
Imagine a past (where you wish you had lived, full of heroes and villains and fools)
Hello old friend (it’s really good to see you once again)
Hello old friend. Eric Clapton, 1976.
Las paredes de la Sala de Menesteres cambian de forma, color y textura, e incluso parecen desaparecer por momentos. Es sin duda la peor habitación del castillo para viajar en el tiempo, pero también es la única que hace virtualmente imposible trazar el uso de un objeto mágico (y cada segundo que pierdan los mortífagos corriendo tras falsas pistas del paradero de Harry Potter, será un segundo de ventaja para la Orden).
Finalmente, el espacio se estabiliza en forma de una habitación grande y vacía, completamente cubierta de lajas de piedra.
Harry tiene un segundo de pura y simple gratitud por el piso bajo sus pies, y luego se le ocurre algo.
- ¿Creen que haya alguien más aquí?
- No creo,- responde Hermione sin pensarlo.
- ¿Ah, no, señorita “yo lo sé todo sobre el castillo de Hogwarts”?- pregunta Ron, en tono de burla.- ¿Y si no hay nadie más en la Sala de Menesteres por qué tiene forma, eh?
- Porque desde que activamos la piedra estoy concentrada en que necesitamos un lugar con espacio suficiente y suelo sólido, por supuesto. No iba a dejar que nos tragara el vacío.
Las orejas de Ron se encienden y Harry agradece (un poco irritado) tener a la bruja más brillante de su edad en el equipo.
- Además, estamos a fines de julio,- agrega Hermione.- ¿Cuántas personas puede haber en el castillo?
Harry saca el Mapa del Merodeador antes de que Ron pueda responder.
- Pues averigüémoslo. Juro solemnemente que mis intenciones no son buenas.
*
No es que a Albus Dumbledore no le guste el verano (la raspadilla de mango, para empezar, es inmejorable), pero siempre espera con ansías el nuevo año escolar. Le gustan sobretodo los primeros días, los antiguos alumnos que se reencuentran, los nuevos alumnos que se sorprenden, las paredes resonando con risas y confesiones. Siempre le ha gustado más el castillo lleno de estudiantes. Lleno de vida.
Y este año trae una sorpresa. Tres, de hecho. Tres estudiantes de los que se habló a sí mismo hace algunos meses (qué cosa tan curiosa, el tiempo) y que es necesario proteger de una terrible amenaza. Tres jóvenes valientes y leales, según él mismo los describió con profundo cariño en la voz. Sobre todo al hablar de Harry. El hijo de James Potter. Una situación delicada, sin duda.
Y sin embargo, su propia mirada (más sabia, más cansada) lo había tranquilizado. Confiaba… ¿confiará? (uno de los grandes problemas con los saltos temporales ha sido siempre la gramática) en estos muchachos. Y percibe que hay un fin mayor en este viaje. Solo que no sabe cuál es, o de qué los está protegiendo. Lo entiende, por supuesto. Saberlo alteraría la línea temporal. Es solo que…
Suspira y sacude la cabeza.
Solo le queda confiar en sí mismo.
Oye murmullos fuera del despacho y cuando se acerca puede oír a alguien detrás de la gárgola de piedra, murmurando cosas como “caramelo de limón”, “alfajor” y “algodón de azúcar”. Sonríe.
Así que ya están aquí.
- Lengua de gato,- dice bajito, y la gárgola se abre para mostrar a los viajeros.
- Buenas noches, jóvenes,- dice jovial.- Disculpen el camisón, no los esperaba tan temprano.
Pero lo que no esperaba, en realidad, es la reacción de los jóvenes.
Ninguno de los tres responde a su saludo. No avanzan por la escalera, ni retroceden. No buscan palabras. Tres bocas permanecen abiertas, en asombro infinito. Tres pares de ojos se nublan lentamente. Son los marrones los primeros en llenarse de lágrimas, pero son los verdes los que expresan más sentimiento.
- Supongo que las cosas han cambiado desde que hablé conmigo mismo.- Las primeras lágrimas caen, sin vergüenza. Dumbledore suspira.- Aprovechemos el tiempo que tenemos juntos, entonces.
Y hace pasar a estos tres desconocidos que parecen quererlo tanto.
Qué cosa tan curiosa, el tiempo.
***
One summer dream
One summer dream. Electric Light Orchestra, 1975.
Desayunan té y pastelillos en el despacho de Dumbledore (cuando vuelve de vestirse y todos han tenido tiempo de recuperarse de la primera impresión), y éste les explica la bizarra conversación que tuvo consigo mismo algunos meses atrás. Es tan surreal como puede esperarse de una conversación entre Albus Dumbledore y Albus Dumbledore. Pero lo más surreal, piensa Harry, es que no sepa nada sobre el futuro.
Es lógico, por supuesto. Conocer el futuro es cambiarlo (o eso dice Hermione). Pero sigue siendo extraño saber de pronto tantas cosas que Dumbledore no sabe.
Discuten la “coartada”. Los tres se quedan de piedra al oír que van a integrarse al cuerpo estudiantil.
- El intercambio estudiantil no es una práctica común en Hogwarts, pero podemos explicarlo como una primera experiencia para probar si…
- Profesor,- interrumpe Hermione.- Disculpe. Tal vez no se lo explicó… bueno, usted mismo, pero los padres de Harry son estudiantes de último año.
- Oh, sí, sí, por supuesto. James Potter y Lily Evans. Excelentes muchachos. Supongo que lo ha oído antes, señor Potter, pero es usted idéntico a su padre.
- … Y tengo los ojos de mi madre,- agrega Harry, que de hecho, lo ha oído hasta el cansancio.- Creo que ése es precisamente el punto de Hermione, profesor. No puedo ir a clase con mis padres. Sería… peligroso.
- Sí… sí, por supuesto. También lo creo.- Parece pensarlo un momento.- Sin embargo, yo parecía bastante seguro de que ése era el mejor camino…- Se arregla los lentes.- Vaya. Debe ser esto a lo que se refieren cuando dicen que uno puede volverse loco si se ve a sí mismo. Incluso cuando entiendes lo que estás diciendo… ¿quién más puede entenderlo?
Sacude la cabeza y ríe.
- Veamos… usted y sus padres en la misma clase. Sí, es un peligro, sin duda. Sin embargo, yo y… pues yo, concordamos en que sería más peligroso que vayan ustedes por ahí influyendo en la vida de desconocidos. Hogwarts es un ambiente seguro, controlado, y mucha de la gente que conocerán aquí es gente que ya conocen. Saben qué eventos importantes sucederán en sus vidas y cómo no interferir con ellos. Allá afuera, podrían cambiar el mundo sin darse cuenta.
Ron se ríe bajito.
- Perdón, profesor, pero ¿cómo vamos a cambiar el mundo sin…?
- No. No, él tiene razón,- lo interrumpe Hermione.- ¿Sabes quién inventó la internet?
- ¿La qué?
- La internet. Es un invento muggle que yo no sé quién creó y tú no has visto nunca, pero cambió el mundo como lo conocemos.- Suena angustiada y empieza a hablar cada vez más rápido.- Digamos que uno de nosotros tiene un accidente y un niño en la calle lo ayuda, y que esa experiencia convence al niño de que cuando sea grande quiere ser paramédico. Y digamos que ese niño es quien iba a inventar la internet.- Respira acelerada.- Ya está. No hicimos nada, pero hemos cambiado tanto el mundo que no podemos volver a casa.
- Hermione…- Ron intenta tranquilizarla.
- No. El profesor tiene razón. No podemos salir del castillo.
Harry no la había visto así desde los TIMOs.
- Vamos, vamos, señorita Granger,- interviene Dumbledore con delicadeza.- Tampoco es para tanto. No son prisioneros. Pueden salir del castillo, por supuesto.
- Pero…
- Todo estará bien mientras el contacto constante se dé en un ambiente que conozcan.
Hermione guarda silencio, pero no parece convencida.
- ¿Eso quiere decir…?- empieza Harry, pero las palabras no le salen de la garganta.
- Eso quiere decir que espero que se lleven bien con los adultos de su época, porque son las amistades más seguras que pueden hacer en este tiempo.
En los minutos siguientes escuchan cosas cada vez más sorprendentes. Tendrán que presentarse a los EXTASIS, como todo el mundo (“no dudo que los contenidos les parecerán algo anticuados, pero una buena educación mágica es algo que nunca envejece”). Serán seleccionados de nuevo en el banquete de inicio de curso (“es una formalidad, realmente, pero es inevitable”). Podrán usar sus verdaderos nombres (“es solo un nombre,” dice Dumbledore, y Harry se toca la cicatriz de forma inconsciente).
Harry lo escucha todo, pero procesa poco. Su mente sigue volviendo una y otra vez a las mismas palabras. Son las amistades más seguras que pueden hacer en este tiempo. Sirius. Sus padres. Es como estar de nuevo frente al espejo de Oesed, con 11 años y todo lo que siempre quiso al alcance de sus manos (pero no es la primera vez que se para frente al espejo, y hace mucho aprendió que si estira las manos solo conseguirá golpear el cristal).
*
Almuerzan en el Gran Comedor con los profesores residentes y la visión de una joven Pomona Sprout los convence finalmente de que han regresado 20 años en el tiempo.
- Pomona es nuestra maestra de herbología,- dice Dumbledore al presentarla, y el trío intenta (en vano) dejar de mirarla.
Están también McGonagall (más joven, pero igual de severa), Hagrid y Arturo Nocte, profesor de astronomía, a quien no habían visto en su vida (es comprensible, por supuesto, el hombre ha de tener 150 años y no le pueden quedar muchos más). Dumbledore los presenta como estudiantes de intercambio americanos y Hermione se pasa el resto de la cena respondiendo preguntas sobre la cultura americana para las cuales Ron y Harry no tienen respuesta alguna. Esa tarde mueven sus cosas a una de las habitaciones para profesores y caen rendidos en cuanto tocan las almohadas.
*
- Solo es una tarde. No tenemos que hablar con nadie. Un sorbete de calabaza, una visita a Honeydukes, un poco de aire fresco…
- No lo sé. Aquí estamos más seguros.
- Tú porque te pasas el día metida en la biblioteca, pero si Harry y yo no salimos del castillo, vamos a terminar por volvernos locos,- dice Ron, y se suelta de la cuerda para zambullirse en el lago.
- Sí,- murmura Hermione,- se ve que es un ambiente insoportable.
Harry suspira.
- Mira, no podemos negar que pasar el verano en Hogwarts es mucho mejor que pasarlo… no sé, escondiéndonos en el bosque.- Hermione lo mira de reojo. Nunca hablan del plan de Harry de irse solo a buscar horrocruxes, pero lo saben (por supuesto que lo saben).- Pero…
Pero es verano, y no hay mortífagos buscándome, y nunca he paseado por Hogsmeade sin que me reconozcan, y yo sé que es peligroso y un poco egoísta, pero quiero un verano con mis amigos antes de volver.
Hermione espera a que diga algo, como preocupada, y luego intercambia una mirada con Ron, que se encoge de hombros y pone cara de “te lo dije” antes de volver a sumergirse.
*
Hogsmeade no ha cambiado en los últimos 20 años (y tal vez eso no debería alegrarlos tanto). Incluso encuentran a Madam Rosmerta detrás de la barra de las Tres Escobas, perfectamente reconocible aunque no puede tener más de 25 años. A Ron se le traba la lengua y Hermione pone los ojos en blanco antes de pedir los sorbetes.
Entran a Honeydukes y a Zonko’s, pasean por las calles (por una vez libres de estudiantes) y al caer la tarde se sientan bajo un árbol con un raspado de nieve y limón (“hecho con verdadera nieve,” dice la niña que los vende en la puerta de su casa, “la conjuró mi tío cuando vino de visita”).
Tal vez los chicos tenían razón, piensa Hermione. Pero se cuida de no decirlo.
En las semanas siguientes, vuelven a Hogsmeade de vez en cuando (Rosmerta empieza a reconocerlos como “los americanos”, y Hermione se pregunta si realmente es posible que nadie en la comunidad mágica británica tenga idea de cómo suena un americano).
*
Agosto pasa velozmente entre mañanas junto al lago, tardes de entrenamiento, sorbetes de calabaza y brisa fresca.
Hacia fines de mes, Hagrid (que no los conoce desde que tenían 11 años, pero les sonríe como si supiera que alguna vez lo hará) los lleva al Callejón Diagon a comprar sus materiales escolares. Dumbledore ha abierto una pequeña cuenta para los tres y se esfuerzan por ahorrar cada centavo que puedan. Es una suerte que Ron tenga experiencia en buscar materiales de segunda mano, pero sus amigos lo conocen suficiente como para no mencionarlo. Hagrid, por otro lado, le da una palmada en la espalda y dice “¡no sabía que eran tan buenos cazadores de ofertas en América! ¡tienes que enseñarme algunos trucos, chico!” y a Ron se le ponen las orejas como tomates, pero sonríe (hay hasta un atisbo de orgullo en la sonrisa, porque una cosa es no tener dinero y otra muy distinta “saber cazar ofertas”).
En la puerta de Madam Malkin’s (“no hace falta, Hagrid, trajimos suficientes túnicas”), Harry descubre la primera figura ingratamente familiar del viaje. Debe estar en sus veintipocos (menos mal, no tendremos que verlo en clase) y se prueba una túnica detrás del cristal. Lleva el cabello más corto y tiene 20 años menos, pero el gesto de superioridad es inconfundible (y hereditario). Lucius Malfoy lo atrapa mirando y alza una ceja. Harry le devuelve una mirada de odio antes de voltear.
- Florean Fortescue,- dice Hagrid, siguiendo la mirada de Hermione a través de la calle.- Los mejores helados de Inglaterra, se los digo yo.- Y como sintiendo la tristeza en el ambiente, agrega- vamos, hoy invito yo.
Es típico de Hagrid, pensar que están tristes porque no tienen dinero para un helado.
Se sientan en las mesas de la calle con conos de tres sabores, mirando a la gente correr de un lado a otro (como hacían antes de que la guerra convirtiera el Callejón Diagon en un pueblo fantasma).
*
- ¿Malfoy?- pregunta Ron, con un gesto de asco que no tiene que ver con el cono de nieve (verdadera) que disfrutan bajo un árbol a la salida de Hogsmeade.
Septiembre está por llegar y esas reflexiones que han estado evadiendo durante semanas empiezan a volverse ineludibles.
- Sí. Está más joven, pero tiene la misma cara de idiota.
Ron se ríe, pero Hermione interrumpe, seria.
- Malfoy no es el problema,- dice.- Es mayor que Sirius y Lupin, no vamos a tener que verlo. El problema es la gente con la que sí vamos a tener que relacionarnos.
- Colagusano,- dice Ron con asco, y a Harry se le retuercen un poco las vísceras.
- Snape,- dice Hermione, y los dos voltean a mirarla.
Snape.
- No pueden tocarlos. ¿Lo entienden?
Snape lleva 6 años torturándolos en clase, es responsable de que Voldemort supiera de la profecía (es responsable de la muerte de sus padres) y es un maldito traidor. Snape mató a Dumbledore. Lleva meses soñando con ponerle las manos encima y ahora resulta que no puede...
- Lo entienden, ¿verdad?- suplica Hermione.- Si alteramos la línea de tiempo de forma drástica no podremos volver a casa. La Orden confió en nosotros, no podemos…
- Lo entendemos,- dice Ron entre dientes.
- ¿De verdad lo entienden? Porque…
- Ha dicho que lo entendemos,- la corta Harry, que de pronto no tiene ganas de conos de nieve.- Vamos, ya es tarde.
Desde el camino puede verse la Casa de los Gritos, y hay un silencio denso mientras el trío piensa en todas las otras cosas con las que no puede interferir.
- Harry,- dice Ron, pensativo,- ¿no dijiste que los gryffindors le hacían la vida imposible a Snape en el colegio?
Se miran y sonríen. De pronto el camino se hace mucho más ligero.
*
Esa noche, Harry sueña que Snape es el nuevo director de Hogwarts y que Ginny le da galletas a Hedwig en la cocina de la Madriguera, mientras el señor y la señora Weasley discuten si debe o no volver a la escuela.
***
If you know who you are
Easy does it. Supertramp, 1975.
- ... una oportunidad muy especial y espero que los hagan sentir en casa.
Las últimas palabras del discurso de bienvenida de Dumbledore van dedicadas al trío de “estudiantes americanos” que espera de pie frente a la mesa de profesores, de cara al gran comedor, siendo examinados por todos los ojos de la escuela.
Bueno, piensa Harry, al menos es una situación familiar.
- Ahora, dejemos que el sombrero nos diga cuál será su destino en Hogwarts.
Aquella también es una situación familiar. Una que no lo deja tranquilo desde su primera entrevista con Dumbledore, cuando supo que volvería a ser seleccionado.
- ¡Hermione Granger!- lee McGonagall, y Hermione avanza respirando hondo.
Es solo un segundo. Se pone el sombrero y abre los ojos, grandes como platos. Está pálida y los mira con cierta desesperación, sacudiendo la cabeza, murmurando algo que Harry no alcanza a oír. Pero es solo un segundo. Luego Hermione respira aliviada y el sombrero grita…
- ¡GRYFFINDOR!
- Tal vez es por la edad… - murmura mientras avanza hacia la mesa roja.- El sombrero está acostumbrado a evaluar niños de...
- ¡Harry Potter!
Hay murmullos en la mesa de Gryffindor ante su nombre, pero Harry está acostumbrado y no se da cuenta. Avanza nervioso y Ron tampoco se ve bien. De pronto la selección no parece la “mera formalidad” que Dumbledore describió hace un mes.
- ¿Otro gryffindor?- dice el sombrero, y Harry respira.- Y sin embargo… tus cualidades de slytherin son notables.
Aquí vamos de nuevo.
- Por favor, en Slytherin no.
- ¿Problemas con Slytherin? Es cierto que ha producido algunos magos oscuros, pero magos muy importantes han salido de allí.
- Por favor, ponme en Gryffindor. Es mi casa. Ponme en Gryffindor.
- Sí, puedo verlo. Eres valiente y leal. Cualidades de un gryffindor, sin duda. Pero también, cualidades muy necesitadas en Slytherin...
- Por favor, por favor no me pongas en Slytherin.
Tal vez Hermione tiene razón. Tal vez es la edad.
- Mmm… ¿No te parece que estás un poco mayor para albergar tantos prejuicios? Tal vez te haría bien ver el mundo desde otra perspectiva.
Desde otra…
- Y por eso te pondré en… ¡SLYTHERIN!
- No…
Los siguientes segundos son un poco confusos. El mundo parece moverse en cámara lenta. Los sonidos llegan como desde lejos. La mesa de Slytherin aplaude. La mesa de Gryffindor lo mira con recelo. Hermione parece completamente perdida (Harry se reiría de su cara, si algo de todo esto fuera divertido). Ron parece más horrorizado que él mismo.
Siente vagamente que McGonagall le da palmaditas en la espalda.
- Vamos, Potter... tienes que pararte.
Desde la mesa de profesores, Albus Dumbledore lo mira intrigado.
*
- ¡Ronald Weasley!
Avanza temblando de pies a cabeza. Porque el sombrero está loco. Tiene que ser eso. ¿Por qué sino iba a…?
- ¡GRYFFINDOR!- grita el sombrero en cuanto toca su cabeza.
Su sonrisa aliviada se borra en el instante en que cruza la mirada con Harry. ¿Se siente culpable por quedarse en Gryffindor? No, no es eso. Se va a separar de su mejor amigo por primera vez en 7 años... para dárselo a las malditas serpientes.
¡¿Qué le pasa al sombrero?! ¡Harry no es un slytherin!
Quiere decírselo. Quiere encontrar la manera de que el maldito sombrero cambie de opinión. Pero cuando se da cuenta, McGonagall lo está empujando hacia la mesa de Gryffindor y Hermione estira un brazo para guiarlo a la silla de al lado.
Le coge la mano y se sientan en silencio, los ojos fijos en la mesa verde del otro lado de la habitación, y en el nuevo alumno de séptimo curso, que intenta evitar el contacto visual con sus compañeros.
*
- ¿Potter, verdad?- pregunta un tipo grande como un ropero.- ¿No estarás relacionado con ese traidor a la sangre?
Y en su primer momento de lucidez desde que el sombrero dijo la barbaridad que dijo, Harry comprende que el resto de su estadía depende de cómo responda a esa pregunta.
- No sé de quién hablas,- dice con gesto desinteresado.
Y ya está. Es todo. Ha pasado la prueba de supervivencia.
… Solo que en el segundo siguiente, la mirada de aprobación de aquel gorila puede más que su sentido común.
- Aunque mi madre es de familia muggle, así que supongo que encajo como “traidor a la sangre” de todas maneras.
Desde algún lugar de la mesa, dos ojos negros voltean a mirarlo.
*
- No puedo creerlo,- repite Ron, que sigue en la etapa de negación (y seguirá por un tiempo, sospecha Hermione, que ha pasado a la etapa de la rabia y quiere hacer jirones el sombrero).
Una muchacha se acerca y distrae su atención con una sonrisa.
- Hola. Bienvenidos.
Una muchacha pelirroja con los ojos de Harry.
- E-eres...- empieza Ron, asombrado.
- ¡El Premio Anual!- interrumpe Hermione, señalando la placa en el pecho de Lily y deseando secretamente noquear a Ron.
- Pues sí,- responde ella, orgullosa.- Mi nombre es Lily Evans. Si tienen algún problema, pueden acudir a mí. ¿Van a séptimo, verdad? Seremos…
- ¡Evans, preciosa!- A Lily se le cae la sonrisa.- No estarás aburriendo a los americanos con las reglas de Hogwarts, ¿o sí?
El muchacho (que podría ser hermano de Harry... pero de hecho, es su padre) intenta pasarle el brazo sobre los hombros a Lily, que se lo saca de encima en un segundo. Él suspira y se encoge de hombros con una sonrisa confiada (y a Hermione se le ocurre que toda esa gente que dice que Harry es idéntico a su padre no sabe muy bien de qué está hablando).
- James Potter, capitán del equipo de quidditch,- dice, extendiendo la mano.
- Y Premio Anual, por lo que veo,- responde Hermione, estrechando la mano ofrecida.
- Ah... sí, eso también,- dice él, señalando la placa sin interés.
Hermione intercambia una mirada con Lily, que obviamente tampoco entiende cómo el “capitán” establece sus prioridades.
- Hermione Granger.
- ... Ron Weasley,- dice Ron, que todavía no parece salir del shock de estar frente a los padres muertos de su mejor amigo.
- ¿Qué pasa aquí?- dice de pronto un chico alto, que llega seguido por otros dos.- ¿No estamos invitados a la fiesta?- Se para junto a James con una sonrisa brillante y los “americanos” se quedan de piedra.
Sirius Black no se parece en absoluto al hombre (flaco y consumido por 12 años en el infierno) que conocieron alguna vez. Es alto y atlético, y el cabello negro le cae sobre los ojos con cierto aire elegante. Sobre esos ojos grises que alguna vez parecieron (parecerán) vacíos y ahora brillan divertidos.
- ¿No vas a presentarnos a la nueva dama?- dice, con esa sonrisa confiada que alguna vez (tan pocas veces) vieron en “Hocicos”. Acompañada del modelo completo, parece más confiada, más peligrosa que nunca. Devastadora.
- Pues no sé, Canuto... Acaba de llegar, no quiero asustarla.
El más bajito del grupo celebra la broma, pero se calla en el segundo en que Sirius levanta una ceja.
Mejor, piensa Ron, que no tiene ningún ánimo de escuchar a la rata. Lo mira con odio un segundo, pero reacciona en cuanto ve a Sirius acercarse a su compañera de viaje.
- Sirius Black, un placer,- dice, con esa condenada sonrisa.
- Hermione Granger,- contesta ella, ruborizándose un poco.
¡¿Se volvió loca?! ¡Es Hocicos! ¿Puede dejar de sonreírle ya?
- Ron Weasley,- interviene entonces, extendiendo una mano que Sirius se ve obligado a tomar.
- Vaya, vaya... Parece que la dama está tomada. Llegas tarde, Black,- ríe James, y los dos viajeros se ponen como tomates.
- Déjenlos ya,- interviene una voz conciliadora.- No les hagan caso, son así con todo el mundo.
Se le ve mucho más joven y menos cansado (y con una luz interior completamente desconocida)… pero hay algo en Remus Lupin que va a hacer muy difícil evitar llamarlo “profesor”.
- Lunático,- Sirius pasa un brazo sobre sus hombros con toda la elegancia de un heredero de la casa Black,- no deberías hablar así de tus amigos. ¿Qué van a pensar nuestros nuevos compañeros?
Lupin rueda los ojos, pero sonríe.
- Remus Lupin, dama y caballero,- continúa Sirius sin soltarlo,- conciencia oficial del grupo.
- Bienvenidos a Gryffindor,- agrega Lupin con amabilidad.
- La mejor casa de Hogwarts,- interrumpe James, acaparando de nuevo la atención.- Lástima lo de su amigo,- agrega, como quien da un pésame.
Ron no podría simpatizar más con el sentimiento.
- No nos lo explicamos,- dice.- Harry no es un slytherin. No tiene sentido.
