En las manos del Duque

Naruto (Anime & Manga) Fanfiction Nation (Podcast)
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En las manos del Duque
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Summary
A punto de cumplirse un año desde que la familia Uchiha llegó a su nuevo hogar, Itachi no lograba encajar entre todos aquellos habitantes. No lograba comunicarse con nadie al no saber su idioma y la insistencia de su madre por contraer matrimonio, lo hacían desesperar cada vez más.No tenía idea de quien era el segundo hombre que se había presentado a su hogar, pero por primera vez, intentó ser lo que su madre deseaba con tal de no arruinar aquella corta cita.*Si no es de tu agrado, por favor no leer.*No poner comentarios ofensivos.*Prohibida su copia.*La portada no es mía, solo la edité. Créditos a su respectivo autor.*Los personajes son creación de Masashi Kishimoto.*Historia 100% original.
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Chapter 31

—¡Su vida terminará en mis manos!

°°°

Tres días habían pasado desde la desaparición de Sasuke.
Los habitantes del castillo se preparaban como si fueran a enfrentar una guerra donde no permitirían que el enemigo salga vencedor o siquiera, con pocas bajas.

Naruto permanecía sentado en su trono, escuchando con un semblante imperturbable todo lo que sus hombres le comentaban.

No habían podido hallar rastro de madre e hijo y a pesar de que los días continuaban pasando, el duque dudaba de que ambos se pudieran haber marchado de la capital.

Naruto había sido claro al delegar sus tareas. Cada ruta de salida se encontraba bloqueada y cada carruaje o carreta que saliera del lugar, era perfectamente registrada.
Sus hombres hacían turno en las posibles vías de escape, no permitiendo que una sola persona escapara del ducado sin que su soberano no lo sepa.

Se removió incómodo en su asiento. Colocó su brazo a un lado del apoyabrazos del trono y recostó su mentón sobre su puño, sin darle importancia al ardor de la herida en su pecho.

Ciertamente, no era el único que se encontraba mal. Su padre se había encargado de cabalgar junto a Madara y los soldados, buscando minuciosamente en la zona para que no se cometa ningún error.

Fugaku e Izuna se unieron a la búsqueda junto a los alfas que protegían el castillo, siendo el menor de los nombrados quien se encargaba de que su cuñado no enloquezca o atacara a Mikoto si es que la encontraban.

Ahora, en el salón del trono, investigaban las mismas rutas que ya se habían inspeccionado con anterioridad en un intento por no dejar nada fuera de su vista.

—Papá...—Naruto soltó en un murmullo.

—No saldrá, Naruto.—Sentenció su padre sabiendo a lo que se refería.— No estará bien hasta que le traigan a su hermano.

Esa era otra situación.

Itachi había sido encerrado. Lo habían aislado completamente en una de las torres del castillo luego de haber atacado a su esposo en cuanto tuvo su primera crisis.
Allí, de pie en la entrada del castillo y luego de haber recibido la desagradable noticia, el omega parecía haber perdido la razón y en un intento por contenerlo, Naruto había intentado abrazarlo.

Eso fue un error de su parte y lo sabía. Itachi no se encontraba bien emocionalmente al saber que su hermano pequeño, aquel a quien él veía como a su propio hijo, había desaparecido por culpa de su madre.
La consecuencia de aquella crisis y el intento por contenerlo, había sido un desagradable zarpazo en su pecho que comenzaba desde su hombro derecho hasta el lado izquierdo de su torso, justo en sus costillas.

Una herida desagradable a la vista y demasiado dolorosa. Sus uñas habían perforado lo suficiente en su piel como para lograr que su blanca e impoluta camisa, se manche de sangre rápidamente.
Y a pesar de notar el gesto horrorizado con el que lo observaba, el menor no se había disculpado, al menos en ese momento. Aún cuando sus lágrimas bajaban con mayor velocidad por sus mejillas y la mirada se le teñía de culpa.

Los guardias que aún custodiaban el castillo se apresuraron en llegar a la entrada, derribando al chico y atando sus manos detrás de su espalda como si realmente hubiera sido atrapado cortándole el cuello a su esposo.

—¡No lo lastimen!—Su voz salió casi en un rugido desesperado y temeroso al verlo con su mejilla pegada a la piedra de la entrada.— ¡Les juro que les arrancaré su maldita cabeza del cuerpo si llega a tener una sola marca!

Su cuerpo se vio retenido tanto por Madara como por Fugaku. Ambos haciendo el esfuerzo necesario para mantener en su lugar al alfa que observaba como su esposo era, prácticamente, encarcelado.

Todo se había salido de control y él no tenía idea sobre como arreglarlo.

Le hacía falta su esposo a su lado. Necesitaba su contención, su calor y su mente para saber de qué manera continuar con aquel problema.
Sin embargo, sabía que no lo dejarían salir de la habitación por su estado. Su médica lo mantuvo sedado durante esos días, argumentando que les daría tiempo a encontrar al infante y retrasaría la depresión. Además, detenía las crisis en donde temían que el menor se lastimara.

