Senshi no Fukkatsu

Naruto
F/M
Gen
G
Senshi no Fukkatsu
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Summary
Samantha Rodríguez fue declarada muerta el día de su cumpleaños numero 40, consagrándose heroína mundial. Ahora los ángeles necesitan un favor, jurando que una vez terminado podrá descansar en paz.
Note
¡Hola! Esta historia ya esta publicada en fanfiction.net a través de mi usuario Sonrisas Rotas, no hay plagio ni robo de contenido porque soy la misma autora en distintas plataformas.
All Chapters Forward

El comienzo

De nuevo se sentía flotar en el infinito, hasta que su cuerpo reposo suavemente contra una superficie solida y fría. Sentía todo su cuerpo, un alivio de por si pero había algo que no cuadraba de todo en su mente. Probo moviendo lentamente los dedos, para ir escalando poco a poco probando cada una de sus extremidades. Todo estaba en orden, pero seguía sintiendo que algo le faltaba. ``Oh…´´ fue lo único que su mente logro formular; lo que le faltaba era algunos centímetros y ciertos montículos de carne que le generaban constantes dolores de espalda y sufrimiento a la hora de querer dormir boca abajo. ``Nuriel fue clara, significa que realmente volví a tener siete años. Dios santo lo que me espera de vuelta en la pubertad…´´ un escalofrió surgió desde lo profundo de su alma, el solo recordar el martirio que fue cuando se desarrollo por completo le producían ganas de llorar de frustración. Corto el tren de pensamientos de un golpe, tratando de hundir en lo más profundo de su mente aquel conocimiento, dicen por ahí que la ignorancia es felicidad. Inhalo y exhalo lentamente, disfrutando la sensación del oxigeno llenar por completo sus pulmones, el recuerdo de sus últimos momentos cruzo por su mente; la sangre obstruyendo sus pulmones inundándolos y dificultándole el simpe hecho de respirar, recordó como las partículas de polvo y el fuerte olor metálico de su sangre y de otros era lo último que pudo respirar en vida. Repitió el mismo proceso un par de veces, hasta que fue capaz de convencerse de que realmente estaba viva.

El frio en su espalda era otro recordatorio de su nueva existencia, en sus últimos momentos su cuerpo estaba tan entumecido por el dolor que le era imposible reconocer incluso la dura y lisa pared que eligió como su lecho final. Sintió como sus labios se curvaron, una gran carcajada salió de lo más profundo de su ser, siendo seguidas de otras. Hasta el final dudo si era verdad lo que le decía aquel ángel, incluso dudaba si realmente era uno o eran inventos de su mente en los últimos segundos que le quedaban, había escuchado que era probable que uno al morir fuese victima de alucinaciones en un intento inútil de sus cerebros de seguir funcionando. Pero ahora estaba aquí, en un cuerpo completamente vivo y sano; sin cantidades monstruosas de medicamentos y fármacos corriendo por sus venas en un intento de prolongar su pobre vida, sin cicatrices cubriendo cada surco de piel disponible, sin el dolor constante en su cadera por culpa de la metralla, no, ahora tenía un cuerpo cien por ciento funcional, listo para ser puesto a prueba.

La risa fue disminuyendo de a poco, siendo la ultima llevada por la brisa que entraba al lugar en el que descansa. Por fin decidió abrir sus ojos, siendo recibida por el techo de madera del lugar y los rayos que podía distinguir con absoluta fascinación, se había resignado a no volver a sentir la paz que embargaba ahora su alma, tal vez Nuriel tenía razón al decir que ya había pagado el precio de sus pecados con su muerte, porque no tenía explicación la liviandad  que sentía  su espíritu tras años de cargar con el peso de las consecuencias a sus acciones. Se tomo el tiempo de admirar el paisaje que le rodeaba, su cuerpo respondiendo a sus deseos de explorar más de cerca el lugar. Se levanto lentamente, probando su cuerpo; al ver que no tenía inconvenientes ni molestias procedió a revisar su entorno. El piso donde antes reposaba era de madera, parecía nuevo y de calidad; las paredes estaban cubiertas de un verde lima brillante, recordándole a su primera casa que compartió con Dean cuando decidieron comprometerse; el recuerdo provoco una presión en su pecho, aun cuando ya pasaron siete años de su muerte le seguía doliendo como el primer día. Llevo su diestra a su pecho, en un acto inconsciente que adopto desde ese día, soltando un suspiro de alivio al sentir el frio del metal en su mano. En cuanto pueda volver a ver a Nuriel, le agradecería con el alma el haberse dado cuenta de ese detalle. Las dog tags*tintinearon levemente en su mano, dirigió su mirada a las pequeñas placas de metal, ahí se encontraban la mayor prueba de su anterior vida, en estas se encontraban grabadas su historia entera.

Rodríguez                                                                  O’Connor

Samantha E.                                                              Dean A.

