
Ayuda
Capítulo 4: Ayuda
Bastó una señal de peligro para que Harry Potter abandonara el refugio. En cuanto supo que los mortífagos estaban involucrados se apresuró en ir en su búsqueda armado únicamente con una varita que no le pertenecía. Como Harry seguía desconociendo la forma en que los integrantes de la Orden del Fénix podían rastrearlo no pudo hacer nada para contrarrestarla o evitar que Neville y Luna lo encontraran en pocos minutos.
Harry Potter corrió hacia el lugar de donde provenía el pedido de ayuda. Neville y Luna lo hicieron pocos minutos después. Se trataba de un pueblo rural. Las casas eran pequeñas, no más de tres casas contaban con más de un piso, pero la mayoría tenía una pequeña porción de tierra dedicada a la agricultura o ganadería.
Ambos bandos se encontraban en situaciones deplorables, pero eran los integrantes de la Orden del Fénix quienes llevaban las de perder. Desde el inicio fueron minoría y habían perdido a gran parte de sus aliados. El atacar por sorpresa solo fue efectivo durante los primeros minutos, tiempo en el que los mortífagos pudieron pedir refuerzos y superarlos en número.
Para los mortífagos no fue ningún reto saber que ellos eran enemigos. Las varitas en mano los identificaba como magos, pero carecían de algo que los identificara como seguidores de Voldemort. Todos los mortífagos se veían iguales, con sus largas túnicas negras y sus máscaras plateadas, era imposible reconocer al mago que portaba la marca tenebrosa.
—¡Quietos! —gritó el que parecía ser el líder —. Él es Harry Potter, así que lo quiero vivo, pueden matar al resto.
Harry no tuvo tiempo para lamentarse por el hecho de que su identidad fuera descubierta con tanta rapidez, menos para preguntarse qué métodos había usado Voldemort para rastrearlo o si había caído en una trampa. La mayoría de los mortífagos perdió el interés en los miembros de la Orden del Fénix y se lanzaron a su ataque.
Apenas tuvo tiempo para lanzarse al suelo. Neville y Luna se apresuraron en adoptar una posición de defensa, ambos acostumbrados a ese tipo de escenas y dispuestos a defender más que a atacar.
Llegaron refuerzos para ambos bandos y aunque muchos estaban heridos la batalla se tornó más intensa. Todos los que luchaban lo hacían con la certeza de que morirían en la batalla y ciertamente ninguno estaba dispuesto a morir sin dar pelea. Incluso los muggles pelearon. No tenían varitas, pero sí armas, pistolas y cuchillos que usaron para enfrentar a un enemigo que no les era del todo desconocido.
—No descuiden a Harry Potter —gritó el que parecía ser el líder de los mortífagos —, es él a quien el señor Tenebroso quiere.
Harry Potter aprovechó el descuido de ese mortífago para lanzarle la maldición cruciatus. No funcionó. Harry no lo entendía. En el pasado Bellatrix le había dicho que esa maldición no podía conjurarse si le faltaba odio, pero dudaba que ese fuera el problema. Durante su cautiverio imaginó en incontables ocasiones torturar a sus enemigos y no entendía por qué no podía hacerlo cuando los tenía al frente.
Probó con más hechizos y el resultado no fue diferente. Aunque a Harry Potter le causaba nauseas el solo pensar en volver a ser prisionero de Bellatrix no opuso resistencia en el momento en que un mortífago lo tomó. El que parecía su líder había dicho que lo querían a él así que asumió que en el momento en que lo atraparan dejarían el lugar.
No estaba del todo equivocado. Lo que no tomó en cuenta fue que los mortífagos también tomaron como rehenes a Luna y a Neville en un descuido de estos, quienes preocupados al ver que había sido capturado, bajaron la guardia. Ninguno fue herido, pero dada las circunstancias en las que se encontraban esa era la menor de sus preocupaciones. Antes de que pudieran reaccionar ya estaban siendo apresados por los mortífagos.
—Bienvenidos a la mansión Malfoy —les dijo el mortífago que había atrapado a Harry Potter mientras que se quitaba la máscara —. ¿En serio, Potter? No puedo creer que hayas tardado tan poco en revelar tu ubicación —Draco Malfoy se dirigió a la chica de cabello castaño que lo había acompañado durante el ataque al pueblo muggle, era la mujer con el tatuaje —. Amaterasu, llévalos al calabozo y asegúrate de que no puedan escapar.
