
EL COMPAÑERO DE CUARTO
La habitación era nueva o, al menos, eso creyó cuando despertó. A pesar de que por un breve segundo creyó que todo lo que había vivido había sido un mal sueño, las vendas alrededor de su pecho y sus brazos revelaron que todo había sido real. La guerra, las muertes, su pelea contra Kaguya (notó también que aún tenía su sello del Sol), y su viaje al pasado por el portal que abrió la perra de Kaguya.
Se quedó observando el techo por un buen par de minutos, sus ojos fijos en el color blanquecino y las leves grietas que había. Le dolía todo el cuerpo como para levantarse y explorar el nuevo lugar. Agradeció no haber despertado en el hospital, nunca le gustaría ese lugar. Sentía que el hospital siempre tenía un ambiente de depresión que solo la sofocaba, pues a cada rato se podía ver a las enfermeras de un lado a otro, bastante estresadas, trasladando a algún ninja que había recibido heridas graves en una misión, incluso pequeños Genin que habían sufrido lesiones por una misión de rango C, algo muy normal en un pueblo Shinobi.
Después de lo que le pareció un par de horas, decidió que debía ver, aunque fuera un poco, en dónde estaba. Pudo deducir que ya era de día, alrededor del mediodía debido al sol que no se veía por ninguna parte. Con mucho esfuerzo, pudo sentarse en la cama. un retortijón en su estómago le hizo apretar la mandíbula, su espalda le dolía y pudo decir que tenía varios moretones. Eso la preocupaba demasiado, nunca había tenido moretones que le dolieran tanto, eso gracias a la buena ayuda de Kurama. Ya no tenía a Kurama, lo supo cuando notó que su chacra se sentía limpio por primera vez. Desde que estaba en la Academia, recordaba sentir que su chacra era como un río descontrolado, y ahora se sentía como un riachuelo, tranquilo y con la cantidad suficiente para mantenerse estable.
Quiso comunicarse con Kurama, tal vez estaba durmiendo, ¿no? Fue una lástima que no fuese así. Cuando ingresó a su Espacio Mental no estaba la gran bestia de veinte metros, solo había agua y los barrotes que una vez lo habían mantenido encerrado. Volvió a llorar. A pesar de que fue durante la guerra que estableció una amistad con el gran zorro, le dolió saber que no estaba con ella. ¿Dónde estaba? ¿Acaso Kaguya lo había tomado? Caminó por un buen rato en su espació mental, fue sorprendente saber que también se sentía adolorida en ese lugar. Lo peor era que su Espacio Mental era enorme, como una gran plaza o un parque, solo que muy oscuro y sucio.
Caminó por un buen tiempo, y fue hasta una esquina alejada de la entrada que encontró algo que la hizo jadear. Sus manos temblaron mientras se acercaba vacilante a aquel lugar. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, vio bien lo que había allí: un zorro del tamaño de un perro Golden Retriever con nueve colas casi de la mitad del resto del cuerpo. El zorro estaba tirado, y no pudo ver si este estaba respirando. Sin dudarlo, lo tomó entre sus brazos y lo puso en su regazo, al menos lo que cabía allí. Vio todas las características de Kurama, desde las manchas negras que estaban alrededor de sus ojos cerrados hasta sus orejas, su hocico y bigotes algo desaliñados, su forma algo singular de cuerpo que parecía una mezcla entre un conejo y un zorro, y sus colmillitos que sobresalían un poco de sus labios. Agradeció a todos los dioses al notar que respiraba, muy poco, pero lo hacía.
Lo abrazó contra su pecho mientras sentía un buen alivio recorrerle cada parte de su ser. Estaba feliz por poder estar con su amigo, lo único que le quedaba de su tiempo, por el momento. De repente sintió que Kurama se movía un poco. Lo miró expectante, esperaba que Kurama de repente se levantara y comenzara a gritar a los cuatro vientos al saber que era pequeño. Eso sería algo que él haría.
Los ojos de Kurama se abrieron, las pupilas se dilataron un poco y después se quedaron viendo a la nada. Naruto notó que Kurama parecía estar intentando buscar algo con lo que relacionar su estado. Luego este alzó su cabeza y por fin la vio. Sus ojos rojos, como rubíes, se quedaron viendo a los azules de Naruto. Sin poder evitarlo, Naruto apoyó su cabeza sobre Kurama mientras daba un pequeño chillido de alegría.
