Voluntad de fuego

Harry Potter - J. K. Rowling
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Voluntad de fuego
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Summary
La guerra de creía pérdida, pero Harry Potter ha regresado. Con él surge la esperanza de que se cumpla la profesía, más la oscuridad amenaza con consumirlo.
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Chapter 1

Voluntad de Fuego
Disclaimer: Harry Potter al igual que todos sus personajes son propiedad de Jk Rowling.
Capítulo 1: Esto no ha terminado
Neville hizo una pausa para ajustar el vendaje que cubría su abdomen. Sabía que esa medida no era suficiente, pero también que era lo único que podía hacer en su situación. Lo único que deseaba hacer era poder llegar cuanto antes a las instalaciones de la Orden del Fénix. Sus heridas eran profundas y de gravedad, pero estas no le preocupaban sino la niña que cargaba sobre su espalda.
Lo único que sabía de ella era que necesitaba ayuda. La había visto tropezar varias veces antes de quedar inconsciente. Estaba cubierta de sangre. Una revisión rápida bastó para comprobar que no toda la sangre le pertenecía. Usó las pocas vendas que tenía para tratar las heridas más graves. Estaba consciente de que podía ser una trampa, pero preferiría arriesgarse. Podría ser una niña que escapó de sus captores y él no se iba a arriesgar a dejar que una inocente muriera.
Ocasionalmente se detenía para verificar que no hubiera nadie cerca, enemigo, aliado o alguien que necesitara ayuda, comprando en cada una de ellas que estaban solos. En cuanto llegó al cuartel general. Al verificar que no había ningún peligro ingresó en la cueva que estaba frente a él. Conforme más se adentraba, más profunda era la oscuridad. Usar la varita no era una opción, hacerlo solo molestaría a los murciélagos que habitaban en su interior. Estos eran tantos que incluso un mago experimentado tendría problemas lidiando con ellos y el motivo por el que habían elegido ese lugar para instalarse. La cantidad de desviaciones necesarias para llegar al cuartel y un encantamiento Fidelio también funcionaban como medidas de seguridad.
—¿Santo y seña? —fue la respuesta que obtuvo al tocar la entrada al cuartel.
—Esto no ha terminado.
La puerta se abrió revelando a la persona que se encontraba del otro lado. Neville se sintió aliviado al saber que se trataba de Luna, la persona a la que estaba buscando. Con las pocas fuerzas que le quedaban, le pidió que se encargara de la niña. Sabiendo que su trabajo había terminado, se permitió desmayarse.
Lo primero que Neville notó al despertar, fue que sus vendas habían sido reemplazadas. Inmediatamente pensó en Luna, ella era una de las pocas sanadoras que tenían en el cuartel. Buscó con la mirada a la niña que había encontrado de regreso, estaba acostada en una de las camillas. Por la forma en que respiraba, parecía dormir tranquilamente.
—Me alegra ver que despertaste —le dijo Luna. Neville no estaba seguro si acababa de entrar o había estado allí desde antes.
—La niña ¿está bien?
—No sabría decirlo, las heridas de su cuerpo eran superficiales, pero las de aquí —Luna llevó su mano hasta la zona en donde se encontraba su corazón —, no estoy segura. Le he dado una poción para que duerma sin sueños, de momento es todo lo que puedo hacer.
—Siempre es lo mismo —comentó Neville con amargura.
—No debemos perder la esperanza —Luna abrazó a Neville con fuerza —, si nosotros nos rendimos ¿quién luchara?
—Esa es la actitud, Luna.
Neville y Luna voltearon al escuchar esas palabras con varitas en mano, listos para atacar ante la menor provocación. Vieron a Tonks, pero no bajaron la guardia, necesitaban algo más para estar seguros de que se trataba de su amiga y no de algún infiltrado.
—Esto no ha terminado —comentó Tonks antes de dejarse caer en una de las camillas —. Creí que no sobreviviría.
—Lo siento, Tonks.
—Me ofendería si no lo hicieran. Alerta constante —lo último lo dijo con cierta amargura, recordando las palabras de un compañero caído.
—Deja que trate tus heridas —sin esperar respuesta, Luna revisó los brazos de la aurora en busca de alguna herida visible —. ¿Recuerdas haber recibido algún maleficio?
—Ninguno. Solo nos encontramos con un grupo de carroñeros, pero logramos alejarlos del poblado.
