Harrython 2011

La sonrisa del dragón

No había sabido lo que era recibir una sonrisa hasta que había ido a Hogwarts, y allí había descubierto que existían un gran número de sonrisas.

Estaba la amorosa de Molly Weasly, la satisfecha de Hermione cuando conseguía que estudiasen o hiciesen sus deberes a tiempo, la victoriosa de Ron cuando te ganaba al ajedrez, la conspiradora de los gemelos Weasley cada vez que estaban planeando algo, la tímida de Neville al recibir un cumplido, la soñadora de Luna, la emocionada de Dean al comenzar una nueva pintura, la pícara de Seamus cuando se proponía ilustrar con chistes, cotilleos y revistas las inocentes mentes de sus compañeros de habitación en el arte del sexo. Y cómo olvidar la perpetúa misteriosa sonrisa de Dumbledore o aquella ladeada sonrisa cruel de Snape cada vez que te imponía un castigo.

Pero sin duda lo que más le había maravillado era el amplio registro de sonrisas que había resultado tener el inmutable Draco Malfoy. Estaba la sonrisa orgullosa marca Malfoy, la que más usaba. La siguiente que había conocido era la sonrisa burlona y a continuación la despectiva. Después esa que a penas hacía que las comisuras de sus labios se moviesen, Harry la llamaba la fugaz porque si parpadeabas te la habías perdido y sólo podías conocer su significado si sabías interpretar sus ojos: una ardua tarea.

Había otras que era más difíciles de ver, pocos eran los privilegiados que lo habían hecho y entre ellos se encontraba Harry. En este exclusivo registro podías encontrar la ilusionada que le hacía lucir como un niño en Navidad que sólo se podía ver cuando quedaba tan agradablemente sorprendido que le hacía perder la concentración por mantener sus rasgos faciales imperturbables como aquella vez que le llevó al cine. La predadora que hacía que Harry se convirtiese en una masa maleable y complaciente. La placentera que se podía observar durante y después del sexo. La abiertamente feliz con la que sus ojos brillaban como si hubiese fuegos artificiales de plata en ellos, arrugaba ligeramente su respingona nariz y mostraba su perfecta dentadura y si tenías mucha suerte a veces se convertía en una risa contagiosa. Y por último estaba la que esbozaba las contadas veces que le decía “Te quiero”.

Estaba en la batalla final, una horda de dementores se abalanzaba sobre él. Harry dudaba que existiese algún dementor en el mundo que no estuviese ahí. Lanzó su patronus con el recuerdo de sus padres en su mente y fue devorado en segundos. El frío cabala hasta los huesos, la felicidad escapaba de su cuerpo y el eco de los gritos de su madre y otros tantos seres queridos fallecidos resonaba en sus oídos. No moriría ahí, no podía, tenía una vida que vivir y con quién compartirla. Pensó en Draco, en cuando un mes antes le había hecho reír a mandíbula batiente con uno de sus inocentes comentarios y cuando había logrado calmarse le había besado y le había dicho que le quería. Cerró los ojos y visualizó esa sonrisa llena de amor con alegres lágrimas en los ojos, residuos de su risa. Levanto su varita y dijo el hechizo. Gradualmente sintió como los gritos se apagaban y una cálida sensación de felicidad recorría su cuerpo. Cuando abrió los ojos los dementores había desaparecido y un patronus con forma de dragón estaba frente a él. Alargó la mano y tocó su cuello. El dragó rió y Harry sonrió con él hasta que se desvaneció.

Harry volvió a la batalla con energías renovadas, con una ligera sonrisa en los labios y una mirada decidida en los ojos. Iba a vencer, lo sabía porque no había nada que pudiese impedir que volviese a ver a Draco para enseñarle su nuevo patronus y ver esa sonrisa ilusionada en su rostro, para besarle y comenzar esa vida juntos que habían planeado durante la que pudiese volver a ver sus dos sonrisas favoritas y descubrir otras nuevas.

Fin