
Lo Que Parecía Ser un Torneo Divertido...
La carga laboral de aquel año aumentó significativamente a la cara de sus exámenes T.I.M.O, los cuales tomarían al final de su quinto año, y Draco estaba agradecido de que lo mantuvieran ocupado – no solo evitaban que Harry se preocupara demasiado sobre Sirius, quien había mandado una respuesta diciendo que se encontraba en la ciudad y ‘bien escondido’, sino que también prevenían que Hermione se obsesionara más con su organización para los derechos de los elfos domésticos de lo que ya hacía. Entre los desafortunados y peligrosos cruces que Hagrid les había traído a clase como mascotas de proyecto, y Moody realizando la maldición Imperius en ellos durante la lección, esperando que fuesen capaces de eludirla sin instrucciones y con la mera ayuda de sus burlas (al menos en el caso de los estudiantes Slytherin), pasaban la mayoría de sus tiempos libres en la biblioteca, estudiando.
Fue cuando la llegada de las escuelas rivales por el torneo de los tres magos se anunció, que el zumbido de agradable anticipación rodó por la escuela una vez más. Discusiones sobre quién sería el más apto para ser campeón de Hogwarts dominaban entre el alumnado, seguida de cerca por lo que se esperaba de los estudiantes de otras escuelas y lo que los campeones tendrían que encarar en el torneo. En adición, los maestros hicieron su mayor esfuerzo por pulir tanto a sus alumnos como al castillo para que diesen la mejor impresión posible a sus invitados extranjeros.
El día de su llegada llegó en la tarde antes de Halloween, y el castillo estaba limpio y reluciente de una manera en que Draco nunca lo había visto, el gran salón decorado con banderas festivas en representación de cada casa. Las clases vespertinas fueron acabadas hora y media antes, lo que significó que su sesión de pociones doble fue cortada (muy para el deleite de Harry), se les pidió que dejasen sus cosas en sus dormitorios y se reuniesen en el pasillo de entrada. Sus cabecillas de casa les dieron las indicaciones necesarias hasta que todos se encontraban en sus debidas posiciones. Draco, muy a su pesar, se encontraba parado entre Daphne Greengrass y Theodore Nott, y Nott continuaba musitándole insultos en voz baja, aparentemente disfrutando el momento inmensamente.
“Yo me aseguraría de portarme bien con los de Durmstrang, Malfoy,” sonrió. “Por lo que he escuchado, tu padre está a un paso de mandarte para allá, y no queremos que ningún accidente ocurra, ¿cierto? Después de todo, son superiores a ti en las artes tenebrosas. Creo que tu padre tiene la esperanza de que te enderecen, pero yo pienso que tan solo acabarán contigo antes de que tu primera carta – en la cual le rogaras auxilio a tu madre, naturalmente – siquiera alcance Wiltshire.”
“Durmstrang no suena tan mal en este momento,” Draco arrastró sin mirarlo. “Al menos me desharía del incompetente idiota que eres tú.”
“Me encantaría verte intentar sobrevivir sin poder esconderte tras San Potter,” Nott se mofó. “No durarías un-“
“Theodore, ¿podrías cerrar la boca y dejarlo ser?” Parkinson interrumpió desde su costado, su tono de voz exasperado. “Tu parloteo incesante me está dando dolor de cabeza.”
Ambos Draco y Nott pestañearon ante aquellas palabras, desacostumbrados a que alguien interfiriese con el acoso de Nott.
“¿Qué es esto, Pansy?” Nott contraatacó, alzando ambas cejas y girándose para mirarla. “¿No me digas que te importa lo que le pase al querido Draco? ¿Te gusta?”
“Oh, por favor, madura,” resopló, rodando los ojos. “Puedo quejarme de ti siendo un dolor en el culo sin-”
“Señorita Parkinson y señor Nott, si no bajan la voz los echaré a ambos al calamar gigante antes de que las otras escuelas siquiera tengan tiempo para llegar, solo para asegurarme de que no hagan a Hogwarts pasar pena con los disparates que salen de sus bocas.”
