
ÚLTIMO ENCUENTRO
En la mañana, apenas pudo actuar normal ante el ojo crítico de Jiraiya. Los recuerdos de la noche estaban aún muy presentes en su cabeza. Cada vez que miraba a su lado, en donde estaba sentado Shisui, no podía evitar pensar en lo que ambos hicieron.
Miró de vez en cuando en dirección de Jiraiya, quien, con su rostro arrugado, juzgaba al pentagrama. Estaba absorto en los trazos y en la forma tan peculiar de unir los sellos. Cuando él había llegado a la misma hora que todos los demás días, tuvieron cerca de un minuto para cambiarse. Siguió rezando para que Jiraiya no sospechara nada, pero la concentración del pervertido estaba fija en el Hiraishin. Sus dedos rozaban el papel entintado, como si con tocarlo pudiera saber o hablar con el sello. Jiraiya hizo eso muchas veces más por los siguientes veinte minutos. Cuando se cansó de ello, se levantó del sofá y caminó en círculos por la habitación.
—Estoy sorprendido, chicos —murmuró, su tono apagado pero franco—. Estoy muy sorprendido. Se ve bien, el sello se ve muy bien. Puedo imaginar que todo esto tiene una razón de ser, ¿verdad? Así que cuéntenme lo que pasó.
—Yo tuve un sueño, o una visión —respondió de inmediato Naruto. Jiraiya le prestaba toda su atención ahora—. Alguien o algo me enseñó esta rara forma. Dijo que era el símbolo de las cinco dimensiones. Que, con ellas, podría moverme entre el tiempo. ¡Incluso lo probé! El sello funciona.
—Espera un momento —gruñó Jiraiya—. ¿Lo probaste? ¡Eso es demasiado peligroso, Naruto! ¡Pudiste haber muerto en un segundo!
—¡Pero no lo hice! —Se defendió.
Jiraiya cerró los ojos y respiró hondo un par de veces. Cuando se tranquilizó, los volvió a mirar. Su aspecto era más bajo que antes. Las ojeras y arrugas de su rostro se acentuaron más. Lucía más delgado y estaba muy estresado. ¿Quién sabe por qué cosas pasó? La realidad era que Naruto no entendió que Jiraiya tenía un nuevo problema creciendo a lo lejos de la aldea. Algo que llamó mucho su atención y que podía poner en peligro la paz débil de las naciones.
—De acuerdo. El sello funciona. Eso es bueno —hizo una pausa mientras volvía a sentarse en el sofá—. Solo nos queda la energía que vas a tener que usar. ¿Alguna idea?
—En lo único que puedo pensar es en el Kyubi —respondió Shisui.
—¿Sigues sin tener su chacra, Naruto? —le preguntó Jiraiya.
—Ha crecido un poco, pero solo está de mi tamaño. El zorro es enorme, supongo que debe tener un cinco por ciento de su poder total —respondió Naruto, luego hizo una pausa—. Pero tal vez podamos encontrar otra forma de energía. Aún nos queda atrapar al Tipo Sombra, él debe saber algo que nosotros no.
Jiraiya sonrió por un segundo.
—Podría ser, pero siguen sin encontrarle la pista. ¡Quién sabe en dónde se oculte! —exclamó Jiraiya—. Bueno, hace un poco de hambre. Iré a comer algo al mercado. También iré con el Tercero para saber qué ideas puede tener él sobre este asunto.
—Está bien —dijo Naruto.
Cuando estuvieron solos, Naruto solo le sonrió y comenzó a explorar un poco sobre cómo conseguir el suficiente chacra para el sello. Decidió visitar a Kurama en su espacio mental. Cerró los ojos y se concentró en explorar su mente, los caminos confusos entre sus ideas y su inconsciente. Después de un minuto estuvo allí. El lugar seguía estando muy oscuro. Lo que antes había sido una red de tuberías, ahora solo era una gran habitación de acero con trazos tan extraños y confusos. Al fondo estaban dos puertas hechas de tubos de acero, ambas abiertas de par en par. Era demasiado lugar para Kurama, quien seguía estando chiquito.
