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Harry Potter - J. K. Rowling Doctor Who (2005) Junjou Romantica Mermaid Melody Pichi Pichi Pitch
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Summary
Inoko ha olvidado quién es, pero sus amigos y familiares no, y en su búsqueda para responder a todas sus preguntas y sobre todo por qué se le aparece en sus sueños un barco pirata con nueve tripulantes en ella, un peligro aparece en su mundo y la única manera de eliminarlo es ir a la Escuela de Magia que dirige el hombre que la acogió cuando estuvo en peligro muchos años atrás. Para ello, contará con la ayuda de un trío que cada año escolar se mete en problemas debido al chico con un rayo en su frente, un chico de pelo platino y ojos tristes y un extraño hombre del Espacio que viaja en una cabina de policía de los años 50. ¿Conseguirá Inoko recordar aquello que ha olvidado?
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Mi nombre es

Era el último día que estarían allí, algunos volverían para un nuevo curso, pero otros se despedían definitivamente del Colegio que los acogió durante 7 años. Muchos celebraban aquel día con risas y sus voces elevadas que llenaba todo aquel Gran Comedor. Incluso las velas que estaban en el techo flotando se tambaleaban por aquella felicidad. Pero, en cambio, un pequeño grupo estaba en silencio, intentando asimilar lo que habían vivido unos pocos días antes.

-¿Ha dicho algo?- Preguntó una chica de pelo castaño claro que caía en ondas y ojos marrones. Todos alrededor negaron con la cabeza.

-Sigue metido en la cama y sin asomar la cabeza.- Respondió un chico de pelo rojo y ojos azules. Su plato de comida se enfriaba a momentos y en otras ocasiones habría devorado aquel plato en segundos y habría repetido, pero hoy no era uno de esos días.

¿Como podían animar a su amigo que vio cómo su padrino, uno de los mejores amigos de sus padres ya fallecidos, aquel que le prometió llevárselo lejos de sus malvados tíos, moría delante de sus ojos y no podía hacer nada para evitarlo?

De repente, la puerta del comedor se abrió de par en par y el conserje del Colegio apareció ante los ojos de todos. Normalmente su rostro estaba molesto siempre, pero esta vez era distinto. Sus ojos brillaban como nunca ntes habían visto ni los que llevaban siempre allí y en sus labios se formó una especie de sonrisa. Sus pies empezaron a correr por todo el pasillo hasta el Director que ya le esperaba en el bajo de las escaleras que llevaban hasta la mesa de los profesores.

Cuando estuvo frente a él le susurró algo en el oído que iluminó el rostro del Director de la misma manera que el conserje.

-Disculparme todos pero he de retirarme. Disfrutad de la cena.- Dijo el Director mirando a los alumnos antes de girarse hasta la mesa de los profesores. -Profesor Snape.- El hombre que siempre vestía con una túnica negra y de mirada seria se levantó, aunque esta vez sus ojos mostraban algo que nadie en esa Escuela habían visto jamás. Mostraban emoción y él no necesitó que le dijeran el motivo porque ya lo sabía desde que vio al señor Filch aparecer allí.

De esa manera, los tres hombres salieron de allí dejando a todos los alumnos en silencio, en el lugar se respiraba incertidumbre y una única pregunta llenó la cabeza de cada uno.

¿Qué era aquello que podía alegrar incluso al hombre más serio?

~

-¡Doctor!- Exclamó Inoko cuando vio a su amigo intentar acariciar la Fénix que había junto al despacho, pero fue inútil el aviso porque en cuanto el Doctor acercó la mano al ave, enseguida abrió el pico y le mordió el dedo, haciendo que él se echaste hacia atrás con un pequeño grito. Inoko rodó los ojos y siguió paseando por el despacho, saludando a todos los cuadros que mostraban su felicidad por verla de nuevo por allí. Y aunque esperaba lo mismo del Sombrero Seleccionador que estaba en lo alto de una estantería, no recibió respuesta y continuó andando. 

Entonces, la puerta se abrió y enfrente de ella que estaba en medio del despacho con una sonrisa y el Doctor al lado de una estantería con el rostro serio, aparecieron dos de los hombres más importantes en la vida de Inoko.