Hermione suspira.
- Pero debe tenerlo,- dice bajito.- Tiene que haber alguna razón por la que…
Ron la mira como si de pronto le hubieran salido ocho patas peludas.
- Pues a mí me parece muy simple,- corta la voz despreocupada de Sirius.- Si está en Slytherin será que en el fondo no era tan confiable como pensaban.
- Harry no es un slytherin,- repite Ron, con las orejas encendidas.
- Pues a mí me parece que sí,- insiste Sirius, señalando con un gesto el otro extremo del comedor.- No te atormentes por eso... las serpientes no lo valen.
Ron tiene la mano en la varita cuando escucha el grito.
- ¡Protego!
Salta sobre la mesa a tiempo para ver un chispazo rojo rebotar contra su amigo. Además del gorila que lanzó el ataque, tres serpientes más han desenvainado.
Apunta y grita lo primero que le viene a la cabeza.
- ¡Expelliarmus!
Del otro lado del gran comedor, el gorila pierde la varita.
Harry se para de un salto para enfrentar a los demás. Uno de los atacantes queda de pronto colgado en el aire.
- ¡Locomotor mortis!- grita una serpiente, y Ron cae al piso en plena carrera hacia la mesa de Slytherin. Pero todavía logra lanzar un Tarantallegra, de modo que su atacante está bailando alrededor de la última serpiente en pie cuando una voz autoritaria detiene el combate.
- Finite incantatem.
Un slytherin cae al piso, otro detiene su baile y Ron puede al fin levantarse.
- Caballeros,- continúa el director,- no sé cuáles son las circunstancias que han llevado a esta lamentable situación, pero los dejaré volver a sus asientos solo por tratarse del inicio de curso. Espero sinceramente que ésta no sea una muestra de cómo piensan comportarse durante el resto del año.- Vuelve a sentarse.- Los espero en mi oficina después del banquete.- Y continúa comiendo tranquilamente.
Ron mira a Harry, que asiente con confianza.
No te preocupes, dicen los ojos verdes, puedo cuidarme.
No estás solo, le recuerdan los azules, antes de girarse y volver a su mesa.
… Donde avanza directamente hacia Sirius (que tan cerca de Ron, no parece tan alto).
- Escúchame bien, Black. Harry es mi mejor amigo y no es ninguna serpiente. No quiero volver a escuchar algo así, no me importa de dónde puedas escaparte tú solito o a cuántos mortífagos te hayas llevado de encuentro.
Dicho esto, se sienta y empieza a comer, dejando a los Merodeadores demasiado confundidos para responder (¿escapado? ¿mortífagos?).
Hermione se plantea usar un hechizo silenciador la próxima vez que Ron abra la boca, pero finalmente sacude la cabeza, se sienta a su lado y alza una ceja.
- ¿Expelliarmus?
El pelirrojo se atora un poco y sonríe.
- Hey, es el hechizo más importante que un duelista debe conocer.
*
Antes de acabar el banquete, el rumor ha alcanzado todas las mesas. El nuevo de Slytherin es mestizo y se ha buscado un pleito con el bateador estrella de su casa por no permitir que llamara “sangresucia” a su madre.
En un rincón de la mesa de Gryffindor, cuatro miradas viajan de un slytherin de ojos verdes a dos nuevos leones, procesando la información.
En la mesa de Slytherin, el centro de los rumores empieza a sentir dos ojos negros sobre él, e intenta controlar la rabia en sus venas.
***
(And you believe at heart) Everyone’s a killer
Dogs. Pink Floyd, 1977.
- No sé qué hacer.
Se encuentran en la puerta del Gran Comedor, antes del desayuno. Ron coge algunos pastelillos y se sientan a la entrada de uno de los jardines.
¿Va a ser así hasta que vuelvan a casa? Porque no se les ocurre cómo podrían sentarse los tres a la misma mesa sin que alguien termine en la enfermería.
- Esperamos toda la noche, pero McGonagall dijo que estabas seguro y no nos dejó salir... ¿de verdad estás bien?
- Sí,- asiente Harry.- Slughorn nos acompañó a la sala común y no pudieron tocarme. Es el jefe de la casa. Es una pena que aquí no sea famoso,- agrega con sarcasmo,- me ahorraría muchos castigos.
Hermione hace una mueca. Si Harry está haciendo ese tipo de comentarios, es que no está nada bien. Bueno, no es para menos.
- La sacaste mejor que yo, hermano. Solo tienes que lavar calderos. McGonagall me mandó a limpiar la enfermería. ¿Te acuerdas de la última vez?- La cara de Ron es indescriptible. Hermione se muerde la lengua (la última vez se lo tenían merecido).
- ¿Por lo menos pudiste dormir?
- Algo. Slughorn dijo que no me tocaran, pero me puse la capa de invisibilidad y dormí en la sala común, por si acaso.
- ¿Y qué vas a hacer esta noche?- pregunta Ron.
- Estaba pensando en la Sala de Menesteres.
- Sí, es buena idea.
- ¿“Es buena idea”?- pregunta Hermione, con ese tono suyo de madre regañadora.- ¿Y qué tal mañana? ¿Te vas esconder hasta que volvamos a casa?
- Bueno,- responde Harry fastidiado,- también puedo batirme con todo Slytherin.
- Lo que deberíamos hacer es ir y aplastar a esas cuatro serpientes una por...
- ¿Y después qué, Ron? ¿Vamos a “aplastar” a todo Slytherin? ¡Harry tiene que vivir con ellos! ¡Entiéndelo de una vez!- No es justo gritarle. No es culpa de Ron. Pero vinieron para estar más seguros y ahora Harry tiene que esconderse para dormir, y para eso mejor se hubieran quedado.
Respira. Solo respira.
Harry esconde la cabeza entre las manos.
- No es justo,- murmura (y todos sus sueños rotos, todos los sacrificios, todos los enemigos gratuitos, todas las mentiras del Profeta, se cuelan en esa voz).
No lo es.
El plan A, por supuesto, era hablar con Dumbledore. Pero según los chicos, Dumbledore está muy contento de tener a Harry en Slytherin (“pertenecer a dos casas rivales… fascinante; lo envidio, señor Potter, no todos tenemos la posibilidad de caminar en los zapatos de otro”) y muy esperanzado en que Harry y Rosier “aprenderán a llevarse bien con el tiempo”.
Típico.
Ron y Harry parecen convencidos de que el plan B involucra muchos duelos y que Harry pase a la clandestinidad. O convencer al sombrero de que cambie de opinión, cosa que nunca ha sucedido en la historia de Hogwarts (o no había sucedido hasta la noche anterior).
Hermione, por supuesto, tiene un plan C.
- Lo que necesitamos es una manera de que encajes... Sí, Harry, que encajes. No me mires así. No vinimos hasta aquí para que termines en San Mungo por culpa de una pandilla de mortífagos en entrenamiento.- Harry se ríe de la ironía y vuelve a bajar la cabeza.- Hey, no todo es malo. Anoche conocimos a tus padres. Y a Sirius.- Ron hace una mueca, pero no dice nada.- Tú también vas a poder conocerlos, no importa en qué casa estés.
Harry ríe sin humor.
- Hermione, no soy idiota. Llevo 6 años en esta escuela. El único contacto que puedo esperar a tener con Sirius y mi padre mientras lleve esta cosa,- señala con asco la corbata verde,- va a incluir un viaje a la enfermería.
Hermione parpadea, perpleja, antes de responder.
- Entonces nunca entendiste qué representa Gryffindor,- dice Hermione, y calla a Ron con un gesto antes de que abra la boca.- Hay rumores por toda la escuela sobre el slytherin mestizo que se bate a duelo por su madre muggle. ¿Realmente crees que hay un gryffindor que no vaya a apreciar algo así?
Harry lo piensa un momento y sonríe.
- ¿Tú crees?
- Por supuesto. Solo necesitamos un plan para mantenerte seguro. Lo demás va a resolverse solo.
- Sigo pensando que lo primero sería aplastar a esos cuatro.
- ¡Ronald!
Se levantan y siguen discutiendo mientras avanzan hacia sus respectivas clases. Ninguno nota los ojos grises que siguen sus movimientos a la distancia.
*
- No lo sé, Cornamenta... es una serpiente...
- Es una serpiente que se batió con Rosier por su madre, Canuto. Por su madre muggle.
- De familia muggle,- corrige Colagusano, que se ha enterado de cada detalle de la historia a pedido de James.
- Para las serpientes es lo mismo.
- Eso es verdad.
Remus escucha la conversación sin intervenir. No le gustan los prejuicios de sus amigos… pero lo cierto es que cuando hablan sobre Slytherin, suelen tener razón.
Le da pena “el otro Potter”, como han empezado a llamarlo... ¿A quién se le ocurre batirse con un gorila como Rosier el primer día de clases? Y aunque entiende que cualquiera defendería a su madre de un insulto (cualquiera menos Sirius, claro), tampoco es muy “slytherin” eso de ir proclamando que uno es mestizo. No parece una serpiente en lo más mínimo.
- Yo concuerdo con James,- dice sin darse cuenta, y todos lo miran con sorpresa. Remus nunca se mete en las discusiones entre James y Sirius.
- ¿Tú crees?- pregunta Sirius.
- Pues...- Sirius tiene esa cosa, de la intensidad. Esa cosa de mirarte como si fueras la única persona en el mundo (esa cosa que hace con todos). James dice que parece Canuto en posición de “atención”. Pero Remus nota la diferencia. Básicamente, porque los ojos de Canuto no le traban la lengua.- Pues… err… sí, la verdad.
- Pues eso zanja el asunto,- dice James estirándose y emprendiendo la marcha hacia los invernaderos.- Tres contra uno.
- ¡Colagusano no ha votado!
- Colagusano está de acuerdo conmigo. ¿Verdad, Colagusano?
- Por supuesto,- asiente Peter.
- Por supuesto, oh gran James, amo y señor,- lo imita Sirius. Luego le pasa un brazo sobre los hombros a Remus. Lo hace mucho últimamente.- Lunático, ¿por qué me has abandonado?- dice con gesto de dolor.
- No te he abandonado,- responde Remus. Y no sabe por qué se sonroja cuando lo dice, o por qué de pronto le importa que Sirius no tenga respeto por el espacio personal. No es como si alguna vez lo hubiera tenido.
Esto solía ser tan simple. Lúnatico, Colagusano, Canuto y Cornamenta, escondiéndose en pasajes ocultos y compartiendo secretos. Solo que los pasajes del castillo parecen cada vez más estrechos (y hasta el Gran Comedor es un poco sofocante, si Sirius se sienta al lado) y hay secretos que Remus no comparte con el grupo (si bien no tiene del todo claro cuáles son).
*
La primera clase de Harry es pociones. Por supuesto. Se sienta del lado de Hufflepuff, con una chica que parece tener tantos problemas para mezclar una poción como él. Afortunadamente, sin más fama por la que responder que “el slytherin mestizo”, Slughorn no le presta mayor atención.
Quién le presta atención, por supuesto, es Rosier. Nada grave, en realidad. Ninguna maldición, ni siquiera una zancadilla. Solo una sonrisa de medio lado y un “¿dormiste bien, mestizo?” que le hace hervir la sangre y le recuerda que un gryffindor no se esconde de nadie y que ha vencido a mortífagos bastante mejor entrenados.
Cuando llega la hora de almuerzo, cruza la puerta del Gran Comedor y avanza hacia la mesa de Slytherin, bajo la mirada preocupada de Hermione (y horrorizada de Ron).
Se sienta junto a una chica delgada que le lanza una mirada altiva por encima del hombro y sigue cortando el asado en pedacitos.
- ¿Eres el americano, verdad?- dice de pronto.
- Sí,- responde él, sirviéndose jugo.
Ella lo observa un momento.
- Alicia Zabini,- dice, y Harry se queda un poco sorprendido.
- Um… Harry Potter.
- Lo sé, lo dijeron anoche.- Hay algo en su tono que deja claro que se refiere a la presentación formal, no a los chismes. Hay algo en toda su postura que deja claro que “una dama de su posición no se interesa en chismes”. Harry no sabe si le gusta o no.- ¿Eres pariente del Potter de Gryffindor? Se parecen mucho.
- No. No lo conozco.
- Mmm… mejor. Ese tipo es insoportable.
No, entonces.
- Ten cuidado, Alicia, se te van a pegar las pulgas,- suelta Rosier desde su esquina. Ella le lanza una mirada poco impresionada.
O tal vez sí.
- No les hagas caso. Los hombres son idiotas. Sin ánimo de ofender.
- No te preocupes.
- Se les va a pasar, pero te van a cobrar caro el derecho de piso. En serio, son peores que nosotras. Si pudieran, orinarían alrededor de la mesa.
- Er… ¿Sabes que esto no es porque sea nuevo, verdad?- pregunta Harry, que empieza a entender la amabilidad. A lo mejor no estaba anoche.
Ella levanta una ceja y lo estudia con curiosidad.
- ¿Y por qué crees que es?
- Pues… porque soy mestizo.
Alicia ríe. Harry no entiende qué es tan divertido.
- Potter… la mitad de los que están sentados en esta mesa son mestizos,- dice en voz baja.- Por supuesto, yo jamás dije algo así,- aclara, muy digna.- No, Potter, no. Esto no es nada más que el juego más viejo del mundo.- Al ver la cara de Harry, suelta un suspiro que dice “no puedo creer que tenga que explicar esto” y sigue hablando.- Slytherin es una jerarquía. Estás por encima de alguien o estás por debajo de alguien. Rosier es un matón y la única manera que tiene de estar encima es intimidar. Es una estrategia válida, supongo.- Su tono deja claro que es una estrategia muy burda para ella.- Pero solo funciona hasta que el otro encuentra una mejor. Tengo buen ojo para la gente, Potter. Y tú vas a encontrar una mejor. Cuando eso suceda,- agrega, mientras se levanta de la mesa,- espero que no te olvides de los que te dieron la mano cuando estabas abajo.
Y dicho esto, extiende una mano, que Harry estrecha confundido.
***
Do you wanna serve tea at the BBC?
Career opportunities. The Clash, 1977.
Entre el nerviosismo de la selección y eso de estar parados frente a toda la escuela, ninguno le prestó mucha atención a la plana docente durante el banquete.
- Buenos días. Mi nombre es Gideon Prewett, y como les explicó el profesor Dumbledore, este año seré su profesor de defensa contra las artes oscuras.
Es la primera clase que tienen juntos y Harry se sienta junto a Ron… que mira al frente, parpadeando como si no creyera lo que ven sus ojos.
- Antes que nada, me gustaría saber qué tan avanzados están, considerando… lo errática que ha sido su educación en este campo.
Así que el puesto ya está maldito.
- ¿Alguien puede decirme cuáles son las tres maldiciones…- la mano de Ron salta antes de que el profesor pueda terminar la pregunta- imperdonables?
En seis años sentándose en el pupitre de al lado, Harry nunca había visto algo parecido. Intercambia una mirada intrigada con Hermione, que baja lentamente una mano a medio alzar.
El profesor le hace un gesto a Ron para que responda.
- Cruciatus, Imperius y Avada Kedavra, señor,- responde él, nervioso.
- Muy bien, señor…
- Weasley. Ron Weasley.
- Muy bien, señor Weasley. ¿Y podría contarnos qué hace cada una de ellas?
Durante el resto de la clase, Ron responde preguntas sobre dementores, boggarts y hechizos protectores (y para hacerlo todo más extraño, Hermione no vuelve a levantar la mano). Prewett le da veinte puntos a Gryffindor y parece honestamente impresionado. Ron, por otro lado, parece que se va a desmayar.
Gideon y Fabian Prewett, los hermanos menores de Molly Weasley, murieron antes de que Ron naciera, durante la primera guerra.
- No lo entiendes, Harry. Estos tipos son leyendas,- dice, mientras guardan sus libros.- La mitad de las bromas de Fred y George salieron de historias sobre ellos. Y luego estuvieron en la Orden, y fueron héroes de guerra, y…
- Impresionante, Weasley,- dice una voz a sus espaldas, y a Harry le sorprende cuánto se parece a su propia voz.- Ten cuidado,- agrega sin malicia,- a Evans no le gusta la competencia. Es el único cerebrito autorizado de la clase.
Lily lo mira con rabia antes de cruzar la puerta. James sonríe y se despide con un gesto, antes de seguirla.
- Sí… bueno, supongo que lo entiendes,- dice Ron, avergonzado.
- ¿Tú crees?- responde Harry, sin despegar los ojos de la puerta.
*
Esa tarde, encuentra una nota entre sus libros. “No vayas al dormitorio esta noche,” dice. “Todavía no es seguro.”
No está firmada, pero Hermione está convencida de que no es una amenaza.
- Parece más bien una advertencia. ¿Qué hay de la chica que te habló en el almuerzo? ¿Podría ser suya?
- No creo. Me lo pudo haber dicho personalmente.
- Mmm… en todo caso, creo que sería prudente hacer lo que dice. ¿No pensabas dormir en la Sala de Menesteres?
- ¿No pensabas que tenía que dejar de esconderme?
- Tal vez podríamos hablar con Gideon,- interviene Ron, que está demasiado acostumbrado a oír hablar de “Fabian y Gideon” como para llamarlo “profesor” (al menos en privado).- Él debe conocer algún hechizo que pueda proteger a Harry.
Hermione suspira. Harry sospecha que no es la primera vez en la tarde que Ron menciona a “Gideon”.
Por otro lado, tampoco es mala idea. Entrenó con Lupin para enfrentarse a los dementores y enfrentó a cientos. Podría entrenar con Prewett para enfrentarse a sus compañeros. Es un gryffindor y un miembro de la Orden, tal vez entienda la situación.
Vinimos a prepararnos para pelear, después de todo, piensa esa noche, en la soledad de la Sala de Menesteres.
*
Pero no es Gideon Prewett quien simplifica la vida de Harry en Slytherin.
Dándole la razón (una vez más) a Severus Snape, es la suerte (y no la destreza) quien acude a su rescate.
Hermione escucha la conversación el lunes, mientras camina hacia el Gran Comedor con un grupo de ravenclaws desde el aula de Runas Antiguas.
- Dicen que Potter es el nuevo capitán de Gryffindor.
- ¿Sí? Pues no sabe lo que le espera. He estado planeando tácticas todo el verano. Este año la copa es nuestra.
- Eso espero,- dice el primero en tono de burla,- porque lo mismo dijiste el año pasado.
Un tercero interviene, antes de que la sangre llegue al río.
- Vamos, vamos. Hay que pensar en positivo. Por lo menos no somos Slytherin.
El comentario es como una fórmula mágica para liberar la tensión. Los tres rompen en carcajadas.
Interesante.
- Avery no cogería la snitch aunque se le enredara en el uniforme,- dice uno.
- No seas malo. A lo mejor si vuela directo a su boca y se la traga, ganan un juego,- responde otro, sin parar de reír.
Hermione llega al Gran Comedor con una sonrisa en el rostro y no se detiene hasta llegar la esquina en la que se sienta el “capitán” Potter.
-¡James!- saluda con entusiasmo. Tal vez demasiado entusiasmo.
- Er... Hola.
- Necesito hacerte una pregunta,- dice, mirándolo a los ojos. Los Merodeadores dejan de comer (y una mirada verde se asoma de reojo, menos discreta de lo que le gustaría).
- Um... sí, claro... dime.- Para la pose de superestrella que lleva, es obvio que James Potter no tiene idea de cómo lidiar con una mujer con iniciativa. Pero no es momento de pensar en eso.
- ¿Hace cuánto que Slytherin no gana la Copa de Quidditch?- pregunta Hermione, y James se relaja visiblemente. Los Merodeadores ponen los ojos en blanco y vuelven a sus platos. Solo una mirada azul, desde la puerta, sigue fulminando la escena.
- Hace 9 años. Tienen un equipo terrible,- explica James, que por fin está emocionado con la conversación.- ¡Y el buscador del año pasado! De lo peor que he visto. Claro, ahora que soy capitán tampoco es que vayan a tener posibilidades de cualquier modo,- se pasa una mano por el cabello (desordenándolo más) y, en algún lugar de la mesa, Lily pone los ojos en blanco.- Aunque esté mal que yo lo diga, soy el mejor jugador de esta escuela.
- 9 años...
Hermione estudia cómo expandir un rumor hasta la mesa de Slytherin (nunca ha sido muy hábil para esas cosas) cuando la respuesta aparece sola, en forma de un agresivo pelirrojo de orejas encendidas.
- ¡¿Ah, sí?! Pues Harry está en el equipo desde primer año, y te aseguro que es mejor que tú, así que ya te puedes tragar tus palabras.
Está a punto de regañar a Ron por buscapleitos, cuando nota que tienen la atención de toda la mesa y un número interesante de hufflepuffs. Así que se muerde la lengua y deja que los chicos se arreglen (y si gritan un poco, mejor).
- Y además, el año pasado fue capitán y no perdimos un solo partido.
- ¡¿Ah, sí?! Pues te aseguro que James le puede dar tres vueltas a tu amiguito,- salta Sirius, a quien no le gusta que se metan con su amigo, pero le gusta mucho menos que se metan con el capitán de su equipo de quidditch.
- Bueno...- interviene Hermione, con voz conciliadora e intenciones ocultas,- en realidad es muy buen jugador. Fue el buscador más joven de nuestra escuela en 100 años.
-¡Eso!- dice Ron, contento de que Hermione por fin lo apoye en una discusión importante.
- Vaya...- dice James, con una expresión de seguridad que recuerda escalofriantemente a Harry bajo la influencia del Felix Felicis,- eso tengo que verlo. Supongo que tu amigo no tendrá problemas en mostrarnos sus habilidades ¿o sí?
- Cuando quieras,- dice Ron, lo bastante alto para que toda la mesa lo escuche.
- Mañana.
- Perfecto.
Mientras toman asiento en sus respectivos lugares, los murmullos se expanden por el Gran Comedor (y Hermione presiente que su trabajo ha terminado por el momento).
Sirius se acerca a Remus y le habla al oído.
- Lo siento, Lunático. Tres contra uno.
*
Empieza a sentir las miradas a mitad del almuerzo. Luego, claro, llegan los susurros. Esto ya lo conoce. Hay algún (otro) rumor acerca de él circulando por ahí.
Pero aquí no soy famoso… excepto como el slytherin mestizo que no puede dormir en su propia maldita cama.
Busca apoyo del otro lado de la habitación, pero la sonrisa de Hermione solo logra confundirlo más.
Termina de comer y se levanta de la mesa. Está por llegar a la puerta cuando un muchacho se le acerca (no lo ha visto en clase, debe ser de sexto), con el caminar confiado de los herederos de antiguas familias que se creen el rollo de la sangre pura.
- Potter, ¿verdad?
- Así es,- responde con una calma que no siente, la mano cerca de la varita.
- Dicen que juegas al quidditch.
¿Qué?
- Pues sí... sí, juego.
- He escuchado que fuiste el buscador más joven de tu escuela en 100 años.
Ante eso, su mirada se dispara hacia la mesa de Gryffindor, donde Ron intenta pararse a ayudarlo, mientras Hermione lo retiene y trata de explicarle algo. Y Harry vuelve a agradecer el día en que entró al baño de mujeres y venció a un troll.
- Es cierto,- responde, con mucha más seguridad.
El “sangre pura” lo observa un momento, como evaluándolo. Harry le devuelve la mirada sin miedo. Eso parece gustarle, y extiende una mano.
- Lucas Zabini,- dice,- capitán del equipo de quidditch.
Harry toma la mano, confiado.
- Harry Potter,- responde,- tu nuevo buscador.
No es que le guste la idea de jugar para Slytherin. Pero entiende el razonamiento de Hermione. Está comprando su seguridad por una victoria.
- Eso está por verse, Potter,- dice Zabini, aunque es obvio que le gusta la arrogancia del “nuevo”.- Las pruebas son el sábado.
Luego se marcha seguido por Rosier, que le lanza una frase de despedida.
- Descansa, mestizo. Te queremos en forma.
Y Harry entiende que el mensaje real es “puedes dormir en tu cama esta noche.”
***
If you really want to understand me
If you really want to be my friend. The Rolling Stones, 1974.
- No puedo creer que hayas hecho eso.
- ¿Perdón?
Ron se lleva una mano al pecho con falsa tristeza mientras su caballo aplasta a un tembloroso alfil.
- Oh.
Hermione intenta una disculpa, pero el gesto que le dirige el alfil mientras lo arrastran fuera del tablero le cierra la boca. Qué maleducado. Aunque tiene derecho, supone. El ajedrez mágico es un juego muy violento y ella no está prestando la atención debida.
Intenta concentrarse en el tablero, en serio. Pero sus ojos son arrastrados una y otra vez hacia la chimenea. James y Sirius hacen bromas frente al fuego, gesticulando e interrumpiendo las frases del otro, rememorando sus “hazañas”. Remus sacude la cabeza de vez en cuando, pero no puede evitar sonreír. Peter sigue cada movimiento con ojos brillantes y dice cosas como “guau” y “¿de verdad hicieron eso?”. Y entonces Sirius pone los ojos en blanco y dice algo como “no, Colagusano, nos lo estamos inventando para ver si eres tan tonto como para creértelo,” y Peter duda. Y luego James ríe, y Sirius ríe con James, y Remus pierde la sonrisa por un momento.
