Voluntad de fuego

Harry Potter - J. K. Rowling
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Voluntad de fuego
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La guerra de creía pérdida, pero Harry Potter ha regresado. Con él surge la esperanza de que se cumpla la profesía, más la oscuridad amenaza con consumirlo.
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Despertar

Capítulo 3: Despertar

Cuando Harry despertó su visión era borrosa. Sus ojos necesitaron varios minutos para adaptarse al lugar en el que se encontraba. Descubrir que estaba en un lugar desconocido no le pareció extraño, aunque tampoco le inspiró tranquilidad. Esperaba que Bellatrix lo visitara en cualquier momento y lo tortura.
El dolor que experimentaba era menor, pero Harry no lo tomó en cuenta. Buscó con la mirada cualquier cosa que pudiera ayudarle a escapar, comprobando que había demasiadas. Esto último le resultó sospechoso. Sus manos y pies no estaban encadenados y la puerta estaba abierta. Había varias camillas a su alrededor y por la forma en que se movían parecían estar ocupadas.
Esto último le pareció extraño. Trató de buscar alguna explicación, pero su mente difícilmente formular pensamientos coherentes. Morir era la opción más sencilla, decirle a Voldemort como había regresado de la muerte y ofrecerle su lealtad. El dolor se detendría, pero dudaba que pudiera encontrar la calma. El saber que le falló a sus amigos, a sus conocidos sería algo que nunca dejaría de atormentarlo. Dumbledore le habló de una profecía y Harry estaba convencido de que él era el único que podía hacer algo para detener al lord oscuro.
Harry era consciente de todo lo que ocurría fuera de su celda. Bellatrix le informaba acerca de todas las capturas de muggles y los hijos de muggles que eran torturados o asesinados. Con cada día que pasaba su odio se hacía más intenso. No era solo su deseo de salvar a sus amigos, eran sus ansias de venganza y la convicción de que era el único que podía hacerlo.
Cuando su mente comenzó a aclararse se preguntó si estaba muerto. Trató de recordar la primera vez que experimentó la muerte y no encontró ninguna similitud. Se preguntó si Dumbledore aparecería una vez más para ofrecerle una forma de regresar al mundo de los vivos y por unos instantes consideró rechazarla. Después de todo el dolor que había experimentado y las historias que Bellatrix le había contado era difícil mantener las esperanzas de que el futuro fuera mejor.
Ver a Luna llorar hizo que la situación fuera aún más confusa. Podía estar equivocado, pero no recordaba haberla visto llorar en el pasado. Siempre parecía tener una aptitud optimista sin importar lo mal que pudieran verse las cosas. Lo más extraño es que ella parecía llorar de felicidad y murmurar unas palabras que le resultaron inentendibles.
Llevó sus manos hasta el cuello de Luna y lo apretó con todas las fuerzas que tenía. Estaba convencido de que la mujer frente a él era Bellatrix tratando de engañarlo una vez más y él no estaba dispuesto a permitir que se divirtieron a costa de él, incluso si eso el castigo eran varias maldiciones imperdonables u otro tipo de tortura cortesía de la retorcida mente de la mortífaga.
Un hechizo impactó contra él. Cuando recuperó la consciencia notó que estaba rodeado de varios amigos, pero seguía negándose a aceptar que fueran reales. Intentó moverse, solo para descubrir que se encontraba atado.
Intentó moverse aun sabiendo que de nada servía para deshacerse de las ataduras mágicas. Gritó y maldijo a la mujer que lo mantuvo prisionero durante dos años hasta que se quedó ronco. Sentir la mano de Luna sobre su mejilla lo hizo sentir confundido. Él estaba seguro de que era Bellatrix disfrazada y había esperado que lo abofeteara del mismo modo en que lo había hecho tantas veces en el pasado.
—Soy yo, Luna —la voz de Luna era dulce y gentil, algo que Bellatrix jamás podría imitar.
Harry dejó de moverse y Luna continuó acariciando su rostro. La dulzura de su tacto hacía que lentamente comenzara a relajarse y la dulzura de su voz le inspiraba una paz que no había sentido durante un largo tiempo.
—Descuida, estás entre amigos.
Luna deshizo el hechizo que lo mantenía cautiverio y él fue incapaz de atacarla. El enojo y la desesperación ya no le impedían ver que ella era Luna, la misma a la que había conocido durante su quinto año de Hogwarts y que le había entregado su amistad incondicional.