Enseguida fue corriendo a abrazarlos, primero al Director y al que consideraba un abuelo (llamándole así desde que tiene uso de razón) y al que la enseñó todo lo que sabía con respecto a los conjuros.

-Abuelo Dumbledore.- Miró al hombre con la gran túnica gris y luego al hombre que estaba al lado y no había borrado aquel brillo en sus ojos oscuros. -Tío Snape.-

-Mi querida Inoko.- Dijo el director con un tono cariñoso, feliz de verla de nuevo. -Doctor.- Hicieron pequeña inclinaciones de cabeza como saludo y se sentaron en las sillas, aunque Snape se quedó de pie junto a Dumbledore.

-¿Qué sucede?- Fue lo primero que preguntó Inoko.

-Voldemort ha vuelto.- Las palabras de Dumbledore fueron firmes y la sonrisa de Inoko que llevaba mostrando desde hacía varios minutos ya había desaparecido por completo. Ahora sus ojos mostraban pánico y de sus manos empezó a salir un humo dorado. Su magia estaba empezando a descontrolarse.

-No. Es imposible. ¡Dijisteis que había muerto!- Exclamó levantándose de la silla.

-Y eso pensábamos, pero sus súbditos han encontrado una manera para revivirle.- Contestó Snape al lado del Director. Inoko le observó y volvió a sentarse, sintiendo el miedo llenar su cuerpo al pensar en la última vez que vio a aquel que no debía ser nombrado y que casi acababa con su vida catorce años atrás, el año en que meses más tarde murió. O eso pensaba ella.

-Me necesitáis, ¿no es así?- Preguntó mirandoles y ambos asistieron con rostros serios. -¿Por qué yo?-

-Porque contigo podremos acabar antes con él.-

-¿Y el Elegido?, ¿Harry Potter?-

Inoko sí sabía de su existencia. Sabía todo sobre aquella profecía en la que un niño nacido el 31 de julio acabaría con el Señor Tenebroso y cómo él intentó matarlo, aunque no contó con que su madre se pondría enmedio y cómo, por aquel poder tan grande, Voldemort acabaría muriendo. Inoko sí lo sabía porque siempre recordará cómo aquel hombre tan malo quiso matarla a ella también cuando solo tenía apenas 3 años.

-Está aquí estudiando. Sabe que debe enfrentarse a él.- Pero ella sabía que incluso recibiendo todo el entrenamiento de la mano de cada profesor del Colegio, eso no sería suficiente para acabar con él y que la única manera de conseguirlo era si ella formaba parte de todo.

Cerró los ojos y suspiró, dejando que su cabeza se llenase de miles de pensamientos, preguntas sin respuesta y otras con centenares. Y, cuando sintió que de nuevo su magia recorría su cuerpo entero y que llegaría a la punta de sus dedos, abrió los ojos.

-Está bien.- Miró a Dumbledore y a Snape. -Lo haré.- Y giró el cuello hasta que sus ojos se encontraron con el Doctor que la miraba seriamente y ella deseó en ese momento que él le dijera que estaba cometiendo el mayor error de su vida, que estaba aceptando una muerte segura. Pero aquello nunca llegó y tuvo ganas de llorar.

~

-¿Estás bien?- Inoko se giró y vio a Snape detrás de ella. Sus ojos oscuros que siempre mostraban seriedad, ahora mostraban dolor.

-Lo estaré.- Volvió a apoyarse sobre la piedra y observó la luna brillante en el cielo y las estrellas acompañándola. En Japón no tenía la oportunidad de ver siempre el cielo así y por eso quería grabar cada detalle en su mente.

-Lo harás bien.- Respondió Snape colocándose a su lado. -¿Cómo van tus poderes?-

-Hay veces que se descontrolan, pero soy capaz de controlarlos, aunque cada vez me cuesta más. Como si se estuvieran haciendo más fuertes a cada momento.-

-Seguirás entrenando una vez que llegues.-

-Lo sé.- Suspiró y siguió mirando la luna, encandilada por el brillo que mostraba y lo grande que estaba en esos momentos, como si fuera a explotar o algo parecido. Así se sentía ella cuando sus poderes se descontrolan, brillando con aquel humo dorado que llenaba todo su cuerpo, a punto de explotar si dejaba que salga al exterior.

