
Shisui y Sasuke
Shisui nunca había sido bueno para hacer amigos, mucho menos para mantenerlos. Acostumbraba a jugar con los sirvientes del castillo, con los soldados que protegían el hogar del duque e incluso, con sus propios padres cuando alguno de los dos se encontraba con tiempo libre.
Naruto también solía invitarlo para que lo acompañe en sus paseos junto a Kurama, más que nada, porque el duque observaba la soledad que acompañaba a aquel infante de cabello negro.
A su corta, no podía comprender cual era el problema en él. Había intentado ingresar en el grupo de niños que solían juntarse a jugar entre ellos en los alrededores del castillo.
Sin embargo, siempre terminaba de la misma manera. Aquellos chiquillos le hablaban mal y en más de una ocasión, fueron crueles al decirle que no lo querían junto a ellos.
Shisui era un pequeño alfa de brillante sonrisa, parlanchín y amable con todas las personas, mostrando así la educación que había recibido de sus progenitores.
Se entretenía con cualquier cosa que llamara su atención e intentaba no ser una molestia para los compañeros de sus padres, sobre todo con los soldados. Aquellos guardias siempre se mostraron amables con él, acompañándolo en sus juegos cuando se encontraba aburrido y en muchas ocasiones, invitándolo a practicar para que pudiera ser igual a su padre cuando sea un adulto.
Aquel era su sueño. Veía la valentía con la que Obito practicaba, oía las batallas que había enfrentado para proteger a su duque y eso solo aumentaba su admiración.
Aún así, sintiéndose acompañado por los demás, no podía evitar sentirse mal al recordar que no tenía un solo niño de su edad que deseara jugar con él. No quería que aquella situación se convirtiera en algo importante para él, pero teniendo en cuenta que era un infante de tan solo ocho años, la ilusión por encontrar a un compañero con el cual pasar su tiempo, se presentaba de vez en cuando.
Fue por esa razón que dejó el temor al rechazo de lado cuando su duque le informó que había un pequeño omega con el cual podría jugar.
No le importaba la casta del niño mientras no recibiera una mala mirada de su parte. Una mirada que le indicara que no era aceptado por el desconocido.
Sasuke era un omega de cabello negro y despeinado, ojos del mismo color y piel pálida con sus mejillas suavemente sonrojadas. El pequeño era el hermano menor de quien a partir de ese momento, gobernaría junto a su soberano.
Se había presentado con él mostrándole una sonrisa nerviosa mientras que sus manos se apretaban entre si con fuerza.
Sus ojos negros se encontraban rojos y brillantes, y aún cuando la curiosidad por saber que había ocurrido se presentó en su cabeza, lo dejó de lado cuando tomó su mano para acercarlo a la mesa con los dulces que la cocinera del castillo había preparado.
Aún cuando su atención se perdía en cosas sin importancia, supo leer el ambiente a la perfección. El final de la ceremonia de bodas entre Naruto y su esposo, parecía no haber terminado en la felicidad de la que sus padres le habían hablado, donde todos abrazaban y felicitaban a los recién casados por su unión.
En cambio, sus padres, la reciente pareja y Minato, se encontraban hablando con seriedad y había alcanzado a ver el ceño fruncido del duque más de una vez.
No tenía idea de que era lo que había sucedido, pero era un hecho que eso era lo que había hecho llorar al pequeño niño que ahora comía la barra de chocolate a su lado en completo silencio, mientras que sus ojos viajaban de un lugar al otro mirando con detenimiento la fiesta.
—¿Jugamos?
Su voz lo sobresaltó. No hubiera esperado que Sasuke sea quien comience una plática o siquiera, quien lo invite a jugar, pero allí estaba. Aceptó con una enorme sonrisa y extendió una servilleta hacia su acompañante para que limpiara los restos de chocolate que había embarrado en sus mejillas.
La tarde había pasado tranquila y Shisui podría jurar que nunca se había divertido tanto como con ese niño. Habían jugado con los animales del castillo, cepillaron a los caballos con ayuda de uno de los guardias, quien los alzaba en brazos para poder llegar a los lugares que antes no alcanzaban y corretearon junto a Kurama por las orillas del lago bajo la mirada protectora de los compañeros de Obito.
