Voluntad de fuego

Harry Potter - J. K. Rowling
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Voluntad de fuego
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La guerra de creía pérdida, pero Harry Potter ha regresado. Con él surge la esperanza de que se cumpla la profesía, más la oscuridad amenaza con consumirlo.
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Impotencia

Capítulo 7: Impotencia

Harry pasó horas probando varitas y hubiera seguido haciéndolo si hubiera tenido más a la mano. No hubo ningún resultado favorable. Por más que intentó canalizar su magia a través de la varita, no podía acceder a ella. Todo lo que podía sentir era el frío de la varita y una sensación de impotencia crecer en su interior.
Ollivander se ofreció a hacerle una nueva varita. Tomó sus medidas del mismo modo en que lo había hecho cuando le ofreció su primera varita sin encontrar nada diferente o que pudiera justificar su incapacidad para hacer magia. Se marchó con una disculpa, prometiendo investigar más para dar con la razón del problema.
Los medimagos intervinieron. Hicieron toda clase de exámenes en Harry, pero lo único que lograron fue hacer que la ira del elegido aumentara. Sus heridas físicas habían sanado y su cuerpo no mostraba ninguna señal de magia oscura o de alguna maldición, al menos no ninguna que ellos conocieran.
—Deberíamos probar con algo diferente —sugirió Luna —, tal vez sus heridas sean más psicológicas que físicas.
Harry se sintió aterrado al escuchar eso. Sabía que las heridas físicas podían curarse. Él había perdido todos los huesos de la mano y gracias a una poción los recuperó. Fue doloroso, pero efectivo y también sabía de muchas enfermedades y lesiones de mayor gravedad curados gracias a la magia. Pero si sus heridas eran psicológicas, dudaba que existiera una forma de que lo curaran.
Recordó la profecía que pesaba sobre él y su frustración aumentó. Se preguntó ¿cómo podría vencer a Voldemort sin magia? Y la respuesta le pareció dolorosamente obvia. No podía. Él no era un guerrero, ni siquiera el mejor de los magos, pero en ese momento se encontraba completamente indefenso y sentía que, de morir, no habría una gran diferencia.
Recordó el tiempo durante el que fue prisionero de Bellatrix Lestrange, las torturas a las que lo sometía y todo lo que le dijo. Si bien sabía que podía decirle eso para quebrar su voluntad, dudaba que le hubiera mentido. Cada día que pasaba en la guarida de la Orden del Fénix se convencía más de lo caótico que era el mundo afuera y de la cruel guerra que se estaba librando mientras que él permanecía escondido.
"Si estuviera Hermione", pensó con amargura, "estaría histérica, pensando en los libros que leería para dar con el problema o investigando sobre casos similares". Pero ella no estaba allí y Harry sabía que debería aprender a vivir sin ella. Dudaba que pudiera hacerlo, pero dudaba que tuviera otra alternativa.
Golpeó la pared sin importarle el dolor que esta pudiera causarle. Lo hizo en repetidas ocasiones y ni siquiera se detuvo cuando notó las manchas de sangre en la pared. Podía sentir el dolor en sus nudillos y un hormigueo, pero no le importaba. El dolor que cargaba su alma era mayor y nada de lo que hiciera podía mitigarlo.
Su mente se llenó de pensamientos negativos. Maldijo a Trelawny por haber hecho la profecía que había marcado su vida, a Voldemort por haberlo elegido a él, a Dumbledore por haberse ido antes de que estuviera listo para pelear, a Hermione por no estar a su lado y a Ginny por el mismo motivo. Maldijo a todos sus seres queridos, los que estaban cerca por no poder hacer nada y a los que estaban desaparecidos por no haber sido lo suficientemente fuerte para sobrevivir.
Pero principalmente se maldijo a sí mismo. Recordó su sexto año y se dijo que no había hecho lo necesario, que se estuvo preocupando más por su vida amorosa e investigando cosas que, creía, no tenían ninguna utilidad para él en ese momento. Se maldijo por haber permitido que Voldemort lo capturara cuando solo quedaba un horrocrux. Este pensamiento fue el que más lo horrorizó. Voldemort pudo haber creado más y él no tendría forma de localizarlos.
—Harry —Luna calló en cuanto vio a Harry, su mirada se había posado en sus puños sangrantes —. ¿Qué haces?
Harry no respondió. Incluso si pudiera pensar en una justificación no quería hablar de lo que lo había motivado a actuar de ese modo. Todo lo que hizo fue ver a Luna, esperando a que ella hablara o se marchara. Harry esperaba que Luna eligiera la última opción y es que en su estado solo quería ver a quien fuera capaz de devolverle su magia o le entregara la cabeza de Voldemort.
Luna no hizo nada de lo que él imaginó. Se acercó a su lado y sacudió sus hombros. Sacó una poción de color verdoso y un aroma bastante desagradable que utilizó para limpiar sus heridas. No dolía, de hecho, ni siquiera podía sentir sus manos. Luego tomó unas vendas y las utilizó para vendar sus manos. En cuanto terminó se sentó a su lado, sin hablar o mostrar intenciones de que querer hacer algo.
—¿No me vas a decir nada? —preguntó Harry, el silencio comenzaba a resultarle asfixiante.
—¿Quieres que diga algo?
—No.
—Entonces no lo haré. Probablemente estemos pensando en lo mismo y si yo fuera tú, no me gustaría escuchar nada de eso, pero si quieres hablar, estoy más que dispuesta a escuchar.
