
Dibujos
-¿Me extrañabas?- Me bajó y nada más tener los pies en el suelo no pasó ni un segundo hasta que le pegué una bofetada que le dejó la mejilla rojiza. -¡Oye!- Exclamó con una mezcla de molestia y asombro mientras su mano acariciaba la zona afectada.
-¿Acaso crees que voy a reaccionar de una buena forma?- Me quedé unos segundos en silencio, mirándole mientras mi respiración pesada y que mostraba mi claro enfado sonaba por encima de los pájaros. -¡Te estuve esperando meses, creyendo que volverías a por mí!- Y me abrazó, ignorando mis quejas para que me soltara. Eso lo hizo aumentar la fuerza con sus brazos. Suspiré. -Sí te he echado de menos.- Murmuré mientras le rodeaba con mis brazos. El abrazo duró segundos, puede que minutos. Minutos donde se escuchaba mi llanto amortiguado por su pecho y su gabardina que poco a poco se iba llenando de lágrimas y por sus intentos de consuelos mientras pasaba su mano por mi cabeza lentamente.
-Y yo a ti también, pero comprende que todas mis acompañantes han terminado de una forma trágica y que ninguna ha vuelto.- Con sus grandes manos abarcó toda mi cara y sus ojos me miraron con tristeza. -Te he extrañado muchísimo.- Apoyó su frente sobre la mía mientras yo colocaba las manos sobre sus hombros y cerraba los ojos, sintiendo cómo algunas lágrimas seguían cayendo por mis mejillas. Nos quedamos en esa posición otro rato hasta que las campanas volvieron a resonar marcando el cierre del lugar y sobre todo haciendo que nos separemos dando unos pasos hacia atrás. Sonreí débilmente y quité mis lágrimas con la manga de mi uniforme. Él me sonrió también y mirándome con sus ojos brillantes, tal vez por las lágrimas o tal vez por la emoción.
-Tengo que ir a casa de Usagi, me estará esperando.- Chasqueé los dedos y mi maletín apareció siendo sujetado por mi mano mientras que sobre mi hombro se encontraba mi pequeña mochila. El Doctor rió y no separó su mirada de mi a medida que caminaba lentamente por su lado. A unos metros me giré y quedé enfrente de él. -¿Vienes?-
-Nada me gustaría más.- Se puso a mi lado y me ofreció su brazo. Estuvimos andando en silencio por todo el gran patio hasta salir allí. Entre unos árboles, a unos pocos metros, se encontraba la TARDIS. Igual de hermosa como recordaba, con su azul tan reluciente y que la hacía tan majestuosa. El Doctor se separó de mí y fue a un ritmo rápido para abrirme la puerta y permitirme entrar. Incluso el interior, todavía dando un aspecto descolocado, seguía poniéndome los pelos de punta. Me acerqué hasta el panel central y pasé mi mano por ella dándole una suave caricia. Sabía que a pesar de ser una máquina, seguía teniendo sentimientos. Cosas de los Señores del Tiempo.
-Hola preciosa, ¿me extrañabas?- La TARDIS como respuesta hizo sonar su ruido característico que me hizo sonreír hasta tener calambres en mis mejillas. -Lo tomaré como un sí.- Me senté en el sillón más cercano y vi al Doctor moverse de un lado a otro, bajando palancas y pulsando botones que hicieron mover toda la nave de una forma brusca. Era como recordaba y mi risa daba a conocer lo que estaba sintiendo en estos momentos. Él me miró y sonrió con ternura. Unos segundos más tarde todo paró y se acercó a mí, tendiéndome su mano como si me invitara a bailar porque me ha visto sola en una esquina del gran salón. Acepté esa invitación y entrelazamos nuestros dedos. -¿Por qué has vuelto?- Pregunté en cuanto me levanté, aún con nuestras manos unidas.
-A medianoche espérame en la terraza.- Besó mi frente y al cerrar mis ojos, escuché a lo lejos cómo abría la puerta con un chasquido.
