Draco Malfoy y ¡¿Por Qué, en Nombre de Merlín, Es SIEMPRE Harry?!

Harry Potter - J. K. Rowling
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Draco Malfoy y ¡¿Por Qué, en Nombre de Merlín, Es SIEMPRE Harry?!
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Summary
Cuando la madre de Draco le contó sobre Hogwarts siendo la sucursal del Torneo de los Tres Magos, había imaginado un año divertido para seguir la acción junto a sus amigos, desde la seguridad de las gradas. No tuvo previsto que Harry sería forzado a participar, pero quizá debió haberlo pensado. Las cosas siempre le pasaban a Harry, ¿cierto?
Note
¡hOLA! ¡Espero que la serie esté gustándoles tanto como a mí! Agradecimientos especiales para la creadora de este recuento de la saga, por permitirme traducir su trabajo, y también para ustedes por leer, dejar kudos y comentar. ¡No saben lo feliz que me hacen! (๑˃ᴗ˂)ﻭ
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Ni Un Año Tranquilo

Draco tuvo que esperar hasta la mañana siguiente para descubrir a qué se debió su abrupta ida de la Copa Mundial. Tuvo una noche terrible, incapaz de conciliar el sueño con una sensación de aprensión cerniéndose sobre él, y, cuando bajó a desayunar, su madre ya se encontraba sentada en la mesa del comedor, inclinada sobre El Profeta. Su rostro estaba serio cuando le cruzó la mirada, e hizo que Draco detuviera sus pasos, aterrorizado. 

“¿Qué?” demandó, saltándose todo el pretexto de los saludos cordiales. 

“Prométeme no perder los estribos,” dijo. 

“¡¿Qué pasó?!” estalló, muy tenso como para preocuparse por sus modales. 

Su madre suspiró y le tendió el periódico, resignación escrita por todo su rostro. 

Le dio un vistazo al titular y palideció. Había una gigantesca foto de la marca tenebrosa en el cielo nocturno adornando la página principal, y las palabras bajo ellas eran enormes y parecían saltar hacia él. 

 

ESCENA DE TERROR EN LA COPA MUNDIAL DE QUIDDITCH  

 

Tan solo lo observó aterrorizado por un momento, incapaz de siquiera leer el artículo, antes de alzar la vista hacia su madre. 

“Él estaba ahí, ¿verdad?” 

“Draco,” suspiró. “No sabemos eso.” 

“¡Deja de mimarme!” Draco llamó. “Ya no soy un niño, ¡y tampoco soy estúpido! La manera en que nos echó de ahí ayer, ¿y ahora esto? ¡Ya no creo en las coincidencias, madre!” Cuando ella no respondió, él entrecerró los ojos, y siseó: “Tú sabías que esto iba a pasar, ¿no es así?” 

“No seas ridículo, Draco,” su madre rodó los ojos. “Tenía el presentimiento de que tramaba algo, pero no tenía idea sobre qué era. Pensé que sería mejor para nosotros estar muy lejos de lo que sea que estuviese haciendo, eso fue todo. No esperé nada de esa escala, sino hubiese hecho algo.” 

“¡Mis amigos estaban ahí!” Draco le recordó, su voz aguda de emociones. “¡Oh, Merlín! ¡¿Y si están lastimados?! ¡¿Y si fue tras ellos?!” 

“Draco, no creo-” 

“¡Lo ha hecho antes! ¡¿Recuerdas el diario que le dio a Ginny Weasley?!” 

“Cariño, por favor-” 

“Necesito ir a ver cómo están,” murmuró, soltando el periódico y dando vueltas, saliendo de la habitación con furia. 

“¡Draco!” su madre llamó tras él. “Es temprano, ni siquiera debe estar en sus casas aún-” 

Pero a Draco no le importaba lo que ella tuviese que decir, no quería que razonasen con él. En su lugar, se precipitó hasta la chimenea más cercana, tomando un poco de polvos flu y dando un paso adentro. 

