
Mi Señor del Tiempo
-¡Me dijiste el cubo azul!- Exclamé molesta entrando en la TARDIS con el Doctor detrás de mí que cerró la puerta con rapidez antes de que aquel alienígena. A medida que caminaba hacia el panel, intenté quitarme una mucosa verde que nos habían lanzado unos alienígenas para nada agradables y que desprendía un desagradable olor.
-¡Te dije el no azul!- Me contesto el Doctor detrás de mí, lanzando su gabardina lejos de él y acercándose a mí. En su rostro había una mueca de desagrado al ver cómo le habían dejado a él también. -¿Te encuentras bien?-
-He vivido aventuras peores.- Reí, pero él me miró serio. -Estoy bien. No he recibido ningún rasguño.- Intenté acariciarle el rostro, pero mis dedos se llenaron de más mucosidad asquerosa y sacudí mi mano hasta quitar un poco. Ambos nos miramos y empezamos a reír al ver nuestro estado. -Gracias Doctor.- Sonreí como nunca había sonreído y él respondió de la misma manera. Del panel, agarró un pañuelo seco y se acercó a mi. Cogió mi cara con una mano mientras que la otra fue limpiando la mucosidad de mi rostro, nuestros ojos sin dejar de mirarnos ni un solo segundo. Al terminar, bajó la mano con el pañuelo, dejó la que estaba en mi mejilla ahí y acercó sus labios hasta mi frente.
-Eres única, Inoko.- Juntó nuestras frentes y sonreímos.
-Y tú eres el mejor.- Nos quedamos un par de segundos así, hasta que yo fui la primera en dar un paso hacia atrás. -Pero yo necesito darme un merecido baño.- El Doctor rió y asintió, yendo directo hacia el panel. Antes de adentrarme en los múltiples pasillos laberinto de la nave me quedé observándole unos segundos, viendo cómo rodeaba el panel, acariciándolo con cariño hasta pararse en una foto. Nuestra foto.
Aún recuerdo el día que nos hicimos aquella foto. El Doctor me prometió ir a un spa con tres soles que pondrían mi piel más tostada en cuestión de minutos, y así fue, pero mientras estaba tumbada con una refrescante bebida de ese planeta, hubo un accidente y cuando fuimos a investigar porque su faceta de aventurero y de meterse en todo lo "fascinante", nos atacaron con un gas y lo siguiente que recordé fue que estaba encerrada en una gran nave espacial. Se trataba de unos alienígenas lagartos con forma humanoide y su emperador quería casarse conmigo.
Todo fue demasiado rápido en aquella ceremonia en contra de mi voluntad. El Doctor irrumpió en aquel salón seguido de todos los prisioneros y tras dar un discurso y de darme un beso para soltar toda la adrenalina, huimos de allí bastante lejos.
Acabamos en un pueblo al sur de Francia bastante peculiar. Estaba oculto a la vista del resto del mundo y lo más llamativo fue la magia que residía allí. Todo el pueblo se dividía en brujos de la oscuridad, brujos de la luz y los sinmagia, viviendo todos en armonía. Aunque lo mejor eran las hadas que cuidaban de los niños. El pueblo se llamaba Fairy Oak y fuimos acogidos por una maravillosa familia, los Periwinkle. Sus hijas gemelas, a pesar de ser idénticas, sus formas de ser eran completamente lo opuesto pero de una manera que se complementaban. Ambas eran brujas, pero brujas especiales, una de ellas, la mayor que se llamaba Pervinca, era una bruja de la oscuridad, la primera de la familia; mientras que la segunda hermana, Vainilla, era una bruja de la luz.
Estuvimos allí unos pocos días y coincidía con la fiesta del Solsticio de Verano a la que el Doctor y yo asistimos vestidos con ropas que nos dejaron. Bailamos, reímos, vimos la hoguera que encendieron donde lanzaron objetos o prendas de ropa que ya no utilizaban y yo acabé tocando el violín con el resto de la banda. Cuando la fiesta estaba en su punto más alto, nos sacaron una foto al Doctor a mí y en ella nos mirábamos sonrientes y con cariño. Muchos llegaron a pensar que éramos pareja y, aunque me hubiese gustado, yo ya sabía desde el principio que sus dos corazones ya pertenecían a otra mujer.