—¿Qué… sucede? —preguntó Kurama, pero ya no tenía su voz grave que hacía que todos le temieran. Ahora parecía la de un niño pequeño, lo que causó ternura en Naruto—. ¿Por qué mi voz suena así?
Naruto notó que parecía asustado, pues sus colitas se esponjaron como un gato. De repente pareció querer mirar a todos lados, pero se tropezó, cayendo de nuevo en su regazo.
—¿Naruto? —preguntó—. ¿Cuándo creciste?
Soltó una pequeña risa que provoco un bufido en Kurama. Estaba feliz de ver a su amigo, aunque tenía dudas del por qué era tan pequeño.
—No crecí, tú te encogiste al tamaño de un perro —respondió. Vio que Kurama se veía por completo, y estaba segura de que, si pudiera, estaría pálido—. Ya te encontré de ese tamaño.
—¡ESTO DEBE SER UNA PUTA BROMA! —bramó Kurama, se levantó de un salto, pero de nuevo cayó al suelo. Parecía querer arrastrarse, y eso preocupó a Naruto.
—¡¿Qué sucede?!
—No lo sé —dijo con toda sinceridad el zorrito—, solo me siento muy cansado. Creo que no tengo mucho chacra. Tal vez también sea por qué soy tan pequeño ahora.
Naruto asintió un poco. Comprendió que Kurama era un ser hecho por completo de chacra, por lo que, si este desapareciera, se volvería más pequeño. Eso ya había sucedido una vez cuando lo habían sellado dentro de ella, pues solo tenía la mitad del Bijuu. Pero debió perder demasiado chacra si quedó tan pequeño. ¿Dónde se fue el resto del chacra? ¿Acaso volvió con Kaguya?
—Creo que perdí mucho chacra cuando esa puta de Kaguya nos tiró en ese portal de mierda —gruñó Kurama más para sí mismo—. Sentí que no sobrevivirías si caías en ese portal, supongo que funcionó. ¡Pero eso me hizo perder mi gran cuerpo! ¡Voy a matar a esa malnacida!
Kurama comenzó a ponerse de pie, aunque temblaba bastante pareciendo hecho de gelatina. Naruto, un poco vacilante, lo volvió a cargar y lo miró más de cerca. Notó el humor ácido de Kurama, pues le gruñía un poco, luciendo ofendido porque lo cargaran así. Si lo veía bien, era bastante tierno así. Era más grande que un zorro normal, pero era igual de tierno, ya no dando miedo a cuando estaba en su forma gigantesca.
—¡No pienses que soy lindo! —bramó Kurama, aunque no podía tomarle mucho caso cuando se escuchaba como un niño de diez años—. Puedo saber tus emociones, mocosa. Sigo siendo tan poderoso y grandioso como antes.
—Pero ahora eres muy tierno, con tus patitas y tus nueve colitas moviéndose de un lado a otro —dijo, un tono una octava más alto mientras le tocaba las orejas—. Eres un buen zorrito.
—Nunca me habían ofendido tanto. ¡Quítame tus sucias manos de mortal de encima! Sigo siendo el Bijuu más poderoso y temido de todo el mundo, no me puedes tratar como a uno de esos estúpidos cachorros humanos —hizo una pausa mientras dejaba que lo siguiera acariciando—. Todo esto es tu culpa. Si no fueras tan débil, podría haber conservado mi chacra y así haber mantenido mi forma formidable.
—¿Lo siento? —murmuró. A pesar de que le diera una sonrisa burlona, se sintió culpable. Tal vez fuera cierto que ella fuera la culpable de que Kurama sea tan pequeño.
Después de un par de minutos, Kurama pudo ponerse de pie sin caerse. Caminaba de forma lenta, pero ya era algo. Se quedó con él, solo viéndolo como intentaba adaptarse de nuevo al lugar, aunque era extraño para él. Supo de inmediato que Kurama se tardaría en acostumbrar a que el lugar fuera mucho más grande ahora, y se maldijo un poco al no saber cómo cambiar su Espacio Mental, algo que solo se lograba cuando uno tenía pleno control de sus emociones, eso había dicho Killer Bee.
