Kintsukuroi - Encuentro

Naruto
Gen
G
Kintsukuroi - Encuentro
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Summary
El punto en el cual la vida de Uzumaki Naruto cambia por completo.[ —¿Fue buena idea, Sandaime-sama? ¿Decirle a Naruto que hay un Uzumaki en el pueblo  que quiere conocerlo? —Tenía que saberlo. Lo cierto es que no se sabe cómo podría reaccionar en un encuentro así, Kakashi. Naruto es un niño y también es el Jinchūriki del kyūbi. Pero... Necesita a alguien de su lado. Alguien que esté de su lado incodicionalmente...Y por eso tiene que estar preparado para encontrarse con… Con él. El niño ya ignora demasiadas cosas, podemos darle una esperanza. Al menos ahora… al menos ahora está añorando algo.]
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Anexo

—Lo estás haciendo de nuevo, Sensei.

No reaccionó de inmediato, ni se dio el lujo de sobresaltarse. 

Se obligó a sí mismo a detenerse en su sitio. Estaba a unos pasos de la mesa donde su alumno se había instalado, así que decidió que debería sentarse y tratar de leer un poco. Pensar en otra cosa. Algo. Lo que sea. No era como si no tuviera otra cosa en la que pensar, después de todo. Su vida era básicamente una hoja en blanco, llena de huecos y espacios para completar. 

¿Cómo se presentaría ante Naruto? ¿Qué historia le daría? ¿Que era un viajero buscando algo que seguir? Eso no era una mentira. Pero… 

¿Qué más podía ofrecerle…? ¿Qué más podría darle a Naruto?

No había pensado en Naruto más que en breves y ocasionales momentos. No sabía, aún, como pensar en ese niño. Había evitado los detalles—Sandaime había querido hablar sobre Naruto pero se había negado rotundamente. Él quería saber la verdad, quería saber de Naruto de la boca de Naruto. Una década como ninja lo había educado para sospechar de motivos ocultos y tretas. Y quizá en una época habría seguido ciegamente a Hiruzen Sarutobi —el impulso estaba allí, pulsando bajo su reticencia—, pero ese no era su Hokage, no aún, tal vez no nunca, y Minato no podía darse el lujo de bajar la guardia tan pronto. Quizá algún día podría ser igual de leal a ese Hokage. Su lealtad a Konoha—a su aldea— era mucho más difícil de romper. 

Hatake —Minato aún no tenía idea de cómo pensar en él, de cómo referirse a él en los confines de su mente— permanecía indiferente a sus movimientos nerviosos, sentado en una esquina con un libro en sus manos pero su Kakashi —no, Karasu— lo estaba mirando con una exasperación poco común. Entendible, desde luego, pero poco común.

—Lo siento —se disculpó. 

Su alumno se encogió de hombros, sin cambiar su expresión. —Sólo creo que no deberías pensar tanto en ello, ya decidió que quería conocerte, ¿no? Hagas lo que hagas, le vas a gustar.

Kakashi no estaba tan ansioso como él por conocer a Naruto, lo que lo dejaba estar mucho más tranquilo. Tampoco parecía entusiasmado en la idea de un niño más sumándose a su esquema… pero Minato estaba seguro que le haría bien. Naruto ya estaba en la Academia Ninja y podría ser una buena preparación para su entrada en el próximo abril. También estarían en el mismo año, si las cosas salían del modo esperado. Kakashi era un estudiante excepcional.

La certeza debería ser reconfortante —después de todo, su alumno no se caracterizaba por dar palabras de aliento ni tampoco por esconder la amargura detrás de palabras bonitas. Si de algo podía estar seguro, era de su brutal honestidad. Estaba siendo franco, en ese momento. 