Volviendo a la realidad, el Doctor sonrió acariciando nuestra foto y volvió a dejarla en su sitio, en una pequeña estantería que tenía en lo alto el panel de control y esa fue mi señal para ir al cuarto de baño.
En cuanto me metí en el agua, transformé mi cola de sirena por mis piernas, pero eso no evitó que mi pelo y mi color de ojos cambiasen también. Agarré un mechón entre mis dedos y me quedé observándolo largo rato. Con todo lo sucedido estas últimas horas no he podido pararme a pensar en aquellos dibujos. Pensar en por qué siento que son importantes, que guardan algo mucho más que un simple trazado en un papel, pero ¿qué? ¿Qué podía ser tan importante que yo lo haya olvidado?
Mi cabeza empezó a dolerme muchísimo y cerré los ojos con fuerza, echando la cabeza hacia atrás.
-Si tan sólo mi corazón y mi mente pudieran ponerse de acuerdo...- Susurré estirando los brazos hacia el techo de cristal que mostraba un inmenso cielo estrellado, aunque sabía que no era auténtico sino una simulación de lo que la TARDIS era capaz de hacer en cada una de las habitaciones.
Cuando salí del baño ya sin ningún resto de aquella mucosidad, el Doctor miraba algo en la pantalla. A deducir por su ceño fruncido y sus ojos preocupados, aquello que miraba no era nada bueno.
-¿Ocurre algo?- Pegó un pequeño bote por el susto y me miró. Al principio fue con tristeza pero a la vez de sorpresa, aunque a los pocos segundos se recompuso y se acercó a mí. El que ya no tuviera la mucosidad por encima, era un misterio, pero así era él.
-No.- Sonrió un poco al estar frente a mí. -No ocurre nada.- Sonreí de vuelta y anduve hasta el pequeño sillón que tenía y mientras él movía palancas y giraba ruedas del panel, yo me quedé mirando un punto fijo en el suelo.
-Doctor.- Elevé mi cuello hasta mirarle. -¿Alguna vez has sentido que has olvidado algo muy importante de tu vida pero no logras recordar el qué?-
-¿Por qué lo preguntas?- Dejó lo que estaba haciendo y me observó. Me encogí de hombros como respuesta.
-Por nada. Es sólo que...- Pero no sabía ni cómo explicar todo lo de los dibujos y lo que estaba sintiendo. -Nada. Es una tontería.- Y nos quedamos en silencio durante un rato, hasta que otra pregunta cruzó mi mente. -¿Por qué has vuelto?- Nuestras miradas volvieron a cruzarse.
-Me voy a regenerar y quería despedirme.- Todo se paró a mi alrededor. No, imposible. Acabamos de reencontrarnos, ¿por qué tiene que suceder ahora? -Inoko...- El Doctor me miraba preocupado, incluso triste, en cuanto vio las primeras lágrimas caer antes de que las siguiesen muchas más antes de tapar mi rostro con las dos manos. -Sabías que este momento iba a llegar.-
-Lo sé. Es sólo...- Intenté coger aire para continuar hablando, pero mi pecho me apretaba al respirar y la garganta comenzó a arder cuando intentaba decir alguna palabra. -Es demasiado pronto.- Sentí sus manos sobre las mías y las apartó para que le viera arrodillado frente a mí. -Te voy a echar mucho de menos.- Gimoteé.
-Y yo a ti también, pero se que mi futuro yo te seguirá queriendo como yo lo hice.- Se acercó a mí hasta juntar nuestras frentes. -Eres muy especial, Inoko, y te mereces todo el amor del universo.- Intenté sonreír, pero eso hizo que más lágrimas fueran cayendo por mis mejillas. -Mi gran bruja.-
-Mi señor del tiempo.- Nos miramos a los ojos. Nos abrazamos con fuerza y estuvimos así durante largos minutos en los que mi llanto quedó atrás y ya sonreía por todos los recuerdos felices a su lado, todas las aventuras, las risas y los secretos que compartimos durante aquellos 365 días juntos.