Amaterasu no tenía una varita, pero no parecía necesitar de una para controlarlos. Un golpe en los cuellos de los magos prisioneros bastó para que estos perdieran la consciencia.
Cuando Harry despertó se encontró en un calabozo, demasiado familiar para su gusto. Amaterasu se encontraba frente a ellos, observándolos fijamente. Harry no tenía forma de saber cuánto tiempo llevaba allí, pero tenía la sospecha de que no se había apartado en ningún momento.
—Amaterasu —le dijo Luna cuando estuvo dentro de la celda —. Tú no eres uno de ellos, ayúdanos, únete a nosotros y serás libre.
Ella no respondió. Harry no estaba seguro si fue su imaginación o si realmente percibió en la mirada de Amaterasu deseos de ayudarlos. A pesar de la firmeza que su cuerpo mostraba o lo amenazante que se veía la espada en su espalda, sus ojos lo que reflejaban era sufrimiento, uno que no lograba ni quería entender.
—Nosotros somos los buenos —agregó Neville tenso —. Si odias como están las cosas, sabrás que lo correcto es ayudarnos.
Nuevamente no hubo ninguna respuesta por parte de la mujer con el tatuaje del dragón. Su rostro seguía inexpresivo y no hizo ningún intento por liberarlos. Neville y Luna insistieron y aunque en ningún momento fueron obligados a callar sus palabras, tampoco recibieron la ayuda que buscaban.
Harry intentó tocar a Amateratsu y comenzó a sentirse mareado. Su cabeza le dolía y sus piernas le dolían. Su visión comenzó a tornarse oscura hasta que no pudo ver nada. No sabía si había recuperado el sentido pues podía ver nuevamente, pero las personas que lo acompañaban en esa celda no eran las que había visto al comenzar a sentirse mal.
De repente estaba en medio de un campo de entrenamiento. Harry nunca había estado en uno de estos, pero Bellatrix le había contado lo suficiente como para que pudiera reconocerlos. Muchas mujeres, todas con diferentes uniformes de guerreras, se encontraban luchando, pero era una de ellas la que recibía la mayor atención.
—¿Por qué debería ser ella quien se encargue de Harry Potter? Sé que quieres que sea una de tus kunoichis quien se haga cargo, pero Rebecca es la más fuerte, Harry Potter no tendrá oportunidad contra esa samurai.
—Quizás —respondió Draco a regañadientes —, pero Amateratsu es especial, Potter no le haría daño de saber su identidad.
—Y si la derrota al saberlo.
—Será una graciosa ironía.
La visión terminó en ese momento. Harry se sintió un tanto aliviado al saber que escaparía, pero también preocupado al confirmar lo que ya sospechaba. Amateratsu era alguien cercana a él. Sabía que existía la posibilidad de que Draco mintiera para que fuera su esclava la elegida para cazarlo, pero no creía que fuera así. Neville y Luna le pidieron ayuda y estaban sus ojos. Harry estaba seguro de haber visto esa mirada en otra parte.
Unos encapuchados aparecieron de repente. Harry intentó oponerse. Su primer pensamiento fue que quienes lo estaban sacando a rastras del lugar eran mortífagos. No usaron varitas, pero sus intentos fueron inútiles. Él se encontraba débil y sus captores no eran nada débiles. No dejó de intentar liberarse ni siquiera cuando los intrusos se detuvieron y lo liberaron del agarre.
Luego vio a Amateratsu luchar contra uno de ellos, una mujer vestida de abeja y no supo qué pensar.
—Síganme —escuchó que decía una voz masculina —. Tenemos poco tiempo. Nosotros somos de la resistencia.
Harry los miró de manera desafiante. No tenía motivos para confiar y no planeaba hacerlo. Lo habían rescatado, eso no podía negarlo, sus ropas eran demasiado llamativas como para ser de mortífagos, pero tampoco podía afirmar que las personas frente a él no tuvieran sus propios planes o que quisieran utilizarlos para quedar bien ante el lord oscuro.
Luna no parecía pensar lo mismo. En cuanto los enmascarados retomaron la carrera, ella también lo hizo. Neville no se devoró en seguir los pasos de su novia. Ver la forma en que ambos actuaban le hizo recordar a Harry porque deseaba trabajar juntos. Estaba convencido de que tener compañeros solo le generaría problemas, a él y a quienes lo rodeaban. Se dijo que debía dejarlos en un lugar seguro en cuanto tuviera la oportunidad y continuar con la misión que Dumbledore le encomendó antes de morir.