Solo escuchó sus pasos chapoteando sobre el agua. Hasta el fondo estaba Kurama, acurrucado en sí mismo. Estaba bien dormido, solo moviendo un poco sus orejas.
—Ahora ¿qué quieres? —gruñó Kurama mientras abría de poco en poco sus ojos.
—Buenos días —refunfuñó Naruto—, solo quería pasar a visitarte.
—Haré como que te creo —respondió él—. Si vienes a saber si vas a quedarte embarazada después de lo que hicieron tú y el bastardo Uchiha, mi respuesta es no. Supongo que la suerte está de tu lado esta vez.
Se sonrojó. Ni siquiera había tenido la idea de haber quedado embarazada después de lo que hizo con Shisui anoche. Se regañó por eso. Ese enojo fue dirigido a Kurama poco después.
—¡¿Me estabas espiando?!
—Por supuesto que no. ¡Qué asco! —escupió Kurama—. Pero las emociones son fuertes aquí, y el sexo tiende a oírse por todo este maldito lugar. Eres más ruidosa que tu madre. Y créeme, ella era…
—¡DEJA DE HABLAR DE ESO!
Kurama rió por el grito que dio, pero no le importó. No quiso saber sobre eso de su madre. Se acercó a Kurama y lo agarró de las orejas. Él gruñó y comenzó a retorcerse, y no lo soltó hasta que Kurama la empezó a morder.
—Ahora, quiero hablar sobre dónde se puede conseguir el chacra para activar el sello —dijo Naruto después de que Kurama la dejara de morder. Sus dientes quedaron marcados por unos segundos en su antebrazo.
—No sé. No tengo mi chacra al cien, y mi otra mitad de este mundo no puede tener contacto con el mundo. Lo único que podríamos hacer sería traer a tu pequeña yo para hacer un enlace entre ambos. Pero puede ser peligroso, tanto para ti como para ella.
—¿No hay otra manera? —preguntó.
—Sí la hay, no la conozco. Ni siquiera sabemos muy bien cómo es que llegamos aquí en primer lugar —hizo una pausa mientras volvía a acurrucarse—. Deberías seguir el plan de ese Uchiha, vayan a por el Tipo Sombra para obtener alguna respuesta. Pero será muy difícil de hallarlo. Durante todos estos días ni siquiera lo hemos visto, ¿o sí?
—¿Qué quieres decir? —cuestionó Naruto, viendo a los ojos rojos de Kurama.
—Lo que has notado cada vez que vas al mercado o a la aldea. Hay alguien que te espía, pero no sabemos quién. El único contacto que tuviste con ese tipo fue en ese local de ramen. Pero ¿y si no fuera así? Tal vez siempre estuvo allí y nunca nos dimos cuenta. Pudo haber usado un…
—Genjutsu —completó Naruto en un susurro—. Puede que tengas la razón, pero ¿cómo atraparlo? Si usó un Genjutsu en su apariencia, ni siquiera sabemos cómo luce en realidad, ni como luce en este momento.
—Solo hay que usar nuestro instinto. Durante estos días lo has estado ignorando, pero no más. ¡Vas a ir al mercado y lo vas a atrapar!
Ese era el plan: atraparlo e interrogarlo para saber cómo llegó aquí y qué energía usó para llegar aquí. Esperaba que la respuesta a lo último no fuera Kurama, pero la probabilidad era baja.
Se despidió de Kurama (él solo gruñó y volvió a dormir) y salió de su espacio mental. Afuera no había pasado más de dos segundos, eso era algo que le encantaba de su espacio mental, el tiempo se movía de forma diferente. Era como, por así decirlo, la relatividad. Shisui miraba al frente, muy concentrado en sus pensamientos. Por su parte, se levantó del sofá para ir a su habitación. Necesitaba ponerse el maquillaje para tapar sus bigotes.
Después de cinco minutos ya estuvo lista para salir. Tomó un poco de agua y se dirigió a la puerta. Antes de que pudiera salir, Shisui la detuvo.