—Voy a estar bien, Naruto —dijo Kurama, parecía estar en mejor forma que cuando despertó—. Será mejor que me cuentes que está sucediendo aquí.
—Será largo, así que mejor acuéstate si es que no quieres cansarte de escucharme, como es tu costumbre.
Escuchó la carcajada de un niño, no podría sacar de su mente ver al gran Kyubi reducido y con la voz de un niñito. Le contó todo desde que llegó a través del portal de Kaguya. Tuvo que controlar a Kurama cuando le platicó sobre el interrogatorio, aunque no pudo hacer mucho ante las maldiciones y amenazas de asesinato hacia Ibiki e Inoichi.
Cuando por fin Kurama se calmó, ambos quedaron en un agradable silencio. Se quedó pensando un poco en lo qué haría, pues debía encontrar una forma de regresar a su tiempo. Al menos Kurama la apoyaría, así que se levantó del suelo con más ánimos y acarició la cabeza del zorrito, este solo bufó y se quitó de allí.
—Volveré allí fuera. No podemos quedarnos aquí cuando Kaguya seguramente ya está completando su plan —murmuró Naruto. Seguía teniendo la esperanza de que su equipo siguiera dando pelea mientras ella estaba desaparecida.
—De acuerdo, mocosa. Yo intentaré ayudarte desde aquí adentro, aunque no creo que pueda hacer mucho. Usaré tus ojos para conocer este lugar y advertirte de cosas que tal vez pases por alto.
—Gracias, Kurama.
Le dio una gran sonrisa al zorrito y rápido salió de su Espacio Mental para intentar levantarse de la cama.
Siguió en la misma posición que cuando se sumergió en su mente. Era seguro que solo habían pasado algunos segundos, siempre sucedió eso cuando estaba en aquel lugar, el tiempo se movía de otra forma allí dentro. Se puso de pie, pero rápido tuvo que sostenerse de una pared para no caer al suelo. Había olvidado que todo su cuerpo dolía tanto fuera de su mente. Tomó varios respiros y comenzó a caminar de forma lenta al baño que había en la habitación, esperaba que la puerta que estaba allí sí fuera el baño, no quería entrar a un closet por error. Se dio cuenta de que solo llevaba vendas en el pecho y un short bastante grande que llegaban casi a las pantorrillas.
Llegó al baño después de lo que le parecieron horas. Fue directo al lavabo y abrió la llave para lavarse la cara. Se miró en el espejo. Lucía enferma: tenía ojeras bastante marcadas, sus labios estaban agrietados y su piel estaba demasiado pálida, un gran contraste de su tono bronceado habitual. Ni hablar de su cabello, parecía un nido de pájaros. Soltó un suspiro mientras veía a su pecho. Se quitó las vendas despacio y con calma, aunque de cualquier forma le dolió. Apretó los dientes mientras sentía que sus costillas se expandían mucho debido a su respiración.
Se quedó viendo su cuerpo. Tenía algunos moretones en su plexo solar, nada grave por fortuna. Al menos ya sabía el por qué no se había curado aún. Sus dedos trazaron con suavidad su piel hasta que llegaron a una cicatriz bastante leve, pero un poco grande. Allí Sasuke le había clavado su Chidori cuando tenían doce años. Aún tenía ese recuerdo muy fresco en su memoria, a pesar de quererlo olvidar. Sintió un escalofrió cuando sus dedos rosaron la cicatriz. Alejó su mano lo más rápido que pudo y volvió a atarse las vendas, solo que esta vez más sueltas para no lastimarse, le dolían los pechos debido a esas estúpidas vendas.
Salió del baño después de intentar arreglarse un poco el cabello para que no le molestara en la cara. Volvió a la habitación y la comenzó a checar por todos lados. Era bastante normal, muy parecida a la que tenía antes de que Pain destruyera Konoha. Solo había una cama, destendida por apenas haberse levantado, un ropero pequeño con un reloj digital. Una ventana con las cortinas cerradas. Y por último un pequeño escritorio con las orillas gastadas junto a una silla que tuvo días mejores.
