
Chapter 44
—Necesito tu ayuda.—La voz de su esposo pareció hacer eco dentro de la silenciosa oficina.— Ha vuelto a escapar.
Naruto se levantó de su asiento restregando sus ojos. Había pasado prácticamente todo el día creando y releyendo los documentos para el evento que se llevaría a cabo para la venta del ganado. Se sentía agotado y su espalda dolía por encontrarse sentado durante horas, pero aquello no fue un impedimento para acercarse a su omega con la intención de cumplir su pedido.
—No es la primera vez que lo hace.—Comentó el duque luego de soltar un suspiro cansino.— Hubiera preferido que sea igual de aplicado que tú.
Itachi sonrió tomando su mano. Si era sincero, él hubiera preferido lo mismo. Bien sabía que Kakashi no estaría contento con el hecho de que su alumno haya tomado la costumbre de huir de sus clases, pero tampoco podía decir que le fastidiaba la situación.
Aún sabiendo que el infante necesitaba instruirse para tomar el lugar de Naruto en un futuro, no se atrevía a revelar que poco le molestaba cuando tenía el conocimiento de que su esposo había sido igual que su hijo en cuanto a sus estudios.
—Se parece a mi, pero tiene tu personalidad.—Comentó el azabache.
Naruto sonrió con diversión antes de pasar sus brazos por la cintura de su esposo y atraerlo hacia a él para besar sus labios.
Lo sabía. Si lo pensaba detenidamente, parecía ser un pequeño demasiado engañoso.
Físicamente, Ren era igual a su omega. Sus ojos y cabellos eran de un profundo color negro, su piel tan pálida como la de Itachi y debajo de sus ojos, se habían comenzado a notar las mismas marcas que su marido tenía. Incluso, el pequeño llevaba su cabello largo y atado en una coleta baja con el omega utilizaba
Sin embargo, aunque muchos pudieran pensar que el niño al ser tan idéntico a Itachi pudiera ser igual de tranquilo, había sido todo lo contrario.
Porque Ren había heredado su personalidad. Le encantaba deambular por los largos pasillos del castillo, corriendo de un lado al otro para divertirse en su soledad.
Amaba poder entrenar con Obito o su hijo, compartir las tardes de té con Minato y Sasuke o simplemente, acompañar a Shisui en sus labores como guardia. Sin contar, el hecho de que odiaba tener que permanecer quieto en un solo lugar para instruirse en sus labores futuros.
—Y me disculpo por eso.—Bromeó el mayor.
Naruto sabía donde podría encontrarse. Al niño le gustaba permanecer al aire libre, rodearse de los animales que se encontraban en el castillo y si podía ensuciarse era lo mejor.
—¡Uzumaki Ren!—El grito pareció paralizar al niño quien se encontraba de espaldas al duque.
Naruto no se había equivocado. El pequeño se encontraba practicando junto a Shisui con una espada de madera cada quien.
Su vestimenta, lo que antes solía ser una pulcra camisa blanca junto a unos pantalones azules, tal como usaba su padre, ahora estaban cubiertos de tierra y algunas zonas se encontraban rasgadas por las caídas que había tenido.
Shisui intentaba reprimir una sonrisa cuando vio los ojos negros del niño abrirse más de lo normal. Conocía perfectamente del respeto que aquel pequeño le tenía a su padre y aunque en un inicio hubiera jurado que podía notarse cierto miedo, pronto descubrió que no era más que respeto y admiración.
Para el guardia, era gracioso ver la manera en la que tanto padre como hijo se comportaban. Porque Naruto se mostraba demasiado imponente cuando hablaba con el infante, mientras Ren intentaba demostrarse lo más obediente posible. Sin embargo, aquello cambiaba cuando el pequeño de cabellos oscuros le dedicaba una mirada que hacía ablandar la postura del alfa.
>>¿Puedo saber por qué no estás en tus clases?—Su voz salió más grave de lo que se hubiera propuesto.— Sabes cuales son tus obligaciones y no quiero una queja de Kakashi con respecto a ti.
Ren ni siquiera volteó a verlo y le dedicó una clara mirada de auxilio a quien había estado entrenando con él.
Shisui soltó un suspiro que fue acompañado por una sonrisa. Si el duque llegaba a regañarlo por ponerse del lado del niño, no le iba a importar tener que culparlo por su excusa. Después de todo, no se creía lo suficientemente maduro como para tomar toda la responsabilidad. Al menos, no cuando se trataba de enfrentar a su soberano.