—Es bueno escucharlo.
—Esa niña —Tonks señaló a la niña que dormía en la cama —. ¿Podemos estar seguros de que no es una enemiga?
—Sí —respondió Neville —, la mujer que la acompañaba me pidió que la cuidara. Intenté salvarla, pero todos mis intentos fueron en vano.
—La interrogaremos cuando despierte —comentó Tonks, luego se dirigió a Luna —. ¿Se encuentra bien?
—Tiene heridas profundas, pero Neville hizo un buen trabajo con ella.
Durante varios minutos, nadie dijo ninguna palabra. Ese tipo de situaciones no era ninguna novedad. Continuamente muggles e hijos de muggles eran perseguidos y asesinados. La Orden del Fénix no había desaparecido, pero sin importar lo mucho que se esforzaran, sus acciones no parecían ser suficiente.
—Un pajarito en la mansión Lestrange me ha dicho algo muy interesante, si está en lo correcto, podríamos encontrar una forma de salvar a Harry —Neville fue el primero en hablar.
—¿Hablas de Harry Potter? —preguntó Tonks, su tono de voz indicaba incredibilidad.
—Sí.
—¿Estás seguro? —insistió Tonks.
Dos años atrás Voldemort había anunciado al mundo la muerte de Harry Potter, pero su cuerpo sin vida nunca fue mostrado. Tonks había escuchado muchos rumores acerca de Harry Potter, personas que afirmaban haberlo visto en los lugares más insólitos. También había escuchado a personas asegurando ser Harry Potter. Tonks no entendía el motivo de eso, suponía que había sido el mismo que impulsó a muchos a afirmar ser mortífagos. Los carroñeros los atacaban, esperando conseguir alguna recompensa, pero los mortífagos no, todos ellos parecían más que seguros de la imposibilidad de que Harry Potter regresara.
—Proviene de una fuente muy confiable, la misma que me ha informado de varios ataques a pueblos muggles. Dijo que cuando limpiaba el sótano escuchó el sonido de alguien siendo torturado. Bellatrix no permite que nadie, ni siquiera los esclavos, entren a esa zona.
—¿Por qué estás tan seguro de que es Harry?
—Dice que lo visita cada vez que se escucha un rumor sobre Harry Potter. Sé que no es seguro, pero es nuestra única esperanza y aún si no fuera Harry, no podemos permitir que alguien continúe siendo torturado por Bellatrix.
Para Neville fue inevitable recordar a sus padres y la forma en que murieron. Los sanadores dijeron que se trataba de algo necesario, que era imposible seguir manteniéndolos en San Mungo cuando las posibilidades de recuperación eran nulas. Incluso se atrevieron a afirmar que un Aveda Kedavra había sido lo más piadoso. Neville sabía que, si eso hubiera sido cierto, le habrían preguntado a su abuela e incluso le habrían dado la opción de cuidarlos. Nada de lo que dijeran le haría dejar de ver la muerte de sus padres como una advertencia de los mortífagos.
—No estoy pidiendo que me ayuden —agregó —, solo quería que estuvieran al tanto de mis planes.
—Ir solo sería un suicidio, pero nada de lo que diga te haría cambiar de opinión. Luna podría solicitar algunos refuerzos, mientras tanto, yo te acompañaré —le dijo Tonks, por el tono de sus palabras era evidente que no aceptaría un no como respuesta —. Quiero creer que lo que dices es cierto, tiene que ser así.
—También iré —se ofreció Luna.
—No, tú quédate. Te necesitamos aquí, tus conocimientos en medicina son necesarios, y… —Neville calló, incapaz de continuar. Todos los días salía en busca de información o como apoyo de los equipos de rescate, pero era incapaz de lidiar con la idea de que Luna estuviera en peligro. Una vez la creyó muerta, no estaba dispuesto a permitir que la situación se repitiera.
—No tienes por qué preocuparte por mí, sé cuidarme sola.
La conversación fue interrumpida por la llegada de tres personas. Los tres se encontraban en condiciones deplorables, pero solo uno de ellos conservaba la consciencia, siendo este quien con levitaba a sus compañeros. Sus cuerpos estaban cubiertos de sangre y tierra, sus ropas rasgadas dejaban ver varias heridas profundas.
