
Chapter 33
Vergüenza e ira. Aquellos dos sentimientos eran los que más apoderaban de su ser a medida que caminaba hacia el interior del castillo.
Sus manos pesaban al estar atadas delante de ella por una gruesa cadena, como si fuera el asesino más buscado de Luxemburgo. Uno de los soldados del ducado ingresaba por la entrada principal tirando de su cadena y a pocos pasos suyos, el conde se aproximaba preso de la misma manera.
Apenas se había dado cuenta de que su hijo había desaparecido del palacio del conde y aún cuando Mikoto había pedido ver al niño, poco hicieron los guardias por cumplirle ese capricho.
Sabía que no habría forma de conseguirlo, pero no perdía nada con intentarlo. Además, tampoco quería creer que fueran la clase de seres que le privarían de ver a su pequeño que tanto necesitaba de su madre.
Sin embargo, lo único que lograba escuchar de los soldados eran resoplidos cansinos y la indignación en sus voces cuando hablaban entre ellos luego de hacerles una nueva petición.
Entendía por completo el idioma y podía hablarlo con fluidez, por lo que poco servía que hablaran en su lengua natal o en suaves susurros. Las palabras siempre llegaban a sus oídos.
—¿De verdad cree que tiene el derecho a pedir algo?
—Su majestad a estado a punto de colapsar por su culpa.
—No quiere recibir lo mismo que ella ha provocado, pero nada podría importarme menos.
Sus dientes apresaron su labio inferior con nerviosismo y su cabeza se mantuvo abajo sin querer ver a las personas que parecían armar un pequeño sendero por el que ingresaba al castillo. Se sentía como si fuera la novedad de una feria, pero sin recibir miradas de pena o pequeñas sonrisas.
Sus presencias parecían congelar absolutamente todo y sus miradas se clavaban en su cuerpo como dolorosas dagas que perforaban su piel.
Sabía que no sería fácil salir de esta situación, pero era probable que si conseguía la ayuda de una sola persona siquiera, podría verse libre sin la necesidad de hablar directamente con el duque, porque no creía que el soberano la liberara sin problema alguno.
Elevó su cabeza. Su mentón estuvo tan alto como lo haría cualquier dama de alta cuna orgullosa de todo lo que había hecho en su vida.
Y entonces los vio. Su esposo se mantenía de pie cerca de la entrada del castillo junto a sus hermanos.
Parecía importarles poco que la lluvia se intensificara o que aquellas no eran horas para encontrarse fuera de la seguridad de su hogar, porque la noche sellaba con su oscuro manto todo lo que estuviera a su alrededor y viéndose solo apaciguada por las antorchas protegidas del agua.
A Fugaku poco le importaba correr riesgo de enfermarse cuando podía presenciar como la mujer a la que alguna vez amó, era dirigida hacia el interior del castillo con destino a los calabozos. Naruto había sido claro cuando le comentó el destino que tendría a partir de ese momento.
Tampoco les importaba quedarse allí el tiempo suficiente si sabían que Sasuke estaría pronto con ellos, viéndose en brazos de su padre y su hermano cuando el duque llegara junto a él justo como Obito les había comentado al ser el primero en llegar al antiguo lugar.
Sus miradas se reencontraron una vez más aún entre la tenue luz del fuego de las antorchas. Sus ojos se buscaron abriéndose paso entre la oscuridad y la lejanía con distintas emociones.
Fugaku pudo ver el arrepentimiento y el dolor por sospechar de su destino. Pudo ver las lágrimas acumularse en sus ojos y su boca temblar ante el deseo de poder dirigirle la palabra. Pudo ver la ansiedad y el miedo por tenerlo frente a ella una vez más.
Por otro lado, Mikoto pudo interceptar un dolor diferente al de ella en los ojos oscuros de su esposo. Pudo ver el rencor y la ira por la traición que cometió. Pudo ver como el amor y el cariño que más de una vez había visto en su mirada, se había extinguido por completo.
La omega buscó a su hermano mayor, quien no apartaba su mirada furibunda del conde que caminaba a sus espaldas. Estaba segura de que si el rubio omega que se encontraba a su lado no sujetara su brazo, Madara hubiera arremetido contra Danzo sin ningún tipo de culpa o arrepentimiento.
No recibió ni un solo vistazo del mayor de sus hermanos, pero dejó de buscar en él para encontrarse con Izuna en medio de ambos alfas. Aquel brillo de tristeza que inundaba su ojos negros solo le lograban contraer el pecho.