- Jaque.
- ¿Qué?
- Hermione...- la voz de Ron empieza a sonar irritada,- si no vas a prestar atención no debiste haberme retado.
Hermione abre la boca para responder, pero finalmente baja la mirada y admite su falta.
- Lo siento.
- ¿Alguien necesita un retador?- la voz alegre de James llega a sus oídos.- Vamos Weasley, no me mires así. Sirius retira todo lo que dijo sobre mi primo, ¿a que sí, Canuto?
Sirius parece a punto de ofenderse, pero finalmente asiente, murmurando para sí mismo “tres contra uno”.
- ¿Tu... primo?
- Pues sí,- responde Sirius.- Hemos decidido que debe ser un primo lejano. Por el apellido y eso de que parece el gemelo perdido de James.
- Y lo del quidditch,- agrega James.
Sirius rueda los ojos.
- Y lo del quidditch. No nos van a decir que no se habían dado cuenta.
- Pues… no, no se nos había ocurrido,- dice Hermione.
- Pues qué lentitud de pensamiento. Con razón pierdes al ajedrez mágico.
Está a punto de responder cuando escucha la risa de Ron. Y si se muerde la lengua, es solo porque sabe que ha jugado terriblemente (y no porque sea la primera vez que oye a Ron reír en presencia de los Merodeadores).
Ron acepta la propuesta de James y los chicos se acomodan para el juego. Hermione coge un libro y se sienta junto a la chimenea, cerca de Remus, que trabaja en un pergamino.
- ¿No vienes, Lunático?- llama Sirius desde la mesa.
- No, quiero terminar esto,- responde Remus sin levantar la vista.
- ¡Es la primera semana de clases!
- Y si empiezo ahora, tendré mucho menos trabajo las semanas siguientes. No me mires así. No tiene nada de malo.
- ¿No tiene nada de malo? Algo no está bien contigo,- concluye Sirius, sacudiendo la cabeza con afecto,- Nada, nada bien.
Y desde donde está, Hermione puede notar el levísimo rubor que sube por las mejillas de Remus.
*
Esto no está pasando.
Cuando cruzó la sala común (tan fría y verde y llena de serpientes) y abrió la puerta del dormitorio de los chicos de séptimo, su única preocupación eran Rosier y los otros matones.
Se le olvidó por un segundo con quién más tendría que compartir habitación.
Esto no está pasando.
En la cama de al lado, yace la figura delgada y angulosa de Severus Snape (el traidor, el asesino, el hombre que pasó los últimos 6 años martirizándolo por placer).
Sus miradas se cruzaron al entrar, Harry parado en la puerta, Snape levantando los ojos del pesado libro sobre su regazo. Le tomó un segundo reconocer los ojos negros (fríos, muertos) que vio por última vez en batalla, frente a la cabaña de Hagrid. No son los mismos ojos. Ya empiezan a coger aquel matiz impenetrable (¿oclumancia, Snape? ¿no es un poco pronto?), pero llevan en el fondo una fuerza inquisitiva, desafiante, que los convierte en ojos distintos.
“Hola,” dijo el asesino. “Hola,” se forzó a responder Harry. Luego los ojos negros volvieron a concentrarse en el libro.
Encontró su baúl a los pies de la cama de al lado, por supuesto. Porque tener que respirar su mismo maldito aire no era suficiente.
Snape se ve exactamente como en aquel recuerdo que visitó sin querer. Delgado, introvertido, con el cabello grasiento cayendo sin gracia a ambos lados del rostro duro, la nariz ganchuda ocupando el primer plano y una mueca permanente de disgusto. Lo recuerda junto al lago, siendo humillado por su padre para “entretener” a Sirius. Pero el recuerdo del asesinato de Dumbledore no le permite sentir lástima. Es una imagen demasiado clara, demasiado dolorosa.
Son los únicos en la habitación (los otros han de seguir en la sala común… o torturando inocentes en algún aula vacía) y el silencio ha empezado a hacerse tenso cuando Rosier y un muchacho delgado (otro de sus atacantes) entran finalmente.
- Mestizo,- saluda Rosier, con una sonrisa diseñada para provocar escalofríos.- Veo que has decidido unirte al grupo. Snape, suelta ese libro de una vez. No se te va a secar el cerebro por mantener una conversación con otro ser humano.
- Dependerá del ser humano,- responde Snape, sin levantar la vista.
El tercer muchacho ríe.
- Avery,- advierte el gorila, y el muchacho se calla. Es solo entonces que Harry lo reconoce. Lo vio en el cementerio a los 14 años. Pudo sentir la ira de Voldemort al castigarlo por un error.
- No te hagas el listo conmigo, cerebrito. Ya sabes cómo termina eso.
Snape finge que no escucha, concentrado en su lectura. Finge bastante bien.
(Alguna vez, hace mucho, Sirius le habló de los amigos de Snape. Un grupo de chicos que se convirtieron casi todos en mortífagos. Rosier estaba entre ellos. En este momento no parece particularmente amigable.)
- Sigo esperando que sueltes el libro.
- Evan,- interviene Avery,- déjalo tranquilo. Ya es tarde.
Rosier lo mira un segundo y asiente con una mueca. Le da un almohadazo a Snape antes de meterse al baño.
- No le hagas caso,- dice Avery.- Ya sabes cómo es.- Snape asiente pero no dice nada.- ¿Y tú?- agrega, dirigiéndose a Harry,- ¿es cierto que me vas a quitar el puesto?
- ¿P-perdón?
- Avery es el buscador de Slytherin,- explica Snape.- Y bastante malo, por cierto.
El aludido hace ademán de quejarse, pero una voz desde la puerta se lo impide.
- Muy bien dicho, Severus.- La voz le pertenece a un muchacho alto y alegre. Otro de sus atacantes de la noche anterior.- Y tú,- se dirige a Harry,- espero que seas todo lo que prometes, porque ya estoy harto de perder contra esos malditos gryffindors.- Luego sonríe de medio lado y estira una mano.- Rabastan Lestrange.
Harry toma la mano ofrecida, tragándose el asco con mucho esfuerzo.
- Harry Potter.
*
La sensación es confusa.
Pettigrew es un traidor. Vendió a sus amigos, envió a un inocente a Azkaban, fue responsable del regreso de Voldemort, mató a Cedric Diggory a sangre fría.
Solo que…
Solo que nada de eso ha pasado aún, ni lo saben James y Sirius mientras se burlan de sus comentarios durante el partido de ajedrez.
(No puede ser lástima. No por un hombre al que vio rogar por su vida en la Casa de los Gritos para luego colaborar con el intento de asesinato de la persona que lo había salvado.)
Solo que este Pettigrew, de grandes ojos asombrados e inocentes, intimidado por las burlas de sus mejores amigos... éste no es el mismo Pettigrew.
Sirius se levanta de la mesa y se deja caer en el sillón junto a Remus, distrayendo la atención de Hermione.
Examina el pergamino con una sonrisa.
- Mmmm... hmm. Tal como lo sospeché. Claros signos de demencia.
Remus se limita a alzar una ceja.
- Lo lamento, Lunático, pero por el bien de tu salud, por no mencionar tu reputación, es indispensable que dejes de trabajar en este momento. No te preocupes, no parece grave,- agrega, poniendo una mano sobre la frente de Remus.- Solo tienes que venir a ver cómo aplastan a Cornamenta y te pondrás mejor.
- ¡Eh!- se queja James desde la mesa, y vuelve a poner cara de concentración. Ron no se da por enterado. (Pero Hermione conoce esa mirada. Van a aplastar a Cornamenta.)
- Bueno,- cede Remus al fin,- supongo que vale la pena el sacrificio... por ver como aplastan a Cornamenta.
- Eso digo yo.
Hay algo en la dinámica entre Sirius y Remus. Algo que no termina de encajar. Lo viene notando desde el primer día (lo viene notando desde tercer año). Hace mucho, en Grimmauld Place, concluyó que se debía a la historia compartida, o que tal vez era la manera en que se comunicaban los Merodeadores (lo comprendía, porque ella misma tenía formas de comunicación que solo aplicaban a Ron y Harry). Sin embargo están aquí, en 1977, sin el peso de la pérdida compartida, sin años de dolor a sus espaldas. Y a pesar de la obvia cercanía entre Sirius y James, la energía no es la misma que corre entre Sirius y Remus.
Los sigue con la vista hasta la mesa de juego, donde James se concentra y Peter mira el tablero con emoción anticipada, esperando con una inocencia desconcertante el momento en que su héroe volteará el resultado.
Después de tanto tiempo, piensa Hermione... después de tantos secretos, aún le queda mucho por descubrir sobre los Merodeadores.
*
En la fría habitación de las mazmorras ya solo se oyen las respiraciones de cinco muchachos y los ronquidos ocasionales de Rosier.
Severus está acostumbrado a las largas horas de insomnio. Cierra el libro y reflexiona en la oscuridad.
Hay algo extraño en el chico nuevo. Algo que no puede sacarse de la cabeza. En un primer momento, su obvio parentesco con el imbécil de Potter le había generado anticuerpos. Pero la manera en que se enfrentó a Rosier, sin temor de admitir su origen mestizo... Una sensación de “admiración” sorprendió a Severus por un segundo, antes de que la lógica retomara su lugar y condenara la increíble estupidez del acto. ¿Qué hace en Slytherin? Es obviamente gryffindor. Y sin embargo, sus ojos estaban cargados de algo muy poco “heroico” mientras enfrentaba a Rosier y los otros. Algo más que valor sin sentido y obvia arrogancia. Severus reconoció el rencor que cargaban esos ojos. Se vio reflejado en ellos.
No había subido a dormir hasta ahora. Severus se preguntó dónde habría pasado esas primeras noches y sintió una oleada de empatía por el muchacho rechazado, excluido del grupo por principio. No, eso no es cierto. Escuchó los rumores durante el almuerzo. El nuevo es una estrella del deporte y la nueva esperanza de Slytherin. Ya conoce el resto. Si prueba que puede atrapar una estúpida pelota dorada mientras se mantiene sobre una escoba, se acabaron sus días de rechazo. Se convertirá en una réplica verde del gryffindor imbécil que comparte su apellido.
Y Severus estará solo de nuevo, en esa isla en que vive. Excluido del grupo por principio.
¿Solo de nuevo? ¿Y cuándo dejó de estarlo?
Está bien así. No los necesita. No comprende qué lo llevó a identificarse con el nuevo, pero es obvio que estaba equivocado. Pudo leer el desprecio en la mirada verde al entrar a la habitación. Duró apenas un segundo, pero era un desprecio profundo... Odio, más que desprecio. No lo comprendió en ese momento (solo se cerró, como hace siempre, y el odio resbaló en su coraza).
Ahora, sin embargo, esa mirada vuelve a su mente. Y es que cuando Rosier, Avery y Lestrange entraron en la habitación, sintió el mismo odio emanar de la cama de al lado, el esfuerzo que pesaba sobre Potter cada vez que debía dirigirse a alguno de ellos. Y se preguntó si los miraría a todos con el mismo odio. Si no tenía que ver con los otros, sino con él mismo. Si el odio es algo que Harry Potter lleva dentro todo el tiempo, buscando el momento de salir a flote.
Se queda dormido casi sin darse cuenta, con la mirada fija en las cortinas verdes de la cama de al lado.
***
They call me The Seeker
The Seeker. The Who, 1970.
- ¿A qué edad dices que te mudaste?
- A los 9.
- ¿Y nunca se te pegó el acento? ¿Ni un poquito?
- Parece que no.
Ya era hora de que alguien se diera cuenta. Con el trabajo que le había costado armar una historia coherente.
(“Somos ingleses,” les dijo a los chicos la primera tarde, “pero nuestras familias se mudaron a América antes de que cumpliéramos 11. ¿Me están escuchando? Esto es importante. Nos conocimos en la Escuela Moosetrap para Brujas y Magos. Queda en Alaska. ¿Saben algo sobre Alaska? ¿Saben algo sobre Norteamérica?”)
- No puedo creer que Londres te guste más que Nueva York,- interviene Marcia, cambiando de tema.
- Pues…
Una vez, cuando Hermione era pequeña, sus padres la llevaron a pasar navidad en Nueva York. No conoce mucho la ciudad, pero recuerda las luces y el movimiento en las calles, y espera que sea suficiente. De todos modos, no se supone que haya pasado más de dos años allí.
- ¿Conociste a alguien famoso? ¡Dicen que en América los famosos van por las calles como cualquier persona!
Lily rueda los ojos desde su cama y vuelve a concentrarse en la tarea. Hermione se aguanta las ganas de imitarla.
- Pues no, la verdad nunca vi a nadie famoso.
- Ah,- dice Marcia, obviamente decepcionada.
- De todos modos,- sigue Clarisse,- ¡Nueva York! Tiene que ser impresionante. ¿Crees que podríamos ir a visitarte en verano?
- Er… sí… puede ser,- responde Hermione, nerviosa. Entiende la conveniencia de la coartada de Dumbledore, pero lleva una semana compartiendo habitación con Marcia y Clarisse, y la planificación empieza a parecer insuficiente.- Chicas… no lo tomen mal, pero de verdad necesito terminar este ensayo.
No lo toman mal. Sirius le sonrió a Marcia durante el almuerzo y aparentemente no hay manera de que Nueva York pueda competir con eso.
- Está en la sala común,- dice Lily de pronto.- ¿Por qué no bajan a verlo?
Las chicas intercambian una mirada.
- Lily, cariño, ¿estás tratando de sacarnos de la habitación?- Clarisse le sostiene la mirada, como en un juego de póker. Parece una rutina conocida.
- Sí,- dice Lily al fin.- Pero es cierto que Black está en la sala común.
- ¿Cómo lo sabes? Llevas horas aquí.
- Es viernes por la noche. ¿Qué más va a estar haciendo? ¿La tarea?
La lógica es válida. Las chicas se preparan para salir.
- ¿Vienes, Hermione?
- No. Tengo cosas que terminar.
Clarisse sonríe.
- Bueno, Premio Anual, parece que al fin tienes compañía para tus largas noches de invierno. ¡Suerte con esos ensayos!- Se despide agitando los dedos.
- ¡Merlín, ya era hora!- dice Lily en cuanto se cierra la puerta.- Lo siento, son mis amigas, pero últimamente están insoportables.
- Te entiendo, mis compañeras de habitación eran iguales.
No es que se parezcan, exactamente. Hermione es un ratón de biblioteca de cabello esponjado, y si lo que cuenta Marcia sobre el último San Valentín es cierto, Lily es la chica más popular de séptimo. Pero no es una chica popular como Clarisse (preocupada por su cabello y cuánto ha ejercitado los brazos el capitán de Ravenclaw). Se parece más bien a Ginny (lo bastante bonita para saberlo, lo bastante audaz para usarlo y lo bastante inteligente para no dejar que se le suba a la cabeza). Y siempre le gustó Ginny.
Se quedan en silencio, cada quien sobre su pergamino, y no es incómodo. Si alguna habla, no parece que intentara llenar el vacío. Hay algo que fluye de forma natural entre ellas. Algo que “encaja”.
*
- Tenemos dos semanas para encontrar una solución. Las chicas están aquí hoy. A Lunático no le importa, ¿verdad, Lunático?
- Para nada,- dice Remus. Y James se pregunta una vez más cómo una persona tan inteligente como Sirius puede ser tan, pero tan idiota. Y tan ciega.
- Entonces anda con las chicas. Nosotros nos quedamos aquí a buscar una solución al dilema de la zanahoria.
El “dilema de la zanahoria” no es un asunto sencillo. Tenían 12 años cuando descubrieron el “problemilla peludo” de Remus y Weasley tiene 17. ¿Cuánto puede tomarle atar cabos?
- Sigo pensando que no puede ser tan difícil,- dice Sirius mientras se sienta de nuevo, obviamente fastidiado pero sin intenciones de irse.- Las mentiras comunes, un poco de poción para dormir… Hemos confundido a gente más inteligente.
- No subestimes a la zanahoria,- dice James, que sigue sorprendido por la paliza que se llevó en el ajedrez.
- Sabe mucho de DCAO,- interviene Peter, siempre listo para apoyarlo.
- Exacto. Y lo más importante, duerme con nosotros.
- Pues no sé qué decirles. La poción para dormir me parece la solución más obvia.
- ¿Todos los meses? ¿No crees que en algún momento se va a dar cuenta?
Sirius se encoge de hombros.
Remus escucha, pero no interviene. No le gusta sentirse un problema, pero no sabe cómo resolver esto solo. De pronto, su único refugio (el único lugar en el que puede ser él mismo sin miedo a ser descubierto) ya no es un refugio. Weasley parece un buen tipo y está seguro de que si no representara una amenaza para todo lo que le importa en la vida, se llevarían bien. Pero la representa y Remus no puede evitar resentirlo.
*
- Estás preocupada por tu amigo, ¿verdad? ¿El otro Potter?
El plan de correr el rumor por la escuela tuvo más éxito del que Hermione hubiera esperado. Parece que nadie tuviera nada más importante que discutir que las habilidades del “otro Potter” para el quidditch. Lo que, por supuesto, tiene a Harry de un humor insoportable. (Hermione comprende que resienta haber perdido su única oportunidad de ser anónimo en Hogwarts, pero lo cierto es que no puede culpar a nadie más que a sí mismo.)
Tampoco ayuda que James no haya conseguido reservar el campo de quidditch de un día para otro y la gente se haya quedado con ganas de ver la demostración. La escuela está dividida entre los que mueren por ver al legendario buscador en acción, los que creen que todo es un bluff y los que matarán a Harry si lo es (porque, aparentemente, dormir con cuatro futuros mortífagos no era suficiente presión).
Hermione suspira.
- Un poco.
- Ha generado mucha expectativa.
- Demasiada,- concuerda Hermione.- Parece que la gente no tuviera nada más importante de qué hablar.
- En realidad, es justo lo contrario.
Se miran un momento. Lily continúa.
- No sé cuánto sabrán en América de la situación aquí, pero no estamos en nuestro mejor momento.
Hogsmeade y el callejón Diagon se ven tan vivos que a veces a Hermione se le olvida que el ascenso de Voldemort empezó en 1970. La guerra no ha llegado a los niveles a los que llegará en 1997, con ataques abiertos al corazón de Londres y un Ministerio de Magia controlado por mortífagos, pero hay magos y brujas desapareciendo de forma misteriosa (“sin dejar rastro,” dice El Profeta) y ataques a muggles por toda Gran Bretaña.
- Sí, algo he leído.
- La violencia está empeorando y la gente solo quiere pensar en otra cosa.
- … Como la nueva estrella de quidditch.- De pronto, tiene muchísimo sentido.
- O los brazos del capitán de Ravenclaw.
Hermione se sorprende, antes de bajar la mirada. No pensó que se notara, pero no puede negar que desde que conoció a Marcia y Clarisse le parecieron dos cabezas huecas. Un poco como Parvati y Lavender a partir de cuarto año. Se pregunta por primera vez si sus ex compañeras habrán elegido preocuparse por tonterías para no preocuparse por cosas que escapaban a su control.
- O los brazos del capitán de Ravenclaw,- concede.
O a lo mejor solo eran unas cabezas huecas.
*
En el sueño, no hay quidditch en Hogwarts. No es porque esté prohibido, como en segundo año. Simplemente no hay. Nadie llama a las pruebas y nadie se presenta. Nadie se pregunta quién es capitán este año. Nadie se preocupa por cosas tan mundanas. Ginny vuela sola, pasa entre los aros, el viento de otoño le revuelve el cabello. Vuela veloz, violenta, como intentando que el viento le arranque de dentro las lágrimas que no caen, el grito que no suelta.
Desde la tribuna, Neville y Luna (uno preocupado, la otra ensoñadora) la siguen con la mirada.
*
- ¿Cómo que no tienes escoba? ¿Qué jugador de quidditch no tiene su propia escoba?
Tiene su propia escoba, por supuesto. Y es la mejor escoba del mundo. Es tan, pero tan buena, que si la saca del baúl mejor sería que le cuente la verdad a todos.
Se encoge de hombros.
Le dan una de las escobas de la escuela. Una Estrella Fugaz. La examina con cuidado mientras Zabini prueba bateadores. Alguna vez Ron dijo algo sobre el modelo…
- ¿Una Estrella Fugaz?- pregunta Ron horrorizado, acercándose al campo.- ¿No tienen otra cosa?
Ah. Era eso.
- Una escoba es una escoba. Lo importante es quien la lleva, ¿verdad Harry?
Pero Harry no responde, porque Hermione no viene sola. Parpadea antes de recuperar la compostura.
- Ésta es Lily,- dice Hermione, como quien presenta a una amiga que no es la madre que nunca conociste.- Lily, mi amigo Harry.
- Mucho gusto,- dice Lily con una sonrisa. Recuerda su voz, del pensadero de Snape. Su rostro, su actitud decidida, el brillo de su cabello.
La sonrisa es nueva.
- Um… mucho gusto.
- ¿Hay algún problema con tu escoba?- pregunta, ante la mirada horrorizada de Ron.
- No es la mejor del mundo, pero supongo que tendrá que servir.
Tampoco se ve tan mal. Claro, en 1997 era (¿será?... esto empieza a volverse confuso) completamente obsoleta. Pero no se ve tan usada y honestamente, no es que los demás tengan Saetas de Fuego.
O que en este momento le preocupe una escoba.
- Buena actitud,- dice Lily, todavía sonriendo, y de pronto la Estrella Fugaz es la mejor escoba del mundo.
Zabini ha terminado con los bateadores y llama a los aspirantes a cazador y guardián.
- ¿No vas a probarla antes?
- ¿Antes de qué?
- De las pruebas, - dice Ron, mirando a Hermione con cara de “te dije que esto era mala idea”.
- Er… sí, sí tienes razón,- responde Harry y llama a la escoba.- ¡Arriba!
Hay algo entre Harry y las escobas. Una especie de romance adolescente, de esos que dan vergüenza ajena y algo de envidia propia. La escoba lo obedece sin titubear, incluso antes de que haya abierto la boca. Y es que la vocalización es más bien un formalismo. En realidad, la escoba está desesperada porque Harry la toque. Por llevarlo donde pida. Por hacer lo que desee. Es un poco escandaloso.
Suben como uno solo y se detienen en seco varios metros sobre los aros. Dan algunas vueltas, probando la velocidad. No es su Saeta de Fuego. Ni siquiera su Nimbus 2000. Pero no parece menos potente que las Barredoras en las que corren los cazadores, y hay cierta elegancia en ella, cierto aire clásico que le gusta. No es una escoba de buscador. Pero es una buena escoba.
Zabini le lanza una mirada desde el campo, descuidando a los cazadores por un momento. Las tribunas están llenas de curiosos. Pero en el aire, Harry es libre. No pueden tocarlo.
Desciende en picada, más porque le gusta la sensación que por lucirse.
*
Las tribunas están llenas de curiosos. No es lo normal en las pruebas, pero tampoco está prohibido. En la última fila, cuatro gryffindors con binoculares siguen a los aspirantes a buscador mientras toman sus posiciones.
Zabini ya eligió bateadores, cazadores y guardián. Ningún apellido que carezca de abolengo, por supuesto. Por eso tienen tan mal equipo, les importa más la sangre que el talento.
- ¡¿Avery se está presentando de nuevo?! ¿No le da vergüenza?
- A lo mejor su papá ha dicho que puede pagarle el puesto un año más.
- Eso nos convendría. ¡Hey, Sirius! ¿Ése no es…?
- Sí.
A Sirius no le gusta hablar de Regulus. O de su familia, en general. A Peter siempre se le olvida. A James no le importa mucho (nunca piensa en ellos como la familia de Sirius, de todos modos). Quien siempre lo recuerda es Remus (el amable y considerado Remus), que mira a Sirius de reojo con cierta preocupación.
- ¿Qué hace Lily allá abajo?- pregunta James de pronto y (como el mundo gira a su alrededor) todo lo demás pasa a segundo plano.
*
Que tengas suerte.
Cuando Harry era pequeño, su escuela tenía deportes para los que no era particularmente bueno. Nunca se presentó a un equipo, pero a veces los maestros llevaban a toda la clase a ver los partidos contra otras escuelas. Siempre había madres entre la audiencia, alentando a sus hijos, gritando y aplaudiendo, deseándoles suerte antes de salir al campo.
Que tengas suerte.
Algo se le enreda y se le desenreda en el pecho al mismo tiempo, y tiene que concentrarse mucho para entender las instrucciones de Zabini. Le cuesta más de lo normal prestar atención al campo, pero vuela mejor que nunca.
Zabini los hace dar un par de vueltas, como en una carrera. Luego lo mismo, pero en picada. Avery y otro chico salen del grupo. Zabini suelta una snitch y todos entran en alerta. Algo brillante en la periferia lo hace girar hacia la derecha. No es la snitch. Es su padre, con binoculares, observando desde la tribuna.
El tiempo se detiene un segundo. En el segundo siguiente, Harry se tira a un lado para esquivar una bludger. Su madre lo observa desde el campo (que tengas suerte), su padre desde la tribuna. Nada puede tocarlo. Nadie puede vencerlo.