Él no estaba tan seguro de ello. Kushina siempre se lo había dicho. Nunca daba las mejores impresiones, al principio. La gente lo miraba y rara vez encontraba algo interesante en su persona a primera vista. Llamaba la atención su color de cabello —el pelo rubio no era común en la gente de Konoha y por ello había tenido que atenuarlo un poco ahora que estaba adhiriendo a una nueva identidad— y el de sus ojos, pero él era…

Bueno, él era un shinobi talentoso, pero eso le serviría, ¿cómo? Naruto conocía a muchos otros shinobis, estaba yendo a la Academia para ser uno. 

Namikaze Minato ya no era-

Suspiró.

—¿No puedes adelantar la reunión? —le preguntó Kakashi a Hatake con seriedad. Seriedad y un toque de exasperación—. Mina- Sensei va a enloquecer si se queda aquí otro minuto. 

—Tienes que trabajar en esos deslices —dijo Hatake, con ligereza. El contraste entre ellos no dejaba de ser hilarante—. Ustedes están muy acostumbrados a llamarse por sus nombres. Que él te llame Kakashi no es tan grave. Eres un mini-yo… Pero no es la misma historia con su nombre. Ya es bastante que le llames Sensei. 

Hatake Karasu. Y Uzumaki Mamoru.

Esos eran los nombres que habían adoptado como propios. Llevaban unos días usándolos activamente —después de la reunión con Sandaime, después de haber elegido definitivamente el nombre de ambos— pero eran… nuevos. Extraños. 

Vacíos de sentido.

Había riesgo en seguir llamándose Minato y Kakashi en privado, pero él realmente había subestimado lo difícil que sería adherirse a la nueva identidad. Nunca le había costado adaptarse a las nomenclaturas, pero Mamorurepresentaba una realidad incierta y una perpetuidad incómoda. 

—No voy a dejar de llamarlo Sensei —espetó. Minato sintió una ola de orgullo por la ferocidad escondida en la defensa, pero mordió la sonrisa lejos de la mirada de su alumno. Kakashi quizá estaba defendiendo la decisión con ahínco porque el otro lo había sugerido, pero él no se aferraba a cosas que no creyera. Era muy selectivo en sus creencias. 

Hatake hizo un gesto con la mano, restando importancia. —Maa. No he dicho que lo hagas. Me alegra que hayas tenido la idea de que haya sido tu tutor, es una buena explicación, hijo mío. 

Karasu —tenía que acostumbrarse a usar ese nombre, a pensar a su alumno con ese nombre— puso los ojos en blanco, pero podía reconocer que, debajo de esa fachada, algo había asomado.

No estaba mejorando esa relación. Tampoco es que hubiese algo que mejorar, porque ninguno de los dos estaba extendiendo la mano hacia el otro. Su Kakashi. Karasu — Karasu, Karasu — estaba acostumbrado a vivir por su cuenta, a hacerse cargo de sí mismo. Había vivido solo desde la muerte de su padre. Y él— Mamoru, Mamoru, Mamo… — había sido una figura fraternal más que paterna, siempre encasillado en un papel. Su rol lo dejaba lejos del margen familiar y si bien él no dudaba que su alumno le tenía aprecio —que siemprele había tenido aprecio—, eso no se comparaba con las condiciones que se le imponían en ese momento. Ya no estaba viviendo solo, ni siquiera era que estaba viviendo únicamente con su Sensei, algo a lo que había tenido que acostumbrarse en el último mes y medio, ahora estaba viviendo… con su futuro. Un posible futuro. Con alguien que era, a la vez, asombrosamente diferente y desconcertantemente similar. 

Y Hatake era… un enigma. En todo sentido. Tenía misiones con relativa frecuencia, por lo que la mayor parte del tiempo los dejaba solos, pero Minato había notado que sus salidas habían empezado a tener distancia una de otra.

Pronto tendrían que balancear esa relación lo suficiente para poder estar en Konohagakure, juntos. No sabía qué tanto habían cambiado las leyes de la aldea pero… Un Hatake, un niño recién aparecido, llamaría la atención de la gente. 

