
Hedwig
Harry siempre recordaría con cariño a Hedwig, su primera lechuza. Durante muchos años se había negado a tener otra, alegando que ninguna sería como ella y cuando accedió a tener una sólo para que Hermione le dejase en paz, comprobó cuán ciertas eran sus palabras.
La misma tarde en que claudicó, Hermione y Ron le llevaron al Emporio de las Lechuzas para que eligiera una. La afortunada era parda, común y un macho. Lejos de lo que se pudiese pensar no fue un ave elegida al azar, al contrario, fue concienzudamente seleccionada por sus características tan opuestas a su antigua lechuza. Luke, como su amado personaje de La Guerra de las Galaxias que había visto entera recientemente tras verla en su infancia de manera interrumpida, era arisco y aburrido, se pasaba los días sobre su percha comiendo sin parar. Cuando intentaba acariciarle, éste intentaba morderle o huía a la otra punta de la percha, sólo volaba hasta el lugar de la casa donde Harry estuviera para hacerle carantoñas cuando la comida se le terminaba. Sólo duró un mes junto al mago, antes de que éste lo devolviese a la tienda.
Tres meses más tarde, tenía una nueva lechuza, fue un regalo de Navidad de la familia Weasley. Rika era de color canela con pecho blanco. Era mimosa, demasiado mimosa. Solía seguir a su dueño por toda la casa: cuando comía en el comedor se posaba sobre la mesa frente a él, cuando se sentaba en el sofá se colocaba sobre el respaldo o el posa brazos y en ocasiones volaba hasta el hombro de Harry donde mordía su oreja suavemente y frotaba su cabeza con la de éste, en el baño esperaba sobre el espejo o la mampara de la ducha y mientras dormía velaba su sueño desde el cabecero sin moverse de allí en toda la noche. Algunas veces el mago despertaba con heces sobre la almohada o en su pelo. Además, la lechuza era tonta, más de una vez había llevado las cartas al destinatario equivocado, o cuando había dicho que esperase respuesta había vuelto sin obedecer su orden. Dos meses más tarde, harto de la falta de intimidad y de disculparse por los fallos de la rapaz, ésta fue devuelta al Emporio de las Lechuzas.
Tras de éstas experiencias, durante mucho tiempo se negó a volver a intentarlo, hasta que, de nuevo, Hermione le convenció de que, ya que no le corría prisa tener una lechuza, lo mejor sería que adoptase un polluelo que pudiese educar a su gusto.
Y todo ello le llevaba a su situación actual: Leia, de dos años y totalmente blanca, le observa desde su percha con aire inteligente y distante como siempre; Anakin, un búho de color negro y año y medio de edad, estaba acurrucado en su regazo sin ánimo de llevar la carta que debía haber entregado a Neville hacía media hora; Frodo, de un año y color gris, estaba golpeándose repetidamente contra el cristal de la ventana de dos hojas, la contraria abierta, dentro de un rato debería reunir fuerzas tras el agotador día de entrenamiento para levantarse y sacarlo, y ya de paso haría mover a Anakin de una buena vez; y por último estaba Scar, de seis meses y cuyo plumaje era una mezcla de negro, marrón y gris, Harry a menudo pensaba si podría colarlo en alguna de esas peleas de gallos que salían en las películas, de seguro ganaba, en ese momento se estaba ensañando con el sillón de su derecha.
Una era inteligente, independiente y aunque aceptaba sus caricias siempre le ignoraba, el otro demasiado cariñoso y vago, otro inmensamente estúpido y el último era un asesino en potencia. Harry se preguntaba qué había hecho mal para que cada uno saliese tan diferente y porqué no se deshacía de ellos, o quizás se quedase sólo con Leia que al menos era eficiente, para responderse que pese a todo les había cogido cariño, y con un pesado suspiro pensaba en Hedwig, su primera lechuza, la que siempre sería insustituible por mucho que dijese Hermione o muchos polluelos que criase.
Fin