Ambos Nott y Parkinson se callaron ante la amenaza de Snape, luciendo lo suficientemente abatidos.
El silencio que se estiró entre ellos fue quebrado por Dumbledore, quien de repente llamó desde las filas traseras.
“¡Ajá! A menos que me equivoque, ¡la delegación de Beauxbatons se está acercando!”
Murmullos se apoderaron de los estudiantes hasta que, finalmente, la atención de todos fue dirigida hacia el cielo, donde algo ininteligible se acercaba a la escuela a suma velocidad. Primero, Draco se preguntó si viajaron en escoba, pero rápidamente descartó la idea: Un viaje en escoba era frío bajo las mejores circunstancias, y no algo que una delegación acostumbrada al clima europeo sureño sería capaz de aguantar con facilidad. Sin mencionar que, por lo que había escuchado de Beauxbatons, esta era una institución bastante elegante, y estaba seguro de que buscarían hacer una entrada más espectacular, digna de su estilo.
Y mientras se aproximaban, terminó estando en lo correcto: La figura indistinguible en el cielo resultó ser un carruaje color azul pastel, con un exterior intricadamente tallado, tirado por una multitud de gigantes pegasos palomino. Aterrizaron con un considerable sonido de impacto que hizo a los estudiantes retroceder en alarma, y se detuvo no muy lejos de donde los estudiantes de Hogwarts y maestros estaban esperando. El escudo de la escuela estaba tallado en las puertas del carruaje, y estas se abrieron para revelar a un estudiante masculino vestido con una túnica azul pálido, quien salió para desdoblar un conjunto de escaleras doradas. Entonces se echó hacia atrás, dándole paso a una elegante mujer como del tamaño de Hagrid, quien era claramente la directora. Dumbledore inició el aplauso, con los maestros y los estudiantes uniéndose inmediatamente, haciendo a la directora de Beauxbatons sonreír mientras se aproximaba a su colega, estirando una mano para que Dumbledore la besara.
“Mi querida Madame Maxime,” dijo. “Bienvenida a Hogwarts.”
Procedieron a intercambiar cumplidos, Madame Maxime con un marcado acento en su voz, y Dumbledore con su usual, encantadora manera de ser. Mientras tanto, los estudiantes de Beauxbatons salían del carruaje, temblando gracias al frío escocés en sus delgados uniformes satinados, y lanzándole miradas aprensivas al castillo. Draco había sido anfitrión para la sociedad francesa de sangres pura las suficientes veces como para saber que Hogwarts les debía parecer un tanto rústico en comparación a lo que frecuentaban. Entonces, su directora los guio hacia la calidez del castillo, y los estudiantes y maestros de Hogwarts permanecieron afuera, esperando por la delegación de Durmstrang.
No tuvieron que esperar demasiado: Tan solo momentos después de que el último estudiante de Beauxbatons entrase, un tenue sonido retumbante emergió del lago y, entonces, la superficie de agua se quebró, con olas circulares emanando de su centro. Un barco gigante salió del agua, en dirección a la orilla. El buque atracó y enseguida estudiantes llenaban los terrenos de Hogwarts, a través de una pasarela.
A diferencia de los estudiantes de Beauxbatons, ellos tenían abrigos de piel, los cuales Draco asumió eran parte necesaria de su uniforme escolar para así no congelarse hasta morir en dondequiera que estuviese situado Durmstrang. Su director, quien encabezaba a la delegación hacia el castillo, era de tamaño humano normal y cabello grisáceo. Draco lo observó por un momento, recordando que era un colega de su padre. Eso no podría significar nada bueno, decidió.
El director de Durmstrang se acercó a Dumbledore con una sonrisa en el rostro.
“¡Dumbledore! ¿Cómo estás, mi querido amigo?”