—Debes tener hambre.
Luna tomó la bandeja que estaba a su lado y comenzó a alimentar a Harry. Al principio el mago había tenido sus dudas. La desconfianza no había desaparecido del todo en él y la comida que le ofrecían era una masa que no se veía realmente comestible. Al final aceptó y, aunque su estómago resintió la comida, no llegó a vomitar, algo que hubiera hecho de tratarse de un alimento más sólido.
—¿Cuánto tiempo ha pasado? —preguntó Harry, su voz era ronca debido al tiempo que había pasado sin hablar.
—Tres semanas —respondió Cho.
La forma en que Cho cambiaba sus vendas le hacía pensar a Harry que ella le ocultaba algo o era su presencia lo que le causaba repulsión.
—Creí que había sido más tiempo.
Para Harry había parecido una eternidad el tiempo que estuvo prisionero en la mansión Lestrange. Bellatrix solía torturarlo constantemente, incluso cuando no estaba a su lado. Su celda había sido construida de modo que pudiera sobrevivir, pero no recuperarse por completo.
—¿Cuánto tiempo llevo durmiendo?
—Acabo de decirtelo, tres semanas —respondió Cho algo confundida —, avísame si te duele algo, iré por comida, debes estar hambriento.
Luna y Cho se habían encargado de cuidar de Harry desde el momento en que había sido rescatado. Pasaron noches en vela verificando sus signos vitales o preparando sus medicinas. Tratar las heridas de su cuerpo era difícil, incluso con magia. El no hablarle acerca de la guerra era un acuerdo del que nadie habló, pero que todos aceptaron sin reclamos.
—¿Cuándo me darán de alta? —preguntó Harry, su tono de voz carecía de cualquier matiz de amabilidad.
—Probablemente mañana, todo depende de los resultados de los exámenes que te haremos en la noche.
—Bien —respondió Harry, no parecía más animado.
La forma en que Harry habló le hizo sospechar a Cho que, sin importar los resultados de esos exámenes, Harry seguiría con sus propios planes. Mentalmente se lamentó por lo mucho que había cambiado. Sabía que era Harry Potter, pero no lograba reconocerlo. No estaba del todo equivocada.
Harry Potter tenía una misión. Era algo en lo que había estado pensando desde hacía mucho tiempo. Era algo que había tenido en claro incluso antes de despertar en el Cuartel Principal de la Orden del Fénix. Cada vez que escuchaba a Bellatrix hablar le era inevitable pensar en la profecía y con ello su odio crecía. Un pensamiento hacía eco en su mente y era que solo él podría detenerlo.
—¿Hay algo de lo que quieras hablar? —le preguntó Cho, temerosa por lo que sus palabras pudieran provocarle o lo que él pudiera hacerle. El que un jarrón a su derecha explotara le hizo saber que había ocurrido lo que tanto temía —. ¿Tienes hambre?
—¿Qué ha estado haciendo la Orden del Fénix? ¿Sigue existiendo?
—Misiones —respondió Cho algo insegura —, este es el cuartel principal de la Orden del Fénix, hay muchos extendidos a lo largo del país donde se protegen a los muggles y atienden a los heridos.
—¿Dónde están Ron y Hermione? Ellos estaban viajando conmigo ¿Los Weasley están bien?
—Los Weasley están intercambiando provisiones en uno de los poblados que protegemos… creo que pronto estarán de regreso.
Harry sujetó la mano de Cho con fuerza en un intento por hacerla hablar. Él estaba convencido de que ella mentía y quería conocer la verdad. Prefería que le dijeran si habían muerto antes de que intentaran protegerlo con engaños. Una visión llegó a su mente, en ella George y Cho se encontraban en una cueva. Ambos parecían buscar algo hasta que una serpiente mordió a Cho.
—La próxima vez que vayas a una misión con George lleva antídoto para el veneno de serpiente y ten mucho cuidado de los lugares que pisas.
—¿Cómo lo...? —preguntó Cho sorprendida —, no suelo salir mucho en misiones, soy una sanadora, pero en unas horas George y yo iremos por ingredientes.
—Lo sé, eso es todo lo que importa.