“¡La madriguera!” convocó, y fue envuelto por flamas verdes antes de que alguien pudiese detenerlo. 

Se tambaleó en el otro extremo, tosiendo ruidosamente, y alertando a la señora Weasley sobre su presencia. Esta corrió hacia la habitación, llamando: “Arthur, ¿eres-” pero se detuvo abruptamente cuando divisó a Draco, pálido y de ojos muy abiertos. 

“Lamento venir sin avisar,” Draco ahogó. “Tan solo necesitaba saber - ¿aún no vuelven?” 

La señora Weasley negó con la cabeza, y Draco emitió un sonido adolorido, lo cual pareció ayudar a la mujer a recobrar la compostura ligeramente. Tal vez era su prominente instinto materno que tomó el control, pues hizo un esfuerzo por sonreírle antes de cruzar la distancia entre ellos y el hollín del viaje por flu que él desprendía. 

“Aún es temprano, y las salidas seguro están colapsadas,” le dijo razonablemente. “Seguro les tomará un rato llegar. ¿Por qué no te sientas y esperas conmigo, querido? ¿Estás hambriento?” 

Antes de que Draco pudiese siquiera responder, ya estaba siendo guiado a la cocina, una mano gentil en su espalda, y se encontró a sí mismo sentado en una silla mientras la señora Weasley agitaba su varita para avivar la cocina. 

“¡Mírate nada más, creciste tanto! Justo como Ron, es como si les hubiesen hecho un hechizo de estiramiento, ¡a ambos! Ten, toma un poco de té, ¡freiré unos huevos y tocino para ti!” 

Una taza de té se posó en la mesa frente a Draco, antes de que pudiera siquiera decir que estaba demasiado preocupado como para comer, así que se mantuvo en silencio, deduciendo que protestar no le haría ningún favor. 

“¿No ha oído nada de ellos?” Draco chequeó mientras ella le daba la espalda, un borde en su voz. Los hombros de la señora Weasley se tensaron por un momento, antes de que aparentemente se forzara a sí misma a calmarse. 

“No, no he oído nada,” confirmó. “Pero eso es una buena noticia, ¿no es así? Si cualquier cosa les hubiese pasado, ya yo estuviese al tanto.” 

Draco asintió, un tanto adormecido, y sus ojos cayeron en  El Profeta  que se desplegaba sobre la mesa. Se forzó a calmarse lo suficiente como para leer el artículo, para tener alguna idea sobre lo que había sucedido, pero estaba escrito de una manera sensacionalista que proveía escasa información. Todo lo que captó fue que un grupo de antiguos mortífagos había ocasionado disturbios en el campamento a horas de la noche, causando un pánico masivo y metiéndose con el gerente muggle de la zona de acampado y su familia. El artículo sugirió que hubo heridos, pero el ministro dio un testimonio negando aquello. Sus dedos se tensaron alrededor de la taza en sus manos, y un plato de huevos revueltos, tocino y salchichas se posicionó frente a Draco, empujándolo de vuelta al presente.  

“Aquí tienes, querido,” dijo la señora Weasley amablemente, sentándose junto a él. No había preparado comida para ella. Cuando se dio cuenta de que los ojos de Draco seguían en el periódico, lo tomó y lo dobló.  

“Arthur siempre dice que Rita Skeeter tuerce cada una de sus historias para hacer parecer todo peor de lo que realmente es.” le dijo, aunque los nervios eran audibles en su voz. “Yo no le prestaría mucha atención a lo que escribe.” 

“Sí,” estuvo de acuerdo, su propia voz vacía. “Usted probablemente tenga razón.” 

“Come,” urgió. “Te sentirás mejor con algo en el estómago.” 

Draco se obligó, sin poder saborear nada, pero masticando obedientemente e intentando no marearse. Mientras comía, la señora Weasley se puso en pie una vez más, caminando hacia la ventana con inquietud y mirando hacia afuera. El silencio entre ellos se prolongó hasta que ella suspiró, el periódico desmoronándose entre sus manos. 