Aún así, decidió saltar en su ayuda.
—Lo siento, Alteza.—Habló el mayor.— Me pidió practicar un momento y el tiempo se pasó demasiado rápido.—Mintió.
Naruto entrecerró sus ojos en dirección a su joven guardia y al instante, volteó a mirar a su omega. Itachi presionaba sus labios mientras una sonrisa parecía hinchar sus mejillas.
El duque sabía que debía estar acostumbrado a la situación. Después de todo, no era la primera vez que Shisui intervenía para ayudar a su unigénito.
—Necesita la instrucción y él lo sabe.—Respondió con seriedad.— Tendrá tiempo de estar afuera después, ahora quiero que vaya con Kakashi.
El menor se dio la vuelta por fin, mostrándole a su padre un marcado puchero que bien sabía, le funcionaría para que accediera a su petición.
—¿No puedo continuar mañana?—Sus ojos parecieron brillar con tristeza.— Tengo que practicar, papá. ¿Cómo se supone que defenderé a mi hermano? ¿Cómo protegeré a papi?—Dramatizó.— El abuelo Madara me ha dicho que él es quien protege al abuelo Minato, yo debo hacer lo mismo. Es el deber de un alfa.—Una de sus manos se apretó en un puño y se apoyó sobre su corazón como si estuviera haciendo un juramento.
Naruto bufó cansado, viéndose obligado a relajar su postura. No pensaba admitirlo, al menos no de momento, pero le enorgullecía la ferocidad con la que protegía sus deseos.
—¿Desde cuándo sabe manipularme?—Le preguntó a Itachi.— ¿Acaso eso es algo que aprendió de ti?
—Nunca en mi vida te he manipulado.—Respondió el omega con calma.— Pero te recuerdo que Sasuke lo ha hecho muchas veces.
Oh, eso lo tenía completamente presente aún. Aquel chiquillo solía tenerlo en la palma de su mano, consiguiendo de él todo lo que pedía. Tal como cuando le permitió quedarse con la camada de gatitos que había encontrado en los límites del bosque.
Los animales estaban dentro de una caja sin agua y sin comida. Sasuke los había tomado entre sus manos y poniendo el semblante más tierno que el duque haya visto en su vida, le pidió quedarse con ellos.
Itachi le había dicho que no era buena idea y aún así, Naruto no se vio capaz de negarse cuando Sasuke lo miraba con sus grandes ojos negros cargados de una profunda tristeza al oír las palabras de su hermano.
Naruto aceptó y se había arrepentido esa misma noche, porque había oído llorar a los pequeños animales durante varios días, solo quejándose aunque se encontraran con su estómago lleno y el niño simplemente, se dedicaba a cuidarlos durante el día, sin importarle que el soberano no consiguiera descansar correctamente por la preocupación de que los animales no consiguieran vivir un día más al ser tan pequeños.
—Si, creo que le prohibiré juntarse con Sasuke por un tiempo.—Habló con cansancio.
No era algo que fuera a hacer realmente. Sabía perfectamente el cariño que su hijo le tenía al hermano menor de su esposo y no solo conseguiría ponerse en contra a Ren, sino que Sasuke no le perdonaría su decisión.
—¡Hermano!—El grito de su hijo sobresaltó a los presentes y la pareja volteó para encontrarse con el omega que traía una caja grande entre sus manos.— Papá me está regañando, dile algo.—Pidió en cuanto se abrazó a la cintura del azabache.
Sasuke acarició el cabello del infante con dificultad sin soltar el caja y elevó la mirada hacia el único rubio frente a él. No pensaba meterse esta vez, porque estaba seguro de que su hermanito había hecho algo como para que el duque tuviera su ceño fruncido en signo de molestia.
Itachi sonreía con sus labios sellados y Shisui, a pocos pasos detrás de ambos, simplemente cubría su boca para no soltar una carcajada.
—Sea lo que sea que haya ocurrido, estoy seguro de que lo resolverán.—Habló el omega con simpleza.— Dejando eso de lado, tengo un regalo para ti.—Sasuke alejó a Ren de su cuerpo y se acuclilló frente al pequeño para dejar la caja en el suelo.— En unos días cumples tus once años y me pareció que necesitabas un amigo aquí.
Naruto giró su cabeza con brusquedad hacia su esposo, quien solo elevó sus hombros sin saber que era lo que su hermano menor planeaba.
Ren abrió la caja con cuidado y sus ojos se abrieron sorprendidos en cuanto vio el interior.