“Maravilloso. Gracias, profesor Karkaroff,” Dumbledore respondió, igual de genuino, para luego agitarle la mano.
“Querido Viejo Hogwarts,” El profesor Karkaroff suspiró mientras miraba el castillo. Su español tenía un leve acento también, aunque no tan fuerte como el de Madame Maxime. “Qué bueno es estar aquí, qué bueno…” se giró hacia sus estudiantes e hizo señas: “Viktor, acompáñame hacia el calor… ¿No te molesta, Dumbledore? Viktor tiene un ligero resfrío…”
Jadeos y murmullos rompieron entre la multitud de estudiantes, y Draco observó, incapaz de creer lo que sus ojos veían mientras nadie más que Viktor Krum dio un paso al frente.
“Por los pantalones sucios de Salazar,” Nott murmuró desde su costado y, por una vez, Draco estaba dispuesto a concordar.
Los estudiantes se encontraban alborotados cuando entraron al gran salón, sus cabezas girando de izquierda a derecha para poder echarle un vistazo a Krum. Draco escogió tener más dignidad que ellos – no porque estuviese menos emocionado, sino porque había sido amigo de Harry por suficiente tiempo como para saber lo incómodo que les resultaba a las celebridades ser vistas – y se abrió paso a través del bullicio, tomando su asiento usual en la mesa de Slytherin, alejado de la mayoría de los otros estudiantes.
Los de Beauxbatons se unieron a la mesa Ravenclaw pero parecían reacios a comunicarse con los otros estudiantes. Estaban apretujados juntos, envueltos en sus chales y gruñéndose entre sí en francés. Él observó por un momento antes de que alguien se atravesase en su campo visual, y alzó la vista para encontrarse con nada más y nada menos que el mismísimo Krum al otro lado de la mesa, una mueca insegura en su rostro.
“¿Está libre este puesto?” preguntó con un tono de voz áspero.
“Sí,” Draco asintió, un tanto estupefacto, indicando en dirección al asiento frente a él con una educación que sus padres le inculcaron. “Por favor, siéntate.”
Krum asintió en agradecimiento y se posicionó en el banquillo, rápidamente seguido por la mayoría de los otros estudiantes de Durmstrang. Draco notó que Krum parecía empeñado en mantener distancia entre él y las personas que lo veían – tal vez por eso fue que escogió sentarse con Draco, quien se había mantenido alejado, metido en sus propios asuntos como hacía usualmente en la mesa de su casa.
Draco lanzó un vistazo a la mesa de Gryffindor, encontrando los ojos de sus amigos posados en él. Weasley se encontraba boquiabierto, mirándolo incrédulo y un poco más que envidioso. Hermione rodaba los ojos hacia Weasley y lo codeaba, y Harry sonreía, alzando sus cejas hacia Draco. Draco sonrió de vuelta antes de morderse el labio, dispuesto a mantener una expresión neutral. La última cosa que quería era espantar a Krum.
Dumbledore, Karkaroff y Maxime fueron las últimas personas en entrar al gran salón, y los estudiantes de Beauxbatons se pusieron de pie de un brinco cuando su directora pasó, causando que algunos estudiantes de Hogwarts rieran. Aunque Draco sabía que los franceses tenían una cultura distinta cuando a mostrar respeto por sus mentores se refería, así que tan solo observó sin comentar mientras los directores y directora caminaban por la habitación y tomaban sus asientos en la mesa de maestros. Solo Dumbledore se mantuvo de pie, y la multitud de estudiantes enmudeció.
“Buenas tardes, damas y caballeros, fantasmas y – más particularmente – invitados,” Dumbledore espetó, una brillante sonrisa en su rostro. “Tengo el gran placer de darles la bienvenida a Hogwarts. Espero y confío en que su estadía aquí será ambas cómoda y agradable.” Ignoró una despectiva risa viniendo de algún estudiante de Beauxbatons y continuó: “El torneo estará oficialmente abierto al final del festín. ¡Ahora los invito a comer, beber, y sentirse como en casa!”