—¿A dónde vas? —le preguntó.
—Necesito un poco de aire fresco —respondió mientras le daba una sonrisa pequeña—. Creo que podría despejar mi mente un poco de todo el estrés, y también podría conseguir un poco de información sobre la energía.
—¿Quieres que te acompañe?
—No, así está bien —comentó. Abrió la puerta y dio un paso afuera. Se detuvo y se giró para verlo—. En un rato regreso —después se acordó de lo de anoche—. ¿Usaste protección?
Pareció que el color de Shisui descendió varios tonos. Estaba agradecida de haber estado en una época segura del mes, aunque eso no quitó que se sintiera enojada con Shisui.
—¡Lo siento! Yo… lo olvidé —primero gritó hasta que su voz bajó mucho su volumen, casi quedando en un susurro—. Si vas a la farmacia, te doy dinero para comprar la…
—No hay problema —lo interrumpió, pero el rostro de Shisui seguía mortificado—, era un día seguro. No hay nada. Pero fíjate primero si tienes protección. Un día vas a tener un hijo sin darte cuenta, Shisui. También fue mi culpa por no preguntar, pero al menos no hay nada de que preocuparse.
Shisui parecía culpable. Él solo le sonrió y la dejó ir. A pesar de su enojo, no pudo evitar sentirse culpable. Se acercó, vacilante, a él y le sonrió. Le dio un pequeño beso en la mejilla y se marchó.
Después de cruzar el bosque en diez minutos, estuvo ya en el pueblo. La gente era igual que siempre, cada uno en su propio mundo. Cerró los ojos y pensó por un segundo en usar su Modo Sabio para encontrar a ese sujeto, pero decidió que era un poco llamativo, y necesitaba concentrarse entre toda la gente, algo que aún se complicaba cuando no estaba en el fulgor de la batalla. Respiró un par de veces muy rápido. Sus ojos iban de un lado a otro intentando buscar a ese alguien.
Caminó entre las calles, sin un sentido real. Primero quiso intentar en el mercado o la zona de hoteles, en donde, si alguien quisiera espiar, podría ocultarse muy bien entre la gente. Los rostros le parecieron borrosos, ninguno reconocido. Nadie la miraba, ni sentía la ansiedad que provocaban las miradas que recibió por ese tipo cada que salía a esta zona.
«¿Dónde está? —pensó mientras miraba por el rabillo del ojo a un niño corriendo detrás de otro—. ¿Dónde estás, maldito?». Los niños corrieron por la calle hasta desaparecer entre el mar de adultos al frente. Y los adultos estaban caminando, unos comprando, otros charlando. El ruido la agobió, algo que nunca había sucedido. Se agarró la cabeza con la mano derecha y escuchó ese molesto pitido en sus oídos.
Caminó sin darse cuenta. Siguió a la gente al frente mientras el molesto pitido pareció hacerse más agudo, más sonoro, más molesto. En cuestión de segundos su cabeza le comenzó a doler. Apretó los dientes y siguió caminando, por fin dándose cuenta de su cuerpo.
—Kurama, ¿estás allí? —le preguntó al zorro.
La única respuesta fue el silencio.
—¡Kurama, sé que estás allí! ¡Responde! —gritó en su mente, pero recibió la misma respuesta: nada.
«De seguro se quedó dormido».
Suspiró, el aire caliente sofocándole la garganta. Sus dedos comenzaron a tamborilear el aire, aunque nadie se dio cuenta. La gente parecía haber crecido, o ¿ella se había encogido? El pitido seguía allí, acompañado por el ruido de la gente como un eco a lo lejos. Las voces entremezcladas unas con las otras. El ruido incesante de los pasos, de los gritos de vendedores, los chillidos y berrinches de niños, y muchas, muchas otras cosas más.
Así estuvo caminando por un buen tiempo. Llegó hasta la zona del mercado. En esa calle, casi en el medio, la gente se había quedado quieta. Todos se amontonaron queriendo ver qué era lo que sucedía. Por esa misma razón ella fue hacia la gente. Su tamaño pequeño y ser delgada le ayudó bastante para poder meterse entre la gente para quedar en una buena posición. No terminó hasta el frente, pero sí en un buen lugar.
