
Encuentro
Era sábado.
Naruto solía despertarse con la luz del sol que se filtraba por su ventana pero esa noche no había podido dormir demasiado. El cansancio de los días previos lo había empezado a cerrar los ojos en un intento por conciliar el sueño, pero Naruto había abierto los ojos a mitad de la noche de todos modos. Lleno de preguntas y dudas, y algo mucho más doloroso que eso. Había llegado a pensar que quizá no había sido tan buena idea decir que sí, que quizá debería haber dicho que no estaba interesado en ningún otro Uzumaki.
Hokage-jiji habría sabido que mentía, pero eso no le preocupaba. Estaba acostumbrado a que lo tildaran de mentiroso —mentiroso, alborotador, molesto y tantas cosas más—, pero él sabía que se iba a arrepentir. Sabía que, con cualquiera de las dos cosas, se iba a arrepentir. Uzumaki Mamoru podría ser igual que el resto de los aldeanos, que el resto de los shinobis, y mirar a Naruto como todos lo miraban. Podría mirarlo a la cara y descubrir lo mismo que los demás, ver lo mismo que los demás…
Naruto sacudió la cabeza violentamente. Caminó hacia la alacena y abrió la puerta.
Debía desayunar algo, pero su estómago estaba hecho un lío.
No podía siquiera comer ramen.
Odiaba no poder comer ramen.
Tal vez había sido mala idea decirle a Hokage-jiji que hicieran la reunión en Ichiraku.
El Hokage le había dicho que él podía elegir el lugar de encuentro, pero que tenía que ser un lugar donde se sintiera cómodo. Y no había otro lugar en la aldea en el que Naruto se sintiera tan cómodo como en la tienda de ramen. Había otros lugares posibles, como la oficina del Hokage —Naruto había estado allí lo suficiente como para ser familiar con él gracias a las constantes quejas del viejo—, pero Naruto se sentía cómodo con la presencia de Teuchi-jiji y Ayame-nee. Ellos harían que fuese más fácil si… si Mamoru, al final, decidía que no quería saber más de-
Tragó saliva. Definitivamente no iba a tomar el desayuno.
No le iba a sentar bien.
Cerró la alacena y le lanzó una mirada al reloj que estaba en una esquina. El Hokage había arreglado el encuentro para que fuera apenas abriera la tienda de Ichiraku.
Todavía faltaba un poco para la hora de la reunión —los minutos parecían pasar más lento de lo habitual aunque, posiblemente, eso era porque llevaba mucho tiempo despierto.
¿Quizá debería haberle pedido a alguien que lo acompañase?
Bueno, no iba a estar solo. El Hokage y Teuchi-jiji iban a estar allí, pero ellos no eran… Ni siquiera Ayame-ne podría…
¿Debería haberle pedido a Iruka-sensei que lo acompañase?
A Iruka-sensei le gustaba Ichiraku. Más de una vez los dos se habían encontrado en la tienda, sin acordarlo previamente, e Iruka había compartido un plato con él. No era la gran cosa, en el gran esquema, pero Naruto había visto una imagen de su maestro más relajada de lo que jamás había visto en la Academia y algo más suave en su mirada, también. Algo que tampoco podía ver siempre en su Academia. Iruka-sensei no era como los otros. Él no miraba a Naruto con esa mirada.
Pero... lo miraba como si le tuviera miedo.
Iruka-sensei siempre lo miraba dos veces, casi como si quisiera deshacerse de lo que sea que estuviera en su mente, pero no podía hacerlo de ningún modo.
Lo intentaba, al menos.
Naruto le tenía que conceder eso.
No muchos intentaban.
Pedirle a Iruka-sensei que lo acompañase quizá habría sido una buena idea, pero Naruto no estaba seguro de dónde vivía su maestro —era en algún lugar cerca de la Academia, la mayoría de los maestros que trabajaban allí tenían departamentos en los alrededores—, pero no tenía la dirección exacta y buscarlo por su cuenta sería una pérdida de tiempo.
Quizá podría haberle pedido a Sasuke que-
—¿Sasuke? —murmuró, para sí mismo. No era una idea divertida, pero casi lo hizo sonreír—. Pff.
Como si quisiera darle a Sasuke munición para tener en su contra.
