
Chapter 43
Naruto no podía decir que había disfrutado de sus noches con su pareja.
Claro que en un inicio todo era maravilloso. La emoción por saber que el joven que amaba con todo su corazón lo convertiría pronto en padre, anestesiaba cualquier otro sentimiento negativo que pudiera experimentar durante todo ese periodo.
Solía pasar su tiempo libre junto a Itachi, hablando sobre posibles nombres que su primogénito pudiera tener y preguntándose a quien de los dos se parecería.
Había estado presente acompañando a su pareja, sobre todo en los momentos en que se presentaban las náuseas. Se había sentido impotente por no saber de que manera tranquilizarlo y a pesar de que soltaba sus feromonas queriendo calmar su malestar, parecía no servir de mucho cuando su esposo se encontraba con la cabeza casi metida dentro de la cubeta.
Naruto sabía que un embarazo no era algo simple y no porque su esposo haya sido diagnosticado como tal, sino porque él mismo pensaba en que no debía ser tan sencillo el hecho de llevar a una pequeña criatura que crecía dentro de su propio cuerpo. Su omega se lo demostró con el cansancio que siempre parecía invadirlo.
Itachi solía esforzarse por mantenerse de pie aún cuando su vientre no estaba tan abultado. Sin embargo, el cansancio comenzaba a presentarse en él diariamente. Un síntoma común en un embarazo, de acuerdo a su doctora.
Si era sincero consigo mismo, el periodo que menos disfrutó fue el de los antojos.
Su esposo lo despertaba a altas horas de la noche para anunciarle que se sentía hambriento y a pesar de querer quedarse en su cama sintiendo el calor del cuerpo de su omega, Naruto no se veía capaz de negarse cuando Itachi lo miraba con los ojos brillantes mientras acariciaba su vientre con suavidad.
El azabache solía pedirle cualquier tipo de comida y en más de una ocasión, había terminado devolviendo todo lo que tenía en su estómago antes de siquiera probar un bocado. Aquello hacía que Naruto simplemente se frustrara y el cansancio comenzara a pasarle factura.
Porque Itachi no le pedía que le avise a una de las cocineras, sino que prefería la comida de su alfa. Mismo alfa que a pesar de sentirse molesto por tener que dejar su lecho, no se negaba a consentir a su esposo en aquellos momentos.
Por otro lado, su periodo favorito del embarazo, había sido el apetito sexual que parecía haber aumentado en el menor. Naruto nunca se negó a los pedidos de su omega cuando era casi arrastrado a la cama por el azabache.
El duque se dejaba hacer gustoso, sintiendo los suaves roces de las manos contrarias recorrer su torso. Esperaba deseoso cada noche para oír los gemidos del chico justo en su oreja, sentir sus dedos clavados en sus hombros para poder aferrarse de algo mientras sus propias manos lo sostenían de sus caderas consiguiendo que Itachi hiciera los movimientos que él deseaba.
Su vientre había crecido considerablemente y aún así, no fue un impedimento para que él pudiera demostrarle a su esposo cuanto lo amaba mediante acciones. Acciones que terminaban en palabras cursis, suaves caricias y besos cargados de amor luego de haber dejado la lujuria de lado.
Ahora, mientras oía los gritos de su marido detrás de la puerta de su cuarto, aunque sea deseaba volver a la noche de los antojos de su esposo. Prefería tener que levantarse en mitad de la noche para cocinarle esas extrañas mezclas de alimentos que tanto quería el azabache, antes de tener que escuchar sus dolorosos gritos a través de las gruesas puertas.
Su llanto. Su voz pidiendo por él. Los gritos desgarradores.
No soportaba más la situación. Su hijo estaba a punto de nacer y ni siquiera podía estar presente en un momento tan importante.
Había visto como la doctora quitó algunas prendas de ropa de su armario, entregándoselas a Itachi antes de que la anciana lo sacara casi a empujones de su propio cuarto. A la señora no le importó que Naruto le enseñara sus colmillos, mucho menos que el rubio gruñera en amenaza justo en su rostro. La fémina estaba lo suficientemente acostumbrada a los alfas en aquellas situaciones y a pesar de conocer sus reacciones, sabía que debía ir con cuidado, porque si sienten que sus compañeros se encuentran en peligro, nada les importará más que protegerlos.
Un nuevo grito se escuchó del otro lado de las paredes y Naruto se puso de pie en un salto con los nervios a flor de piel.
—Naruto...
La voz de su padre llegó a sus oídos y ni aún así fue capaz de controlar sus instintos. Su omega lo necesitaba a su lado, sosteniendo su mano cuando sus dolores se presentaban y sintiendo sus feromonas para poder tranquilizarlo.
No comprendía del todo el porqué lo habían sacado del lugar. La anciana que iba a hacerse cargo del parto no le dio explicaciones y simplemente le cerró la puerta en su rostro antes de que él pudiera refutar su decisión.
—Necesitas calmarte.—Madara habló en su oído y apenas se dio cuenta de que sus brazos eran retenidos con fuerza.
—Te ordeno que me sueltes.—Su voz salió en un siseo peligroso al presionar sus dientes entre si con fuerza luego de escuchar un nuevo grito.
—No si tu intención es tirar esa maldita puerta abajo.
Por supuesto que esa era su intención. Suficiente tiempo se había quedado sentado fuera del cuarto mientras escuchaba una y otra vez los pedidos de su esposo. Pedidos que repetían su nombre una y otra y otra vez.