*
Maldito mestizo.
Regulus es el primero de su clase... y lo bastante inteligente como para saber cuando ha perdido.
La rabia es inevitable. Pero hay más con la rabia.
El americano vuela como si la escoba fuera parte de su cuerpo, como si el aire mismo fuera su casa. Se lanza al vacío para confundirlos (y maldita sea, los confunde). Busca la snitch con una intensidad que hace pensar que la estuviera llamando (no existe un hechizo para eso… ¿o sí?).
Regulus siente, más que ve, el brillo dorado. El americano lo siente al mismo tiempo. Cortan el viento, uno junto al otro, veloces como el sonido. Los demás aspirantes se pierden en el paisaje desdibujado. La snitch se aleja, ellos se acercan. Los centímetros se hacen infinitos, como en una paradoja griega. Estira el brazo lo más que puede. No importa quién gane, de pronto. No importa quien consiga el puesto. Solo importa ese punto dorado del otro lado de un centímetro eterno.
Ha recorrido este campo mil veces. Nunca se ha sentido tan vivo.
*
- Es bueno,- dice Remus, rompiendo la tensión de la última jugada. Abajo, en el campo, Zabini vuelve a soltar la snitch.
- No tan bueno como Cornamenta.
- Gracias, Colagusano. Pero Lunático tiene razón,- dice James, más preocupado que asombrado.- Puede traernos problemas.- Su mirada se desvía hacia el campo.
¿Qué maldita sea hace Lily en el campo?
- No lo sé,- dice Sirius, interviniendo en la conversación por primera vez desde que empezó la prueba.- Zabini todavía no ha elegido. Tu primo es bueno, pero hay nombres con más “alcurnia” en la pelea.- Lo dice en ese tono suyo de desprecio, que en realidad es de resentimiento.
- Regulus es bueno,- responde James, que siempre habla de la familia de Sirius como si fueran cualquiera.- Pero Zabini no es Mulciber.
No agrega que Zabini es más inteligente, porque no hace falta alabar a una serpiente (y tampoco es difícil ser más inteligente que Mulciber).
Su “primo” se lanza hacia el otro lado del campo como una flecha y el grupo entero lo sigue. De pronto, para en seco y sube sobre sus cabezas, con media sonrisa. Los demás aspirantes se le quedan mirando desconcertados. A James se le escapa una risa.
Ha de ser de familia, piensa, antes de controlarse y fruncir el ceño. Si Zabini tiene dos dedos de frente, el “otro Potter” va a ser un problema.
*
Zabini no es el primero de su clase, pero no es idiota.
- Potter, te quedas. Regulus, te quedas de suplente, a menos que quieras tu puesto del año pasado. Los demás pueden irse.
La rabia es inevitable. Pero hay más, con la rabia.
- Buen juego,- dice Potter, extendiéndole una mano. Y no debería importarle lo que piense un mestizo. No debería.
Pero Potter vuela como si la maldita escoba fuera una extensión de su cuerpo y cuando alguien tan bueno cree que eres bueno es inevitable sentirte orgulloso, incluso si tu sangre te hace superior por principio.
- Gracias.
Es un apretón firme, de miradas que dejan claro que esta competencia apenas empieza. Potter mira de pronto su escoba, las letras grabadas a fuego hace tanto tiempo (por alguien que ya no existe), con un gesto extraño.
- ¿RAB?- pregunta, como si estuviera leyendo algo sorprendente.
- Regulus Arcturus Black,- dice Regulus, remarcando la importancia del nombre. Es un nombre importante, después de todo.
***
There’s room for you inside
Us and them. Pink Floyd, 1973.
- Felicidades, Potter,- Alicia choca la taza de té contra el jugo de calabaza de Harry.- Te dije que tenía buen ojo para estas cosas.
Por supuesto. El único provecho de ser amable con el nuevo el primer día de clases es que te vean con él cuando empieza a ser popular. A Harry no le gusta sentirse utilizado, pero tampoco es que tenga mejores opciones en la mesa de Slytherin.
Conversan un poco mientras toman desayuno, y a Harry se le ocurre que más allá de la conveniencia de ser vista con la nueva estrella de quidditch, Alicia parece pasarla bien con él. Por lo menos se dio el trabajo de ser amable desde un principio. La noche anterior tuvo que huir de la sala común (o “el nido de serpientes,” como prefiere llamarla) porque no podía lidiar con más slytherins intentando congraciarse. Era patético. (Pero eso no era lo peor. Lo peor es que era escalofriantemente familiar.)
- Tu hermano parece buen capitán.
- Es buen estratega,- concede Alicia, como quien se ve forzada a admitir las virtudes de un contrincante.- Pero no hablemos de quidditch. ¿Dónde estuviste anoche? Toda la casa se muere por conocerte.
Harry murmura algo ininteligible.
Alicia responde con media sonrisa.
- ¿Tímido?- Sacude la cabeza.- Mala cualidad para un slytherin.
- Tal vez no soy un slytherin en el fondo.
Ella lo barre con la mirada, como evaluando. No parece que vaya de broma.
- Pues yo no soy el sombrero, pero tu corbata es bastante verde. Tal vez deberías averiguar cuáles son los requisitos del puesto antes de rechazarlo,- dice, con cierto resentimiento.
Harry va a responder, pero decide que es más diplomático cambiar de tema.
- Estuve leyendo en mi cuarto.
- Eso pensé. Es bueno, supongo. Un jugador de quidditch que estudia. Los profesores van a adorarte. Y supongo que Snape no es mala compañía. Un poco raro, pero brillante.
Harry se atora con el jugo.
- No soy… amigo de Snape.
- ¿No? Se pasan todas las noches estudiando juntos.
- No estudiamos juntos. Solo estudiamos en la misma habitación.
Alicia le lanza una mirada curiosa.
- Bueno. Como digas.
Harry suspira y recoge sus cosas.
- Tengo clase. Nos vemos.
*
Las pruebas de quidditch de Gryffindor son el martes. El lunes por la tarde, Ron responde todo mal en clase, no bloquea ninguna maldición durante el entrenamiento y no repite la cena. Harry y Hermione intercambian miradas preocupadas a la salida del Gran Comedor.
Ron siempre ha sido malo con la presión. Harry quisiera decirle algo alentador, pero lo cierto es que James no suena como un capitán particularmente comprensivo. Es ridículo, piensa, que en medio de todo esto (la guerra, perder a todos sus amigos, prepararse para enfrentar al mago oscuro más poderoso de la historia) estén perdiendo tiempo en preocuparse por el puesto de Ron en el equipo de quidditch. Lo piensa, pero no lo dice. Esto es importante para Ron, por algún motivo (tal vez por esa sensación de “normalidad” que genera el preocuparse por las cosas comunes, por las cosas que conformaban su día a día, en un mundo diferente).
Va pensando en eso de camino a las mazmorras, cuando la mirada entrecerrada de Hermione llama su vista hacia una esquina. Parpadea. No puede estar totalmente seguro, pero es muy posible que haya visto la punta de un zapato desaparecer de pronto.
Y ya sabemos lo que eso significa.
Es curiosa, la casualidad.
- Tranquilízate, Ron,- dice de pronto.- Eres uno de los mejores guardianes que he visto.
- ¿En serio?
- Por supuesto,- interviene Hermione, entendiendo la idea.- Tu único problema es que te pones nervioso con las pruebas. Pero cuando pasa el primer momento de tensión…
- … Eres brillante,- termina Harry.- No te preocupes, todo va a salir bien. Espero que James sea un buen capitán,- agrega, como distraído,- que les dé tiempo para demostrar sus habilidades.
- Sí, yo también,- responde Ron, todavía con un nudo en el estómago.
Harry lleva la capa de invisibilidad y el Mapa del Merodeador en la mochila, más que nada por costumbre. Siempre tuvieron un valor especial, pero ahora, imaginando a su padre escabullirse por los pasillos, los valora mucho más. Van a tener que ser más cuidadosos con lo que dicen cuando están solos, piensa. Y no puede esperar a encerrarse con el mapa para ver qué están tramando los Merodeadores.
*
Cruza la sala común sin hablar con nadie. Un niño rubio (¿de primero, tal vez?) mueve sus libros para dejarlo pasar, siguiendo sus movimientos con grandes ojos azules. Se le ocurre de pronto que la actitud despectiva que lleva mostrando desde que llegó debe estarlo volviendo todavía más popular entre los slytherins.
Qué gente tan rara.
Se detiene en la puerta de la habitación de los chicos de séptimo y recuerda las palabras de Alicia. Se pasan todas las noches estudiando juntos. Respira hondo. Gira la perilla.
El traidor está leyendo en la cama de la esquina, como todas las noches. Como todas las noches, levanta la vista y asiente a modo de saludo. Supongo que Snape no es mala compañía. Harry se traga la rabia, devuelve el saludo y se encierra en el baño.
No estudiamos juntos. Solo estudiamos en la misma habitación.
Mientras desdobla el mapa y susurra la contraseña, piensa que nada en 1977 es como lo esperaba. Luego se pierde por unos minutos por los pasillos de Hogwarts, siguiendo a James Potter con ojos curiosos.
*
Sueña con Ginny.
Está acostada en la enfermería, pálida como la nieve. Luna se sienta a su lado, cogiéndole las manos y explicando cómo los surcos que se forman en nuestros nudillos (los dibuja lentamente, uno por uno) guardan los secretos de nuestras vidas pasadas, “que son mucho más interesantes que el destino,” dice, y Ginny sonríe exhausta. Se queda dormida mientras Luna hace el recuento de las vidas que ha encontrado en sus propios nudillos.
Neville aparece a los pocos minutos, respirando entrecortado, como si hubiera corrido.
- ¿Está bien?
Luna lo piensa un rato antes de asentir.
- ¿Qué pasó?- pregunta, con el tono de quien ha oído más de una versión de la historia.
- Carrow,- responde Luna, como si ésa fuera toda la explicación.- La nombró voluntaria para ejercicios sobre cómo defenderte cuando el enemigo te supera en número.
Neville abre los ojos y parece más pálido, más delgado.
- ¿Los alumnos hicieron esto?
- Nadie le dio con nada grave,- dice Luna, y luego lo piensa un poco.- En realidad, casi nadie le dio hasta que Carrow se unió al grupo.
Neville respira pesadamente y se deja caer sobre la silla. Parece que esa respuesta lo sorprende menos. Se quedan en silencio, uno junto al otro, en la oscuridad de la enfermería. Luna perdida sus pensamientos. Neville perdido.
Harry quiere acercarse, confortar a Ginny, defenderla de un enemigo del que solo conoce el nombre. Pero no puede. No está a su lado. Huyó del peligro para refugiarse en otro tiempo. La dejó sola a enfrentar la guerra. Un destino que no le correspondía. Un peso que nadie más que él tendría por qué cargar. Quiere tocarla. Quiere explotar. Pero ni siquiera tiene un cuerpo con el que reaccionar. No es siquiera una presencia, ni siquiera un fantasma. Ni siquiera está allí.
- Potter.
Gira sobre su propia conciencia, sobresaltado. Conoce esa voz. Es la voz de seis años de injusticia, la voz del enemigo conocido, un escape válido para la ira, una causa justa. Busca la túnica oscura entre las sombras de la enfermería. Aferra su rabia a esa voz.
- Potter, despierta.
Abre los ojos. Ya no está en la enfermería. Tiene un cuerpo y una presencia y la sangre caliente de impotencia. No encuentra al dueño de la voz que ha venido siguiendo. En su lugar hay un chico pálido, con grandes ojos negros preocupados y cabello descuidado cayendo sobre el rostro. La confusión hace que la rabia se le congele en el cuerpo. De pronto nota que está helado y que hay demasiada luz. Se cubre los ojos. Un libro cae de su regazo. ¿Dónde estoy?
- Perdona,- dice la voz de Snape.- Parecía que tenías un mal sueño.
El peso de la realidad cae sobre Harry de golpe. Y es demasiado peso para sostener la rabia.
- Gracias,- dice antes de poder pensarlo.
Las cortinas verdes cuelgan sobre la cama. El chico-que-será-Snape se sienta a su lado. Están solos en la habitación (debe haberse quedado dormido leyendo). Lo mira confundido y el chico se levanta, incómodo.
- Abrígate,- dice, mientras se sienta con un libro en su propia cama.- Estás temblando.
Despacio, Harry se mete entre las sábanas y no duerme.
*
El martes por la tarde se sienta en la tribuna, mientras Ron entra al campo, blanco como la nieve. No menciona el sueño, pero el cabello rojo de Lily de pronto duele por motivos completamente nuevos.
Examina el campo con cautela. Todos los aspirantes parecen estar allí, pero no hay ni rastro de James.
Abajo, en el campo, Sirius coge una quaffle y alza vuelo (“¿quién se anima a un mano a mano antes de que esto empiece?”). Al cabo de unos minutos, se le unen un par de valientes. Pronto hay risas en el campo y la tensión empieza a evaporarse del ambiente. De pronto, Ron está en uno de los puestos de gol, atajando tiro tras tiro.
- ¿Dónde está James?- pregunta Hermione en voz alta.- No debería estarse perdiendo esto.
Si las sospechas de Harry son correctas, no se lo está perdiendo. Y su padre es mejor capitán de lo que pensaba.
El juego se ha extendido más de una hora y algunos aspirantes (obviamente poco interesados) han abandonado el campo, cuando James aparece y llama al orden.
- ¡Sirius! ¡Ya está bien!
Sirius asiente y desciende, llamando al resto.
- Muy bien,- dice James,- puedo ver que tenemos mucho talento aquí.
Los aspirantes se miran, confundidos (¿nos estaban evaluando?).
- Sirius, Max y Julia, se quedan con sus puestos del año pasado. Tú, tú y tú,- dice, señalando a tres chicos y lanzándoles la quaffle,- arriba. Dearborn, sé que estás presentándote para cazador, pero si te parece, me gustaría probarte al bate.- El chico asiente y coge un bate.- Weasley, estás dentro. Sube y ayúdame a elegir un cazador.- Ron tarda un segundo en entender lo que está escuchando. Luego se eleva hacia los aros con una sonrisa brillante. Abajo, en el campo, James le explica a una chica de cabello en punta que los aspirantes a buscador deberán esperar para pruebas adicionales.
***
From the things that snap and bite
Run with the wolf. Rainbow, 1976.
- No se lo digas a Harry.
Van camino a DCAO. Es su clase favorita y eso debería bastar para ponerlo de buen humor. Solo que la situación en el cuarto de los chicos ya lo tiene harto.
- Reconozco que son un poco engreídos… pero son Sirius, Lupin y el padre de Harry. No puede ser tan malo.
- No es “malo” malo. No es como si estuviera en Slytherin con un montón de futuros mortífagos.- Se siente la rabia en su voz, incluso cuando bromea al respecto.- Tampoco es que me hagan nada. Son hasta amables.
- ¿Entonces qué…?
- Es… una sensación. Estoy solo en esa habitación. Ellos la comparten, pero yo estoy solo. Es raro.
No es tan raro. Hermione lleva años durmiendo sola en la habitación de Parvati y Lavender. (De hecho, Lily podría ser su primera compañera de habitación verdadera. Lo que hace más pesada una carga que no era nada ligera para empezar.)
Ron, por otro lado, tiene siete hermanos, cuatro compañeros de habitación y no ha pasado solo más de un puñado de noches en toda su vida. Ciertamente nunca en una habitación llena de gente.
- A lo mejor es por la actitud que tienes con Sirius. Sería bueno que te…
- No es eso.
- ¿Ah, no? ¿Y qué es entonces?- pregunta Hermione con autosuficiencia.
- Es Lupin.
- ¿Lupin?
- No es a propósito. Tienen miedo que de que lo descubra. Por eso están siempre a la defensiva y el ambiente se vuelve tenso.
Hermione lo mira un segundo, impresionada. Ni siquiera se le había ocurrido.
- Eso tiene sentido.
- Lo cual te extraña porque…
Hermione se sonroja.
- No lo dije con esa intención. Yo…
- Solo me sorprendí de que lo hubieras pensado antes que yo,- dice Ron, imitando su tono.- Puedes decirlo.
Ella se sonroja más y abre la boca un par de veces sin decir nada. Pero es su cumpleaños y tampoco es cuestión de hacerla sentir mal, así que Ron la golpea con el hombro y sonríe.
- No te preocupes. Seguramente cuando llegue a tu edad también desconfiaré de la capacidad de los jóvenes.
- Por quinta vez, Ron, ¡solo te llevo 6 meses!- Le da con el libro en el brazo, pero sonríe, y Ron lo cuenta como una victoria.
Harry los espera en la puerta del salón y recibe a Hermione con un abrazo enorme. No se han visto en todo el día y ninguno de los tres termina de hacerse a la idea de todo esto (las clases separadas, las mesas separadas, las salas comunes inaccesibles, encontrarse en los pasillos entre clase y clase).
Ron se sienta con Harry y Hermione con Lily (como se ha hecho costumbre) y hacen planes para reunirse después de clase. Y es casi normal, hasta que Gideon cruza la puerta (Gideon cruza la puerta) y vuelven a estar en 1977. Ron está convencido de que ésa es una de las razones por las que le gusta tanto esta clase. Hogwarts es tan familiar que a veces necesita esos pequeños recordatorios de que no está en casa, de que está atrapado en un experimento de Dumbledore y todo su mundo depende de que funcione. Enfoca su atención en los métodos de detección de maldiciones en áreas cerradas y resiste el impulso de mirarse los zapatos para asegurarse de que no ha pisado ninguna mariposa.
*
Esa tarde sucede algo inconcebible.
Lily los lleva directamente al Gran Comedor cuando salen de clase y es obvio en el rostro de Harry que se siente decepcionado. ¿No dijo que quería celebrar con ellos el cumpleaños de Hermione?
- Bueno, chicos. Supongo que los veo luego.
Pero Lily lo coge de la mano para detenerlo (y madre o no madre, Harry no puede evitar ruborizarse un poco).
- Hoy hablé con la profesora McGonagall,- dice, sonriente como un gato con un secreto.- Al parecer no hay ninguna norma que nos impida sentarnos en la mesa de otra casa, siempre que el comedor se mantenga en orden.
A Hermione se le ilumina el rostro. Harry no puede creerlo. Ron suelta una risa y lo arrastra a una silla. En el segundo en que Harry se sienta, el Gran Comedor de Hogwarts queda en silencio.
- Ejm,- carraspea Lily, alzando un vaso,- por Hermione y su primer año en el mundo adulto.
El trío brinda con jugo de calabaza, celebrando mucho más que un cumpleaños.
Del otro lado de la mesa, Remus coge a Sirius del brazo para evitar una desgracia. James no se levanta, pero su mirada asesina solo rivaliza con las que llegan desde la mesa verde del otro lado del comedor.
*
Aparece de la nada, intimidante, arrinconándolo contra la pared. Tres pensamientos se mezclan en la cabeza de Harry en el primer segundo. Que no son tan parecidos como todos dicen (el parentesco es innegable, pero tampoco es como mirarse en un espejo), que le gustaría ver la cara de James si supiera que no lo sorprende en lo más mínimo verlo aparecer “de la nada”, y que su padre es un idiota.
- No hay ninguna regla contra sentarse en otra mesa,- dice, porque es la única explicación que se le ocurre. No ha tenido contacto directo con su padre o ninguno de sus amigos hasta ahora.
A pesar de la súbita aparición, James parece más confundido que Harry por el encuentro. Lo mira como evaluándolo y a Harry se le ocurre que a lo mejor el parecido sí que es sorprendente para alguien que no se ha pasado los últimos seis años oyendo hablar de él.
- ¿Qué quieres con Evans?- dice James de pronto. Y suena abierto, honesto. Lo cual ya es un cambio positivo frente al idiota con pose de superestrella que vio en el pensadero de Snape. La actitud lo distrae lo suficiente como para que le tome un segundo procesar la pregunta. Parpadea con esos ojos “idénticos a los de su madre”.
- ¿Con Lily Evans? Merlín, absolutamente nada.
James parece confundido.
- Es decir… es muy linda, claro, pero yo…- ¿qué se supone que debe responder?- Solo quiero ser su amigo.
James lo mira con desconfianza, pero le da un poco de espacio. Por algún motivo, Harry sigue hablando.
- Hay alguien más,- dice bajito.- En América. Me está esperando y yo… yo quiero volver con ella.
Es un momento extraño, contarle a su padre acerca de Ginny. No puede evitar la sensación de que está hablando con su padre acerca de su primera novia. Aunque su padre sea un adolescente que se cree el centro del mundo y amenaza gente en los pasillos porque podrían estar interesados en una chica que ni siquiera sale con él.
- De acuerdo,- dice James, como si le hiciera un favor.- Te creo. Pero ten cuidado, Lily no está sola.
- ¿Están saliendo?- pregunta Harry, más que nada por picar a James. Hermione ya le ha contado que Lily no sale con nadie.
James se ruboriza un poco.
- Todavía no,- dice. Y a Harry se le escapa la risa.
- ¿Y no te parece que eso debería preocuparte más que yo?
James entrecierra los ojos y dice con voz grave “solo ten cuidado”. Harry alza ambas manos, en gesto pacificador. Luego James da media vuelta y desaparece por el pasillo. Es la primera conversación que tiene con su padre y Harry no sabe si quiere reírse o golpear a alguien.
*
Cornamenta sabe que en el fondo la situación altera a Canuto más de lo que aparenta. Corre por la habitación olisqueándolo todo, ladra y jadea como un verdadero perro, se levanta en dos patas sobre el camastro, y Remus ríe, pálido como la luna, rascándole las orejas peludas. Siempre se ha preguntado si lo hace por eso, para sacarle una risa a Remus en medio de todo esto, o si es pura ansiedad.
Cada quien tiene su manera de lidiar con el “problemilla peludo” de Remus. James nunca lo ha dicho en voz alta, pero quien más lo enorgullece en ese sentido es Colagusano. Es obvio que nunca le ha perdido el miedo a Lunático, pero allí está todas las lunas llenas, vigilante en la esquina, esperando el momento de trepar entre los cuernos de Cornamenta y correr hacia el bosque. Sirius lo mira a veces con esa expresión suya, y James sabe lo que piensa (que es un cobarde, que no entiende a Lunático, que solo está allí por no hacerle frente a James). Pero James no ha crecido con la familia de Sirius y donde Canuto ve cobardía y falta de carácter, él solo ve valor y lealtad.
En una cosa concuerda, y es en que Colagusano no entiende a Lunático. No entiende qué es, ni por qué están aquí, y si por él fuera pasaría las noches de luna llena tapado hasta las orejas y diciéndose a sí mismo que su amigo está bien, que no le pasa nada, que no se le están partiendo los huesos en una casa abandonada, que las heridas que se abre él mismo no son asunto suyo, que no hay nada que pueda hacer al respecto. Pero en lugar de decirse mentiras se agazapa en la esquina, enfrenta la verdad con pequeños ojos abiertos. Y James no puede sentir más que orgullo.
La primera noche después del verano siempre es dura. Lunático ha despertado dos lunas solo, encerrado en el sótano del Chalet Lupin, y los demás han tenido dos meses para olvidar el horror de la transformación.
Remus suelta el primer grito y se dobla sobre la cama, con grandes ojos amarillos. Incluso Canuto tiene la sensatez de hacerse a un lado y darle el espacio que necesita.
Solo unos minutos, se repite Cornamenta, solo unos minutos más. Resiste el impulso de ayudar a su amigo. Resiste el impulso de salir corriendo. Colagusano se encoge más en su rincón.
A Remus no le gusta que lo vean. Es su estado más violento y más vulnerable, y tal vez por eso mismo, James siempre ha insistido en que estén presentes, diga lo que diga Remus. Es el tipo de amistad que tienen. Un poco intrusiva a veces, pero de absoluta confianza. Darían la vida uno por el otro y no van a horrorizarse por un par de minutos de agonía.
Cuando pasan esos minutos de gritosojoshuesosgruñidosdolorgarras, Remus ha quedado escondido tras los ojos amarillos de Lunático, que intenta reclamar por las lunas de abandono, pero está tan contento de verlos que no sabe ni cómo.
Salen al Bosque Prohibido y corren por sus rincones oscuros. Lunático parece poseído tras dos lunas de encierro y a Canuto y Cornamenta les cuesta seguirle el ritmo. Juega a enfrentarse a Canuto, empujándolo y rodando por el suelo como dos cachorros, cada uno tratando de inmovilizar primero al otro. Cornamenta observa desde la periferia, imponente y alerta. Colagusano gime despacio sobre su cabeza.
*
Sueña que Ginny corre junto a Luna hacia el aula de pociones, que está rodeada de estudiantes de todas las casas. Dentro del aula, una mujer vestida de negro apunta con una varita a Neville, que se levanta despacio del suelo, con una mirada desafiante que Harry nunca antes ha visto en sus ojos.
- ¡Crucio!- grita la mujer, con la voz más ridícula que Harry haya oído en su vida. Neville cae de rodillas, gritando y gruñendo. Entre los puños que aprieta con fuerza, puede ver la punta de una envoltura de caramelo.
Ginny avanza, horrorizada, pero alguien la hace a un lado y una túnica negra pasa como una sombra entre la gente.
- Alecto,- dice Snape.- Es suficiente.