Se movió por la casa, tratando de deshacerse de la mayoría del alboroto que había en la casa. No había limpiado en la semana y ya había empezado a juntarse cosas en el suelo. La ropa fuera de lugar…
Debería ordenar un poco.
No le gustaba ordenar. No era el peor de los quehaceres de la casa —ese era cocinar, sin duda alguna—, pero él realmente no veía el propósito. Él sabía dónde encontrar sus cosas.
La mayoría del tiempo, al menos.
Su tarea favorita era regar sus plantas. No tenía muchas, solo un puñado de macetas en la ventana y en el pequeño balcón que daba al exterior. Pero todas se veían bien.
—Te ves mucho mejor, Akio-kun —comentó, tocando una de las hojas de la planta que había en el rincón más alejado de la ventana—. Quizá la próxima primavera si puedas florecer como las demás-
Naruto no sabía cuál era su especie ni tampoco era muy bueno identificándolas —por eso solía ponerles nombres— ni tampoco estaba seguro de qué tono serían sus flores, pero la planta se veía saludable. Más animada de lo que había estado cuando la trajo a su casa. Había tenido que cambiarla de lugar varias veces porque le gustaba mucho el sol y se entristecía rápidamente cuando estaba a la sombra. Tal vez, por fin, había encontrado su lugar.
Quizá podría llevar a Akio-kun como presente para Mamoru.
Sería mejor que ir solo.
Sasuke habría estado bien, de cualquier modo. Si había alguien en Konoha de quien Naruto se sentía verdaderamente, completamente, absolutamente seguro… era de Uchiha Sasuke. Sasuke era… no transparente, pero sí honesto. Él odiaba a Naruto, por supuesto. Pero él no lo miraba, en absoluto, como todos los demás.
El resto de sus compañeros actuaban igual que sus padres, no con malicia ni tampoco le tenían miedo... Ellos simplemente lo encontraban molesto e irritante —algo que Kiba siempre se encargaba de resaltar—, pero Sasuke-
Sasuke lo odiaba de la misma forma que Naruto lo odiaba. No había nada de indiferencia en ese sentimiento… pero, bueno, Sasuke se había acercado. Para preguntarle si estaba bien.
Nadie se acercaba para preguntar.
Por eso habían tenido que alejarse de…
Si se hubiera quedado… Naruto habría tenido que explicarle las cosas. Hablar con él.
Teme.
No importaba, era tarde para buscar a Sasuke, de cualquier manera. ¿Y qué iba a decirle?
«¡Tienes que venir a Ichiraku conmigo a las para la hora del desayuno, ttebayo!»
Si iba a buscar a Sasuke, además, él iba a llegar tarde.
El pensamiento hizo que se congelase en su sitio, frente a la ventana.
Miró el reloj.
Era casi la hora.
Naruto no vivía lejos de la tienda, así que solo le bastaba apurarse un poco para llegar a tiempo.
Pero él no quería llegar a tiempo. No quería llegar tarde, tampoco.
Debería haber salido antes.
Los pies de Naruto se frenaron en seco delante de la tienda de Ichiraku casi como si raíces invisibles hubieran brotado violentamente desde el suelo y se hubieran enredado alrededor de sus piernas para evitar el movimiento.
Sabía que había alguien adentro —podía ver claramente que alguien estaba sentado cerca del mostrador y escuchaba las voces de Teuchi-jiji y Ayame-nee en sus saludos de cortesía habituales—, pero… podría no ser él. Quizá era Iruka-sensei o alguno de los ninjas de la aldea. La mayoría de ellos disfrutaban reunirse para comer allí.
Pero algo dentro de Naruto estaba muy seguro que no era cualquier shinobi.
Era la hora de la verdad, ¿no? Era lo que había esperado, todo lo que había deseado desde que le dijeron que había un Uzumaki que quería- no, era algo que Naruto había anhelado aún antes que eso. Mucho, mucho, mucho antes que eso.
Si se acercaba ahora, Ayame-nee le llamaría la atención, y eso no era lo que quería. Necesitaba… Quería…
No era un cobarde.
