Treinta días

Naruto
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G
Treinta días
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Summary
Treinta días.Treinta días de One Shots de Sasori y Deidara en distintos AU.Ni muy cortos ni muy largos.
Note
Hola!!!! Esta obra esta terminada en mi cuenta de Wattpad, salgo igual de como salgo aquí en Ao3, esta vez decidí ponerlo en Ao3 para que los demás lo lean.
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Día 4 - Reloj

Deidara y yo quedamos en vernos a las 7:35p.m en un hermoso mirador lejos de casa, no lo veía hace tres semanas y solo le daba excusas para no verle.

¿Razón? Estuve buscando el mejor anillo para proponerle matrimonio de una vez por todas, ya tenemos cinco años de relación y aún así no vivimos juntos por cosas de la universidad, pero a finales de año salimos ambos y por fin podremos vivir juntos.

Estoy aquí en la zona más alta del mirador, reservé una mesa y ya la comida está lista, solo estoy esperando que Deidara venga. 

Llegó el mesero con una botella de Amarula y otra de Baileys, en lo personal odio la Amarula, Deidara lo adora y odia el Baileys, ambos tenemos puntos muy distintos a la hora de elegir una bebida alcohólica.

Las 7:52p.m, lo ví correr hacia nuestra mesa.

Una hermosa sonrisa invadió mi rostro y también tranquilidad en mi cuerpo, pensar que le sucedió algo me perturba y no me deja estar en paz hasta verle.

El tiene una sonrisa algo nerviosa, claro, llegó muy tarde a nuestra cita, de igual forma miré su vestimenta, un hermoso traje color negro y un abrigo color Beige que le llega hasta cerca del suelo.

—Habían muchos niños de escuela en el camino —Se excusó mostrando una sonrisa traviesa, mientras se sienta en la silla.

—¿A las 7:00p.m? Se supone que los niños salen a las tres de la tarde de las escuelas.

Le miré desafiante, atemorizando con mi mirada, soltó una risa más nerviosa y tomó mi mano que estaba en la mesa algo solitaria.

—Estaban de vuelta de una... ¿Excursión?

—¿Un fin de semana?

Deidara golpeó su cabeza con su otra mano, fallando en su mentira, como siempre lo hacía, un mal mentiroso para muchas cosas simples, así fue como me enamoré de él, por ser tan mal mentiroso.

—Bien, bien, digamos que me quedé arreglando mucho mi cabello, ¡Claro! Solo es un decir porque esa presa y los niños que fastidian, oh señor Jesús —exclamó mi rubio dramatizando el asunto.

—Eso suena un poco realista. Por cierto, hay Amarula, ya me serví, hazlo tú.

—Genial, gracias por comprarla cariño.

Me sonrió tierno, se sirvió en su vaso un poco de Amarula y me miró, yo también tengo servido mi Baileys, la hora de brindar. Miré mi reloj de muñeca y son las 8:09p.m, a las 8:30 se lo diré.

—Brindemos por... La graduación —dijo algo nervioso—. También por nuestro amor, si deseas.

—Claro que brindaremos por nuestro amor, lo de la graduación después.

Mi chico rubio se intimidó, ama como siempre que saque mi lado romántico.

Por dicha no hay muchas personas en él mirador, solamente Deidara y yo, también un grupo de chicos que están hablando a alto volumen, pero ahí les ignoramos.

—Entonces, brindemos...

Asentí.

—¡Salud! —dijimos al unísono.

Tomamos un sorbo del alcohol, como siempre mi rubio y yo sabiendo apreciar el buen alcohol, a pesar de que tienen sabores idénticos, para mí la Amarula sabe terrible y para Deidara el Baileys igual.

Una luces se encendieron e hicieron que Deidara muestre más su belleza, la luna está hermosa al igual que él, también la ciudad que se ve desde abajo.

El frío intenso que hace ni siquiera lo notamos por el efecto del alcohol, Deidara se emborracha con mucha rapidez, así que estaba ya algo risueño, ni me quiero imaginarlo borracho, seguramente hasta se sube en la mesa para cantar y bailar.

Otra razón por la que me enamoré de mí rubio, un alma con total libertad, un chico con total electricidad y delicadeza a su vez, todo lo que yo necesitaba en mi vida, ahora que lo tengo me siento el hombre más afortunado de este mundo.

—Pediremos ya el postre —demandé—¿Qué tal un pastel de chocolate?

—Prefiero el de fresa —respondió Deidara señalando el menú.

—Chocolate —dije.

—Fresa.

—No, chocolate.

—No cariño, fresa.

—¿Y por qué fresa? —pregunté molesto, quiero el de chocolate.

Deidara me señaló la foto del menú, había una fresa en la cima de la rebanada de pastel.

—Tiene una fresa.

Un completo insolente.

Me encanta.

Reí un poco y me dejé vencer por él, no estoy para peleas sobre la comida cuando el tiempo se está yendo rápido y estoy tan desesperado en decirle lo mucho que quiero estar con él.