Fue hacia al ropero y abrió el primer cajón. Para su alivio había tres camisas, aunque bastante grandes para ella. De cualquier forma, se puso una blanca. Las mangas le llegaban hasta sus antebrazos y del largo casi parecía una bata de baño. Se lamentó un poco ser pequeña. Siempre fue la pequeña del grupo. ¡Incluso Hinata le ganaba por un centímetro! La abuela (Tsunade) le había dicho que era por genética, ya que ella luciría más joven que la edad que tenía. Eso era bueno, según la abuela, pero no en ese momento cuando parecía más pequeña que las chicas de su edad.
Después de estar segura de poder caminar con más libertad, salió de la habitación para ver bien dónde estaba. Por la ventana solo estaba el bosque de Konoha, pero todo el bosque era igual, así que no pudo ubicarse bien.
Cuando salió de la habitación, su vista se quedó fija en la sala de estar, algo pequeña, de un departamento. Hasta el fondo había un librero con varios libros de lomos de distintos colores. A la izquierda había una gran ventana que iluminaba la sala con la luz del sol. Y en el medio había un gran sofá para cuatro personas, con una mesita de té enfrente. Pero había algo, no, alguien que le llamó la atención. Sentado en el sofá, estaba un chico dándole la espalda, parecía estar leyendo algo. Por instinto, intentó tomar un kunai de la bolsa de su muslo, pero no tenía bolsa y, por lo tanto, no tenía kunais.
—Así que ya despertaste —dijo el chico, su tono jovial y bastante enérgico. Este pareció dejar su libro, o lo que estuviera leyendo, en la mesita y se levantó para ir hacia ella, lo que solo provocó que se tensara aún más.
Cuando él se levantó y se giró para verla, pudo notar cómo era. Él era más alto que ella (todos lo eran, aparentemente). Tenía puesto el uniforme básico de un Shinobi, o sea, el chaleco táctico color verde olivo y el traje completo color azul marino. Su cabello era igual de rebelde que el suyo, por lo que eso la hizo sentirse un poco ligera. Tenía ojeras que lo hacían ver algo grande, tal vez tuviera unos diecinueve o veinte años. Y sus ojos eran de un color negro con un brillo divertido. Pero lo que más le llamó la atención fueron sus largas pestañas, ¡incluso parecía que se había puesto rímel!
—Hola, creo que olvidé presentarme —comentó, a la ligera, el chico. Tenía una gran sonrisa dibujada en su rostro que lo hacía lucir más joven que cuando estaba serio—. Soy Shisui. Ahora somos compañeros de cuarto por un tiempo. Digo, apenas te trajeron del hospital, o eso me dijeron —los ojos de Naruto se abrieron por la noticia—. No me dijeron mucho, solo que despertarías pronto, por lo que esperé aquí fuera para presentarme —hizo una pausa mientras parecía pensar en algo—. No te he dejado hablar, perdón. ¿Cuál es tu nombre?
—Naruto —dijo, omitiendo su apellido como él lo había hecho. Aún tenía miedo de que Shisui fuera como Ibiki, aunque sospechaba que en realidad sí era tan risueño como lucía en ese momento. Después volvió su pregunta—. ¿Cuánto tiempo estuve en el hospital?
Las cejas de Shisui se fruncieron un poco mientras cruzaba los brazos. Parecía estar buscando algo en sus pensamientos, pero fue en una fracción de segundo cuando la miró de nuevo a los ojos.
—No lo sé. Llegué apenas hace unas horas y me dijeron que tendría un compañero de cuarto. No es raro eso, hace unas dos semanas vivía con alguien más, pero nos cambiaron por algunos problemillas —comentó, luego su postura se relajó—. Cuando llegué aquí, dos ANBU te trajeron aquí en una silla de ruedas. Dijeron que despertarías en algún momento de hoy, y eso fue lo único que dijeron. Después se fueron. Eso sucedió hace unas tres horas. Ahorita son la una de la tarde, así que es temprano para que puedas decirme cómo es que terminaste en el hospital. Me encantan las historias. Aunque algunos me dicen metiche.
Era difícil decidir si Shisui era así o solo estaba intentando ser amable. Parecía ser alguien muy genuino, pero también parecía estar entrenado para el engaño, algo muy confuso para Naruto.
—No recuerdo mucho, en realidad —mintió—. Pero creo que necesito hablar con el Viejo.
—¿El Viejo? ¿Quién es ese?
