Treinta días

Naruto
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Treinta días
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Summary
Treinta días.Treinta días de One Shots de Sasori y Deidara en distintos AU.Ni muy cortos ni muy largos.
Note
Hola!!!! Esta obra esta terminada en mi cuenta de Wattpad, salgo igual de como salgo aquí en Ao3, esta vez decidí ponerlo en Ao3 para que los demás lo lean.
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Día 5 - Naranjas

En este pueblo todos nos conocemos, es muy extraño ver personas nuevas y hasta causa cierta desconfianza si se queda por más tiempo de lo normal.

A mis dieciséis años todavía no me he podido adaptar al pueblo, y eso que he vivido aquí toda mi vida, me dedico con mi abuela a vender naranjas y otras frutas o verduras por el pueblo cada sábado en las ferias.

Siempre me he dedicado a esto y creo que terminaré siendo granjero cuando sea mayor, así que dejé los estudios de lado para dedicarme a lo que más quiero.

—¿Qué harás más tarde? —preguntó mi abuela, Chiyo.

—Ir a cuidar las vacas —respondí.

—Oh bueno, si puedes traes unas naranjas para el fresco de la noche.

Asentí.

Seguimos caminando hasta la casa, pero antes de llegar vimos como la casa solitaria que está a la par de la nuestra está siendo llenada por muebles y más cosas.

Desconfié de los tipos, un viejo y una chica peli-negra, ella está ayudando a meter las cajas las cosas pequeñas, mientras que el viejo está cada que puede pegándole en la espalda con un bastón para que camine con su espalda recta.

—Deja de mirarlos mal Sasori, son nuevos vecinos, démosle la bienvenida —demandó dándome unas palmadas en la espalda.

—Pastel, supongo...

Mi abuela asintió, ella es la única en el pueblo que no es mucho de juzgar a las personas, más bien es algo confiada con los demás, imagino que debe ser la única porque hasta yo soy desconfiado y es algo que ya no puedo evitar.

Al pasar el rato y después de que le ayudé a hacer el pastel salimos hacia la casa de los nuevos vecinos, mi abuela no paró de molestarme de que por fin había conseguido una novia, ya que al parecer me emparejó con esa chica azabache, bueno, no es que esté fea, pero no es el tipo de chica que me gusta.

Tocó la puerta y a los segundos esa chica abrió la puerta con una sonrisa.

—Hola, somos los vecinos de la par, le entregamos esto para que disfruten el hermoso atardecer que nos da el pueblo —dijo mi abuela, le entregó la bandeja donde está el delicioso pastel que no me dejó tomar ni una pizca.

—Oh, ¡Muchas gracias! Nosotros tenemos café hecho, ¿Quieren pasar? —preguntó la chica, me miró de reojo—. Vaya que lindo eres —Sus mejillas se tornaron un poco rosadas.

—Gracias.

Mi abuela aceptó y sentí antes de entrar como pellizcó la parte trasera de mi brazo, seguramente por haber sido tan cortante con la chica.

Chiyo es muy confiada, puede estar entrando en la casa de unos asesinos seriales y no lo nota, esto es muy malo, lo sé.

Pasaron unos minutos y ella me sirvió un café, pero antes claro que antes nos presentaron, la chica se llama Kurotsuchi y al parecer el viejo es su abuelo y se llama Onoki, habían ya ordenado la mayoría de cosas de su casa, la mesa es redonda y noté que hay otra silla. Ellos son dos, bueno, tal vez es para los invitados.

—¿Cuántos años tienes? —preguntó Kurotsuchi.

—Tengo 16, los cumplí hace un mes —tomé un sorbo del café, está muy rico.

El rostro de Kurotsuchi se hizo algo rojo, comenzó a rascar su cabeza con nerviosismo, siguió tomando algo de café antes de responder.

—Tengo 26, eres un niño —espetó mirando hacia otro lado avergonzada—. Aparte que eres muy enano, no serías mi tipo.

Fruncí el ceño, vaya chica, tal vez si hubiese aumentado mi edad tal vez me hubiera hecho caso. Digo.

—Y tu estás muy pelona, no me gustan las personas de pelo muy corto —expliqué manteniendo mi semblante, al parecer eso le molestó.

Kurotsuchi iba a responderme seguramente de una forma más fea que de lo que yo hice, sin embargo mi abuela interrumpió en el mejor momento.

—Hijo, el señor Onoki me dijo que su nieto está en la planta de arriba, ¿Por qué no le vas a dar una rebanada de pastel y algo de café? —Antes de que yo negara, me entregó la taza y el plato—. No quiero molestar a Kurotsuchi, se nota que está muy cansada.

Suspiré molesto.

—Bien.

—Las gradas están por allá —Kurotsuchi señaló el pasillo que lleva a la segunda planta, claro que conozco esta casa, a veces entraba sin permiso por una ventana e investigaba el lugar—. Por cierto, se llama Deidara. Es mi hermanito.

Asentí y subí las escaleras, sin embargo al llegar a la segunda planta no encontré nada, las habitaciones están abiertas y solo hay una cerrada, supongo que hay está.

Toqué la puerta y solo escuché como se cayó un montón de cosas del otro lado, que buen inicio.

Escuché pasos fuertes, tocó la perilla con fuerza y abrió la puerta con enojo, es un chico rubio de cabello largo, sus ojos son azules como el cielo y noté que sus dedos están manchados de pintura.

—Kurotsuchi hija de... —pausó su vocabulario—¿Eres el de la par? ¿Quién te dejó entrar?

Al parecer el chico que iba a insultar a su propia madre ya me conoce, tragué seco y lo miré de reojo, sus mejillas de la nada se tornaron rosadas y quedó observándome de pies a cabeza, me sentí algo intimidado ante esa mirada, no estoy acostumbrado a que me miren tanto.