Sabía lo sentimental que su hermano menor podía llegar a ser. Lo cercano que era con Madara y la necesidad que tenía desde pequeño en protegerla. Aún cuando Izuna no tenía el mismo cuerpo o la misma fuerza que Madara y podría considerarse a si mismo como un cobarde, había dado la cara más de una vez en su nombre y en el de su hermano, justo como cuando la protegió de Fugaku la primera vez.
Izuna la protegería y ella lo tenía claro, al menos lo suficiente como para saber que a pesar de todo lo que había sucedido, aún teniendo en su cabeza la última discusión que tuvo con él, Izuna llegaría a su rescate si ella así se lo pidiera. Al menos eso quería creer.
Mikoto no notó la molestia en su hermano o como sus garras crecían al ver al conde caminar orgulloso detrás de ella. No notó como sus manos comenzaban a sangrar luego de haber clavado sus uñas en sus palmas para calmar la necesidad de lanzarse contra Danzo.
Ella solo veía una infinita tristeza que estaba segura, era por lo que presenciaba. Su amable y sentimental hermano menor estaba allí, dándole la oportunidad de ser la persona que necesitaba para ser liberada.
El llanto casi desesperado de Fugaku los hizo voltear a los presentes para encontrarse con el duque, quien cargaba a su hijo dormido entre sus brazos.
Su chaqueta lo cubría de la fuerte lluvia y cuando el alfa tuvo a su hijo en brazos, ingresaron al castillo sin esperar más tiempo.
Por fin se encontraba de nuevo en su hogar. Por fin el niño estaba junto a su amada familia, rodeado por los brazos de sus tíos y cerrando sus ojos con felicidad cada vez que su padre depositaba múltiples besos en sus sucias mejillas.
—¿Dónde está Itachi?—Preguntó el infante aferrándose con fuerza al cuello de Madara. Sasuke podía sentir las manos de su tío palpando su espalda y apretando con suavidad sus brazos y piernas en busca de algún gesto que le indicara que estaba lastimado. Su nariz se acercó a su cuello y algo incómodo recostó su cabeza hacia el mismo lado en que Madara olfateaba solo para alejarlo.— No hagas eso.—Pidió.— Hace días que no me baño y no quiero que olfatees.
Un resoplido divertido salió de la boca del alfa de cabello largo cuando las manos de su sobrino acunaron sus mejillas para que vea le verdad plasmada en sus ojos al decir aquellas palabras.
Madara podía comprenderlo, pero necesitaba asegurarse. Necesitaba saber que el aroma de su sobrino continuaba allí y que no existía ningún otro olor que le indicara que el pequeño estuvo cerca de algún adulto. Había visto a Fugaku e Izuna hacer lo mismo, aunque fueron más discretos que él para no alterar al pequeño.
Poco le importaba si aquello molestaba al infante, aún cuando sabía que lo que ocurrió con su madre podría ser traumático para él. Necesitaba asegurarse de que el aroma que ya estaba casi cubierto por el de la suciedad, seguía siendo el de Sasuke y no el de algún alfa, porque entonces a Madara poco le importarían las indicaciones del duque. Él se aseguraría de desgarrar la garganta de Danzo y de su hermana por haber permitido algo así.
—Bien, te dejaré en paz.—Respondió cuando se aseguró.
Naruto se acercó y acarició su cabello con suavidad.
—Tu hermano está descansando, pero estará feliz de verte.—Sonrió.— Vayamos para que te den un baño y podrás encontrarte con él.
El omega estiró sus brazos hacia el soberano, quien lo alzó con una sonrisa y caminó fuera del salón junto a su padre y el mayor de los Uchiha.
Naruto no se negaría a las peticiones del pequeño, porque era claro el poco cariño que recibió esos días en los que estuvo lejos de su familia y su necesidad de ser consentido al no haber visto a su hermano aún.
°
—Te agradezco por haber sido mi apoyo este tiempo.
El alfa elevó la mirada algo confundido. La soledad del salón solo indicaba que los sirvientes del castillo se encontraban descansando y los guardias no paseaban por el lugar a esas horas de la noche. El silencio solo era interrumpido por el sonido de la leña al quemarse en la chimenea y por las gotas de lluvia golpear contra los cristales de las ventanas.
—No debes agradecerme.—Respondió Izuna volviendo su mirada al fuego.— Has sido mi apoyo también cuando lo necesité. Digamos que estamos a mano.
