
Chapter 34
Antes que nada, ya lo he hecho, pero quiero volver a agradecerles a cada un@ por sus saludos y hermosas palabras que me dedicaron el día de mi cumpleaños. Les mando mucho amor y cariño a cada uno de ustedes <3
Tantas emociones lo hacían sentir algo mareado. El alivio, la felicidad, la tristeza, el enojo... Eran demasiados sentires juntos como para experimentarlos a través del lazo que lo unía con su esposo.
Su padre lo miraba preocupado y no le sorprendía. Su médico le había recomendado que fuera Sasuke quien ingresara primero, queriendo evitar que las emociones sean tan fuertes en su estado, por lo que el hecho de encontrarse a un lado de la puerta escuchando los sollozos de su esposo mientras abraza a su hermano menor, solo parecía poner peor al duque.
—¿Por qué no vamos un momento afuera?—Preguntó Minato.
La luz del sol ingresaba por los grandes ventanales. Tan clara y con un ambiente tan tranquilo que no parecía que el cielo se estuviera cayendo la noche anterior.
—Quiero verlo antes.—Susurró molesto. Su cabeza golpeó contra la puerta de madera y un suspiro cansino escapó de sus labios.— Danzo quedará en la miseria. No lo quiero rondando en mis tierras de nuevo.
Minato asintió con comprensión. Bien sabía que aquellas órdenes las daba su rey, pero estaba seguro de que con la información necesaria, poco le importaría al soberano si Danzo no se encontraba en Luxemburgo.
—¿Sigue el mismo destino para Mikoto?—Preguntó en voz baja. No quería que sus hijos estuvieran escuchando lo que le deparaba el destino para ella.
—Si quieren verla, lo cual dudo, ella continuará estando donde está.—Aseguró.— No voy a tener contemplación por nadie que haya lastimado a las personas que son importantes para mi.
Minato lo observó con un brillo de orgullo plasmado en sus pupilas. Sabía lo peligroso que podría llegar a ser su unigénito ante los enemigos y lo que lograba tranquilizarlo, era saber que tenía a su lado a personas importantes, tanto dentro como fuera del consejo.
—El oro que nos fue prestado ya ha sido enviado.—Comentó el omega queriendo cambiar de conversación.
Naruto asintió y cerró sus ojos, concentrándose en el sonido que hacían sus uñas al marcar el suelo de madera en un vano impedimento por ingresar a la habitación.
—Ya, es todo.—Habló poniéndose de pie.
No le importó el reclamo de su padre por el pedido de la médico, no le interesó que Itachi pudiera volver a lastimarlo como lo había hecho, al llegar a sentirlo como una amenaza.
Ingresó a la habitación abriendo la puerta de golpe y lo siguiente que vieron sus ojos, fue a su esposo aproximarse a él a paso rápido.
No encontró una sonrisa en su rostro ni escuchó palabras dulces dándole la bienvenida una vez más, sino que se vio envuelto por los brazos de su omega y siendo apretujado contra su cuerpo.
Naruto no pudo reaccionar de otra forma que no sea rodeando a Itachi en un abrazo, enterrando su nariz en su cuello para olfatear su característico aroma que lograba tranquilizarlo y que tanto había extrañado.
—Muchas gracias.—Susurró el menor acariciando su cabello.— Me has devuelto a mi niño.
El duque se alejó un momento para admirarlo. Sus ojos negros brillaban de felicidad y alivio, su sonrisa temblorosa se mantenía aún cuando las lágrimas no dejaban de caer.
Su cabello se encontraba suelto y algo despeinado, pero poco podía importarle aquello cuando tenía la oportunidad de volver a tenerlo entre sus brazos una vez más.
—Es nuestro pequeño.—Susurró rozando su nariz con la contraria.— No iba a dejar de buscarlo.
Minato presionaba sus manos con fuerza en un intento por reprimir el grito de felicidad que quería escapar de su garganta.