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Acaricio con ternura las placas, las acuno junto a su pecho y dejo que descansaran ahí. Siguió con su pequeña exploración, dándose cuenta que estaba en la sala principal  del lugar. Por lo que pudo descubrir, estaba en una casa de estilo tradicional japonés, el piso en realidad era tatami y en vez de las puertas normales habían puertas corredizas conocidas como shōji, incluso había un genkan en la entrada. Todo esto le trajo recuerdos de cuando estuvo un año de servicio en el país nipón, aprendió mucho en la base militar de su país en Japón, incluso logro aprender el arte del kenjutsu gracias al Gral. Tanaka que vio su potencial.

La casa estaba amueblada con lo esencial para que una familia pueda vivir cómodamente, incluso la cocina estaba muy bien equipada. Contaba con seis habitaciones lo suficientemente grandes  para que alguien les de su toque personal, cada una con sus respectivas camas y cómodas; pero lo mejor era que cada habitación contaba con un baño propio, esto era el paraíso para ella. Aun recuerda sus primeros años de soldado, donde compartía habitación con otras once reclutas y el baño era público, fue un calvario para ella que apreciaba mucho la modestia y era bastante tímida con el hecho de mostrar su cuerpo en público; todo eso cambio radicalmente con el paso del tiempo, llegándole a importar poco y nada que un desconocido la viera desnuda y siendo tachada de ‘desvergonzada’, súmenle a ese hecho su carácter amigable que para muchos era coqueto.

La casa era grande, su estructura tenia forma de u donde las seis habitación se encontraban repartidas en los brazos, estando la entrada junto a la cocina y la sala en la unión principal. El patio que rodeaba la casa era amplio y tenía algunas parcelas hechas, ya estaba ideando dentro de su cabeza la huerta que pondría ahí. Detrás de su casa un gran bosque se extendía imponente, su emoción solo aumentaba al ver toda la extensión de tierra a su disposición, ya tenía una idea previa del campo de entrenamiento que armaría ahí.

Volvió a la sala de estar, teniendo ya una lista mental de todo lo que haría falta para sus proyectos y como dispondría su nuevo espacio, aunque una incógnita paseaba por su mente mientras reconocía el lugar ``¿Por qué la casa es tan grande? Soy solo una persona y ni siquiera ocupo la mitad del lugar´´. Hubiera seguido con sus pensamientos de no ser que vio un pequeño espejo circular posado sobre un sillón de la sala, invitándole a observarse. Camino con lentitud hacia el pequeño objeto, curiosa sobre su aspecto ¿Sera el mismo? ¿Crecerá igual? Y más pensamientos similares cruzaron su mente. Tomo el espejo entre sus manos y se atrevió a verse.

El alivio inundo su sistema, temía el haber sufrido algún cambio radical en su rostro, cuarenta años observando la misma cara para después ver en su reflejo una totalmente distinta seria chocante para cualquiera. Su rostro seguía igual, su nariz respingada, sus pestañas curvas, sus labios pequeños que sabía que al crecer se engrosarían llegando a ser vistosos pero no exagerados, agradecía desde que tenía memoria el sacar los buenos genes de sus padres; casi todo su rasgos se encontraba en equilibrio aun teniendo la característica grasa de bebe que uno siempre tiene cuando niño para después irse perdiendo a medida que uno crece. Las únicas diferencias que noto fueron en sus cabellos, piel y, la que mas resaltaba, sus ojos. Siempre tuvo la piel tostada, volviéndose más oscura con el tiempo hasta llegar al punto en que pareciese que siempre estaba bronceada, ahora su piel era hasta dos tonos mas pálida, resultándole un poco extraño ver como sus pecas resaltaban ahora; antes tenias que acercarte mucho a su rostro para notarlas e igual muchas veces pasaban desapercibidas incluso para ella. Sus cabellos negros seguían igual, pero podía ver que era hasta dos tonos más oscuro, o tal vez era por el hecho de que su piel ahora era más blanca y por eso contrastaba más que antes. Pero sus ojos… eso ya era otra historia.

Siempre le dijeron que era la copia exacta de su madre, pero que había heredado los ojos de su padre. Mientras su madre tenía los ojos verdes, su padre poseía unos hermosos ojos avellanas, que hasta creyó de pequeña que escondía miel en ellos cuando la luz del sol los bañaba. Ella heredo los orbes avellanas, creciendo con los comentarios de la gente a su alrededor de que sus ojos y los de su padre reflejaban la luz de sus almas, por eso el color tan cálido y extraño para los demás. Inclusive en el ejército muchos le comentaron que pareciere que fuesen de oro dependiendo de la luz disponible en el lugar. Pues ahora, no es que sus ojos pareciesen de oro, sino que lo eran. Brillantes orbes dorados le devolvían la mirada, sus irises parecían el más puro y brillante oro liquido, resaltando por demás sus pupilas negras en medio de ese mar dorado. Siguió observando con sorpresa su reflejo, jamás creyó ver algo así en su vida, pero pensándolo bien, es mejor así ¿No? En un mundo que le pone mucho énfasis en el poder ocular no sería extraño que tuviera ese color, igual seguía siendo raro para ella. Tardaría un poco en adaptarse a esta nueva imagen suya más que a su cuerpo nuevo; pudo adaptarse a dar paso más cortos que le corresponderían al largo de sus piernas cuando investigaba la casa y a la reducción de su visión a causa de su corta altura, pero a que cada vez que vea su reflejo unos ojos dorados le devuelvan la mirada seria otro reto.