-¿Una última aventura?-
-La mejor de todas.- Sonreí y al separar nuestras manos me puse de puntillas y besé su mejilla antes de salir por la puerta, viendo la entrada del apartamento de Usagi. Sin girarme, escuché el característico sonido de la TARDIS yéndose finalmente de allí
Suspiré y fui decidida hasta la gran puerta de madera atravesando la pequeña verja que lo separaba de mí. Dos toques suaves pero a la vez seguros. Siempre que venía aquí y sus ojos violetas me miraban serios, sentía una pequeña emoción. Estar con Usagi me hacía feliz y aunque todo lo relacionado con él fuera un desastre (comida, limpieza, orden e incluso su trabajo), me encantaba venir y olvidarme durante un tiempo de la presión que era ser del clan Usamos con todo lo que eso suponía.
-Llegas tarde.- Fue lo único que dijo cuando abrió la puerta y , por primera vez, sus ojos no dieron tanto miedo. En ese momento comprendí que realmente había cambiado. Estar con ese Misaki le había vuelto más humano y me alegró enormemente.
-Lo sé.- Entré en el apartamento y un maravilloso olor llenó todos mis sentidos. Escuché a Usagi decir que se trataba de Okonomiyaki.
(N/A: El okonomiyaki es un plato originario de la región de Kansai, y contiene diferentes ingredientes, entre ellos calamar, carne de cerdo, bacon y camarones. Pero los vegetales juegan un papel importante en este plato, ya que también contiene generosas cantidades cebolla de verdeo, brotes de soja y repollo. Esta comida esta cubierta de una salsa color negra llamada "Salsa Okonomiyaki" y en muchos casos también se le pone mayonesa. Obviamente, estas salsas van a elección del consumidor.)
-La casa limpia, comida que huele de maravilla.- Mire a mi hermano mientras el cogía mi maletín y yo seguía sujetando mi mochila. -Te has encontrado a alguien decente.- Rodó los ojos y fue conmigo hasta el salón que a la vez era la cocina y el comedor, todo en un mismo espacio. Preparando las cosas vi a un muchacho moviéndose de un lado a otro y de una forma majestuosa, sacando platos, cubiertos y vasos que dejaba sobre la encimera a unos metros de la comida.
-¿Quien era Usagi-san?- Levantó su vista y se quedó estático al verme. Estaba claro que no me conocía y que Usagi no le había hablado de mí ni lo más mínimo.
-Encantada, soy Usami Inoko.- Hice una reverencia como saludo al muchacho que seguía sin saber qué estaba sucediendo. -La hermana de Akihiko.-
-¡¿Hermana?!- Se echó hacia atrás hasta chocar con la encimera, mirándonos como si viera al mismísimo diablo. Usagi puso su gran y fría mano sobre mi cabeza.
-Su madre se casó con mi padre.- Misaki ahora se puso a cuatro patas sobre el suelo rodeado de un aura oscura.
-En realidad no somos hermanos de sangre, ni siquiera compartimos los padres. Mi madre se casó con Fuyuhiko cuando yo tenía 5 años.- Reí al ver la situación y cómo estaba Misaki al escuchar que Usagi tenía más hermanos. Seguro que ya estaba pensando que algo malo sucedería cómo sucedió con Haruhiko hace unos meses ya.
-Exageras.- Mi hermano cogió la cafetera y se echó un poco en una taza, que al mínimo contacto del líquido explotó.
-¡Inconsciente!- Exclamó Misaki reincorporándose y pegando a Usagi en la cabeza. -¡¿Cuántas veces te he dicho que las tazas calientes están en este armario?!- Y así, Misaki empezó a regañar a mi hermano. De forma inconsciente, sonreí al ver aquella escena y sobre todo lo mucho que Misaki amaba y se preocupaba por Usagi. No entiendo cómo mi padre no acepta del todo esta relación. -Disculpa Inoko, no me he presentado.- Se puso enfrente de mí y se inclinó como saludo. -Soy Takahashi Misaki.- Este muchacho era demasiado adorable para estar con el bruto de mi hermano.
-Es él.- Dijo Usagi poniendo su gran mano en la cabeza de él. Esta vez mostré una sonrisa más grande que las anteriores de cortesía y me acerqué a Misaki, cogiendo sus dos manos con efusividad.
