![So Simp [Yandere! Uchiha Obito]](https://fanfictionbook.net/img/nofanfic.jpg)
lvii. dangos
Aunque Yoichi era un completo dolor en el culo, pasar tiempo con Kisho no era tan malo, por lo que no le importó mucho ir de vez en cuando a la residencia de su madre en Konoha, incluso si intentaba, de alguna manera, “venderla” como una “esposa adecuada” o “Esposa de alto valor”, pero Jin lo descartaría fácilmente mirándola con indiferencia y recordándole una y otra vez que ella era una shinobi Jounin por su propia cuenta, por ende, era una adulta, podía tomar sus propias decisiones y, sobre todo, incluso si quisiera, no sería fácil dejar su carrera ninja debido a su actual posición como shinobi.
No era sorpresa para nadie que las aldeas shinobis fueran reacias a soltar a los Jounin bajo su mando al punto en que la mayoría de ellos estarían en el frente hasta que inevitablemente murieran.
Por supuesto, en su caso, lo de que no sería fácil dejar su carrera shinobi era un poco mentira debido a que su buena relación con el Hokage y su esposa, por lo que Minato le concedería fácilmente una renuncia o algo así, pero incluso si ella lo pidiera, Minato y Kushina eran muy conscientes que su obsesión por los sellos no la podría mantener quieta y terminaría volviendo como Jounin especial tarde o temprano, solo que en vez de misiones fuera de la aldea, estaría enfocándose en la creación de sellos y nuevas creaciones.
Tal vez ayudar a Orochi-san en algunos experimentos no hubiera estado fuera de su mano.
Pensando así, Jin le sonrió suavemente Kisho antes de tomar su mano y cargarlo entre sus brazos para escapar del bastardo insoportable de Yoichi que se encontraba coqueteando con una sirvienta.
—¡A-aaahh! —el rubio miró con ligero terror como se elevaban del suelo y se aferró a los hombros de Jin con temor.
—Tranquilo, no te soltaré —rio entre dientes Jin mirando como el rubio temblaba en sus brazos—. ¿No dijiste que sería genial correr y saltar entre los techos?
—S-si… —el rubio asintió tímidamente y le sonrió con ligera emoción, pero la comisura de sus labios temblando casi imperceptiblemente.
—Entonces disfruta del viaje —rio Jin y aceleró el paso haciendo que el rubio soltara un chillido aferrándose aún más fuerte, pero luego de algunos minutos, empezó a reír felizmente mientras disfrutaba de la sensación del viento acariciar su rostro y desordenar su cabellera rubia.
Kisho, como niño indeseado por su débil físico y constitución, junto con sus rasgos “poco masculinos”, había sido descartado desde hace mucho tiempo por su familia, sin personas a las cuales llamar amigos o alguien cercano a quien acudir, siempre vivió bajo la sombra de su hermano mayor, el cual no dudaba en hacerle la vida incluso más difícil de la que ya tenía.
Ser descendiente de una familia rica no significa que automáticamente todos te tratarían con respeto, no, incluso los sirvientes lo mirarían por debajo y pisotearían al ver la actitud de su familia hacia él, demonios, incluso sus hermanos pequeños no lo escuchaban en absoluto y lo trataban tan cruelmente como lo haría Yoichi, lo que lo hacía sentir muy triste y dolido.
¿Qué es lo que había hecho mal? ¿En qué se había equivocado para que lo trataran con tanta crueldad? ¿Por qué todos lo miraban como una simple plaga que debería morir?
No sabe en qué momento de su triste vida, Kisho empezó a desear la libertad y empezó a envidiar un poco a los shinobis. Quizás fue la primera vez que los vio corriendo libremente por los tejados sin tener que verse obstaculizados por el tráfico de gente o como podían defenderse de cualquier persona sin temer incluso ante la muerte con tal de hacer respetar a su persona, sin doblegarse incluso ante oponentes más fuertes que ellos, más números, pero lentamente, como una pequeña bola de nieve, sus deseos y admiración empezaron a crecer más y más a pesar de saber que solo podría realizar tales actos valientes y geniales a través de la imaginación.