Cuando el mesero nos trajo la comida Deidara lo primero que hizo fué comerse la fresa, yo no hice eso pero estaba comiendo un poco, para decir verdad quería el de chocolate pero traerían dos y Deidara quería el de fresa, tal vez consentirlo un poco no esté mal después de todo.

8:16, queda mucho tiempo, quince minutos, Deidara ya se ha comido el pastel y yo apenas pude con la mitad, miro como este ve el pastelillo como con ganas de devorarlo.

—Tómalo, te comes más a este pastel con la mirada que a mí —bufo mientras le paso el platillo.

—Una cosa es cómoda y otra es sensualidad querido Sasori, yo te como a privado y el pastel me lo como en público —dijo con travesura, mirándome con esos ojos de indecente que hacen volverme loco cada que le da la gana.

Pasaron minutos, y ya solo quedan cinco minutos para las 8:30, debo prepararme.

Comencé a buscar el anillo y está todavía en mi bolsillo, que próximamente estará en el dedo anular de mi chico, lo que más he deseado.

—Quiero volver a brindar contigo, querido —dije, nuevamente sirviendo en mi vaso más Baileys.

—Sabes que no me acostumbro a tomar mucho, pero aún así quiero hacerlo —aceptó, también llenando su vaso de Amarula.

—Te amo —murmuré perfectamente para que él escuche.

—¿Hm?

Sus mejillas se tornaron rosadas, seguramente de la vergüenza que le causa que yo le diga esas cosas de repente, él lo sabe desde siempre que yo soy así, pero aún así desde la primera vez que se lo dije se sonroja de la misma forma y empieza a balbucear cosas tontas ante mis palabras.

—Hm, yo igual —dijo serio, intentando jugar al rudo.

—Oh, ya veo, pero yo te amo mucho, muchísimo, más que a nadie en el mundo, ¿Lo sabes? —miré otra vez sus mejillas que se hacían más rojitas de lo normal—. Dime, cariño... —tomé su mano y esta hizo un pequeño brinco ante tan reacción por mi tacto—Deidara, déjame mancillar tu sonido, siempre dices que hay mucho desastre en ti...

»Pero yo te digo que hay arte en tu desastre, por eso te pido que me dejes apreciarte.

Mis manos comenzaron a temblar, mi declaración de matrimonio está saliendo a la perfección, saqué de mi bolsillo la cajilla donde se encuentra el anillo.

Al ver a Deidara tan rojo y sin entenderme me hizo morderme el labio inferior, más nervioso de lo normal, debo mantener la calma.

Mire el reloj.

8:29.

—Deidara. Quiero casar...

—¡Malditos mares! —exclamó el tipo que está detrás de mí rubio, los de la otra mesa—¡Me hiciste venir para una mierda! ¡¿Dónde está mi dinero hijo de puta?!

Deidara y yo miramos para ese lado, el hombre se levantó y de su bolsillo sacó una pistola, apuntando hacia él.

—¡S-señor se lo doy mañana! —exclamó el tipo asustado.

—Tus excusas son una.

Disparó tres veces, sin fallar en ninguno de sus tiros.

—Aún no puedo matarte, el dinero lo quiero el lunes sin falta, si no la próxima víctima será tu madre, agradece que ese no es tu pariente —dijo serio, tomó su chaleco y se fué.

No pude reaccionar al ver a Deidara tocando sus manos cubiertas de sangre, su abrigo color beige mancharse de aquel líquido rojo.

—D-Deidara.

Me miró aún sin poder reaccionar el hecho de que recibió tres disparos en su espalda.

Al verlo levantarse de esa forma tan rogante de querer caminar pude reaccionar.

Le dispararon a mi chico.

Me levanté con tanta rapidez que boté la cajilla y salió el anillo volando a quien sabe donde, tomé a Deidara y el se apoyó en mi pecho, perdiendo la fuerza poco a poco hasta querer caer al suelo, sus piernas temblaban y la sangre corría por su abdomen hasta manchar su traje negro.

—Mierda. . ¡Llaman a una ambulancia! —exclamé, sintiendo mi corazón latir más fuerte con base pasaban los segundos.

—S-Sasori.

Deidara sollozó, su voz se escucha débil y cada vez más apagada, no puede dejarme. No puede hacerlo, no lo soportaría.

—Esc-cuchame —levantó su mano y la intentó poner en mi mejilla, casi cae al no ser que la presioné a que siguiera en mi mejilla—. Te amo más, acepto.

Sonrió, su última sonrisa.

Me dejó, su mano se hizo más pesada, solté su agarre y cayó hacia el suelo.

Su corazón dejó de latir.

Ya no escucharé jamás sus latidos, ya no podré escucharlos cuando me acuesto en su pecho, ya no, porque me arrebataron al amor de mi vida.

Es tarde, tarde, muy tarde.

Ese hombre quitó parte de mi vida al arrebatarme a Deidara.

Miré el reloj.

Le arrebataron la vida al amor de mi vida a las 8:30.

A la misma hora que pensaba pedirle matrimonio.

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