
El círculo de transmutación
Capítulo 6: El círculo de transmutación
Neville, Emily, Tonks y Remus se encontraban en un pueblo inhabitado. Habían recibido información sobre un círculo de transmutación en ese lugar y cometieron el error de bajar la guardia. Al tratarse de un lugar abandonado, creyeron que no tendrían problemas para cumplir con su misión, sin embargo, no tardaron en descubrir que estaban equivocados.
Ese pueblo no estaba del todo abandonado. Dos bandas convirtieron ese lugar en su propio campo de batalla y todos los días luchaban en busca del control absoluto de la zona. En el momento que supieron de su presencia, la pelea se convirtió en una competencia en la cual ellos eran el objetivo.
Emily se encontraba trazando el círculo de transmutación cuando los pandilleros hicieron acto de aparición. Escapar no sería complicado, pero no era una opción. Si no terminaban el círculo de transmutación en ese momento no tendrían una oportunidad de regresar. Neville, Tonks y Remus adquirieron una formación de batalla, era todo lo que podían hacer en ese momento.
—Sigue con lo tuyo —le dijo Tonks —, nosotros nos encargaremos de ellos.
—Debemos evitar que llamen refuerzos, de lo contrario, estaremos perdidos.
—¡Expelliarmus! —gritaron los encapuchados y lograron desarmarlos.
—¡Crucio!
—¡Petrificus Totalus!
—¡Crucio!
—¡Sanctus Averno!
—¡Reducto!
—¡Crucio!
—¡Protego!
Mientras que Remus y Tonks se encargaban de luchar contra el grupo de carroñeros, Neville se encargaba de la protección de la niña. Mantener el protego, pese a los intentos de los exaurores era cada vez más difícil. Ninguno podía pedir refuerzos, pero estos llegaron. Un grupo de rebeldes que pasaban por la zona decidieron unirse a la batalla.
No usaban varitas, en lugar de ello usaban pistolas. Sus disparos eran certeros y los que eran exitosos, resultaban ser letales. Con su llegada, los carroñeros se convirtieron en minoría y perdieron rápidamente la batalla. Intentaron huir, algo que no pudieron hacer. Neville los reconoció casi al instante. Una parte de él estaba feliz de verlos, otra, no tanto. Y es que la agresividad con la que actuaban y el recuerdo de su odio hacia la magia le daban un mal presentimiento.
Ese descuido le costó caro a Neville. Un Cruciatus impactó en su cuerpo. Cayó de rodillas, su visión nublada por el dolor. Quiso deshacer el hechizo que protegía a la niña detrás de él, pero se detuvo antes de hacerlo. No era la primera vez que era torturado y no estaba dispuesto a dejarse derrotar con tanta facilidad. Incluso si perdía la cordura en el proceso, no estaba dispuesto a retroceder.
El dolor duró poco. Neville supo el motivo cuando abrió los ojos y vio a un mortífago, a pocos metros de él, acostado sobre un charco de su propia sangre. Una mujer vestida de abeja se acercó al cuerpo del caído y retiró la katana que se encontraba incrustada en su cuerpo. Sus gestos no delataban arrepentimiento, pero Neville sí lo sentía. Cada vez que veía a alguien morir experimentaba lo mismo, amigo o enemigo no deseaba a nadie un destino tan trágico.
—¿Los matamos?
—Si lo hiciéramos no seríamos diferentes a ellos, modificar sus memorias es suficiente.
—Es absurdo —se quejó Lobo.
—Si matas a un asesino el número de asesinos será el mismo.
—Si se matan dos, habrá uno menos, si se matan diez, habrá nueve menos —Lobo no parecía dispuesto a ceder.
—La violencia nunca soluciona nada. Si peleamos por un ideal y lo perdemos ¿Qué nos queda? —insistió Neville, no era la primera vez que tenía esa clase de discusión con alguien. Muchos de sus aliados no estaban de acuerdo con su ideología y eso había provocado más de un conflicto.
—Lo sé —en esa ocasión quien habló fue Abeja —, pero dejar a un asesino vivir, es arriesgarse a que siga cometiendo asesinatos y ser un cómplice ¿Acaso eso no es peor?
En más de una ocasión Neville había pensado en eso. Cada vez que escuchaba de una muerte o veía a sus compañeros heridos solía preguntarse si lo que hacía era lo correcto y en cada una de esas ocasiones se decía que actuar como ellos solo empeoraría la situación. El joven mago había visto y experimentado en carne propia lo que podía hacer el odio y no quería ser la causa de este.
Sin importar lo mucho que su pecho le ardiera pidiendo venganza se decía que lo que debía buscar era justicia e igualdad. Luna creía en un mundo donde las diferencias unieran en vez de separar y él también quería creer en ello. Sus ideales no eran solo una muestra de lo obstinado que podía llegar a ser, eran el motor que lo mantenían luchando y el mapa que guiaba su camino.
—En ese caso no tendríamos la autoridad moral para decidir quién vive y quién no.