Porque Kisho era muy consciente y sabía que tarde o temprano, sus padres serían grandes tipos malos que no dudarían en vender a su frágil, delicado y enfermizo hijo -molesta carga- con tal de tener unas cuantas monedas más en sus bolsillos. Sus padres como tiburones incesantes y codiciosos, con una gula más allá incluso que el mismísimo pecado, ellos seguirían buscando sin descanso e incesantemente que el precioso oro llenase sus bolsillos haciéndolos pesados y estómagos gordos llenos del dinero conseguido.
Kisho era un tipo inteligente, sabía que había muchos tíos raros que no dudarían en verlo con lascivia y codiciarían su delgado y femenino cuerpo para sus deseos asquerosos. Tipos, a los cuales sus padres no dudarían en venderlo con tal de conseguir algo provechoso de su existencia inútil.
Jin se había convertido en su primera amiga, la primera persona que lo miraba tal y como era, quién realmente se interesaba por él y su bienestar y Kisho, a pesar de apreciarla, no podía evitar tenerle tanta envidia.
Ella era tan libre, un alma que no dudaría en ir a donde según sus pies le ordenasen, una persona que pensaba que su hogar era tan grande como pudiera imaginar, que sabía que detrás de las paredes de su hogar existía un mundo que recorrer.
Mirando el viento desordenar las hebras azules de Jin, Kisho apoyó su rostro en el hombro de la mujer mientras una pequeña sonrisa agridulce aparecía en su rostro, sus ojos desviándose al pueblo debajo de ellos, a todas las personas viviendo sus vidas libres sin tener sobre sus hombros la presión y el miedo de posiblemente ser un objeto de compromiso con algún cerdo enfermo y retorcido.
Jin sonrió cuando el estómago del rubio sonó por el hambre y lo vio sonrojarse tímidamente, por lo que no dudó en llevarlo a su tienda de dangos favorita, sabiendo del gusto por lo dulce de Kisho obtenido en una de sus ligeras conversaciones y como tenía pocas posibilidades de disfrutar realmente de la comida sin que sus “hermanos” lo acosaran o molestaran…
Kisho realmente disfrutó de su tiempo con Jin, ella, a diferencia de todas las personas que había conocido hasta ahora, tenía una chispa que parecía iluminar toda su existencia, una llama que lo hacía arrodillarse deseando atrapar, aunque sea una gota, de su brillante luz, una especie de aura que lo relajaba, que lo hacía sentirse… feliz.
No pudo evitar ser codicioso, Kisho realmente quería pasar más tiempo con Jin, todo el tiempo que pudiera antes de que su indigno hermano fuera comprometido con esta hermosa y maravillosa mujer -¿Por qué la mierda de su hermano tenía que casarse con ella? ¿Por qué la vida era tan injusta? ¿Por qué?-
Al pensar en eso, sus ojos celestes se oscurecieron mientras miraba a Jin llenarse la boca de Dangos cuando se encontró con una chica de cabellos morados y empezaron una competencia de quién comía más dangos, la que perdiera, pagaría la cuenta.
-¿Por qué? ¿Por qué su hermano se llevaba todo lo bueno? ¿Por qué Yoichi tenía que arrebatarle todo lo que le gustara? ¿Por qué todo lo que lo hiciese feliz debería desaparecer? ¿Por qué todo lo que quisiera tenía que esfumarse de sus manos como simple arena? ¿Por qué no podía tener nada que lo haga remotamente feliz?-
Sus ojos azules miraron a Jin con profunda amargura, cuando ella fuese comprometida con el bastardo de su hermano mayor, seguramente no sería más que una sombra de lo que es hoy en día. Porque Kisho conocía mejor que nadie la clase de mierda que era su hermano y él sabía que ese bastardo de Yoichi se encargaría de chupar cada parte de alegría y brillo de Jin, como un maldito parásito se encargaría de extraer y eliminar cada parte de vitalidad de la hermosa Kunoichi frente a él y la haría sentir tan miserable como él.
