
Esperanza
Naruto corrió.
Esa no había sido su idea inicial.
Quería alejarse de Sasuke —de la mirada atenta de Sasuke, de la preocupación que había visto en el fondo de sus ojos, de la pregunta que había quedado en el aire—, quería alejarse de la duda de Iruka-sensei, la casi simpatía que había visto en sus ojos, el gesto que casi lo obligó a dejar su corazón en sus manos.
Naruto necesitaba-
Naruto deseaba. Más que nada, en toda su vida, Naruto deseaba cambiar las cosas.
Quería- él quería conocer a esa persona, a ese Uzumaki que había llegado a la aldea. Quería conocer su historia —quería preguntarle si él lo había conocido antes, si él también estaba solo, si él también había estado solo mucho, mucho tiempo—, quería dejar de sentirse solo.
Naruto corrió.
Ignoró las miradas de la gente que lo veía pasar, ignoró las voces que lo llamaban (¿qué has hecho esta vez, Naruto?) y las acusaciones (¡seguro que ha hecho una de las suyas!) y todas aquellas conversaciones que se perdían en la cacofonía de la aldea en la que vivía.
Ignoró a las personas que estaban en los pasillos de la torre del Hokage, esquivó a algunos de ellos mientras se adelantaba.
—Déjenlo pasar —dijo una voz, pero Naruto también ignoró la explicación que siguió a esas palabras susurradas.
Naruto corrió, hasta que estuvo frente al escritorio de Sandaime.
—¿Naruto?
—Sí —dijo, simplemente—. Sí.
Sandaime lo miró fijamente, casi como si tuviera miedo que Naruto fuese a explotar. Él no podía decir nada. Su corazón palpitaba tan fuerte —por la carrera, por la emoción, por la incertidumbre— que no estaba seguro que iba a resistirlo él tampoco.
—Quiero conocerlo —dijo, sin aliento. Naruto vio que los ojos del anciano se abrían ligeramente y luego todo su rostro se suavizaba. No sintió calidez por ese cambio —su pecho se apretó frente a la expectativa, frente a la incertidumbre, frente a la posibilidad—. Quiero conocerlo- quiero… a esa persona, al Uzumaki del que me habló. Ya no quiero–
Ya no quería-
Ya no quería estar solo.
Ya no iba a estar solo.