єl sílєncíσ
αℓвυs ∂υмвℓε∂σяε
Había regresado con ella en silencio.
Habíamos caminado por los bosques del norte de Nurmengard sin palabras que interrumpieran el eco de lo vivido. No porque no hubiese nada que decir… sino porque todo lo que se podía decir ya había sido dicho con miradas, con silencios, con gestos que hablaban un lenguaje más antiguo que cualquier conjuro.
Desde el primer momento supe que ese día llegaría. El día en que ella lo viera de nuevo.
A Gellert.
Aquel que había sido mi más grande amor…
Y mi más grande perdición.
Y sin embargo, nada me preparó para lo que sentí al verlos juntos.
No la conexión entre ellos —esa la había anticipado, Gellert la había visto crecer, desde el instante en que encontré a Nixa entre sueños suspendidos, como un relicario de lo que alguna vez fue la pasión y el dolor entre Gellert y yo—
No. Lo que me quebró fue la risa de nixa
Su verdadera risa.
La risa que no me había ofrecido a mí, ni siquiera cuando intentaba provocarla con las historias más ridículas o las sorpresas más caprichosas. Esa risa suave, apenas audible, la había reservado para él.
Para su verdadero padre.
Y así, entre galletas horneadas y silencios ensordecedores, regresamos.
Esa noche la vi moverse por la casa con ese ritmo impecable, como si cada paso estuviera coreografiado. Cada movimiento suyo estaba pulido por la costumbre, por una mente que nunca dejaba de calcular, analizar, construir.
Era una niña…
era la copia exacta de Gallert y lo peor:
No podía leerla
La vi detenerse.
Y entonces algo cambió.
La vi acercarse. Lenta, casi dubitativa.
¿Duda? ¿En ella?
No lo sabia. Finalmente, me tocó la mano.
Ese pequeño acto —tan común en otros niños, tan trivial—
fue para mí un milagro.
Y habló.
—No puedo retroceder el tiempo, —dijo, sin mirarme—. Amo a mi padre. No puedo cambiar mis recuerdos… ni mis sentimientos.
Quise responder. Quise decir que lo entendía. Que yo tampoco podía cambiar los míos.
Pero no lo hice.
No era mi momento.
Ella se giró y sus ojos se encontraron con los míos.
No vi rencor.
No vi odio.
Pero tampoco vi amor.
Vi honestidad.
Cruda. Dolorosa. Inesperada.
Y lo agradecí con todo mi ser.
—Pero podemos crear nuevos recuerdos… juntos. —dijo.
Y fue entonces cuando sentí el nudo en mi garganta.
La culpa no se disolvió.
El remordimiento no se evaporó.
Pero por primera vez desde que la encontré, sentí esperanza.
Porque aunque yo no era su hogar,
quizás podía ser un lugar seguro.
Uno que ella eligiera.
Aunque sea solo por un tiempo.
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Reunión nocturna
Los pasos eran suaves. Silenciosos.
No por temor a ser descubierta, sino por respeto al lugar donde ingresaba.
El santuario.
El núcleo.
La mente extendida.
Los Santos.
La habitación sellada bajo la cabaña se abrió ante su toque como si respirara por primera vez en años.
Oscura.
Cargada de magia arcana.
Solo iluminada por la esfera central —la gran esfera negra— suspendida como una luna oscura en medio de un cielo sin estrellas.
Colocó su mano sobre ella.
Un latido.
Un pulso.
Y el velo se quebró.
A su alrededor, las sombras cobraron forma. Proyecciones de figuras que desafiaban las leyes del tiempo y la especie:
Magos y magas de todos los continentes.
Criaturas antiguas.
Entidades híbridas.
Los Santos.
—He regresado. —anunció con voz firme. No con alegría, sino con autoridad.
Las siluetas inclinaron levemente sus cabezas. Una reverencia silenciosa.
—El titiritero ha vuelto al tablero, —continuó, —y con él, la era de la ejecución.
Durante años sostuvieron el fuego sin mí.
Lo hicieron bien.
Pero ahora volverá a arder.
— Con precisión. Con estrategia. Con poder.
Una pausa.
—Informe. —ordenó.
Las figuras comenzaron a hablar, una tras otra.
Resumen de avances mágicos integrados a estructuras muggles.
Posiciones políticas clave infiltradas.
Proyectos experimentales de alquimia avanzada.
La red de vigilancia mágica sobre el Ministerio.
Y luego: volvieron a hablar de “El incidente”
La caída del "Señor Oscuro" a manos de el niño.
“Harry Potter”
Nixa escuchó en silencio. Analizando. Calculando.
Y luego habló:
—No se precipiten con el niño. No es una pieza que tenga importancia, al menos… todavía no. Es un símbolo, nada más.
Los símbolos son maleables.
Ignoren los augurios.
Nosotros trazamos los destinos.
No los oráculos.
Sacó un pergamino sellado con magia antigua y lo deslizó sobre un pedestal encantado.
—Estas son las nuevas directrices.
Fase uno: consolidación.
Fase dos: propagación.
Fase tres: fractura.
Los Santos asintieron.
Sus siluetas comenzaron a desvanecerse.
El eco de su fidelidad llenaba el santuario con una solemnidad antigua.
Y entonces Nixa se quedó sola.
Frente a la esfera.
Acarició su superficie.
—El titiritero ha regresado.
La estratega ha despertado.
La partida comienza.
Y cuando salió del santuario,
el amanecer ya se filtraba entre los árboles,
y su máscara estaba perfectamente en su sitio.
Como si nada hubiera ocurrido.
Como si el mundo no hubiera cambiado… otra vez.