Kisho apretó ligeramente los dientes mientras su expresión se hundía ligeramente.
Él no era estúpido, podía escuchar los planes de sus padres a sus espaldas, su baja presencia lo hacía parecer un fantasma invisible dentro de su hogar y, aprovechando eso, él podía oír a hurtadillas lo que estaban tramando. Como sus padres codiciaban los activos de la empresa de la madre de Jin y como su hermano solo planeaba usarla como su puta de relajación, quejándose con algunas de las criadas con las que se acostaba sobre como tendría que hacerla su “esposa principal”, pero que ellas siempre serían sus “concubinas” y que podrían “calentar su cama” y otras mierdas más oscuras y profundas que Kisho simplemente no quería enterarse.
—¡Ja, gané! —exclamó Jin relamiéndose los labios mientras le lanzaba una mirada burlona a Anko y se comía otro palito de dangos.
—¿Cómo… es esto… posible…? —preguntó Anko ligeramente azul, apunto de vomitar sus deliciosos dangos.
—No lo sé, ¿quizás no eres tan fan de los dangos como te haces llamar? —se burló Jin y Anko se puso negra.
—¡No me faltes el respeto de esa mane… ugh! —Anko gritó hecha una furia antes de llevarse las manos a la boca.
—Je, débil —se burló Jin y puso sus pies sobre la mesa como si fuese una especie de gánster de tercera apoyándose en una de las pocas sillas con respaldo que había.
—¿Cómo… puedes comer tanto? —preguntó Anko derrotada mirándola con la cabeza aplastada contra la mesa.
—¿De qué hablas? Si comí poco, como lo haría una buena señorita —Jin parpadeó inocentemente y Anko gruñó apuntando a las tres torres de palillos en tres grandes platos diferentes—. No puedo entender a lo que se refiere, señorita Kunoichi-san —Jin agitó sus pestañas y Anko gruñó molesta.
—¿A dónde va toda esa comida y grasa, eh? —gruñó molesta Anko antes se sonreí oscuramente— Olvídalo, ya sé dónde va.
—¿Cómo te atreves? —Jin hizo una expresión exagerada de indignación mientras se llevaba una mano al pecho.
—Por cierto, ¿Quién es la chica? —preguntó Anko mirando a Kisho—. ¿Obito te desilusionó tanto, que decidiste pasarte al bando contrario?
—… —Kisho se sonrojó ligeramente cuando Anko lo miró de arriba abajo e incluso se removió un poco incomodo bajo su intensa mirada.
—Está plana, si te cambiabas de bando, ¿Por qué no elegirme, eh? O al menos alguien con un buen par de… —Anko hizo un gesto obsceno con las manos y Jin la pateó en la cara, pero Anko la esquivó y tomó su pierna, tirándola hacia ella y obligando a que Jin se sentase en su regazo— ¿Qué pasó preciosa? ¿Estás buscando tetas más grandes que las de Tsunade-sama?
—Kisho-kun es un chico —Jin rodó los ojos cuando la nariz de Anko rozó la suya.
—¿Te estas volviendo como Kushina-sama? —habló sorprendida Anko— ¿Ahora te gustan rubios y afeminados? No, espera, Tsunade-sama también se casó con alguien que no es muy masculino que digamos, supongo que los gustos de los maestros se pegan…
—¿De qué hablas? Dan-san es bastante masculino —Jin alzó una ceja interrogante.
—Su largo cabello dice lo contrario, lo tiene mejor cuidado que muchas mujeres —se burló Anko y Jin rodó los ojos.
—No sé a qué te refieres con femeninos, Dan-san y Minato-sama son bastante masculinos, ya sean en rasgos o actitud, aunque dudo que conozcas a un hombre decente que sea caballeroso como ellos dos —Jin se burló ligeramente de Anko y se sentó en su propia silla.