No dijimos nada cuando nos separamos y tampoco cuando yo me senté en el sillón y él se movía por todo el panel, pulsando botones y bajando palancas. Ni siquiera abrimos nuestros labios cuando la TARDIS se movió unos segundos y se paró, dejando claro que ya estaba en casa. Tampoco dijimos nada cuando yo empecé a andar hasta la puerta, sabiendo que él no iba detrás de mí. Estiré mi brazo hasta agarrar el pomo. Sólo tenía que girarlo y esta etapa con el Doctor se acabaría para siempre, sin vuelta atrás, sin terceras veces. Sólo tenía que girar el pomo para volver una vez más a mi vida normal.
Lo solté. Lo solté y me giré para ir corriendo hacia el Doctor que me abrazó con fuerza, incluso le sentí llorar, pero eso sería un secreto que quedará entre él y yo. Me separé unos centímetros de él aunque sin soltar el abrazo para mirarle, con nuestros rostros muy cerca. Podía haberle besado en los labios ahí mismo, pero en cambio, le cogí de las mejillas, acariciando su piel con mis pulgares y, tras sonreírnos, ambos con los ojos acuosos, subí mis labios hasta su frente y le besé ahí, en la misma zona que él siempre me besaba cada vez que volvíamos a la TARDIS después de alguna batalla o de alguna visita en un planeta lejano o época. Con eso terminaba el ciclo, con este beso le dejaba ir y al mismo tiempo le agradecía todo lo vivido juntos. Le agradecía por confiar en mí siempre, por defenderme, por apoyarme cuando mis poderes se descontrolaban. Pero, sobre todo, le agradecía que me hubiera querido cómo nadie lo había hecho nunca.
Me acompañó hasta la puerta y al abrirla, los rayos de sol ya se asomaban por el horizonte y desde la inmensa terraza del apartamento de Usagi pude ver el sol entre los grandes edificios, dando comienzo al nuevo día. Al girarme vi a Usagi desde el salón y fui hasta él. El Doctor seguía en la TARDIS y, con un simple movimiento de mano, se despidió de nosotros, pero, sobre todo, se despidió de mí y aquella sonrisa que tanto me gustaba se grabó en mi corazón una vez más.
Y con eso desapareció, como si nunca hubiera estado ahí o en mi vida.
-¿Estás bien?- Preguntó Usagi a mi lado y yo asentí, mirando de nuevo el sol frente a nosotros.
-Estoy bien.- Entré en el apartamento con una sonrisa que estuvo junto a mí el resto del día. Incluso los dibujos que hice y lo que afectaban a mi cabeza se borraron de mi memoria, como si nunca hubieran existido.
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-¿Preparada?- Preguntó Kaji a si lado y le miró. Sujetaba su carpeta con fuerza y sus ojos mostraban una mezcla de terror y emoción por lo que iba a pasar a continuación.
-¿Y tú?-
-Estoy a tu lado, así que no tengo nada que temer.- Mostró una pequeña sonrisa y estiró el brazo hasta que su mano llegó a la puerta. Al otro lado estaban todos sus compañeros del aula, expectantes del festival del colegio y que Inoko y Kaji, al ser la presidenta y el vicepresidente del consejo de alumnos, se encargarían de organizar todo para que quede perfecto.
Al entrar los alumnos se quedaron en silencio en cuanto les vieron y mientras Kaji se quedaba a un lado de la mesa, Inoko ya colocó sus papeles y su carpeta encima.
-Bien, este año nos toca organizar gran parte del festival.- Comenzó a decir. -Y al ser el último curso del instituto nuestro deber es dejar nuestra huella, que nos recuerden en los próximos años, por lo que nuestra participación y nuestras ideas deben ser de lo mejor que haya visto este lugar. ¿Quién tiene ideas?- Algunos alumnos levantaron la mano e Inoko escuchó y apuntó cada una de las ideas. Así, la siguiente hora fue de debatir y elegir la temática que tendría su aula, los deportes que harían y los puestos de comida o de juegos que tendrían en el patio y en sus clases.