En cuanto la noche llegó, sus cuerpos se encontraban cansados y se había visto en la obligación de separarse de su nuevo amigo cuando el duque le pidió a Sasuke acompañarlo a conocer el castillo.
Aún así, se sentía feliz. Sasuke había sido el primero, por no decir el único, que había elegido jugar con él sin dedicarle miradas molestas o palabras cargadas de desprecio del que él nunca comprendió la razón.
Había hecho un nuevo amigo al que había acompañado a su hogar junto con sus padres a la mañana siguiente, donde habían prometido volver a verse para jugar en cuanto tuviera la oportunidad de volver al castillo.
Su vida había cambiado desde entonces. Solía ver a menudo al pequeño con quien compartía sus momentos libres, jugando con él o simplemente, acompañándolo de un lado al otro cuando no tenían nada más que hacer.
Le gustaba poder unirse al par de hermanos para que Itachi les leyera una de las tantas historias que tanto le gustaban a Sasuke o enseñarle a su amigo todo lo nuevo que había aprendido de su padre Kakashi cuando el adulto le daba clases.
Amaba meterse en el lago junto a su amigo, nadando entre las frías aguas para encontrar las piedras coloridas que al omega tanto le gustaban, pero que no alcanzaba a tomar por el temblor de su cuerpo.
En ese entonces, sus brazos lo rodeaban con fuerza mientras oía el sonido que los dientes del menor provocaban al chocar entre si cuando los escalofríos azotaban su pequeño cuerpo, mientras que admiraban las piedritas que el alfa le había conseguido antes de verse cubiertos por una gruesa piel que Itachi había colocado sobre ambos. Nunca se había percatado de como su aroma había rodeado a Sasuke hasta que Obito se lo había comentado al volver al castillo.
Su olfato no estaba lo suficientemente desarrollado y de hecho, apenas podía sentir algún aroma en su amigo que él pudiera definir. Fue por esa razón que le dedicó una mirada confusa a su padre al no haber sentido su propio aroma en el omega.
Se había sentido atemorizado de un momento al otro, porque recordaba como Obito le comentaba que cubría a Kakashi con su aroma como protección y en cierta manera, queriendo demostrar territorialidad. No estaba seguro de si el duque o su esposo pudieran llegar a molestarse por eso, pero había conseguido relajarse nuevamente cuando se había presentado en busca de Sasuke y ninguno de los dos había dicho algo al respecto.
De todas formas, no era como si lo quisiera hacer intencionalmente.
Existía en él aquella sensación de querer protegerlo, tal como sabía que los alfas hacían con los omegas. Shisui tenía más fuerza, era más alto y era mayor que su amigo, no podía permitir que alguien pudiera lastimarlo de alguna forma si él tenía la oportunidad de mantenerlo a salvo.
Pero esa oportunidad llegó y él no pudo protegerlo.
Había llorado durante horas y apenas podía dormir en las noches al ansiar la llegada de Sasuke.
Había oído a sus padres hablar al respecto y Shisui no comprendía el por qué la madre de quien él ya consideraba su mejor amigo, había decidido alejarlo de las personas que tanto lo querían.
Shisui no estuvo para proteger a Sasuke de su propia madre.
—"Un lindo omega no debe llorar por nada ni nadie"—Aquellas habían sido las palabras que él le había dicho a su amigo cuando lo vio lagrimear por una caída que había tenido.
Sin embargo, hubiera deseado estar para él cuando lloró dentro del palacio del conde, tal como Sasuke le había comentado. No estuvo para abrazarlo durante las noches en las que lloraba deseando poder volver junto a su familia, no estuvo para darle palabras de aliento, no estuvo para acompañarlo en esos tristes y atemorizantes momento.
Shisui no pudo protegerlo y aquello solo lo hacía sentir peor. ¿Qué clase de alfa y amigo era si no podía proteger a la única persona que decidió quedarse a su lado?
Lloró a pesar de no quererlo. Le rogó a los dioses que lo mantuvieran protegido y esperó ansioso cada noticia que pudiera obtener con respecto al menor.
Nada parecía funcionar. Sus ruegos no parecían ser escuchados y le aterraba no saber si se encontraba bien o siquiera, si en algún momento iba a volver con ellos.
Sus padres habían estado a su lado informándole de la situación de manera simple para que comprendiera y sin entrar en demasiados detalles. Y poco tiempo después, su amigo finalmente volvió.