“¡Ahí están!” respiró, apurándose hacia la puerta trasera del jardín. Draco saltó a seguirla, y, en efecto, el grupo de Weasleys, incluyendo a Harry y Hermione, acababa de aparecer en el pequeño terreno que conducía a la madriguera, pareciendo estar todos en una pieza. Draco sentía ganas de llorar del alivio. 

“¡Oh, gracias al cielo, gracias al cielo!” llamó la señora Weasley, finalmente expresando el pánico que había intentado ocultar de Draco. “Arthur - estaba tan preocupada -  tan  preocupada -” 

Mientras ella envolvía a su esposo en un estrecho abrazo, Draco fue en línea recta hacia Harry, Hermione y Weasley. 

“¿Qué estás haciendo tú aquí?” Weasley preguntó con los ojos bien abiertos, pero Draco lo ignoró, en su lugar empujando a Harry en un abrazo demoledor de su autoría. 

“¿Están bien?” murmuró, estirando su brazo derecho para jalar a Hermione también. “¿No se lastimaron?” 

“Estamos estupendamente, Draco,” Harry le aseguró, apretando su hombro. “Te hubiese mandado una lechuza apenas llegáramos, no tenías porqué venir aquí.” 

“Tenía que verificar que estuviesen bien,” Draco musitó, dejándolos ir, sorprendiéndose a sí mismo al colocar una mano en el hombro de Weasley también, ridículamente aliviado hasta de verlo sano y salvo a él. “Y no podía estar en esa casa, no cuando-” 

Se cortó a sí mismo, y Hermione tomó su mano en un gesto reconfortante. 

El señor Weasley, aun consolando a su angustiada esposa, los dirigió a todos de vuelta a la casa, y ellos cuatro se excusaron rápidamente para buscar privacidad en el cuarto de Weasley. Era la primera vez que Draco estaba ahí, por supuesto, pero no comentó sobre el hórrido tono de naranja y todos los artículos de los Canons, en su lugar diciendo, apenas la puerta se cerró tras ellos: “Mi padre estaba ahí ayer por la noche. Sé que estaba.” 

“Eso pensamos,” Harry asintió. 

Los ojos de Draco picaban, así que parpadeó, intentando controlarse. 

“Pudieron salir lastimados,” murmuró. 

“Casi fue así,” Weasley respondió con una mueca, y cuando Draco lo miró alarmado, Harry sostuvo sus hombros, haciendo que se cruzasen sus miradas. 

“Tú escúchame,” dijo con firmeza. “¡Lo que sea que el imbécil de tu padre haya hecho o no, no es culpa tuya! ¡Así que no te atrevas a culparte!” 

“Debí haberlo sabido,” Draco gruñó. “Cuando presionó tanto para que me fuese de ahí, debí haber-” 

“No pudiste haber sabido,” Hermione dijo con suavidad. “Todos nosotros pensamos que tan solo te quería lejos de nosotros, o que te quería castigar por desobedecerlo.” 

“¿Y qué pasó?” Draco preguntó finalmente. 

Los otros tres intercambiaron miradas, y Harry manipuló a Draco para que tomase asiento en la cama de Weasley antes de iniciar su explicación. Draco se mantuvo en silencio durante su recuento de la historia, tan solo escuchando con terror puro mientras describían el caos que causaron las tropas de mortífagos, el choque que habían tenido con quienquiera que hubiese conjurado la marca tenebrosa, y cómo Winky, la elfa hogareña del señor Crouch, había sido inculpada por todo el incidente. Harry procedió a decirle que su cicatriz habría estado doliendo el domingo pasado, cuando se despertó de un sueño sobre el señor oscuro y Pettigrew. 

“No puedo recordarlo todo ahora,” explicó titubeante, una mueca profunda en su rostro. “Pero estaban conspirando para matar a... Alguien.” 