Una sonrisa se asomó en los labios del mayor al oír aquellas palabras.
Era cierto que se habían apoyado mutuamente desde que él había vuelto de su trabajo, pero sentía que la forma en la que él acompañó a Izuna, no se acercaba a como lo había hecho el menor con él.
Porque Izuna estuvo allí cuando la situación con Mikoto pasó a mayores. Porque estuvo allí cuando volvió a ver a sus hijos en el castillo. Porque Izuna lo acompañó en su momento más débil y lo apoyó sin culparlo de la desaparición de Sasuke. Porque le había ofrecido un lugar en donde quedarse sin pedirle nada a cambio.
Ambos hermanos estuvieron a su lado cuando lo necesitó, pero Izuna había hecho todo lo posible porque él no sintiera la soledad luego de haber terminado de aquella manera con su esposa. Izuna calmó su malestar al saber la verdadera personalidad de Mikoto, lo controló cuando quiso arremeter contra ella al saber que su hijo mayor ya no se encontraba en su hogar y estuvo a su lado a pesar de que solo era el esposo de su hermana y padre de sus sobrinos.
Sus ojos negros brillaban ante la lumbre. Puede recordar como los ojos negros de aquella familia siempre le llamaron la atención. Tan oscuros como para diferenciarse de la pupila y viéndolos tan extraños cuando los iluminaba la luz del sol, porque ni así se hacían un poco más claros.
Era demasiado diferente a cualquier alfa que haya conocido y demasiado diferente a su propia esposa aún cuando ambos eran hermanos. Porque no eran similares ni en personalidades y mucho menos, en sentimientos.
La mirada de Izuna se encontraba tranquila y una sonrisa relajada se abría paso entre sus labios, como si hubiera desaparecido todo el estrés y miedo que pudo haber sentido desde que supo que Mikoto se había llevado a Sasuke.
Su cabello largo caía sobre uno de sus hombros atado en una coleta baja y el aroma a canela tan característico de su persona, inundaba la habitación sin pena.
No estaba seguro del por qué. No estaba seguro de si fue el momento relajante a su lado o el hecho de poner más atención a sus facciones. Fugaku no estaba seguro de si fue el recordar todo lo que había transcurrido con el alfa o si se vio hipnotizado por aquel aroma que ya lo había intentado tranquilizar antes.
No estaba seguro de qué fue lo que lo hizo impulsarse hacia el frente para sujetar a Izuna desde la parte trasera de su cabeza y unir sus labios en un beso casi desesperado. Solo estaba seguro de que lo anhelaba aunque no sabía desde hace cuanto tiempo lo hacía.
Era extraño. Demasiado.
En su vida se habría atrevido a besar a un alfa y aún así, no solo lo estaba haciendo, sino que era precisamente su cuñado.
Era extraño, porque simplemente no podía pensar en que eso estuviera mal, porque se sentía tan correcto el hecho de tenerlo entre sus brazos mientras sentía como Izuna jugueteaba con su cabello luego de salir de su sorpresa. Era extraño porque estaba seguro de que nunca había visto los labios de Izuna como para pensar en algún punto de su vida en lo suaves que podrían ser. Era extraño porque no era Mikoto quien estaba frente a él y eso poco le importaba.
No podía atreverse a comparar al alfa con la omega. Izuna era demasiado diferente a la dama y sentía que, a pesar de que Mikoto parecía haberse convertido en una desconocida desde que él llegó de su trabajo, el hecho de compararlos sería como una ofensa hacia el menor.
Porque Izuna era alguien amable y solidario. Un alfa que no se atrevía a pelear, pero que haría lo que sea con tal de cuidar a su familia y aquello, era algo que Mikoto no parecía capaz de hacer.
El aire escaseaba en sus pulmones y lo que menos quería en ese momento, era mirar los ojos oscuros del alfa al que acababa de besar. Podría deberse al miedo porque todo cambie a partir de ese momento, o por el hecho de que Izuna se molestara y decidiera mantener la distancia. No obstante, necesitaba saber que era lo que pensaba con respecto a ello para asegurarse de qué manera proceder.
Fugaku se alejó sin aflojar el abrazo. La calidez que había llegado a su pecho en el momento en que lo besó aún no desaparecía y esperaba que el menor pudiera haber sentido aunque sea un poco de lo mismo.
¿Estaba enamorado? Era demasiado pronto para sentirse así, aún cuando él mismo ya había experimentado dicho sentimiento. Sin embargo, el hecho de solo pensarlo lo hacía querer sonreír sin siquiera proponérselo.