—Soy yo, Dean Thomas. Partí el jueves para ayudar a un poblado muggle bajo ataque junto a cinco de mis ex compañeros de Hogwarts. Éramos Seamus Finnigan, a mi derecha, Oliver Wood, a mi izquierda, Lee Jordan, Katie Bell y Lavender Brown murieron en batalla. —les dijo el mago que acaba de llegar —, Logramos expulsar a los mortífagos, pero no puedo garantizar que no hubo prisioneros.
Dean Thomas se desmayó en cuanto terminó de hablar. De no haber sido por la rápida intervención de Tonks, Neville y Luna, el mago junto a sus amigos se hubieran golpeado fuertemente contra el piso. Los levitaron hasta las camillas, para la fortuna de los recién llegados, había suficiente espacio para ellos.
—Vayan por Harry —les dijo Luna mientras cerraba las heridas de Oliver, de los tres era el que más grave se encontraba —, puedo encargarme de ellos en lo que llega Padma. Harry los necesita ahora.
—Cuida de Teddy, si no regreso, dile a Remus que lo amo.
Tonks se dirigió a la habitación que ocupaba junto a Remus y el hijo de ambos. Como Remus había salido en una misión, solo se encontró con el hijo de ambos. El pequeño se encontraba dormido. Una parte de ella quería despertarlo, poder ver su sonrisa una vez antes de irse a una misión de la que probablemente no regresaría, pero prefirió dejarlo dormir un poco más. Se dijo que, quizás, las cosas eran mejor de ese modo.
Neville besó los labios de Luna. Era algo que solía hacer antes de partir en una misión. Estaba dispuesto a morir, era algo que tenía en claro desde que se había unido a la rebelión en Hogwarts, pero odiaría el hacerlo sin despedirse de Luna, sin besarla una última vez.
—No debiste hacerlo —le dijo la sanadora —, porque no es un adiós, los dos regresarán, y lo harán con Harry. Y yo estaré aquí para tratar sus heridas.
—Cuando todo esto termine ¿aceptarías casarte conmigo?
—¿Es necesario preguntarlo? Creo que ya conoces mi respuesta.
—Lo sé, pero quiero escucharlo de tus labios.
—Podría casarme contigo en cualquier momento.
—Una boda es motivo de alegría y no quiero que tu boda no sea un recuerdo amargo para ti.
Neville rió con amargura. Desde que Voldemort había tomado el poder, sus seguidores eran los únicos que pasaban por un buen momento.
—Si es con la persona que amo, incluso en medio del infierno sería un recuerdo grato.
—Si nos casaramos y estuviera rodeado por el enemigo podría pensar que no importa morir porque lo hice defendiendo mis ideales y no tengo nada pendiente, no quiero que eso pase, quiero pensar que al final de todo este caos hay algo esperando por mí.
Neville y Tonks dejaron una nota con la información de su salida. Se trataba de una regla no escrita entre los integrantes de la Orden del Fénix, todos debían dejar escrito el lugar al que se dirigían y brindar información confidencial que pudiera servirles para reconocerlos. Estando en guerra ninguna medida de seguridad era considerada como paranoia.
Aparecerse hubiera sido la opción más rápida, pero no era posible. Todos en la Orden del Fénix lo sabían, nadie podía ingresar a la mansión Lestrange sin contar con una autorización de alguien que se encontrara dentro de la misma. Esto había originado muchos rumores acerca de lo que pudiera encontrarse dentro de la mansión de la mortífaga más leal a Voldemort.
Neville se escondió en uno de los arbustos cercanos a la mansión. Tenía instrucciones de hacerlo y, aunque tuviera dudas acerca de la lealtad de su contacto, temía más a las consecuencias que podría traerle su desobediencia. Neville era consciente de todo lo que arriesgaba en esa misión.
—¿Tienes una idea de cómo entraremos? —le preguntó Tonks.
—Tengo un contacto en la mansión, si estoy en lo correcto, aparecerá en cualquier momento.
La espera terminó cuando el elfo doméstico de los Lestrange apareció. Este llevaba consigo a un bebé dentro de su carriola. Aunque Neville y Tonks no tenían idea de quién podría ser ese bebé, no se preocuparon en descubrir su identidad. No parecía estar en problemas y en ese momento ellos tenían otros asuntos que resolver.
Neville tomó una piedra y se la lanzó, teniendo especial cuidado de no lastimar a nadie o de llamar la atención de personas indeseadas. El elfo doméstico se tomó unos pocos segundos en llegar al lugar en donde ellos se encontraban, pero a él le pareció una eternidad.
