
Chapter 25
Apoyado sobre el marco de la puerta, Madara observaba con atención la manera en que Minato afilaba su espada.
La piedra en sus manos era humedecida cada dos pasadas y retomaba el trabajo concentrándose en que la hoja de metal se encuentre afilada por completo.
—Es extraño ver a omegas que pueden hacer el labor de un alfa.—El rubio despegó la mirada de su arma para observar a su acompañante.
—No creo que sea algo tan difícil de hacer. No requiere fuerza.—Elevó sus hombros restándole importancia.
Podía sentir la oscura mirada sobre su persona. Sus manos continuaron moviéndose con lentitud, porque no podía evitar distraerse de vez en cuando al ver al azabache periféricamente. Sería verdaderamente humillante que la persona que había mostrado gran destreza con su espada desde que era un niño, terminara con su mano cortada por no poner la atención que se requiere.
—Nunca he utilizado una espada.—Comentó acercándose a él y tomando asiento en el tronco cortado que se encontraba frente al antiguo duque.— A pesar de pertenecer a una familia reconocida, mi padre no solía contratar guardias, por lo que nos obligó a entrenar en combate cuerpo a cuerpo.
El omega lo miró con atención por un momento, elevando una de sus rubias cejas mientras inspeccionaba con atención al alfa.
Su atuendo, siempre impecable y sin arrugas con la cinta bien atada a su cintura para que no se cayera. Sus colores oscuros hacían resaltar mucho más la blanca piel del azabache y combinaba a la perfección con su salvaje melena y ojos negros.
—Extiende tu brazo y muéstrame la palma.—Madara obedeció, sintiendo la mano húmeda y sucia del rubio, tocar el dorso de la propia.— No te ofendas, pero no pareces capaz de soportar una pelea. Tus manos son realmente suaves como para imaginar que eres capaz de hacer algo así.
Uchiha lo vio ofendido.
Había podido conocer a Minato desde su llegada y habían mantenido una buena relación a pesar de lo ocurrido en un inicio. Madara solía visitar a su sobrino constantemente y bebía el té junto al antiguo duque siempre que el omega lo invitaba. Por eso mismo, el alfa podía decir que si bien Minato era la clase de hombre amable y sonriente como siempre se mostraba, era un hecho que su sinceridad era lo que más peso tenía en su persona y decía todo lo que pensaba, aún si eran comentarios algo... Crueles.
—¡Oh! ¿Y como crees que deberían estar mis manos?
Minato le mostró su mano limpia. La piel endurecida se notaba casi en todo el largo de sus dedos al igual que por debajo de ellos, mientras que el centro de la palma se encontraba completamente suave al tacto.
—He practicado con mi espada desde que soy un niño y me imaginaba que si haz combatido cuerpo a cuerpo, tus manos deberían tener alguna marca.—Sus ojos azules se dirigieron a las manos del contrario una vez más.— Podrían ser en tus nudillos, pero no hay nada. Manos suaves y delicadas como las que suelen tener los omegas.—Comentó con burla.
Un rápido movimiento de parte del alfa hizo que Minato se aferrara a su arma con fuerza.
No tuvo la misma rapidez que había mostrado cuando conoció a Uchiha, donde su espada había llegado al cuello del hombre en un abrir y cerrar de ojos. Ahora, Madara había logrado mantener la hoja sobre la base de madera donde se apoyaba, dejándolo imposibilitado de levantarla.
—¿Debo mostrarte que tan bueno soy en esa área?—Preguntó con una sonrisa divertida. Minato inhaló aire con pesadez al observar el rostro del alfa tan cercano al propio.— No me creo que la persona que ha sido duque y casi corta mi cuello ni bien me vio por primera vez, pueda temerme.
—Yo... Me he enfrentado a muchos hombres a lo largo de mi vida, así que no le temo a nada.—Habló con gallardía.— Me cambiaré y combatiremos. Le recomiendo hacer lo mismo, no creo que le quede cómodo combatir con ese kimono.
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Sus dientes se apretaban con fuerza y el ardor que le habían provocado sus colmillos al golpear su labio inferior, ahora poco lo sentía.
Su espalda subía y bajaba con velocidad por el cansancio. Su mano convertida en puño, golpeó con fuerza el suelo de tierra donde se encontraba recostado.
Sentía molestia e impotencia al ver como ese sujeto se pavoneaba delante de él con una sonrisita de burla que elevaba su enojo.
—¿Acaso no me ibas a demostrar que tan bueno eras en esto?—Minato lo miraba desde arriba, asomado por encima de su cabeza.