—Soy Sasori, mi abuela preparó esto para tu familia y también para ti —musité.

—Que delicia —miró el plato con el pastel y la taza, los tomó y se adentró a su habitación—. Si quieres pasa y cierra la puerta.

Al parecer se llevaría muy bien con mi abuela, no puedo creer que exista ser tan confiado. Yo ni confío en mi propia sombra.

Miré su cuarto y no habían armas, ni machetes, cuchillos, nada con que hacerme daño, entonces cerré un poco la puerta, me quedé cerca de la puerta por si en verdad llega a pasar algo.

Sacó de una caja un telescopio y comenzó a ver por la ventana en dirección hacia la finca mientras toma café.

—Que lindas vacas —susurró—. Se ven muy esponjosas.

—Son esponjosas —interrumpo, me queda viendo dudoso—. Son vacas de mi finca, si ves una café se llama Canela, hay una de color blanco y negro y se llama manchas.

Me miró inexpresivo y soltó una risa por los nombres, imaginé que pasaría eso, yo hace unos tres años las llamé así cuando apenas eran unos terneros.

—¿Cómo se llama el ternero? —preguntó, me acordé que hace unos días nació un nuevo ternero, pero no pude presenciar su nacimiento.

—No tiene nombre. Déjame verlo. 

Deidara se hizo a un lado y yo miré, ahí está un hermoso ternero que al parecer todavía le cuesta caminar un poco, siguiendo los pasos de su madre quien sigue comiendo pasto por el camino.

—¿Puedo ponerle uno? Me gustaría ver a ese ternero.

Me acordé de que igual tengo que ir a la granja a ver a las vacas y también traer algo de naranjas, ese chico parece algo inofensivo.

—Está bien, vamos a verlo, solo ponte unos zapatos que no ocupes, tenemos que pasar por un río y se te mojarán.

Sonrió y vi como sacó de otra caja unos zapatos todos sucios y al parecer que no se ocupan desde hace mucho, en su rostro hay una sonrisa radiante, como si desde hace mucho no saliera.

Bajé las escaleras y le avisé a mi abuela que iría a la finca junto con Deidara, invité a Kurotsuchi pero no quiso ir, bueno, no me agrada mucho para comenzar.

Salimos de la casa y hasta llegar a la finca nos topamos con mucha gente, todas las personas nos saludó pero aún así quedaron viendo raro a Deidara.

—Nunca he vivido en el campo —mencionó Deidara—. Aún así odio la ciudad, no extrañaré a nadie de ahí.

—¿Por qué? —pregunto, Deidara me queda viendo algo desconfiado, al parecer meditó por unos segundos antes de decirme.

—En sencillas palabras; no me gustan las mujeres —dijo soltando una sonrisilla traviesa—. De igual forma aquí será peor, la gente de campo es muy, muy mente cerrada y creo que hasta extraña, pero me dan igual, mientras nadie lo sepa todo bien.

Bueno, no esperé que esa fuera su respuesta, de igual forma no me interesa si lo es o no, al menos está seguro de que es lo que le gusta, en cambio yo eso no lo tengo ni claro, no sé nada sobre el amor.

—Me lo acabas de decir —espeté.

—Bueno, no creo que seas de las personas que le vayan a decir a todos que me gusta el pepino, así que te lo cuento chico peli-rojo.

Por alguna razón el «Chico peli-rojo» me hizo sentir un calor no deseado en mis mejilla, no me importó tanto lo del pepino, yo también como pepino, creo que es un dato innecesario aunque se que hay mucha gente que no le gusta.

—Ya veo...

—Bueno, por cierto, ¿Cuántos años tienes? —preguntó.

—16.

Me miró otra vez, sonrió esta vez, no como su hermana que se sonrojó.

—Tengo 20 —Me guiñó el ojo.

Aunque parezca de 20 se ve todo un mocoso, incluso puedo decir que soy un pozo más maduro que él, aún teniendo la edad que tengo, él solo es un niño de ciudad.

Al llegar a la finca Deidara fué directamente hacia las vacas, yo por mientras traía las naranjas para comer.

Apenas llegue vi como Deidara estaba jugando con aquel ternero, a pesar de que ellos son unos bravos apenas ven a desconocidos.

—¡Oye chico lindo! —halagó—. Le llamé café a la vaca café.

Me volverá loco, y eso que apenas es un día. ¡¿Cómo va a llamar a una vaca café, café?! Que nombre menos original.

—Te traje las naranjas.

Le dí su parte y la comimos, al parecer sigue encantado con la finca, creo que a parte de tener un nuevo amigo.

Después me quedé viendo a las vacas junto con él, aunque también compartiendo algunas palabras y cada vez conociéndole.

—Sabes, nunca pensé que los peli-rojos fueran tan guapos —dijo.

—Gracias. También los rubios.

Lo ví escupir las semillas de las naranjas, me miró con un sonrojo, al parecer esto de sonrojarse por nada ya debe de ser de la familia de Deidara.

—Bien, bien —acomodó su postura nuevamente—. No tienes que decir lo obvio, estás loco por mí.

Lo miré algo confuso. —No quise decir eso, confiado.

Soltó una risa, tiró la sobra de la naranja chupada por donde están las vacas para abono.

—Un niño difícil, me gusta, aparte de guapo difícil de conquistar, eso me atrae —admitió.

—Masoquista...

En realidad eso fué lo que más me gustó de Deidara, un conquistador que desde el primer momento intentó conquistarme, claro que pudo hacerlo, a pesar de los meses de insistencia, al final dije que sí.

Mi estúpida media naranja, me encanta.

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