Draco estaba consciente de la deliberada pausa que Harry había hecho antes de aquella última palabra y estaba a punto de preguntar a  quién  querían asesinar, pero Weasley habló primero, en un tono de optimismo ciego que Draco asociaba con él: “Pero fue solo un sueño. Una pesadilla.” 

“Sí, pero, ¿lo era?” Harry preguntó. “Es raro, ¿no?... Mi cicatriz duele, y tres días después los mortífagos están en marcha y el símbolo de Voldemort aparece en el cielo otra vez.” Ignoró a Weasley cuando se quejó de Harry utilizando el nombre del señor oscuro, y continuó: “¿Y recuerdan lo que dijo la profesora Trelawney? ¿Al final del año pasado?” 

Hermione resopló ante aquello. “Oh Harry, ¿vas a prestarle atención a lo que sea que diga ese viejo fraude?” 

“¡Tú no estuviste ahí!” Harry estalló, inmediatamente a la defensiva. “No la escuchaste. Esta vez fue diferente. Les dije que cayó en un tipo de trance – uno real. Y dijo que el señor tenebroso ascendería otra vez...  Más fuerte y terrible que nunca antes ... Y lo conseguiría gracias a un servidor que volvería a él... Y esa noche Colagusano escapó.” 

Un intenso silencio se asentó en el aire, y Draco, un tanto incómodamente, tuvo que estar de acuerdo con Harry en que era demasiada coincidencia. 

“No sé si creo en nada de lo que esa vieja loca diga,” Draco aclaró. “Pero son una serie de eventos espeluznantes y si, en efecto, están todos conectados entre sí...” No finalizó la oración, pero no hizo falta. Su significado estuvo claro para todos ellos. 

“Le conté a Sirius sobre mi cicatriz,” Harry les dijo finalmente, mirando por la ventana como si esperara que su lechuza, Hedwig, reapareciera en el aire. “Aún espero su respuesta.” 

“¡Bien pensado!” Weasley asintió, animándose. “¡Apuesto a que Sirius sabrá qué hacer!” 

“¿Has pensado en contactar al profesor Lupin también?” Draco sugirió. 

“¿No?” Harry admitió, frunciendo el ceño ante su sugerencia. 

“A este punto, está tan involucrado como Sirius, y sería bueno tener una segunda opinión,” Draco se encogió de hombros. “Y no se está escondiendo, como Sirius, así que tal vez pueda ser una ayuda más directa.”

“Solo voy a esperar la respuesta de Sirius, por ahora,” Harry le restó importancia. “Esperaba que me respondiera rápido, pero...” 

“No sabemos dónde está Sirius,” Hermione le recordó. “Podría estar en África o por ahí, ¿cierto? Hedwig no va a lograr  esa  ruta en un par de días.” 

“Sí, lo sé,” Harry suspiró en resignación. 

Entonces Weasley sugirió que saliesen a jugar Quidditch en el jardín, y Harry y Draco aceptaron con entusiasmo, felices por la distracción. Draco llamó a uno de los elfos domésticos de la mansión para que le trajeran su Nimbus 2001, y se reunieron afuera en el jardín con los Weasleys mayores, exceptuando a Percy. Sus números eran impares, lo que hizo que Ginny preguntase si se podía unir a ellos. Sus hermanos estaban altamente escépticos al principio, pero Bill insistió en que debería intentarlo, y terminó siendo sorprendentemente talentosa. 

Jugaron hasta que la señora Weasley salió al patio y llamó a Draco, informándole que su madre había venido por él. Regresó a la casa en contra de su voluntad, para encontrarla esperando en la cocina, una taza de té en mano y luciendo ridículamente fuera de lugar en la abarrotada casa de los Weasley. Bajó la taza cuando él entró en la habitación, acercándosele con una suave sonrisa en su rostro. 

“Cielo,” dijo, estirando la mano para apartar su sudoroso cabello de su frente. “Vamos a casa, ¿sí?” 

“¿Tengo alguna opción este asunto?” Draco murmuró enigmáticamente. 