-Sabes que estaremos aquí.- Inoko le miró y algo en su interior se revolvió al escuchar aquellas palabras que se había convertido en un mal presentimiento. Sabía que algo iba a pasar e incluso le echaría la culpa a esa frase tan típica, pero aun así se calló y mostró su mejor sonrisa para no preocupar al hombre que estaba a su lado y la miraba con cariño.

-Siempre lo habéis estado.- Inoko le abrazó. -Es tarde, deberías irte a dormir. Al fin y al cabo mañana es un gran día.- Snape tan solo asintió y la abrazó con más fuerza que el abrazo anterior, dejándola unos segundos asombrada, pero sonrió y aguantó las lágrimas que estaban a punto de salir de sus ojos.

Se despidieron con movimientos de mano e Inoko volvió a quedarse sola mirando la luna, pero, con una sonrisa, abrió suavamente los labios.

-Seas quien seas, da la cara antes de que yo lo haga por ti.- Y escuchó unos pasos acercándose hasta quedarse a su lado. Al girarse, vio a un chico alto, de piel blanca, pelo rubio casi platino y ojos azules oscuros. Por la insignia que llevaba en el uniforme, se trataba de un Slytherin, y por su mirada fría podía confirmarlo sin duda alguna.

-Soy Draco Malfoy, prefecto de Hogwarts, ¿quién eres tú?, exijo que me lo digas.- Inoko rodó los ojos y sin que el chico se diera cuenta, hizo aparecer su varita en su mano.

-Me lo exiges.- El chico se cruzó de brazos e Inoko sonrió de lado, acercándose a él y poniendo la varita sobre su mentón, elevando su rostro. -Tú, un chico que intenta intimidarme con su mirada de cachorro.- Draco la miró asustado. -He visto miradas que podrían haberte matado en un segundo. Así que dime, ¿qué vas a exigirme tú?- Él no respondió y ella se apartó unos pasos de él mientras hacía desaparecer su varita de nuevo que hizo que ahora la mirase asombrado. -Y ahora, si me disculpas, Draco Malfoy, voy a seguir con mi paseo que tú y tu faceta de idiota habéis interrumpido.- Le miró una última vez a los ojos y en ese mismo momento, sintió su corazón pararse. Aquellos ojos claros que mostraban frialdad, ahora mostraban otro sentimiento completamente distinto. Ahora mostraban ayuda y desesperación.

Como si alguna fuerza se hubiera apoderado de ella, elevó la mano hasta ponerla en su mejilla y, por unos segundos, ambas personas que estaban de pie una madrugada de verano en los pasillos vacíos de Hogwarts con la luz de la luna entrando por cada ventana, sintieron que algo había comenzado con aquel pequeño roce.

Draco, que había vuelto de aquel pequeño trance, dio un paso hacia atrás y, mirándola con los ojos abiertos y brillantes sin saber si eran de emoción o de tristeza, se fue corriendo de allí, dejando a Inoko con su mano aún en el aire y sintiendo aquella piel en sus dedos, como si aún siguiera ahí.

De repente, sintió su rostro arder y tras ponerse la mano y notar que sus mejillas ardían, se fue de allí tan rápido como había desaparecido aquel chico. Tras salir de las paredes de Hogwarts, sus pies sabían a dónde dirigirse y cuando quiso darse cuenta, estaba frente al Lago Negro que brillaba como si tuviera vida propia. Se quitó los zapatos y enseguida metió los pies en el agua, notando algunas rozaduras en su piel. Aunque no se pudiera ver, sabía que eran las sirenas del Lago que la saludaban a su manera. Inoko sonrió mirando el agua y volvió a mirar a la luna en el cielo, cerrando los ojos y suspirando, dejando que todo su cuerpo se relajase durante unos minutos y que su magia la cubra por completo.