-¡Es un gran placer conocerte al fin!, siento mucho que tengas que aguantar al serio de Usagi, pero en el fondo es muy dulce y como si fuera un niño pequeño. Recuerdo una vez que...-
-Inoko.- Dijo mi hermano en un tono firme, haciendo que callase en un segundo. -Es suficiente.- Y no volvió a decir nada, incluso cuando nos sentamos a cenar y Misaki me preguntaba por mi instituto, terminando por hablar de nuestros hobbies, enseñándole fotos de todos mis dibujos y él de todos los pasteles que había preparado. -¿Qué tal está tu madre?- Preguntó Usagi después de un rato en silencio, observando todo atentamente.
-Bien. Yendo mucho con padre a sus viajes de negocios. Entre eso y mis horas de práctica de ballet y violín apenas la veo.- Al ver la cara de preocupación de mi hermano y Misaki sonreí, intentando que no se quedaran así. Odio cuando alguien hace eso. -Pero está bien. Tan enérgica como siempre.-
-Ya sabes que siempre puedes venir cuando no quieras estar allí.- Dijo Usagi totalmente serio. Misaki abrió los ojos tanto que pensé que se le saldrían de la cara. Lo más probable es que haya sido por la frase que por la forma de decirlo, que ya es típica de él y si hablara de una forma contraria sería muy raro y tendríamos tres soluciones: drogas, el cansancio de escribir ha llegado a su límite haciéndole delirar o que alguien se está haciendo pasar por él y el verdadero está escondido en algún lugar remoto. Como pasó una vez en el colegio del abuelo.
-Gracias.- Sonreí y terminamos de cenar en silencio. Ayudé a Misaki a recoger los platos. Mientras limpiábamos los platos, comenzamos a hablar.
-¿Llevas mucho tiempo tocando el violín?- Asentí.
-Desde que llegué a Japón con mi madre y se casó con Fuyuhiko. Ambos quisieron que tocase un instrumento y tocarlo cuando hubiera fiestas en nuestra casa.- Suspiré. Adoro a mis padres, sobre todo a mi madre. Después de lo sucedido en nuestro antiguo hogar que nos hizo huir de allí, ha estado a mi lado protegiéndome desde entonces y sé que siempre quiso lo mejor para mí, pero cuando se casó y vio que ya no nos faltaría nada durante el resto de nuestras vidas, la mía se basó en clases y más clases hasta ocupar todo mi tiempo libre, incluso el más mínimo.
-No suenas muy entusiasmada.- Miré a Misaki, aquellos ojos verdes parecían entrar en mi mente con facilidad y saber lo que pensaba y a la vez sentía.
-Le he cogido gusto con el tiempo. Me relaja, y el ballet también. Son dos cosas que ya forman parte de lo que soy a día de hoy.- Sonreí y él hizo igual, terminando de lavar y guardar lo que nos quedaba. Usagi se encargó de dejar mis maletas en la habitación de Misaki, o por lo menos la que solía ser de él cuando comenzó a vivir aquí antes de trasladarse definitivamente a la habitación de mi hermano y hacer la relación más oficial.
Tras colocar mis cosas en las estanterías o en la mesa de estudio, agarre mis cosas del baño y anuncié que me daría un baño a Usagi y a Misaki que estaban tumbados en el sofá, mi hermano besándole en el cuello mientras el otro intentaba quitárselo de encima. Rodé los ojos y sonreí internamente, agradeciendo que no hubieran llegado a nada más estando yo delante.
Dejé la ropa en el suelo mientras la bañera se iba llenando y, nada más sumergirme en el agua, mis piernas se transformaron en una larga cola roja que sobresalía de la bañera y vi mi pelo, normalmente sobre mis hombros y liso, volverse rizado y alargarse hasta llegar a mis pechos. E incluso sin verlo, sabía que mis ojos azules se habían vuelto de un verde muy intenso.
Suspiré al ver aquel cambio en mí y pasé mis manos sobre mi estómago, en aquel espacio que había en mi estómago. Mis dedos acariciaban mi piel de un lado a otro, provocando que un pequeño escalofrío recorrer todo mi cuerpo y que mi piel se erizase.