La mujer se detiene y mira a Snape largo rato con gesto de rabia, pero en silencio.
- Se lo merecía,- dice finalmente, con esa voz que, ahora que Harry lo piensa, es demasiado ridícula para ser natural.
Snape mira a Neville, que ya empieza a levantarse. Parece genuinamente sorprendido.
- ¿Poción de Helivoz? ¿Longbottom? Imposible.- La mujer va a responder, pero Snape la detiene.- Longbottom tiene problemas con pociones de tercer año. Debe haber sido un accidente.
La mujer guarda la varita y sale del aula sin decir otra palabra. Neville le sostiene la mirada a Snape, desafiante. No, no exactamente desafiante. Hay algo en el brillo de sus ojos, más allá de los rezagos del dolor. Algo divertido. Snape entrecierra los ojos y sacude la cabeza con esa mueca suya que dice “todos los gryffindors son idiotas.” Luego deja el aula.
En un segundo, Ginny y Luna están a su lado. Seamus le alcanza sus cosas, con los ojos muy abiertos, entre el asombro y la admiración. La expresión puede verse reflejada en todos los rostros del aula.
- ¿Estás bien?- pregunta Ginny.
- Estoy bien,- responde Neville,- guardándose en el bolsillo la envoltura de caramelo.- Tú eres Ginny,- dice con una pequeña sonrisa.- Fuimos juntos al baile de Yule y no nos sentamos en toda la noche.- Luego mira a Luna.- Tú eres Luna. Y eres mucho más lista de lo que la gente cree.- Luna sonríe.- Y tú, dice mirando a Hannah Abbott, que lo observa con ojos muy abiertos desde una esquina,- eres la mejor maestra de pociones que haya tenido hasta ahora.
Luego su sonrisa crece, hasta convertirse en una risa que contagia a Seamus, y a Luna y Ginny, y a Hannah Abbott, y al resto de la clase. Seamus ríe hasta que le salen lágrimas, y Harry no puede evitar la sensación de que éstas son las primeras risas que oyen los pasillos de Hogwarts en mucho tiempo.
*
Ron no baja a desayunar, lo que es preocupante de por sí. Tampoco aparece en transfiguración, la única clase que comparten esa mañana. Cuando no lo encuentra en el Gran Comedor a la hora del almuerzo, Hermione entra en pánico. Está a punto de correr hacia la enfermería cuando Ron cruza las puertas de roble, despeinado y con cara de acabar de levantarse.
- ¿Has estado durmiendo toda la mañana?- pregunta Hermione, con ganas de ahorcarlo.
Ron bosteza y se deja caer en la silla de al lado.
- Poción para dormir,- dice.- Fred y George hacían lo mismo. Siempre me afecta mucho.
- ¿Qué?
- Sirius y James,- continúa Ron, sirviéndose puré.- En mi jugo de calabaza, creo.
- ¿Estás seguro?
- ¿Del jugo de calabaza? No, supongo que pudo ser otra cosa.
- ¡Ronald! ¿Estás seguro de que… de que fueron ellos?
Ron asiente y engulle el primer bocado de estofado. Sonríe y sigue, como si hablara del clima.
- A’che ‘bo ‘ena.- Hermione hace una mueca. Ron traga y repite,- anoche hubo luna llena.
- Oh.
- Y no es que no me guste dormir, pero no puedo perder toda la mañana cada vez que Lupin… ya sabes.
- No, claro que no,- responde Hermione, mientras evalúa soluciones. Debieron abordar este problema desde un principio y ahora se siente un poco culpable por no haberlo hecho.
Se pasa el almuerzo intentando buscar una solución, y por más vueltas que le da, todo vuelve siempre al mismo punto. Los Merodeadores necesitan saber con quién están compartiendo habitación.
*
- Profesor, ¿me permitiría decir unas palabras antes de empezar la clase?
Es la primera vez que Harry ve a Hermione levantar la mano en DCAO desde que empezó el curso. Ojalá no vaya a hablar de los elfos.
Pero no habla de los elfos. Sorprendentemente, dice algo peor.
- Verá, anoche tuvimos la primera luna llena del curso.
Puede sentir como Ron se pone tenso en el escritorio contiguo. Sirius, James y Peter voltean a mirarlos (Remus ha de seguir en la Casa de los Gritos).
- Mhmm,- asiente Prewett, que también se ha puesto tenso. Los profesores lo saben, recuerda Harry.
- En nuestra antigua escuela… tuvimos un profesor que sufría de licantropía.
De pronto, todos los ojos se clavan en ellos. Harry y Ron intercambian una mirada que deja claro que ambos concuerdan en que Hermione se volvió loca. Prewett parece más intrigado que nadie. Hermione continúa.
- Era un profesor excelente. Pero lo sacaron del puesto cuando su condición se hizo pública.- Voltea hacia Harry y Ron, buscando apoyo.- Y por eso, la primera luna llena del curso, tratamos de decir algunas palabras sobre la licantropía. Si nos lo permite, nos parece que ésta sería la clase más adecuada para hacerlo.
Prewett no responde, pero le hace un gesto para que pase al frente y ella les jala las mangas, obviamente esperando que la acompañen.
Los rostros de confusión de sus compañeros serían lo más divertido que Harry ha visto, si no supiera lo que le espera en cuanto se les pase el shock.
Hazlo por Lupin, piensa. Porque esto tiene que ver con Lupin. Es lo único que le queda claro.
- El profesor… Romulus,- dice Hermione,- es un excelente profesor y una muy buena persona. Siempre trató a todos con respeto, pero debido a su condición, mucha gente no le devolvió ese respeto. Los libros nos dicen que los hombres-lobo son monstruos, pero el profesor Romulus nos enseñó que los hombres-lobo solo son monstruos una noche al mes y personas el resto del tiempo. Personas iguales a cualquiera de nosotros.
Poco a poco, Harry va viendo como la confusión es reemplazada por otras emociones en las facciones de la clase. Rabia e indignación siendo las predominantes.
- Ron, ¿quieres agregar algo?
- Er…- lo piensa un rato.- No soy bueno para hablar en público,- dice, mientras sus orejas se ponen más y más rojas.- Pero estoy de acuerdo con lo que dijo Hermione. Y espero que… el profesor Romulus se esté recuperando bien esta mañana.
- ¿Harry?
- Pues…- empieza, pensando no agregar nada, cuando su mirada se cruza con la de Snape, que está pálido como una tiza y parece que no respira.- Pues el profesor Romulus era mi profesor favorito. Pienso que la escuela perdió mucho al dejarlo ir y que fue una gran decisión dejarlo enseñar.
- ¡¿Qué?!- El primer grito. Ya se estaba demorando.- ¡¿Cómo pueden decir algo así?! ¡Profesor, no puede permitir que…!
En los siguientes 10 segundos tantas personas hablan al mismo tiempo que es imposible saber qué están diciendo. Prewett tiene que llamar al orden 3 veces antes de que se calmen.
- Veo que todos tienen una opinión al respecto,- dice, haciéndoles señas para que vuelvan a sus asientos.- Pero como esta clase no es un mercado, sino un espacio de aprendizaje, en lugar de gritar van a presentarme sus opiniones por escrito. En no menos de 10 pulgadas y con referencias bibliográficas.
Un murmullo de protesta recorre el aula y las miradas vuelven a clavarse en el trío. Genial. Ahora sí están en problemas. En la escala de cosas que justifican que tus compañeros te lancen maldiciones en el pasillo, generar tarea extra se sitúa bastante más alto que defender monstruos sedientos de sangre.
- Lo que sea que estabas haciendo, espero que haya valido la pena,- le dice a Hermione cuando recibe el primer empujón, saliendo de clase.
Hermione se muerde el labio inferior.
***
Carry me back, baby, where I come from
Rock and roll. Led Zeppelin, 1971.
Hacia mediados de octubre las sesiones de entrenamiento (ése por el que vinieron, la razón por la que viajaron 20 años en el tiempo) tienen que reestructurarse para acomodar los horarios de dos equipos de quidditch.
Hermione no está contenta.
- ¿Otra vez?
- Créeme que ponerme el uniforme de Slytherin me hace mucha menos gracia a mí que a ti,- dice Harry con una mueca de asco.- Y hasta donde recuerdo, todo esto fue idea tuya.
- Sí, pero…
- Lo siento. En serio. Podemos encontrarnos después en la Sala de Menesteres.
- Gryffindor tiene el campo después,- murmura Hermione entre dientes. Todo el sábado perdido. Suspira.- Supongo que podemos reunirnos por turnos. He estado leyendo acerca de…
- Genial,- dice Harry, aliviado.- Tengo que correr a transfiguración. Pero después del entrenamiento, soy todo tuyo.
Hermione suspira y asiente. Hay cierta normalidad en todo esto. En las clases y los entrenamientos de quidditch, los ensayos que se acumulan y los EXTASIS que se aproximan, las investigaciones secretas para las que nunca hay tiempo y una guerra que los afecta a todos pero sucede fuera de las paredes del castillo. Es como si los mortífagos no hubieran penetrado nunca esas paredes. Como si Dumbledore no hubiera muerto ante sus ojos. La risa de Sirius retumba en el pasillo y Hermione se pregunta (no por primera vez) si habrá sido buena idea venir.
Toma asiento en el aula de aritmancia. Una paloma de papel revolotea sobre su pupitre y cae inerte al contacto con la superficie. “¿Vas esta tarde a la Biblioteca? Tengo problemas con unas runas. L.”
Es demasiado cómodo, demasiado familiar. Están perdiendo de vista el objetivo.
Su evaluación de riesgos tomó en cuenta el deseo de cambiar el futuro, pero nunca consideró el peligro de no querer dejar ir el pasado.
*
Hay gente que todavía lo conoce como “el amante de hombres-lobo”, pero debe reconocer que, más allá de eso, la idea de Hermione ha tenido buenos resultados. Cada día se siente menos como un invitado y más como parte del grupo. Hermione dice que tenga cuidado con sentirse demasiado en confianza, que solo están de paso, que no pueden cambiar nada… y al comienzo le molestaba su falta de confianza (como si se le fuera a escapar algo importante sin darse cuenta o algo), pero ahora lo toma mejor. Hermione está obviamente preocupada y Ron cree que tal vez ni siquiera tiene que ver con él. No se le ha escapado que mientras más tiempo pasa con Lily, más lo regaña por pasar tiempo con los chicos.
James sigue siendo desconcertante. Se parece tanto a Harry y actúa tan diferente, que sin darse cuenta Ron empezó a pensar en él como “el gemelo malvado”. Solo que James es una buena persona y cada día se llevan mejor, y Harry está en Slytherin y eso significaría que el gemelo malvado… Sacude la cabeza y vuelve a concentrarse en el ensayo.
La historia de la magia se contaba de forma muy distinta antes de la caída de Ya Sabes Quién. Lo bueno es que con la excusa de haber estudiado en América, a nadie le sorprende que haga preguntas obvias. Siempre está pidiéndole las notas a Remus, que cada día es más “Remus” (el chico tímido siempre dispuesto a romper las reglas para ayudar a un amigo) y menos “Lupin” (el profesor torturado que pelea con la Orden), y que ha empezado a hacer pequeños comentarios en los márgenes para que las notas se entiendan mejor. Siempre le gustó Lupin, pero debe reconocer que Remus es brillante.
La rata no le interesa y hace un esfuerzo consciente por no olvidarlo. No importa cómo se vea, qué edad tenga, lo que haga o deje de hacer. Ron sabe quién es Colagusano.
Con quien no funciona esa lógica es con Sirius. No termina de llevarse bien con él, aunque intente repetirse que “es Hocicos”. Es curioso, porque de todos, es el único que es exactamente lo que Ron esperaba de él. Desde el odio que le tiene a “todas las serpientes” hasta la manía de ligarse a “la chica nueva”.
- Nunca he salido con una americana. Me pregunto si será cierto que…
- No es americana,- corta Ron.
Sirius se encoge de hombros.
- Pero ha vivido allí. Y de todos modos, ya he salido con todas las demás.
- Eso no es cierto,- corta James, lanzándole una almohada, que Sirius desvía hacia Peter a medio vuelo.
- Evans no cuenta. No voy a meterme con la chica que le gusta a mi amigo. Pero hasta donde sabemos,- dice, con esa voz que suena a problemas,- nadie está interesado en Granger. ¿Verdad, Zanahoria?
Se les ha dado por llamarlo Zanahoria. No es el apodo más imaginativo que se les pudo haber ocurrido, pero es infinitamente más amable que cualquiera de los que sufrió a manos de Fred y George, así que no va a quejarse.
Esta vez el almohadazo le da a Sirius en toda la cara.
- No le hagas caso,- dice James.- En el fondo a Canuto ni siquiera le gustan las chicas.
Colagusano ríe la broma y Sirius se lanza contra James con un grito de guerra. Remus mantiene la vista fija en su ensayo (aunque pasa un buen rato sin escribir nada) y Ron piensa que tiene una capacidad de concentración admirable.
*
- ¡Cuidado, mestizo!- grita Rosier con una sonrisa que muestra todos sus dientes, exactamente un segundo después de que Harry ha esquivado la bludger.
Rosier (cómo no) es bateador titular del equipo de quidditch. Porque no bastaba con tener que dormir en la misma habitación.
Desde su puesto frente a los aros, Zabini le grita que tenga cuidado, pero sonríe. Son cosas del quidditch. Si alguien se va a romper un brazo por no saber esquivar una bludger, es mejor saberlo antes del partido. Harry siempre ha tenido claro que el quidditch es un deporte rudo. Ése no es el problema. El problema es que durante 6 años ha seguido un estilo de juego (¿el estilo de Gryffindor? ¿de Oliver Wood?), y aunque sabía que existían otros, apenas empieza a darse cuenta de lo que eso implica en la casa de Slytherin. Zabini no parece jugar tan sucio como Flint, pero es claro que “el fin justifica los medios” es un lema con larga tradición en el equipo.
Ve desde lo alto un grupo de túnicas rojas que avanza hacia el campo y el corazón se le encoge un poco. A pocos metros, Regulus sigue su mirada y le hace un gesto a Zabini, que da la práctica por terminada. Menos mal. Aunque ver jugar a Slytherin nunca le dio vergüenza ajena, la verdad es que empieza a darle un poco de vergüenza propia.
- ¿Puedo hablar contigo?
Lo ha estado pensando. Zabini parece un tipo inteligente y Harry tiene un buen punto. “No somos malos,” quiere decirle. “Si invirtiéramos más tiempo en mejorar nuestro juego y menos en aprender como lisiar al otro equipo, podríamos ganar la copa.” Es la verdad. Y aunque a los slytherins no les importa mucho la verdad, les importa mucho la copa.
- Dame un segundo,- dice Zabini sin mirarlo.- Muy bien, equipo. No ha sido un mal día. Tomen una ducha, descansen y nos vemos el lunes a las 5 en punto. Wilkes, no se madruga a otros llegando tarde.- El grupo ríe la broma.- Regulus, excelente juego.
El grupo ha empezado a dispersarse cuando el equipo de Gryffindor ingresa al campo. Harry los sigue con la mirada, devuelve el saludo de Ron y sueña despierto con jugar junto a su padre, hasta que la voz de Wilkes lo trae de vuelta.
- Buen juego, mestizo,- dice con una sonrisa y le da una palmada en la espalda a modo de despedida.
Harry empieza a sospechar que “mestizo” se ha convertido más en un apodo que en un insulto. Lo que no hace que lo deteste menos.
-Perdona,- dice Zabini, dándole por fin su atención.- Quería sacarlos pronto.- Señala al equipo de Gryffindor con un gesto.- Si alguien va a lisiar a mis jugadores, prefiero que suceda cuando el árbitro pueda descontar puntos,- agrega como en broma.
El comentario desconcierta a Harry un segundo.
- Um… ¿Por qué nos atacarían si no los provocamos?
Zabini confunde el orgullo herido con ignorancia.
- ¿Incontinencia de varita? No lo sé. He renunciado a entender qué tienen los gryffindors en la cabeza. Solo ten cuidado. No les gustamos y no piensan mucho antes de demostrarlo. ¿Querías decirme algo?
- Um… - Harry parpadea- Estaba pensando en nuestro juego.
- Dime.
- ¿No crees que pasamos demasiado tiempo aprendiendo a incapacitar al otro equipo?
Zabini lo mira sin comprender.
- Potter… no sé cómo hacen las cosas en América, pero aquí el quidditch no es un juego para gente que le tiene miedo a una bludger.
- ¡No es eso!
- ¿No?- dice Zabini con una sonrisa.
- ¡No! Es solo que… no somos malos,- dice por fin.- Pero podríamos ser mucho mejores si nos concentráramos en nuestro juego. Perdemos tiempo aprendiendo cosas que no necesitaríamos si jugáramos mejor.
- Mhm… ven conmigo, Potter.
Avanzan hacia la tribuna y se sientan cerca de la primera fila. Ron ha subido hasta los postes y James le da instrucciones al resto del equipo para empezar la práctica.
- ¿Ahora vamos a espiarlos?
Zabini alza una ceja.
- Qué mojigato, Potter… no me lo esperaba de alguien tan audaz con la escoba.- A Harry no le hace gracia. Zabini hace una mueca.- Cuando quiero espiar a otros equipos, no me siento con el uniforme de Slytherin en primera fila. Critica mis métodos, pero por favor, no insultes mi inteligencia.
Observan la práctica un rato.
- Como observarás,- dice Zabini,- el otro Potter es brillante y el maldito lo sabe. Ésa es su debilidad. Lo malo es que parece ser la única. Es imposible ganar con él en el campo y por lo tanto la estrategia obvia es sacarlo de allí… sí, Potter la estrategia obvia. El problema es su novio con el bate. Sirius Black, hermano de Regulus,- dice, señalando a Sirius.- No se lo menciones… es un tema delicado. Y no es importante. Lo importante es que tiene un bate y está obsesionado con Potter. Para sacar a Potter del campo, primero hay que sacar a Black.- Parece notar la expresión de Harry.- ¿No estás de acuerdo?
- Solo creo que podríamos ganar por nuestros propios méritos.
- Es lo que intento decir. Concuerdo contigo en que no somos malos. Pero no somos tan buenos. La buena noticia es que tenemos otras habilidades.
- ¿La habilidad de noquear al enemigo?- pregunta Harry con ironía.
- La habilidad de planear una estrategia. En el quidditch, Potter, como en la vida, la copa no se la lleva el que juega mejor sino el que gana el partido. Y para ganar un partido necesitas mucho más que talento con la escoba.- Entrecierra los ojos.- Te buscan.
Entre las gradas, Hermione avanza con la mochila cargada de libros.
- Maldita sea,- murmura Harry,- se me olvidó por completo.
Zabini se levanta.
- El lunes a las 5, Potter,- dice como despedida.- En punto. Valoro mucho la puntualidad y Regulus es un excelente buscador.
Saluda a Hermione con la cabeza cuando pasa a su lado.
- Me imaginaba que estarías aquí,- dice ella, dejando caer la pesada mochila.- Pensé que podríamos revisar la teoría mientras esperamos a Ron… que seguramente tampoco se acordará de ir a la Sala de Menesteres.
Harry tiene la decencia de agachar la cabeza.
*
- ¿Malfoy?
- Creo. Está más joven, pero la cara de idiota es inconfundible.
Era Malfoy, está seguro. Lo vio desde los postes de gol durante el entrenamiento, escondido detrás del campo con dos slytherins. No le gusta nada la idea de que ande paseando por los terrenos. Los Malfoy siempre traman algo y nunca es algo bueno.
- ¿Qué hacía aquí?- pregunta Harry, obviamente tan preocupado como él.
- Ni idea. Estaba hablando con Rosier y otro slytherin. Creo que era Lestrange.
- Debe estar reclutando mortífagos,- dice Hermione sin levantar la vista de sus notas.
Están en la Sala de Menesteres. Suelen reunirse allí a practicar, en el mismo ambiente que conjuraban para las reuniones del Ejército de Dumbledore. Es práctico y familiar, y los ayuda a recordar que esto es una misión, que solo están de paso.
Se quedan mirando a Hermione, que suspira y hace a un lado el pergamino.
- Rosier, Lestrange, Wilkes…- dice.- Supongo que no has olvidado con quién estás compartiendo habitación, Harry.
- Por supuesto que no,- responde Harry.
- ¿Entonces cuál es la sorpresa? Sabemos que Malfoy trabajaba para Voldemort… Merlín, Ron, solo es un nombre… Sabemos que era un mortífago en la primera guerra y que hubo reclutamientos en Hogwarts. No es difícil hacer la relación. Y si hubiera algo más… bueno… no podríamos intervenir de todos modos. Deberíamos concentrarnos en lo que sí podemos hacer,- dice, volviendo al pergamino.
Se le siente cansada, molesta. Ron supone que es comprensible. Hermione tiene eso de siempre intentar resolver los problemas. Saber exactamente cómo arreglarlo todo y no poder hacerlo tiene que estar volviéndola loca.
- ¿Son las notas de Dumbledore?- pregunta, para aligerar el ambiente.
Dumbledore no los entrena, pero siempre está dándoles consejos y recomendándoles libros. Y es innegable que Gideon ha ayudado mucho con el tema de los artefactos oscuros (aunque él crea que lo hace por un alumno curioso). Pero si es honesto, cuando le dijeron que necesitaban entrenar para enfrentarse a Ya Sabes Quién, Ron pensó que hablaban de ir con alguien que tuviera idea de lo que estaba haciendo. No se le ocurrió que iban a tener que entrenarse ellos mismos. Era obvio, ahora que lo piensa. Llevan haciéndolo desde primero.
Se para frente a Harry, escucha las instrucciones de Hermione y alza la varita.
*
Cuatro semanas pasan tan pronto como siempre. El cansancio y la picazón de las nuevas cicatrices, el alivio gradual de la luna menguante, la inquietud bajo la piel del último tramo, la luna creciendo noche tras noche, amenazante.
Remus arrastra sus huesos adoloridos de clase en clase y los Merodeadores se preparan para otra noche en el bosque.
Pero hagan lo que hagan, Ron no les recibe la maldita poción. Se ha pasado el día bebiendo de una cantimplora y no le ha quitado el ojo a su almuerzo ni un segundo. Y si eso no fuera señal suficiente de que sabe perfectamente lo que están tramando, luego de que Sirius consigue robarle la cantimplora un minuto, no vuelve a tocarla.
- No tengo nada contagioso,- ladra Sirius, que parece a punto de lanzarle un Desmaius (como si eso fuera a ayudar a alguien).
La mirada de Ron se desvía hacia Remus solo un segundo. Lo sabe. Es obvio que lo sabe. James opina que sabe algo, pero no pueden estar seguros de qué. Se le ve la pregunta en los ojos. Pero Remus sabe que no es la pregunta correcta. La pregunta es cómo maldita sea se dio cuenta tan rápido y qué está pensando hacer al respecto.
- Me tengo que ir,- dice Remus. Se hace tarde, Pomfrey ya debe estarlo esperando.- Los veo mañana.
Espera que el tono deje muy claro lo que quiere decir. No va a pasarle nada por pasar una luna solo.
- Cuídate,- dice Ron, y maldita sea, lo sabe.
Pomfrey lo está esperando en la puerta de la enfermería, con esa cara que dice “esto no es ningún juego, muchachito, estaba a punto de ir a buscarte”, pero se le pasa pronto. Tiene cierta debilidad por él y Remus siempre se ha preguntado por qué. Ha oído rumores en los pasillos acerca de tragedias familiares y los motivos que la llevaron a dedicar su vida a cuidar de otros, pero nadie entra en detalles. A veces se imagina que le recuerda a alguien. Un hermano pequeño tal vez, alguien a quien no pudo salvar, alguien a quien le hubiera gustado cuidar en noches de luna llena.
Avanzan hasta el Sauce Boxeador y cruzan el largo pasadizo. Remus intenta recordar la última luna que pasó encerrado en la Casa de los Gritos, sin ciervos, ni perros, ni ratas, sin carreras por el bosque ni forma de desfogar la violencia contenida. Cuándo fue la última vez que avanzó con aprehensión hacia la vieja casa.
Se sienta en el camastro a esperar a la luna. Le cuesta sacarse de la cabeza el “dilema de la zanahoria”. Es obvio que lo sabe y no parece que vaya a denunciarlo. Los chicos le han contado que tuvo un profesor hombre-lobo (un profesor hombre-lobo… la idea enciende una esperanza nueva en su pecho) y que parecía muy tranquilo con la idea. Pero si Ron se ha dado cuenta en apenas un par de meses, ¿cómo estar seguro de que nadie más lo sabe, de que nadie está a punto de darse cuenta?
Perdido en sus pensamientos, no los oye llegar hasta que abren la puerta de la pequeña habitación.
- ¿Sirius?
- ¿Por qué la sorpresa? No pensarías que te íbamos a dejar solo, ¿verdad?
- Pe… pero…
- Ya ves, así somos de brillantes. Todo por ti, Lunático,- dice, dejándose caer a su lado.
James suelta una risa y rueda los ojos.
- Habló el héroe,- se burla.- En realidad, la zanahoria nos dio la noche libre.
- ¿La noche libre?- pregunta Remus, confundido.