Por otro lado, un chico estaba sentado en el alféizar de la ventana de su habitación que compartía con unos chicos más. No podía dormir, aunque en verdad no era la primera noche que tenía insomnio. Sabía que al cerrar los ojos, las escenas de aquella noche y cómo el hombre que un día fue el mejor amigo de sus padres y aquel que le llevaría lejos de los malvados de sus tíos, había muerto aparecerían frente a él y eso no podría permitirlo. De esa manera, cada noche se sentaba en ese mismo lugar y observaba por la ventana porque de esa manera era capaz de no pensar, de evadirse de todo hasta que el sol vuelve a aparecer en el cielo.

Sabía que esa noche no iba a ser distinta a las demás, pero en cuanto escuchó un sonido, una especie de canto parecido al que escuchó de las sirenas dos años atrás que venía de la ventana y entraba directamente en su oído, se sobresaltó y miró a todas partes hasta que lo vio. El Lago Negro, que siempre se caracterizaba por el color oscuro que tenía y que una vez entró en él, ahora brillaba por un humo dorado que jamás había visto en su vida. Al verlo, aquel canto aumentó y miró a sus compañeros de habitación por si lo escuchaban también, pero seguían durmiendo y roncando tan fuerte, que los cuadros de las paredes retumbaban.

Cogió la capa de invisibilidad que recibió como regalo de Navidad el primer año que estuvo allí y salió con sigilo de su sala común, evitando que la Dama Gorda, la guardiana de la torre, no despertase ni los cuadros que dormían en cada una de las paredes de los pasillos. Cuando llegó al exterior corrió hasta el Lago y escuchando el canto haciéndose más fuerte a cada paso que daba hasta que llegó y lo que escuchaba paró cuando vio a una muchacha de espaldas a él con los pies metidos en el agua que tenía sus brazos extendidos y de los cuales salía el humo dorado que se iba haciendo cada vez más grande. No quiso hacer ningún ruido, pero cuando se quiso acercar un poco más a ella, pisó una rama por error y aquel momento se rompió y la chica, que estaba relajada en el agua, volvió a la realidad y se giró mientras el humo dorado desaparecía.

-¿Quién anda ahí?- Preguntó Inoko al no ver a nadie. Al no recibir respuesta, hizo aparecer su varita en la mano y giró su cuerpo por completo. -Como no me digas quién eres vas a lamentarlo mucho.- Y Harry, el mismo que había escapado de su habitación para venir hasta ese mismo punto, se quitó la capa de invisibilidad y la tiró al suelo, mostrándose ante ella que abrió los ojos asombrada al ver la cicatriz que tenía en la frente. Quiso decir su nombre, pero las palabras se quedaron en sus labios, incapaces de salir.

-Lo siento, es que escuché a alguien cantar que me trajo hasta aquí.- Se acercó a ella que seguía sin moverse. -Soy Harry Potter.- Le tendió la mano e Inoko salió de su trance.

-Inoko.- Ella la aceptó y le mostró una pequeña risa que dejó a Harry mudo. Mudo por su voz y sobre todo por cómo ella había pasado de tener el pelo castaño oscuro y ojos azules como el mar después de una tormenta, a tener el pelo castaño claro más largo y ondulado y unos ojos verdes que brillaban con vida propia.

-¿No es un poco tarde para estar fuera?, tu casa podría perder puntos.- Se sentó a la orilla del Lago Negro y Harry hizo igual sentándose a su lado. 

-No podía dormir.- 

-¿Algo que te preocupa?- Harry asintió con la cabeza. 

-He perdido a alguien importante hace poco.- Inoko sabía de quién se trataba. Sirius Black. Era el único tema del que hablaban los cuadros y, sinceramente, el cómo se hayan enterado no lo sabía. 

-Es duro perder a un ser querido.- 

-¿Tú has perdido a alguien?- Inoko miró al cielo. 

-Sí... pero eso fue hace mucho tiempo.- Y bajó la cabeza, girándola hasta mirar a Harry que la observaba. 

-¿Por qué estás aquí?- 

-Unos asuntos que resolver con vuestro director.- 

-¿Sobre Voldemort?- Se quedó unos segundos quieta, pero acabó asintiendo la cabeza ligeramente. -Y no puedes decirme nada más, ¿verdad?- 

-Tienes el verano por delante para madurar un poco más.- Ambos rieron ligeramente, sabiendo que aquello no iba a servir de nada porque Harry ya había madurado mucho antes. -Se hace tarde y mañana es un día importante, ¿no es así?- Harry asintió y ambos se pusieron de pie. 