Ella rio, su mano cayendo hasta su hombro y apretujándolo una vez. 

“A menos que desees imitar a tu primo rebelde, no lo creo, no.” 

“No me tientes,” murmuró, cruzando sus brazos en un gesto defensivo. “Nunca lo perdonaré,” declaró bajo su respiración, aunque estaban solos en la cocina. No quería que la familia Weasley escuchara aquella conversación en particular. 

“No te estoy pidiendo que lo hagas;” dijo ella con simpleza. 

“Odio vivir en la misma casa que él,” Draco continuó. “O estar conectado con él de cualquier forma. Es vergonzoso.” 

Su madre tragó saliva y asintió. 

“Entiendo porque te sientes de esa manera,” contestó. “Tan solo tienes catorce años, pero tu compás moral ya está muchísimo más sintonizado que el de tu padre – o el mío, en ese caso – ha estado jamás. Y no tengo ilusión sobre esa fisura entre ustedes dos siendo superada en ningún momento cercano. Tan solo te pido que vuelvas a casa, aunque sea hasta que la escuela empiece otra vez. Si no lo haces por ti, entonces hazlo por mí.” 

“Eso no es justo,” Draco siseó, sabiendo que ya lo tenía. 

“Yo nunca dije que juego limpio,” bromeó, sonriendo. “Ahora dile adiós a tus amigos.” 

“Sí, madre,” suspiró, girando y caminando de vuelta al jardín para hacer precisamente eso. Harry prometió, en voz baja, que lo mantendría al tanto de si había correo por parte de Sirius, y Hermione le dijo que se mantuviera firme y fuera de problemas. La señora Weasley lo abrazó fuertemente y les dio unos cuantos dulces a él y a su madre antes de que se marcharan por el flu. 

“Bueno,” su madre rio mientras colocaba los dulces en la mesa de la cocina, una sonrisa entretenida en su rostro. “Supongo que si en algún momento decides tomar el mismo camino que tu primo Sirius, hay una familia que te acogería con mucho gusto. Imagina el horror en el rostro de tu padre si eso pasara.” 

Draco no pudo evitar reír, rodando los ojos. 

 

  

Draco cuidadosamente se mantuvo fuera del camino de su padre por la semana restante, pero estaba más que un poco aliviado de estar en King Cross el primero de septiembre. No solo moría por ver a sus amigos y estar fuera de casa, sino que también ansiaba presenciar el evento que sería celebrado en Hogwarts aquel año: Su padre, por supuesto, no le había hablado a Draco directamente sobre el Torneo de los Tres Magos, pero no podía dejar de presumirle a su esposa sobre el ministro de magia confiándole la información a él, y Narcissa Malfoy tomó la primera oportunidad que tuvo para contarle a su hijo todo lo que sabía. Aquello había sido muchas semanas atrás, y la emoción de las noticias se había desvanecido un poco ante el prospecto de la Copa Mundial de Quidditch, pero, ahora que el año estaba por iniciar, volvió con todas sus fuerzas. 

De ser posible, ansiaba la llegada del torneo más de lo que normalmente lo haría debido al conocimiento de que, gracias a la nueva regla establecida por el ministerio de magia, él y sus amigos eran todos demasiado jóvenes para entrar. Estaba completamente consciente de que, de ser encarado por el reto directo, su orgullo y ambición no le permitirían negarse, pero, muy en el fondo, se dio cuenta de que él no estaba tallado para ese tipo de cosas. Sus pasadas aventurillas con los Gryffindors le habían dado más que suficientes pruebas de que él no era del tipo valiente y aventurero, que no podía persistir bajo inmensa presión, especialmente cuando no había nadie de quien apoyarse a su lado. Sería un desastre, y sabía que era mejor no haber sido afrontado por la decisión. Aunque, estaba muchísimo más aliviado, porque Harry no se enfrentaría a ella tampoco, porque, de todas las personas que Draco conocía, Harry  era  el tipo de chico correcto. Y, honestamente, Draco estaba harto de pasar su tiempo en Hogwarts preocupándose por su amigo. Ya de por sí tenía el asunto del señor oscuro colgándole sobre la cabeza permanentemente, y lo último que necesitaban en ese momento era un estúpido torneo que podría acabar matándolo. 