Solo una vez había podido hablar con su marido. La única vez donde lo encontró lúcido en esos tres días y tuvo con hablar con él desde el otro lado de la puerta cerrada con seguro. Dónde le pidió perdón entre ahogados sollozos por haberle hecho daño y donde le imploró que regresara a Sasuke a su lado.
Tres días donde no había podido verlo, abrazarlo ni besarlo. Tres días donde despertaba sin su amado a su lado y tres días donde parecía sentir en carne propia, el dolor que su esposo estaba experimentando.

La revisión a Danzo tampoco había sido muy alentadora. No habían encontrado absolutamente nada en el castillo del conde, ni del pequeño, ni de su madre.
Mikoto había desaparecido de la tierra en un abrir y cerrar de ojos sin dejar algún rastro que la delate. Su hogar se encontraba completamente vacío de sus pertenencias y el miedo se instauró en su ser cuando Madara le comentó que había ocurrido lo mismo en Japón.

Porque si la mujer hizo eso una vez y sus propios hermanos pasaron tanto tiempo buscando a su familia, no podía evitar pensar en que eso ocurriría una vez más, ahora solo con Sasuke.
Mikoto parecía una experta cuando se trataba de desaparecer de todos aquellos que la buscaran y aún cuando su propio padre no perdió el tiempo en aguardar a la llegada del duque y emitió la orden a sus soldados, no habían logrado hallar absolutamente nada.

—Ingresarán una vez más al hogar del conde.—Habló Naruto con tono suave. El cansancio era notorio en sus ojos y la desesperación por tener al pequeño junto a su omega, parecía quemarlo como hierro caliente desde el interior de su ser.— Inspeccionarán cada maldito lugar que ya hayan registrado y mucho más.—Se puso de pie bajo la atenta mirada de los presentes y se acercó a Obito.— Quiero que tú registres si tiene alguna maldita habitación que haya pasado desapercibida.

El alfa asintió con solemnidad.

—¿Qué esperas hallar? —Preguntó Madara con curiosidad.— No han podido encontrar nada, aún cuando el propio conde les permitió la entrada.

Naruto revolvió sus rubios cabellos con nerviosismo.

—Lo se, pero desde hace cientos de años que los castillos se construyen con habitaciones secretas para poder resguardar al soberano de turno.—Respondió a la pregunta.— No dudo que Danzo tenga el propio. Le he arrebatado a Itachi aún cuando ya era una seguridad su compromiso y no dudo en que si quiere jodernos de alguna manera, será yendo por Sasuke.

—¿Izuna?

La voz de Fugaku llamó la atención del resto, quienes giraron hacia el hombre y observaron como se acercaba con cautela hacia el alfa que se encontraba sentado en el suelo.
Madara intentó acercarse también, viéndose paralizado cuando la voz de su hermano por fin salió de su garganta.

—Lo siento tanto...—Mordió su labio inferior con fuerza, reteniendo el sollozo que amenazaba con romper su voz y mostrando sus afilados colmillos.— Acabo de recordarlo.—Susurró.— Mikoto dijo que... Le habían prometido educar a Sasuke de la mejor manera.—Su ceño se frunció y las lágrimas de enojo e impotencia brillaban con la poca luz del sol que ingresaba por los ventanales.— Dijo que podía visitarlo siempre que ella quisiera. Cuando creciera, le encontraría un buen alfa con el cual casarlo.—Un suspiro escapó de sus labios cuando sintió la mano de su cuñado frotar su espalda con suavidad.

Los presentes escuchaban atento las palabras y pudieron sentir el aura peligrosa que parecía emanar el cuerpo del hombre más pequeño en estatura.
Izuna se puso de pie con ayuda de Fugaku, mostrando por primera vez ante el duque y quienes eran desconocidos hasta su llegada al castillo, una presencia imponente que no habían visto antes.

>>Dijiste que le arrebataste a Itachi.—Continuó con su mirada perdida en un punto fijo. Su ceño se fruncía cada vez más al recordar las palabras de su hermana menor.— Y ella dijo que no podía negarse nuevamente.—Naruto tensó su cuerpo al oír sus palabras.— ¡Mierda!

Izuna salió del lugar a paso veloz, dejando a los alfas y el omega de pie sin saber como reaccionar realmente ante su nueva forma de actuar.

—Está con Danzo.—Susurró el duque. Observó al padre de su esposo por un momento antes de hablar.— Fugaku, necesito que vaya a detener a Izuna. Se dirigirá al conde y yo mismo quiero encargarme de esto.

El alfa salió tan rápido como el duque terminó aquellas palabras, pidiéndole a los dioses que pudiera hallar a su hijo pronto.

—Salgamos ya.—Comentó Obito.— No perdamos otro minuto.

Madara y Naruto asintieron de acuerdo antes de salir del salón del trono en busca de sus caballos.

El duque se encargaría de traer al pequeño niño con él, arruinaría a Danzo y Mikoto quedaría encerrada en los calabozos, porque lo que menos quería, era que esa mujer continuara arruinando la vida de su esposo como lo estaba haciendo.
Luego se disculparía con él. Cuando ya esté tranquilo, con su pequeño hermano entre sus brazos y mostrándole aquella hermosa sonrisa que tanto le gustaba.