Harry pensó en Hermione y en la forma en que ella reaccionaría de estar allí. La imaginó insistiendo en que debería practicar oclumancia y pidiéndole que tuviera mucho cuidado con lo que veía. Esas visiones habían aparecido desde que regresó de la muerte. Sabía que no eran una trampa de Voldemort pues toda conexión entre ellos se rompió en el momento en que el mago oscuro destruyó el fragmento del alma que habitaba en él y sabía que eran visiones del futuro pues Bellatrix solía confirmaras cada vez que involucraban una tragedia.
Harry no esperó por el resultado de los exámenes. Robó unas pociones que consideró necesarias y se marchó en cuanto estuvo seguro de que todos dormían. Se habían tomado muchas medidas para evitar el ingreso de indeseables, pero ninguna para evitar la salida de quienes se encontraban dentro.
El número doce de Grinmauld Place no era un lugar seguro, Hogsmeade tampoco, pero decidió que debía visitarlos. Aunque únicamente contaba con una poción multijugos y una varita que había robado no se detuvo. No eran solo los recuerdos o su necesidad por abandonar los espacios cerrados. Necesitaba tener noticias de Hermione y sospechaba que las encontraría en ese lugar.
No encontró a nadie, pero tampoco información. No sabía si fueron mortífagos, carroñeros, miembros de la Orden del Fénix, pandilleros o una casualidad lo que había quemado ese lugar, pero sí que le sería imposible regresar o encontrar algo que pudiera serle de ayuda. Se dejó caer de rodillas sin importar si lo veían, ver destruido ese lugar era doloroso. Ver las ruinas de un lugar tan significativo hacía que la desesperanza se sintiera tan real, quizás más que en el hospital improvisado donde fue atendido.
Su siguiente parada fue Las Tres Escobas. Sabía que estaría llena de enemigos, pero también de información. Sacarle información a un ebrio sería sencillo, sin contar todas las conversaciones que podría escuchar furtivamente. Mentalmente se dijo que todo estaría bien si no llamaba la atención. Todos lo creían muerto y, aunque sabía que Bellatrix lo buscaba, dudaba que ese lugar fuera una de sus opciones al ser tan peligroso y prácticamente suicida el visitarlo.
Lo que encontró lo dejó sorprendido. A unos cuantos centímetros se encontraba Draco Malfoy. No fue difícil reconocerlo pues tenía su máscara plateada sobre la mesa, su cabello lucía tan platinado como recordaba, al igual que esa mirada y actitud de superioridad que parecía impresa en su rostro. Sin embargo, también había algo en él que lo hacía diferente, no sabía de qué se trataba, pero sí que le daba un aire de peligro.
Para Harry era extraño que ningún mortífago usara una máscara. Los únicos que cubrían su rostro, por su actitud, parecían ser guardaespaldas o acompañantes, no estaba seguro. Recordó lo que Bellatrix le había dicho, acerca de cómo los sirvientes de Voldemort no debían ocultar su rostro porque se habían hecho con todo el poder y que su dominio se había extendido a territorios internacionales.
Lo que más llamó su atención fue la mujer que acompañaba a Draco Malfoy. Su vestimenta le resultaba extraña, similar a la de todos los que usaban máscaras. En su espalda llevaba un tatuaje en forma de dragón, Harry pensaba que era demasiado llamativo. Lo que hizo que no pudiera apartar su mirada de ella por unos instantes era la sensación de conocerla.
Estaba pensando en cómo preguntaría por Hermione cuando vio a un ebrio tropezar con Draco Malfoy. El que todos callaran le hizo sospechar que algo malo estaba por suceder. Muchos estaban ebrios, quizás demasiado para notar lo que pasaba a su alrededor. Pero este no era el caso de notos.
—Mátalo —le ordenó Draco Malfoy a la mujer enmascarada que lo acompañaba.
Un corte fue todo lo que la mujer del antifaz necesitó para acabar con la vida de ese hombro. Harry estaba asqueado ante tal acción y ante la pasividad de los demás. Nadie, ni siquiera los trabajadores del local hicieron algo. Todos habían regresado a sus asuntos antes de que el cuerpo del hombre tocara el suelo.