Se congeló cuando vio al centro. Allí estaba su yo pequeña, tirada en el suelo, mientras un tipo le gritaba que nunca se volviera a meter en su tienda. Recordó ese día. Solo había querido comprar una fruta, pero como todos los demás aldeanos, él tipo la corrió del local. Tenía solo seis años, una niña que ni conocía bien sobre el Kyubi ni pensaba mal de la gente. En eso también recordó que hubo alguien que evitó que el hombre le pegara. Era un señor de cabello negro largo atado en una coleta, con una playera blanca, si recordaba bien.
«Tal vez yo era ese tipo», pensó. Llevó sus manos para hacer la señal de Henge, pero no fue necesario. Ese tipo volvió a aparecer, deteniendo la mano del vendedor como recordaba.
—No es justo pegarle a un niño, ¿no lo cree? —gruñó su salvador. El vendedor intentó empujarlo, pero no logró más que un lastimero movimiento.
—¡Qué no sabes quién es! —bramó el vendedor.
—No me importa.
En ese instante, ese tipo se giró para verla a ella. Sus miradas se conectaron y supo que había visto esa mirada antes. Él era el mismo tipo de Ichiraku, el mismo tipo del mercado, El Tipo Sombra. Su pulso se escuchó en sus oídos. Su mente dio vueltas y vueltas mientras todo pareció ralentizarse. Ni siquiera se dio cuenta de los murmullos y gruñidos que la gente le estaba dando a ese tipo por salvar al Demonio de la Hoja. Todo en lo que pudo pensar es en que él tiene las respuestas para su regreso.
El Tipo Sombra dejó al vendedor y lo empujó hacia atrás. Después se marchó. Quiso ir, pero se detuvo cuando vio a su yo pequeña aún en el suelo. Ella estaba llorando. Estaba muy asustada como para levantarse por su cuenta. No recordó si alguien la ayudó después de ese tipo, pero no le importó. Dio pasos al frente y le tendió la mano. Sintió que se le oprimía el corazón cuando la pequeña retrocedía.
—No te haré daño —susurró—. Lo juro.
La pequeña Naruto le dio su manita temblorosa. Ignoró los insultos que también estaba recibiendo.
«¿Quién es esa imbécil que ayuda al demonio?»
«¡De seguro es una puta que le tuvo lástima!»
«¡Nadie debe ayudar al Demonio! ¡Esa zorra de seguro es uno de ellos!»
«Puede que sea una familiar, se parecen. ¡Dios, dos demonios en esta aldea!»
Respiró un par de veces para tranquilizarse y pensar con claridad. Siguió tomada de la mano de la pequeña Naruto, quien parecía querer ocultarse de toda la gente. No la culpó, ella misma quería salir del centro de atención. Avanzó a paso firme. La gente estaba al frente, así que los empujó fuera de su camino. No le importó los insultos degradantes que le dieron a ella, pero a su yo pequeña pareció afectarle demasiado. Escuchó sus sollozos. Se le partió el corazón escucharla, pero actuó fuerte, no quería que la pequeña Naruto se sintiera peor.
—No les hagas caso —le susurró, y la pequeña alzó su vista, sus ojos rojos e hinchados—. Solo lo hacen por molestarte. Es mejor ignorarlos y seguir con tu propio camino, ¿vale?
La pequeña solo asintió. Naruto suspiró y comenzó a caminar rumbo a su antiguo departamento. La gente las miraba, las señalaba y las insultaba. Después de algunos minutos llegaron a su departamento. Cargó a la pequeña Naruto, quien se aferró a su cuello con sus bracitos. dio saltos en las escaleras para llegar rápido hasta el último piso, el lugar en donde vivía cuando niña. La nostalgia la invadió cuando vio la puerta con el símbolo del Clan Uzumaki. Bajó a su yo pequeña al suelo y le sonrió.