—¡Su vida terminará en mis manos!—Rugió con furia comenzando a cabalgar.

°

Fugaku sabía que aquella no era la primera vez en que veía a Izuna tan enojado. Su cuerpo temblaba ligeramente con cada paso que daba y a pesar de haberlo llamado durante un largo rato, el menor no detuvo su caminar.

Ya había visto algo de esa furia contenida cuando protegió a su esposa de las garras del alfa y él sufrió las consecuencias. Dudaba mucho de que algo similar ocurriera con su persona, porque estaba seguro de que Izuna no olvidaba el daño que le había hecho.
Sin embargo, bien sabía como podía cegarse un alfa ante la ira y no quería que el muchacho lo volviera a atacar, porque nada aseguraba que serían sus brazos los que volvieran a sufrir el daño y no su garganta.

Izuna Uchiha era la clase de hombre amable y tranquilo que, si Fugaku hubiera buscado una pelea con él en algún momento, hubiera desistido en cuanto el hombre se posicionara frente a él. Un alfa de contextura pequeña a lo que se supone que es lo normal en su casta y con una personalidad que no llegaba a indicar que aquel era su segundo sexo.

Era demasiado diferente a Madara, porque el mayor de los hermanos era la clase de alfa que le importaba demostrar su fuerza en una pelea brutal cuerpo a cuerpo. Bien entrenados estaban ambos como para saber defenderse.

A su vez, Izuna tampoco podía ser comparado con su hermana menor, porque bien conocía su personalidad y la manía que tenía por calmar a su gente para que las situaciones no empeoren.
Controlaba su carácter de la mejor manera y no era alguien impulsivo cuando su mente estaba concentrada en buscar una calma y paciencia que, para admiración de Fugaku, normalmente parecían ser eternas.

Aún así, todos tenían un límite y meterse con sus pequeños sobrinos a los que amaba tanto, era el de Izuna.

—Izuna, detente.

No lo hizo. Su mirada estaba fija en el caballo atado al poste casi al final del patio trasero, animal perteneciente al guardia que apenas había vuelto de su ronda de vigilancia.
Izuna necesitaba ir hacia el castillo del conde. Necesitaba encontrar a su sobrino, porque no podía asegurar que ese asqueroso hombre iba a cumplir las palabras que le había dicho a su hermana.
Se sentía un idiota por no haber recordado aquella situación antes y es que había ocurrido hace tiempo. Además, cada situación que se presentó después ante la familia.

—Por favor, cálmate.

El susurro llegó a uno de sus oído a la vez que sintió los fuertes brazos del mayor rodeándolo por completo, reteniéndolo con fuerza para inutilizar cualquier acción que quiera hacer.
Las manos de Fugaku habían sido rápidas en sujetar sus muñecas y obligarlo a abrazarse a si mismo con la intención de no correr riesgos ante sus garras.

El alfa lo sintió temblar con violencia entre sus brazos y finalmente, el llanto se escuchó. Un llanto tan lastimero que desgarraba la garganta de quien lo liberaba y apretujaba el corazón de aquel que lo oía.

—Tengo miedo.—Habló como pudo, con su cabeza agacha y tratando de mantenerse de pie aún cuando sentía que sus extremidades le fallarían en cualquier momento.

Fugaku lo volteó hacia él apretándolo un poco más entre sus brazos. Apoyó su mentón en la coronilla del contrario y acarició su cabello con calma mientras lo sentía aferrarse a él con fuerza, como si quisiera mantener aquel salvavidas a flote para no permitirse derrumbarse.

El mayor tragó saliva con dificultad en un intento por liberar el nudo que se alojaba en el centro de su garganta para no romper a llorar junto al hombre al que consolaba.

Izuna había sido fuerte por ambos en más de una ocasión, incluso cuando fueron en busca de la ayuda del duque para buscar a su hijo. Ahora era su turno de ser el apoyo firme entre ambos.

—El duque traerá a ambos y no dejará que el conde se libere de esto.—Dijo Fugaku con seguridad.— Demasiado daño le ha hecho a su esposo como para permitir que quede libre.—Acarició una vez más el cabello del joven antes de continuar.— Mikoto y Sasuke serán encontrados.

Izuna se alejó para verlo por un momento.

—¿Aún amas a mi hermana?

Fugaku lo miró con detenimiento. Sus ojos negros y algo colorados por el llanto, brillaban ante la luz del día que iluminaba todo a su paso.

Inhaló el aire por su nariz sintiendo nuevamente aquel extraño aroma a canela. Tan atípico, pero tan común en el joven que aún se encontraba entre sus brazos observándolo a la espera de que le respondiera a su pregunta.

—¿Qué tonterías dices?—Chasqueó la lengua antes de acercarlo una vez más.— Ese sentimiento murió el mismo día en que volví. No es la mujer que conocía y de la que me enamoré cuando era joven.—Respondió con seguridad.— Y lamento lo que diré porque es tu hermana y la madre de mis hijos, pero poco me importa si el duque decide exiliarla o encerrarla. Suficiente daño le ha hecho a nuestra familia.

 

¡MUCHAS GRACIAS POR LEER!

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