Dejo el espejo donde lo encontró, solo para encontrarse unos papeles pulcramente doblados a un lado de donde se encontraba antes dicho objeto. Tomo los papeles en sus manos y procedió a abrirlos.

 

 

Querida Samantha:

                                   Espero que te hayas adaptado muy bien a tu cuerpo, deje algunas prendas que pensé podrían gustarte en la cómoda de la primera habitación de la casa, también me tome el atrevimiento de escoger esa como tu habitación al ser la más grande y la más cercana a la cocina, siéntete en libertad de cambiar si así lo deseas. Ok, ahora pasare a responder a las preguntas que seguro tienes. Tu hogar  (si, es tuyo de ahora en adelante) se encuentra casi a las afueras de Konoha; ese fue un pequeño dato que me olvide de decirte, a partir de ahora eres un residente oficial de Konohagakure. Bueno sigamos, creí que sería útil para ti estar un poco alejada de las aglomeraciones porque tienes una tendencia a ser bastante destructiva cuando entrenas o haces algunos de tus experimentos, así que para evitar futuros problemas decidí que estar cerca del bosque antes que departamentos seria más beneficioso para ti.

``Lo pensaste todo ¿eh Nuriel? Igual dijiste que me habías estado observando desde que nací, así que seguro tienes más conocimientos de mí que yo misma, pequeña stalker´´. Una sonrisa se planto en su rostro, el sonido de la hermosa risa de campanas resonado dentro de su mente ante su pequeño chiste. Siguió leyendo lo que ahora sabia era una carta.

 

 

Aunque sé que tienes una memoria excepcional es muy poco probable que recuerdes la ubicación exacta de la torre del Hokage, así que me tome la molestia de dejarte unos planos que te ayudaran para encontrar el camino, bien seas capaz de moverte sin problemas debes ir allí de inmediato para hablar con el Sandaime Hokage y decidir como será el curso de tu vida allí.

`` ¿Sandaime…? Significa que conoceré al legendario Hiruzen Sarutobi. Pero… Nuriel me dijo que me mandaría mucho antes de que empiece la historia principal ¿Qué tan atrás me envió? ¿Antes del ataque del Kyūbi o después? ¿Por qué me enviaría antes de que todo empiece?´´. Sus pensamientos iban a mil por hora, este ángel realmente debería practicar en lo que respecta el dar información, era una ley universal que si mandabas a un soldado a una misión con información escasa o sin corroborar su veracidad estarías enviándolo a una muerte segura. Suspiro, últimamente era lo único que hacía desde que llego; llevo su mano derecha a su frente, sintiendo el fantasma de las punzadas que anuncian un nuevo dolor de cabeza. Observo el mapa que le dieron, memorizándolo sin problemas, pero decidió que saldría con el para evitar perderse. Siguió con la lectura una vez que el posible dolor desapareció.

 

 

Pido disculpas por adelantado por cualquier inconveniente que surja a causa mía.

-Por lo menos es consciente que me está enviando a la boca del lobo- una pequeña risa se escapo de sus labios, estaba segura que el ángel no se llevaría muy bien con su equipo.

 

 

Debes recordar que ahora eres Ena Chieko, a partir de ahora y en adelante eres un habitante mas de Konoha y si es que así lo deseas, un ninja futuro. Puedes confiar en el Sandaime, el conoce de tu situación y aun así te permitió permanecer, es más, te contare un secreto: el me ayudo a elegir tu casa cuando le conté sobre tus ‘pequeños hábitos’,  así que no temas. Es tu elección si deseas contarle todo lo que sabes o guardarte tus conocimientos para ti misma.

Deseo que logres ser feliz y que puedas reconocer a la aldea como tu nuevo hogar; estoy segura que lograras grandes cosas, aunque tu destino sea incierto se que lograras encontrar la paz que tanto anhelas.

Juro por mis alas que una vez que tu ‘misión’ esta concluida podrás descansar en paz. Lo prometo.

Hasta que el cielo nos una

                                                           Tu ángel guardián, Nuriel.

-Vaya, así que no me equivocaba, eres mi ángel guardián- sostuvo los papeles por unos segundos más, procesando toda la información que le fue dada.

Desde el principio estuvo decidida del contarle la verdad al Hokage, tuvo mucho tiempo en su otra vida para aprender que el guardarse información, en especial una tan especial como la suya, era solo para crear problemas y malentendidos futuros, y ya tuvo suficiente de eso. Además, era mejor contar con aliados que le ayudasen en un futuro antes de sobrecargar sus hombros y colapsar sin poder hacer nada, siempre fue mejor poder delegar aunque sea un poco las cargas que uno debe manejar por la vida. Dejo la carta sobre la mesada que se encontraba en el medio de los sillones de la sala, yendo hacia su cuarto para cambiarse el vestido blanco que aun llevaba encima.