—Los amos salieron de la mansión, pero hay mortífagos custodiando el sótano. No creo que se acerquen a la amita, pero si la ven, no la involucren, es solo una niña. Síganme —le dijo el elfo doméstico antes de continuar con las tareas que los Lestrange le habían encomendado.
—Yo me quedaré aquí —le dijo Tonks —. Encárgate del rescate en lo que yo me aseguro de crear una distracción.
Neville dudó por unos instantes. No le gustaba la idea de dejar a Tonks sola, pero confiaba en que ella pudiera manejar la situación. De las opciones que tenían, esa parecía ser la más rentable. Su experiencia como aurora la hacía la más adecuada para esa tarea.
Después de que Tonks hiciera explotar una de las paredes de la mansión, Neville siguió al elfo doméstico hasta la entrada del sótano. Twinky no quiso llevarlo más allá, pues aseguraba que debía cuidar de la bebé y que no podía exponer a la amita a lo que se encontraba en ese lugar.
Con un sencillo encantamiento logró dejar inconsciente al único mortífago que custodiaba al prisionero del sótano. Ató al mortífago, no quería asesinarlo, pero tampoco que este le impidiera concluir con su misión. Estaba cubierto de sangre y otras cosas que no supo ni quiso reconocer. Estaba débil y delgado, sus huesos eran visibles en varias zonas y en otras se marcaban a través de la piel. Su respiración era casi imperceptible y la única señal de que se encontraba con vida. Algo que, Neville dudaba, continuaría de permanecer en ese lugar.
Abrió la puerta de la celda con su varita y con mucho cuidado, cargó al prisionero. En cuanto lo hizo notó que su estado era peor de lo que había imaginado. Pesaba muy poco, probablemente no más que una pluma. Su respiración era muy baja, casi imperceptible, esta era la única señal de que estaba con vida.
Neville sintió nauseas. Había luchado contra los mortífagos por más de tres años, pero no se acostumbraba a la crueldad de estos y dudaba que en algún momento pudiera hacerlo. Atacó a los mortífagos antes de que estos pudieran ser conscientes de su presencia. No los asesinó, pero sí se aseguró de que no pudieran despertar en varios días.
—Será mejor que nos demos prisa —le dijo Tonks, su respiración era agitada —, podrían llegar refuerzos en cualquier momento.
Se alejaron lo más rápido que podían hacerlo mientras que cargaban a un hombre inconsciente. No fueron lo suficientemente rápidos pues se encontraron con un grupo de mortífagos antes de llegar a un lugar donde se pudiera usar la aparición. La velocidad con la que llegaron y el hecho de que se hubiera pedido refuerzos cuando en teoría solo se trataba una rebelde hicieron que las sospechas de Neville crecieran. El hombre al que cargaban debía jugar un papel demasiado importante en la guerra para que tomaran tantas medidas.

Capítulo 2: Todavía queda algo por lo que luchar
Neville no quería asesinar a nadie. Sabía que estando en una guerra sería ingenuo creer que nunca se encontraría en una situación en la que matar o morir fueran sus únicas opciones, pero prefería evitarlo. El joven mago tenía la firme convicción de que sus ideales eran lo único que lo diferenciaban de los mortífagos. Neville no quería ser como ellos, no quería convertirse en un monstruo.
Los mortífagos frente a él parecían ser fuertes. Neville esperaba que esa impresión fuera equivocada. Ver a Tonks y al hombre que cargaba hicieron que se lo replanteara. La primera podía luchar, pero en su condición no duraría mucho tiempo, el segundo parecía hacer grandes esfuerzos por respirar.
Mentalmente se reprochó por el rumbo que estaban tomando sus pensamientos. Admitía que la situación era difícil, pero siempre lo había sido. Se dijo que esa era una excusa para rendirse y que de hacerlo sería mejor que se rindiera pues sería absurdo esperar que su fuerza fuera la necesaria para pelear y sobrevivir.
Logró dejar inconsciente al mortífago que se encontraba más cerca, pero no logró esquivar el maleficio que le lanzó el mortífago que estaba detrás. Podía sentir la zona del impacto adolorida, pero no quiso mirar en esa dirección, sabía que era algo que no podía permitirse. Tonks lo desarmó antes de que pudiera repetir su último ataque.
—Entréganos al prisionero y los dejaremos ir —le dijo ser quien parecía ser el líder.
