
Día 1 - Huella.
Recuerdo con exactitud los acontecimientos de hace un año, como el tiempo pudo haber cambiado de la noche a la mañana y ahora Deidara es todo para mí.
Muchos dicen que soy el peor novio del mundo, pero tengo la suerte de que Deidara me entiende más que nadie, él sabe que yo soy así y que en realidad no puedo cambiar mi forma de ser, pero de igual modo por él soy un poco más romántico e interesante en esos temas, ni yo mismo pensé llegar a ser tan cariñoso con alguien.
Es la primera vez que venimos a la playa juntos, ya casi es el atardecer y yo sigo caminando por la arena que está entre seca y mojada, mi rubio disfruta mucho del agua salada que nos brinda el mar, pues al parecer nunca a venido a este tipo de lugares, el siempre estuvo en una familia muy conservadora, si no era a la iglesia era a la escuela católica, el hecho de que yo lo haya conocido en un psicólogo habla mucho de su pasado.
Ambos pudimos salir por gracia de la vida con una mejor mentalidad y con ganas de seguir adelante, ahora nos encontramos en esta playa.
El lugar donde crecí.
Lo conocí en un psicólogo ya que la pérdida repentina de mis padres me provocó una gran depresión, pero con la ayuda de un gran amigo mío pude salir adelante, también a él le debo de agradecer, ya que conocí a Deidara.
Yo camino y Deidara me sigue en el agua, adora que las olas se lo lleven arrastrado en la orilla y que después lo tiren en la arena, yo desde hace rato estoy algo seco y con mucha arena en mi cabello, pero por él puedo meterme otra vez y disfrutar.
A pesar de que no lo exprese en mi rostro, me siento muy feliz en tener a Deidara conmigo, justo ahora.
Salió del mar y ví como se posicionó a la par mía pero sin tocarme para que yo no me moje, pero puedo ver su carita hermosa como pide a gritos que lo abrace y que jamás lo deje, jamás lo dejaré.
—Este lugar es maravilloso, como tu —musitó avergonzado, tirando una piedra al mar.
—Todo es maravilloso cuando estás presente —Me apegué más a él.
Me acerqué a él y le dí un abrazo, sin importar que mi ropa vuelva a mojarse, me lo correspondió inmediatamente apoyando su cabeza en mi hombro, solo bastó unos segundos para recibir besos de parte de él por toda mi cara quemada, a pesar de lo pegajoso que estaba por la arena y el agua no le importó.
Finalizó dejando un beso en mis labios y yo correspondí inmediatamente, me besa y su manía al hacerlo es tocando mis mejillas, desde el primer beso y hasta el beso de estos momentos siempre ha sido así, todo un romántico y detallista hasta en lo mínimo.
Tomé su mano y comenzamos a caminar por la arena, quedaban huellas por el camino y Deidara lo notó, ya nuestros pies estaban llenos de arena y comenzaba a dar picazón.
Nos sentamos cerca y las pequeñas olas llegan justamente hacia nuestros pies para quitarles un poco la arena que hay entre los dedos.
Mi rubio recogió en el camino dos piedras blancas, pensé que las guardaría para un recuerdo de la playa, pero en cambio me la dió, soltó una risilla y miró al mar.
—Pide un deseo —sonrió y obligó a levantarme, nos acercamos un poco a las olas—. Se cumplirá, te lo aseguro.
—Que infantil eres Deidara —bufo algo serio, se que Deidara quiere sacar mi lado infantil a toda hora.
—Vamos, solo es un deseo, pide lo que sea, no me tienes que decir.
Suspiré algo cansado, Deidara me sacará las canas mucho antes de que adoptemos a un niño, estoy segurísimo.
—Bien, tu primero entonces...
—¡No! Los dos a la cuenta de tres —asentí, dejando que él mandara en esto—. ONU. Dos... Tres.
«Estar toda mi vida contigo, Deidara»
Las dos cayeron un poco lejos, Deidara ni me dejó procesar el deseo que pedí porque ya estaba abrazándome.
—¿Quieres saber qué pedí? —preguntó abrazándome, besando un poco mi cuello cosquilludo.
—Si quieres, aunque los deseos siempre son... —interrumpió.
—Pedí que nuestras huellas sigan hasta que el mundo se acabe —susurró avergonzado, subiendo su mirada a la mía.
—Nuestras huellas jamás desaparecerán —miré nuestras huellas en la arena que casi desaparecen por las olas—. Aunque se las lleve el mar.
Sus manos sostuvieron mi cintura y yo tomé sus hombros, sus hermosos ojos azules me veían como si yo fuera una de las obras de Miguel Angel. Adora sus obras y la forma en que lo ve es la misma en la que me ve a mí.
Y tal vez soy un poco egocentrista, pero quiero que esa azulada mirada solo vea la mía y que al mismo tiempo recorra mi cuerpo y mi alma entera.
Lo amo como nadie tiene idea y soy tan suyo como nadie puede creer.
—Te amaré aún cuando no podamos hacer huellas para seguir nuestro camino.
—¿Qué quieres decir? —pregunté.
—Hasta que seamos viejitos idiota, hm —Se sonrojó mientras desvía su mirada, amo ponerlo de esa forma, aunque no lo acepte.
Solté una risilla por su reacción y él se molestó, comenzó a correr hacia el mar que tiene un hermoso brillo entre amarillo y naranja por el sol que cae hacia el de forma lenta.
Esperó a qué yo me metiera al mar por mi propia cuenta, pero en un descuido sentí como me jaló hacia él y se dejó caer al agua.
Todavía me pregunto como tengo tanta paciencia.
Me quedé arrodillado en el agua mientras mis rodillas se hunden en la arena, Deidara comenzó a tirarme agua, yo fingí que me tiró en el ojo.
—Cariño, p-perdón —Se acercó a mí mientras yo fingía dolor, sin embargo no pensó que tenía arena entre mis manos.
Le tiré la arena a mí rubio y este cayó al agua dramatizando todo el asunto.
Reí, Deidara es él único que puede sacarme una sonrisa de verdad.
—Idiota... Te amo.
Escuchar esa palabra por parte de él me hizo poner los pelos de punta, Deidara me encanta.
—Yo te amo más, mi Dei.
Esta vez soy yo quien busca protección en sus brazos, solo él saca ese lado de mí que ni yo mismo sabía que tenía, gracias a él me doy cuenta que puedo ser alguien mejor, que doy una parte de mí a alguien que en serio vale la pena.