Un pequeño cachorro de pelaje abundante y negro lo miraba desde su altura. Sus nariz moviéndose con suavidad mientras olfateaba la mano que el menor había acercado para que lo reconozca y su cola moviéndose de un lado al otro con velocidad, feliz de poder tener un nuevo dueño.
El infante tomó al animal entre sus manos con cuidado y lo acercó a su rostro, sintiendo la lengua del cachorro acariciando su mejilla con insistencia. Volteó hacia sus padres y los observó a ambos con una enorme sonrisa.
>>Su nombre es Pena.—Continuó el omega.— Es una cachorrita muy cariñosa, así que tienes que cuidarla y mimarla mucho. La encontré cerca del castillo.
Naruto soltó un suspiro cansino antes de hablar.
—Debiste preguntar antes, Sasuke.—Habló el alfa.— No puedes continuar trayendo animales que te encuentres en todos lados.
Tanto Sasuke como Ren, apresaron sus labios entre sus dientes con algo de vergüenza y al instante, un semblante triste se instaló en sus facciones.
—¿No puedo quedármela entonces?—Preguntó el niño con un marcado puchero.
El omega se puso de pie y juntó sus manos como si estuviera rezando, acercándose lentamente a su cuñado.
—Por favor, Naruto, estaba sola y quien sabe hace cuanto tiempo estuvo allí.—Habló frente al duque.— Es muy cariñosa y no dará problemas, al menos, no más de los que un cachorro da. Lo ayudaré a cuidarla, pero permite que se la quede.—El soberano frunció el ceño.— Además, la temporada de frío está comenzando y a quienes iban a ser sus dueños, no pareció importarles eso, porque la dejaron allí tirada a su suerte.—Sasuke apenas pudo ver la sonrisa de Shisui que extendía sus labios.— No dejes que pase por eso de nuevo.
Naruto apretó sus manos en un puño y no pudo evitar gruñir. Sabía lo que intentaba hacer con él y no quería aceptar la petición, porque entonces, eso significaba que ambos conseguirían lo que querían con una simple mirada.
Sabía de la responsabilidad al tener una mascota. Conocía la felicidad que dichos animales les traían y la tristeza al finalizar sus vidas.
Quería que su pequeño pudiera tener un compañero como lo tuvo él, pero no quería que experimentara el perderlo, tal como él había perdido a Kurama hacía años atrás.
Porque aquel que fue su mejor amigo, había dejado el plano terrenal al cumplir su ciclo y misión en esta vida, dejando en su dueño un vacío que le dolería por siempre y los permanentes recuerdos felices que el can le había otorgado.
El rubio balbuceó por un momento y finalmente habló.
—Bien, que se quede, pero deja de enseñarle a mi hijo como manipularme.—Habló con molestia. Misma que pareció evaporarse de su sistema cuando Sasuke lo abrazó con cariño.
—Bien, ya está decidido entonces.—Sonrió el omega menor.— Ahora, vayamos a almorzar al lago. Tío Madara nos acompañará junto a Minato y papá vendrá con tío Izuna. Iré a preparar todo.
Naruto despeinó su cabello con frustración y abrazó a su esposo, recibiendo un beso en sus labios que le sacó una sonrisa.
—Se que te molesta que haga lo que hizo, pero siempre que los veo interactuar, no puedo evitar pensar en que es tu hijo también.—Sonrió.— Lo tratas de la misma manera en que tratas a Ren y eso me encanta.
El rubio le devolvió la sonrisa y tomó la mano de Itachi para depositar un beso en el dorso. Haciéndole ademanes con sus manos a Shisui, comenzó a caminar hacia el interior del castillo siendo seguido por su hijo, quien no soltaba a su nueva amiga.
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Naruto se sentía feliz y agradecido con la vida por las cosas buenas que le había otorgado.
Mirando ahora a su esposo, no pudo evitar pensar en lo afortunado que se sentía por haberlo conocido. Por haberse permitido la oportunidad de verlo cuando la madre del omega había ido a ofrecerlo para el matrimonio.
Nuevas personas habían llegado a su vida para alegrarlo. Su padre se mantenía a su lado como siempre, siendo igual de amable y cariñoso como cuando él era un pequeño niño que apenas comenzaba a conocer el mundo.
Madara se había encargado de traerle felicidad a su padre y a su esposo. Tanto él como Izuna habían buscado la manera de encontrarlos para poder permanecer en sus vidas, siendo un pilar más para Itachi y adentrándose poco a poco al corazón de Minato.