Ante esta indicación, las mesas se llenaron con una variedad más amplia de la usual, hasta para los festines, aparentemente de distintas esquinas de Europa. Draco notó platillos franceses y españoles que había comido antes en festividades familiares al igual que platillos que, si le preguntasen, él los posicionaría en alguna parte de la cocina rusa o balcánica. Notó que frente a él, Krum estaba considerando seleccionar uno de los platillos británicos, luciendo inseguro.
“Eso es estofado de Lancashire,” Draco le dijo, haciendo que el otro chico alzase la mirada. “Tiene cordero adentro.”
“Oh,” Krum frunció el ceño. “Pensé que era pastel de carne. Comí de eso este verano, estaba muy bueno.”
“Esto es pastel de carne,” Draco indicó otro platillo no muy lejos de ellos. “Aunque los dos son buenos. Sé que la cocina británica es infame en Europa, pero los elfos domésticos de Hogwarts son excelentes. No hay necesidad de preocuparse por la comida.”
“Ya veo,” Krum asintió, estirándose para poner un poco de pastel de carne en su plato.
“¿De casualidad sabes qué son estos?” Draco preguntó, apuntando a unas cuantas comidas con las cuales no estaba familiarizado. “Creo que esto es goulash, pero el resto…”
“Eso es stroganoff,” Krum le dijo. “Es carne. Por allá hay shashlik, y esos-” apuntó a un par de dumplings. “son pelmeni. Los rellenan de carne o pescado.”
“Ya veo,” Draco asintió, poniendo un poco de cada uno en su plato por curiosidad.
“¿Cuál es tu nombre?” Krum preguntó, viendo su rostro.
“Draco Malfoy,” Draco se presentó, estirando su mano para que Krum la agitase.
“Viktor Krum,” contestó, devolviendo el gesto.
“Lo sé,” Draco sonrió. “Te vi en la copa mundial de Quidditch. Estuviste asombroso.”
“Gracias,” dijo Krum educadamente, retirando su mano y volviendo a su plato.
Comieron en un silencio que no era particularmente incómodo, y Draco se dio cuenta de que Krum ni siquiera se comunicaba con sus compañeros de clase. Se preguntó, por un momento, si la fama lo aisló de sus colegas, o si tan solo disfrutaba estar solo.
A mitad de la cena, Ludo Bagman y Barty Crouch llegaron y se unieron a la mesa de maestros. Ambos él y Krum observaron su entrada con una mueca y atraparon las miradas del otro por un instante.
“Son de tu ministerio, ¿cierto?” Krum preguntó ásperamente.
“Sí,” Draco asintió. “Cabecilla de Juegos Mágicos y Deportes, y Cabecilla de la Cooperación Mágica Internacional.”
“Ya veo,” Krum asintió. “Los vi en la Copa Mundial.”
“Sí, estuvieron ahí,” Draco concordó. Krum asintió y examinó el pudín que comenzó a aparecer en la mesa. Intercambiaron nombres e ingredientes de postres nuevamente, y Krum termino probando un poco de tarta de melaza, la favorita de Harry, mientras Draco devoraba un pastelito que no podía pronunciar.
Cuando las mesas estuvieron finalmente libres de comida, Dumbledore se puso en pie una vez más, una sonrisa en su rostro. El salón estaba envuelto en un silencio entusiasmado.
“El momento ha llegado,” Dumbledore anunció. “El campeonato de los tres magos está a punto de iniciar. Me gustaría decir unas cuantas palabras de explicación antes de traer el cofre solo para aclarar el procedimiento que estaremos siguiendo este año. Pero primero, déjenme presentarles-” procedió a presentar a ambos Crouch y Bagman a la multitud, antes de continuar: “Los señores Bagman y Crouch han trabajado sin descanso durante el último par de meses para cuadrar los arreglos del torneo de los tres magos, y se estarán uniendo a mí, el profesor Karkaroff y Madame Maxime en el panel que juzgará los esfuerzos de los campeones.” Sonrió ante la tensión que parecía viajar por los estudiantes ante lo palabra ‘campeones’, e instruyó a Filch que le trajese ‘el cofre’.