Odiaba a la madre de Sasuke. Odiaba al conde por haberlo apartado de su lado de un momento al otro sin permitirle despedirse, pero se sintió tranquilo cuando Kakashi le comentó a la mañana siguiente, que el omega había vuelto al castillo.
No había tardado más que un par de minutos en prepararse y correr hacia la habitación en la que se hospedaba Itachi, pidiendo amablemente por el niño.
Sasuke apareció pocos segundos después y podía asegurar que su corazón se sintió ligero al envolverlo entre sus brazos antes de tomarlo de la mano y caminar fuera del castillo.
—Te extrañé mucho.—Susurró Shisui cuando lo tuvo entre sus brazos una vez más.— Creí que no volvería a verte.
—Creí lo mismo.—Respondió de igual forma.— Pero Naruto pudo traerme de nuevo.—Una sonrisa se instaló en su rostro cuando acarició suavemente el cabello ondulado de su compañero en un intento porque deje atrás la tristeza en su mirada.— Ahora estaremos juntos.
Shisui aceptó gustoso el corto beso que su mejor y único amigo había dejado en su mejilla, levantándose al instante en que lo vio correr hacia las caballerizas mientras lo llamaba a los gritos.
Por fin podía sentirse tranquilo y seguro. No habría nuevas preocupaciones que pudieran alterarlo durante las noches y nada le impediría encontrarse con Sasuke al día siguiente.
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El momento en que Sasuke descubrió que iba a ser hermano mayor, de acuerdo a lo que Itachi le había dicho, había estado saltando con una sonrisa que parecía no entrar en su rostro. Shisui solo se había dedicado a admirarlo mientras lo oía hablar sobre lo emocionado que estaba porque su hermano menor durmiera en el mismo cuarto que él.
Entre los dos, habían planificado de que manera acomodar el cuarto para que ambos tuvieran su espacio, habían pensado a lo que podrían jugar cuando el niño haya crecido y las cosas que les podrían enseñar entre ambos.
Sasuke se sentía pleno al pensar en el embarazo de su hermano y Shisui se regocijaba de la felicidad que irradiaba su mejor amigo.
En cuanto Ren nació, el omega lo había llevado con él para que lo conociera, argumentando que también era un miembro importante de su familia y debía estar presente para cuando el pequeño abra sus ojos.
—Todavía no puedo creer que sea hermano mayor.—Susurró Sasuke con una sonrisa tensando sus mejillas.
—Me alegro mucho por ti, Sasu.—Respondió el mayor de la misma forma antes de rodear los hombros del niño con uno de sus brazos.
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El tiempo había pasado con rapidez y Shisui no podía asegurar cuando fue que la situación entre él y su mejor amigo, había cambiado tanto.
¿En qué momento su corazón había comenzado a acelerarse, simplemente, por ver la sonrisa de Sasuke? ¿En qué momento había comenzado a invadir el espacio personal del omega solo para sentir su aroma? ¿En qué momento había comenzado a sentir el deseo de sostener su mano con una intención más íntima de lo que hacía cuando eran niños?
La relación entre ambos continuaba tal cual en un inicio, aunque sin los juegos tontos con los que solían entretenerse.
Ambos sabían todo el uno del otro, o quizás no tanto, porque Shisui se había encargado de mantener sus sentimientos bajo siete llaves en lo más recóndito de su corazón.
No quería arruinar su relación, mucho menos quería que Sasuke comenzara a sentirse nervioso cuando él estuviera presente.
Una sonrisa que Sasuke le dedicara y su corazón golpeaba contra su pecho con la misma fuerza con la que lo hacía al entrenar con la espada.
Sus brazos rodeaban en cuerpo del omega quien, acostumbrado a los abrazos que su amigo le deba desde niños, poco le molestaba. Sasuke no parecía darse cuenta y Shisui no pensaba decirle que solo anhelaba poder tener el aroma a jazmines impregnado en su ropa. No estaba seguro de cuando había comenzado a sentir el aroma del omega, quizás porque estaba acostumbrado a tenerlo a su lado constantemente, pero no quería dejar de olfatearlo.
En cada abrazo, el alfa sentía las suaves manos del menor acariciar las suyas con delicadeza. No podía decir que quería entrelazar sus dedos y mantenerlos allí mientras por su cabeza pasaba la imagen de él y Sasuke caminando por el exterior del castillo como una pareja, porque eso solo haría que su mejor amigo se alejara de él.