James asiente.
- Dijo que iba a dormir temprano y que no lo molestáramos si queríamos salir. Palabra por palabra,- dice, mirando fijamente a Remus.- Luego se metió en la cama y cerró las cortinas.
- Nunca cierra las cortinas,- dice Remus.
- Pues hoy sí,- dice Sirius a su lado.
La mirada de Remus va de Sirius a James y de James a Peter, y ha vuelto a caer en Sirius cuando el primer espasmo le retuerce el estómago.
Lunático no sabe quién es Ron Weasley, y Canuto, Cornamenta y Colagusano no parecen tener problema en olvidar que existe mientras exploran el Bosque Prohibido bajo la luna.
*
Está soñando. Es curioso, porque últimamente los sueños no suelen sentirse así (líquidos y fugaces y como “sueños”).
Hay un niño espiando a dos niñas en los columpios. La pequeña pelirroja vuela por el aire y cae como una pluma, sus ojos verdes sonrientes jugando a descubrir la magia. “Eres una bruja” dice el niño, pálido y descuidado, envuelto en un abrigo demasiado grande (y Harry se pregunta por un momento si está soñando con su propia infancia). El niño corre por los pasillos del Expreso de Hogwarts, entra en un compartimento y encuentra a la pelirroja; Harry también está allí, pero lleva ropa nueva y la piel rosada. También lleva ojos castaños. El niño ha crecido. La pelirroja de pronto es terriblemente familiar. ¿Ginny? piensa un segundo, y el sueño responde fundiéndose en una escena conocida. El niño es Snape. James lo cuelga boca abajo y Lily protesta. Harry recuerda a Zabini en el campo de quidditch (ten cuidado, no les gustamos y no piensan mucho antes de demostrarlo). Es de noche y Snape es un amigo que suplica perdón. El viento sopla en la colina y Snape es un enemigo que se arrepiente. El calor de julio se pega en la piel y Snape es un hombre que se desarma. Dumbledore se sienta tras el escritorio y Snape es finalmente el traidor que Harry recuerda. Solo que Dumbledore habla y sigue hablando (“a veces creo que hacemos la selección demasiado pronto,” dice, y Harry pierde el hilo de la conversación por un momento), y sus palabras tejen una red de intrigas que termina con su propia muerte a manos de la única persona en la que parece confiar (“soy afortunado, extremadamente afortunado de tenerte, Severus”). Una fuerza lo succiona hacia la realidad.
Se despierta de golpe, bañado en sudor. Las cortinas verdes están abiertas. En la cama de al lado, Snape es la única otra persona despierta en la habitación. En el silencio (solo roto por su respiración entrecortada), los ojos negros lo observan con preocupación y curiosidad.
- ¿Estás bien?
Parece una pregunta honesta. Una preocupación honesta. La confusión de Harry debe haberse hecho visible, porque Snape murmura “lo siento” y se gira hacia la pared.
Y es una imagen tan extraña, sobre todas las imágenes extrañas de la noche, una idea tan absurda, tan ridícula, tan imposible… tan real en el sueño, tan tangible… que a Harry solo le queda meterse al baño y vomitar las dudas junto con la cena.
Cuando vuelve a meterse en la cama, Snape finge dormir. Harry cierra las cortinas verdes y se hace preguntas sin respuesta hasta que amanece, la mirada apuntando siempre a la cama de al lado.
***
So cautiously at first, and then so high
Wonderous Stories. Yes, 1977.
El castillo siempre brilla más en Halloween. Hay calabazas flotando en el Gran Comedor (que exhibe un cielo nocturno lleno de estrellas), los fantasmas muestran sus mejores trucos, los profesores ríen presidiendo el banquete, Dumbledore se llena de dulces hasta las orejas y el exceso de azúcar en los adolescentes se traslada en chispas de colores por los pasillos, bromas que van y vienen sin malicia (unas con menos malicia que otras, claro).
James y Sirius llevan todo el día planeando algo y Hermione está segura de que Ron lo sabe.
- ¿No fuiste tú la que dijo que no podíamos intervenir? Bueno, el orden natural de las cosas es que los Merodeadores hacen las mejores bromas de la escuela, así que no intervengas.
- Una cosa es no intervenir y otra es colaborar.
- Pues tampoco colabores.
- ¡Zanahoria! ¿Vienes?- dice James como quien saluda. Ron responde con la cabeza.
- Me tengo que ir.
- ¿Zanahoria?
- Es un apodo. No tiene nada de malo.
Hermione suspira.
- No, no tiene nada de malo. Solo… solo recuerda que estamos de paso.
Ron suelta una risa por la nariz.
- Mira quién lo dice. ¿Dónde está Lily? Pensé que estaban unidas por la cadera.
Hermione va a responder cuando Lily aparece por el pasillo. Ron se despide con una sonrisa autosuficiente.
- ¿Qué le pasa?- pregunta Lily.
- Pues tú eres la experta... pero yo diría que sufre de exposición excesiva a Black y Potter.
- Oh,- responde Lily, con un gesto de dolor.- Lo siento.
Saludan a Harry a la distancia y se sientan junto a Marcia y Clarisse, que miran a un grupo de chicos de Ravenclaw entre risas.
En la mesa de profesores, Dumbledore se levanta para dar inicio al banquete.
- Queridos alumnos y colegas,- dice, y el Gran Comedor queda en silencio,- sean bienvenidos a compartir una noche de diversión con sus compañeros. Los alumnos de séptimo, como todos los años, tienen permiso para pasear por los terrenos después del banquete. Por favor, manténganse en las zonas autorizadas y no causen problemas a Hagrid, nuestro cuidador, quien estará asistiendo al Sr. Filch con la vigilancia esta noche. Un especial agradecimiento a nuestros fantasmas residentes, quienes se han pulido esta noche con el entretenimiento. Un aplauso para ellos, por favor.
Nick Casi Decapitado se agacha para agradecer el aplauso y la cabeza le queda colgando. La Dama Gris lo observa desde lejos con un gesto de consternación.
- Hoy celebramos el fin del verano y el inicio de la temporada oscura. Celebramos, porque así como llega el invierno, llegará pronto la primavera,- dice con ojos brillantes y alza una copa.- Brindemos hoy para que en el invierno que se aproxima ninguno olvide que la luz más poderosa es la que llevamos dentro y que es una luz capaz de iluminar las sombras más profundas.
Desde la mesa de Slytherin se oyen burlas, pero finalmente todos brindan y las fuentes de cerdo glaseado, verduras y puré de calabaza aparecen sobre las mesas, adornadas con los colores de cada casa (doradas para Gryffindor, plateadas para Slytherin, de cobre en la mesa de Ravenclaw, de vidrio en la de Hufflepuff). Es un gran banquete.
Ya ha aparecido el postre (pastel de calabaza y frutos del bosque), cuando chispas de colores empiezan a volar por el comedor. Al principio son una pocas, saltando divertidas entre la gente. Luego son cada vez más. Y más. Las chispas se transforman en pequeñas calabazas que penden sobre las cabezas de todos. “Trato o truco” dicen las letras talladas en la corteza. Todos las miran con consternación un momento antes de que exploten. De algunas caen dulces. De otras (casi todas en la mesa de Slytherin) cae una pasta verde y viscosa. McGonagall suspira cansada y le lanza una mirada asesina a cierto rincón de la mesa de Gryffindor en el que Ron se parte de risa mientras los dulces resbalan de su túnica. Dumbledore también ríe, cubierto de verde (“pero que truco tan curioso,” parece decirle a Flitwick, mientras le roba un dulce de la cabeza).
*
- ¿No fue increíble?- pregunta Ron con ojos brillantes y una sonrisa que no le cabe en la cara.
Harry asiente y no responde. Tiene una expresión que Hermione nunca había visto en él. Una que no esperaba llegar a ver. Le da un pisotón a Ron, pero no funciona.
- ¡Ay! ¡Hermione, ten cuidado!- Vuelve a dirigirse a Harry.- Tengo que contarte cómo lo hicimos. Remus es un genio.
Por otro lado, es una expresión que ha visto muchas veces en Ron. Pero si el karma quería que Harry Potter aprenda qué se siente estar celoso de su mejor amigo, a Hermione se le ocurren situaciones menos dolorosas que podría haber elegido.
Desde la puerta, James hace un gesto para llamarlos. Ron responde con la cabeza.
- Estamos yendo al lago,- dice, y Harry asiente sin decir una palabra.- ¿Vienes?
- ¿Qué?- pregunta, confundido.
- Que si vienes al lago.- Ron parece inseguro un momento.- Digo, si quieres podemos hacer otra cosa. Pero James y Sirius quieren conocerte y pensé…
A Harry le empieza a crecer la sonrisa. A veces se le olvida. No sabe cómo, pero se le olvida.
Nunca desconfíes de Ron.
Suelta una risa.
- ¿Me estás hablando en serio?
Ron sonríe aliviado, le pasa un brazo sobre los hombros y avanza hacia la puerta.
- ¿Vienes?- le pregunta a Hermione cuando pasa a su lado.
Hermione asiente, sonriendo.
*
Es una noche preciosa. El frío de casi-noviembre ya empieza a colarse bajo la túnica, pero la energía adolescente hace que la hierba parezca cálida cuando se tienden bajo el roble junto al lago. (Harry conoce el roble. Lo vio hace mucho, mucho tiempo, en los recuerdos de un traidor que se empeña en martillar su subconsciente con la idea de que no lo es.)
James y Sirius cuentan la historia de las calabazas.
- Todo fue idea de Remus,- dice James. Se pasa una mano por el cabello y sonríe como solo puede sonreír alguien que nunca ha tenido que tomarse la vida en serio. Pero hay algo que le dice a Harry que no es el mismo que atacó a Snape bajo aquel árbol hace apenas dos años (tampoco él es el mismo que descargó su ira contra Dumbledore tras la muerte de Sirius… han sido dos largos años). De la tensión de su primer encuentro no parece quedar ni siquiera el rastro.
- O por lo menos, eso es lo que pensamos decirle a McGonagall,- agrega Sirius con una sonrisa, pasándole un brazo a Remus sobre los hombros. Es una sonrisa brillante, exagerada, como todos sus movimientos. Harry tiene la impresión de que éste no es exactamente Sirius, de que éste es el personaje que le muestra a los extraños. Lo entristece un poco, pero no demasiado. Todavía puede reconocerlo a través de la fachada (gestos que recuerdan a otros gestos, palabras que suenan a otras palabras).
No es exactamente el mismo, pero se parece lo bastante para distraer la atención de Harry (que observa desde el rincón, con miedo a romper el hechizo). Las pequeñas similitudes, las diferencias que no lo son del todo, arrastran su mirada como la gravedad. Pasa lo mismo con Lupin. Y eso es todavía más curioso, porque no recuerda haberse acercado a Lupin lo suficiente como para notar esas cosas que conforman su centro, que se escapan de entre las rendijas de su coraza adolescente con mucha más fluidez que de su coraza adulta (tal vez estaba equivocado, tal vez nunca se dio cuenta de cuánto se había acercado).
- No te asustes,- dice alguien a su lado,- siempre es así con la gente nueva.
Colagusano sonríe, como dándole la bienvenida. Por un segundo, Harry piensa en el contraste que hace con la exhibición de Sirius y lo odia todavía más por eso. Son las miradas preocupadas de Ron y Hermione las que hacen que se controle. Ha pasado por suficiente los últimos dos meses como para que crean que no puede manejar a Colagusano.
- No estaba asustado.
- ¿Y por qué iba a estar asustado?- salta Sirius.- ¿Qué pasa, otro Potter? ¿Te da miedo estar solo con un montón de gryffindors?
Un poco, si debe ser completamente honesto.
- Para nada.
- A lo mejor debería,- sigue Sirius.- Nadie va a hacerte nada mientras esté aquí el amigo Zanahoria… pero no podemos responder por nuestros actos si va al baño.
- Canuto…- advierte James. Y Sirius sonríe como un angelito.
Solo lo está picando, claro. Es una broma. Pero se parece demasiado a las bromas de Rosier como para encontrarle gracia.
Si Harry fuera James (pero mientras más tiempo pasa a su lado, menos entiende la genética), se sacaría de la manga alguna anécdota impresionante, como esa vez que Ron y él estuvieron rodeados por acromántulas que solo los dejaron vivir por respeto a su madre. Le encantaría escuchar la respuesta de Sirius a eso.
Pero Harry es Harry. O eso cree. Han sido dos meses muy raros.
- Tu hermano es un excelente jugador,- dice, casi sin pensarlo (y totalmente a propósito). Y podría ser un comentario desafortunado del chico nuevo que no conoce la historia. Pero está claro en los ojos de Sirius que Harry no lo engaña.
- Gracias,- responde James inmediatamente. El mensaje es claro. La única familia de Sirius soy yo y que no se te olvide.
Ron no le quita los ojos de encima desde que llegaron y a Harry se le ocurre que a lo mejor la genética no está tan desencaminada, después de todo.
- Y además me dicen que este año tienen un guardián increíble,- dice sin perder el paso. A Ron se le ponen las orejas como tomates. Yo también, papá. Yo también tengo un hermano por quien daría la vida.
Es una conversación que nadie escucha, pero sucede. No es su primer encuentro, pero podría ser la primera vez que se comunica con su padre. Y por primera vez desde que se sentó bajo aquel árbol, se siente en confianza.
- Todos mis jugadores son increíbles,- responde James con media sonrisa.
- A la guardiana del año pasado acaba de ficharla el Puddlemere United,- agrega Colagusano, y Ron abre los ojos como platos.
Genial. Lo que nos faltaba.
Antes de que se le ocurra cómo tranquilizar a Ron, Lily cae rendida junto a Hermione.
- Merlín, no están hablando de quidditch, ¿verdad?
James abre la boca, pero Sirius lo interrumpe.
- Nuestro árbol, nuestras reglas, Evans.
- No veo tu nombre por ningún…- Sirius tiene la varita a medio levantar cuando Lily se retracta.- Espera. Ya recordé cómo termina esto.- Rueda los ojos y gira el cuerpo hacia Hermione y Remus, sacando al resto de su campo de visión.- Hablen de lo que quieran. Remus, ¿has leído algo interesante últimamente?
- ¡Hey!- grita Sirius.- ¡No puedes llevarte a Lunático!
- La verdad es que yo de quidditch…- empieza Lupin.
- No estamos hablando de quidditch,- dice James de pronto y la discusión termina. Sirius hace una mueca (arruinas mi diversión, Potter), Lupin parece aliviado y Colagusano lo mira expectante. A Harry le parecería muy montado, si no fuera porque Ron tampoco dice una palabra.
- No estamos hablando de nada en particular,- dice, por decir algo.- ¿Cómo estás? ¿Qué tal el banquete?
- Maravilloso,- responde Lily con una sonrisa.- Hasta que un grupo de inadaptados decidió bañar de verde a la mitad de la escuela y McGonagall me pidió que me quedara una hora más para ayudar a limpiar a los pequeños,- agrega, la mirada furiosa clavada en James.
- Vamos, Evans… ¿dónde está tu sentido del humor?- responde él con una sonrisa demasiado producida.
- Mi sentido del humor está perfectamente bien. Tan bien, que es capaz de distinguir entre una broma y un grupo de engreídos haciéndose los listos.
Remus agacha la cabeza y se ruboriza un poco. Sirius suelta algo parecido a una risa.
- Por favor, Evans. Tienes que vivir un poco,- sigue James.- ¿Qué vas a contarle a nuestros hijos sobre la escuela? ¿Qué te la pasaste leyendo en la biblioteca?
- ¿Hijos contigo? Prefiero que me frían a crucios.
Es claro que la línea de conversación debería estar afectándolo. Es claro en la mirada de Hermione, por lo menos. James y Lily van a tener un hijo. Y ese hijo va a ser Harry. Y ninguno va a vivir lo suficiente para contarle nada acerca de Hogwarts. En algún lugar de su subconsciente, Harry está seguro de que algo se está quebrando. A lo mejor duele luego, cuando haya podido procesarlo. Por ahora, solo hay una frase en su cabeza. La oyó en alguna película que vio a escondidas desde la escalera de los Dursley. O a lo mejor en varias. Es una de esas frases.
Si quisiera ver a mis padres discutiendo, me iría a casa.
Cuando suelta la risa, Ron y Hermione se quedan de piedra. Por algún motivo, eso le hace todavía más gracia.
Las estrellas brillan reflejadas en el lago y es verdaderamente una noche preciosa.
*
- ¿Cómo puedes dormir con ese… tipo?
- Es como una… mopa en aceite…- Sirius hace gestos en el aire intentado explicar a qué se refiere.
James sacó la botella cuando se fueron las chicas. Harry sospecha que no es el mejor whisky de fuego del mundo, pero tampoco es que haya probado otro. Y no iba a rechazarle un trago a su padre.
- ¿Es verdad que se lava el polo… el pelo… una vez al mes?
De alguna manera, la conversación ha terminado girando alrededor de Snape. Harry no está completamente seguro, pero puede que haya sido él mismo quien sacó el tema.
- ¡Por supuesto que es verdad!- grita Sirius.- ¡Yo lo inventé!
- Eso no sería… ¿lo contrario de la verdad?
Todos voltean a mirar a Lupin. Ya le habían contado al inicio que tenía una resistencia sorprendente al alcohol. Todos saben a qué se debe, claro. Solo hay que cuidarse de no decirlo. Sirius se tiende en la hierba, apoya la cabeza en su regazo y le da la botella.
- No es divertido si razonas, Lunático. Haz un esfuerzo.
Sirius ha resultado ser una persona extremadamente táctil. Harry ya se lo imaginaba, claro. Pero nunca lo había visto en estado silvestre. Lupin va a responder, pero finalmente sonríe y da un sorbo largo.
- ¡Hey!- grita James, estirando una mano.- ¡Deja algo para los que sí podemos aprovecharlo!
- Shh…- dice Sirius, cerrando los ojos y acomodándose sobre Lupin.- Deja que lo intente. A lo mejor hoy tenemos suerte.
Por algún motivo, eso hace que Lupin se ponga como un tomate.
- Pues ya sería hora,- dice James para sí mismo.
Harry mira a Ron un segundo, a ver si él entiende de qué va la cosa. Pero Ron está muy concentrado en meterle pajitas en las orejas a Colagusano, que se ha quedado dormido contra el árbol. James lo descubre y se le une con una sonrisa tonta. En el regazo de Lupin, Sirius se ríe como ladrando.
Harry solo tiene un segundo para sentirse fuera de lugar antes de que Ron se le acerque con una sonrisa de oreja a oreja y le alcance una pajita.
Terminan la noche tendidos en el pasto, renombrando constelaciones. Harry nunca ha sido particularmente bueno en astronomía, pero reconoce el patrón. Sirius es de pronto “Rey del Cielo”, Regulus “El Idiota Menor”, Orión “El Idiota Mayor” y un conjunto de estrellas formando un gancho “La nariz de Snivellus”. Lo cual, por supuesto, lleva la mente de Harry de regreso al tema de la noche.
- Tuve un sueño,- dice bajito. No se siente borracho, pero nota que la lengua tarda un poco hacerle caso.
- ¿Un sueño?- pregunta Ron como adormilado, la cabeza contra la suya en la hierba, el cuerpo extendido a su lado, largo y tibio en la noche de otoño.
- Snape… no era un traidor. Dumbledore le había pedido que lo matara.
Por supuesto, Ron se ríe. O bueno, hace como que se ríe, pero está demasiado relajado para que prospere.
- ¿Por qué haría algo así?
- Para no tener que volver a verle la cara grasienta,- dice Sirius adormilado, respondiendo por puro instinto a una conversación sin sentido.
- Porque descubrió que eran parientes y no soportó la vergüenza,- sigue James.
- Estaba enfermo,- dice Harry.- Iba a morir de todos modos.
Sirius echa la cabeza hacia atrás y lo mira con una ceja alzada.
- Eso no tiene gracia.
Harry respira el aire del lago y sigue mirando las estrellas.
No sabe cuánto tiempo pasa, pero de pronto Lily y Hermione pasan riendo con otras chicas. Decide seguirlas. Hay una fogata al borde del lago. Un grupo de slytherins toca música, con guitarras y un saxofón. En el centro, Dumbledore se sienta con una túnica púrpura y hace surgir imágenes del fuego.
- ¡Harry!- grita Parvati Patil, que va del brazo de Rosier.- Te presento a mi novio.
Harry la mira confundido. Hay algo que no encaja. Pero de pronto no importa, porque alguien lo abraza por la espalda y es Ginny, sonriente y brillante, con un vestido que deja al descubierto sus hombros llenos de pecas. Se besan frente a la fogata y observan a Dumbledore crear criaturas de colores que vuelan sobre sus cabezas antes de estallar en chispas brillantes y dulces que caen del cielo. Ginny lo toma de la mano y ríe. Alrededor de la fogata, las parejas susurran y se besan, los amigos ríen y conversan, los pequeños corren, es una gran fiesta. En una esquina, Ron y Hermione discuten por algo. Ron lleva lentes y el cabello negro desordenado. Hermione es pelirroja y sus ojos verdes brillan en la noche. Junto al árbol, Sirius sigue apoyado en Lupin. Lupin le acaricia el cabello y Sirius se mueve contra la caricia, como un perro buscando cariño. De pronto se voltea y le roba un beso.
- ¿Hacen una pareja preciosa, verdad?- dice Snape a su lado. Lleva una túnica negra de botones y sonríe con 17 años. Van tomados de la mano. Con la otra mano, levanta el vaso y brinda a la distancia. Desde la fogata, Dumbledore levanta su vaso en respuesta.
- Harry,- dice Snape con la voz de Ron.- Harry, despierta.
Harry abre los ojos confundido. Donde estaba la fogata de pronto está Ron, pálido como papel.
- Debería reportarlos.- Oye de pronto la voz de Hagrid y se levanta de un salto. Esto no es bueno.
- Vamos, Hagrid. Es Halloween,- dice James, estirándose y bostezando como si no pasara nada. A su lado, Lupin mira al suelo.
- Bebiendo en los terrenos,- continúa Hagrid.- Si lo supiera el profesor Dumbledore…
A Harry se le ocurre que no fue buena idea pararse tan deprisa. O beber tanto. Se coge la cabeza con las dos manos en un vano intento por detener el mundo, que insiste en dar vueltas. Colagusano parece pensar lo mismo, pero lo expresa de una manera más práctica, expulsando todo el alcohol (y el banquete) en sus zapatos.
- Oh, por Merlín,- exclama Hagrid, pasándose una enorme mano por el rostro.- Vayan a dormir. Y nada de usar las varitas para limpiar,- advierte.
- Eres genial, Hagrid,- dice Sirius, saltando.
- Sí, sí… Ahora a dormir. Y mucho cuidado con Filch.
- Tenemos permiso para estar en los terrenos hasta tarde,- dice Lupin, perfectamente sobrio.
- ¿Tienen permiso para beber en la escuela?- pregunta Hagrid.
Lupin vuelve a agachar la cabeza.
- Yo los cuido,- dice.
James y Sirius ya avanzan hacia el castillo, abrazados y cantando “Love me do” a todo pulmón.
Hagrid suelta media risa.
- Suerte con eso.
*
Milagrosamente, llegan hasta las mazmorras sin cruzarse con nadie. O a lo mejor es porque Lupin tiene abierto el mapa y cree que Ron y Harry están muy borrachos como para darse cuenta. Idea que tampoco está tan alejada de la realidad.
- Shh…- dice Harry frente a la puerta, aunque nadie está hablando.- Serpientes,- dice, y no pasa nada.- Mmm… Idiotas.- Nada.- Engendros endogámicos. No… Hijitos de papá.- Los gryffindors lo observan confundidos.- Ah… cierto,- dice Harry, rodando los ojos.- Sangrepura.- La puerta se abre.
James y Sirius lo miran con la boca abierta.
- Eres el slytherin más genial de la historia,- dice James.
- Haces que me avergüence todavía más de mi familia,- dice Sirius.
De pronto, está envuelto en un abrazo doble. Casi no puede respirar, Sirius y James pesan más de lo que parece y siente que va devolver el banquete en cualquier momento. Es lo más genial que le ha pasado nunca.
- Chicos, yo también estoy emocionado, pero tenemos que irnos,- dice Lupin, sosteniendo a Colagusano y mirando el mapa.
- Lo que tú digas, cariño,- responde Sirius soltándose del abrazo y guiándolo de la cintura hacia la escalera. Harry recuerda de pronto el sueño.
- Sirius… no puedo con los dos,- se queja Lupin.
Sirius sacude a Colagusano hasta que se despierta.
- Muévete,- dice,- molestas a mi chica.
- No soy una chica,- dice Lupin, con el tono de quien ha tenido esta conversación más de una vez.
James sacude la cabeza.
- Que mal borracho eres, Black,-dice antes de pasarle un brazo sobre los hombros a Ron, otro a Colagusano y avanzar por el pasillo. Harry los ve alejarse con un poquito de envidia antes de cruzar la puerta.
*
Siempre hace esto cuando está borracho. Es como un cachorro grande, piensa Remus. Solo que no es cierto. Es como un cachorro grande cuando salta sobre James y lo revuelca por el suelo, revolviéndole el cabello (“¿quién te quiere, Jimmy, quién te quiere?” “suelta, perro”). Esto es distinto. O eso cree.