Harry no estaba dispuesto a permitir que nadie más muriera por su culpa.
La necesidad de saber lo que pasaba con su carcelera lo hizo detenerse. No era algo que pudiera explicar, ni siquiera podía entender el motivo de su curiosidad. Volteó por unos momentos, encontrando que Amateratsu trataba de evitar que escaparon. Un hombre, cuyo rostro se encontraba cubierto por un antifaz y llevaba un traje de serpiente decidió luchar contra ella. Ambos usaban una espada como arma y los movimientos de ambos eran agresivos. Aunque Harry no sabía nada de ese estilo de combate tenía la certeza de que ambos espadachines tenían intensiones de acabar con la vida del otro.
—Si no nos marchamos pronto —le dijo Luna desde lejos —, llegaran refuerzos y no podremos alejarnos.
Harry no apartó la mirada de los dos espadachines. Ver tropezar al joven espadachín vestido de zorro hizo que las palabras de Luna tuvieran más peso. Se reincorporó con rapidez, pero no había ninguna garantía de que pudiera mantener a la mujer espadachín el tiempo necesario para poder huir.
Comenzó a correr. En cuanto llegó hasta el lugar en el que sus amigos y los enmascarados hizo una pregunta que deseaba y consideraba necesario hacer. Pese a lo absurdo que esta pudiera parecer dada la situación en la que se encontraba, consideró que se trataba de algo que debía hacer.
Se detuvieron en cuanto estuvieron en una zona alejada de la mansión Malfoy. Harry se dedicó a analizar a las personas que los rodeaban. Mentalmente los separó en tres grupos. Neville y Luna se encontraban en el de los aliados, los de trajes llamativos en el de desconocido y quienes presentaban signos de tortura en el de exprisioneros.
—¿Quiénes son ustedes?
—La Resistencia, creímos haberlo dicho —respondió quien parecía ser el líder, su atuendo era similar a un lobo.
El que no dejara de correr en ningún momento ni le devolviera la mirada a Harry hizo que este sospechara aún más de las intenciones del líder del grupo. Contrario a Neville y Luna quienes mantuvieron el ritmo de su carrera.
—¿Quiénes son ustedes? —insistió Harry, en ningún momento dejó de estar a la defensiva.
—La Resistencia —repitió el del traje de lobo —. Somos un grupo que se dedica a proteger a los inocentes y a exterminar a los magos que acabaron con nuestra paz.
—He escuchado de ustedes —continuó hablando Luna —, Parvati estará muy emocionada cuando sepan que son reales.
—Nosotros somos de la Orden del Fénix, podríamos…
—No trabajamos con magos —el hombre vestido de lobo se detuvo de pronto. Su mirada y tono de voz adquirieron un tono hostil e incluso amenazante.
—¿Por qué? —preguntó Luna, demasiado ingenua como para notar el cambio en la actitud del enmascarado —. Si uniéramos fuerzas seríamos más fuertes y podríamos evitar más tragedias.
—Típico de magos —comentó el del traje de lobo con amargura —. Será mejor que nos separemos en este punto, esperaremos a que regrese nuestro compañero.
A Harry no le gustaba en lo más mínimo la forma en que el líder le hablaba a sus amigos. La forma en que se comportaba había hecho que perdiera la poca confianza que pudo tenerle en su momento. Tenía intenciones de hacer que se retractara de sus palabras, pero la intervención de una mujer vestida de tigresa lo detuvo.
—Ignoren lo que dice este lobo, creo que resulta un poco obvio que no hemos tenido buenas experiencias con los magos.
—No se preocupe, lo entendemos —respondió Luna. No había enojo o rencor en su voz, solo empatía y tranquilidad.
Harry no perdonó al hombre vestido de lobo ni quiso entender sus motivos, pero decidió ignorarlo. Estaba más ocupado buscando rostros familiares entre el grupo de prisioneros. No encontró ninguno. La visión de Amateratsu lo atormentó con más fuerza. No podía negar que ella no había hecho nada para salvarlo, pero quería saber quién era y porque Draco aseguraba que ella era importante para él.
—¿Rescataron a todos los prisioneros? —preguntó Harry.
—A todos los que encontramos —respondió la mujer con disfraz de tigresa. Su voz sonaba apagada.
