
Día 10 - Cenizas
Dos años y algunos meses, ese es el tiempo que pasó después de la Cuarta Gran Guerra Ninja.
Todos los miembros de aquella organización han muerto, hace dos años dejaron el mundo ninja, incluyendo los tres líderes, Pain, Konan y Obito Uchiha.
Sin embargo algunos cambios hizo que el destino de dos artistas no murieran, sin embargo eso no evitó que ambos se separen por el camino, la traición a Akatsuki por parte de Sasori, eso provocó un fuerte dolor por parte del rubio, jamás pensó que Sasori se iría de esa forma, sin decir adiós, si nada de nada. Su amor. Sus estúpidas promesas. Sus discusiones. Al parecer; nada valió.
Después de eso Deidara no tuvo un motivo propio para continuar en Akatsuki, tuvo que hacer el trabajo del Shukaku y del Isobu.
Ya ayudó mucho a la organización, poco a poco se fué distanciando de ellos, en realidad todos lo notaron, Itachi, Kisame, los lideres y Zetsu. Poco a poco dejaron de necesitarlo, por eso en el momento en que Deidara decidió dejar Akatsuki, no lo tomaron como un traidor, sabían que algo así ocurriría —Y no lo culpan—, solo fué cuestión de tiempo, seis meses, más bien.
Estuvo buscando a Sasori en busca de explicaciones, pero ha desaparecido de la faz de la tierra, Deidara se resignó, en verdad quiso encontrarlo y exigirle una explicación, pero siguieron pasando los meses, aquella idea se esfumó.
Deidara continuó su vida, huyendo de los ninjas y convirtiéndose así en un nómada, no permanece en las aldeas por mucho tiempo, vende sus esculturas artísticas, ya que se dió cuenta que los shinobis y las kunoichis les gusta mucho aquel material explosivo, no entiende mucho lo que harán verdaderamente con ello, pero de igual forma eso le ha hecho vivir y seguir adelante, mayormente se queda en hoteles baratos o cuevas abandonadas, está acostumbrado a dormir donde sea y también se ha acostumbrado a dormir en esas cabañas abandonadas que encuentra en el camino.
En realidad si le preguntan. Deidara no se siente feliz, tampoco triste, es un estado extraño de neutralidad, no tiene a Sasori, pero pudo cumplir uno de sus sueños, conseguir la admiración que desea, no él, si no su arte, que aprecien su arte de la misma forma que él siempre quiso.
Aún así, hasta el día de hoy se pregunta sobre el paradero de Sasori en aquellas noches de insomnio, donde ni la comodidad de los hoteles, cuevas o cabañas son suficientes como el sereno calor del pecho de Sasori. Deidara hace tiempo que dejó de llorar por él, pero eso no quita el hecho de que lo haya olvidado.
Ni aún con el pasar de los años, ni las veces que ha visto la luna vacía hasta llenarse completamente y desaparecer a los días sucesivamente, ni siquiera de esa forma pudo olvidar a Sasori, jamás lo haría.
Sasori es su primer y único amor.
Es la persona con la que el rubio decidió pasar el resto de su vida buscándole, odiándole y amándole con todas sus fuerzas.
Jamás podría haber alguien más, ni lo intentaría, no puede enamorarse de otra persona que no sea Sasori, su alma gemela es él, a pesar de que lo perdió, tuvo la dicha de conocerle, y así es el cruel destino de algunas almas; conocerse, pero no estar juntas de una forma física, eso va algo más que dos personas enamoradas, es algo espiritual e incluso imposible de descifrar.
Todo sigue ahí, nada cambia, las cenizas siguen ahí después de que aquella llama se apagó hace mucho tiempo.
Sasori en realidad, no tiene ni la más mínima idea de que Deidara sigue vivo, no volvió a saber de él, saber sobre su vida o su muerte, se enteró después de que todos los miembros de Akatsuki murieron, cosa que le hizo un gran hueco en su corazón.
Siempre tuvo el miedo de volver a amar, pues la pérdida de sus padres le afectó muchísimo. Aún así Deidara le dió esa oportunidad de volver a encariñarse con alguien que no es eterno, hizo que sus emociones volasen como pájaros huyendo de una tormenta.
Sasori no quería perderlo, ahora que lo hizo, su vida no vale nada, Sasori sin Deidara es lo mismo que Deidara sin Sasori, ninguno de los dos valen algo, sin uno del otro, sus vidas no valen mucho.
—Esta muy delicioso el ramen, muchas gracias por prepararlo, abuela —agradeció Deidara a la señora del puesto de ramen que hay en medio de la nada para los turistas.