Mientras me lavaba, comencé a tararear la melodía de una canción que mi madre solía cantar cuando era pequeña y en las frías noches en el colegio del abuelo cuando solíamos vivir allí antes de que ella conociera a Fuyuhiko, mi padrastro, y se casara con él.
Mis dedos pasaron a moverse en el aire y varios chorros de agua se elevaron y empecé a hacer formas con mi magia, desde animales que se movían de un lado a otro por todo el cuarto de baño, hasta rostros humanos: mi madre, mi padre, Haruhiko, Akihiko junto a Misaki, mis amigos del instituto, Kaji, Kaito y todas mis amigas las princesas sirenas. Y cuando empecé a reír al ver lo que las figuras hacían, de repente aparecieron diez rostros frente a mí que hicieron que todo mi cuerpo se congelase y sintiera mi respiración cortarse de golpe y mis pulmones se vaciasen.
Con un jadeo intentando coger aire, toda la magia de desvaneció y las figuras que seguían moviéndose por el lugar cayeron de golpe al suelo, incluso aquellos diez rostros. Nunca los había visto, pero....
¿Por qué mi corazón me estaba diciendo que sí?
En cuanto el agua desapareció de la bañera y los restos que había en el suelo se desvanecieron, yo ya estaba de nuevo con mi forma humana y estuve los siguientes minutos frente al espejo, con mi mirada perdida en mi reflejo. Miré mi pelo, mis ojos e incluso mi piel blanca. Siempre sentí que esta forma no era lo que yo era realmente. Todo esto era algo que me habían dado para ocultar algo pero, ¿qué?, ¿qué puede ser tan poderoso y peligroso a la vez que haya hecho que me oculte de esta manera? ¿Acaso había algo que yo no sabía?
Un par de golpes en la puerta llegaron a mis oídos y salí del trance en el que había entrado.
-Sí. Ya salgo.- Terminé de vestirme y salí del baño, donde Usagi esperaba junto a la puerta, apoyado en la pared con los brazos cruzados.
Sin necesidad de decirme nada con palabras, sus ojos dijeron todo lo que se necesitaba decir en ese momento.
-Es tu vida y yo no soy quien para interponerme.- Dijo rompiendo con aquel silencio formado entre ambos. Asentí ligeramente y pasé por su lado, yendo directa hacia mi habitación, cuando su voz hablando de nuevo me paró. -Tan sólo ten cuidado.- Ni siquiera me giré, pero podía notar sus ojos sobre mí, mirándome preocupado.
Volví a asentir, dándole la espalda de manera que no veía mis ojos mirar al suelo ni mis dientes mordiendo mi labio inferior. Así, fui hasta mi habitación y tras cerrar la puerta, me apoye sobre ella y fui bajando lentamente hasta sentarme en el suelo, mirando el techo durante largo rato. Cerré los ojos unos segundos y me levanté, yendo hacia la mesa donde estaban algunos dibujos sueltos encima. Todos eran de paisajes, de templos de aquí en Japón, del colegio de magia donde estuve viviendo unos años antes de venir aquí y algunos de Kaji leyendo, sonriendo y, mis favoritas, algunos dibujos pequeños en un mismo folio de él durmiendo y de distintas maneras.
Sonreí al ver todas las cosas que he estado haciendo estos últimos años y los acaricié como si se tratasen de un tesoro que iba a desaparecer en cualquier momento, pero entonces, vi al final de todos uno que me llamó la atención. Era un papel antiguo, y el lápiz que se ha usado para dibujar en él era más oscuro del que suelo utilizar. Lo agarré hasta ponerlo frente a mí y fruncí el ceño. Se trataba de un barco bastante hermoso, pero al mismo tiempo curioso. Tenía un león encabezando todo el barco y dos grandes mástiles que llevaban las velas, pero estaban dibujadas de una manera que no llegaba a ver lo que había dibujado en ellas.
Aquel dibujo se me hacía bastante conocido y estaba haciendo que mi corazón latiera hasta que empecé a temer que se parase en cualquier momento. Mi estómago se revolvió como si hubiera miles de mariposas volando ahí dentro descontroladas y al mirar el dibujo una lágrima cayó sobre el papel y automáticamente llevé mi mano al rostro, sintiendo que mis mejillas se habían mojado por algunas lágrimas que estaban cayendo. Volví a mirar el dibujo y mi cabeza empezó a darme vueltas. Solté el papel como si me estuviera quemando la mano y di un par de pasos hacia atrás.