Fue entonces cuando Filch trajo algo que parecía ser un antiguo, aunque elegantemente adornado, baúl de madera. Mientras el conserje lo posicionaba en la mesa junto a él, Dumbledore continuaba explicando las bases del torneo – tres campeones, uno de cada escuela, tendrían que encarar tres retos a través del año escolar que pondrían a prueba su ‘destreza mágica’, su ‘osadía’, su ‘poder de deducción’ al igual que su ‘habilidad de lidiar con el peligro’. Recibirán marcas por su desempeño en cada reto, y el campeón con el total más alto ganaría la copa de los tres magos.
“Los campeones serán escogidos por un selector imparcial,” Dumbledore anunció, por último. “El cáliz de fuego.”
Palmeó con su varita tres veces el cofre que Filch colocó en la mesa frente a él, hasta que éste saltó para abrirse y rebelar una gran copa de madera con llamas que flojamente vacilaban. Dumbledore colocó la copa arriba del cofre.
“Quienquiera que desee postularse como campeón debe escribir su nombre y escuela con claridad en un trozo de pergamino, y soltarlo en el cáliz,” explicó. “Los campeones aspirantes tienen veinticuatro horas para poner sus nombres. Mañana por la noche, en Halloween, el cáliz devolverá los nombres de tres a los cuales juzgará como los más dignos para representar a sus escuelas. El cáliz será colocado en el pasillo de entrada esta noche, donde estará libremente accesible para todos aquellos que deseen competir. Para asegurar que ningún estudiante menor se rinda ante la tentación, dibujaré una línea de edad alrededor del cáliz de fuego una vez que se posicione en el pasillo principal. Nadie bajo los diecisiete años será capaz de cruzar esta línea.”
Mientras Dumbledore procedía a presionar la seriedad de la decisión de poner o no sus nombres, Draco le lanzó un vistazo a la mesa de Gryffindor, donde los gemelos Weasley se encontraban sentados no muy lejos de su hermano, Harry y Hermione, oyendo cada palabra de Dumbledore atentamente. Los había escuchado alardeando sobre cómo encontrarían una manera de competir, y sabía que nadie iba a ser capaz de sacudir un poco de consciencia en ellos para convencerlos de que sería una labor sin frutos. Aun así, estaba anticipando cualquier tipo de conmoción que causarían con sus intentos fallidos.
“Ahora, creo que es momento de ir a la cama,” Dumbledore concluyó, sonriendo. “Buenas noches a todos ustedes.”
Los gemelos inmediatamente se giraron para conversar entre ellos en susurros emocionados, y Draco rio bajo mientras se ponía en pie.
“¿Vas a poner tu nombre?” Krum habló, examinando a Draco como si juzgara su edad.
“¿Yo?” Draco rio. “Merlín, no. Soy muy joven de todas formas, ¡pero buena suerte para ti!”
“Ya veo,” Krum asintió. “Gracias. Ten una buena noche.”
“Tú igual,” Draco sonrió, viendo cómo Krum abandonaba el gran salón con los demás estudiantes de Durmstrang. Draco, por otra parte, apenas pudo acercarse a la puerta antes de ser acorralado por Weasley.
“Tú, absoluta mierda,” siseó, aunque sonaba más asombrado que enojado. “¿De qué hablaron? ¿Qué dijo? ¿Me lo puedes presentar?”
“Por Salazar, Weasley, si no te callas te voy a arrastrar hasta Madam Pomfrey a por un poco de poción calmante,” rio. “No hablamos mucho. Solo de la comida, mayormente. Me preguntó si iba a poner mi nombre en el torneo. Cosas así.”
“Estoy demasiado celoso,” Weasley casi gimoteó.