—¿Y como te va con tu vida? —preguntó la abuela, mientras cocina algo más para más tarde—. La última vez que te vi fué hace un mes, dijiste que estabas vendiendo aquellas obras de arte.
—Me va bien, ya las vendí todas, tengo que conseguir más arcilla, pero no he logrado conseguir, hm.
—La guerra causó muchas pérdidas que hasta el día de hoy no han podido darle alguna solución, la arcilla también tuvo un problema con ello.
Es cierto, la arcilla ha tenido mucho problema, por eso se ha hecho tan difícil de conseguir y ahora se ha vuelto algo más cara, sin embargo el rubio también tiene algunos contactos que son al por mayor, claro, no quiere hacer el intento de ser buena persona y hasta el día de hoy no lo quiere intentar.
—Eso es cierto, pero lo bueno es que hay paz ahora en este mundo, ¿No es así? —Deidara preguntó con ironía, la paz no existe y sabe bien que la única paz que hay es falsa, pero prefiere no meterse en esos temas.
No es de su incumbencia.
La señora rió, conocía al rubio desde hace un año y le caía bien, ya que casi no sabe sobre su pasado pero tiene una mínima idea de lo que es realmente, un renegado, a ella le da igual quien visite ese lugar, pues también tiene conocimiento en ninjutsu y no dudaría en darle una paliza a alguien que se atreva al hacerle caso a su puesto.
Deidara vió a la abuela irse a limpiar unos platos, el rubio sigue descansando aquella comida antes de ir a buscar un lugar donde dormir.
Es tonto, pero siente una corazonada, y esas de las que no le gusta, nunca le ha gustado y nuca le gustará, tener ese tipo de corazonadas le trae malos recuerdos de aquellos presentimientos que nunca les tomó cuidado hasta que Sasori desapareció.
Deidara en esos momentos se encuentra con una capa negra y una capucha ocultando su cabello, es un día relajante y soleado, seguramente se la quitaría por un momento para sentirse más relajado, pues no es muy cómodo andar esas dos cosas para pasar desapercibido.
Sin embargo escuchó unos pasos de alguien que viene hacia él, aún así se sentó a la par del oji-azul, esperando a que la señora le atienda. Un día cálido, sólo es un día cálido y dos personas están sentadas con cercanía.
Deidara pensó en las probabilidades de que ese tipo supiera de su identidad, pues también anda una capucha y no puede ver su rostro, seguramente no.
Deidara quitó su capa y capucha, en libertad su cabello dorado y largo.
—Creo que ya se me bajó un poco la comida —dijo Deidara—. Me puede dar la cuenta, por favor...
—¡Tranquilo Deidara! —La anciana sonrió—. Esta vez invita la casa, solamente ven más seguido, te veo siempre flaco, debes comer más seguido.
Deidara se sonrojó, sabe que aún existen personas buenas y eso le ha hecho cambiar un poco su manera de actuar, ya no es un brabucón, apenas tiene veintidós años recién cumplidos hace poco, sabe que tiene mucho por vivir, a pesar que desperdició su vida, puede hacer ahora lo que ama.
—Al parecer hay un nuevo invitado, ¿Qué vas a querer chico? —preguntó la anciana, entregándole el menú.
Hubieron unos segundos incómodos de silencio, donde la señora de preguntaba si ese tipo estaba bien, también Deidara, preguntándose un poco que sucede, pero tratando de no meterse mucho.
—Dei-da-ra —musitó.
Esa voz, la recuerda muy bien, es arisca e hipnótica, incluso esta vez tiene un toque quebrado, pero esa esencia no se pierde con nada, esa voz jamás se perderá; Akasuna no Sasori.
El corazón de Deidara dejó de palpitar con suavidad y aquella taquicardia inició, sintiendo como su pecho palpita cada vez con más fuerza por el escuchar esa voz, puede ser casualidad, ¿No?
Sí, es él.
Su amante.
Aquel hombre que le hizo suspirar de mil maneras.
Su primer amor.
La primera persona que le hizo conocer el amor, pues no lo sabía, y se lo enseñó de la mejor forma.
El amor de su herida.
Quién lo abandonó, quien traicionó Akatsuki, la persona que le ha torturado porque quiere olvidarse de él, pero sólo bastaron unos segundos para darse cuenta que, aquellas cenizas aún siguen, y aquella llama eterna seguirá y con más fuerza.
Solo con un nombre, porque al ver su rostro, sus ojos color miel, su cabello rojizo y brillante como las hojas de otoño en un atardecer. Ahí está él, la persona que más ha adorado hasta el día de hoy.
—S-Sasori.