—El Tercer Hokage —respondió un poco tímida. Cuando era niña, todos sabían que ella se refería de esa forma al Hokage, por lo que nadie preguntaba. Ahora se dio cuenta de que era un poco vergonzoso hablarle así a un viejo, recordando un poco como se enojaba Tsunade cuando la llamaba vieja.
—¿Enserio te deja decirle así? ¡Dios, a mí me matarían si le digo así a un adulto! La gente se ofende muy rápido aquí.
No pudo estar más de acuerdo con Shisui por eso. Soltó una leve carcajada, pero dejó de hacerla cuando le comenzó a doler un poco las costillas. Maldijo su falta de tolerancia al dolor. Como siempre se había curado tan rápido, el dolor era momentáneo y después de unas horas ya estaría curada. Y si fuera más grave la herida, el Kyubi se encargaría de adormecer la zona para que pudiera moverse. De hecho, esa era la razón por la que siempre contestaba que se sentía mejor cuando estaba en el hospital, pues nunca se sentía adolorida después de una batalla.
—¿Segura que puedes ir hasta allá? Digo, está algo lejos la oficina de Lord Hokage. Al menos son veinte minutos caminando un poco rápido, no creo que puedas caminar por mucho tiempo. ¡Ni hablar de saltar de techo en techo!
—Puedo ir. Solo que no sé bien en dónde estoy, y no puedo ver el monumento con los rostros —comentó mientras esperaba una respuesta para localizarse.
—Bueno, estás un poco lejos. Los rostros quedan un poco a la derecha de aquí, pero debes cruzar el bosque. Estamos ocultos en este edificio por todos los árboles. Es por eso por lo que es más fácil saltar desde una ventana.
Para confirmar lo que dijo Shisui, se acercó a una ventana para ver que solo se veía el bosque a lo lejos. No sabía que había este tipo de edificios antes, por lo que debían ser secretos o para Shinobis. Se giró para ver que Shisui se acercaba a ella. Se quedó a su lado y pareció estar apreciando el paisaje como si fuera la primera vez que lo veía.
—Si giras un poco hacia la derecha, llegarás al centro del pueblo. Desde allí será fácil ir a la oficina de Lord Hokage —le dijo a Naruto, luego se giró y le dio otra de sus sonrisas—. Puedo llevarte, no es ninguna molestia para mí.
De repente se quedó callado y pareció estar recordando algo. Casi soltó un chillido cuando Shisui saltó y la asustó. Vio a Shisui recorrer la sala de estar por unos cuantos segundos, él estaba buscando algo, pero no sabía qué. Shisui después gritó un «¡Yep!» y se giró para verla. En su mano traía un bastón de acero, lucía un poco gastado, pero aún brillaba.
—Me lo dieron los ANBU cuando llegaste. Dijeron que lo ibas a necesitar —dijo, su tono algo avergonzado mientras le daba una mirada tímida—. Lo siento, creo que te estás esforzando un poco en vano. Pero esto te ayudará a llegar al pueblo. Te llevaré hasta allí para que no te pierdas.
—Gracias —respondió. Le dio una sonrisa un poco grande, no tan grande como las que solía hacer, pero era algo. Notó que Shisui desvió un poco la mirada hacia la ventana, lo que solo la hizo fruncir las cejas en confusión.
—Bueno, si quieres darte un baño o algo antes, puedo esperarte aquí. Creo que hay ropa en los cajones. Es mía, pero te la presto por el momento. No me entregaron ropa tuya, así que no sé si traigas algo más.
—No tengo ropa. O eso creo. Llegué aquí con mi traje hecho girones, por lo que creo que debieron tirarlo en el hospital —contestó, aunque en su interior se sintió triste. Ese traje había sido un regalo de Jiraiya.
—Oh, vaya. Lo siento, entonces. Supongo que debes comprar un poco de ropa, si es que te molesta usar ropa un poco grandes —dijo Shisui mientras señalaba un poco la camisa y el short.
—Por el momento creo que usaré tu ropa. No tengo dinero —admitió, un poco avergonzada mientras sentía sus mejillas calientes.