Al llegar observo la habitación, era común como las otras, la única diferencia es que en vez de que sus paredes sean verde lima como de toda la casa, estas estaban pintadas de un lila muy suave, si que Nuriel conocía bien sus gustos. Camino hasta el armario en la pared y lo abrió, descubriendo un par de prendas que variaban en formas y colores. Por lo menos no debería de preocuparse ahora por el tema de la ropa. Tomo una remera morada oscura, con mangas cortas y  de cuello alto, con unos short negros y sandalias (que sospecha) ninjas también negras. Procedió a cambiarse, recogió su cabello en una cola baja y frunció un poco el ceño ante el largo del mismo ``Creo que debería cortármelo, desde pequeña uso el pelo corto, solo a mis quince y dieciocho años me lo deje largo por pedido de mis padres y allegados. No creo que me acostumbre al pelo largo, da mucho trabajo´´ pensó mientras se lo peinaba. Una vez satisfecha con su aspecto, fue hasta el genkan y se puso las sandalias; allí vio un pequeño mueble de madera color caoba con un pequeño papel con un dibujo sobre ella, una flecha dorada se encontraba en medio señalando algo, se acerco y allí vio un par de llaves que supuso eran de la casa. Volvió a sonreír mientras negaba lentamente con su cabeza, este ángel sí que sabe hacer su trabajo de forma divertida.

Comprobó que tuviera todo, incluso el mapa; una vez todo listo salió de su nuevo hogar con rumbo a la torre Hokage siguiendo las indicaciones del ser celestial hacia su nuevo destino.


Por suerte llego sin ningún problema a su destino, tomándose el tiempo suficiente para observar de primera mano la aldea que de niña deseaba conocer. No podía negarlo, era enorme, no tanto como New York pero sí que se defendía. Pero había algo extraño, había mucha gente construyendo casas y edificios, no, mejor dicho: reconstruyendo. Las miradas oscuras y frías de la gente le recordaba mucho a las de sus compañeros de batallón, era la misma mirada que indicaba que habían visto el infierno de primera mano y habían sobrevivido para contarlo. Sin embargo, esta era la pregunta con la que siempre respondía cuando le decían que debía estar agradecida por sobrevivir: ‘¿A qué precio?’. El ambiente era lúgubre y pesado, el mismo que se generaba en la base cuando un nuevo batallón volvía de la trinchera con menos de la mitad con los que partieron. Acababa de terminar una batalla, una que costo muchas vidas, la pregunta era: ¿Cuál?

Subió los pisos que la separaban de su destino, el despacho del Hokage. Tuvo suerte de no cruzarse casi a nadie por su camino, solo un par de ninjas que al verla subir le dedicaron miradas de lastima, seguramente creyendo que era una huérfana mas producto de la última batalla. No se equivocaban, sus padres murieron hace más de diez años y su único familiar vivo era su hermano, del que se garantizo que tendría una vida fuera de la guerra aunque ella ya no estuviera, se había asegurado de ello. Llego y se sorprendió un poco al no ver ninguna secretaria o algo por el estilo por ahí, se encogió de hombros y toco la puerta, enmascarando todas sus emociones en su sonrisa característica, logrando así ocultar sus nervios. Un leve pero profundo ‘Pase’ se oyó desde el otro lado, tomando esa su señal para entrar.

Una vez adentro se dedico a observar un poco su entorno mientras esperaba que su presencia fuese reconocida. Un gran e imponente escritorio se alzaba frente a ella, este estaba lleno de pilas de papeles, solo Dios sabe cuántos hay ahí; detrás del escritorio se encontraba el Sandaime con su traje de Hokage, siendo respaldado por los grandes ventanales que daban una vista espectacular de la aldea y de la famosísima Roca Hokage, gracias a esta pudo más o menos ubicarse en el tiempo donde se encontraba. Solo cuatro rostros estaban tallados en la montaña, siendo la ultima la del Yondaime Hokage, así que se encontraba en un periodo del tiempo después de la muerte de Minato Namikaze. Un carraspeo la saco de sus pensamientos, dirigiendo su mirada dorada en dirección de la única persona presente aquí con ella. No podía evitar chillar en su mente por la emoción, aun cuando su rostro no expresaba nada de lo que ocurría en su cabeza. Ahí, frente a ella se encontraba uno de los legendarios Hokages de Konoha, uno de los hombres más fuertes de la historia, de gran honor y respeto más que ganado por parte de ella. Viéndolo de frente y no a través de una pantalla, podía ver y definir mucho mejor sus rasgos, siendo lo más notables los indicios de cansancio y del paso del tiempo. Se inclino por completo, una muestra del respeto que le tenía al hombre frente suyo. Una risa profunda y algo débil, como si hace tiempo no soltara una, se oyó en la oficina, confundiendo a la mujer en cuerpo de niña ``¿Hice algo mal? ¿No es así como se saludan? Juro por todo lo sagrado que si acabo de pasar vergüenza frente al hombre, hallare la forma de volver a mi mundo solo para darle la paliza de su vida al Gral. Tanaka´´.

