
Si algo sucediera
-Buenos días Misaki.- Dije cuando salí de la habitación y vi a mi cuñado llevando bajo su brazo la cesta con la ropa limpia y que estaba llevando a cada habitación.
-Buenos días Inoko, ¿has dormido bien?- Me encogí de hombros y juntos fuimos hasta las escaleras.
-No mucho. Me quedé hasta tarde terminando de preparar unas cosas para la decoración de nuestra clase para el festival y estuve estudiando para un examen que tenemos dentro de poco.-
-¿Os queda mucho para terminar las cosas del festival?- Asentí con la cabeza y soltando a la vez un suspiro.
-Faltan muchos preparativos y puestos por montar. Y ahora tenemos un problema con los efectos de sonido y de luz para el túnel del terror que quieren poner los de 2º. A veces no me gusta ser la Presidenta del Consejo Estudiantil.- Me puse de rodillas en el suelo gimoteando mientras me tapaba el rostro y Misaki me daba palmadas en el hombro para intentar calmarme.
-Vamos a hacer un pastel después del desayuno.- Asentí y me levanté de nuevo. En ese momento le vi entrar en el salón de la televisión, gritando molesto al ver el estado de mi hermano que estaba, a punto de caer desmayado y tumbado sobre varios osos. Cuando Misaki le levantó para que se recompusiera, Usagi fue más rápido y enseguida le tuvo debajo para besarle. -¡Suelta viejo estúpido!- Exclamaba intentando separarse de él. -¡Inoko, ayuda!-
-Ah, que té tan agradable.- Suspiré teniendo ya la taza entre mis manos e ignorando las quejas de mi cuñado que seguía intentando alejarse de él, aunque cada vez aquellos intentos disminuían cuando los labios de Usagi pasaron a su cuello mientras su mano se colaba dentro de su camisa y aquellos quejidos se convertían en jadeos.
Finalmente, logró escapar de sus brazos y enseguida estuvo a mi lado, empezando así un nuevo día en el apartamento de Usami Akihiko y Takahashi Misaki.
-Eh Misaki.- Me miró con sus dos ojos verdes oscuros que te transmitían paz y ternura. -¿Hacemos el pastel?- Sonrió cerrándolos y nos preparamos mientras que Usagi se sentaba en el sillón con su libreta en su regazo y su bolígrafo entre sus dedos de la mano.
~
-No. No pienso hacerlo. Me niego rotundamente.- Abrí la puerta del Consejo Estudiantil y los que había allí me miraron a mí y a Kaji yendo detrás de mí.
-Será solo una vez. Pasará tan rápido que ni te darás cuenta de que ha sucedido.- Dejé la carpeta sobre la mesa y resoplé. Noté mi magia y la rabia uniéndose para llenar mi cuerpo a cada segundo que pasaba.
-Me niego a perder mi dignidad y mi estatus de esa manera.- Todos los que había aquí se fueron al ver el aura tan oscura que me rodeaba y eso no era buena señal. El único que siguió allí fue Kaji, sin moverse de detrás de mí.
-Solo sería una canción.- Me giré para enfrentarme a él. -Por favor.-
-Cuando digo que no, es un no. No es un tal vez o un probablemente o incluso un sí. Si digo a algo que no, significa un absoluto y rotundo no. Y como vuelvas a abrir los labios para pedírmelo de nuevo te corto las pelotas del tirón que les meteré y le pediré al Club de Cocina que te lo pongan de comida.- Me coloqué frente a él y aunque la diferencia de altura era bastante notoria, le noté más pequeño que yo a medida que hablaba. -¿Queda claro?- Del miedo se cayó de rodillas al suelo y finalmente le miré como si fuera una gigante observando a unas hormigas.
-Sí, señora.- Sonreí de lado y le cogí de la barbilla, atrayéndolo hacia mí para darle un beso en los labios.
-Que sea la última vez.- Murmuré mientras le miraba a los ojos que brillaban y me observaban como si estuviera viendo algo insólito. -¿Qué ocurre?-
-No me dejes nunca.- Suplicó y al escucharle me puse de rodillas en el suelo, quedando ahora frente a frente.