—Bien, aquí nos despedimos —le dijo mientras se agachaba a su altura—. Cuídate, y procura ignorar a esas personas. Eres mejor que ellos, no te rebajes a su nivel, cariño.
—Yo… lo haré —balbuceó su yo pequeña antes de volver a su llanto.
Naruto la abrazó y le dio un beso en la frente.
—Sigue tus sueños, Naruto. No dejes que nadie te impida seguir tu camino, ni que alguien te haga sentir menos —le tomó las manos y le sonrió, su sonrisa más sincera desde que llegó a esta línea del tiempo—. Te volverás alguien muy querida y serás la chica más fuerte de esta aldea.
Después de algunos minutos en los que calmó a su yo pequeña y a ella misma (aunque no lo quiso admitir), se marchó de su antiguo departamento. Ahora tuvo un nuevo objetivo, encontrar al Tipo Sombra. Para su buena memoria, pudo recordar su firma de chacra. En un techo, oculta ante todos, incluso de los ANBU, comenzó a reunir chacra del ambiente. En segundos estuvo lista. Sus ojos cambiaron del color celeste a un amarillo, como los de un sapo. Marcas naranjas se tiñeron alrededor de sus ojos, como si fuesen sombras. Toda su vista cambió. Pudo ver a cada persona en la aldea, cada pequeña firma de chacra.
Toda su concentración fue a la firma que grabó en su memoria unos minutos atrás. Primero comenzó a concentrarse en un radio de cien metros de donde estaba, no halló nada. Siguió expandiendo su visión hasta casi abarcar tres cuartos de la aldea. Fue justo después de veinte minutos que reconoció la firma de chacra, abundante, un poco menos que la de ella, y tan familiar. Eso la había dejado sorprendida, la firma de chacra era cálida, pero muy volátil, como cuando ella estaba enojada o preocupada.
Tomó un largo respiro y dio saltos hasta encontrarse con la firma de chacra. No la perdió de vista, así que notó que el Tipo Sombra se movía hacia las afueras del pueblo, justo por los campos de entrenamiento. Eso la dejó pensando en el por qué iría hacia allí. Entrecerró los ojos mientras notaba que parecía esquivar a todas las personas, sobre todo a los ninjas y ANBU que había en toda esa zona. Eso era algo de lo que estar preocupada, casi nadie podía pasar frente a tanto ninja sin ser detectado. El sobrenombre que le puso Shisui le quedó a la perfección, pensó.
Por su parte, con la ayuda de su Modo Sabio pudo esquivar a todos los ninjas de su camino. Su visión la hacía parecer un poco a los Hyuga, quienes podían ver las firmas de chacras a través de las cosas, pero era mucho más simple el suyo. Hinata y Neji Hyuga podían ver las redes de chacras a varios metros de distancia, ella no podía, solo veía como una llama en cada persona. Era como una fusión entre el Byakugan del Hyuga y el Sharingan del Uchiha en cuanto a detección de chacra. Agradeció a los sabios del Monte Myoboku que le enseñaron a entrar en esta fase.
Salió del pueblo y cruzó el arroyo que separaba a los campos de entrenamiento. El Tipo Sombra se había detenido en el centro del bosque. «Un buen lugar para ocultarte —pensó—, pero no de mí».
Buscó un kunai que tenía guardado en la bolsa de su pantalón, fue uno de los tres que tomó de los suministros de Shisui. Lo empuñó con fuerza. A pesar de ser muy valiente, y en ocasiones muy testaruda, tenía miedo de enfrentarse sola a ese tipo. Dio un paso al frente, pero se congeló cuando la firma de chacra desapareció. Por instinto se agachó justo a tiempo para esquivar un puñetazo dirigido a su rostro.
—Buenos reflejos, debo admitir —escuchó a su izquierda, la voz siendo ronca—. Y estás usando tu Modo Sabio, es sorprendente que pudieras dominarlo, pero eres Naruto Uzumaki, una ninja impredecible.
