Draco Malfoy y ¡¿Por Qué, en Nombre de Merlín, Es SIEMPRE Harry?!

Harry Potter - J. K. Rowling
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Draco Malfoy y ¡¿Por Qué, en Nombre de Merlín, Es SIEMPRE Harry?!
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Summary
Cuando la madre de Draco le contó sobre Hogwarts siendo la sucursal del Torneo de los Tres Magos, había imaginado un año divertido para seguir la acción junto a sus amigos, desde la seguridad de las gradas. No tuvo previsto que Harry sería forzado a participar, pero quizá debió haberlo pensado. Las cosas siempre le pasaban a Harry, ¿cierto?
Note
¡hOLA! ¡Espero que la serie esté gustándoles tanto como a mí! Agradecimientos especiales para la creadora de este recuento de la saga, por permitirme traducir su trabajo, y también para ustedes por leer, dejar kudos y comentar. ¡No saben lo feliz que me hacen! (๑˃ᴗ˂)ﻭ
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Hermione, Defensora de los Derechos de los Elfos, y Moody, la Pesadilla.

 “Hermione,” Draco suspiró, masajeándose las cienes, mientras Harry escondía su sonrisa tras su tarea de Adivinación. “Yo admiro tu sentido de justicia y tu determinación por ayudar a las criaturas en necesidad – no, en verdad lo hago.” enfatizó cuando Hermione abrió la boca, ojos achicados. “Pero escoges a las criaturas equivocadas para tu misión de rescate. Créeme, he vivido en una casa cuidada por elfos domésticos toda mi vida, y se morirían del susto si les ofreciera algún pago.” 

“¡Eso es porque les lavaron el cerebro!” siseó. 

“Tienes que verlo como una diferencia de valores culturales,” Draco insistió. “Tú me has seguido diciendo, a través de los años, que los muggles no la tienen más difícil por la falta de magia en sus vidas, y que la forma en la que viven y su existencia no es insignificante por ello.” 

“¿Y qué exactamente tiene eso que ver con la esclavización de criaturas?” demandó. 

“¡Estoy diciendo que es arrogante forzar tus propios ideales en personas de otras culturas si estas se rehúsan a aceptarlas, solo porque piensas que es la manera correcta de vivir! ¡No, escúchame!” insistió cuando Hermione estuvo a punto de interrumpir. “Es un insulto ofrecerles sueldos. Estoy de acuerdo con que estos elfos no son tratados correctamente, especialmente por personas como mi padre, y si quieres alzar tu voz para crear leyes que los protejan, te apoyo completamente. Pero si no quieren que les paguen, no tiene caso que gastes tu energía obligándolos a aceptar tus ideas.” 

“La protección legal solo será uno de los logros a largo plazo de P.E.D.D.O,” Hermione contestó fríamente. “Pero no nos vamos a silenciar hasta que a estos elfos se les ofrezcan los mismos derechos que a los magos, y si no nos apoyas en eso, Draco, estás en nuestra contra.” 

Draco se desplomó en su asiento, mirando a Harry de manera suplicante, pero el otro ignoraba su vista con vehemencia, aun mordiéndose el labio para evitar sonreír. Terminó girándose hacia Weasley, buscando apoyo, en su lugar. 

“¡Di algo!” demandó. “¡Eres un sangrepura también! ¡Tú sabes tan bien como yo que, hacer lo que ella está haciendo, no tiene ningún sentido!” 

Weasley se encogió de hombros, dándole un mordisco a su sándwich. 

“Ya le dije,” acotó, su boca llena. “Pero no quiere escuchar, y sabes que es mejor dejarla hacer lo que quiere en lugar de intentar cambiar lo que piensa.” 

“Eres de gran ayuda, como siempre,” murmuró. 

“No se equivoca, sabes,” dijo ella, mirándolo con ira. “Admito que esperaba que me apoyaras, pero aun así haré esto, sin importar lo que digas. Será mejor que lo dejes.” 

“¡Tú sacaste el tema!” Draco le recordó, pero cuando ella ignoró su aporte, él tan solo resopló y se giró de vuelta a su tarea de Encantamientos. “Lo que sea, tan solo no me metas en esto.” 

“No lo haré,” estalló. 

“Bien,” rodó los ojos, finalmente volviéndose hacia Harry, efectivamente acabando con la conversación. “¿Ya tuvieron su clase con Moody?” 