—Me quedaré a tratar a los heridos —comentó Luna de pronto.
La mayoría de los prisioneros habían podido caminar por sus propios medios, pero otros se encontraban en un estado tan lamentable que tuvieron que poder ser cargados para poder escapar. De todos ellos eran Harry, Luna y Neville quienes se encontraban en mejores condiciones al haber permanecido prisioneros durante poco tiempo.
—En ese caso nos quedaremos a ayudar —le dijo la mujer con el traje de tigresa —, no sería correcto que los sacáramos de la prisión y los dejáramos expuestos.
—Son magos —insistió el que vestía de lobo.
—¿Acaso eso importa? —le reclamó la mujer vestida de tigresa —, rechazarlos por su origen no nos haría diferentes de los monstruos que nos cazan —luego se dirigió al grupo de magos —. Pueden llamarme Tigresa. No es mi verdadero nombre, es lo único que puedo decirles por motivos de seguridad. Todos tenemos el nombre del animal del que nos vestimos. Ignoren a Lobo, pueden quedarse con nosotros.
—Cobra, Anguila, encárguense de la vigilancia —ordenó Lobo.
Los mencionados golpearon sus frentes con los dedos simulando un gesto militar antes de cumplir con la orden recibida. Harry se preguntó si serviría de algo. Estando él dentro de la lista de los que escaparon y sin ninguna protección mágica era bastante probable que los encontraran. Cuando vio a la mujer espadachin enfrentarse a Amateratsu este parecía poder lidiar con la situación, pero el que no regresara le hacía sospechar lo peor. La actitud de los enmascarados le resultaba un tanto confusa.
—¿Cómo estás tan seguro de que no nos encontraran?
—¿Qué hay de su compañera? La que luchó contra Amateratsu.
—Ella sabe a dónde nos dirigimos.
—¿Cómo están tan seguros de que sobrevivirá?
—Tiene que hacerlo —respondió Tigresa y Harry lo supo, no lo sabía, solo lo deseaba y confiaba en que sería de ese modo.
Lobo señaló los árboles a su alrededor. Harry no entendía. Sabía que habían escapado a través de un bosque y que este era bastante frondoso. Más de una vez estuvo cerca de tropezar con una raíz o de perder de vista al grupo. Lo que dudaba era que hubiera alguna protección mágica que pudiera mantenerlos a salvo.
—¿Has probado buscar una aguja dentro de un pajar? Este bosque funciona de manera similar y nosotros sabemos cómo ocultarnos. No nos subestimes por no lanzar chispitas con esos palitos que llaman varitas.
Harry gruñó a modo de respuesta. No le gustaba la forma en que Lobo le hablaba. Lo único que lo detenía era el hecho de era gracias a él y a su grupo que pudieron escapar. Se sentía en deuda y aunque no tenía muchas intenciones de pagarla tampoco deseaba pagar con mal. Harry no bajó la guardia en ningún momento a pesar de que no hubo ningún incidente.
—Necesitamos tratar las heridas más graves —comentó Oveja notablemente preocupada —, los que no necesiten ayuda urgente pueden ayudarnos o retirarse, no están obligados a nada.
Aunque los conocimientos sobre medicina de Harry eran bastante limitados, eso no le impidió que se dedicara a ayudar a los heridos. Tuvieron que improvisar unas cuantas vendas con la ropa que llevaba para tratar a los más heridos y buscar provisiones para quienes estaban a punto de desfallecer por el hambre. Con una varita hubiera sido más sencillo, pero quienes podían utilizarla no tenían ninguna a mano ni tampoco los medios para lidiar con las secuelas de su encarcelamiento.
La llegada de una mujer vestida de oso panda fue de mucha ayuda. Ella llegó con provisiones y un botiquín de emergencia que, a pesar de no tener todo lo que necesitaban, los sacó de apuros y salvó más de una vida. Le alegraba que la situación mejorara, pero le preocupaba la facilidad con la que fueron localizados.
El hombre vestido de lobo abandonó el refugio poco después de que anocheciera. Tigresa intentó detenerlo, pero todos sus intentos fueron en vano, él no estaba dispuesto a escuchar. Pidió acompañarlo, pero nuevamente sus palabras fueron ignoradas. Harry lo hubiera acompañado de no ser por la vigilancia de Luna y de Neville.