Era mentira y ellos lo sabían.
Tonks le respondió con un “confringo”, ataque que fue efectivo. Neville no le reprochó por esa acción, de hecho, era algo que pensaba hacer. No creía ninguna de las palabras del mortífago, estaba convencido que no los dejaría libres, no estaba seguro si los asesinaría o torturaría para saber lo que los había llevado a rescatar al hombre que cargaba.
La llegada de refuerzos fue muy oportuna. No solo les crearon una oportunidad de escape, sino que derrotaron a los mortífagos que poco antes los había rodeado. Remus y George pudieron controlar la situación en pocos minutos e incluso evitar que pudiera pedir refuerzos.
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Luna sintió nauseas cuando vio al hombre que rescataron de la mansión Lestrange. Era algo que solía pasarle cada vez que atendía a un herido. Pese a lo visto no podía aceptar ni acostumbrarse a lidiar con las secuelas de la guerra ni las marcas del odio. Ver a alguien herido o a un muerto, incluso si pertenecía al bando enemigo era algo que afectaba a Luna.
Lo primero que hizo Luna fue revisar el cuerpo de su paciente, buscando las heridas que pudieran poner en peligro la vida del hombre frente a ella. Ninguna había tocado algún órgano vital y Luna estaba bastante segura de saber el motivo, sabía quién las había infligido y tenía una sospecha sobre el motivo, siempre era el mismo.
Las cicatrices que el hombre tenía no eran nada nuevo para ella, las había visto en muchos de los pacientes que había atendido, personas a las que habían rescatado después de ser torturadas por largos periodos. No siempre era por información, todos en la Orden del Fénix sabían que Bellatrix Lestrange disfrutaba de torturar a sus víctimas más que del asesinato.
Su rostro estaba desfigurado. Uno de sus ojos había sido destrozado por completo y reconstruirlo sería difícil, incluso con magia. De momento todo lo que podía hacer era extraerlo para evitar una posible infección. La magia curativa relacionada con los ojos era en extremo delicada y a Luna le faltaba mucha experiencia para poder emplearla.
—¿Cho, podrías prepararme una poción para hacer crecer dientes?
—No puedo. Colín tuvo una recaída y debo asegurarme de que su temperatura se mantenga estable. También tengo que revisar a Tonks, no me gusta nada la herida que tiene en su abdomen. Pídele ayuda a Parvati, creo que todavía le queda algo de poción.
—Espero que sí.
Luna le envió un patronus a Parvati, esperando obtener una respuesta positiva cuanto antes. Su paciente solo tenía un diente en su boca y por la forma en que sus encías se veían, era fácil de deducir que el hechizo que usaron para extraerlas era especialmente doloroso.
—Vine en cuanto pude —escuchó decir a Natasha Jackson, la mejor doctora en la Orden del Fénix y su maestra —. Espero no haber llegado tarde.
—Estuve tratando a nuestro paciente —le dijo Luna después de devolverle el saludo —, solo he cerrado las heridas más profundas, espero haber hecho lo correcto.
—Lo hiciste —le dijo su maestra —. Será mejor que comience a desinfectar las heridas cuanto antes y trate esos huesos rápido.
—¿Voy por la poción crece-huesos?
—No —la doctora examinó los huesos de su paciente —. No te negaré que muchos de sus huesos, la mayoría están rotos, pero él no soportaría el efecto de la poción, el dolor podría matarlo o hacerlo perder la cordura completamente, si es que todavía no lo ha hecho. Por ahora debemos darle una poción para que se calme, tratar las heridas más graves y ayudarlo a recuperar las fuerzas.
Luna le extendió a su maestra las pociones que le pidió y una vez terminaron de esterilizar sus heridas comenzaron a realizar varios contrahechizos y maleficios. Retirar la magia negra de su cuerpo fue algo que les tomó horas y que no pudieron terminar. El esfuerzo que hicieron fue tan grande que necesitaron de horas para poder restaurar sus niveles de magia.
Luna se encargó de desinfectar las heridas. Utilizó una toalla húmeda y una de las pociones que Parvati y George habían desarrollado el año pasado. Lentamente las heridas se fueron cerrando, dejando pequeñas cicatrices casi imperceptibles. El estado de ese hombre sguía siendo lamentable.
—George —lo llamó Luna —. Necesito que me traigas los ingredientes de esta lista.