-Un karaoke sería una buena idea.- Comentó Kahoko al fondo del aula. -Y podríamos hacer un concurso en el que todos voten al que mejor haya cantado. Y el que gane, tendrá un boleto gratis para todas las atracciones y puestos de comida.-
-Kaho. Eres genial.- Dijo Inoko desde la mesa y su amiga sonrió con las mejillas sonrojadas. -Bien, teniendo todas las ideas hechas, mañana mismo podemos empezar con los preparativos.- Inoko dio una palmada mientras ponía los pies de nuevo en el suelo. -Muchas gracias a todos por venir.- Kaji y ella se inclinaron como agradecimiento y a los pocos minutos muchos ya se fueron, quedando tan sólo ellos dos y Kaho.
-¿Hablamos esta noche?- Preguntó Kaji acariciando el rostro de Inoko y dejando un mechón detrás de su oreja. Inoko asintió y ambos se dieron un pequeño beso.
-¡Kaji!, ¿vamos?- Ryotaro apareció desde la puerta. Kaji asintió y le dio otro beso en los labios antes de coger su maletín y salir del aula moviendo su mano como despedida y mirando con una sonrisa una vez más a Inoko.
-Le miras como si estuvieras enamorada de él.- Dijo Kaho al lado de su amiga que la miró con una sonrisa.
-Tal vez... Aunque es muy pronto para decirlo.- Inoko movió su mano y las mesas y sillas que estaban descolocada volvieron a su sitio como si nadie las hubiera movido ni un centímetro y con un chasquido, su maletín atravesó el aula hasta llegar a su mano.
Kaho sabía de sus poderes desde que Inoko llegó al instituto. Le estaba enseñando las instalaciones y en uno de los edificios estaban haciendo obras. Ese día hacía viento y una ráfaga hizo que un cubo que estaba al borde de una tabla se cayera. Inoko se dió cuenta que caería sobre su nueva compañera y tras gritar su nombre, estiró los brazos y el cubo se quedó suspendido en el aire. Kahoko, que cerró los ojos y se protegió la cabeza, al abrirlos vio el cubo encima de ella y cuando quiso gritar, Inoko le tapó los labios con la mano y tuvo que contarle aquel secreto en un lugar alejado de cualquier ojo curioso. Aquel día surgió una fuerte amistad entre ambas amigas y desde entonces hasta día de hoy, Kahoko guardó el secreto. Kaho se convirtió en la mejor amiga que Inoko podía tener y se sentía orgullosa de poder ver lo madura que se había vuelto y los momentos que la habían convertido en la maravillosa persona que era a día de hoy. De igual manera, Inoko también sabía del violín mágico que Kahoko era capaz de tocar como una profesional con solo escuchar la melodía y pudo verlo un día en el ático del instituto, con el atardecer a lo lejos y el verano llegando con el viento.
Cuando el Doctor llegó Kahoko sintió que faltaba una parte de ella cuando Inoko entró por aquellas puertas azules y cuando él volvió sin su amiga detrás, sintió su mundo derribarse con aquellas palabras que el Doctor dijo. Nunca se lo perdonó y aún seguía frunciendo el ceño y dejando que la rabia la consumiera por dentro cuando escuchaba su nombre. Nunca le perdonaría que dejase que Inoko, la misma que prometió proteger, desapareciese y no tuviese idea de a dónde, ni siquiera la TARDIS, que supuestamente era capaz de encontrar a cualquiera en el amplio universo.
-¿Te encuentras bien?- La voz de Inoko la sacó de su trance en la que miraba a un punto fijo en el horizonte y sus ojos amarillos mostraban tristeza, pero al ver los ojos azules de su amiga mirándola con cariño, sonrió.