Mentalmente se dijo que podría sacar provecho de la situación. Estando allí, lejos de la Orden, podrían hablar sin temor a ser interrumpidos o censurados. Harry sabía que muchos de la Orden insistían en ocultarle cosas. No porque tuvieran malas intenciones, al contrario, temían la forma en que pudiera reaccionar al enterarse de las cosas. En más de una ocasión se había sentido tentado a decirles que él ya las sabía, que Bellatrix le había mantenido informado de todo lo que ocurría, pero siempre callaba. El tema de sus visiones era lo que más deseaba decir, convencido de que estas podrían ser de mucha utilidad en el campo de batalla, mas no se había dado la oportunidad de hablar sobre estas y si se dejaba, estaba la molestia que le provocaba sentirse ignorado.
—¿Qué saben de Amateratsu?
—No mucho en realidad.
Harry les dedicó una mirada amenazante.
—¿Cuánto tiempo van a pretender mantenerte sin información? Sé que estamos en una guerra, que muchos de mis conocidos y seres queridos han muerto y otros han sido esclavizados, sé más de lo que se imaginan, pero ustedes siguen tratándome como a un niño.
—No lo hacemos.
—¿En serio? Entonces ¿por qué desvían la mirada cuando preguntó por Ginny? ¿por qué callan todos en cuanto me ven llegar? ¿por qué no he ido a ninguna misión? Si les hiciera una pregunta ¿me responderían con sinceridad? ¿Me dirían lo que saben de Hermione? ¿Me llevarían hasta el lugar en donde está Ron? ¿Podría ver a Ginny una vez más? ¿Tendría permiso para salir en una misión para la Orden o de continuar con mi propia misión?
Neville y Luna callaron. Harry no sabía si era por la vergüenza, la culpa, el miedo o algo más. No le importaba. Les gritó todo lo que había querido decir desde que despertó. Los culpó por impedirle escapar y sobre la importancia de detener a Voldemort, pero principalmente de los estragos que causaba la guerra. Les gritó hasta que la garganta comenzó a dolerle e incluso planeaba seguir gritando, pero notó que Luna estaba por llorar. Eso le hizo sentir culpable.
—No quisimos hacerte sentir inútil —le dijo Luna —, u ocultarte cosas, es solo que cuesta tanto hablar de eso. Ya sabes que los mortífagos tienen plena libertad para hacer lo que quieren. La ley los protege y son prácticamente intocables.
—Amateratsu es una mujer soldado, los seguidores del-que-no-debe-ser-nombrado las tienen —le respondió Neville.
—Entonces ¿por qué creyeron que podría ayudarnos?
—Porque son brujas hijas de muggles y mestizas a las que esclavizaron —respondió Luna —, teníamos la esperanza de que quisiera rebelarse, pero no sé qué les hacen que son incapaces de hacerlo.
A Harry no le extraño lo directo de sus palabras. Desde el principio supo que, si uno de los dos hablaba, Luna sería la primera en hacerlo. Llevó su puño hasta sus ojos y, de manera brusca, se deshizo de las lágrimas. El dolor que sentía estaba acompañado de un sentimiento más intenso, uno que lo había acompañado todos los días desde que Bellatrix se había convertido en su verdugo: odio.
—¿Por qué lo hacen? —preguntó Harry, por más que lo intentó no pudo evitar que su voz sonara quebrada —. Odian a los que no somos de “sangre pura” ¿por qué conservarlos?
—Para asegurarse de que no podamos dañarlos. Ellos son inocentes y saben que nos contendremos cuando los enfrentemos.
Esa fue la primera vez en la que Harry fue consciente de que quienes los rescataron eran muggles y sabían de la existencia de la magia. Había estado tan ocupado lidiando con los acontecimientos más recientes que no le resultó extraño el que los rescatistas no usaran magia y que su líder se mostrara abiertamente en contra de los magos.
Harry pensó en su visión. Ellos habían dicho que Amateratsu era importante para él y su visión parecía cercana por lo que dudaba que ella se convirtiera en alguien especial, de serlo no le confiarían esa tarea al considerar la posibilidad de que los traicionara.
—¿Qué hay de Hermione? Ella podría ser Amateratsu.
—¿Por qué piensas eso?
—Es hija de muggles y… Bellatrix me dijo que fue capturada.
—No lo es —le dijo Neville con una seriedad que pocas veces había visto en él.
—¿Por qué estás tan seguro?