Un gruñido grave salió de la garganta del alfa a la vez que se levantaba de su lugar.
La camisa que le había dado uno de los guardias le quedaba bastante apretada y esa prenda imposibilitaba sus movimientos. Hubiera preferido pelear con su atuendo y no haberle hecho caso al antiguo duque.
Minato elevó una ceja cuando lo observó desprender su camisa con calma.
—Continuemos con esto.—Habló con voz tranquila. Aún así, Namikaze pudo sentir una pequeña alarma que le advertía para que tuviera cuidado.
Madara dejó la prenda a un lado y al girar su mirada para volver al enfrentamiento, pudo notar a los guardias del duque aproximarse.
Sabía que era por protección hacia el omega, pero no tenía pensado lastimarlo. Al menos, no como lo había lastimado Minato, porque aún podía sentir en sus costillas el dolor que su puño le causó al impactar en aquella zona.
Entendía que debía tener cuidado, pero solo planeaba derribarlo y ya. No iba a cometer semejante bajeza de herir al duque.
Por un lado, bien sabía que su cabeza sería traspasada por una flecha cuando siquiera percibieran sus intenciones.
Por el otro, sabía el daño que podía causarle con un poco de su fuerza. Madara era visiblemente más grande y experimentado en cuanto a combate cuerpo a cuerpo que Minato y si bien el omega se defendía perfectamente, un pequeño descuido de su parte sería su perdición.
—Si no quieres que te ataquen, te recomiendo calmarte.—Comentó el rubio con seriedad. Sus manos apretadas en un puño y su cuerpo notablemente tenso.
Madara mordió su labio inferior con vergüenza. No había notado que su aroma había comenzado a salir demostrando sus emociones, por lo que pudo entender mejor la reacción de los alfas que custodiaban el castillo y la tensión que notó en el cuerpo de su contrincante.
Sabía por la propia boca de Namikaze, que había enfrentado a demasiados hombres y no tenía porqué dudar, por lo que estaba seguro de que aquella llamada de atención, había sido para protegerlo y para lograr ayudarlo a calmar su propio cuerpo. Porque Minato había sentido esas emociones en cada sujeto que había enfrentado a lo largo de su vida, pero el hecho de sentirlos en Madara, en quien confiaba que no le haría daño aún cuando estaban combatiendo, lo había alertado al instante.
—Lamento eso.—Habló con calma.— ¿Continuamos?
El rubio asintió elevando una de sus manos, haciéndoles entender a sus guardias que todo se encontraba bajo control.
Sus ojos azules intentaban concentrarse en la mirada del alfa, pero bien sabía que en aquellas situaciones debía mantener su vista en el cuerpo del contrario por el simple hecho de que debía prevenir los movimientos para evitar que lo derribe.
Sin embargo, no lograba concentrarse cuando su mirada viajaba por el cuerpo de su oponente, observando cada músculo marcado a través de su piel y las curvas de sus brazos cuando se tensaban, logrando que se pueda notar el trabajo que ha hecho por años al entrenar.
Ambos caminaban en círculos mientras estudiaban los movimientos posibles que podría hacer el oponente.
Minato fue el primero en atacar y Madara el primero en cubrirse.
Había experimentado la fuerza y agilidad que aquel pequeño cuerpo podía tener.
Que irónico resultaba ser que aquel omega que no le permitía tutearlo, ahora no solo le hablaba con confianza, sino que peleaba contra a él. Era un sujeto experimentado en cuanto a batallas y demasiado valiente, no iba a negarlo.
Minato observó el puño de su contrincante y sus brazos cruzados cubrieron su rostro. Jadeó con sorpresa cuando sintió sus piernas doblarse por el empujón de Madara.
El alfa sujetó sus manos inmovilizándolas en el suelo y lo miró desde arriba con una radiante sonrisa.
—Así es como debió ser desde un inicio. La camisa me apretaba, pero no te quitaré mérito, tienes un buen puñetazo.—Sonrió.
Minato se resignó a mirarlo desde su lugar. Había intentado zafar sus brazos con fuerza, pero solo sintió como la presión del agarre aumentó.
—¿Te enorgullece derribar a un omega?
Madara soltó una carcajada que provocó que un ligero escalofrío recorriera el cuerpo del rubio.
—No puedes hacerte la víctima ahora.—Sonrió acercándose a él.— Eres mucho más bravo de lo que pareces ser.
Minato giró su cabeza a un lado, completamente avergonzado.
