
Día 14 - Marca
Veo como Deidara da vueltas en su cama sin poder dormir, después de horas, hubo un tiempo que no se movió por algunos minutos, me fijé en su mirada algo adormilada para ver si se ha dormido por fin.
Dejé que durmiera en esa cama, en una cama de una casa abandonada en medio del bosque, yo me senté en la pequeña silla que está a la par de la cama.
Yo no puedo dormir, es estúpido dormir estando en media guerra, es muy tonto saber que todos los miembros de Akatsuki que alguna vez fueron colegas... Ahora están muertos; y que está vivo, está matando miles de personas junto con Zetsu. No cuento a a Deidara, no me cuento yo, nosotros dejamos Akatsuki.
Recordé cuando me salvó antes de morir a manos de aquella ninja de Konoha. Debía devolverle el favor, lo salvé antes de que hiciera una estupidez peleando con el hermano de Itachi.
Ese día me vió. Detuvo sus movimientos. Tuve que usar mis hilos de chakra para que aquel imbécil no pegara un golpe. Fué difícil. Pero logré llevármelo. Muchas cosas pasaron, en realidad, nos enteramos de muchas cosas. Cosas que preferiblemente es mucho mejor que supiéramos. Pero eso nos hizo tomar una decisión; huir, irnos lejos.
Fuí yo el que dió esa idea, Deidara no dijo nada, quiso seguirme, según él porque me respeta y sé sobre mis decisiones, quiso seguirme, quise escapar y él me siguió sin renegar, sin mirar al pasado, a sus compañeros, o bueno, a los únicos que quedaban.
—Danna... —escuché el murmuro, lo volteé a ver rápidamente—... Te necesito.
Pensé en la idea de que duerme, que por fin de muchas horas ha dormido, pero no. Sentí como su mano rozó mi rodilla, en busca de mi mano, no sé si fué por inercia, pero no dejé que se quedara con esas ganas.
—Los odio —apretó su mano, siento como tiembla lento—, también siento miedo, ¿Si ellos ganan? Moneda de diez centavos... Ya lo escuchaste... Tsukuyomi infinito. Sin entiendo.
Sentir miedo... Nunca lo escuché por parte de él, jamás pensé que me lo dijera de esa forma, tan indefenso.
—Cálmate —Es lo único que pude decir.
Yo en realidad no tengo miedo, no puedo temer a lo que venga después por que no sé qué pasará, no confío en los ninjas buenos, pero tampoco en aquellos ninjas ambiciosos. Perdieron su camino, al igual que yo, al igual que Deidara, pero nunca intentaron recuperarlo. Es lo que queremos intentar. O simplemente querer ser criminales por siempre, pero sabiendo que no seremos los mismos.
El escuchar que se acabaría el mundo, que el mundo estará en paz apenas termine la guerra es algo que me aterra, pero prefiero no molestar a Deidara, él está peor, no podría lidiar con lo mío en su estado.
—Yo quiero calmarme, pero no puedo, ¡Simplemente no puedo Sasori! —exclamó, tapó sus ojos con su otra mano.
Jamás pensé ver así a Deidara, siempre pasó presumiendo sus obras de arte conmigo, feliz, radiante, algo presumido en algunas ocasiones pero jamás lo vi tener miedo, se enojaba por cualquier cosa en muchas ocasiones, pero todo se fué al desde el día que nos fuimos, aquella sonrisa desapareció mientras transcurrían los días, trató de ser optimista, pero hoy fué la gota que derramó el vaso.
—Sasori, si se acaba el mundo... ¿Quién verá mis obras de arte? —Esa es su preocupación, ya lo comprendo.
Esa es su preocupación, su desgano, como veo quiere que los demás vean su arte, por eso no quiere que el mundo se acabe, porque los demás no podrán ver lo que él hace.
Se equivoca, ya hay alguien que no sólo ve su arte.
—Yo he visto todas tus obras, desde la primera, hasta la última. Las admiro. Todas las que admirado.
—¿Qué dijo? —preguntó, volteándome a ver, sus ojos por fin reflejan algún brillo—. Repítalo, se lo pido.
—Su arte, su arte lo he admirado desde el primer día, Deidara. No hay día en que no lo haga, porque su arte es muy hermoso.
A veces pienso que de artista a artista debemos apoyarnos, seguramente el piensa lo mismo, por eso el busca algo de paz en mis palabras.
—Te digo una cosa... —susurró, haciéndose al final de la cama, haciendo un lado—... Pero primero acuéstese, no me importa si dormimos juntos, usted también debe de dormir.
Accedí, me levanté de la silla y me acosté a su lado, refugiándome en aquella cobija algo polvorienta, no había otra. Por dicha es algo grande.
—Cuéntame, pero promete que dormirás.
—Lo prometo.
Ambos miramos al techo, no había tacto que el roce entre nuestros hombros y parte de las piernas, solamente eso y nada más.
—Siempre quise que me admiraras —empezó a hablar, quedándose quieto para no incomodarme—, se siente de lo mejor que lo hagas, no me importa que lo hayas echo hasta este punto, pero, si llego a morir, moriré sabiendo que... —tomó una pequeña pausa, por curiosidad, volteé a verle, él también me miró—... Llegaste a admirarme de la misma manera en que te admiro, Sasori, a pesar de que yo lo haga de otra forma.
El hecho e que Deidara me haya dicho eso, me hace sentir bien, un tanto especial y con algo de favoritismo, pero él me hace sentir querido.
—No es necesario que diga algo, solo quiero hablar yo —dijo—. Usted me ha marcado de una manera... Es difícil de explicar, desde hace tiempo se lo quiero decir, la marca que usted ha puesto en mi ser es única.
Deidara me ve de una forma increíble, como nadie más lo ha hecho.
—El mundo seguramente se acabe, tal vez no, de igual forma, me alegra haber pasado mis últimos momentos junto a usted; Sasori-Danna.
Nos miramos por varios segundos, mientras que Deidara cierra sus ojos, queriendo dormir.
—También me alegra haberla pasado aquí, en este lugar, a pesar de la que está pasando en mi país... Es bueno que la esté pasando junto a usted, Deidara.
—Eso me pone muy feliz, ¿Lo sabes?
Asentí, él por dicha tiene sus ojos entrecerrados, pudo verme.
—Buenas noches, gracias por todo.
No dijimos más, él se durmió de inmediato, esta vez de verdad, mientras que yo me quedo despierto en aquel insomnio, solo sintiendo como el ambiente se pone más tenso con el pasar de los minutos, hasta ver todo lo demás tornarse rojo.
El ambiente se torno rojo, muy rojo, de hecho.