Un Arpegio para Sanar

崩坏3rd | Honkai Impact 3rd (Video Game)
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G
Un Arpegio para Sanar
Summary
En un mundo sin Honkai, una joven y caótica guitarrista conocerá a una violinista retirada debido a su pasado, sus sinfonías internas resonarán? O quizá... serán sus corazones los que resuenen?
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Bajo las Luces que jamás alcanzaré

Capítulo 1: Bajo las Luces que Jamás Alcanzaré

La sala de audiciones era más pequeña de lo que Kiana había imaginado. Las paredes, pintadas de un blanco opresivo, reflejaban el brillo de las luces halógenas, intensificando la sensación de que todos los ojos estaban sobre ella. Frente a ella, el jurado estaba sentado tras una larga mesa de madera, hojeando papeles sin prestarle atención real. Tres figuras inmóviles con miradas indiferentes, como si su presencia fuera irrelevante. Kiana sintió el peso de la guitarra colgando de su hombro, una extensión de sí misma que, en ese momento, parecía extrañamente ajena.Respiró hondo y ajustó la correa con dedos temblorosos. Su corazón latía con fuerza, retumbando en sus oídos. “Solo relájate, Kiana. Tienes esto. Es solo música, como siempre”, se dijo en silencio. Era una mentira que había repetido tantas veces que casi sonaba verdadera, pero el nudo en su estómago le recordaba lo contrario. Cerró los ojos y dejó que sus dedos encontraran las cuerdas, buscando algo familiar.El primer acorde resonó con fuerza, llenando la sala con un sonido limpio y vibrante. Sus dedos se movían con precisión, como si tuvieran vida propia. Kiana cerró los ojos, dejando que el mundo desapareciera, y comenzó a cantar. Su voz era suave al principio, un susurro que pronto se alzó en una melodía cargada de emoción. Los miembros del jurado levantaron la vista, sorprendidos por la intensidad que emanaba de la chica frente a ellos. Por un momento, Kiana se perdió en la música, olvidándose del escenario, las luces y las miradas.Pero entonces abrió los ojos.Las miradas del jurado eran como dagas. El peso de su atención era insoportable, y el aire de la sala pareció volverse pesado, sofocante. Las luces halógenas se hicieron más brillantes, cegándola. Su pecho comenzó a tensarse, y su garganta se cerró. Los acordes que antes fluían con facilidad se volvieron torpes, descoordinados. Su voz tembló, rompiéndose en un hilo débil.

—Lo siento —susurró, dando un paso atrás. La guitarra colgaba inerte de sus manos, como si ya no fuera una extensión de ella, sino un peso muerto.El jurado intercambió miradas, y la mujer en el centro suspiró con exasperación.

—Gracias, señorita Kaslana. La siguiente participante, por favor. Kiana sintió un calor abrasador en sus mejillas mientras salía tambaleándose de la sala, su cuerpo temblando de vergüenza y rabia. Afuera, las luces del cartel del Festival Honkai brillaban con colores vibrantes, burlándose de ella con su promesa de éxito y reconocimiento. Se dejó caer en el borde de una fuente cercana, la guitarra descansando en su regazo. El reflejo en el agua le devolvió una mirada derrotada, los ojos azules apagados.“¿Por qué siempre pasa esto?” pensó, reprimiendo las lágrimas. Sabía que podía hacerlo. Había practicado durante semanas, tocando hasta que los dedos le dolían. Pero cada vez que se enfrentaba a un público, el miedo la consumía.

—No estuvo tan mal.Kiana levantó la vista, sorprendida por la voz que había interrumpido su espiral de autocompasión. Frente a ella estaba una chica de cabello largo y oscuro, con un rostro sereno y un violín colgado en un estuche a su espalda. La luz del cartel del festival iluminaba sus rasgos con un resplandor cálido.

—¿Quién eres tú? —preguntó Kiana, desconfiada.
—Mei Raiden —respondió la chica, con una calma que contrastaba con la turbulencia interior de Kiana—. Solo alguien que cree que te apresuras demasiado a rendirte.Kiana bufó, una mezcla de frustración y humillación.

—¿Rendirme? ¿Tienes idea de lo que se siente que te tiemblen las manos justo cuando más las necesitas?Mei no respondió de inmediato. En cambio, miró hacia el cartel del festival que brillaba en el cielo nocturno—Sí, lo sé. Más de lo que imaginas.

Kiana frunció el ceño. Había algo en la forma en que Mei lo dijo, un peso en sus palabras que la hizo dudar de su sarcasmo. Mei se sentó a su lado, dejando un espacio prudente entre ambas.
—Escuché tu audición —continuó Mei—. No todo, claro. Pero lo suficiente para saber que tienes algo especial. Antes de que el miedo te alcanzara, lo que tocaste… era increíble.—¿Increíble? —repitió Kiana, incrédula.
—Sí. Tienes fuego en tu música. Pero necesitas aprender a controlarlo, no dejar que te consuma.Kiana dejó escapar una risa amarga.—¿Y tú qué sabes de eso?—Solía tocar en conciertos de música clásica. Violinista profesional. Pero hace años que no subo a un escenario.Kiana arqueó una ceja, su curiosidad ganando terreno a su escepticismo.

—¿Por qué no?—Digamos que cometí errores. Grandes errores. —Mei dejó escapar un suspiro y luego volvió su mirada a Kiana—. Pero no estamos hablando de mí. Quiero ayudarte.—¿Ayudarme? —Kiana la miró con incredulidad—. Ni siquiera me conoces.—No necesito conocerte para ver tu potencial. Escucha, yo necesito algo de inspiración para volver a tocar, y tú necesitas a alguien que te guíe. Podríamos ayudarnos mutuamente.Kiana la miró en silencio durante unos segundos. Mei tenía una seguridad tranquila que le resultaba desconcertante y, al mismo tiempo, fascinante. Finalmente, Kiana dejó escapar un suspiro y extendió la mano.
—Vale, Raiden. Pero si terminamos peleando, no digas que no te lo advertí.Mei sonrió, estrechando su mano.—Acepto el riesgo.Mientras ambas se levantaban, una figura las observaba desde lejos. Bronya Zaychik, con su tableta en mano, reproducía en bucle la grabación de la audición fallida de su amiga Kiana y su posterior interacción con Raiden Mei. Su expresión era inescrutable, pero sus ojos brillaban con un interés calculador.

—Esto podría ser interesante... —murmuró para sí misma antes de desaparecer entre la multitud.En el cielo nocturno, las luces del festival seguían brillando, como una promesa solemne del cielo mismo para ella.

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