-No te inclines así ante mí, yo debería ser el que lo haga ante ti Samantha- el hombre comento como si hablara de algo normal y cotidiano, asombrando a la pobre mujer.

-Sandaime-sama, no creo que sea necesario- otra vez ese maldito tic, cada vez que se avergonzaba llevaba su mano izquierdo hacia su cuello, frotándoselo de arriba a abajo para calmar sus nervios mientras muchas veces sonreía como estúpida. Dean siempre le dijo que le parecía adorable aquel gesto pero no podía evitar avergonzarse más.

-Espero que tu nuevo hogar sea de tu agrado, Nuriel ya me ha informado todo sobre ti-

-Es muy hermosa la casa Sandaime-sama, pero… ¿Es seguro hablar de eso aquí?- llámenla desconfiada, pero no por nada logro vivir veintidós años de servicio y llegar a ser capitana de su propio escuadrón. El hombre le dirigió una mirada de simpatía y ¿orgullo?, para luego hacer un par de sellos con las manos, no negara que fue extraña la sensación de sentir chacra por primera vez.

-Ahora sí es seguro hablar, puse un jutsu silenciador sobre toda la habitación, así que ya no corres ningún riesgo. Por favor, dirígete por mi nombre, tal vez tengas un cuerpo joven pero la edad de tu mente y alma esta cerca de la mía- una pequeña sonrisa cruzo por sus rasgos, el hombre le recordaba mucho a su suegro, podrían tener una imagen intimidante pero si te dabas el tiempo y trabajo de llegar a ellos descubrías una personalidad amable y afectiva.

-Está bien Hiruzen-san, preferiría que me llame por mi nuevo nombre si no es molestia también- la tensión en su cuerpo desapareció, entrando en confianza ya con el hombre.

-Está bien, Chieko-san. Aunque Nuriel me conto lo necesario quisiera saber que tienes tu para contarme sobre tu historia- Sarutobi puso de lado los papeles que estaba firmando, tomo su pipa y la prendió, presentía que sería una historia larga e interesante.

-Espero que este cómodo Hiruzen-san, que aquí van cuarenta años de historia. Todo comenzó en un verano de …- y así estuvo casi toda la tarde contando su historia: su infancia, su adolescencia, como todo se vino abajo cuando se anuncio la Gran Guerra, la milicia, sus amigos, su equipo, las pérdidas que sufrió y el dolor que trajeron con ellas, sus sueños y esperanzas rotas, su enfermedad, su ultimo sacrificio y su solitaria muerte en un lugar abandonado por Dios; le conto absolutamente todo, de algún modo se sentía  bien el poder hablar tan libremente de sí misma sin restricciones y sin miedo a ser juzgada, podía ver a través de sus ojos que Sarutobi entendía, realmente entendía el porqué de sus acciones, el trasfondo tras estas.

Una vez terminado su relato, ambos se quedaron en un silencio cómodo, la mujer dándole tiempo a su oyente de asimilar toda la información que recibió en esa charla. Hiruzen dio una larga calada a su pipa, tomándose su tiempo para exhalar el humo de sus pulmones. Chieko resistió al impulso de pedirle una calada; no fue una fumadora crónica en su vida pasada, pero de vez en cuando le embargaba el deseo de inhalar aquel humo nocivo para su sistema de por si debilitado. Podríamos decir que entraría en las categorías de fumadores sociales, la  mayoría de las veces que fumaba era porque alguien más lo estaba haciendo al lado de ella y el deseo llegaba, sin embargo, sería sumamente raro y poco ético dejar que una niña de siete años le diese una calada a la pipa aunque mentalmente tuviera cursando su cuarta década de vida.

-Realmente viviste mucho Chieko-san, incluso para un hombre viejo como yo es fácil reconocer que no la tuviste fácil- al final fue Sarutobi quien rompió el silencio entre los dos, sonriendo con tristeza hacia ella, sabiendo de primera mano el dolor que experimento- Pero sé que hay algo más que deseas decirme, no te obligare a hacerlo si aun no te sientes lista-.

``Realmente eres un hombre comprensivo ¿eh Sarutobi?´´.

-Quiero decírtelo, solo que no encuentro la manera de hacerlo-.

-Tal vez la mejor manera sea la directa- miro fijamente al hombre frente a ella, eran tan parecidos, ambos eran simples soldados que la vida no se cansaba de golpear, que obedecían a un bien mayor.

-Fui enviada a este mundo por una simple razón Hiruzen-san, conozco todo lo que ocurrirá a partir de ahora, así también como el pasado del cual surgieron- espero a que lo dicho se incrustara en la mente de su receptor, vio como los ojos del hombre se abrían de la sorpresa o incredulidad, solo él lo sabe, para mirarla fijamente, seguramente buscando pruebas de que estaba mintiendo. Vio como después de unos minutos el hombre suspiro y volvió a inhalar de su pipa, provocando la tentación de la mujer frente suyo.