—Te pasa por rodearte de puros afeminados, no conoces un hombre de verdad —Anko asintió seriamente con los brazos debajo de sus pechos.
—¿Kakashi es afeminado? —preguntó alzando una ceja desafiándola a cuestionarla.
—¿No es el mismo que se desmaya si le haces leer un poco de porno? —rio oscuramente Anko y Jin se sonrojó.
—Cualquiera se desmayaría —defendió Jin débilmente.
—Yo no.
—Es que eres demasiado masculina.
—Soy más hombre que todos los hombres que conoces.
Anko miró a Jin con una sonrisa engreída y los brazos cruzados.
—Hum, en eso difiero —negó Jin—. Kashi-nii y Obito-kun son muy masculinos, son verdaderos hombres, por no empezar a hablar de Sakumo-san, Inoichi-san, Shikaku-san, incluiría a Guy, pero hombre o iría con él, él es genero Guy —Jin y Anko asintieron seriamente ante lo ultimo.
—Ciertamente, Guy tiene su propio genero —asintió sabiamente Anko.
—¿Será secretamente una tortuga? —preguntó Jin sospechosamente.
—¿No se supone que los animales de invocación tienen la misma personalidad que sus dueños o se parecen en algo? ¿Guy habrá sido adoptado por tortugas? —preguntó sospechosamente Anko.
—¿Será Por eso que siempre viste de verde como una tortuga? —Jin miró sospechosamente hacia todos lados.
Kisho soltó una risita al ver como Anko y Jin de repente estaban hablando de teorías conspirativas, francamente, idiotas, frente a él y se ponían cada vez más serías hasta que él no pudo contener la carcajada.
—Oh, cierto, te estaba presentando a Kisho-kun —Jin se golpeó la palma de la mano con un puño dándose cuenta de que se había quedado a mitad de presentación—. Déjenme presentarlos de nuevo, Anko, él es Hagino Kisho.
—Buenas —saludó Anko despreocupadamente.
—Y Kisho-kun, ella es Mitarashi Anko —presentó Jin y la chica le sonrió burlonamente a Jin mientras su mente pensaba en algo que Jin no podía pensar, solo sabía que era malo para ella.
—Encantado de conocerla, Mitarashi-san —Kisho hizo una reverencia formal y Anko desestimó con su mano.
—Fuera de formalidades, déjate de esas payasadas. Si es amigo de Jin, es amigo mío, llámame por el nombre.
—S-si… A-anko-san… —Kisho se sonrojó nerviosamente y apartó la mirada avergonzado.
—Dios mío, no sabía que ahora te gustaban los caquis suaves —habló sorprendida Anko—. Se ve tan fácil de intimidar, ¿No me lo prestarías un poco?
—Anko… —Jin frunció el ceño a su amiga con un tono maternal de regaño, Anko alzó las manos.
—Solo decía, ya sabes.
—Hablando de eso… lo acabo de secuestrar, así que debería de devolverlo a la casa.
—¿No eres toda una secuestradora profesional? Desde niña secuestrando personas —Anko negó suavemente divertida con una sonrisa de mierda en su rostro.
—Bueno, parece que tienes que tienes una cuenta que pagar —Jin le sonrió ligeramente forzada y Anko se puso pálida.
—No, espera, ¿De verdad me vas a hacer…?
Jin tomó a Kisho y lo puso en su hombro antes de lanzar una bomba de humo y huir del local a toda velocidad.
—¡Perraaaaaaa!
—¿No está mal que comamos y huyamos…? —preguntó Kisho intentando mirar a cualquier otro lado que no sea el trasero de Jin.
—Ella es una Jounin, le pagan bien siempre y cuando no se gaste su dinero bebiendo y en fiestas —desestimó Jin despreocupadamente.
—Aun así… podríamos haber pagado nosotros —habló titubeante.
—Nah, deja que ella se las arregle. Pagar una cuenta es lo menos que me debe esa perra mala.