—¿Es lo único que conoces de mí? —gruñó. Se lanzó al ataque intentando hacerle un corte con el kunai. No lo logró, el tipo las esquivó y le metió una patada en la espinilla. Puso sus manos para evitar caer de cara y se impulsó con ellos para dar una voltereta hacia atrás.
—Conozco muchas cosas de ti —respondió él, su voz siendo más suave, como si fueran amigos—. Demasiadas cosas, para bien y para mal. Pero creo que este trabajo es perfecto para mí.
Y volvieron a atacarse los dos.
Creó cuatro clones, los cuales rodearon al tipo sombra y atacaron al mismo tiempo. Los clones no tenían su modo sabio, pero aún así lograrían la distracción necesaria para su ataque. Cuando se le dio la oportunidad, llegó con un golpe directo al plexo solar del Tipo Sombra. Su fuerza aumentada por su Modo Sabio hizo que el hombre volara varios metros hacia unos cuantos árboles. Dio un salto en su contra, dándole un golpe más en la cara. Iba a darle otro, pero el hombre la tomó del cuello y la estrelló contra el suelo con una fuerza asombrosa. El Tipo Sombra se alzó sobre ella, con un kunai en mano listo para clavárselo, pero un clon salió en su ayuda gritando:
—¡RASENGAN! —La esfera amarilla se estrelló contra el hombro del tipo, haciendo que él gritara y saliera volando, de nuevo, a dos metros de distancia.
Se levantó de inmediato y miró al hombre. El brazo en el que se había estrellado el Rasengan estaba lleno de sangre. Pudo ver mejor, la carne estaba quemada, y en algunas partes parecía haberse caído en pedazos. Incluso creyó poder ver el hueso. Eso fue nuevo para ella. Sabía que el Rasengan era poderoso, pero nunca había visto que hiciera tal daño a la piel.
»—Es capaz de destruir huesos —había dicho Jiraiya—. Uno debe mantener el control sobre su chacra si no quieres matar de inmediato a tu enemigo, Naruto. Es mejor para ti que solo te concentres en noquearlo. Pero si odias a la persona, puede que eso influya mucho en la fuerza del Rasengan.
Y en ese segundo de distracción fue lo único que necesitó el Tipo Sombra para contraatacar. Tuvo que dar un buen salto para esquivar varios kunais lanzados a su cabeza y pecho. Sus sentidos le alertaron de algo en su derecha. No reaccionó a tiempo y fue cortada en la cadera. Sintió el ardor en su piel mientras un poco de sangre escurría del corte. Creó más clones, veinte en realidad. Todos comenzaron a atacar al hombre, pero fueron destruidos tan rápido que no tenían tiempo de ver en dónde estaba él.
Su Modo Sabio se estaba agotando. Sabía que podía acceder al poder que le había dado Hagoromo, pero también estaba entremezclado con el chacra de Kurama. De reojo vio que el tipo la encontró entre su mar de clones. Se preparó y le dio un golpe que conectó con el propio de él. Su fuerza bruta le ganó, haciendo que el Tipo Sombra intentara darle una patada en las piernas. Lo tomó de su muñeca y lo usó para impulsarse a su cara. Estaba por darle un cabezazo, pero olvidó algo muy importante, siempre tener la vista en el cuerpo de tu adversario. Le patearon el estómago y luego una mano la tomó de la cara. Le estrelló su cabeza contra el suelo. Naruto vio blanco y el pitido en los oídos volvió mucho más fuerte que cuando estaba en el mercado.
—¡RUEDA A LA IZQUIERDA! —escuchó el grito de Kurama en su mente.
Hizo lo que el zorro le pidió y gracias a eso pudo esquivar un kunai que iba a su cabeza. Su respiración se volvió errática, el aire le quemaba los pulmones. La sangre comenzó a escurrir de su cabeza. Todo su mundo daba muchas vueltas.
—Eres buena —gruñó el Tipo Sombra—, pero aún te falta mucho.
Un puño se estrelló contra su cara, rompiéndole la nariz. Otro golpe fue a dar a su mejilla. Todo golpe le dolió como nunca. «Así que amortiguabas un poco los golpes, Kurama. Enserio creo que eso me hizo más débil», pensó mientras la sangre llenaba su cara.