-¿Puedo saber cómo es que obtuviste esa información?- y otra vez se perdieron en la explicación, Chieko hizo todo lo posible por explicar que dentro de su mundo su existencia era conocida por casi todo el mundo gracias a que para ellos todas las personas aquí existentes eran simples personajes salidos de la imaginación de un gran dibujante. Le conto como su historia plasmada en papel paso a convertirse en algo mundialmente conocido gracias a su adaptación animada, convirtiéndose en parte de la cultura de casi toda una generación. No le dio tiempo de dudar al hombre cuando relato con lujos de detalles su vida, incluso el hecho de que actualmente cargaba con una gran culpa por el camino que uno de sus estudiantes eligió seguir, así también conto la historia del clan Uchiha y Senju, dando detalles que solo un líder de cada clan deberían saber. Realmente decía la verdad, en ningún momento se vio nada más que la fría aceptación en sus llamativos ojos, esa mirada de alguien que ya había aceptado la verdad de sus desgracias y sabía que fue inevitable, sin poder tener a quien culpar, solo la cruda realidad de que así tuvo que ser.

-Veo que me crees Hiruzen-san- esta vez fue ella quien rompió el silencio que cayó sobre ellos sin querer.

-Me relataste hechos de mi vida como si estuvieras contando un cuento, hechos que solo yo tenía conocimientos. Me diste información de los clanes fundadores como si hubieses estado en el momento de sucedieron. Sería muy tonto de mi parte el no creerte Chieko-san- dio una última calada, dejando su pipa a un lado después de exhalar los últimos restos de humo de sus pulmones. Por su mirada y por la casi inadvertida contracción de su boca pudo darse cuenta que el hombre frente a ella deseaba preguntarle algo, podía deducir que era.

-¿Muero?- ahora ambos se encontraban de pie, lado a lado admirando el bello atardecer que el astro rey les regalaba. La mirada de ambos se encontraba admirando la aldea, sin atreverse a hacer contacto visual, tal vez por temor a lo que encontrarían en los ojos del contrario. Hiruzen incluso creyó ver a través del rabillo de su ojo a una mujer a su lado, parada orgullosamente, demostrando su fuerza y autoridad; solo para que en un parpadeo esa imagen desapareciera dejando lugar a la pequeña niña a su lado. Aunque su cuerpo fuese pequeño de nuevo, sus ojos delataban su edad; la mirada cansada y resignada que portaba no eran la de una niña, sino la de un adulto que había cruzado por muchas penurias y sufrimiento, que había perdido la dulce inocencia de la forma más cruel, la misma mirada que él y la mayoría de sus ninjas compartían.

-Si- fue la simple respuesta que recibió, cayendo de nuevo en un breve silencio. Suspiro suavemente, hace tiempo había aceptado que el cualquier momento su vida podría acabar, desde el momento en que eligió el camino ninja como su vida. Aun así es capaz de creer que ningún hombre está totalmente listo para aceptar este hecho solemnemente, el cree que uno es solo capaz de aceptarla cuando la tiene en frente, cuando ya es un hecho inevitable; el saber que realmente va a perecer activo un miedo primitivo propio del ser humano, sin embargo logro controlarlo y esconderlo en lo más profundo de su mente, para no dejarlo salir.

-¿Cómo? Y… ¿Cuándo?- dudo en preguntar la segunda, aunque quisiera aceptar este hecho sin problemas le costaba, recordó una de las frases que su invitada dijo cuando contaba su historia: ‘Nunca nadie está preparado para morir, pero pocos somos los capaces de aceptarla sin temores al saber que todo estará bien’. La sabiduría que formo en su vida fácilmente igualaba a la suya, aunque hubiera más de diez años de diferencia entre ellos la mujer a su lado ya había enfrentado cara a cara a la muerte incontables de veces, para al final recibirla con los brazos abiertos, solo para descubrir que todavía no puede descansar en paz porque era necesaria en otro lado.

-Te sacrificaste por la aldea, estaban bajo ataque y tú estabas luchando con el perpetrador de este- cualquiera podía ver como la niña estaba en duda, pensando seriamente si era correcto o no contarle la verdad-  Usaste el Shiki Fūjin para tratar de sellar su alma, pero el desgaste de la batalla y los años te jugaron en contra, por lo que te conformaste con sellar sus brazos. Fue durante los exámenes chūnin, aprovecharon la gran convocatoria que tenía el evento para así infiltrar ninjas enemigos en la aldea-.

Así que murió cumpliendo con su deber como Hokage y protector de su hogar, está bien. Si Chieko se había tomado la molestia de ocultar el nombre de su ultimo oponente significa que era alguien que él apreciaba o aprecio en algún momento, y por la resolución que tomo a la hora de sellarlo le daba un indicio de quien podría ser. Solo tenía que preguntar.

-Fue Orochimaru ¿Cierto?- el silencio que siguió fue la única respuesta que necesito.