Luna no volvió a hablar y por varios minutos Harry hizo lo mismo. Se dedicó a dar varias vueltas por la habitación y a intentar conjurar algún hechizo pese a saber que no obtendría ningún resultado. Intentó enfocarse en toda la rabia que sentía en un intento por repetir lo que había ocurrido cada vez que hacía magia accidental. Nada pasó, no hubo siquiera un cosquilleo o cualquier tipo de reacción pese a que, estaba seguro, los sentimientos que experimentaba en ese momento eran mayores a los que sintió cuando hizo que la tía Marge se convirtiera en un globo viviente.
Luna no se marchó hasta que recibió noticias sobre el regreso de Neville y su grupo. Ella no le dedicó ninguna mirada a Harry y el elegido agradeció por ello. Lo último que necesitaba en ese momento era lastima o empatía. En su mente Harry era incapaz de comprender que no era el único que llevaba a cuestas una carga que parecía imposible de soportar.
Durante los siguientes días no recibió ningún tipo de visitas, pero sí recibió comida. Harry no sabía, ni le interesaba saber, quien se las había arreglado para dejarle una bandeja con una comida bastante sencilla del otro lado de la puerta con cierta regularidad. Al principio Harry consideró negarse, pero después de pensarlo decidió aceptar. El dolor que sentía era grande, pero no tanto como el odio que sentía. Cada vez que comía o intentaba conjurar un hechizo se recordaba que estaba en medio de una guerra y que dejarse morir sería hacer lo que ellos deseaban.
Después del segundo día llegó a dos conclusiones. La primera fue que, si una varita normal no podía acceder a su magia, si es que la tenía, podía utilizar la varita de sauco, la cual estaba seguro de que le pertenecía, pues su combate contra Voldemort terminó en empate, ambos perdieron sus varitas y él solo fue detenido porque se encontraba rodeado. La segunda fue que podría pelear al estilo muggle. Recordó el duelo de espadas que había presenciado días antes y se dijo que si lograba acercarse a Voldemort lo suficiente podría cortarle la cabeza y cumplir con la profecía que se dictó sobre ambos.
—Harry ¿Puedo pasar?
Harry no reconoció la voz de la niña que le habló. Estaba por negarse cuando sintió esa sensación que comenzaba a resultarle odiosamente familiar. De pronto no estaba en su habitación, sino que en una cabaña bastante deteriorada en medio del bosque. Pudo ver a una mujer mayor tomar a, quien suponía era la niña, y encerrarla en el sótano y luego salir corriendo a enfrentar a los mortífagos que la habían rodeado.
—Está rodeada —escuchó la voz de un mortífago, su rostro se encontraba cubierto por una capa y su voz le resultaba desconocida a Harry —, si quiere vivir deberá venir con nosotros y demostrarle al señor Tenebroso que puede serle de utilidad.
—No tengo nada que hacer con un genocida.
—¡Cállate! ¡Una sucia muggle como tú no es digna si quiera de mencionarlo! ¡Entrégate y confiesa a qué mago le robaste su magia!
—¿Magia? No te confundas, esto es alquimia.
Para sorpresa de Harry, las manos de la mujer comenzaron a brillar. En el momento en que ella hizo tronar sus dedos un relámpago brotó de estas e impactó con fuerza contra el mortífago que había estado hablando con ella. Harry esperaba que dicho ataque hubiera sido suficiente para matarlo.
El enojo de los otros mortífagos no tardó en aparecer. Estos comenzaron a lanzar hechizos a diestra y siniestra, todos fueron esquivados por la mujer y dejaron marcas a su alrededor que dejaban más que claro que los magos que la atacaban tenían intenciones de dejarla vivir. Si Harry no hubiera estado tan cegado por el odio se habría preguntado por qué tanto interés en capturarla y habría encontrado extraño el que tantos mortífagos hubieran ido tras de ella.
Por unos instantes Harry creyó que la mujer viviría. Ella estaba esquivando todos los ataques y, usando los rayos, logró dejar a más de uno inconsciente. Pero después de unos momentos comenzó a notar como su cuerpo mostraba señales de cansancio y que, pese a todos los enemigos que había derrotado, estos seguían apareciendo uno tras otro.
Al final un pequeño desliz le terminó costando caro. Ella tropezó y un mortífago la tomó por sorpresa. La visión de Harry terminó y él se quedó con la sensación de vacío que solía acompañarlo en cada una de esas experiencias. Abrió la puerta, convencido de que la niña del otro lado era la niña a la que había visto en su visión y de que ella podía ser la respuesta a sus problemas.
—Tonks me pidió que viniera a verte, dijo que podrías estar interesado en aprender alquimia.
Harry se sintió ofendido al escuchar esas palabras. Sabía que necesitaba ayuda, incluso él mismo había pensado en pedirle a la niña que le enseñara eso que la mujer mayor había llamado alquimia, pero le resultaba ofensivo el que alguien más pensara en eso y hacía que el sentimiento de impotencia con el que había estado lidiando se sintiera con mayor intensidad.
—¿Qué planeas? —preguntó Harry. No quiso sonar hostil, pero no pudo evitar que su voz tuviera ciertos matices de amenaza.
—Enseñarte alquimia —Emily trató de mostrarse segura sin poder lograrlo.
—¿Por qué? ¿Por qué no puedo hacer magia?
—No eres al único que le enseñaré alquimia. Las lecciones comienzan mañana, a la hora del almuerzo en el comedor.
Emily se marchó sin esperar respuesta. Parecía demasiado asustada como para decir algo. A Harry no le importó o pensó en disculparse. Estaba demasiado molesto como para que pudiera importarle. Cinco minutos después comenzó a arrepentirse. Creía tener el derecho a estar enojado, pero consideraba que pudo haber perdido una oportunidad única y que si se dejaba cegar por el enojo que sentía, no estaría en condiciones para pelear en esa guerra.

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