¿Qué estaba pasando?
Un par de golpes sonaron en la puerta y giré el rostro con un jadeo que se escapó de mis labios como si mi vida se hubiera ido con él. De nuevo llamaron a la puerta y me recompuse, quitando aquellas dos lágrimas que seguían cayendo y fui hasta allí. Agarré el picaporte con la mano y cerré los ojos para calmarme, olvidar todo lo que acababa de suceder. Solté otro suspiro y abrí la puerta, encontrándome con Misaki frente a mí.
-He hecho café, por si te apetece.-
-Ahora mismo bajo.- Sonreí y bajé con él las escaleras hasta llegar al salón, donde Usagi ya estaba tomando su taza, escribiendo junto con Suzuki que seguía ocupando medio sofá.
Me senté junto a Misaki en el sofá de enfrente y continuamos hablando. Él me contaba de su vida en la Universidad y de su trabajo a media jornada en la misma editorial que Usagi, aunque él estaba en la sección de mangas y yo le hablé del instituto, de la oportunidad que tuve de entrar en la sección de músicos allí, pero que la rechacé y por eso empecé a ir a la sección más normal. También le hablé de cuando viví por un tiempo en Inglaterra, evitando el colegio de magia y sobre todo la mía que sentía que se hacía más fuerte a cada segundo. Como una llama que empezaba a resurgir y se preparaba para causar un gran incendio.
Estuvimos hablando hasta que el cielo se volvió oscuro y el reloj del salón marcó la hora.
-¿No te vas a dormir?- Preguntó Misaki con sus ojos verdes mirándome curioso. Detrás de él, los ojos de Usagi miraban de diferente manera.
-No, me quedaré un rato más aquí dibujando.- Le mostré la libreta y el lápiz y Misaki me lanzó una pequeña sonrisa que llenó mi cuerpo de una calidez que me cautivó. Aquel muchacho era lo que mi familia necesitaba, pero sobre todo Usagi y sonreí como agradecimiento a todo lo que estaba haciendo para mantener aquella relación a flote.
Me despedí de ellos y observé cómo subían las escaleras, Misaki riñendo a Usagi mientras exclamaba un "y si intentas algo, el que duerma conmigo será Suzuki" hasta que se metieron en la habitación de mi hermano. Suspiré echando la cabeza hacia atrás y negando la cabeza para reorganizar todo lo que sucedía en mi cabeza, empecé a dibujar, dejando que mi mano se hiciera cargo de plasmar todo lo que había visto hoy. Dibujé aquel barco que seguía en el suelo de mi habitación y los diez rostros que aparecieron ante mi en la bañera y al terminar, con mi mano dolorida, observé todo, pero me quedé más tiempo observando los dos últimos.
El primero tenía el pelo corto, y tres pendientes en su oreja izquierda. Sus ojos, a pesar de estar dibujados, eran capaces de entrar en mí, de sentir que mi cuerpo aumentaba en temperatura y de mis labios salieran leves jadeos. El corazón latía más rápido, pero de una manera distinta que llevaba haciendo hoy, lo hacía de una manera que se me hacía bastante conocido como los otros rostros. Acaricié el rostro dibujado del hombre rudo; había decidido llamarle así; con el índice y sentí un escalofrío llenar todo mi cuerpo.
Pero... El segundo era distinto. Tenía el pelo un poco más largo y sus ojos grandes me miraban como si vieran a alguien muy querido. Lo sentía familiar y cada vez que lo observaba, aquí en el papel, escuchaba una nana a lo lejos acompañado de risas. Pero esas risas empezaron a convertirse en gritos, espadas chocando en un combate, en llantos y en una nana que conseguía calmar aquel ruido tan horrible.
Igual que antes, solté el papel que cayó al suelo y lo observé unos segundos, respirando aceleradamente. Mi cabeza empezó a arder y me agarré a ella con las manos colocadas a ambos lados, cerrando mis ojos con fuerza y aguantando el grito que estaba subiendo por mi garganta y golpeando en mis labios para salir con fuerza al exterior.