Su voz no salió cuando intentó pedirle al alfa que se levantara de encima, porque bien sabía que si su hijo los encontraba en esa posición, donde el omega se hallaba recostado en la tierra con el alfa sentado sobre él mientras sostenía sus manos por encima de su cabeza, iba a haber problemas.
Madara elevó su cabeza de golpe, alzando su nariz tanto como pudo para poder olfatear el suave y refrescante aroma a cítricos que viajaba por el aire.
—¿Eso es olor a limón? —Preguntó inconscientemente.
Aflojó el agarre poco a poco y se puso de pie, extendiendo su brazo para ayudar al omega a levantarse.
Minato rio sin gracia y con su rostro sonrojado. Desde que era pequeño, no solía mostrar su aroma con tanta frecuencia, porque ya había escuchado muchas veces que extraño era su olor. Si lo decían de buena o mala manera no lo sabía, pero había creado una pequeña inseguridad en él que no había logrado superar.
A Kushina le gustaba porque decía que por alguna extraña razón, le recordaba a los veranos de su niñez y había sido la única con la que no había reprimido su aroma durante tanto tiempo.
Porque había distintos tipos de aromas y normalmente eran los mismos que creaban una sensación cálida y reconfortante. Minato no estaba seguro de que el suyo pueda crear tal sensación.
—Lo lamento, no me di cuenta de que lo había liberado.—Respondió. Comenzó a mover sus manos para poder disipar un poco el aroma.
—Es la primera vez que lo siento en ti.—Minato se tensó, porque nunca se hubiera esperado que el alfa se acerque a su cuello con tal rapidez.
Sintió el cálido aliento chocar sobre su cuello y como su cabello se movía cuando Madara intentaba sentir una vez más su aroma.
—Eres un desvergonzado, no puedes hacer eso.—Elevó su mano y empujó el rostro de su acompañante, alejándose hacia el interior del castillo.
Se sentió tímido de un momento a otro. El calor en su rostro continuaba aumentando y estaba seguro de que comenzaría a sudar.
Frotó sus brazos con suavidad para quitar la sensación de tener los vellos de punta.
Madara se quedó de pie algo confundido. Había logrado ver el sonrojo en las mejillas del antiguo duque.
No podía refutar las palabras del omega, porque ciertamente, no andaba de acá para allá hundiendo su nariz en el cuello de todos los que conocía solo para sentir su aroma. Sin embargo, era cierto que luego de conocerlo, era la primera vez que podía sentir el de Minato. E incluso, a pesar de ser suave, era lo suficientemente fuerte como para impregnarse en su rubio cabello.
Le había gustado, no pensaba negarlo. Un aroma exquisito que no le resultaba empalagoso ni mucho menos amargo.
—Un aroma que solo tú podrías tener.—Susurró recogiendo su camisa.
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Itachi se observó en el espejo con dedicación. Sus manos acariciaban su torso buscando aunque sea un indicio de que su vientre podría estar algo más hinchado que antes.
Sin embargo, lo único que encontró fue la misma piel suave y el estómago plano que tenía cuando llegó.
No quería pensar en las posibilidades de que no podía tener herederos, porque si ese fuera el caso, Naruto se habría unido a él para nada.
Sus caderas hanchas le indicaban lo bueno que sería su cuerpo para albergar a un pequeño ser dentro, tal y como su madre le había dicho. Pero había pasado el tiempo desde su boda y cada noche se unía a su esposo para convertirse en uno solo.
Debía ver a la doctora del duque, pero temía que aquella situación se convirtiera en las habladurías del reino. Porque era imposible de pensar que la esposa del duque no podía darle algún heredero a la corona.
Sus dedos se presionaban en su vientre, intentando buscar algo más que le indique que no debía preocuparse. Bien recuerda lo que Naruto le había comentado con respecto a ello cuando se conocieron, pero en ese entonces, él no tenía tales obligaciones hasta entonces como tampoco, sabía que existía un consejo que era capaz de creerse con el mismo poder que el duque.
Limpió sus lágrimas. Naruto lo esperaba cerca del lago para la velada que le había prometido y no quería presentarse ante él con los ojos rojos e hinchados.
Lo había decidido. Vería a la doctora y hablaría con su esposo de acuerdo a lo que le comente, porque no quería precipitarse, pero incluso se había unido a él en su periodo de celo y aún así...
Se sonrió al mirarse al espejo y alisó su cabello una vez más antes de salir de su cuarto.
¡MUCHAS GRACIAS POR LEER!