Así que, realmente, Draco estaba aliviado de que todos ellos tendrían que quedarse en la audiencia y animar a cualquier pobre tonto que fuese escogido, permitiéndoles disfrutar el torneo al máximo. 

Draco se encontró con sus amigos en la plataforma el día que regresaban a clases, y emprendieron la búsqueda de compartimientos juntos, guardando su equipaje antes de despedirse de la señora Weasley, Bill, Charlie y la madre de Draco. Justo cuando Draco se inclinaba para besarle la mejilla, escuchó a Charlie decir: “Puede que los vuelva a ver más pronto de lo que piensan.” 

“¿Por qué?” Fred preguntó. 

“Ya verán,” Charlie respondió alegremente. “Tan solo no le digan a Percy que lo mencioné es... Es ‘información clasificada hasta que llegue el momento en que el ministerio considere oportuno revelarla’, después de todo.” 

Draco se contuvo, sorprendido. Con un padre y un hermano en el ministerio, no se le había ocurrido a Draco que los chicos Weasley no estaban al tanto de nada. Les hubiese escrito de inmediato de haberse dado cuenta (y de no ser así, francamente, se le escapó de la mente mencionarlo.) 

“Sí, yo de alguna manera desearía estar de vuelta en Hogwarts este año,” Bill suspiró con anhelo. 

¿Por qué? ” George demandó impacientemente.  

“Um,” Draco dijo silenciosamente, pero su madre le golpeó el brazo con suavidad, sus ojos entrecerrados. 

“No seas tan descortés como para arruinar sus esfuerzos, querido,” le dijo en voz baja, y Draco se mordió el labio inferior, sintiéndose un tanto incómodo mientras los Weasleys mayores seguían molestando al resto con la información que se negaban a revelar. Estuvo aliviado cuando el silbato sonó, indicando que el tren estaba por partir Fue solo cuando finalmente se abrieron camino hasta su compartimiento una vez más, Weasley aun refunfuñando sobre su familia, hasta que Draco habló. 

“Sé de qué hablaban,” admitió, los tres pares de ojos enfocándose en él. “Si me hubiese dado cuenta de que ustedes no sabían, habría dicho algo antes. Lo siento.” 

“¡¿Qué es?!” Weasley demandó ansiosamente, casi resbalándose de su asiento ante el entusiasmo por inclinarse sobre Draco, como si fuese a perder la información desde su posición a su otro lado. “¡¿Qué está pasando en Hogwarts?!” 

“Están trayendo de vuelta el Torneo de los Tres Magos,” Draco explicó, sonriendo mientras examinaba sus reacciones. Weasley soltó un suspiro, observándolo boquiabierto y paralizado, y los ojos de Hermione se abrieron, en entendimiento y admiración. Harry, por otro lado, tan solo había fruncido el ceño, obviamente desorientado. 

“¡Estás bromeando!” Weasley llamó con incredulidad. 

“¿Qué es el Torneo de los Tres Magos?” Harry preguntó. 

“Es un torneo entre tres magos de distintas escuelas mágicas,” Hermione dijo, mirando a Draco con curiosidad. “He leído menciones sobre él en  Hogwarts, Una Historia . Pero, pensé que había sido descontinuado.” 

“Lo fue,” Draco asintió. “Aparentemente, se decidió que el riesgo que corrían las vidas de los campeones era demasiado alto.” 

“¿Campeones?” Harry chequeó. 

“Cada escuela elige a un representante para participar en él torneo por ellos,” Draco aclaró. “Tienen que pasar todo tipo de pruebas para ganar, aunque no estoy seguro de lo que implican exactamente. Aun así, todo suena bastante peligroso. Ha habido muertes en el pasado.” 