“No,” Harry contestó, soltando su libro para mirar a Draco, finalmente. “La tenemos en una sesión doble mañana luego del desayuno. ¿Y tú?” 

“Mañana a primera hora,” Draco dijo. “Me dan un poco de curiosidad sus clases: Mi padre siempre hablaba sobre que él era un lunático, pero ya no confío en su juicio, así que...” 

“A papá le cae muy bien,” Weasley se unió. “Aunque parece ser verdad que enloqueció en algún punto, en los últimos años.” 

“Dumbledore no lo dejaría dar clases si pensara que no es capaz de alguna manera.” Hermione frunció el ceño. 

“Él dejó que Lockhart enseñara aquí,” Draco inhaló. “Creo que los aplicantes para el trabajo son tan escasos que toma lo que sea que pueda tener.” 

“Fred y George tuvieron clase con él hoy temprano y dijeron que su clase era otro rollo,” Weasley comentó. “Lucían realmente impresionados.” 

“Bueno, espero que esté a las alturas de su salario,” Draco suspiró. “No pretendo que sea otro profesor Lupin, pero preferiría no volver al narcisista inútil o al mortífago doble cara.” 

“No creo que te tengas preocupar por el segundo con un antiguo auror,” Hermione musitó. 

“Tú obviamente confías más en el ministerio que yo, Hermione,” Draco suspiró. “Nada en contra de tu padre y tu hermano, Weasley, pero hay un montón de corrupción moviéndose entre las sombras. Yo debería saberlo, gracias a que mi padre es parte de ello.” 

“Tiene la confianza de Dumbledore,” Hermione repitió. 

“Sí, pero Dumbledore no siempre es el más sano, cierto,” Weasley sonrió. “Probablemente se lleven de maravilla.” 

Draco y Harry rieron, pero se detuvieron rápidamente cuando Hermione les lanzó una mirada malhumorada y regresó a su tarea. 

  

 

Cuando los chicos de cuarto año de Ravenclaw y Slytherin comenzaron a llenar el salón de Defensa Contra las Artes Oscuras, luego del desayuno la mañana siguiente, había una tensión extraña en el aire. Los Ravenclaws parecían estar, en su mayoría, emocionados, aunque un poco sospechosos con respecto a las habilidades de Moody como profesor, pero los Slytherin lucían todos ansiosos, y Draco podía entender por qué. Alastor “Ojoloco” Moody, siendo un auror retirado el cual pasó toda su vida cazando personas similares a sus padres, era poco probable que fuese gentil con su casa en general. 

Resultó que sus miedos fueron justificados, aun así, Draco se encontraba sobrecogido por el feroz odio que Moody parecía tener no solo por la casa de Slytherin, sino por él personalmente. 

“¡Guarden esos condenados libros!” Moody estalló ante ellos mientras sacaban sus materiales y los colocaban en sus escritorios. “No tienen uso aquí. No soy un gran creyente en el enfoque teórico del aprendizaje mágico, y están ya lo suficientemente atrasados en cuanto al lado práctico de la defensa se habla.” 

Draco vio a dos Ravenclaws en la mesa junto a la suya, Padma Patil y Sue Li, intercambiar miradas recelosas, como si sus sospechas hubiesen sido confirmadas. 

“De todos modos, vamos a trabajar en maldiciones oscuras hoy,” Moody continuó, una sonrisa desagradable formándose en sus labios. “Y me imagino que las serpientes entre ustedes no necesitan demasiada teoría en eso como tal.” 

Draco escuchó a sus compañeros de casa moverse en sus asientos, pero él se mantuvo firme, desafiante al mantener su vista en Moody. Se resignaba a ser intimidado por la reputación adquirida por su padre. Él no era su padre. 

La determinación en su rostro pareció captar la atención de Moody, y sus ojos aterrizaron en él. 

“¿Tú eres el hijo de Lucius Malfoy, cierto?” ladró, sonriendo burlón cuando Draco afirmó. “Justo la persona que necesito. ¿Por qué no nos dices lo que sabes sobre las maldiciones imperdonables? Deberías ser un experto en ellas, teniendo en cuenta a tus familiares.” 

Los ojos de Draco se entrecerraron, pero fue el único signo de molestia que se permitió mostrar. 