“Ron, él es una persona como tú y como yo,” Hermione rodó los ojos.
“¡Es el mejor buscador del mundo, Hermione!” Weasley argumentó.
“Pero creo que no le gusta mucho la atención,” Draco frunció el ceño. “Por eso es que se sentó conmigo, supongo. Porque yo estaba sentado solo, sin hacerme pipí por acercármele.” Weasley lo miró mal, probablemente tomándose sus palabras a pecho, pero Draco tan solo se giró para mirar a Harry. “La verdad me recordó un poquito a ti,” dijo. “Tú siempre has estado incómodo en público, también.”
“Sí,” Harry hizo una cara. “Me identifico con eso demasiado bien.”
El día siguiente fue extraño. Cuando Draco entró al gran salón para desayunar a la hora usual, no solo sus amigos habían terminado con su comida, pero las mesas estaban sorpresivamente llenas para ser tan temprano en un fin de semana. Se desplazó hacia la mesa de Gryffindor para comer y ponerse al día con los hechos de la mañana: Cómo los gemelos Weasley y un amigo suyo habían intentado engañar a Dumbledore al tomar una poción envejecedora y, consecuentemente, acabaron con barbas que les tuvo que remover Madam Pomfrey, y la lista de estudiantes que se rumoraba pusieron sus nombres.
“¡No podemos tener un campeón de Slytherin!” Harry llamó, incrédulo, cuando Thomas mencionó a Warrington. Rápidamente se giró a Draco, avergonzado y musitando: “Quiero decir-”
“No te preocupes,” Draco rio. “No es como que soy amigo de ninguno de ellos.”
“Todos los Hufflepuff están hablando de Diggory,” Finnigan murmuró, rodando los ojos.
“No él,” Draco gimoteó. “Lo odio.”
“Sólo porque te derrotó en Quidditch el año pasado,” Hermione inyectó con una sonrisa.
“Es arrogante,” Draco aspiró. “Y solo porque tiene una cara bonita no significa que sea apto para representar nuestra escuela. Es un Hufflepuff.”
“Fue amable cuando nos vimos en la copa mundial,” Harry se encogió de hombros, sonriendo cuando Draco lo miró mal.
“Traidor,” estalló, pero Hermione lo hizo callar cuando aclamaciones se filtraron desde el pasillo principal, indicando que alguien nuevo había colocado su nombre al cáliz. Una de las cazadoras de Gryffindor, Angelina Johnson, procedió a entrar al gran salón con una sonrisa avergonzada en el rostro, y los Gryffindors que lo rodeaban procedieron a declarar su completo apoyo hacia ella mientras Draco continuaba comiendo.
Decidieron visitar a Hagrid a través del día, y el viaje se alargó un poco más de lo normal también. La llegada de Madame Maxime a la escuela obviamente había hecho una gran impresión en Hagrid, pues se encontraba vestido en su más fino traje (el cual no hubiese sido admitido en la mansión Malfoy ni como una toalla de limpieza) y había intentado peinarse el cabello, con resultados desastrosos. También los abandonó en su caminata de vuelta al castillo para ir a cenar, todo a favor de la directora de Beauxbatons, lo cual Draco encontró más divertido que insultante, pero dejó a Hermione especialmente sintiéndose un tanto indignada, aunque él asumió que tenía más que ver con Hagrid rechazando su movimiento para los derechos de los elfos sin dudarlo un poco antes.
Cuando tomaron asiento en las mesas de sus respectivas casas, el ambiente en el gran salón zumbaba con tensión y emoción, y a Draco le resultó un tanto atrapador. Viktor Krum volvió a sentarse con él, lo cual lo complació inmensamente. Usualmente no solía tener el placer de estar acompañado en la mesa de Slytherin, sin mencionar estar con un famoso jugador de Quidditch.