-Kaji...- Susurré. No sabía qué estaba sucediendo y menos qué le sucedía a él, pero acepté sus abrazos que me rodearon con fuerza y no dije nada cuando noté sus lágrimas sobre mi hombro, tan sólo puse mi mano sobre su pelo y le consolé, los dos solos en el Consejo Estudiantil.
-No sé, yo le veo tan normal como siempre.- Comentaba Nao, una amiga de Inoko y Kahoko, mientras observaban a Kaji hablar con unos compañeros de clase en la hora del almuerzo.
-Fue muy raro. Sonaba muy desesperado y me abrazaba de una manera que sentí que algo malo sucedía.-
-Estará estresado con el trabajo y los preparativos del festival.- Añadió Mio, otra amiga de Kahoko, e Inoko asintió, aunque con un sentimiento dentro de ella que le decía que pasaba algo más mientras observaba la sonrisa tan radiante que mostraba su novio a cualquiera de los que estaban a su alrededor.
-Puede ser.- Murmuró Inoko y sus tres amigas empezaron a hablar entre ellas, pero Inoko no se unió en lo que quedaba de almuerzo, sino que tras mirar a Kaji un par de minutos más observó el cielo tras la ventana, mirando a los pájaros volar de un lado a otro y el viento mover las hojas de los árboles que era capaz de escucharlo como si estuviera justo debajo mirando aquello maravillada.
Al terminar el almuerzo, se retomaron las clases, aunque Inoko, al ser la Presidenta del Consejo Estudiantil, y Kaji, que era el vicepresidente, tuvieron que salir para organizar algunas cosas del festival con unos pocos profesores.
-Oye Kaji.- Su novio se giró con una sonrisa. -Si sucediera algo, me lo dirías, ¿no?-
-¿Algo como qué?- Inoko se encogió de hombros.
-No sé. Lo que fuera que estuviera sucediendo en tu vida. ¿Lo harías?- Kaji se acercó a ella y puso su mano sobre su cabeza.
-No tienes que preocuparte por nada.- Sonrió e Inoko tan sólo dijo un bajo sí que hizo que ambos se separaran y siguieran con esos preparativos.
Al terminar, volvió a ir al ático y, sentada al borde y con sus pies colgando en el aire, observó a Kaji salir del instituto junto con Len mientras reía y su amigo se mantenía serio. Inoko frunció los labios. Se sentía insegura, algo malo estaba sucediendo y el ver o pensar en Kaji hacía que algunas lágrimas cayeran por sus mejillas. Hacía pocos días que estaban bien, que sonreía y sentía su corazón latir cada vez que se encontraban, ¿por qué ahora se encogía y sentía cómo le lanzaban dagas?
Suspirando, intentó alejar aquellos pensamientos de su mente haciendo aparecer su libreta de dibujos y un lápiz que colgaron sobre el aire frente a ella antes de que los cogiera y lo abriera por una hoja en blanco. Cerró los ojos y dejó que su mano hiciera el resto, sin darse cuenta de que en vez de hacer un dibujo, en realidad estaba escribiendo y sin dejar de hacerlo durante unos minutos hasta que, al terminar, el lápiz desapareció e Inoko abrió por fin los ojos y frunció el ceño al ver las palabras en el papel.
Acercó su mano al papel y al tocar con sus dedos aquella letra que empezaba a tener una melodía en su mente, su respiración se cortó y mientras abría los ojos como platos echando la cabeza hacia atrás, todo alrededor cambió como si hubiera cambiado a otro lugar. Estaba frente al mar y sintió la brisa erizar su pie. Al bajar la vista vio sus pies de pie sobre la cabeza de un enorme león de un barco.
-Sunny.- Susurró agachándose para acariciar la madera y cuando levantó de nuevo la mano, varias voces llamaron su nombre, pero cuando se reincorporó y quiso girar, una fuerza la empujó varios metros lejos de allí y la llevó hasta las profundidades del mar. Sentía que algo tiraba de ella y la llevaba aún más profundo, y aunque luchaba para librarse de aquello, era algo imposible y enseguida empezó a notar que le faltaba el aire y poco a poco notó sus ojos cerrarse, escuchando una voz que se hacía más fuerte a medida que sus ojos se volvieron más pesados. Y cuando los cerró definitivamente, salió de aquella especie de visión y lo primero que vio fue dos caras desconocidas mirándola fijamente. Eran una mujer pelirroja de pelo largo y ojos castaños y un hombre de pelo castaño claro y ojos azules.