Y, como si una fuerza se hubiera apoderado de todo mi cuerpo, eché la cabeza hacia atrás y noté la magia llenarme por completo hasta las yemas de todos mis dedos. Pero cuando noté que llegaba a su punto culme, que algo iba a suceder, escuché un sonido desde la terraza. El Doctor había llegado.
La magia desapareció y, aún sentada, miré hacia el exterior. La TARDIS terminaba de aparecer por completo ye levanté. No di ni un paso hacia fuera cuando le vi abrir la puerta y mirarme con una sonrisa. Su sonrisa.
-¿Preparada?- Se apoyó en el marco de la puerta, cruzando sus brazos y sus piernas, aunque al verme sonreír, a unos metros de él, me tendió su mano de nuevo. Fui corriendo hacia él y acepté su mano, entrando juntos en la TARDIS. -¿A dónde quieres ir?- Dio una vuelta por todo el panel y se puso enfrente de mí, juntando de nuevo nuestras manos y levantándolas hacia el techo.
-¿A dónde quiero ir?- Me separé de él y fui andando alrededor del panel, acariciándolo con los dedos a la vez que repetía aquella misma pregunta una y otra vez, bajando el tono hasta que me quedé callada. -Quiero ver....- Volví a ponerme enfrente de él y puse mis brazos en mi espalda, uniendo mis manos. -Quiero ver algo increíble.-
-Pues allá iremos.- Puso las coordenadas sin tener en cuenta la fecha ni el lugar. Bajó la palanca y la nave empezó a moverse bruscamente como siempre ha hecho, por lo que nos agarramos con fuerza mientras nos mirábamos con grandes sonrisas. Me sentía feliz y olvidé este año separados, parecía que no había pasado el tiempo. Me sentía como el casa. -Hemos llegado.- Se alejó de la central y me miró con sus ojos brillando con fuerza. -Vamos.- A grandes pasos llegó hasta la puerta, se colocó su gabardina de siempre y extendió su brazo como la escena famosa de Titanic en la que Leonardo DiCaprio le ofrece su mano a Kate Winslet. Sonreí y fui corriendo hacia él, cogiendo de nuevo su mano y dejando que me guiase como ha hecho desde que le conocí.
~
-¿Usagi-san?- Preguntó Misaki levantando el rostro de la almohada y en cuanto su cuerpo se movió, la sábana fue hacia atrás descubriendo su pecho desnudo.
-Sigue durmiendo.- Murmuró Akihiko lanzándole una tierna sonrisa y saliendo de allí antes de que Misaki volviera a caer dormido sobre el colchón, agotado de la sesión de sexo que habían tenido momentos antes. Akihiko vio todo el salón vacío y su expresión mostraba seriedad. Le caía bien el Doctor, pero después de lo sucedido la última vez que su hermana pequeña se fue con él era normal que cualquiera desconfiara de aquel ser que viajaba con una cabina de policía británica de los años 50 que se presentó sin Inoko detrás y dijo dos simples palabras que derrumbaron su mundo.
"Ha desaparecido"
Aquel día quiso pegarle y de no ser por Masumi, la madre de Inoko, el Doctor habría tenido a día de hoy varias cicatrices por todo su rostro.
Bajó hasta el salón y se sentó en el sofá, apoyando los codos sobre las rodillas y escondiendo el rostro con las palmas de sus manos, suspirando cansado. Al apoyar las palmas sobre la frente, abrió los ojos y vio un papel bajo el sillón. Frunció el ceño y estiró el brazo para ver de qué se trataba, abriendo los ojos como platos y sintiendo el terror y la sorpresa apoderarse de todo su cuerpo al ver lo que había dibujado ahí.
-Imposible...- Su voz tembló como nunca había hecho y sus manos empezaron a temblar al sujetar el dibujo. Presa del pánico, se levantó y mientras sujetaba con una mano el dibujo, con la otra sacó su móvil y buscó desesperado un número. Al tercer toque aquella voz sonó al otro lado de la línea. -Tenemos un problema. Creo que los ha recordado.- Y sus ojos miraron al cielo.
Continuará...