Prefería mantener su amistad, verlo sonreír y encerrar sus sentimientos para siempre. O al menos, ese era su plan desde que había comenzado a ver a Sasuke con otros ojos.
Nunca hubiera pensado que el menor cambiaría sus planes al revelarle sus sentimientos.
—Se que lo que te voy a decir puede afectar nuestra amistad, pero no creo poder continuar soportando esto que siento.—Ambos se encontraban sentados con sus pies dentro del lago. El sol calentaba sus cuerpos de una agradable manera, logrando que la paz inundara su alrededor.— Pero me gustas, Shisui, más que como un amigo. No se si comprendes lo que quiero decir.
El alfa no había contestado. Simplemente, decidió demostrarle con una acción que sus sentimientos eran completamente correspondidos.
El mayor había apresado las mejillas del omega entre sus manos y en un instante, acercó sus rostros para que sus labios se encontraran.
Fue un beso dulce y tranquilo, con emociones que habían estado guardando ambos durante demasiado tiempo.
Los brazos de Shisui acercaron el cuerpo de Sasuke en un abrazo cariñoso y por fin se permitió olfatear el aroma a jazmines tan característico del omega, hundiendo su nariz al cuello del menor.
Se amaban, lo sabía. Aún siendo unos adolescentes, conocían a la perfección la emoción que ahora inundaba sus corazones y se permitieron mantenerse entre los brazos del otro sin temor a separarse nuevamente.
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Shisui puede asegurar que había visto su vida pasar frente a sus ojos.
Hubiera comprendido que la amenaza llegara de parte de Fugaku, después de todo, el hombre era el padre del omega que amaba, pero nunca creyó que quien fuera a amenazarlo, hubiera sido el duque.
Sabía que lo quería como a un hijo, después de todo, había visto que el brillo en la mirada de su soberano que siempre se mostraba cuando observaba a Ren, era también provocado cuando sus ojos azules enfocaban a Sasuke.
Su omega había decidido darle la noticia a su familia en cuanto a su relación y a pesar de que todos los felicitaron, el hecho de oír del duque que lo ejecutaría si le hacía daño, lo había hecho sudar frío.
Aún así, nada lograría hacer que se arrepienta de cada decisión que había tomado con respecto a ese chico y le agradecía a la vida el haberlo encontrado. Se había vuelto su amigo, su compañero de juegos y pronto su prometido.
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—¿Hace mucho que estás despierto?
La voz de Sasuke lo hizo volver a la realidad y tomando un poco de impulso, giró sobre la cama colocándose sobre el omega, quien elevó sus brazos para acariciar su ondulado cabello.
—Hace poco desperté.—Susurró.
Podía ver en el cuello del menor la marca de su mordida. Los puntos rojos de su sangre ahora seca, sobresaltaban en su pálida piel al igual que las marcas rojizas que había dejado en el torso de su amado.
—Naruto nos esperará para almorzar en familia.—Habló Sasuke, recibiendo gustoso el beso que el alfa dejaba en sus labios.
—De acuerdo.—Murmuró girando su mirada hacia el ventanal.— Apenas está comenzando a salir el sol, por lo que tengo tiempo para hacerte mío una vez más.—Tomó la mano de su compañero y besó el hermoso anillo de oro que ahora adornaba su dedo anular.
Sasuke rio con alegría cuando sintió los besos de su pareja en su cuello. La suavidad con la que rozaba sus dientes sobre su piel, le causaban cosquillas y en cuanto Shisui pasó su lengua por su marca, un jadeo salió de sus labios.
El alfa se sentía completo. Había pasado la noche junto a su amado, entregándose en cuerpo y alma al otro luego de su boda mientras repetían entre suspiros y jadeos, cuanto se amaban.
Agradecía que haya llegado al castillo en ese entonces. Agradecía que lo haya invitado a jugar y agradecía que haya aceptado permanecer a su lado como un amigo, contrario a lo que habían hecho los mocosos con quienes él quería jugar en ese entonces.
Pero por sobre todo, agradecía que le haya confesado sus sentimientos y que haya decidido permanecer en su vida como su esposo y compañero, convirtiéndose por fin, en el amor de su vida.
¡MUCHAS GRACIAS POR LEER!