En cuanto les vio intentó reincorporarse para salir corriendo, pero las manos de ella sobre sus hombros le pararon.
-Eh, eh. Tranquila.- Dijo mientras intentaba echarme de nuevo hacia atrás, dándose cuenta que estaba sobre un sofá. La mujer miró al hombre que estaba a su lado. -Ve a avisarle.- El hombre asintió y enseguida ya salió de allí.
-¿Quiénes sois vosotros?- Preguntó Inoko aún sentada sobre la cama.
-Soy Amy Pond y el que se acaba de ir es mi marido Rory, somos amigos del Doctor.- Inoko abrió los ojos.
-¿El Doctor?, ¿estamos en la TARDIS?- Amy asintió, pero antes de que pudiera decir algo más, Inoko saltó de la cama y corrió hacia la salida, atravesando cada uno de los pasillos hasta que se paró de golpe y vio al mismo hombre de antes, Rory, y a su lado a otro con una gran frente, ojos pequeños y que vestía con una pajarita roja, chaqueta marrón y unos tirantes. En ese momento podía haber pensado que era otro acompañante del Doctor, pero no fue así porque al mirarle a los ojos supo que se trataba de su amigo, de aquel que quiso tantísimo, con quién había vivido tantas aventuras y de quien se despidió hacía ya casi 6 meses.
De nuevo empezó a correr y enseguida tuvo sus brazos rodeando el cuello del Doctor que la abrazó de vuelta con una mano sobre su pelo y la otra sobre su espalda.
-Mi Señor del Tiempo.- Murmuró sin separarse del él.
-Mi gran bruja.- Respondió él. Su voz también había cambiado, pero seguía hablándola con el mismo cariño que el Doctor anterior y que dijera aquellas tres palabras la hizo llorar sobre sus brazos como llevaba tiempo sin hacer. Y aunque lloraba por aquel momento, también descargó el dolor que llevaba aguantando durante tanto tiempo.
-¿Cómo sabías donde estaba?- Preguntó Inoko en la sala central de la TARDIS, dando vueltas por el panel mientras lo acariciaba y el Doctor giraba rudas y bajaba o subía palancas que mantenían a la TARDIS en movimiento.
-Siempre estás allí, aunque te quedaste dormida en el suelo.-
-¿Ah sí?- Se pasó la mano por el pelo. -Últimamente estoy con muchas cosas del instituto.- Pero Inoko no vio la mirada que Amy le lanzó al Doctor que decía que aquellas palabras que él había dicho, eran una absurda mentira. -Pero, ¿por qué estás aquí?-
-Los viejos tiempos, las aventuras.-
-Doctor.- Respondió Inoko, sin creerle en lo más mínimo y se cruzó de brazos, pero con la mirada que el Doctor le lanzó, cayeron en cuanto supo qué significaba esa mirada. -Tengo que ir a verle, ¿verdad?-
-Es vital para tu línea temporal.-
-¿Y que estés tú también lo es?-
-Agiliza el proceso.- Siguió girando palancas y mientras lo hacía, Inoko se acercó a Amy y Rory.
-Supongo que tú tampoco nos dirás a dónde vais.- Inoko negó.
-Es demasiado peligroso que lo sepáis.- Y, por primera vez en lo que llevaba allí, Inoko vio el cambio que la TARDIS tenía y los Williams se dieron cuenta.
-¿Te apetece ver el resto?- Preguntó Rory e Inoko asintió, desapareciendo ambos en el interior de la nave y dejando solos a Amy y al Doctor.
-Y ahora tú vas a explicarme qué es lo que hemos visto.- Dijo tajante Amy y apoyando ambas manos sobre la central.
-No sé de qué me estás hablando.- Respondió él Doctor poniendo las coordenadas de la casa de Amy y Rory para dejarles allí antes de ir con Inoko al siguiente destino.