Aunque entendía la incomodidad subyacente que purgaba en todas las conversaciones entre ellos, también sabía que no avanzarían mucho por su cuenta. Si Karasu estaba empeñado en desconocer al nuevo integrante de su grupo, Hatake estaba muy ocupado en sus misiones para prestarles atención. En general. 

No podía descartar, además, que ellos fuesen una misión para él.

¿Qué ganaba, sino, con ellos viviendo en su casa? 

La idea era más incómoda de lo que le gustaría. No era imposible porque los principios básicos allí estaban: Mamoru y Karasu, esas identidades que habían elegido, eran ahora incógnitas en la ecuación. Para ellos, para Hatake, para el Hokage…

—La reunión será a primera hora de la mañana. Adelantarla sería ir a molestar.

Karasu bufó. —Sensei no puede dormir, así que no creo que éltampoco pueda hacerlo.

—¿Y por qué no vas a dormir? Así no te molestaría que tu Sensei estuviera nervioso o la hora de la reunión. 

Karasu arrugó el ceño y le lanzó una mirada furibunda al mayor. 

Suspiró. —No —le dijo a sus acompañantes, alzando la mano para captar la atención de ambos—. Creo que yoiré a dar una vuelta.

Por primera vez, durante la conversación, el menor se mostró incómodo. —Sensei-

—Está bien, Shiroi. —Le sonrió. Hatake levantó la cabeza de su libro nuevamente ante el repentino apodo pero Minato lo ignoró. Su alumno puso los ojos en blanco, pero Minato supo que había tenido efecto—. Sigue trabajando. 

Le vendría bien tomar un poco de aire. 

La casa de los Hatake no se sentía tan familiar para él como le gustaría, pero estaba aprendiendo a apreciar el largo patio que se extendía en la parte posterior. No era demasiado grande para dar una caminata extensa, pero podría estirar las piernas un poco.

Karasu había sido el nombre elegido por encima de los demás, pero Minato le había dicho a su Kakashi que quería un apodo para él. Se había resistido al principio —por supuesto que se había resistido—, pero cuando finalmente quedó asentada la decisión y sus nombres documentados, Minato había sentido el impulso de reclamar algo de la identidad perdida. El vínculo entre Namikaze Minato y Hatake Kakashi quedaba congelado en su título, pero Minato había decidido en un abrupto impulso, que él le daría a Karasu un apodo. 

Shiroi. Blanco.

Al principio su estudiante se había vacilado ante la propuesta —comprensible, porque “Shiroi” era, después de todo, parte del apodo que solía llevar Sakumo—, pero Minato no se sorprendió cuando él aceptó la idea con un encogimiento de hombros. 

La relación de Kakashi con la memoria de su padre era complicada, por decir lo menos, pero estaba llena de ambivalencia y Minato estaba seguro que el silencio y el resentimiento no estaban ayudándole. Shiroi, además, era algo que iba bien con los Hatake. El chakra de todos ellos era color blanco.

Inhaló, profundo. Y exhaló. La noche estaba despejada, la luna completamente llena.

Y él estaba solo. Podría, en ese preciso momento, ir a ver a Naruto.

No necesitaba la ayuda del Hokage para encontrar su ubicación. El aura de Naruto era lo suficientemente similar a Kushina, lo suficientemente familiar, para que pudiera encontrarlo con los ojos cerrados. 

Pero eso solo serviría para que Sandaime le prestara más atención.

Si quería más libertad… si quería libertad alguna, de hecho, tenía que actuar sin llamar la atención. Sin llamar la atención de Sarutobi Hiruzen… ni de la versión adulta de Hatake Kakashi.

Miró por encima de su hombro. —¿Tratando de asaltarme?

—Siempre recuerdo lo buen sensor que eres —dijo Hatake, desde la entrada de la casa. La silueta se volvió más y más clara a medida que salía a la luz de la luna—. Solo tenía que asegurarme que-

—¿Que no hubiese ido a buscar a Naruto?

