Cicatrices
Cicatrices
Los primeros rayos de Sol comenzaban a llenar la habitación con su suave luz anaranjada. Harry estaba apoyado sobre el desnudo pecho de Draco y con el dedo índice hacía círculos sobre la suave piel distraídamente. Faltaba poco para que el odioso sonido del despertador que Draco insistía en usar llenase la habitación.
Sintió en su dígito una piel más suave que el resto y siguió la línea recta que marcaba el cuerpo. Esa cicatriz era producto del Sectumsempra que le había lanzado en su sexto año en Hogwarts. Después de dos años juntos todavía sentía remordimientos cada vez que la veía.
–Mmm… No te pares –le llegó la voz somnolienta de Draco unos centímetros más arriba.
Harry levantó la cabeza del confortable torso y le miró. Su novio sólo necesitó eso para saber la razón de que hubiese parado la dulce caricia.
Draco se incorporó apoyándose en un codo y acarició el rostro y cabello del moreno.
–¿Cuándo vas a dejar de culparte? Sólo éramos unos críos estúpidos. Ésta –dijo señalando la cicatriz que cruzaba su pecho– es sólo una cicatriz más de las muchas que ambos ganamos en la guerra. Tú también tienes algunas de mi manufactura –le recordó acariciando una que rodeaba el cuello del gryffindor como su fuese un collar–. Además nunca podría quejarme de esta cicatriz: nadie tiene un pezón tan sensible como el mío –dijo con orgullo acariciando ese punto donde la herida cicatrizada comenzaba.
Harry sonrió y le besó cayendo sobre él. Las manos cobraron vida moviéndose por todas partes hasta que el despertador sonó.
El moreno lo miró con odio y luego a su novio.
–¿Sabes qué? Ya que es tan sensible puedes correrte tú solo con tu amado despertador –dijo levantándose.
Draco se quedó mirándolo alejarse desnudo hasta desaparecer por el puerta del baño. No comprendía cómo había pasado aquello. Quizás debería reconsiderar tirar ese despertador, ya era la tercera vez que se quedaba con las ganas por su culpa. Acarició su pezón, pero su mente estaba en el chico que en esos momentos estaría desnudo y mojado bajo la ducha.
Decidió levantarse, no habían terminado de hacer el recuento matutino de cicatrices y él pensaba contar hasta los lunares.
Fin