Harry se sintió molesto. No lograba entender cómo podían permanecer tan pasivos ante tal situación. Llevó su mano hasta la varita en su bolsillo, preguntándose mentalmente si debería intervenir. Sabía que todo estaba en su contra, estaba rodeado y ni siquiera contaba con la certeza de que la varita le funcionaría, sin embargo, quería hacerlo. Lo que Harry más deseaba era asesinar a todos los mortífagos, incluyendo a la mujer que acompañaba a Draco, pese a no saber si era o no una mortífaga.
—Te estaba buscando —le dijo uno de los clientes del bar, Harry no estaba seguro de haberlo visto y dudaba fuera amigo de la persona cuya identidad estaba suplantando. Tomando en cuenta que era uno de los disfraces usados por la Orden no creyó que tuviera esa clase de problemas.
Harry le mostró una botella vacía y fingió ebriedad. Estando en una cantina no creía que resultara extraño. El hombre lo empujó fuera del bar. Aunque Harry quiso oponerse consideró que lo mejor era dejarse llevar. No solo porque había fingido estar ebrio sino porque de hacerlo llamaría la atención, algo que en su situación no creía conveniente.
—No hagas nada imprudente, soy Neville —si Harry no hubiera estado tan molesto habría notado que Neville ni siquiera había movido los labios.
Harry tuvo que hacer grandes esfuerzos para que su rostro no lo delatara. Cuando dejó los cuarteles principales de la Orden del Fénix había estado seguro de que nadie podría localizarlo. Mentalmente se dijo que, si no decía su nombre, Neville no sabría su identidad. Algo que creía poco probable si él le había dado su nombre. También se dijo que era poco probable que el hombre al lado de él fuera Neville. Físicamente eran muy diferentes. Quien le hablaba era de contextura gruesa y de pequeña estatura. No tenía cabello, pero si un poblado bigote.
—Me estoy comunicando a través de tu mente así que no hagas nada que pueda parecer extraño —continuó Neville —, sé que eres Harry Potter y sé qué es lo que planeas, si los asesinas no serás mejor que ellos y lo único que harás será delatarte.
Harry tuvo que hacer grandes esfuerzos para mantenerse sereno. Estaba confundido por la velocidad con que lo encontraron y molesto por todo lo que Neville sabía, pero lo que más le molestaba era la libertad con que la que los mortífagos actuaban. Le parecía indignante que ni siquiera se preocuparan por ocultar sus rostros. Bellatrix se lo había advertido, pero no quiso creer que fuera cierto.
Draco Malfoy salió acompañado de la mujer del tatuaje de dragón. Su mirada se encontró con la de Harry y por unos instantes tuvo la sensación de que la conocía. Pero consideraba que eso era absurdo y que, de ser un rostro conocido, no podía tratarse de una amiga. Los mortífagos eran sus enemigos, no necesitaba que Bellatrix se lo dijera para saberlo.
—Sígueme —le dijo Neville a través del pensamiento.
Harry dudó por unos instantes. Estaba determinado a continuar con lo que había dejado, pero sabía que no tenía muchas opciones pues de negarse, llamaría la atención innecesariamente y eso era lo último que necesitaba. Especialmente si Voldemort sabía de su escape, algo que consideraba poco probable.
Neville lo llevó a una pequeña casa aparte del pueblo. Una cabaña de madera, sencilla y pequeña, le faltaba poco para que se derrumbara, se notaba el sello mortífago en ella. Cuando Harry entró descubrió que por dentro la casa no solo era habitable, sino que también era cómoda y espaciosa.
—Esta cabaña es segura —le dijo Neville —, es uno de los lugares en donde acostumbramos a reunirnos. Fue atacada por los mortífagos por lo que es poco probable que sepan que regresamos. Regresar a un lugar que fue tomado podría considerarse suicidio y es eso lo que lo hace seguro.
—¿Cómo supiste que era yo?
—Ya te lo dije, me comuniqué a través de tu mente —le dijo Neville —, no me he quedado sin hacer nada durante estos…
Neville calló de pronto y Harry sabía el motivo. Desde que había despertado, todos en la Orden del Fénix parecían tratarlo con extremo cuidado. Evitaban muchos temas cuando estaban a su lado, especialmente los relacionados con la guerra e insistían en que su recuperación debía ser su prioridad. Aunque Harry sabía que no había reproche en las palabras de Neville le fue inevitable sentir culpa por el tiempo que estuvo prisionero.
—Iré a buscar a Voldemort y lo mataré, aunque muera en el intento.