Después de eso, Shisui le dio un jabón de barra y le prestó su champú. Rápido entró a su baño y se dio un baño lo mejor que pudo. No pudo hacer mucho debido al dolor de sus costillas y brazos. Necesitaba descansar más, eso de seguro diría Sakura, pero no podía hacerlo. En diez minutos salió del baño y volvió a ponerse la misma ropa. Ató su largo cabello en una coleta alta. Estuvo lista en veinte minutos (un poco más de lo que solía tardar debido a su dolor de cuerpo).
Cuando volvió a la sala de estar, Shisui estaba revisando algo en la cocina. Se asomó por la puerta de la cocina para verlo hacer una lista en la despensa. Este se giró y le comentó que debía comprar algunas cosas más para la semana, ya que no había hecho la despensa debido a una misión algo larga. Luego se acercó a ella y la guio hasta la puerta. Naruto allí vio sus sandalias. Rápido se las puso y salió antes que Shisui. Lo esperó en el pasillo y de repente sintió que sus piernas flaqueaban cuando notó que tendría que bajar escaleras. Tomó con fuerza el bastón y comenzó a bajar un poco lento.
—Puedo cargarte hasta la planta baja, si quieres —ofreció Shisui, aunque eso no sonaba bien para Naruto.
—Creo que puedo hacerlo. —dijo, pero tropezó un poco casi perdiendo el equilibrio. Hubiera caído si no fuera por su fuerte agarre en la barandilla de las escaleras.
Shisui la rebasó y se puso de espaldas a ella un escalón abajo.
—Vamos, sube. No creo que sea bueno que te rompas otro hueso intentando llegar a la oficina de Lord Hokage.
Un poco a regañadientes, se subió a la espalda de Shisui. Se sentía un poco ridícula, pero también un poco más segura de que no se iba a romper nada más. Abrazó a Shisui y notó que este estaba un poco tenso. Este la tomó por sus piernas para que no se cayera, aunque no lo hizo de forma brusca. También Shisui tomó su bastón en una mano y comenzó a bajar muy rápido. En menos de medio minuto habían bajado tres pisos.
Cuando estuvieron fuera del edificio, Naruto se dio cuenta de que el edificio estaba en el medio del bosque. Solo había un camino de tierra que, sospechaba, te llevaba a la aldea. Shisui la bajó con cuidado y le devolvió el bastón. Naruto le agradeció y le dio otra sonrisa, aunque esta vez Shisui no desvió la mirada, sino que le dio otra sonrisa casi tan grande que parecía que iba a dividir su rostro en dos. Sin decir más, los dos comenzaron a caminar por ese camino de tierra. Shisui iba a su lado a su paso. Naruto se sentía como una viejecilla, y eso la molestaba mucho. Siempre había sido muy hiperactiva y corría de un lado a otro. Estar aprisionada a ese maldito bastón la estaba molestando un poco.
A pesar de ir lento, también pudo tomar un buen respiro. No estaba el hedor de sangre del campo de batalla, o el del azufre en aquel volcán en el que los había teletransportado Kaguya. El olor de los pinos y del pasto era tan agradable. El sol pegándole en la cara un poco dando un momento de paz que Naruto no esperó tener hasta mucho tiempo después. Era muy tranquilo todo. Era por esas pequeñas cosas que amaba su aldea.
Shisui no dijo ni una palabra hasta que salieron del bosque al pueblo, una media hora después. Cuando llegaron al pueblo, Naruto no pudo evitar sentir una gran tristeza. Recordaba vagamente que su aldea aún estaba terminando de reconstruirse antes de que iniciara la guerra. Todo lo que conocía y había visto de niña fue reducido a polvo y escombros en un minuto gracias al Jutsu de Nagato. Ver a su aldea como la recordaba de niña solo la hizo sentir de vuelta a cuando estuvo con Jiraiya a sus quince años. Y eso trajo otro recuerdo triste, Jiraiya. Su padrino, a la persona que vio como un padre y que le provocó tantos buenos momentos por un par de años.
Se limpió las lágrimas que estaban por salir con el dorso de su mano libre. No quería llorar otra vez. Si Shisui se dio cuenta de eso, no comentó nada al respecto, y agradeció eso. Cuando había sido la muerte de Jiraiya, algunos de sus amigos habían intentado hablar con ella, pero no quiso ver a nadie. Solo fue Shikamaru quien la obligó a salir de su departamento en esa ocasión, y aunque quiso hacerle creer que todo estaba mejor, Naruto solo volvió a su departamento y se encerró de nuevo hasta que vinieron los sapos para llevársela a entrenar su Modo Sabio.