Las mejillas de Izuna se encontraban sonrojadas y sus ojos negros lo miraban con curiosidad a la espera de una explicación.
—Admito que no se porqué lo hice.—Habló Fugaku.— Pero no me arrepiento. Siento... Demasiadas cosas en este momento, pero no siento que el haberlo hecho haya sido un error.
El menor bajó la mirada. Ciertamente no había esperado aquella acción de parte de quien aún era su cuñado y ni siquiera podría decir que no le había gustado.
Conocía su personalidad, tan salvaje y a la vez tan dulce como para enfrentar lo que sea por aquellos a quienes quería.
Izuna podía admitir que siempre se había visto algo cautivado por el alfa, aunque si se lo preguntaran él mismo lo negaría rotundamente. Porque Fugaku era alguien prohibido para él y no solo por ser el esposo de su hermana y padre de sus sobrinos, sino porque estaba seguro de que su padre desaparecería a cualquiera de los dos con tal de que algo así no sucediera.
Porque no era normal una relación entre alfas y mucho menos con alguien que se había convertido en parte de tu familia. Aún así, no podía evitar acercarse, cumplir sus obligaciones como tío y hermano de Mikoto, cumplir como un amigo más para Fugaku aún cuando deseaba algún tipo de acercamiento distinto hacia el contrario.
Sin embargo, el hecho de sentir que podía llegar a tener una oportunidad con aquel alfa tampoco lo tenía tranquilo. No cuando su propia cabeza le hacía pensar en que podía ser un buen sustituto de su hermana.
—¿Eres consciente de que somos alfas, verdad?—Una sonrisa se asomó en los labios del mayor antes de inclinarse hacia el joven y unir sus frentes.— Además, no ha pasado el tiempo suficiente desde que decidiste alejarte de mi hermana.
Izuna tragó con dificultad y se alejó de los brazos de Fugaku. Sabía que aquello podría sonar como un reproche, pero no lo consideraba como tal.
Quería asegurarse. Confirmar que no podría ser solo una clase de sustituto de su hermana con el cual el alfa podría sentirse bien consigo mismo al no tener a su esposa.
—¿Crees que algo como eso pueda importarme?—Preguntó el mayor.— No me interesa que ambos seamos alfas, te lo he dicho, no siento que ese beso haya sido un error.—Izuna lo miró con nerviosismo, aferrándose con fuerza a la tela de su kimono.— Y también te he dicho que lo que sentí por Mikoto ya no existe. No me interesa lo que suceda con ella, solo quiero que entiendas que lo que hice no fue un intento de olvidarla o lo que sea.—Fugaku acunó el rostro del menor entre sus manos, obligándolo a verlo a los ojos e impidiendo que se aleje aún más.— Además, no es como si fuera a querer meterme con cualquiera de su familia. ¿Te imaginas que bese a Madara?—La mueca de asco solo logró que una suave carcajada escapara de la garganta de Izuna.— Te puedo asegurar que a pesar de que no haya pensado en algo como esto, me siento... Feliz de haberlo hecho. Aún así, te daré el tiempo necesario para pensarlo si lo necesitas.
El alfa se alejó con lentitud de camino a la puerta, esperando quizás que el contrario lo llame y entonces, él voltearía para volver a estrecharlo entre sus brazos.
Sin embargo, a medida que se acercaba a la salida del salón, aquello que deseaba no estaba sucediendo. Le daría el tiempo que fuera necesario para pensar, porque quizás todo eso era demasiado para el alfa e independientemente de lo que le dijera, ya fuera una negativa o no, él intentaría permanecer a su lado como un buen amigo, apoyándolo como Izuna había hecho con él desde que lo conoció en Japón. Porque el hecho de haber sido quien los apoyó a él y su esposa aún en contra de su propio padre, tampoco podía olvidarlo.
Unos brazos lo rodearon desde atrás y pudo sentir el rostro de Izuna hundirse en su espalda. Fugaku soltó el aire que no sabía que retenía hasta ese momento.
—No quiero ser un intento por olvidarte de mi hermana.—Susurró.
El mayor tragó saliva con dificultad y se volteó para envolverlo entre sus brazos una vez más.
—Te aseguro que jamás pensé en hacer algo tan cruel.—Murmuró con su boca pegada al cabello del alfa y olfateando profundamente el aroma que desprendía.
¡MUCHAS GRACIAS POR LEER!