-¿En serio no vamos a hablar de la situación en la que estaba ella? ¡Literalmente estaba volando en el aire completamente distinta a como se la ve ahora y diciendo algo en un idioma que ni la TARDIS es capaz de traducir y con un humo dorado que la rodeaba!- Exclamó Amy señalando el lugar por el que se habían ido Rory e Inoko, ajenos ahora de la conversación que estaba teniendo lugar entre el Doctor y Amy.
-Sé lo que vi, pero si llega a saber lo que ha sucedido, lo más mínimo, podría afectar toda su vida.- Se notaba el miedo en su voz y Amy lo vio enseguida, quedándose callada durante unos segundos, con miles de palabras pasando por su mente, intentando decir algo, las palabras adecuadas para aquel momento hasta que rompió el silencio.
-Doctor...- Su amigo la miró. -¿Quién es ella?-
Y el Doctor en ese mismo momento deseó tener las palabras para poder responder a aquella pregunta como siempre hacía, pero no fue capaz y tan solo miró a Amy hasta que escucharon a Rory e Inoko acercándose a ellos.
~
-Espero que nos veamos pronto.- Amy abrazó a Inoko cuando estaban frente a la puerta de su hogar, mostrando aquella puerta azul igual que la TARDIS. -Y no consientas muchas cosas al Doctor que puedan poner en riesgo tu vida.- Murmuró en su oído.
-Lo tendré en cuenta.- Y tras planear la próxima visita del Doctor a los Williams, Doctor e Inoko se despidieron una vez más de ellos y entraron en la TARDIS, desapareciendo de allí y quedándose solos por primera vez. -¿Cuánto hace desde que nos despedimos?-
-Demasiado tiempo.- Fue lo único que dijo el Doctor sin levantar la vista del panel.
-¿Me has echado de menos?- Pero ahí sí que la miró y abrió ligeramente los ojos cuando observó que Inoko estaba mostrando su verdadera forma y sin percatarse de ello.
-Sabes que sí.- Se quedó un poco en silencio, observando aquel pelo que se movía solo como si tuviera vida propia y aquellos ojos verdes brillantes que eran capaces de ver tu alma. -Eres alguien especial, Inoko.- Ella sonrió con sus mejillas sonrosadas y en aquel momento volvió a su otra apariencia y su pelo, que antes tenía vida, se volvió más oscuro y liso mientras que sus ojos azules mostraban todo un océano tras una tormenta.
-¿Es necesario ir?-
-Es un punto clave en tu línea temporal, si esto no sucediera podría causar graves daños en tu historia y en el Universo.- Inoko rió.
-¿Por qué mi historia iba a dañar el Universo?- El Doctor se percató de las palabras que había dicho y agradeció que ella estuviera dando vueltas y observando la nueva decoración de la TARDIS.
-Todas las historias de cada persona, alienígena o ser vivo son importantes para el Universo. Un pequeño cambio en la línea de cada uno podría causar grandes daños en el tiempo.- Inoko no dijo nada y solo pensó en aquellas palabras, meditando en lo importante que podía llegar a ser el destino.
-¿Estarás conmigo?-
-En todo momento.- Inoko y el Doctor se sonrieron mutuamente y aunque ella sabía que no era el mismo Doctor que conoció y al que quiso como nadie, sintió su cariño como si nunca de hubiera ido.
Inoko bajó una palanca que le indicó el Doctor y la TARDIS comenzó a moverse bruscamente mientras ellos se agarraban con fuerza.
Cuando la nave paró, el Doctor ya estaba en la puerta, colocándose la pajarita y su pelo, y cuando iba a abrir la puerta se percató de que Inoko aún seguía en el panel, mirando la puerta; aunque parecía que podía ver más allá; con su rostro serio. El Doctor la llamó hasta hacerla salir de aquel trance y le miró, ahora con su mano extendida e Inoko, por un segundo, juró haber visto a su antiguo Doctor a unos metros de ella, pero en un segundo volvió a ver al nuevo Doctor que seguía con su brazo extendido y empezó a correr hacia él, saliendo los dos juntos al exterior y con sus manos unidas.
Cuando Inoko vio lo que la esperaba ahí fuera, sintió su piel erizarse, su respiración cortarse en un suspiro y su corazón ir a más velocidad.
Y es que volver al colegio de magia donde se crió, siempre la hacía sentir de aquella manera.
Continuará...