—Harry —le dijo Neville serio—, ambos sabemos que necesitas más tiempo para recuperarte.
—¿Sabes de la misión que me encargó Dumbledore antes de morir?
—Sí —respondió. Neville estaba mintiendo, pero Harry no lo notó, en ese momento sus prioridades eran otras.
—Soy el elegido, ese es mi destino.
—¿Elegido?
—Olvida lo que dije.
—Perdona mi franqueza, pero siento que alguien debe decírtelo ¿Crees que puedes lidiar con el innombrable y su ejército tú solo? No tienes que hacerlo. Estamos juntos en esto y juntos somos más fuertes.
—Si me siguen lo único que encontraran es la muerte.
—No te sientas tan importante —le dijo Neville con un tono de voz que a Harry le resultó extraño, al menos viniendo de parte de su amigo. La guerra lo había cambiado, Harry no podía imaginar cuánto —, hace mucho que firmamos nuestra sentencia de muerte, lo hicimos desde el momento en que nos opusimos al innombrable y no vamos a permitir que esa sentencia se cumpla.
Harry notó una fotografía del pequeño escritorio, sintió su corazón hacerse pedazos al identificar a las personas que aparecían en la fotografía. Eran Ron, Ginny, Luna, Neville Hermione y él muy sonrientes saludando la cámara, pero esa sensación duro poco. La fotografía se resbaló de sus manos. El sonido que hizo al caer y romperse lo hizo sobresaltarse. Su visión comenzó a nublarse y perdió la sensibilidad en sus piernas, poco le faltó para caerse. Sabía que Neville le estaba gritando, pero solo podía percibir su voz como un débil eco.
—Yo te lancé la maldición mortal —Voldemort hablaba de forma lenta y calmada, parecía tratar un tema casual. Lo único que delataba la furia que sentía era la presión que sus manos ejercían sobre la silla en la que estaba sentado —, vi cuando el maleficio impacto en tu cuerpo, entonces ¿por qué estás vivo?
Harry no respondió. Bellatrix se había dedicado a torturarlo después de comprobar que seguía con vida. No empleó la magia, probablemente para evitar que enloqueciera. Tomó una daga, similar a la que usó para asesinar a Dobby y llenó su cuerpo de pequeños cortes. Dolorosos, pero nada que lo matara si eran cerrados antes de que perdiera demasiada sangre.
—No es la primera vez que lo haces —continuó Voldemort, la furia en su voz se hacía más palpable —. ¿Qué tienes de especial? Dime, si te mato ahora ¿volverías a vivir? ¿Cambiaría el resultado si te asesino de una forma diferente?
Harry no tenía su varita, pero quiso pelear. Intentó ponerse de pie. Patear, morder o arañar. Lo intentó de todo y ni siquiera pudo tocar al mago oscuro. Quería demostrarle que sin importar lo que hiciera no podía derrotarlo. Lo único que logró fue que el heredero de Sytherin riera a carcajadas.
—Vendré después, espero que hasta entonces Bellatrix te haya enseñado a comportarte como debes.
La visión de Harry se nubló nuevamente. Cuando abrió los ojos no se encontraba en una prisión sino en la cabaña que Neville le mostró. No era Voldemort quien le sonreía de manera burlona sino Neville que lo veía aterrado y lo sacudía de manera un tanto violenta.
—¡Harry, Harrry! —lo llamaba Neville —. ¿Qué te pasa?
—Nada, solo fue un recuerdo.
—¿Solo un recuerdo? Te veías mal, no dejabas de gritar, creímos que... —Neville calló de pronto.
—Iré por una poción para los nervios, la necesitas, Harry.
Una mirada al brazo de Neville le bastó para saber que su amigo no le había dicho todo. Había sangre cerca de su codo y Harry estaba bastante seguro de que no la tenía antes de entrar a la cabaña. Un sentimiento de autodesprecio lo embargó al hacer ese descubrimiento. No había podido salvarse a sí mismo de Voldemort e incluso había lastimado a un amigo.
—Ahora estás con nosotros —por más que lo intentaba, la voz de Neville no resultaba creíble. Harry sabía que su amigo no podía animar a nadie cuando la situación era tan terrible —. Será mejor que regresemos al cuartel. Luna puede darte una poción para dormir sin sueños.

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