—Estaré de vuelta antes de que puedas notar mi ausencia.
Luna esperaba que fuera así. Eran muchos los heridos y las medicinas comenzaban a escasear. Casos como el hombre frente a ella le indicaban que no podían perder el tiempo. Comenzó a limpiar las heridas, teniendo especial cuidado de no causarle más dolor del que ya sentía. Vendarlo fue más complicado de lo que pensó, cada vez que aplicaba una venda tenía la sensación de que podría romperlo.
En cuanto terminó de aplicar el vendaje se dirigió a la camilla que Neville ocupaba. Era algo que había querido hacer desde que lo había visto llegar, pero prefirió postergar. Sabía que Neville lo hubiera preferido de ese modo. Ella no era la única sanadora por lo que sabía podía confiar en sus camaradas.
—¿Está bien? —le preguntó a Padma.
—Sí —respondió, Luna pudo notar lo agotada que se encontraba, no la culpaba, no había dormido en más de 32 horas —, perdió mucha sangre, pero he podido detener la hemorragia. Tonks me ha dicho el maleficio que usaron, fue una suerte que supiera cómo contrarrestarlo.
—Deberías ir a descansar.
—Tú también —respondió Padma, no parecía molesta —. ¿Lo harás?
La respuesta de Luna fue una sonrisa nerviosa. No podía decirle a Padma que lo haría sin mentir. Sabía que no podría dormir incluso si lo intentara. El solo saber que muchos de sus camaradas estaban heridos o en peligro. Algo que también le pasaba a Padma.
Acarició la mano de Neville. Se sentía fría, demasiado para su gusto. Cuando lo vio llegar no se veía tan grave, la sangre de su brazo era la única señal de que había sido herido. Pasados unos minutos se desmayó. Si se hubieran demorado unos minutos más en tratarlo no habría podido sobrevivir la noche.
—¿Crees que tenga frío?
—¿Podrías traer unas sábanas? Debe haber algunas en el sótano.
Luna asintió con la cabeza antes de dirigirse al sótano. Las pocas sabanas que encontró estaban rotas y un tanto sucias, pero cumplían con su propósito y ellos no podían comprar nuevas. No era solo el hecho de que carecían de dinero, incluso teniéndolo eran pocos los lugares donde eran recibidos y en estos lugares estaban faltos de recursos.
Le dejó las sábanas y regresó con su paciente. La forma en que se movía le indicaban que algo andaba mal con él. Revisó su frente y comprobó que tenía fiebre. Se apresuró en colocar varios paños húmedos en un intento por hacer que su temperatura corporal disminuyera. La expresión en su rostro le indicó que había funcionado. Luna repitió ese procedimiento por varias horas. En más de una ocasión tuvo que luchar por no quedarse dormida, pero no se detuvo hasta que estuvo segura de que la fiebre había pasado.
—Ve por algo de comida —le dijo Remus —. Te avisaré cuando George esté de vuelta, mientras tanto trata de descansar.
Luna le dedicó una última mirada al hombre en la camilla antes de retirarse. No quería hacerlo, pero el hambre que experimentaba comenzaba a provocarle náuseas y el sueño hacía que formular pensamientos coherentes fuera más complicado. Quería ayudar, pero sabía que en su estado solo sería un estorbo.
Cuando despertó comprobó que Remus no cumplió con su palabra. George regresó con lo que le pidió y Parvati se había encargado de preparar los medicamentos. En ningún momento consideró reclamarles, sabía que sus intenciones eran buenas y que habían podido arreglárselas sin su intervención.
—Es Harry Potter —le dijo Remus, era evidente lo mucho que le dolía ver el estado en el que se encontraba quien una vez fue su estudiante —, incluso con magia va a ser difícil que vuelva a ser el mismo de antes, su cuerpo se encuentra demasiado deteriorado.
—Harry es fuerte. Si ha logrado sobrevivir hasta ahora, también logrará reponerse.
—Esperemos que así sea.
Pasaron varios minutos antes de que alguien hablara. Luna sabía que todos los que estaban presentes tenían sus preguntas, que algunos incluso estaban considerando rendirse. Remus había dicho que sería poco probable que pudiera ser el de antes, ella sabía que no lo decía solo por sus heridas físicas. Era consciente de que, incluso si lograra despertar, era muy probable que hubiera perdido la cordura.
—Cambiaré las vendas de Harry.