«No me decepciones, por favor, no me decepciones, por favor, por favor…»
Se aferró a la maceta de Akio-kun mientras caminaba lentamente hacia la tienda, si no hacía mucho ruido, quizá, podía ver qué pasaba sin que lo vieran. Él era bueno en el sigilo cuando quería. Cuando lo necesitaba. Él era bueno en-
—Aquí tienes—Ayame-nee estaba diciendo con la alegría de siempre, su tono fuerte y claro—. ¡Que lo disfrutes!
El hombre que estaba en la tienda tenía el cabello rubio —como Naruto—, pero en un tono más apagado que él. No podía ver su rostro desde su lugar.
—Muchas gracias.
Naruto se inclinó hacia adelante, sin poder contenerse. La voz era… agradable. Cálida, ligera.
—No te había visto antes —observó Ayame—. No eres de por aquí.
—Podrías decir eso —dijo, el mismo tono ligero y dulce que antes—. Aunque estuve en el festival de octubre, vi que tenían muchos clientes.
—Somos la mejor tienda de ramen de la aldea.
Desde su escondite, asomándose en la esquina de la tienda, solo podía ver que Ayame-nee y Teuchi-jiji sonreían con orgullo. La risa del desconocido —casi melodiosa— hizo que Naruto se relajara contra su voluntad, aflojando el agarre de Akio-kun.
Todavía no lo habían notado, ninguno de los tres.
—Eso me han dicho. —Naruto podía imaginar una sonrisa acompañando el tono, los vestigios de su risa todavía en el ambiente—. Estoy esperando a alguien-
El corazón de Naruto dio un brinco. «Por favor…»
—Oh, Naruto. —Ayame-nee hizo una ola con su mano—. ¿Qué haces ahí? ¡Ven! Ya tenemos un plato esperando-
Naruto no pudo responderle porque, para ese momento, el cliente de Ichiraku se volvió para mirar en su dirección. Naruto alcanzó a ver algo en su expresión —algo muy parecido a lo sorpresa—, antes de que su mirada se suavizara del todo. Había algo terriblemente familiar en él. En la forma de su cara, en sus rasgos, en su peinado… En la forma de sus ojos. Tenía ojos azules. Muy azules. Igual que Naruto.
Por un largo momento, nadie dijo nada.
—Por fin te decidiste, ¿Eh? —preguntó el desconocido, Mamoru , con una pequeña sonrisa cuando el silencio tomó espacio en el pequeño restaurante. Naruto exhaló—. Llevas un buen rato ahí. Creí que ibas a arrepentirte.
Naruto no se ruborizó, no se ruborizó en lo absoluto. Entornó los ojos. —Tú sabías-
El hombre inclinó la cabeza hacia un lado. —¿... que estabas allí? Sí, lo siento. No quería asustarte.
Naruto quería decirle que no tenia miedo, que no era cobarde, que él…
Apretó los dedos alrededor de Akio-kun.
¿Qué haría Sasuke en esa situación?
Sasuke actuaría… cool.
Podía hacer eso.
Podía hacer eso.
—¿Conoces a Mamoru-san, Naruto? —preguntó Ayame, con las cejas levantadas. Casi se había olvidado de que Ayame-nee y Teuchi-jiji estaban en el lugar con ellos.
—No —respondió de inmediato, pero no consiguió apartar la mirada de su cara—, pero jiji dijo que él es- que es mi… Un Uzumaki.
—Sí —dijo Mamoru, tampoco había alejado la mirada de Naruto. Sorprendentemente. No podía leer su expresión—. Sandaime me dijo que eres uno de los últimos del clan en Konoha.
—¿Somos…? —Naruto sintió que las palabras se quedaban en su garganta—. ¿Había un clan Uzumaki?
Algo oscuro destelló en los ojos de Mamoru, pero Naruto no se sintió asustado por ello. Parecía que algo en la pregunta lo había molestado, pero no lo suficiente. Quizá era algo doloroso para él. Quizá no debería haber preguntado...
—¿Por qué no te acercas y comes conmigo? —le dijo entonces, palmeando el asiento vacío que estaba a su derecha—. Es una larga historia.
—Me gusta el miso ramen.
—Es bueno saberlo —replicó, su sonrisa se hizo más grande y Naruto se sintió tentado a corresponder—. Vamos, yo invito.