“Las maldiciones imperdonables son las tres maldiciones oscuras peormente sancionadas por la ley mágica,” respondió sin problemas. “La utilización de tan solo una de ellas, traería como consecuencia una cadena perpetua en Azkaban.” 

“Sí, así es,” Moody estuvo de acuerdo. “Bajo circunstancias normales. Por supuesto, siempre hay magos que se las arreglan para evadir el castigo legal, ¿o no?” Draco no movió un músculo, así que Moody continuó rápidamente: “Nombra una de ellas, Malfoy.” 

“La maldición imperius,” Draco respondió, sin perder el ritmo. 

“Oh, por supuesto que tú sabrías sobre esa,” Moody aspiró. “Aclamar su uso fue lo que salvó a tu padre de un encuentro con los dementores, ¿verdad?” 

Draco escuchó unas débiles risillas venir de los estudiantes, pero sabía que, por una vez, no se debía a sus compañeros de casa. Draco no estaba sorprendido de que los Ravenclaws disfrutaran la escena que se desarrollaba frente a ellos. Nunca perdonaron a Draco (o a Hermione) por derrotarlos en cada examen.  

Sin embargo, Moody los ignoró y se giró hacia su escritorio, abriendo uno de los cajones. Sacó un jarrón de vidrio que contenía tres arañas grandes. La clase estaba en completo silencio mientras él persuadía a una de las arañas para sacarla con su mano y sostenerla para que todos la vieran. Con su otra mano, apuntó su varita hacia la araña y musitó: “¡Imperio! ” 

La araña comenzó a hacer todo tipo de cosas ridículas, lanzándose en el aire como un acróbata o danzando como una bailarina. Se escucharon varios jadeos entre los estudiantes, pero, a pesar de la imagen chistosa que la araña presentaba, nadie se rio. 

“Control total,” Moody dijo con suavidad, sus ojos en la araña mientras ésta hacía piruetas a través de uno de los escritorios. “Puedo hacer que haga de todo en este estado, pero asumo que ustedes están muy conscientes de los efectos de este encantamiento, ¿cierto?” su ojo mágico escaneó la clase, parando en cada estudiante con conexiones a mortígafos antes de continuar: “Para aquellos sin experiencias personales, permítanme explicar. Años atrás, cierto mago tenebroso y sus seguidores tomaron el control de mucha gente gracias a esta mismísima maldición. Aunque, cuando cayó, se transformó en la excusa perfecta para que estos seguidores escapasen de las consecuencias – después de todo, ¿cómo es que el ministerio podría probar si actuaron bajo voluntad propia o no?” Dio una pausa momentánea, su rostro sombrío mientras observaba como la araña comenzaba a bailar. “La maldición imperius puede ser combatida, y yo les enseñaré cómo, aunque no espero que muchos tengan éxito. Poder vencerla toma mucha fuerza y carácter, y esas no son cualidades que yo asocie con sus casas.” 

Ladró una risa y tomó a la araña, lanzándola de vuelta en el encase. Entonces, se volvió hacia Draco una vez más, su ojo bueno brillando. 

“Ahora, Malfoy,” continuó. “¿Por qué no sigues iluminándonos? Ya que pareces ser todo un experto, nombra otra maldición.” 

Draco sintió las miradas de desprecio de los Ravenclaws en su nuca, pero se rehusaba a encogerse ante la cara de semejante juicio precoz. Sabía que, de haber sido Harry, hubiese discutido con él - después de todo, lo había visto sumirse en incontables disputas con Snape de esa misma manera, siempre acabando con detención - pero él tenía mucho más autocontrol, y no le iba a dar a su profesor la satisfacción. Así que forzó su voz a un profesionalismo calmado mientras respondía: “La maldición cruciatus.” 

“Sí,” Moody sonrió, su marcado rostro contorsionándose bajo la tensión. “Tengo experiencias personales con esa, también, ¿tú no, Malfoy? Tu tía fue arrestada por esa. Claro, por otras cosas también.” 

Yo era un niño cuando esa pasó,  Draco consideró internamente.  Ni siquiera me acuerdo de ella, lo que sea que haya hecho no tiene nada que ver conmigo. No me pongas en la misma bolsa que a esta gente. ¡¿No he demostrado ser suficiente en el último par de años?!”  

Pero no vociferó nada, tan solo mirando con apatía mientras Moody tomaba otra araña y la agrandaba con fines ilustrativos. 