—Porque ella fue asesinada cuando Luna, Ginny y yo escapamos de la mansión Malfoy —respondió Neville con una voz que indicaba que no estaba dispuesto a hablar más del tema.
Harry no le iba a hacer ninguna pregunta. Él no quería escuchar nada más. Todo en lo que podía pensar era en Hermione y en su cuerpo sin vida. Muchas veces le había advertido que no lo siguiera, pero ella nunca lo escuchó. Maldijo lo terca que era y se maldijo a sí mismo por necesitarla tanto. Muchas veces había bastado con verla para sentir que no todo estaba perdido. En ese momento sentía que nada tenía sentido.
—Los mataré a todos —prometió Harry —, no me importa cómo, pero juro que acabaré con todos y cada uno de los mortífagos y que cazaré al asesino de Hermione.
—No puedes hacerlo —le regañó Neville —, Hermione no hubiera querido que te convirtieras en un monstruo.
—¿Acaso importa? Ella está muerta y todo lo que puedo hacer es vengarla.
—Harry, tienes que tranquilizarte.
—¿Tranquilizarme? —gritó Harry —. ¿Cómo podría hacerlo si mientras sigo aquí más personas siguen muriendo y los mortífagos continúan haciendo de las suyas sin que nadie los detenga o les ponga un límite?
—No estás solo —le dijo Luna —. Mientras exista una persona que se oponga a la injusticia, esta batalla continuará.
—¿Por qué insisten con lo mismo? —Harry no bajo el volumen de su voz —. Hermione murió, ustedes también lo harán si se quedan conmigo…
Harry hubiera continuado gritando de no ser por un zapato que lo golpeó en la cabeza. Molesto se volteó esperando dar con la persona que lo había atacado. No fue difícil dar con el culpable pues Lobo se encontraba mirándolo de forma desafiante y uno de sus pies se encontraba descubierto. Su ropa se encontraba cubierta de sangre, pero esta no le pertenecía.
—Sé que dije que no nos encontrarían fácilmente en este bosque, pero eso no es excusa para delatar nuestra ubicación. Además, los heridos necesitan descansar.
—¿Qué sabes tú de…?
—Nos vamos de este sitio —lo interrumpió Lobo. No estaba gritando y no necesitaba hacerlo para verse imponente —. Permanecer demasiado tiempo en un solo lugar es demasiado peligroso. Siéntanse libres de largarse cuando lo deseen.
—Eso estaba por hacer.
Harry se alejó corriendo. No prestó atención a lo que le rodeaba ni se detuvo hasta que el dolor le impidió continuar. Tal era su molestia que no notó que nadie lo estaba siguiendo ni tenía las intenciones de hacerlo. Todo en lo que podía pensar era en su necesidad de alejarse de allí cuanto antes y detener la guerra.
Cuando el dolor le impidió moverse, fue consciente del error que había cometido. Si un mortífago o un carroñero daba con él no había nada que pudiera hacer para defenderse. Maldijo su suerte y a su impotencia, pero principalmente a su destino. Quería una vida normal y tranquila, algo que no podría tener mientras que Voldemort continuara existiendo.
Al principio fue un lamento, tan pequeño que ni siquiera podía escucharlo. Este fue aumentando de intensidad hasta convertirse en un grito y más voces se le sumaron. Harry trató de cubrir sus oídos, no quería seguir escuchado esos lamentos tan desgarradores. Quería que esas voces se callaran, que lo dejaran tranquilo, pero no lo hacían. Cada vez sonaban más comprensibles, más dolorosas, gritos desgarradores y súplicas que nunca llegaron a ser escuchadas.
En un intento por callar esas voces, presionó con tanta fuerza sus oídos que se provocó el sangrado. Dolía, pero ese dolor no era suficiente para apagar los ecos de las voces anónimas, las súplicas de las personas que fueron torturadas en ese mismo bosque y de quienes murieron con una maldición en los labios.
Harry no fue consciente del momento en que comenzó a llorar. Seguía en el bosque, rodeado de la nada, pero podía sentirse como si hubiera regresado al calabozo de Bellatrix y la mortífaga se encontraba a su lado, diciéndole que le había fallado a todas las personas que conocía y que, sin importar lo que hiciera, nada cambiaría.
La temperatura en su cuerpo aumentó, Harry sentía como si su cuerpo ardiera en llamas y como todo a su alrededor, pese a tener sus lentes, se hacía borroso. En medio de una sinfonía infernal, Harry Potter perdió la consciencia.