—¿Autoridad moral? Que excusa más patética. Si los dejas vivir, continuaran saqueando, robando, violando y asesinando. Quédate con tu conciencia tranquila, al parecer eso importa más que el bienestar de aquellos a los que aseguras proteger.
—No es una excusa. Si usáramos sus métodos no seríamos diferentes a ellos y menos podríamos hablar sobre la convivencia entre magos y no magos.
—No es momento para discutir sobre dilemas morales —los interrumpió Tigresa y se notaba molesta —, debemos hacer algo cuanto antes, no estamos listos para pelear si llegan refuerzos y será peor si nos encuentran peleando entre nosotros.
—Tener un enemigo en común no nos vuelve aliados —musitó Lobo con rencor.
Neville recordó la historia que Luna le había contado cuando escapó de la mansión Malfoy. Si en un mortífago se pudo encontrar algo bueno, consideraba que en una persona que luchaba por los mismos ideales podría encontrar un compañero, si es que lograban limar las asperezas y descubrir el motivo de tanto rechazo.
—Si luchamos entre nosotros estaríamos ayudándolos, si nos unimos, seremos más fuertes.
Del grupo de enmascarados solo Lobo se mostraba en contra de esa idea. Abeja que era la que más apoyo había mostrado hacía Lobo terminó por ceder en cuanto escuchó las últimas palabras. Una alianza con los magos no era una idea nueva, habían hablado de ello incluso desde antes de que se encontraran con Harry Potter.
Al final se hizo lo que Neville dijo. Pese a las ideas tan diferentes entre ambos bandos, Tigresa logró convencerlos de que cedieran en esa ocasión. Las memorias fueron modificadas con extremo cuidado con tal de que los dueños de estas no sospecharan de lo que había ocurrido o pudieran usarlas para dar con ellos.
—¿Qué haces con ellos? —le preguntó Lobo a Emily. Su voz denotaba enojo.
—Sellando los círculos de transmutación —respondió Emily.
—Tu maestra ¿dónde está? —preguntó Tigresa, arrepintiéndose al instante de sus palabras al ver la reacción de la niña —. Entiendo.
—Es gracias a ellos que sigo con vida.
—Es por culpa de ellos que empezó todo esto —comentó Lobo con amargura.
Ese comentario no fue bien recibido por la mayoría de los presentes. De todos ellos, Tigresa fue la única que mostró su descontento. Ella se acercó a Lobo, lo golpeó en la cabeza y le indicó con una mirada de advertencia.
A pesar de la máscara que llevaba Neville pudo notar el enojo que Lobo sentía. Mentalmente Neville se preguntó si los mortífagos le habían hecho algo y la respuesta le pareció dolorosamente obvia. A diario eran publicado en el Profeta o anunciada en las estaciones de radio oficiales la esclavización de muggles, algo que era tratado como un logro para la comunidad mágica.
—No todos los magos somos iguales —le dijo Neville —, algunos arriesgamos nuestras vidas y luchamos a diario para hacer la diferencia.
—¿Y qué esperas? ¿Qué estemos agradecidos? Si en nuestro mundo alguien se dedicara a asesinar sistemáticamente, la policía lo detendría ¿Qué ha hecho su gobierno? Yo les diré, permitir que nos esclavicen.
—No es tan sencillo, el que-no-debe-ser-nombrado es muy peligroso y desde hace años que derrocó a nuestro ministro de magia.
—Eso me suena a excusas —insistió Lobo —, tratas de convencerte de que son los buenos, pero eso no cambia el hecho de que fueron ustedes quienes nos atacaron sin siquiera darnos una oportunidad de defendernos.
Neville recordó las cacerías de brujas que se hicieron en el pasado y las persecuciones de las que habían sido víctimas los magos, pero no quiso mencionarlas. Sabía que necesitaban de ese grupo de rebeldes para continuar luchando y que, de decir lo que estaba pensando no lograría nada más que parecerse a los mortífagos que tanto defendían la superioridad de los magos y su derecho a gobernar.
—Ya he terminado —comentó Emily, tenía expresión de cansancio —. ¿Podemos ir por algo de comida? Muero de hambre.
—Puedes venir con nosotros —le dijo Lobo —, no podremos prometerte comida o seguridad, pero sí que haríamos todo para protegerte y que nada te faltaría.
—Gracias por la oferta —Emily sonaba apenada —, pero tengo que rechazarla, estoy en una misión muy importante y necesito ayuda de los magos.
—¿Para qué? Nosotros podemos protegerte.
—No les prohibiré que nos acompañen, pero para esto se necesita de la magia y de la alquimia. Tendré que viajar a territorio de mortífagos y, si no somos discretos, nos convertiremos en su objetivo.
—Tigresa te acompañará —por la manera en que habló Lobo era fácil de suponer que había tenido que tragarse su orgullo para decir esas palabras y que no era algo que estuviera sujeto a negociación.
—¿Por qué? —se quejó Abeja —. Nosotros también queremos acompañarla.
—Un grupo demasiado numeroso solo atraería la atención y nosotros tenemos una misión. Hay poblados que nos necesitan y no podemos darles la espalda.