—Cariño.—Minato se posicionó frente a él y lo tomó de sus mejillas para conseguir su atención.— Se que duele. Se que te desespera no poder estar junto a él en este momento, pero es esta la razón por la cual no te permitieron quedarte.—Habló con calma.— Sientes el dolor de Itachi, sientes su miedo y temes que algo malo ocurra. Si hubieras estado dentro del cuarto, no hubieras permitido que nuestra doctora hiciera su trabajo.—Explicó.— Hubieras arremetido contra ella en el primer momento en que toque a Itachi. Tu ropa tiene tu aroma y eso lo ayuda aunque no lo parezca, pero necesitas mantener la calma para no alterarlo más a él.
Naruto suspiró con fuerza, cerrando sus ojos cuando un nuevo grito se escuchó del otro lado. No podía calmarlo, no podía estar a su lado, no podía apoyarlo o rodearlo con sus feromonas cuando quisiera. Se sentía frustrado e impotente por no poder apoyar de otra manera a su pareja, viéndose obligado a esperar fuera de la habitación como si solo fuera un familiar más y no el padre del pequeño que nacería.
Un llanto fuerte y algo agudo, se escuchó desde el interior de su recámara. Abrió sus ojos con sorpresa y la sonrisa comenzaba a aparecer poco a poco en su rostro.
No podía mover su cuerpo aún cuando su padre lo había abrazado. Sintió en sus hombros que Fugaku e Izuna habían palmeado la zona para felicitarlo y Madara finalmente, revolvió sus rubios cabellos dejándolo completamente libre.
La anciana salió del cuarto secando sus manos húmedas y miró al joven duque con una suave sonrisa.
—Puede pasar, Alteza.—Habló con calma.— Su pequeño tiene buenos pulmones.—Rio.
Naruto asintió con emoción y con lo que parecía ser un esfuerzo sobrehumano, dio el primer paso hacia la puerta.
Sus ojos azules se llenaron de lágrimas que bajaron rápidamente por sus mejillas, recorriendo el camino hasta perderse en su mentón.
Itachi lucía demasiado débil. Su rostro estaba sudoroso y los mechones de cabello suelto, se pegaban a su piel, permaneciendo húmedos por lo mismo. Respiraba con agitación y sus ojos parecían hacer toda la fuerza posible por no cerrarse mientras observaba el pequeño bulto de tela que tenía entre sus brazos.
El duque se aproximó a ellos con pasos calmos, sin atreverse a siquiera hablar al saber que su voz se rompería por la emoción.
—Se parece a ti.—Susurró el omega con una pequeña sonrisa y elevó a penas sus brazos para que su alfa lo cargara.
Naruto lo tomó con extremo cuidado, sintiéndose torpe de repente al no saber como sostener al diminuto bebé que ahora dormía tranquilo, como si no hubiera estado gritando hacía poco tiempo.
No estaba del todo seguro que se pareciera a él. No sabría decir de quien había heredado sus rasgos, pero por el momento, todo parecía indicar que eran de Itachi.
Apenas tenía cabello, pero era completamente negro y ni siquiera podía ver el color de sus ojos.
Una sonrisa apareció en su rostro y con suavidad, delineó los labios de su hijo. Su boca perfectamente delineada, el arco de cupido bien marcado y los labios tenían el mismo grosor que los de su omega.
—Por ahora solo considero que se parece a ti.—Susurró emocionado. Nada le generaba mayor emoción que tener un segundo pequeño que se pareciera a su esposo, considerando que Sasuke ya tenía sus facciones por demás desarrolladas siendo un infante.
La doctora ingresó poco después, pidiendo amablemente por el recién nacido y a pesar de que el duque no quisiera alejarlo, se lo entregó para que lo limpiara.
>>Agradezco a la vida y a todos los dioses existentes por ponerte en mi camino.—Susurró tomando una de las manos de su esposo.— Me diste una familia, aún antes de Ren.—Murmuró soltando sus lágrimas una vez más.— Fuiste un omega valiente por ambos, me entregaste tu amor y cariño, estuviste a mi lado en cada paso que hemos avanzado desde que nos conocimos y estoy eternamente agradecido.—Itachi acarició la mejilla de su alfa con suavidad y Naruto se vio en la obligación de carraspear al sentir que su voz se quebraba.— Mi corazón, mi vida entera te pertenece. Sin darme cuenta me he arrodillado ante ti, cayendo completamente rendido por tu belleza, por tus sentimientos. Te dedico todo de mi, mi amor, mi cariño, mi felicidad, mi gratitud por todo lo que has traído a mi vida desde el primer momento y cada una de esas emociones, siempre han sido creadas por y para ti.
Itachi sonrió con cansancio, soltando un suspiro de satisfacción cuando su amado besó sus labios en un suave toque.
—Te amo, Naruto.—Susurró con sus ojos entrecerrados.
—Y yo te amo a ti, cariño.—Contestó de igual forma.— Debes descansar, estaré aquí cuando despiertes.
Itachi cerró sus ojos, cayendo completamente rendido por el cansancio y Naruto solo se dedicó a observarlo a la espera de que la anciana volviera con su primogénito.
Acarició su cabello con suavidad, sus pulgares recorrieron sus mejillas y sus labios se pegaron a la frente de su esposo. Lo amaba y eso era algo que no pensaba negar, porque se había convertido en la razón de su vivir, en su sostén y en la luz que alumbraría su camino hasta el final de sus días.
—Eres lo mejor que me ha pasado.—Susurró.— Te amaré en esta vida y en la siguiente.
¡MUCHAS GRACIAS POR LEER!