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Lo primero que hizo la niña que Neville rescató fue intentar huir. Era pequeña, pero logró dejar inconsciente a Cho, la enfermera que había estado cuidando de ella hasta ese entonces. Hubiera hecho lo mismo con Luna si esta no hubiera podido tranquilizarla.
—Estas entre amigos. Soy Luna y puedes confiar en mí.
—Soy Emily —respondió un poco más calmada, por la forma en que veía el lugar era de suponer que seguía desconfiando.
—Este es el cuartel general de la Orden del Fénix, nosotros somos los chichos buenos que luchamos contra la tiranía del que no debe ser nombrado.
—Me alegra escuchar eso —Emily lloraba, pero eran lágrimas de felicidad —. Los he estado buscando por tanto tiempo. Mi maestra... ella dijo que eran los únicos que podían evitarlo.
—¿Hay algo en lo que podamos ayudarte?
—Sí, deben detenerlo antes de que sea demasiado tarde.
—¿Demasiado tarde para qué? —preguntó Luna. Había algo en la voz de esa niña que le indicaba que ella sabía más de lo que decía.
—Antes de que nos destruya a todos.
Luna abrazó a la niña en un intento de darle confort. Una humedad que se extendía sobre su hombro le hizo saber que ella estaba llorando. La abrazó con fuerza y, aunque el llanto se hizo más intenso, Luna supo que era lo que necesita. Ella no solía guardar rencor, ni siquiera solía enojarse con aquellos que la llamaban lunática o escondían sus casas. Pero después de ver todo el daño que causaban los mortífagos comenzó a sentir odio. Aborrecía todo el sufrimiento que causaban, el que tomaran a tantas personas inocentes y las esclavizaran, odiándolas por su origen o por la falta de magia en su sangre.
—¿Quién eres? —le preguntó Tonks, ninguno de las dos la había visto llegar. Su voz, aunque severa no llegaba a ser agresiva.
—Soy Emily, aprendiz de alquimista.
Luna había escuchado de los alquimistas. Para nadie era un secreto su existencia. Nicolás Flamel era el más conocido de ellos y también el último que se conocía. Eran muchos los que aseguraban que con la muerte de Flamel se habían extinguido, pero Luna y su padre estaban convencidos de lo contrario. Aunque Luna deseaba que su padre estuviera allí para escuchar sobre alquimia, sabía que estaba en un lugar más seguro.
—Normalmente no salimos del bosque, pero mi maestra —Luna notó como el rostro de Emily se ensombrecía al hablar de su maestra —, ella quería estudiar los campos de concentración por sí misma. El cara de serpiente planea acabar con la vida de cientos de miles.
—Eso ya lo sabemos —le interrumpió Cho, pese a sus palabras no había malas intenciones en su voz —, los mortífagos quieren borrar la existencia de todos los que no sean sangre pura.
—Esclavizarlos es solo la primera parte, cuando tenga la piedra filosofal podrá convertirse en un dios.
—¿Estás segura?
—Mi maestra lo comprobó por sí misma ¿no les parece extraño que solo mate cuando conquista un poblado?
Un profundo silencio de produjo después de que Emily dijera esas palabras. No se trataba de un pensamiento ajeno a ellos. Luna había escuchado más de una vez acerca de lo inusual de la conducta de Voldemort. Las persecuciones que realizó fueron tan violentas que mantener el secreto de la magia no fue algo posible.
—¿Han escuchado acerca de la piedra Filosofal? —Emily continuó hablando.
Todo lo que Luna sabía de la piedra Filosofal era porque su padre se lo había contado. Sabía que Nicolás Flamel había tenido una y que esta era la llave para conseguir la vida eterna, algo que todos, en la Orden, sabían que Voldemort anhelaba, probablemente más que la aniquilación de todos los muggles e hijos de muggles.
—Imposible, hace años Dumbledore destruyó la piedra filosofal.
—Él quiere crear una. La materia prima son vidas humanas. Para ello, ha estado creando un círculo de transmutación en todo el país. Mi maestra —Emily hizo una pausa, hablar de su maestra le resultaba doloroso. Nadie la presionó a hablar, algo que internamente agradeció —, y yo encontramos una forma de evitarlo, con otro círculo de transmutación que anule los efectos del primero.
—Cuenten con nosotros —le dijo Neville —, evitaremos que cree la piedra filosofal y que siga haciendo más daño.

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