabellos mientras lo veía dormir pacíficamente. Por unos segundos dejo de hacerlo para realizar un sello, una nube de humo presentándose en la habitación, mostrando un clon de sombra en su lugar.

-Ve y dile a Hiruzen que Sasuke ya despertó, pero por el shock de sus emociones desbordadas volvió a dormirse. Dile también que es mejor que venga para aquí, no me siento cómoda dejándolo solo-.

El clon acato su orden, saliendo por la ventana del lugar para irse corriendo por los techos a transmitir su mensaje. Siguió con lo suyo, meciendo al niño cada vez que una mueca se formaba en el aniñado rostro, alejando las posibles pesadillas con su canto.

Pasaron unos cuantos minutos cuando reconoció el chakra de la persona que se dirigía hacia ellos, esperando a que haga presencia en la habitación. El Sandaime Hokage hizo presencia, sentándose en el mismo lugar donde antes la pelinegra custodiaba el sueño del niño.

-¿Cómo esta?-

-Se despertó desorientado y aterrado, casi se lastima al querer arrancarse la intravenosa, tuve que gritarle para que me reconociera-

La mirada del hombre se oscurecía ante cada cosa que la adolescente mencionaba, mirando con pena al niño acunado protectoramente en los brazos femeninos. Siendo tan pequeño y ya tuvo que pasar por uno de los dolores más fuertes que uno puede sentir en esta vida, pobre muchacho…

-¿Para que querías hablar conmigo Hiruzen?-

 En ningún momento dejo de mirar al niño en sus brazos, más concentrada en velar sus sueños que en la conversación en sí. El hombre solo suspiro, a veces olvidando que detrás de ese rostro juvenil se escondía un alma de más de cuarenta años. Le paso una carpeta que hasta ahora la pelinegra se daba cuenta, tomándola con cuidado de no molestar a su preciosa cargar.

Sarutobi espero pacientemente a que Ena terminara de leer los documentos que allí se encontraban, viendo de primera mano como esos ojos dorados se abrían en shock al entender lo que allí posaba.

En aquellos documentos se encontraba la patria potestad de Sasuke, los mismos decían que ante cualquier incidente que pudiese ocurrirle a sus progenitores este quedaría bajo el cuidado de Chieko. Había otro documento igual pero este era de Itachi, diciendo lo mismo.

La pelinegra no podía creerlo, pero mientras más veía las firmas de Fugaku y Mikoto al final de los documentos mas real era para ella. Miro al Sandaime, buscando respuestas ante lo que le mostro.

`` ¿Por qué hicieron estos documentos? Acaso sabían que algo les iba a ocurrir no solo para darme la tutela de su segundo hijo, sino también la de su heredero ¿Qué diablos ocurre aquí?´´

Hiruzen solo tomo las hojas, sacando una tercera que no había tomado en cuenta, dándosela e invitándola a leerlo.

Mientras más lo leía su estomago mas se hundía ¿Acaso habían tratado de comprometerla con Itachi? Miro con horror el papel en sus manos, tentada a destruirlo con sus cristales, reteniéndose al ver como debajo de dicha petición la negativa no solo del Hokage* sino también la de los líderes del clan Uchiha resaltaba entre todo el texto, sintiendo como su estomago volvía a la normalidad.

-Fue hace tiempo que los ancianos del clan vinieron hasta mi oficina pidiendo mi bendición ante tal compromiso, aunque tanto Fugaku como Mikoto se negaron si yo deseaba lo podía conceder- fue lo único que dijo, no eran necesarias mas palabras.

Su cabeza iba a mil por hora, entendiendo en este preciso momento porque Itachi se había negado el contarle todo lo sucedido en el clan, si se daban cuenta que el prodigio involucraba a la de ojos dorados en los asuntos del clan se vería en la obligación de aceptar comprometerse solo para salvarla.

Maldito y estúpido cuervo

-¿Y ahora? ¿Cómo seguimos? -

La duda se filtraba en su voz, cuando le prometió a Itachi que se haría cargo de Sasuke pensó que debería de nuevo enfrentarse a esos viejos decrépitos del consejo, pelear con uñas y dientes por la custodia del niño; no permitiría jamas que le pongan sus sucias garras encima, no mientras estaba con vida.

-Legalmente eres la tutora de ambos hermanos, una vez que sea dado de alta Sasuke pasara a tu cuidado. Le serán dados todos los meses una paga para que pueda sobrevivir hasta ganar su dinero al cumplir misiones, como te lo dábamos antes a ti y actualmente a Naruto. En dichos documentos aclara que los hermanos serán propietarios de la fortuna del clan al cumplir los dieciocho años, hasta que alcancen esa edad tu serás la única con el derecho a acceder a dicho dinero; tanto los documentos y demás pertenencias del clan Uchiha pasaran a pertenecerte en este instante hasta que ambos lleguen a la edad impuesta-.

Chieko no podía creerlo ¿Tanto confiaban en ella al punto de dejarle su fortuna? Jamás tocaría ese dinero, solo le pertenece a los herederos desde su punto de vista. Proceso toda la información, descubriendo el porqué de las acciones tan misteriosas que la matriarca Uchiha el año pasado, así como también la repentina aprobación que recibió la parte del patriarca Uchiha para llevarse a su segundo hijo con ella por varios días.

`` Ellos sospechaban, ellos sabían que no saldrían vivos de esta. Mikoto-san, Fugaku-san, perdónenme por no ser capaz de salvarlos, hare lo que sea necesario para proteger su más preciado legado, lo juro… ´´.

Miro fijamente al Hokage, con el fuego de la determinación ardiendo en sus ojos.

-De ahora en adelante, Sasuke Uchiha se convierte en mi responsabilidad, velare por su seguridad y bienestar como lo vengo haciendo por mi hijo, lo juro por mi amado y mi familia que así será-.

 

A partir de ese momento, el destino de los hermanos Uchiha quedo entrelazado con el de Chieko, siendo la única capaz de cambiar el cruel y triste destino que les depara a los herederos Uchiha.

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