- ¿Por qué estás tan sobrio, Lunático?- se lo susurra al oído.
- Ya sabes por qué.
Porque soy un monstruo.
Sirius sacude la cabeza y su cabello le hace cosquillas a Remus en la mejilla.
- Yo creo que sería cosa de que hicieras el intento.
Remus ríe sin ganas.
- Avanza, Canuto, que nos están dejando.
- Que nos dejen.
Es distinto.
O a lo mejor no. Sirius tiene una concepción muy extraña del espacio personal. Le aprieta la cintura y le entierra la nariz en el cabello. A Remus le tiemblan un poco las rodillas. Pero no es un comportamiento extraño en Sirius. A veces hace eso de oler a la gente. Dice que es su personalidad canina.
- Hueles a hierba fresca.
- Es porque nos dormimos junto al lago. Tú hueles igual.
Sirius sonríe contra su cabello.
- ¿Te gusta?
- ¿La hierba fresca? Sí. ¿Dormir fuera en este frío? No tanto.
Sirius ríe bajito y cambia de posición para abrazarlo desde atrás y rodearlo completamente con sus brazos.
- Yo te abrigo,- dice.
Remus se queda quieto. Más que nada porque no sabe qué hacer. Frente a ellos solo queda el pasillo a oscuras, el resto del grupo ya muy adelantado. Sirius se queda quieto también. En el silencio de la noche, Remus puede escuchar su respiración.
Sirius le pasa la nariz por el contorno del rostro, como oliéndolo. Lo aprieta contra su cuerpo.
- ¿Ya estás más abrigado?- le susurra al oído. Remus cierra los ojos y asiente despacio. Lleva meses caminando al borde del abismo y solo quiere dejarse caer.
Sirius lo libera despacio. Gira a su alrededor hasta pararse frente a él. Huele a alcohol y hierba fresca y cuando le toca el rostro le tiemblan un poco las manos. Traza con un dedo la cicatriz larga que se hizo en verano, desde la oreja a la barbilla, siguiendo el movimiento con ojos vidriosos. Se detiene justo debajo de su boca, la mirada como hipnotizada. El pulgar de Sirius le roza el labio inferior.
- ¿Alguna vez has besado a un chico, Lunático?- pregunta en un susurro que retumba en el silencio del pasillo.
Remus niega, moviendo apenas la cabeza. Nunca ha tenido la boca tan seca. Pero es Sirius quien se moja los labios.
- Tampoco yo.
Sirius se acerca imperceptiblemente (Remus lo percibe). Siente el corazón en todo el cuerpo.
La Señora Norris maúlla.
Se separan de un salto y se miran un segundo, entre el pánico y la confusión. Luego Sirius lo coge de la mano y sale corriendo.
Sirius es experto en evadir a Filch. Puede hacerlo sin ayuda del mapa o la capa. Avanzan de pasillo en pasillo, sin detenerse en ningún escondite más de unos segundos. Diez segundos detrás del tapiz de Merwin la Maliciosa, el índice de Sirius sobre sus labios, los oídos atentos, las miradas intensas en la oscuridad. Ocho segundos bajo la escalera, apretados uno contra el otro, la respiración de Sirius caliente en la nuca. Cinco segundos tras la esquina de un pasillo solitario, la mano de Sirius apretando la suya, antes de la última carrera hasta la Dama Gorda.
Se detienen frente al retrato, respirando agitados. Sirius se muerde el labio inferior. Remus quiere mordérselo él.
Se oyen ruidos en el pasillo. Sirius sonríe y susurra la contraseña sin dejar de mirar a Remus.
Lo jala de la mano a través de la puerta.
… Y de pronto lo suelta.
- Ya era hora,- dice James, tumbado en el sillón entre un Peter inconsciente y un Ron a punto de estarlo.- Colagusano dejó la escalera hecha un desastre, oh, buen amigo sobrio,- le dice a Remus.
- Erm… claro,- responde Remus y saca la varita con la mano que hace un segundo le cogía Sirius. Todavía le tiembla un poco.
Cuando termina de limpiar el desastre, James y Sirius cargan a Colagusano escaleras arriba y Remus se une a la caravana al lado de Ron.
*
Está dando el EXTASIS de pociones, pero las preguntas están en griego antiguo. Mira a su alrededor. Todos están respondiendo. ¿Cuándo llevaron griego antiguo? ¿Y por qué maldita sea entra en el examen de pociones?
No… un momento. Está soñando. Esto es un sueño. Respira como ha estado practicando. Toma el control de su mente. Siente el entorno. Avanza hacia la conciencia. Está en su habitación. No hay ningún examen. Está dormido. Hay un peso junto a sus pies.
Alguien está en mi cama.
Se despierta de un salto e intenta coger la varita, pero su cuerpo no está despierto del todo.
- Shh…- dice el intruso.
Severus parpadea. Entrecierra los ojos.
- ¿Harry?
- Shh… sigue durmiendo.
- ¿Estás borracho?- Es una pregunta retórica. Toda la habitación huele a alcohol.
Harry se encoge de hombros.
- Es Halloween.
- Bueno…- dice Severus, y se le ocurre que sigue soñando. Se concentra. No. Está bastante seguro de que está despierto.- ¿No deberías irte a dormir?
Harry lo mira de pronto con el ceño fruncido.
- ¿Qué dijiste?
- Que deberías irte a dormir.
- No… me dijiste Harry.
Severus alza una ceja.
- Es tu nombre.- Se pregunta si es posible tomar tanto como para olvidar algo así.
- Nunca me habías dicho Harry.
Hasta donde Severus recuerda, nunca le ha dicho de ninguna manera. Pero claro, lo cierto es que no llama a casi nadie por su primer nombre.
- Tengo algunos problemas con tu apellido,- confiesa.
Harry suelta una risa por la nariz.
- James,- dice. Hay cariño en como lo dice, pero también cierta exasperación. Suena un poco a “ese idiota” y un poco a “ya crecerá”, y por algún motivo a Severus le gusta, aunque sea tan afectivo.
- Y supongo que es a ese idiota al que tengo que responsabilizar de que estés borracho en mi cama.
Harry mira alrededor confundido, como dándose cuenta de pronto de dónde está. Severus suspira. Nunca ha sido bueno con los borrachos. Hay algo en la debilidad voluntaria que simplemente no entiende.
Harry hace ademán de pararse, pero frunce el ceño y se apoya contra la pared.
- ¿Te gusta Lily?- pregunta.
Severus se queda helado.
- ¿Qué?- responde en un susurro.
- Soñé que te gustaba Lily… y que todo era un plan de Dumbledore. Que en realidad me estabas cuidando.
- Merlín, ¿cuánto has tomado?
Harry ríe sin ganas y se levanta de la cama. Parece que no es buena idea, porque se pone verde y sale disparado al baño. Severus respira hondo y conjura un vaso con agua. Se lo da cuando vuelve y Harry bebe apoyado contra los postes de la cama.
- ¿Se te va a hacer costumbre esto de vomitar en mitad de la noche?
Harry niega, bajando el vaso y mirándolo fijamente. Sus ojos siguen vidriosos pero enfocados.
- Gracias,- dice, y empieza a desvestirse. Se pone una camiseta sobre la ropa interior y se sienta en su propia cama. Vuelve a mirarlo intrigado.
- ¿Me estabas cuidando, Snape?-Suena terriblemente confundido.
- Es solo un vaso de agua, no es gran cosa.
Harry frunce el ceño. Parece reflexionar sobre algo.
- Tú no eres Snape,- dice de pronto.
- Oh por… ¿Puedes dejar de decir idioteces y meterte en la cama?
Harry se ríe.
- Pero hay que reconocer que te pareces mucho,- dice, y (por fin) se mete en la cama.- Buenas noches… Severus.
Severus suspira y vuelve a acostarse.
- Buenas noches, Harry.
Realmente, realmente, no entiende a los borrachos.
***
Move like a cat, talk like a rat, sting like a bee
20th century boy. T-Rex, 1973.
A Sirius le pasa algo. James no sabe qué es, pero no es nada bueno. Cuando se lo pregunta, dice que la resaca lo está matando, pero James conoce las resacas de Sirius. Las resacas de Sirius involucran caras largas, gruñidos, quejas y más quejas (hace mucho calor, hace mucho frío, hay demasiada luz, hacen demasiada bulla, no quiere que lo molesten, no quiere que lo dejen solo…). Y James sigue esperando las quejas. En su lugar, recibe un silencio nada característico de las resacas y bastante más parecido a eso que hace Sirius cuando se siente culpable. Cosa que (para exasperación de todos sus maestros) es bastante inusual.
- Mi cabeza va a explotar,- dice Zanahoria, que es el que peor la está pasando y parece que nunca se hubiera emborrachado en su vida (¿hay whisky de fuego en América, verdad?). Predeciblemente, Granger bufa desde el rincón de la mesa en el que ha amontonado todos sus libros para hacer la tarea en feriado.
- ¿No celebran el primero de noviembre en América?- pregunta casi sin darse cuenta.
Granger lo mira confundida, como si no entendiera la pregunta. James se imagina por un segundo que su mente ha colapsado por exceso de información y casi espera que empiece a salirle humo de las orejas. Luego oye la voz de Lunático desde el otro extremo de la mesa (también cubierto de libros).
- Quiere saber por qué estamos estudiando,- dice, y comparte con Granger una de esas miradas de “lo sé, pero así los queremos” que comparten a veces.
Ahora que lo piensa, puede que sea lo primero que oye decir a Lunático en todo el día.
- Es la oportunidad perfecta para trabajar sin interrupciones,- explica Granger, como si la pregunta hubiera ido en serio.- No me van a decir que no tienen ni un ensayo atrasado. Pociones se entrega el jueves y hasta dónde sé ninguno ha terminado. Ron, ¿no crees que deberías aprovechar para trabajar en eso?
Weasley gime y hace un intento (fallido) de esconder la cabeza entre sus manos.
- No sean exagerados,- dice Lily, uniéndose a la cruzada para hacerlos sentirse mal por haberse divertido en Halloween. - Remus estuvo con ustedes y está estudiando.
- Remus no cuenta,- dice Zanahoria entre sus dedos.
- Porque estaba sobrio,- apunta Colagusano, siempre alerta para cubrir a un amigo.
Y Sirius pega un salto.
Es como si acabara de despertarse, los ojos clavados en Colagusano. Y luego en Lunático, que se ha puesto como un tomate en 3 segundos.
- ¿Qué?- pregunta Peter.
Sirius no responde. Estudia a Remus con cuidado y a James le queda claro que lo que sea que le esté comiendo la cabeza, tiene que ver con él. Y con el hecho de que haya estado sobrio anoche.
Oh.
Claro.
El desayuno y el whisky de fuego se enfrentan valientemente en su estómago.
No es que le parezca malo. Merlín sabe que ha tenido tiempo más que suficiente para hacerse a la idea. Y tampoco tiene la mente tan cerrada. Si algo le ha quedado claro después de tantos años de escabullirse por los pasillos de Hogwarts es que la gente hace cosas mucho, mucho más raras que enredarse con alguien de su mismo sexo.
Es solo que…
Es solo que.
Granger también mira a Sirius. Y luego a Remus. Y en un instante de pánico, es muy obvio que su cerebro sobreexplotado está atando todos los cabos correctos.
Le cae bien Granger. Tiene un poco de Lunático y un poco de Lily, y eso no puede ser malo. Pero no puede negar que lo pone nervioso. Tiene esa manía deestudiarlos todo el tiempo (porque lo que hace no puede llamarse sencillamente observar) y sabe que es ridículo, pero no puede evitar que le recuerde a esas películas de extraterrestres de las que hablaban los chicos muggle que conoció en la playa.
- Peter tiene problemas con encantamientos,- dice de pronto, redirigiendo la atención del grupo. Colagusano parece confundido, pero sigue la jugada. La mirada de James se cruza un segundo con la de Granger y podría jurar que oye los engranajes funcionando.- La última vez que intentó conjurar abejas, toda la clase terminó en la enfermería.
Dirán lo que quieran de James Potter, pero sus palabras siempre tienen el efecto deseado.
- ¡Eso fue culpa de Sirius!- grita Colagusano, resaca olvidada. Zanahoria se coge la cabeza con un gesto de dolor y Sirius suelta la primera risa del día. Hasta Lunático levanta la vista del libro, divertido.
- Tienes que dejar de culpar a otros por tus errores,- dice Sirius con una sonrisa.- No todos podemos ser buenos en todo.
Fue culpa de Sirius, por supuesto.
- Tú fuiste el que me dijo que revolviera la varita en el aire antes de la invocación.
Granger abre los ojos con horror.
Cerebrito.
- Tú fuiste el que me hizo caso. ¿Quién revuelve la varita antes de invocar cosas vivas? No me culpes por tu incapacidad para entender algo tan básico.
- ¡Le pudo pasar a cualquiera!
- ¿Ah, sí? ¿Tú me hubieras hecho caso, L…?- Sirius hace una pausa. Se aclara la garganta.- ¿Tú me hubieras hecho caso, Lunático?
Lunático niega con la cabeza, vuelve a su libro.
Maldita sea.
(Es solo que, termine como termine todo esto, nada va a volver a ser lo mismo.)
- Si tienes problemas con encantamientos, a lo mejor yo puedo ayudarte,- dice Granger. Parece una oferta genuina, pero a James no se le escapa que lo dice en el momento exacto en que el silencio empieza a volverse incómodo.
Zanahoria levanta la cabeza sorprendido y se pone un poco más pálido.
- Así nos evitamos todos el viaje a la enfermería,- dice Granger, mordiéndose el labio inferior. Zanahoria no se ve convencido.
James sospecha que a Zanahoria no le cae muy bien Colagusano, pero no pensó que fuera para tanto. O a lo mejor es esa cosa posesiva que se le escapa cuando Sirius hace bromas sobre ligarse a “la americana”. Quién sabe. En líos de pareja (declarada o no) mejor ni meterse.
Mira de nuevo a Remus (escondido en su libro) y a Sirius (escondido en sí mismo).
Maldita sea.
*
Es el último entrenamiento antes del partido y está bastante nervioso sin tener que preocuparse por Hermione aliándose con el lado oscuro.
- Tú eres el que sale a beber con él.
- ¡Porque no puedo evitarlo! Tú eres la que dice que no puedo hacerle nada.
- Y no puedes. Lo que digo es que así como tú compartes la habitación y tienes que tratarlo como a cualquiera, yo también puedo ayudarlo con encantamientos como haría con cualquiera.
- ¡Es Colagusano!
- Sí, pero… pero no lo es. ¿No lo ves, Ron? Es un chico como cualquiera. Todavía no ha hecho nada, ni siquiera lo está pensando.
No se lo cree. Es que no se lo cree.
- ¿Y eso qué? Es un traidor, Hermione. Va a vender a su mejor amigo, va a mandar a Sirius a Azkaban y va a matar a Cedric Diggory. ¿Ya te olvidaste de eso?
- ¡No! No, claro que… claro que no. Solo digo que todavía no es esa persona. Dumbledore le dijo a Harry que son nuestras decisiones las que nos hacen lo que somos. Y estamos juzgándolo por decisiones que todavía no ha tomado.
Se volvió loca. Completamente loca.
- ¿Qué vas a hacer después? ¿Vas a hacerte amiga de Snape? ¿Vas a decirle a Malfoy que no sea un idiota? Es Colagusano, Hermione.
- Lo sé… solo…- Se muerde el labio inferior.- No se lo digas a Harry, ¿sí?
- ¿Ahora le mientes a Harry?
- ¡Tú tampoco quisiste decirle que tenías problemas con los chicos!
- ¡Es diferente!
- Lo sé,- dice Hermione bajito y Ron sacude la cabeza. No tiene tiempo para esto.
- Tengo práctica.
Hermione suspira y regresa a la sala común. Para ayudar a Colagusano con sus encantamientos. Totalmente loca. Apura el paso. James está un poco obsesionado con este partido y es capaz de lanzarle una maldición si llega tarde.
El equipo ni siquiera ha empezado a calentar. Ya están dentro de su hora, pero todavía hay slytherins en el aire (típico), aunque algunos empiezan a recoger sus cosas. En una esquina, James habla con Zabini. Sus gestos indican que no está nada contento con el retraso. También indican que si Slughorn y McGonagall no estuvieran conversando en las tribunas, dejaría su descontento mucho más claro. Tal vez de forma permanente.
- Hey,- Harry se acerca con la escoba al hombro. Sigue siendo extraño verlo vestido de verde, no importa cuántas veces pase. Pero no es lo más extraño. Lo más extraño son los mortífagos despidiéndose de él como si nada. Lo más extraño es Harry, despidiéndose de ellos.
No es solo Hermione. El mundo entero se está volviendo loco.
- Cuidado con lo que le dices al enemigo, mestizo,- dice Rosier mientras pasa a su lado y Ron le lanza una mirada asesina.
- ¿Listo para el juego?- pregunta Harry, como si Rosier no existiera.
- No tanto como estaría si Slytherin nos dejara practicar.
Harry se ríe, cansado. Por eso es tan fácil olvidar que va de verde. Hermione se muerde la lengua antes de hablar de Slytherin delante de Harry, pero a Ron nunca se le olvida que el sombrero perdió la cabeza y que lo que lleva Harry es solo un uniforme. Nada más que un uniforme del color incorrecto.
Los jugadores empiezan a amontonarse de pronto alrededor de los capitanes. Gryffindor contra Slytherin ha sido el partido clásico de Hogwarts desde el principio de los tiempos, pero Ron debe reconocer que nunca había visto escalar la agresividad de esta manera. Todos en la escuela tienen un favorito y nadie parece tener problemas con lanzarle una maldición a quien tenga otro. Hermione dice que es por la guerra. Pero Hermione no sabe nada de quidditch.
Cuando llegan al lugar, no son James y Zabini los que están peleando. Ya le parecía raro. James lleva dos semanas amenazando con sacar del equipo a cualquiera que se meta en problemas y se ve que lo único que se toma más en serio que las bromas es el quidditch. No. El que se abalanza sobre Wilkes, con James intentando sujetarlo, es Sirius, por supuesto.
Sirius es el que peor lleva lo de las provocaciones.
- Controla a tu novio, Potter,- dice Zabini sin inmutarse.- No vayan a suspenderlo.
Es Harry el que interviene, para sorpresa de todos. Se acerca a Sirius y le dice algo que Ron no llega a oír. Y Sirius se calma. Tiembla de rabia, pero se calma… dos segundos antes de que McGonagall y Slughorn se acerquen preguntando qué pasa.
- No pasa nada,- dice James.- solo estábamos discutiendo.- Mira a Harry con curiosidad, como si no terminara de entender qué pasa. Ron sabe lo que pasa. Lo que pasa es que el sombrero sufre de locura temporal.
Slytherin recoge sus cosas y Harry sale del campo antes de que Zabini pueda decirle nada. Wilkes le dice a Regulus “tu hermano es un idiota,” lo bastante alto como para que Sirius pueda escucharlo. Regulus responde “no tengo ningún hermano.”
Bien decían Fred y George que todos los slytherins estaban locos.
*
- Todo está en la muñeca. Suave si quieres muchas aves,- dice Hermione, mostrando el movimiento,- rápido si quieres pocas.
Peter lo intenta de nuevo.
Es extraño verlo trabajar. No es un mal mago, exactamente. Convertirse en animago es una de las habilidades más difíciles de conseguir y hacerlo a los quince años es toda una hazaña. No podría haberlo hecho si fuera malo. Por otro lado, tampoco es exactamente bueno. Imita demasiado los movimientos ajenos y en el proceso se le escapan los conceptos básicos. Le importa el fin de un encantamiento mucho más que su mecánica, y claro, eso significa que solo es bueno con hechizos que haya ensayado mucho. No se siente particularmente seguro probando cosas nuevas, lo que no tiene nada de sorprendente si uno piensa en la cantidad de veces que James y Sirius deben haberlo engañado con cosas como “agita la varita antes de convocar abejas”.
Se le ocurre que muchas más cosas de las que sospecha en la vida de Peter tienen que ver con Sirius y James. Su inseguridad, definitivamente. Pero también sus habilidades. No se convirtió en animago sin ayuda, de eso está segura. Y esa seguridad le dice dos cosas. Una, que Peter tiene la capacidad de conseguir mucho más con un pequeño empujón. La otra, que ni a James ni a Sirius les interesa ayudarlo si no es para conseguir sus propios objetivos. Una tercera certeza, que se hace más grande con cada conversación, es que Peter lo sabe perfectamente.
- Avis.
Peter mueve la varita despacio y observa con grandes ojos azules como más y más pájaros llenan la sala común. Es como un niño cuando sonríe, y entre eso y la inseguridad, Hermione no puede evitar que le recuerde un poco a Neville.
- Creo que es suficiente por hoy,- dice. Porque Ron tiene razón, ella sabe perfectamente con quien está tratando. Y que Colagusano le recuerde a Neville, más que tranquilizarla le recuerda un poco esas historias sobre los peligros mentales de viajar en el tiempo que leyó en tercer año.
***
Deep in my heart there’s a house that can hold just about all of you
Spaceball ricochet. T-Rex, 1972.
Zabini lo detiene antes de entrar al campo. Lo lleva frente al espejo grande de los vestidores y hace toda una demostración de ponerle la capucha verde sobre el uniforme.
- Espero que tengas claros tus compromisos,- dice. Y Harry sabe que es una advertencia perfectamente normal de un capitán hacia un jugador que siempre se está quejando de la estrategia del equipo (y está a punto de salir a jugar contra su mejor amigo). Pero no puede evitar sentirse un poco como si lo estuviera amenazando la mafia.
Asiente. Lo tiene clarísimo. Le debe una victoria a Slytherin a cambio de su seguridad. Suena un poco sucio cuando lo piensa de esa manera. Un poco cobarde. Terriblemente slytherin.
- Hagamos un trato,- dice. Zabini lo mira con interés. Una cosa que Harry ha aprendido en estos meses es que su capitán siempre está abierto a la negociación.- Yo te consigo la snitch y tú haces que el equipo juegue limpio.
Zabini sonríe y sacude la cabeza.
- Potter…- dice, como quien le habla a un niño que pregunta por Papá Noel. Suspira.- Hagámoslo al revés. Tú me consigues una victoria y yo hago que el equipo juegue limpio.
Lo piensa un segundo.
- Acepto,- dice, y coge la escoba.- Pero quiero que me pagues por adelantado.
Cuando Zabini grita “¡Potter!” Harry ya está en el campo.
Es un día despejado de vientos fuertes y Harry aprieta el mango de la Barredora con anticipación. Es más veloz que la Estrella Fugaz que usaba en las primeras prácticas, pero todavía extraña su Saeta de Fuego.
El campo está a reventar, en todos los sentidos. Hermione dice que la guerra ha encendido la rivalidad entre Gryffindor y Slytherin y que eso se ve reflejado en la agresividad de los fans. Harry supone que tiene sentido (el quidditch y la guerra no son tan diferentes, después de todo), pero sigue siendo sorprendente. No puede evitar que lo contagie la emoción de la gente. Y da un poco de vergüenza lo rápido que olvida que juega para “el enemigo”. No cree que Ron lo entienda (James sí, James lo entendería), pero cuando la escoba se eleva dejan de existir los bandos y solo existen la adrenalina, el viento y la snitch.
No han pasado ni quince minutos cuando la ve aparecer por primera vez. Se lanza en picada y la buscadora de Gryffindor está pegada a su cola en medio segundo. Esto va a ser un problema. McKinnon es rápida, pesa menos que Harry y por lo visto tiene buenos reflejos. Pero la snitch desaparece en un parpadeo.
Tal como dijo Zabini, James es imparable. Lo ve volar como una flecha de un lado a otro del campo y puede oír al narrador cantar las anotaciones una detrás de otra. Ron tampoco lo hace mal en los aros, aunque Regulus lo está poniendo en problemas. En medio de la distracción, una bludger le roza la oreja izquierda. Cuando voltea, Sirius lo saluda acomodándose un sombrero imaginario. Harry se siente de pronto como si estuviera en el jardín de la Madriguera, compitiendo por divertirse, jugando por el placer de jugar.
Se le ocurre una manera de lidiar con McKinnon. Se tira a la derecha y acelera. McKinnon lo sigue. Se detiene a medio metro de la tribuna y sube tranquilo, dejando muy claro que estaba fingiendo. Los fanáticos de un extremo abuchean, los del otro se burlan. Vuelve a hacerlo a los pocos minutos, pero esta vez solo avanza unos metros y McKinnon se demora otros más en frenar. La tribuna de Slytherin estalla en risas. Harry lo hace de nuevo después de un rato. Y luego una vez más. Hasta que empieza a dudar antes de seguirlo.
Pero por muy divertido que sea confundir a McKinnon, no está jugando sola. El marcador de Gryffindor sigue creciendo y las faltas de Slytherin empiezan a ascender. Desde los aros, Zabini alza una mano y frota el índice contra el pulgar varias veces. Págame lo que me debes. Desde lo alto, Harry le devuelve exactamente el mismo gesto.
Zabini detiene una quaffle, pero James atrapa el rebote y anota.