Otro golpe iba, pero detuvo su muñeca a solo unos centímetros de su rostro con su mano. Lo miró con todo el odio que pudo reunir y por fin pudo darle el cabezazo. Cambió de posiciones, ahora ella estando encima. Y, al igual que él, le comenzó a dar de golpes en el rostro. No se contuvo, le rompió la nariz, los ojos se le hincharon y le rompió los dos dientes frontales. Se levantó y le dio una patada en el abdomen. Pero se detuvo cuando él le clavó un kunai en la pantorrilla. Gritó por el dolor y la sorpresa. Dio un salto lejos de él cuando vio que otro kunai iba a su muslo.
El Tipo Sombra se levantó del suelo. Estaba destrozado. A penas y podía ver un poco debido a que toda su cara estaba hinchada y sangrienta. Naruto estaba un poco parecida a él, aunque sus ojos estuvieran mucho mejor. Creó más clones y los envió contra él para tomar un respiro. Estaba cansándose, y aún sentía mucho dolor en su cabeza. Cerró los ojos por unos segundos. Tomó un respiro, pero no pudo completarlo porque sintió que la agarraban del cuello y la estrellaban contra un árbol. Sus ojos se abrieron por la sorpresa y el miedo. Frente a ella estaba él, un kunai en mano y listo para matarla. Sus ojos marrones estaban vacíos, como si fuese un asesino a sueldo. Pero esa mirada cambió al miedo absoluto. Se quedó congelado, con el kunai empuñado. Él empezó a temblar, como si la temperatura hubiese bajado varios grados.
Desde los diez años aprendió a aprovechar las oportunidades que le dio la vida, y eran pocas. Cuando se le dio la oportunidad de aprobar el examen de graduación de la Academia al robar el pergamino prohibido, lo hizo. Lo mismo cuando Kakashi-sensei dio la oportunidad de aprobar si los tres trabajaban en equipo. Durante años estuvo asustada y sin ningún camino al que seguir, pero con los años, encontró atajos y callejones que la llevarían a sus metas. Y allí había una, el tipo congelado en medio de la pelea. Sin siquiera un plan en mente, tomó su kunai y le hizo un corte en el pecho. Eso pareció sacarlo de su estupor, pero no iba a dejar que él tuviera la oportunidad de atacar. Lo azotó contra el árbol y cuando cayó al suelo, le pisó tan fuerte las espinillas que le rompió el hueso. Le pateó la cara y le dislocó el hombro izquierdo. Hizo caso omiso a los gritos que el hombre daba. No iba a dejar que él escapara.
Cuando él ya parecía listo para morir, con una mano temblorosa le tomó el rostro magullado. Lo alzó para que la viera a los ojos.
—¡Vas a decirme cómo es que llegué aquí! —le gruñó en la cara—. Y lo dirás ahora.
—No. ¿Para qué necesitas eso? No volverás a tu casa si te enteras, ¿verdad? Solo es información inútil.
Le tomó del cabello y azotó su cabeza contra el tronco. El Tipo Sombra pareció desorientado. Volvió a hacer que la mirara. No estaba para juegos, ya no. Su curiosidad sobre cómo llegó aquí era mucha.
—Dilo.
—Solo hago mi misión. No sé cómo llegaste aquí —escupió él—. Y aunque lo supiera, ni siquiera sería capaz de replicarlo.
—¿Por qué? —preguntó, sintiendo que había algo más oculto entre todo.
—No soy un ser de cinco dimensiones, Naruto —comenzó a reírse—. Solo soy un humano atrapado en todo esto. Solo sé pocas cosas sobre esto.
Su mente se quedó en blanco cuando escuchó eso. Un ser de cinco dimensiones la había traído a ese lugar, no el Tipo Sombra. Eso no tenía sentido, pensó, pues él debía ser quien la trajo a esta línea temporal. ¡Ella no pudo haber sido engañada!
—¿Quién eres? —susurró—. ¡¿Quién eres?!