Observaba a Fugaku e Izuna jugar con Ren. Ambos mantenían una relación igual de cursi que la de él e Itachi, siendo un gran apoyo el uno para el otro y complementándose mejor que cualquier pareja de alfa y omega que hubiera conocido a lo largo de su vida.
Su mirada recorrió a los presentes hasta encontrarse con Sasuke, aquel a quien consideraba un hijo más.
El azabache se encontraba sonriendo entre los brazos de quien había sido su único y mejor amigo durante su infancia, mientras oía lo que sea que el contrario le dijera al oído.
No iba a negar lo mal que se sintió cuando Sasuke le dijo que se encontraba en pareja con Shisui cuando el alfa apenas había cumplido dieciocho años. Conocía al chico desde que era un recién nacido y sabía lo importante que el omega era para él. Sin embargo, el hecho de sentir que le arrebataban a quien él consideraba su hijo mayor, lo había lastimado demasiado.
Porque para él, Sasuke seguía siendo el mismo pequeño omega de tan solo siete años que había conocido en el hogar Uchiha y con quien se había encariñado casi al instante, sintiendo la necesidad de protegerlo de todo el mal que se hallaba en el mundo, tal como le ocurría con Ren.
Ahora, solo quedaba esperar a que la pareja diera el si en el altar, lo cual sabía que no faltaría mucho. Teniendo siempre presente el hermoso anillo de compromiso que adornaba el dedo anular del omega.
La carcajada de Ren lo trajo de vuelta a la realidad y volteó a verlo con una sonrisa. El niño rodaba sobre el césped mientras que Pena mordisqueaba sus manos cada vez que las encontraba a su alcance.
Aquel pequeño alfa ocuparía su lugar en el trono y se encargaría de su ducado trayendo orgullo a su apellido, tal como había ocurrido desde hacía generaciones.
No permitiría que su sonrisa sea borrada de su rostro mientras él estuviera con vida y eso era algo que pensaba con respecto a sus dos hijos.
Los amaba a ambos por igual y lo que menos deseaba, era que el brillo de felicidad que se mostraba en sus ojos negros, se apagara.
Ni él ni Itachi y mucho menos Fugaku, permitieron que Sasuke viera a su madre antes de que muriera. No era algo que quisieran prohibirle, aún cuando el menor de los hermanos nunca haya tenido deseos de hablar con ella, pero al duque le había llegado la carta que Mikoto había escrito para su hijo menor y a pesar de que no quería que Itachi la leyera, el omega lo hizo.
Allí, descubrió los verdaderos sentimientos de su madre. La razón del cambio en su comportamiento y la idea enfermiza que tenía en cuanto a su plan de dejar a Sasuke en manos de Danzo.
Itachi había llorado durante días luego de descubrir que la persona que debía amarlo incondicionalmente, simplemente lo odiaba y ninguno había querido que Sasuke lo supiera, porque la idea de Mikoto era contarle toda la realidad a aquel que aún en ese momento, era un niño.
La mujer había muerto por una enfermedad que, a pesar de haber enviado a los médicos a revisarla, no pudieron hacer nada por ella. Su vida acabó en el interior de un frío y oscuro calabozo, como si ese hubiera sido el castigo que la vida le había otorgado por sus acciones.
—¿Todo en orden?—Preguntó Itachi.— Te veo algo distraído.
—Solo pensaba en todo lo que pasamos para poder estar donde estamos.—Respondió el mayor con calma, acariciando con su pulga la marca perfectamente cicatrizada que se encontraba en el cuello de su esposo.— Te amo como no tienes una idea.—Susurró con una sonrisa.
Itachi le devolvió el gesto antes de besarlo con tranquilidad.
—Y yo te amo a ti, cielo.—Respondió de igual forma.— Gracias por todo el amor, cariño y felicidad que me has traído a la vida.
Naruto se acomodó sentándose detrás de él. Sus brazos envolvieron con algo de fuerza la cintura de su esposo y su mentón se apoyó en uno de sus hombros mirando el panorama frente a él.
Si, definitivamente le agradecía a la vida por haberle otorgado una historia de amor maravillosa, por haberle enviado dos hijos increíbles y personas nuevas que habían agrandado a su familia.
FIN.
Este es el fin de esta historia. Espero que les haya gustado y como siempre, agradezco cada voto y comentario que me otorgan como apoyo.
Gracias por acompañarme en el transcurso de este escrito.
¡MUCHAS GRACIAS POR LEER!