- 150 contra 40 y si Slytherin no empieza a parar esas quaffles, ni siquiera la snitch va a salvarlos de ésta,- dice el narrador, y Zabini le sostiene la mirada a Harry un segundo. Luego ladra un par de órdenes, y Harry se sorprende al ver que el juego cambia. Sigue siendo un juego rudo, pero al menos es legal.
Y en medio de todo esto, por el rabillo del ojo, ve a McKinnon lanzarse en picada.
El medio segundo que tarda en reaccionar es demasiado, y si terminan corriendo hombro a hombro a medio metro del suelo es porque la snitch cambió de dirección en el último segundo y por nada más. Pero esto… Esto es lo que sabe hacer. Estira una mano. Sube como una flecha cuando la snitch se eleva, atravesando el juego. Está demasiado concentrado como para notar la expresión de McKinnon cuando se da cuenta de que todo lo anterior (las picadas, las fintas, las carreras) era solo un juego. De que apenas empieza a competir.
Casi puede sentirla, casi la tiene. McKinnon le pisa los talones. Y están demasiado alto, no pueden seguir subiendo. Sólo un poco. Sólo un segundo. Cierra los dedos sobre la esfera y está un poco mareado cuando se detiene.
Baja con la mano en alto, mostrando las alas entre los dedos para que detengan el juego. Conociendo a Zabini, si Gryffindor gana por puntos, se acabó el trato.
El estadio se vuelve loco y el equipo de Slytherin lo rodea riendo. Se dice a sí mismo que la emoción es culpa de la falta de oxígeno.
*
- ¿La hubieras atrapado de todos modos?
Slytherin quiere construirle una maldita estatua (y que alguien le diga si ésa no es la reina de todas las ironías) y por más que lo intentó no pudo huir de la celebración. Lestrange ha conseguido cerveza de mantequilla y aguamiel para todos y algo que suena asombrosamente parecido al rock muggle escapa nota a nota de la WWN.
- No entiendo.
No está tomando alcohol, pero hay algo intoxicante en el ambiente. Restos de adrenalina y algo así como esperanza. A Harry no se le olvida (no podría, con Zabini repitiéndolo cada 3 minutos) que Slytherin llevaba años sin ganarle a Gryffindor.
- La snitch. Si no hubiera hecho lo que pediste, la hubieras atrapado de todos modos, ¿verdad?
Ah.
- Tal vez.
Son las pequeñas diferencias. Un gryffindor se hubiera reído. Zabini lo mira, considerando su respuesta.
- Mi hermana dice que no estás seguro de que el sombrero te haya puesto en la casa correcta,- dice, y respira pesadamente.- No te preocupes, Potter, puedo asegurarte que estás donde corresponde.
Choca su vaso contra el de Harry y bebe un sorbo largo. Harry observa el vaso durante un largo rato antes de hacerlo a un lado sin beber.
- Creo que me voy a acostar.
- Una última pregunta.
- Dime.
- ¿Qué le dijiste a Black en la práctica?
Harry suspira.
- Que estaban intentando que lo suspendan y que no les dé el gusto.- Zabini asiente.- Y que si tenía algo que decir,- agrega mirando a Wilkes, que recibió cuatro bludgers y todavía lleva el vendaje de la que lo sacó del juego,- lo dijera en el campo.
Un gryffindor se hubiera reído.
Zabini se ríe.
- Buenas noches, superestrella.
- Buenas noches.
A veces son las pequeñas diferencias, a veces las pequeñas similitudes. Sea como sea, siempre hay algo que lo confunde.
No ha dado dos pasos dentro de la habitación cuando Snape levanta la vista del libro y pregunta si está sobrio. Hace dos meses quería estrangularlo mientras dormía. Ahora tienen bromas privadas.
Genial.
- Solo cerveza de mantequilla. Pero no respondo por Rosier.
- Nadie responde por Rosier, Harry.
Y está eso, también. Snape le dice “Harry”. No solo lo hace sentir terriblemente incómodo. También hace terriblemente difícil pensar en él como “Snape”.
- Buen juego, por cierto.
- ¿Fuiste a verlo?- es extraño compartir esas pequeñas conversaciones. Son siempre cortas y un poco redundantes y nunca hablan de nada importante, pero el simple hecho de que existan hace que Harry se sienta un poco culpable.
- Sí. No soy muy fanático del quidditch, la verdad. Pero este año hay mucha expectativa.
Pero este año estás tú en el equipo.
Son esas conversaciones, pequeñas y redundantes, que nunca hablan de importante. O tal vez las pesadillas y las noches de insomnio. O las confesiones de borracho. O a lo mejor, es el hecho de que (más allá de lo que Sirius opine en el futuro) ambos están solos en una casa llena de gente.
Pero este año tengo un amigo a quien alentar.
No lo dice, y Harry finge que no lo escucha.
*
Sueña con el Gran Comedor durante el desayuno. Las lechuzas vuelan sobre las mesas, dejando caer sobres y paquetes. En la mesa de Gryffindor, Neville, Ginny, Seamus y otros se amontonan sobre la última edición del Profeta. “Nuevo Ministro de Magia”, dice el titular en grandes letras góticas.
- Erasmus Yaxley,- lee Seamus.- ¿Alguien lo conoce?
Harry lo conoce. Ya sabiendo el nombre, puede notar el parecido en la foto. Yaxley es un ravenclaw de séptimo, amigo de… toda la gente equivocada, en realidad.
- Es un mortífago,- dice Neville.
- ¿Lo conoces?
- No. Pero es obvio, ¿no? Tienen el Ministerio tomado, solo necesitaban hacerlo oficial.
La desesperanza se mezcla con la impotencia y es una fuerza palpable, un sabor denso en el aire del castillo.
*
- ¡Ah, señor Potter! ¡Maravilloso juego! Seguiré su carrera con cuidado, puede estar seguro.
Slughorn es todo sonrisas y palabras amables durante el desayuno, y si Harry no lo hubiera conocido antes le daría un poco de miedo. Habiéndolo conocido, agradece los cumplidos y espera hasta que va camino a la mesa de profesores antes de gruñir.
- ¿No te gusta la atención? No juegues al quidditch,- dice Snape, sentándose a su lado. Le pasa un pastelillo de mora. A Harry le toma varios segundos reaccionar y tomarlo. Snape alza una ceja.- ¿Qué?
- Um… No… nada.
Coge el pastelillo y su mirada viaja, como en todas las comidas, hacia la mesa de Gryffindor. Predeciblemente, Ron lo observa confundido. Más que confundido, lo observa como si acabaran de salirle tres cabezas.
- Tómalo por el lado amable,- dice Snape.- Te he visto trabajar en pociones y necesitas toda la ayuda que puedas conseguir.
Harry voltea a mirarlo. No porque lo sorprenda el tono ácido de la broma, sino porque es una frase que podría poner en los labios de Snape a cualquier edad y hace dos meses no hubiera ni sospechado que se trataba de una broma. Cuando se ríe, no sabe si es de la broma o de su vida.
- Lo tomaré en cuenta.
No se atreve a alzar la vista hacia el otro extremo del comedor. Últimamente hay cosas que no sabe cómo explicarle a Ron.
Las lechuzas invaden el ambiente de pronto, coloridas y ruidosas, y Harry extraña a Hedwig (como todas las mañanas). Dejan caer sobres y paquetes, pican los panqueques que les dan los más pequeños, se acomodan las plumas sobre los candelabros. El comedor parece despertar finalmente, los últimos vestigios de sueño reemplazados por el murmullo de noticias compartidas, regalos inesperados, amigos ausentes.
Harry, por supuesto, no ha recibido una lechuza desde que llegaron sus libros de Flourish y Blotts.
- ¿Qué pasa, mestizo? ¿Tu madre no sabe lo que es una lechuza?
Slytherin es una casa con más movilidad social de la que Harry esperaba. De pronto es un paria, de pronto una estrella... Pero siempre puede confiar en Rosier. Pase lo que pase, el status de Harry no cambia ante sus ojos.
- Y la tuya no sabe lo que es una Copa de Quidditch,- dice Zabini desde el rincón de los de sexto.- Deja comer a mi buscador, Evan.
Rosier gruñe y abre El Profeta. Por lo menos sabe leer. O a lo mejor solo le gusta ver saludar a las fotos.
- Alégrate, mestizo,- dice lo bastante bajo para que Zabini no lo escuche.- Por lo menos tu madre muggle no vive en Surrey.
- ¿En Surrey?- pregunta Snape.
Rosier le muestra la noticia, como quien pasa los resultados de un partido. “Ataques a muggles en Surrey.”
Es una nota corta. Tres heridos por magia oscura y el personal de San Mungo no está seguro de poder salvarlos. Sus cuerpos van a estar bien, pero el daño mental no puede corregirse con un simple Obliviate. No parecen estar relacionados entre sí y, hasta donde se sabe, quien hizo esto podría haberlo hecho para divertirse. O ésa es la brillante conclusión del Profeta.
Harry sigue la mirada de Snape hasta la mesa de Gryffindor.
Lily se sienta junto a Hermione, pálida como el papel. Parece perdida en sus pensamientos (algo extraño en Lily), pero cuando James hace una broma le pega un grito. “¿Crees que todo es divertido?” dice, entre otras cosas que Harry no llega a escuchar. Los observa desde lejos, James asustado, Lily alterada, y le toma un rato darse cuenta de que Lily está llorando. Hermione se levanta de la silla, pero James llega primero, le coge la cara entre las manos, le seca las lágrimas, le habla despacio (Harry no puede oírlos, pero imagina que James usa esas palabras que soñó tantas veces en boca de su padre mientras cargaba el mundo, solo y asustado… palabras suaves, reconfortantes, palabras de alguien que te quiere) y Lily hunde la cabeza en su pecho.
Snape se tensa a su lado y Harry no puede evitar recordar aquel sueño tan extraño.
¿Tú sabes qué está pasando, verdad?
*
“Ataques a muggles en Surrey.”
No son “Ataques en Surrey,” y desde luego, no es una noticia de primera plana. Tres personas han sido torturadas, pero eso solo amerita una nota en la tercera página del Profeta. La explicación viene en el título. “Ataques a muggles en Surrey.” No vayan a confundirlos con ataques importantes.
Hermione siempre ha sido consciente de la discriminación en la comunidad mágica, pero esto va más allá. Es la guerra, cree. Ésta no es la guerra que conocen, nueva y temida por todos. Es una guerra vieja, indolente y constante, una guerra que ya lleva siete años de pequeños actos de violencia a los que acostumbrarse. Los que apoyan a Voldemort seguramente se burlarán de los ataques, pero quienes no lo apoyan tampoco los resienten, tampoco los perciben como actos innombrables, inhumanos. Han tenido siete años para acostumbrarse a que la tortura de un desconocido no es más que una nota en la tercera página del Profeta.
Hasta que no es un desconocido.
Lily conoce a una de las víctimas. Vive a la vuelta de su casa, en Surrey. A la vuelta de la casa donde viven también sus padres y su hermana, que no tienen idea de que hay una guerra allá afuera (como muchos estudiantes de familia muggle, Lily ha decidido no involucrarlos en los problemas del mundo mágico).
Decir que Hermione se identifica es decir poco.
Lily pierde los papeles con una broma tonta de James y de pronto está llorando. James la consuela, la abraza, los engreimientos y la pose echados a un lado.
Hermione siente una mano cogerle la muñeca, y allí está Ron, presionando apenas lo suficiente como para recordarle que no está sola. Cuando relaja los puños (que no recordaba estar apretando), las uñas le han dejado marcas en la palma de las manos.
***
Like I’m burning in the fires of hell
Hell raiser. The Sweet, 1975.
Noviembre pasa casi sin notarlo. James no se recupera del todo de la derrota contra Slytherin, pero se pasa el partido de Hufflepuff contra Ravenclaw desarrollando estrategias y eso ayuda. Hermione ha empezado a contagiarle a Lily su obsesión con los EXTASIS y la tensión general de séptimo ha aumentado. Sirius amenaza con romper su record de detenciones (y un par de cuellos). Cuando Remus se da cuenta, hay muérdago encantado en las escaleras y todos a su alrededor están empacando para las vacaciones de navidad.
Pasan la última noche en la habitación, con un cargamento de dulces directo desde la cocina y una botella de aguamiel que, por el sabor, deben haberle robado a Hagrid. Es suficiente para soltarles la lengua, pero no lo bastante para emborracharlos.
- ¿Nunca? ¿En serio?
Sirius rueda los ojos y niega con la cabeza.
Es un poco sorprendente que a estas alturas todavía tengan cosas que aprender unos de otros. Aunque, claro, en esta ocasión no se trata de ellos. Se trata de Ron.
- Yo nunca he tenido un sueño húmedo en el que saliera Granger,- dice Sirius, y alza el vaso hasta sus labios antes de detenerse, mirando a Ron a los ojos. Luego se ríe y baja el vaso sin beber.- Salud, Zanahoria.
Ron no bebe, pero parece que sus orejas van a entrar en combustión en cualquier momento.
- Yo nunca he besado a una chica,- dice Peter y todos beben, excepto Remus. Tampoco es una novedad.
- Yo nunca he besado a una chica…- dice Sirius sacudiendo la cabeza.- ¿Seis años compartiendo habitación con nosotros y eso es lo mejor que se te ocurre?
- Yo nunca he besado a un chico,- dice James, con cara de quien espera meter a sus amigos en problemas.
Sirius se queda en silencio de pronto, mirando su vaso. Remus tampoco se mueve. No hicieron nada, en realidad. No tendrían por qué beber. No tendrían por qué sentirse aludidos. Remus levanta la vista despacio y encuentra los ojos de Sirius, confundidos, sí, pero también desafiantes. Con esa fuerza de fondo, esa curiosidad que arrastra, esas ganas de saltar al vacío.
- Qué desperdicio de turno,- dice Peter.
Sirius lo sigue mirando. La tensión crece en la habitación. Los demás van a darse cuenta, tienen que darse cuenta, no es posible que no…
Y entonces, Ron bebe.
- ¡¿Zanahoria?!
El grito de Peter y la conmoción general los sacan del trance y todos los ojos se centran en Ron (cuyas orejas parecía que no podían encenderse más, pero por lo visto sí). Sirius tiene la expresión más extraña de todas, pero la de James es puro shock.
- Yo nunca he tenido hermanos que me martirizaban de pequeño,- gruñe Ron entre dientes y seca el vaso en dos tragos largos.
Sirius suelta media risa y seca el suyo.
Se les pasa la medianoche entre aguamiel e historias, la mirada de Sirius viajando hacia Remus de cuando en cuando, la mirada de Remus intentando no viajar hacia Sirius.
*
Se levantan tarde y se despiden de Zanahoria, que se queda en el castillo con Hermione y Harry. Cuando llegan a la estación, Sirius dice “¿te ayudo?” y le coge el baúl de entre las manos, le roza los dedos, y Remus no está seguro de saber qué está pasando pero se sonroja de todos modos.
Llevan un par de horas de viaje cuando decide buscar a Lily, saca el paquete en la mochila y sale del compartimento.
Empezó a intercambiar libros con Lily por navidad en quinto año (cuando las largas rondas de prefectos los ayudaron a descubrir cuánto se parecían sus gustos). Siempre libros usados, eso sí, nunca nuevos. Remus no es tonto, sabe que no es ningún secreto que su familia no tiene dinero y que Lily lo hace por eso. Pero tiene esa manera de hacerlo, cálida y cercana (“por favor, Remus, todos saben que un libro vale más mientras más lo han leído, no pienso aceptar un libro nuevo por navidad”), y tiene su gracia, eso de envolver sus viejos libros y recibir las historias que una amiga ha atesorado durante años.
Para Lily, dice la nota. Una cerveza de mantequilla a que te subes a esta moto.
- ¿Qué es una moto?
Remus salta hasta el techo.
- ¿Sirius?- pregunta, intentando calmar el pánico en su pecho.- ¿Qué haces aquí?
- Vine a buscarte,- dice Sirius, como si fuera obvio.- ¿Qué es eso?
Remus mira el paquete.
- El regalo de Lily.
- ¿Le haces regalos a Evans?- pregunta, y coge el paquete.- ¿Cornamenta sabe que estás detrás de su chica?
- No estoy…- suspira e intenta (en vano) quitarle el paquete.- No estoy detrás de Lily. Es mi amiga y le estoy haciendo un regalo por navidad.
- ¿Qué me vas a dar a mí?- pregunta Sirius, estirando el brazo para que Remus no alcance el paquete. Cada día tiene los brazos más largos. Y las manos, piensa Remus, y por un segundo imagina… cosas que no debería imaginar.
- Si no me das ese paquete, nada.
Sirius le lanza una mirada herida. Pero no es real. Está jugando. No consigue esconder del todo la sonrisa traviesa.
- ¿Evans tiene regalo y yo no?- Sacude la cabeza.- De ninguna manera. Si ése es el trato, me quedo con éste.
- Sirius…- se queja Remus, intentando sonar firme y fallando estrepitosamente.
Sirius estira más el brazo, Remus tiene que acercarse más. Está prácticamente pegado a su pecho, intentando alcanzar la mano que se estira hacia atrás, y cuando intenta girar, giran juntos, como bailando.
- Vas a tener que esforzarte más, Lunático.
Todas las promesas, todos los riesgos, están claros en sus ojos. O eso cree. Nunca puede estar seguro con Sirius. Tiene eso de provocar por provocar que Remus le ha visto hacer tantas veces con las chicas. Y siempre es un juego, nunca más que un juego. Remus no quiere pensar que todo esto es un juego. Pero tampoco quiere pensar qué más podría ser.
A veces, cuando mira en los ojos de Sirius, le parece que él tampoco tiene idea.
- ¿Qué es una moto?- susurra Sirius, y Remus puede sentir su aliento en el rostro.
Están cerca, demasiado cerca, el paquete en sus manos jugando de excusa para ese baile, ese trance en el que Remus se siente atrapado como mosca en la telaraña.
- Un vehículo muggle,- dice, incapaz de liberarse.- Como una bicicleta con motor.
Sirius asiente despacio. Su nariz roza la de Remus. Frunce apenas el ceño.
- ¿Le estás dando una moto a Evans?
Remus se ríe apenas, más como un suspiro que como una risa. Sin romper el hechizo que los mantiene bailando.
- Es un libro sobre dos chicos que viajan en moto. A Lily le dan miedo las motos. Por eso la nota.
Sirius asiente de nuevo.
- ¿Y a ti, Lunático? ¿Te dan miedo las motos?
Remus se lame los labios. Traga saliva.
Le dan pánico.
Sirius lo mira un largo rato, pero no parece que espere una respuesta. Parece que estuviera tomando valor. (Y es una idea ridícula, que Sirius necesite tomar valor para algo.)
Se acerca de pronto y habla casi, casi pegado a sus labios.
- Cógete de mí, entonces,-dice. Y Remus se funde en labioscalorsalivadiosmío, cogido con las dos manos de la cintura de Sirius.
Es mucho. Demasiado. Remus tiene 17 y nunca ha besado a nadie, y Sirius le mete la lengua en la boca y a Remus le parece que va a perder la cordura. Las manos de Sirius le queman la nuca. Siente que se pierde, que se rompe y se dispersa y no puede alcanzar todos los pedazos. Su cuerpo pide cosas que nunca ha pedido antes, gime y quiere... quiere. Y de pronto es mucho, es demasiado, y Remus no lleva casco y solo quiere bajarse de la maldita moto.
Sirius no lo deja la primera vez que intenta soltarse. Le hunde los dedos en el cabello y lo coge fuerte, se frota contra su cuerpo. Pero Remus lo intenta de nuevo y Sirius reacciona. O deja de reaccionar. Se queda allí, mirándolo con aprehensión, mientras Remus recupera la respiración.
Antes de que pueda decir nada, Sirius da media vuelta y desaparece por el pasillo.
Ninguno se percata de la figura en las sombras, inmóvil de asombro, con un libro envuelto entre las manos.
*
Gideon Prewett resulta ser una persona de lo más interesante. Se queda en el castillo durante las vacaciones y Ron consigue arrastrarlos a su oficina con alguna excusa más de una vez. Aunque pronto dejan de hacer falta las excusas.
Es joven y pelirrojo, tan alto como Ron pero menos delgado, con aire de saber lo que quiere y no tener miedo de pedirlo. Siempre tiene a mano una taza de chocolate y su oficina no se parece a la de ningún otro profesor de DCAO que Harry haya conocido (y ha conocido muchos), llena de libros hasta el tope y con un viejo gramófono en una esquina.
- ¿Walt Whitman?- pregunta Hermione.
Prewett asiente.
- Un americano loco como pocos. Yo creo que podría ser exactamente lo que necesitas.
- Pero… Whitman es un poeta muggle,- dice Hermione confundida.- Yo le pedí algo que me ayudara con los EXTASIS.
- Y nada te va a ayudar tanto como relajarte, tenlo por seguro. ¿Cuándo fue la última vez que leíste por placer, Hermione?
Siempre los llama por su nombre, y es un poco extraña esa falta de formalidad en un profesor de Hogwarts, pero los hace sentir bien. Los hace sentir adultos. Le recuerda un poco a Lupin y Harry piensa que a lo mejor es de aquí de donde su profesor favorito tomó el ejemplo.
- Leo por placer. Leo muchísimo por placer. Leí “Historia de Hogwarts” por placer.
A Ron se le escapa la risa y los labios de Prewett se curvan en una sonrisa.
- No lo dudo,- dice.- Una mente tan ávida como la tuya necesita alimentarse. Pero, ¿cuándo fue la última vez que lo hiciste? ¿Cuándo fue la última vez que leíste algo que no tuviera relación alguna con tu desempeño escolar?
Hermione lo piensa. Abre la boca y vuelve a cerrarla. Lo piensa un poco más.
- Si tienes que pensarlo tanto,- dice Prewett, poniéndole el libro entre las manos,- es que necesitas a Whitman.
Prewett tiene una cantidad enorme de literatura muggle. No solo literatura, también libros sobre historia, política, educación, psicología…
- Mi padre se volvería loco en esta biblioteca,- dice Ron, ojeando una edición de “Cómo funcionan las cosas”.
- ¿Le interesa el gran mundo?
Prewett rara vez usa la palabra “muggle”. Siempre está diciendo cosas como “el gran mundo” o “el mundo que está allá afuera.” Dice que los magos viven encerrados, creyéndose diferentes, pero que en realidad todas las sociedades son diferentes. Que no existe una “vida muggle” sino millones de formas de vivir de las que la comunidad mágica se está perdiendo.
- Le fascina,- dice Ron.- Mi madre se vuelve loca con las cosas que trae a casa.
Prewett ríe.
- Es curioso,- dice.- Mi hermana está casada con un Weasley que es exactamente igual. Arthur Weasley, ¿lo conoces?
- N-no… debe ser otra rama de la familia.
- Mmm… pues seguro que le encantaría conocer a tu padre,- dice con una sonrisa.- Molly siempre se está quejando de los “aparatos raros” de Arthur, pero déjame que te diga una cosa, mi cuñado es uno de los tipos más brillantes que haya conocido.
Algo cambia en la mirada de Ron. Es el orgullo, piensa Harry, que se le quiere escapar del pecho. No es que los Weasley no valoren a su padre, pero no puede ser fácil pasarte la vida viendo que el mundo no lo hace. Y no es que respeten más al señor Weasley por las palabras de un héroe familiar legendario, tampoco. Es que respetan más al héroe por esas palabras.
- ¿Por qué tantos libros sobre la segunda guerra mundial?- pregunta Harry, porque la verdad son muchísimos.
- ¿La segunda qué?- pregunta Ron alarmado.
Hay que reconocer que Prewett tiene un punto. Cuando tienes retazos de ambos mundos es fácil olvidar lo aislada que vive la comunidad mágica, las cosas comunes para la mayor parte de la humanidad de las que no han oído hablar en su vida.
- La segunda guerra mundial,- repite Prewett.- Una guerra en la que participaron decenas de países hace unos 35 años. ¿Nunca oíste hablar de ella?- Ron niega con la cabeza.- No te preocupes, allá afuera nadie ha oído hablar de Voldemort. Es una pena, porque podrían ayudarnos mucho.
- ¿Los muggles?- pregunta Ron, extrañado.
- Pues sí. No tienen magia, pero tienen ingenio. Y lo que es mucho, mucho más importante, tienen experiencia. ¿Por qué tantos libros sobre la segunda guerra mundial?- pregunta, dirigiéndole una mirada rápida a Harry y buscando en los estantes.- No… no está aquí… ¡ah, aquí está! Pregunta para el EXTASIS de defensa contra las artes oscuras,- dice apuntando a Hermione.- ¿Qué es lo primero que necesitas saber en una batalla?
Hermione abre la boca y vuelve a cerrarla. Frunce el ceño. Empieza a ponerse nerviosa. Prewett sonríe y mira a Ron y Harry, que tampoco tienen idea.
- Lo primero que necesitas saber en una batalla es a quién te enfrentas,- dice, y pone el libro en manos de Harry.
“Mi lucha,” dice la portada en grandes letras negras.
- ¿Quién es Adolf Hitler?- pregunta Ron.
Hay que reconocer que Prewett tiene un punto.
***