-¿Volveremos a vernos?- Preguntó él con un ligero brillo en sus ojos e Inoko sonrió de tal manera que Harry por unos segundos olvidó lo sucedido unos días atrás y lo que estaba por venir. Durante unos segundos se sintió en paz y todo gracias a la chica que cambiaba de color de ojos y que escondía mucho más de lo que parecía. 

-Tenlo por seguro.- Se volvieron a dar la mano y Harry comenzó a andar, alejándose cada vez más de ella hasta que su voz le llamó, por lo que se giró. -¿Sabes si Hagrid está despierto?- 

-¿Hagrid?- Inoko asintió. -Seguro que sí.- Y con sonrisas que se compartieron, fueron por caminos separados. Cuando entró exitosamente de no haber sido descubierto en su habitación, en cuanto se metió en la cama, logró dormir y aquella vez fue la primera vez que no tuvo pesadillas, sino que soñó con aquella chica que había conocido en el Lago Negro. Aunque no fue el único que aquella misma noche soñó con ella. 

En cambio, Inoko fue volando a ras del suelo hasta la caseta de Hagrid, sonriendo al ver que, efectivamente, su amigo estaba despierto gracias a las luces que había en el interior y por el humo que salía de su chimenea. Con sus pies de nuevo en el suelo, caminó hasta allí y se puso frente a la puerta, golpeándola dos fuertes veces hasta escuchar la voz de su amigo en el interior. A los pocos segundos la figura de Hagrid apareció ante ella y observó cómo su rostro pasaba de estar serio sobre quién llamaba a esas horas hasta ponerse a llorar y abrazarla en cuanto se fijó que era ella. Sus grandes brazos la levantaron del suelo y ambos lloraron en ese abrazo que los reencontraba después de tanto tiempo sin verse. 

Al separarse ella, elevándose unos centímetros hasta estar frente a frente con él, le acarició la mejilla con ternura y con eso, entró al interior de la caseta y se sentó en uno de los grandes sillones que había allí. Fang, en cuanto la vio fue corriendo a recibirla y ladró feliz mientras movía su cola alegre. Inoko empezó a acariciarlo y riendo mientras él lamía su cara. 

-Yo también te he echado de menos grandullón.- 

Hagrid dejó una taza de té en la mesa y se sentó en el sillón de enfrente. La taza que llevaba en sus manos era una que Inoko le hizo cuando aún vivía allí y quiso hacerle un regalo por su cumpleaños, aunque al ser la primera vez que hacía una taza con arcilla, falló y quiso tirar el regalo, pero Hagrid lloró tanto de felicidad, que cuidó aquella taza como el más valioso de los tesoros. 

-Mírate, estás preciosa.- Inoko sonrió sentándose de nuevo y dejando que Fang apoyara la cabeza sobre sus piernas para que siguiera acariciándolo. -Eras tan pequeña cuando llegaste que cabías en la palma de mi mano.- Se quitó una lágrima que caía por su mejilla. -Aún recuerdo cómo eras incapaz de controlar tus poderes. Más de un profesor salió ardiendo.- Los dos rieron. 

-Aún sigo teniendo descontroles. Estos poderes no se dejan controlar.- Pero la risa que ella mostraba guardaba tristeza. Tristeza, rabia y miedo al ver que sus poderes se iban descontrolando cada vez más, como si se tratase de un fuego que iba aumentando en su interior y en cualquier momento hubiera una explosión que vaya a arrasar con todo a su paso. Y eso la aterraba.

-Algún día serás capaz. Estoy seguro.- Inoko le sonrió. Siempre le había gustado y recuerda cómo al conocerle, aún teniendo dos años, pensó que estaba delante de un gigante. Se convirtió en una parte importante en su vida desde que llegó a Hogwarts con su madre y siempre que tenía algún problema acudía a él para solucionarlo. Hagrid se convirtió en una especie de guardián y en un gran maestro para Inoko. Mientras el resto de profesores la enseñaban los trucos con su varita, Hagrid le enseñó otro tipo de cosas ya sea el cuidado de animales, de plantas y todo sobre la naturaleza y los secretos que guarda. Inoko fue la primera alumna de Hagrid y ese es el mayor orgullo que el semi-gigante tenía. 