¡Crucio!” Moody murmuró, apuntando su varita hacia la araña. El efecto fue inmediato, y Draco vaciló mientras ésta se estremecía y sacudía del dolor. Evitó sus ojos, en su lugar enfocándose en la pata de su escritorio, esperando a que acabase. 

“Un dolor atroz,” Moody anunció, su voz casi haciendo eco en el silencio tenso. “Peor tortura que la que cualquier artefacto muggle pudiese proporcionar jamás. Puede quebrar a una persona completamente, esta maldición.” 

Finalmente acabó con la maldición y encogió a la araña de vuelta a su tamaño original antes de ponerla de vuelta en el jarrón. Se tornó hacia Draco una vez más, sus ojos desafiantes. 

“¿Y la última?” pinchó. “Debes ser familiar con esa también, tomando en cuenta que eres amigo de la única persona conocida por sobrevivirla.” 

El pecho de Draco se tensó ante aquellas palabras. Necesitó un momento antes de encontrar su voz para responder. 

“La maldición asesina,” soltó finalmente. 

Moody no dijo nada, tan solo tomó a la última araña del jarrón y la sostuvo para que todos viesen. 

¡Avada  Kedavra!” 

Un destello de luz verde golpeó a la araña y Draco observó, horrorizado, mientras la araña rodaba sobre su espalda, claramente muerta. 

La respuesta silenciosa en la sala fue total. Moody lanzó a la araña muerta al piso, en un gesto descuidado, limpiando sus manos con su capa. 

“No hay contraataque,” anunció, casi conversacionalmente. “No hay manera de bloquearla, tampoco. Más les vale tener la esperanza de nunca estar en la posición recibidora, o su luz verde será la última cosa que vean.”

El prolongado silencio ante aquellas palabras fue interrumpido por la campana, indicando, afortunadamente, el final de la clase. 

“Vale,” Moody dijo bruscamente. “Terminó la clase.” 

Draco, sin decidir moverse conscientemente, se encontraba de pie y fuera de la sala a velocidad relámpago. No se detuvo hasta que estuvo en el baño, en donde vació el desayuno de esa mañana en el inodoro. Su estómago se sentía como si estuviese lleno de serpientes enrollándose entre ellas a través de sus órganos, causando que diese arcadas secas aun cuando su estómago estaba ya vacío. Temblaba de pies a cabeza y sus ojos picaban con lágrimas. 

Él sabía, por supuesto, que Harry había sobrevivido a la maldición de la muerte. Todos lo sabían. Pero la visual de lo cerca que su amigo estuvo de caer muerto como aquella araña, su vida perdida tan casual e inconsecuentemente que fue barrida por el suelo como suciedad... Sacudió a Draco profundamente, y se acurrucó a sí mismo sobre el frío, duro piso frente al inodoro, abrazando sus rodillas cerca de su pecho y tomando profundas respiraciones tranquilizadoras. 

 

 

“¡Ahí estás, Malfoy!” Weasley llamó, su voz impaciente mientras Draco se unió a ellos en frente del salón de Pociones, apenas a tiempo. “¡¿Cómo fue tu clase con Moody?! ¡¿Qué les enseñó?!” 

“Draco, ¿estás bien?” Harry cortó a Weasley, captando el tinte verdoso que Draco sabía se encontraba en su rostro. 

“Estoy bien,” dijo bruscamente, reacio a hablar sobre lo que acababa de suceder en aquel salón de clases. Afortunadamente, Snape abrió de golpe la puerta tan solo un momento más tarde, así que sus amigos dejaron de hacer preguntas, sin embargo, Draco podía sentir los ojos de Harry en su rostro, preocupación irradiando de él en oleadas. 

Mientras Snape se giraba hacia la pizarra para enumerar los ingredientes necesarios para la poción del día, Draco estiró una de sus manos hacia Harry por debajo del escritorio. Encontró la muñeca de su mano izquierda y presionó sus dedos en ella, dejando que el pulso estable que sentía calmase sus nervios. Harry lo dejó por un par de minutos antes de mover la mano y entrelazar sus dedos juntos, apretando la mano de Draco en consuelo. Draco dio un apretón de vuelta, sus ojos enfocados en el pizarrón. 