—Que no estabas a punto de vomitar —contradijo, sardónico. Ladeó la cabeza y estudió a Minato con su único ojo visible. En cualquier otra persona, diría que había genuina inquietud en su mirada—. Minato-sensei siempre parecía-

Algo tronó en el espacio entre ellos. En lo más profundo de su ser, Minato nunca iba a dejar de ser Minato. Y Kakashi no podía dejar de ser Kakashi… Pero, más allá de eso, ellos eran completamente diferentes, vivían en mundos diferentes. Había historias que no hacían eco en sus pensamientos, palabras nunca dichas, pasados no compartidos… Y memorias que igual sí compartían también. 

Minato se rio en voz baja. —No creo que esto deje de ser raro alguna vez.

Había algo de su padre en la forma en la que Hatake se movía, con la postura relajada que Minato siempre había admirado en Sakumo. —No lo sé, creo que empiezo a acostumbrarme.

Mentiroso, pensó Minato. Sacudió la cabeza, una sonrisa triste en la esquina de su boca. Tú me miras como si yo fuera un fantasma. 

Aunque, de alguna manera, Minato era un fantasma.

—No puedo decirte cosas sobre Naruto —dijo Hatake, con un tono contrito—. No lo he tratado mucho.

—No te pediría que me hablaras de él —replicó—. Como le dije a Sandaime, quiero conocer a Naruto por mi cuenta... Él ya me contará las cosas que quiera contarme y- supongo que espero lo mismo contigo. 

—¿Que te cuente las cosas que yo quiera contarte?

Minato se rio ante la sequedad de la pregunta. —No. —Si en algo conocía a Kakashi, era improbable que llegase alguna vez a contarle sobre sus cosas. Su Kakashi tenía dificultades para hablar con él, aún. Y él confiaba en Minato—. Conocerte... conocer a la persona que eres ahora.

Hatake escondió las manos en sus bolsillos, alejando la mirada para centrarse en el cielo, en la luna, en algún punto en el firmamento. Minato no podía estar seguro. 

—Pronto seremos cuatro viviendo en este lugar —comentó. Su vida, de repente, le daba un poco de vértigo—. ¿Estás seguro que no habrá problema?

Hatake no contestó de inmediato y, cuando lo hizo, lo sorprendió con una risa floja. —Naruto, el niño más caótico de Konoha. Mi mini-yo, el niño más inaccesible en la tierra. Y tú y yo, sin experiencia alguna criando niños… ¿Y todos juntos viviendo en una misma casa?

Bien, dicho así- —Habrá mucho problemas.

—Eso no empieza a describir las posibilidades, Sensei... Mamoru-san.

Minato contuvo otra sonrisa. —Eso no es a lo que me refería-

—Por supuesto que no.

—¿Y...?

—Estoy seguro que es la mejor decisión de todas —contestó Hatake, encogiéndose de hombros—. Este lugar es seguro, por eso sugerí que vinieran a vivir a esta casa. Naruto necesita seguridad, por ser quien es... Y ya que voy a ser el padre de mi mini-yo dentro de la aldea, bueno no tiene caso no hacerlo lo más real posible… Y no podría separarlo de ti, aunque quisiera.

Minato le dio una mirada, sólo podía ver el perfil de su acompañante. —Tampoco te dejaría hacerlo. Con ninguno de los dos.

—No, supongo que no —susurró—. Sandaime dijo que esas eran tus únicas condiciones, para aceptar no participar activamente en Konoha por ahora. Mini-yo…, Karasu , y Naruto.

Todavía no conocía a Naruto, no realmente, no era más que una imagen posible de fantasía y una existencia llena de reminiscencias dolorosas, pero eso era lo menos importante. Ese niño, solo, víctima de un destino injusto, necesitaba a alguien de su lado. Y Kakashi, su Kakashi, bueno, Minato no quería fallarle más.

—... Deberías dormir un poco. Tendrás un día agitado mañana.

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