Después de eso se quedaron en silencio, disfrutando de su compañía y del fuego que calentaba el lugar. 

-Dumbledore me lo ha contado.- 

-Lo sé.- 

-¿Crees que es una buena idea?- Hagrid dejó la taza sobre la mesa. 

-No. Pero no hay otro modo.- Inoko quiso llorar en ese momento, pero sabía que Hagrid tenía razón. Incluso si rechazaba ayudarles, en un momento dado se iba a ver obligada a hacerlo. -eres más fuerte de lo que piensas, Inoko y estoy deseando ver de lo que eres capaz.- Se sonrieron y pasaron el resto del tiempo charlando sobre las cosas que habían sucedido en su vida mientras Inoko estuvo lejos de Hogwarts, tanto desde que Hagrid tuvo que ir a buscar a Harry, hasta la llegada de Umbridge al colegio y todos los problemas que trajo consigo. 

Así estuvieron hasta que el reloj marcó la hora y el momento de que Inoko se fuera llegó, ambos de nuevo en la puerta y abrazándose.

-Nos veremos en unos meses.- Murmuró Inoko y al bajar de nuevo al suelo acarició a Fang. -Portate bien porque cuando vuelva jugaré mucho contigo.- El perro ladró y ella sonrió. -Ten cuidado.-

-Lo tendré.- Hagrid puso una mano sobre la cabeza de Inoko y vio cómo ella se alejaba de allí con un magnífico vuelo que seguía asombrándole cada vez que lo veía a pesar de estar acostumbrado.

Cuando Inoko llegó de nuevo al despacho Dumbledore estaba de pie frente a la ventana, el Doctor sentado en una silla frotándose el puente de la nariz y Snape observando los libros de la estantería que había a un lado de la mesa. Todos vieron que había llegado pero sólo el Doctor se acercó a ella con el rostro preocupado. 

-Está bien.- Miró al Doctor con una pequeña sonrisa y después miró a Dumbledore que seguía en la ventana. -Lo haré.- Y con esas palabras Inoko sabía que estaba firmando su sentencia de muerte. 

*

-¿Estás bien?- Inoko giró el cuello y vio al Doctor a su lado, sus ojos mirándola preocupado. Ella sonrió ligeramente. 

-Sí.- Miró al techo e intentó calmar su cabeza, evitando cualquier pensamiento que la pudiera hacer llorar. -Lo estaré.- Cerró los ojos y escuchó al Doctor moviendo palancas y pulsando botones que hicieron a la TARDIS moverse bruscamente hasta que se paró de seco. 

-Ven.- Al abrirlos le vio delante y tendiéndole su mano, como hacía cuando era su antiguo yo. Inoko no dudó ni un segundo y enseguida tuvo su mano unida a la del alienígena que la llevaba hasta la puerta. -Cierra los ojos.- Los cerró y escuchó la puerta abrirse y notó una pequeña brisa llegar a ella. -Ábrelos.- Y cuando lo hizo y vio lo que había delante de ella, su respiración se cortó. Justo delante había una explosión de colores en el espacio. -Bienvenida a la Aurora Sueño.- Inoko se acercó hasta el borde y la observó en todo su esplendor. Después se sentó en el borde de la TARDIS y dejó que sus pies flotasen en el espacio mientras el Doctor se sentaba a su lado. -Aunque no sea el mismo de antes, te prometo que te protegeré y a pesar de no sentir lo mismo que mi antiguo yo, sigues siendo una parte importante de mi vida.- Inoko sonrió sintiendo sus ojos llenarse de lágrimas que en cualquier momento caerían. Acariciándole la mejilla, posó sus labios sobre la otra y al separarse se apoyó sobre su hombro mientras entrelazaba sus brazos. 

-Gracias.- Murmuró y se quedaron observando aquel espectáculo de luces y colores en silencio. 

Y lo que estaba por venir le pareció insignificante porque sabía que tendría a gente que la protegería siempre. 

Continuará...

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