-Uzumaki Naruto ¿Cuántos años tiene actualmente?- la pregunta lo saco de sus pensamientos, al fin dignándose a mirar a los excéntricos ojos de su acompañante. Esta pareció entender la pregunta en sus ojos -Como sabrás, la historia que conozco gira en torno a su destino, tu… deceso ocurre en los exámenes chūnin en la que el participa junto a su equipo, cuando tiene doce años de edad- no paso por alto el titubeo de la mujer, se sentía ligeramente conmovido de que se preocupara así por él.

Los últimos vestigios del sol se apreciaron por la ventana, dándole su lugar a una imponente luna llena. Ambos bajaban de la torre Hokage con rumbo a un destino incierto para la mujer, siendo guiada por el hombre que ante su pregunta le pidió que lo acompañara a algún lado. Caminaron en silencio, el hombre recibiendo los saludos de la gente bajo su cargo, acompañados de  miradas curiosas por la inusual compañía que tenia hoy. Ignoraron dichas miradas y siguieron con su camino hasta un gran edificio, de paredes blancas y detalles en verde. Era el hospital de Konoha. La curiosidad de la mujer creció ¿Qué hacían allí?

Entraron al edifico, siendo asaltados por el fuerte olor a antisépticos y desinfectantes. Chieko nunca fue fanática de los hospitales, mucho menos cuando se volvieron una parte recurrente en su vida. Caminaron por los blancos pasillos por un buen rato, notando el ajetreo que ocurría adentro en consecuencias de la última batalla que ocurrió hace poco. Llegaron a una parte alejada del bullicio, donde el ruido que producían los enfermeros y médicos no perturbaban el ambiente calmo del lugar. Se detuvieron frente a un gran ventanal, era lo suficientemente grande para permitirle ver lo que había del otro lado a pesar de su corta altura. Abrió sus ojos con sorpresa, sin esperarse lo que allí se encontraba.

La habitación estaba llena de pequeñas cunas y algunas incubadoras, la mayoría estaban vacías de no ser por un par de bebes que yacían descansando en ellas, completamente ajenos a lo que pasara allí afuera. Pero hubo uno que capto su atención al instante, era el más pequeño de todos, con una pequeña capa de rubios cabellos cubriendo su cabecita, sus mejillas coloradas y regordetas estaban adornadas por pequeños bigotes que a sus ojos solo lo hacían más adorable. Sabia quien era ese pequeño y frágil bebe, era nada más y nada menos el gran Naruto Uzumaki, el niño de la profecía y salvador del mundo. Despego su mirada del bebe, mirando con sorpresa a su acompañante.

-Solo han pasado tres semanas desde el ataque del Kyūbi, por lo que Naruto-chan solo lleva tres semanas en este mundo-.

¿A eso se refería Nuriel? Ella creyó que solo la enviaría un poco atrás, creyó que su misión era referida al niño que yacía allí en una de las cunas, entonces ¿Por qué estaba tan en el pasado? Naruto era solo un pequeño e indefenso bebe ¿Qué podría hacer ella por él? No podría cuidarlo ni… ``Oh… así que a eso te referías. Siempre pensé que fueron muy crueles con Naruto por el simple hecho de ser un Jinchūriki, era solo un bebe cuando eso ocurrió, no tuvo ni voz ni voto, el no decidió serlo y soportar el dolor y desprecio que eso conllevaría. Entonces por eso dijiste que era lo que realmente deseaba, siempre tuve el deseo de disminuir aunque sea un poco la profunda soledad que parecía azotar al niño, mis instintos maternales saliendo a flote cada vez que lo veía sufrir en silencio. Realmente lo tenias todo planeado ¿Eh Nuriel?´´. Sus pensamientos fueron interrumpidos por la presencia de una enfermera a su lado, esta los miro por un momento para luego dar una leve inclinación de cabeza hacia ellos en modo de saludo.

-Hokage-sama, veo que hoy vino acompañado ¿Acaso esta hermosa señorita es hermana de alguno de estos bellos ángeles?- un sutil sonrojo tiño sus mejillas ante el alago, remarcando a la vista sus pecas, provocando ternura a los dos adultos del lugar.

-Chieko-chan esta aquí acompañándome a ver a Naruto-chan ¿Es posible que pueda verlo de cerca?- Hiruzen contesto por ella, no ignoro cómo había cambiado el honorifico al decir su nombre, bastante inteligente si le preguntan; sería sumamente extraño que el Hokage y líder de la aldea se dirigiese a una niña de siete años con el sufijo –san.

-¡Viniste en el mejor momento Chieko-chan! Ahora es su hora de tomar su formula ¿Te gustaría dársela?- era fuera de protocolo permitir eso pero la niña frente a ella le inspiraba una confianza que rivalizaba con la que siente hacia el Sandaime, además no podía decir que no a esos profundos mares dorados que brillaron intensamente por la ilusión de poder alimentar al pequeño, provocándole ternura y unas ganas inmensa de abrazarla por lo linda que se ve.

-¡Me encantaría! Muchas gracias señorita…-

-Llámame Ai-san, Chieko-chan- la sonrisa que le dio la enfermera a la niña le hizo recordar a su compañera de equipo, siempre había declarado que Amanda sería una gran madre en un futuro, cualquiera diría lo mismo al ver como la mujer cuidaba a los miembros más temerarios de su escuadrón.