“¿Pusiste tu nombre en el cáliz temprano?” Draco preguntó mientras comían. Krum tan solo se encogió de hombros y asintió. “¡Pues buena suerte! Yo te apoyo.”
“Gracias,” dijo. “¿Hay alguien de tu escuela a quien apoyes?”
“No realmente,” Draco le restó importancia. “Mis amigos apoyan a Angelina Johnson porque es de sus casa, pero a mí la verdad no me importa, para ser honesto. Aunque supongo que la prefiero a ella antes que a Diggory.”
“Eres amigo de Harry Potter, ¿cierto?” Krum preguntó de repente. “Te vi con él esta mañana en el desayuno.”
“Lo soy,” Draco confirmó, sonriendo. “Desde el primer año.”
Krum solo asintió, pausando para comer un poco de su goulash, antes de continuar: “¿Por qué no te sientas con ellos si son tus amigos?”
“Oh, en realidad no es muy común sentarte en otro lado que no sea la mesa de tu casa en Hogwarts,” Draco explicó. “Algunas veces lo hacemos de todas formas, pero, si nos atrevemos a romper la etiqueta en una ocasión como esta, Snape me cortaría la cabeza. El profesor Snape es el cabecilla de la casa Slytherin,” Draco añadió, ante la mueca confundida de Krum. “La palabra ‘diversión’ no está en su vocabulario. No creo que nadie lo haya visto sonreír antes, a menos que fuese por malicia.”
“Ya veo,” dijo Krum.
“¿Tienen un sistema como ese en Durmstrang?” Draco preguntó con curiosidad. “Las casas, me refiero.”
“No,” Krum frunció el ceño. “No, pero estamos separados por nuestras lenguas maternas. En Durmstrang, tenemos estudiantes de toda Europa, ves. Así que nos dan clases de lenguaje para asegurar que todos podamos hablar alemán o ruso. Cada lección es impartida en ambos idiomas, y se tiene que escoger uno. Los maestros deben hablar en ambos, también. Y los maestros de idiomas hablan muchos más, para así poder ayudarlos a todos.”
“Así que, básicamente, ¿tienes que hacerte amigo de los chicos que hablan ruso o de los que hablan alemán?” Draco inquirió.
“Principalmente,” Krum estuvo de acuerdo. “O aquellos que son de tu país.”
“Y yo pensaba que aquí el sistema de casas era restrictivo, pero supongo que no hay mucha diferencia sin él, tampoco,” Draco frunció el ceño.
“Yo pienso que no importa dónde estés, siempre encontrarás unos cuantos buenos amigos y te mantendrás con ellos,” Krum se encogió de hombros.
“Probablemente tengas razón,” Draco estuvo de acuerdo. “¿Qué hay de tus amigos? ¿Ninguno de ellos vino?”
“No,” Krum contestó, luciendo melancólico por un instante. “Andrey quería concentrarse en sus estudios, y los padres de Stoyan no querían que viniese a Gran Bretaña después de lo que pasó en la copa mundial.”
“Oh,” Draco hizo una mueca. “Eso apesta.” Pausó y luego ofreció, tentativamente: “Si en algún momento quieres compañía, siéntete libre de pasar el rato conmigo y mis amigos. Estoy seguro de que no les molestará. Aunque no voy a avalar por nada que haga o diga Weasley. Él puede llegar a ser bastante fanático.”
Krum sonrió ante aquello, y fue la primera vez que Draco vio al otro chico sonreír. El gesto transformó su rostro completamente. Draco se sentía un tanto complacido consigo mismo.
“Gracias,” dijo. “Eres muy amable, Draco.”
“Supongo que solo sé lo que es estar solo,” Draco se encogió de hombros, sintiéndose un tanto incómodo ante el halago.
Cuando las mesas estaban finalmente libres de platos, Dumbledore se puso en pie, y los estudiantes hicieron silencio de inmediato.