Habían sido días difíciles desde la desaparición de Sasuke y ninguno se hallaba en condiciones de estar bien.
Aquel pequeño que se había ganado el cariño de todos allí en tan poco tiempo, ahora volvía a estar en el lugar al que pertenece.
Fue doloroso ver a Itachi caer en la desesperación al punto de lastimar a su esposo. Presenciar como los alfas enloquecían de ira al no saber el paradero del infante y aún peor, la impotencia que atravesó cada uno por no tener idea sobre como actuar.
Sin embargo, el hecho de saber que el pequeño omega se encontraba protegido y que aquellas personas que los habían dañado de una forma tan vil se encontraban en los calabozos, lo tranquilizaba.
—La familia ya está completa de nuevo.—El susurro llegó a los oídos del rubio antes de sentir una mano entrelazarse con la suya.
—Si, supongo que ya podemos estar tranquilos.
Sonrió cuando vio al pequeño saltar en brazos de su hijo, aferrándose a su cuello y agradeciéndole nuevamente por haber ido a buscarlo.
Ahora ya no se encontraba apenado porque lo tuvieran en brazos, su cabello lucía brillante y despeinado con sus mechones cayendo por encima de sus ojos, justo como siempre. Su piel se hallaba libre de manchas de tierra y sudor, y no le importaba que su hermano o su propio cuñado olfatearan su aroma.
Sasuke sonreía con la misma sonrisa tierna y amable que tuvo desde que llegó al castillo, como si nada de lo que hubiera ocurrido haya sido una situación desagradable para él. De todas maneras, Minato esperaba que nada de aquello fuera a afectarle en un futuro, porque no quería ver como sus sonrisas desaparecían al igual que el brillo en sus ojos.
—Oye...—El alfa volteó a verlo.— ¿Crees que sea un buen momento para tener una cita?
Madara parpadeó algo confundido. Ciertamente no esperaba que el omega le correspondiera tan pronto a lo que había comentado aquella vez, pero no iba a negar que le alegraba saber que estaba dispuesto a darle una oportunidad de adentrarse en su vida.
—Esta noche.—Susurró admirando el sonrojo en las mejillas del contrario.— Prepararé todo para esta noche.
Acarició con suavidad la piel ahora rosada del rostro del contrario y se alejó con prisa hacia la primera planta del castillo.
Si a Minato se lo preguntaran, negaría rotundamente que le había estado dando vueltas a la conversación que tuvo con el alfa a las orillas del lago. No quería sobre pensar mucho aquella situación, pero no podía evitarlo.
Era un omega joven que había perdido a su alfa hace años. No podía vivir en el pasado y si tenía la oportunidad de poder estar junto a alguien que le hiciera vivir las mejores sensaciones y momentos, no estaba dispuesto a desperdiciar la oportunidad. Aún si la espina de la culpabilidad por estar dispuesto a conocer a alguien más en un ambiente romántico que no fuera su primera alfa, punzaba en su ser.
Sabía que debía hablar con su hijo respecto al tema, pero tampoco quería apresurar las cosas cuando ni siquiera habían tenido una cita.
°
Eran tantas sensaciones distintas las que Izuna experimentaba en ese momento.
Nadie sabía absolutamente nada, por lo que no podían estar mostrándose frente a los demás en aquellos momentos como si fueran una pareja. Sin embargo, el hecho de encontrarse junto a aquel alfa que parecía hacer todo lo posible por alegrarlo en ese momento, le causaba un agradable cosquilleo en su pecho.
No iba a negar que le resultó sorpresivo y hasta el nerviosismo se presentó cuando Fugaku lo buscó en la habitación que el duque le había otorgado, con una cesta en una de sus manos mientras lo invitaba a tener una cita al aire libre.
El mayor se había arriesgado. Ni siquiera sabía si Izuna aceptaría algo como eso, pero aquello no lo iba a desalentar cuando sabía que tenía oportunidad con aquel joven alfa.