Las calles de la aldea estaban llenas de gente. Algunos niños corriendo de aquí para allá jugando a quién sabe qué. Era una imagen muy tranquila, algo que había desaparecido cuando las amenazas de Akatsuki surgieron a sus doce años. Recibió algunas miradas, no como las de su infancia, sino que algunas eran de curiosidad y otras de lástima. Era el maldito bastón que provocaba esas miradas. Lo miró con odio otra vez.
—Gracias por traerme, Shisui —dijo mientras comenzaba a caminar en dirección al edificio Hokage—, pero puedo ir desde aquí sola.
—Te acompañaré hasta allí. También tengo algunas cosas pendientes que tratar con Lord Hokage. Tal vez después quieras acompañarme a hacer la despensa al mercado. También podríamos conseguirte algo de ropa. ¡No te preocupes por el dinero, yo pago! Bueno, tampoco creo que puedas comprarte muchas cosas, el salario de un Jounin no es muy bueno como muchos creen.
Rió mientras negaba un poco la cabeza. Shisui tendía a expresarse no solo con palabras, sino que también movía sus manos como si fuera una caricatura (obvio, menos exagerado). Shisui también soltó una risa y comenzaron a caminar por las calles más vacías que pudieron encontrar. Y no pudo evitar mirar de reojo algunas calles que conocía de forma perfecta. Recordó de forma vaga que a algunas de esas casas las había pintado de colores llamativos cuando la hicieron sentir mal de pequeña. La mayoría de sus bromas no solo habían sido para llamar la atención, también habían sido formas de venganza a las personas que la trataban mal, como la mayoría de los vendedores o a los padres que incitaban a sus hijos a ser groseros con ella.
Después de otra media hora, llegaron al edificio Hokage. Para entrar al edificio Hokage siempre se debía mostrar un pequeño sello en tu muñeca que te ponían cuando eras un Genin oficial. Otro caso era cuando tenías una credencial que evaluara que eras un ciudadano de Konoha. Había otra área para visitantes o quienes solicitaban una misión. Pero Shisui no utilizó nada de eso, los Chunin de la puerta solo recibieron una mirada y los dejaron pasar. Miró de reojo a Shisui, quien no parecía notar nada anormal. ¡Ni siquiera ella tenía ese privilegio! Una de las razones por las que siempre entraba desde una ventana, aunque cuando tuvo quince años descubrió que el Viejo y la Abuela le dejaban esa entrada solo a ella, pues había un ANBU monitoreando esa ventana las veinticuatro horas. Eso le había quitado la diversión.
Caminaron hasta el elevador del edificio. Era uno normal y casi nadie lo usaba, más que algunos civiles y equipos Genin. Los Chunin y Jounin tendían a dar saltos por las escaleras hasta llegar al piso que querían. Era lamentable que ella tuviera que usar el ascensor. Solo eran ellos dos durante los siete pisos del edificio. Había una musiquita agradable y era bueno que tuviera un poco de calefacción. El calor siempre era muy fuerte en Konoha cuando llegaba el verano, y por lo que pudo notar desde que llegó, estaban en esa estación. Después de un minuto, llegaron al piso superior. Al salir había otros ninjas, solo que no eran Chunin, sino que eran cuatro ANBU. No estaban a la vista, sino que estaban bien escondidos entre las sombras. Solo se dio cuenta de ellos por la forma en que Shisui hizo una señal con las manos. Una especie de código que les permitía el paso a la oficina del Hokage. Eso fue raro. Nunca tuvo que hacer ese tipo de señas en su vida. Se dio cuenta de los privilegios que tuvo a la hora de visitar al Viejo y a la Abuela Tsunade.
Después de girar por dos pasillos, llegaron a la oficina del Hokage. Nunca se había sentido tan nerviosa de estar allí. Era muy común para ella visitar la oficina del Viejo cuando era niña, pues era como una sala de estar para ella. Casi siempre iba a ver al viejo para que le comprara ramen, aunque este siempre le pedía que hiciera su tarea antes, por lo que siempre iba con su mochila para hacer la tarea allí y después ir por ramen.