-Sí. Estoy bien, ¿nos vamos?- Inoko asintió y ambas amigas, enlazando sus brazos, salieron de allí. Pasaron el resto de la tarde por el centro, comprando algunas cosas y riendo al probarse ropa y complementos.
-Oh, mira este vestido.- Murmuró Inoko acercándose a un escaparate que mostraba un largo vestido rojo e iluminado por varios focos. Pero entonces el vestido se transformó en uno completamente distinto y que iba adornado con una tiara dorada y algunas cadenas del mismo color.
Mientras miraba el vestido, su mente empezó a mostrar miles de imágenes muy rápido y sin centrarse en ninguna y de repente empezó a escuchar múltiples sonidos mezclados: risas, gritos, choques de espadas, el mar y el viento uniéndose en un perfecto equilibrio. De repente, le llegó un olor a sake y al girarse, vio pasar a un hombre con el pelo verde con unos hombros que mostraban todo el ejercicio que hacía. Sus pies empezaron a andar solos hacia aquel hombre mientras los sonidos se hacían cada vez más fuertes y cuando puso su mano sobre su hombro, todo desapareció y se vio en plena calle con múltiples personas andando en todas direcciones.
-¡Inoko!- Se giró y observó a Kahoko acercarse corriendo hacia ella. -¿Qué hacías? Llevaba varios minutos llamándote y no respondías.-
-Perdón. Me... Me pareció ver a alguien.- Sonrió mientras su amiga estaba con el rostro serio y confuso. -Se hace tarde, ¿te apetece quedarte esta noche?- Kaho asintió con una gran sonrisa y ambas se alejaron de allí, aunque Inoko giró la cabeza cuando escuchó que alguien la llamaba. Una voz fuerte y que se le hacía familiar por la manera en la que su corazón empezó a latir con fuerza.
*
No había nadie cuando llegaron. Usagi se olvidó de cumplir de nuevo con la fecha límite y se llevó a Misaki con él a un hotel termal que estaba lo suficientemente lejos de Aikawa y sus intentos de asesinar a Akihiko.
Enseguida y cambiándose a una ropa más cómoda y que Inoko le prestó a su amiga un pijama, se prepararon la cena y enseguida se sentaron en la mesa a disfrutar de lo que habían hecho, intercambiando algunas palabras entre cada bocado.
-¿Has vuelto a saber algo de él?- No hizo falta decir ningún nombre para que Inoko supiera de él y respondiendo a la pregunta, negó con su cabeza y una sonrisa.
-No.- Inoko miró por el gran ventanal durante unos segundos, aunque fueron suficientes para que Kahoko viera el cambio que se había producido en su amiga. Un cambio en el que aparecía su verdadera forma con su pelo más largo, de un castaño más claro y ondulado se moviera como si hubiera una brisa frente a ella y sus ojos verdes brillantes como las hojas más hermosas observando el cielo en el exterior.
Pocas veces tenía la oportunidad de poder verlo y sentía una paz observar aquel cambio en su amiga. Pero también sentía tristeza porque sabía que su amiga nunca podría mostrar su yo, su verdadero yo al mundo. Y no decir las palabras que llevaba tiempo queriendo sacar a la luz la mataba a cada segundo. Unas palabras que podían cambiar con todo el equilibrio que había ahora en sus vidas y sobre todo en la de Inoko y el decirlas no sólo rompería con el equilibrio, sino que haría que la vida de su amiga cambiase por completo o acabase con ella.
-Oye Kaho.- Preguntó sin salir de su trance y sin dejar de mirar por la ventana.
-Dime.-
-¿Alguna vez has olvidado quién eres?- Preguntó sin ser consciente de sus palabras, como si una parte de ella que llevaba mucho tiempo escondida hubiera salido a la luz y las hubiera dicho.
En cambio, Kahoko abrió los ojos por la sorpresa y su corazón se paró por un segundo. Pero se quedó ahí, observando la auténtica forma de su amiga y su magia rodeándola, acercándola un poco más a la verdad que le ocultaron para salvar su vida, su auténtica vida.
Continuará...