-¡Muchas gracias Ai-san!- Sarutobi rio ante esto, desde el momento en que se conocieron era la primera vez que actuaba acorde a su edad corporal.

El trió entro con cuidado a la sala, Ai pasándole un biberón a Chieko antes de ir por los otros bebes, la mujer confiaba en que Sandaime vigilaría que la niña hiciera bien su trabajo de alimentar al pequeño rubio.

Sarutobi tomo al bebe el brazos, con experiencia después de haber sido padre de dos niños, pasándoselo a la niña; monitoreo que sus brazos estuvieran en la posición correcta antes de relajarse al ver que no había problemas, podía ver que no era la primera vez que cargaba a un bebe. Una pequeña voz le recordó que la mujer le conto que tenía un pequeño hermano con el que se llevaban diez años, por lo que no tendría que preocuparse por la seguridad del bebe en sus brazos.

El pequeño rubiecito se despertó por los movimientos que ocurrieron a su alrededor, sintió como su cuerpo era rodeado por una extraña calidez; se sentía seguro, protegido. Abrió sus pequeños ojitos, revelándole al mundo unos hermosos ojos azules que parecían que el cielo había decidido resguardarse dentro de ellos. Miro con curiosidad el nuevo rostro frente a él, podía sentir como era sostenido con delicadeza y protección en los brazos de la nueva persona con él. Lo que más llamaba su atención eran sus ojos, eran tan bonitos y brillantes, le transmitían una gran calidez. Sabía que esta persona era buena, por lo que sonrió en su dirección y trato de agarrar con sus pequeñas manitas un mechón oscuro que caía sobre él, solo para que la persona que lo sostenía lo sacara primero y le diera su dedo a cambio. Lo tomo y lo apretó con todas su fuerzas, volviendo a sonreír y llevándoselo a la boca, chupándolo.

Hiruzen observo todo el intercambio con el corazón encogido ¿Cuándo habrá sido la última vez que el pequeño había tenido un contacto humano tan gentil? El trataba de venir todos los días a pasar aunque sea un pequeño tiempo con él, teniéndolo en brazos para que conociera el calor humano. Sabía que no todas las enfermeras eran como Ai-san, algunas solo hacían su trabajo de chequearlo a que siga vivo y alimentarlo, siempre buscando alejarse lo más pronto posible del inocente bebe. Sabía que era casi imposible cambiar el miedo y rechazo que el pequeño rubio causaba en los demás, aun cuando no era culpable de nada. Pero una llama de esperanza se inicio en su pecho al ver como la niña acunaba con tanto amor y cuidado al pequeño, sonriendo brillantemente al ver como este agarraba con fuerza su dedo para luego llevárselo a la boca.

-Hiruzen-san- la niña lo llamo sin mirarlo, seguía admirando al bebe en sus brazos que jugaba con sus dedos, sonriendo con tanta inocencia, ignorante de toda la oscuridad que rodea al mundo –Quiero criarlo, quiero hacerme cargo de él. Nadie merece estar solo, menos un pequeño inocente como el-.

Al momento de expresar sus deseos, alejo su vista del pequeño, ganándose un quejido molesto del mismo por haberle quitado sus ojos brillantes de encima, rápidamente calmado al ver como de nuevo un mechón oscuro estaba a su alcance. Miro fijamente al hombre, poniendo todas sus emociones en sus ojos, dejando que vea el profundo deseo y determinación que sentía con respecto a la pequeña vida en sus brazos. Quería protegerlo, quería cuidarlo y amarlo como debieron hacerlo desde el principio. Era solo una víctima inocente mas dentro del plan macabro que planeo tan minuciosamente un hombre que hace tiempo debería estar entre los muertos, y estaría condenada si dejaba que una vida inocente sufriera frente a sus ojos cuando ella podía ayudarlo.

Sarutobi vio el fuego en sus ojos, estos brillaban intensamente ante el pensamiento de poder proteger a la pequeña carga que jugaba en sus brazos sin problemas, ignorando la charla que cambiaría su destino para siempre. Un peso se levanto de sus hombros y su corazón de inundo de calidez, no había nadie más capacitado que ella en su mente para cuidar a la ultima herencia que dejaron el Yondaime Hokage y su esposa en el mundo. Era una decisión arriesgada y posiblemente su cordura sea puesta en duda al dejar que una niña de siete años se hiciera cargo de un recién nacido, pero lo que no sabían es que dentro de ese cuerpo infantil se encontraban el alma reencarnada de un héroe, de una persona que reunía todas las cualidades para ser un Kage de gran fuerza y valor, y eso era todo lo que el necesitaba para tomar una decisión.

 

En un futuro cercano, todos recordarían este día como el día en que el niño de la profecía y salvador del mundo quedo a cuidado de una de las ninjas más letales y famosa entre todos los países, como de pequeña tuvo una determinación implacable al decidir adoptar como suyo a un huérfano como ella y como con los años transcurridos el propio niño la reconoció como su madre.

 

 

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