Shisui tocó la puerta. Hizo un extraño llamado, un golpe fuerte, dos rápidos y terminó con otro golpe fuerte. Después escucharon que los dejaban pasar. Shisui abrió la puerta y la dejó pasar primero. Naruto sonrió por eso y pasó de forma lenta, recargándose en su bastón. Ya estaba un poco cansada. Al entrar, vio al Viejo, no, a Hiruzen trabajando. Parecía estar lidiando con varias torres de papeles y archivos de toda la aldea y de otras pequeñas. La Hoja tenía protegidas a varias aldeas a unos veinte kilómetros a la redonda, por lo que muchas aldeas tomaban al Hokage como su líder. Por así decirlo, eran sus estados. Eso le trajo más trabajo al Hokage. Al menos Hiruzen no tomaba en el trabajo como lo hacía la Abuela Tsunade.
—Buenas tardes, Shisui, Naruto —saludó Hiruzen. Se dio cuenta de que no fue recibida como cuando era niña con un cálido «Hola, Naruto. Supongo que vienes a pasar el rato». Era un gran contraste de que este no era su Viejo.
—Buenas tardes, Lord Hokage —saludó en un tono casi frío Shisui. Eso fue muy extraño.
Cuando todo volvió a quedar en silencio, Naruto solo vio que Hiruzen no levantaba su vista de su trabajo.
—He venido a preguntar sobre… mi situación —dijo. No quería que Shisui escuchara, pues debía ser un secreto, ¿verdad? Fue esa una de las razones por las que le había dicho a Shisui que podía llegar sola, pero este no se fue. Aunque también le fue útil, no pudo imaginar como habría sido la entrada si Shisui no estuviera allí.
—Oh, supongo que hemos llegado a ese tema tan rápido —comentó Hiruzen mientras alzaba su vista hacia ella. Y de repente hizo un ademan con las manos y sintió una briza que la golpeó en la cara—. Supongo que quieres un poco de privacidad, ¿no? Bien, cuéntame qué ocurre.
Se quedó esperando a que Shisui también se fuera, pero él se quedó parado en el mismo lugar. Algo discordante con lo que él había estado mostrando era su calma. Pensó que Shisui era un tipo también hiperactivo, pero frente a Hiruzen, él se comportó como Kakashi sensei en cada reporte de misión.
—Creo que el señor Shisui no te informó que estará como un apoyo para ti durante todo el tiempo que estés aquí —comentó Hiruzen—. Le he encargado a Shisui que te acompañe y te ayude en su investigación sobre tu forma de regresar a su tiempo. Él también ya sabe de antemano que eres del futuro o de otra realidad, por lo que puede actuar con un poco más de normalidad. En cualquier caso, también puede enviar sus quejas.
Solo asintió un poco desconcertada. Miró directamente a Shisui, quien parecía estar avergonzado. Solo le entrecerró los ojos y volvió su vista de nuevo a Hiruzen. Esperó paciente a que alguien comenzara a hablar, pero nadie decidía tomar la iniciativa. Tomó un respiro y preguntó:
—¿Puedo obtener los pergaminos de los sellos de mi papá y mi mamá?
—Claro, solo dame un poco de tiempo en lo que los recupero —respondió mientras tomaba su pipa y la llenaba de tabaco—. Esos pergaminos están bien guardados, así que mañana en la mañana te los haré llegar.
Sonrió un poco cuando reconoció en dónde debían estar esos pergaminos. Era seguro decir que estaban en el mismo sitio que el del pergamino prohibido, el mismo que había robado a los doce años. Entonces se dio cuenta de que esas cosas debían estar en un lugar más seguro si no querían que otro niño de doce años lo robara.
—Está bien —dijo mientras tomaba un respiro—. También quiero ir a la biblioteca para estudiar un poco. No sé mucho sobre el Jutsu¸ y tampoco sé sobre qué hacer. Así que…
—Shisui estará contigo —interrumpió Hiruzen—. Él te puede dar ideas y también podrá investigar junto a ti. Es necesario que él vaya, si no nadie te dejará entrar a la biblioteca por no ser un ninja. Supongo que te diste cuenta de que para entrar a mi oficina debes pasar ciertos mecanismos.
Solo sonrió y asintió. Después de eso siguieron acordando su plan para volver a su mundo. Era bueno tener a alguien en que confiar.