—¿De qué te servirá saber eso? No puedes hacer nada contra mí. Si me matas, bueno, solo será sacar una piedrita del camino. Pero llegará el día en el que te encuentres en un callejón sin salida, sin un lugar al que saltar u ocultarte de la sombra que te acecha.
—¿Quién es esa sombra? —preguntó, sintiendo que había algo en el bosque que la vigilaba.
—No lo sé. Nadie lo sabe. Lo único que se cuenta es que nació cuando lo activaste, pero ni tengo idea de cómo es eso posible.
¿Activar qué?, pensó un poco irritada. Todo solo parecía ser un engaño por parte de él. Pues bien, ella no iba a dejarlo ganar esa batalla.
—Mira, vamos a dejar eso para después —le dijo, su tono ya siendo ronco y casi como un gruñido animal. Juntarse mucho con Kurama ya le estaba pasando factura—. Vas a decirme que tipo de energía se necesita para abrir ese portal.
—¿Portal? —balbuceó el Tipo Sombra—. ¿Qué energía? —luego hizo una pausa, luciendo sorprendido y luego asustado—. Lo viste… viste la quinta dimensión, ¿verdad?
Sonrió un poco. Al parecer si había una mentira en todo lo que dijo él antes. Se regocijó con el miedo que el Tipo Sombra tenía. Sus ojos (o lo poco que se podía ver de ellos) tenían las pupilas dilatadas. La quinta dimensión debía ser algo que él tampoco conocía bien, pero debió tener las respuestas que necesitaba.
—Dime qué tipo de energía se usa para viajar por el portal —gruñó mientras acercaba un kunai a su garganta—. Dilo.
—Solo conozco una —murmuró, luego pareció haberse quedado atrapado en sus recuerdos—. El alma —dijo como un robot— es la clave para ello. Lo único que puede hacer que algo avance es el alma. Necesitas tomar una, o conseguir que dos personas decidan donártela para poder pasar el pentagrama.
Alma, lo mismo que una parte del chacra.
Vio que él seguía en sus recuerdos. Actuaba raro, ya no estaba a la defensiva, sino que parecía que estaba dentro de un Genjutsu. Encontró su mirada vacía. Eso la asustó un poco, pues sus ojos marrones parecían estar desvaneciéndose en un tono plata.
—¿Cómo que me donen el alma?
—Como un contrato. Ellos donan una parte de su alma para abrir el pentagrama de nuevo y podrás moverte a través de él. Es algo que compromete al donante a una muerte prematura, llena de dolor y sin haber logrado su objetivo real. Es una maldición.
Quiso preguntarle sobre esa supuesta maldición, pero él cayó inconsciente. Dio un paso atrás cuando el Tipo Sombra comenzó a convulsionar y vomitar algo negro. Él se estaba muriendo, o eso creyó en un principio. No se moría, sino que su cuerpo mutaba. Se encogió de una forma repugnante, como si cada hueso se hundiera y la piel comenzaba a estirarse de una forma antinatural. Su cabello negro corto comenzó a crecer y cambiar a un color amarillo. Un amarillo como el suyo. Sus ojos también dejaron de ser marrones para volverse plata, como un Hyuga. Y lo más sorprendente, no era un hombre, era una mujer.
«¿Qué es esto?», pensó asustada. No se parecía nada a un Henge, era más como la metamorfosis horrible de un animal. Cada parte de su mente le dijo que huyera, pero no lo hizo.
—Eres una mujer —susurró cuando el cambio terminó. La mujer abrió los ojos lo poco que pudo. Ella también parecía estar asustada.
—Se acabó el tiempo —lloró—. Él me llama.
Y sin previo aviso, la chica comenzó a brillar con un color blanco cegador. Cerró los ojos por instinto. Cuando los volvió a abrir, ella ya no estaba. Se quedó en ese lugar por cinco minutos intentando encontrar la lógica de lo que había ocurrido. No hubo. Comenzó a correr en dirección del pueblo para avisarle a alguien, a quien fuera para que pudieran rastrear al tipo, o la tipa, mejor dicho.