 

 

Draco sabía que no podía escapar de la conversación por siempre y, después de pociones, Harry prácticamente lo jaló lejos de los calabozos, murmurándoles a Hermione y Weasley que se unirían a ellos más tarde en el almuerzo, antes de arrastrarlo fuera de la escuela y hacia los jardines, los cuales estaban bañados por las últimas señales del clima veraniego. 

“¡Ahora dime qué pasó!” Harry demandó, rodeándolo. “¡Lucías como si alguien hubiese muerto!” 

Draco se estremeció ante la selección de palabras de Harry. Tomó una respiración estabilizadora y comenzó a caminar en dirección a lago, sintiendo la necesidad de moverse. 

“No fue nada, en realidad,” se encogió de hombros. “Moody solo nos enseñó unos hechizos en clase, y no pude... Digerirlos muy bien.” 

“¿Qué tipo de hechizos?” Harry cuestionó, encaminándose a su lado. 

“Imperdonables,” Draco musitó, y ante el ceño fruncido de Harry, añadió: “Lo verás por ti mismo después. Tienes su clase después del almuerzo, ¿cierto?” Harry anunció ausentemente, sus ojos aun en el rostro de Draco. “Tampoco le caigo muy bien,” Draco añadió, para alejarse del tema. “Me metió en el mismo saco que a mi padre.” 

“¡Eso es ridículo!” Harry se erizó. “¡No podrías ser más diferente de él si trataras! ¡No es justo que te juzgue por algo en lo que nunca tuviste ninguna influencia!” 

“Bueno, así es como funciona, ¿no es verdad?” Draco se encogió de hombros. “Weasley era igual en los primeros dos años. Y Snape te hace lo mismo a ti, realmente. Supongo que los resentimientos viejos son duros de matar.” 

Harry zumbó, estando de acuerdo, claramente disgustado con la idea de Draco siendo maltratado por su nuevo profesor, y eso lo hacía sentir un poco mejor con respecto a todo el incidente. Decidió que, siempre y cuando Harry estuviese de su lado y se enojase ante la idea de Draco siendo agrupado con su padre, no le importaba lo que Moody o cualquier otra persona dijese. 

“Entonces,” Harry murmuró. “No eres el único al que no le gusta Moody, aparentemente. ¿Te diste cuenta del humor horrible que traía Snape hoy?” 

“No hay sorpresas ahí,” Draco resopló. “Le quitó la posición que él siempre ha querido para sí mismo. Nunca le caerá muy bien ningún nuevo maestro de Defensa Contras las Artes Oscuras, recuerda mis palabras.” 

Su conversación fluyó más en esa dirección luego, y pronto, Hermione y Weasley los pillaron, uniéndoseles con un par de sándwiches preparados. Se sentaron en la grama, cerca del lago, disfrutando la luz del sol y profundizando en temas agradables, muy lejanos de Moody o maldiciones imperdonables. 

 

 

La clase de los Gryffindors con Moody fue mejor que la suya, aunque no por mucho, hasta donde se pudo dar cuenta. Weasley, naturalmente, estaba completamente encantado con el nuevo maestro, dado a que Moody parecía haber mostrado su agrado hacia todos los niños Weasley debido a su apreciación por su padre. Harry y Hermione parecían un poco más agotados – mientras Harry estuvo de acuerdo con Weasley sobre que la presentación de las maldiciones imperdonables a través de la clase fue impresionante, él estaba silencioso y agitado cuando lo vio antes de la cena. Hermione, por otra parte, lucía bastante decepcionada con sus métodos de enseñanza. 

“Debiste ver la cara de Neville cuando le lanzó la maldición cruciatus a esa araña,” murmuró, sus labios apretándose por un momento antes de que continuase: “Estoy de acuerdo con que la escuela tiene la responsabilidad de prepararnos, pero no estoy segura de que hacer esos hechizos en un salón de clase haya sido del todo necesario.” 

“Sí,” Draco aprobó, sus ojos encontrando la nuca de Longbottom entre la multitud de estudiantes. Nunca escuchó detalles sobre lo que les había sucedido a los padres de Longbottom, solo que fueron atacados por mortífagos, poco después del final de la primera guerra. Draco podía imaginarse que ver hechizos tenebrosos como aquellos siendo ejecutados en frente de él abriría heridas viejas. Sin embargo, no vociferó sus pensamientos a sus amigos, en su lugar continuando: “Entiendo la maldición imperius si realmente nos quiere enseñar cómo lanzarla. Lo cual es bueno, por cierto. Pero las otras dos... Estoy seguro de que podría haber probado su punto de manera distinta si quisiera.” 