“Bueno, el cáliz está casi listo para tomar su decisión,” el director anunció. “Estimo que requiere tan solo un minuto más. Ahora, cuando los nombres de los campeones sean llamados, les pediré que por favor vengan hacia este extremo del salón, caminen por un lado de la mesa de maestros e ingresen a la siguiente cámara, en donde recibirán sus primeras instrucciones.”
Dumbledore apagó la mayoría de las velas con un movimiento de varita, dejando que el cáliz de fuego fuese la fuente de luz más prominente, acaparando la mirada de cada persona en el lugar. Las llamas azules continuaron crepitando, y todos parecían estar aguantándose la respiración. Entonces, las llamas se tornaron de un repentino, vívido color rojo, creciendo y emitiendo chispas hasta que, con un gran escupitajo de fuego, soltó un trozo de pergamino achicharrado en el aire. Dumbledore lo atrapó y lo sostuvo cerca de la luz para poder leer.
“El campeón de Durmstrang,” anunció. “será Viktor Krum.”
Vítores estallaron entre los estudiantes de todas las escuelas, y Draco se unió, sonriéndole a Krum, cuyo rostro se crispó en una pequeña sonrisa en respuesta antes de ponerse en pie, su rostro derecho y orgulloso mientras caminaba hacia el frente del salón. Tal vez, Draco reflexionó, si el campeón de Hogwarts acababa siendo poco satisfactorio, terminaría alentando a Durmstrang.
Cuando Krum abandonó el lugar, pasando por la puerta tras la mesa de maestros, el aplauso cesó y la tensión se alzó una vez más mientras las llamas se tornaban rojas de nuevo. Un segundo pergamino fue producido por las ardientes llamas, y Dumbledore lo atrapó, anunciando: “¡La campeona de Beauxbatons será Fleur Delacour!”
La chica que se puso de pie tenía cabello rubio platinado, no muy diferente al de Draco, y era bastante bonita y agraciada. Ella, también, caminó en dirección a la mesa de maestros con un porte que radiaba orgullo y dignidad, mientras que sus compañeros mostraban su decepción de una manera menos dignificada de molestia y desánimo.
Cuando Delacour siguió a Krum hacia la sala, la atención de todos regresó inmediatamente hacia el cáliz, el aire tan tenso que podría cortarse con un maleficio. Draco se mordió el labio mientras el fuego se tornó rojo una vez más y las llamas escupieron un tercer trozo de pergamino el cual, otra vez, Dumbledore sostuvo con un movimiento sencillo antes de leerlo.
“El campeón de Hogwarts,” llamó. “es Cedric Diggory.”
“No” Draco se quejó, pero apenas podía escucharse por encima del rugido que venía desde la mesa de Hufflepuff. Diggory, bastardo engreído que era, sonreía mientras se ponía en pie y se abría paso hacia el mesón de maestros. Draco miró en dirección a la mesa de Gryffindor, atrapando la mirada de Harry. Hizo una cara para expresar su disgusto, y Harry rio.
“¡Excelente!” Dumbledore llamó mientras Diggory, también, abandonó la habitación. “Bueno, ahora tenemos a nuestros tres campeones. Estoy seguro de que puedo contar con todos ustedes, incluyendo a los estudiantes restantes de Beauxbatons y Durmstrang, para darles a sus respectivos campeones cada onza de apoyo que puedan producir.” Draco hizo una mueca. “Al animar a sus campeones, contribuirán de una real-“
Pero Dumbledore se descarriló, observando, como todos los demás, cuando las llamas del cáliz cambiaron de azul a rojo otra vez. De nuevo, las llamas crecieron y crecieron, y finalmente, otro pedazo de pergamino salió disparado de ellas.
Dumbledore atrapó el pergamino con aparente asombro y se giró para leerlo. Hubo un momento de profundo silencio mientras todos lo miraban, esperando que hablase. Por último, Dumbledore se aclaró la garganta, una mueca profunda en su rostro mientras recitaba un nombre que hizo que la sangre de Draco se convirtiese en hielo.
“Harry Potter.”