Era extraño en el buen sentido. Tan distinto a otros alfas que había conocido, tan amable, agraciado y simpático que Fugaku no podía pensar en otra cosa que no fueran las sonrisas que el menor de los hermanos Uchiha le regalaba a cada segundo.
Sentía aquella situación tan correcta en cuanto a lo que ocurría, que poco podría importarle que alguien más los vea y si llegaban a preguntar al respecto, Fugaku no negaría ni admitiría nada.
No lo negaría, porque aquello sería estar rotundamente en contra a sus propios sentimientos y tampoco lo admitiría, porque bien sabían que necesitaban tiempo, tanto para hablarlo con seriedad con sus hijos como con Madara.
No estaba seguro de lo que pensarían cualquiera de ellos, aunque podría apostar todo el oro que existiera a que sus hijos no se negarían a esa nueva relación a pesar de que pudiese molestarles. Sin embargo, Madara era otro tema.
Porque lo conocía, porque sabía lo protector que era el hombre con respecto a su hermano menor y no estaba seguro sobre como se tomaría el hecho de que él, siendo aún el esposo de Mikoto, esté intentando conquistar a Izuna.
El ambiente calmo lo tranquilizaba. El canto de las aves que permanecían en las copas de los árboles y el sonido del agua que corría por el canal, le daban un ambiente de paz que disfrutaba.
Su mano se mantenía unida a la del alfa a su lado. Algo pequeña comparada a la de él y la sostenía con tanta delicadeza, como si el menor no tuviera las garras lo suficientemente afiladas como para desagarrarle la piel si así lo quería. Ya lo había sufrido una vez.
Sus manos encajaban a la perfección, contrastando los colores de sus pieles ante la luz del sol. No podía quitar su mirada de ellas. La blanca y tersa piel de Izuna parecía aclararse aún más al permanecer cerca de la suya, que aún mantenía el color de un tenue bronceado que iba desapareciendo poco a poco.
Giró su cabeza observando el cabello negro de Izuna, quien se mantenía en un estado algo adormilado sobre su hombro luego de haber comido el alimento que se hallaba en la cesta. Su nariz se hundió entre los oscuros cabellos y aspiró el aroma a canela tan característico, sonriendo cuando sintió que el alfa se acomodaba y escondía su rostro en su cuello.
—Gracias por la cita.—Susurró.
—Lo he hecho con gusto.—Besó su frente con dulzura.— Es hora de volver al castillo.—Murmuró.
Ambos se levantaron, recogiendo la manta y todo lo que habían llevado para la ocasión.
En cuanto terminaron y comenzaron a caminar hacia el interior de aquella antigua instalación, un guardia los interceptó.
—Señor Izuna...—Titubeó con algo de nerviosismo.— Su hermana pide verle.
El menor frunció el ceño y asintió, viendo desaparecer al soldado quien volvió al castillo.
Se sentía algo molesto y culpable. Acababa de tener un cita con el esposo de su propia hermana, que independientemente de si se encontraban separados, aún continuaban con aquel título.
Todo rastro de felicidad se había borrado de su rostro y soltó un suspiro, algo indeciso y resignado en partes iguales.
—Lo que sea que te diga, no hagas caso.—Fugaku besó su mejilla en un intento por hacerlo mantener la calma.— Intentará algo para su propio beneficio y eso lo sabemos ambos. Sabemos cuales son las órdenes del duque y no puedes quebrantarla.
El alfa asintió aún en silencio y esbozó una pequeña sonrisa en cuanto su mano fue apresada y un beso fue depositado en sus labios.
—Iré a hablar con ella.—Murmuró como pudo sin dejar de corresponder aquella cariñosa acción de parte del mayor.
Fugaku asintió y ambos se adentraron al castillo con distintos destinos. Ambos alejados el uno del otro, como si hace unos pocos segundos o minutos, Fugaku no hubiera estado intentando alargar el tacto en aquellos labios.
¡MUCHAS GRACIAS POR LEER!