“Pero no creo que lo haya hecho porque quería,” Harry musitó. “Creo que cuenta con el factor sorpresa.” 

“No se equivoca, ¿cierto?” Weasley se encogió de hombros. “Definitivamente hizo una impresión. Es más probable que recuerde lo que sea que él enseñe en lugar de, por ejemplo, el profesor Binns.” 

“Bueno, tú siempre has tenido una vena ligeramente sensacionalista,” Draco inyectó. “No todos necesitan estar aterrados para recordar el material del curso.” 

Weasley lo miró mal, abriendo la boca para replicar, pero Harry habló por encima de él, anunciando que estaba hambriento y quería comer, así que se separaron hacia las mesas de sus respectivas casas y, mientras Draco tomó asiento, alzó la mirada hacia la mesa de los maestros para encontrarse con el ojo mágico de Moody apuntando a él. Draco sostuvo su mirada de manera desafiante hasta que la profesora Sprout le ofreció a Moody unas patatas, distrayéndolo efectivamente. 

 

  

Harry esperaba por Draco en el pasillo principal la mañana siguiente, un montón de sándwiches en sus manos, pidiéndole ir en una caminata por los jardines. Draco sabía que aquello significaba que tenía cosas que compartir con él, así que aceptó los sándwiches y siguió a Harry hacia afuera. El aire de la mañana estaba frío y Draco afirmó sus túnicas escolares alrededor de su cuerpo, observando a Harry inquisitivamente. 

“Me llegó la respuesta de Sirius ayer por la noche,” Harry murmuró, su expresión oscura. “Está yendo de vuelta al norte.” 

“¿Qué?” Draco suspiró, casi soltando su sándwich. “¿Por qué?” 

“Porque mi carta lo preocupó,” Harry escupió. “¡Fue estúpido escribirle! Ahora piensa que estoy en peligro y que necesita volver aquí, ¡y si lo atrapan será mi culpa!” 

“No es tu culpa,” Draco dijo con gentileza. “Estabas buscando consejos de alguien con más experiencia que tus amigos, y Sirius era la elección obvia. No le pediste hacer nada imprudente. Eso fue idea de él y sus tendencias Gryffindor.” 

“¡Debí haberlo sabido!” Harry protestó. 

“¿Por qué?, ¿Porque has conocido a Sirius por tanto tiempo que hasta puedes predecir sus acciones?” Draco rodó los ojos. “Ya basta, Harry. Deja de echarte la culpa, eso no ayudará a nadie.” 

“Le respondí a Sirius esta mañana,” Harry murmuró. “Intentando convencerlo de que no es necesario que venga y que, tal vez, fue mi imaginación lo de que me dolía la cicatriz.”

“No creo que eso funcione,” Draco dijo escépticamente. “Por lo que sabemos, puede que ya esté en camino. Y no me parece que él sea estúpido, o intencionalmente ignorante, como es Weasley a veces.” 

“Vale la pena intentar,” Harry gruñó. “Odio la idea de que vuelva. No necesito otra cosa más por la que preocuparme.” 

“Sé que no,” Draco suspiró. 

“Tenías razón,” Harry dijo amargamente. “Debí haberle escrito a Lupin en vez de a él. A veces quisiera ser más sensato, como tú.” 

“Por más que me halagues,” Draco sonrió. “estás en la casa equivocada para eso. Además, mi política de ‘sentarse y esperar’ no ayuda mucho en la mayoría de los casos. Creo que la respuesta está por algún sitio en el medio. Por eso es que trabajamos mejor cuando combinamos nuestras fuerzas.” 

El fantasma de una sonrisa apareció en los labios de Harry ante aquello, pero ésta se perdió en un profundo suspiro mientras alzaba la vista al cielo, como si esperara el regreso de Hedwig en cualquier momento. 

“Sirius va a estar bien,” Draco intentó asegurarle. “Escapó de la justicia por más de un año, y continuará haciéndolo. Solo unas cuantas personas saben de su forma de animago, y todas están conscientes de que es inocente.” 

“Sí,” Harry asintió, mordiendo su labio. “Aun así...” dejó la oración a medio camino y el silencio se estiró entre ellos. Draco alcanzó la mano de Harry, enlazando sus dedos. Harry apretó de vuelta como respuesta. 

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