Hermione jadeó ante aquello, pero Weasley lucía poco impresionado. 

“Imagina ser elegido campeón de Hogwarts,” suspiró con anhelo, sus ojos esmaltados. 

“Oh no, puedes olvidar esa idea de inmediato,” Draco rio. “Alteraron las reglas. Solo los estudiantes que tengan la mayoría de edad pueden participar ahora. Así que somos demasiado jóvenes.” 

“¿Qué?” Weasley boqueó, despertando de su ensueño y luciendo abatido. “¡Eso es tan injusto!” 

“Yo creo que es razonable,” Draco se encogió de hombros. “Imagina las protestas de los padres si a sus hijos menores se les solicitase apuntarse en un torneo que podría matarlos. Eso pudo haber sido factible un siglo atrás, pero no ahora.” Weasley seguía de mala cara, pero Draco lo ignoró, continuando: “De todas formas, ¡creo que será muy divertido que lo veamos!” 

“¿Qué otras escuelas serán parte del torneo otra vez?” Hermione preguntó, entusiasmada. “Recuerdo a Beauxbatons...” 

“Sí, ellos y Durmstrang,” Draco asintió. “Será muy interesante tener estudiantes del continente en Hogwarts, ¿no creen?” 

“Totalmente,” Hermione estuvo de acuerdo, sonriendo brillantemente. 

“¿Dónde quedan estas escuelas?” Harry preguntó. 

“Bueno, nadie sabe, ¿cierto?” Hermione dijo, alzando las cejas en su dirección. 

“Ocultan su paradero para guardar sus secretos,” Draco se encogió de hombros. “No es inusual para las escuelas mágicas, pero sé que Durmstrang está en algún sitio lejano, por el norte, como Escandinavia o Rusia. Y estoy bastante seguro de que Beauxbatons está por ahí en Francia... Un verano, cuando era más pequeño, mis padres me llevaron a uno de los castillos que le pertenecen a mi familiar en Provenza, y cenamos con una familia sangrepura que tenía dos hijas en Beauxbatons. No hablaban más que francés y un inglés abominable, así que estoy seguro de que el francés es su idioma instructivo.” 

Continuaron conversando gratamente sobre otros colegios mágicos y el torneo, hasta que algunos Gryffindors de su año pasaron por su compartimiento, y se desplazaron a repetir el final de la Copa Mundial de Quidditch juntos hasta que llegaron a la estación de Hogsmeade. 

Llovía fuertemente mientras se dirigían a la escuela en sus carruajes, y Draco estaba feliz de estar a salvo y adentro una vez que ingresaron el castillo, aun si eso significaba que tenía que separarse de sus amigos en el festín de bienvenida y unirse a su propia casa en la mesa de Slytherin. Se sentó lejos al fondo, unos cuantos asientos más allá de un par de risueñas niñas de segundo año que tan solo lo ojearon por un momento antes de proceder a ignorarlo, muy para su alivio. Vio a Nott hacia el frente, conversando ruidosamente con Crabbe y Goyle. Zabini y Parkinson se encontraban sentados a poca distancia de ellos, charlando con Bulstrode y Greengrass. Satisfecho de no tener que lidiar con ningún tipo de burlas durante la comida, volvió su atención a la ceremonia del sombrero seleccionador. 

Fue apenas después de la cena y la espectacular entrada del viejo, destrozado ex-Auror Alastor “Ojoloco” Moody, quien fue anunciado como su nuevo profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras (Draco intensamente deseaba que el maestro Lupin volviese. Tan solo había visto a Moody una vez en un evento del ministerio, cuando su padre aun lo llevaba a sitios como esos, y el hombre le daba escalofríos.), que Dumbledore les anunció que, aquel año, el Torneo de los Tres magos daría lugar en Hogwarts. Las reacciones de los otros estudiantes fueron predecibles, oscilando entre vítores emocionados y murmullos, a exclamaciones molestas acerca de la restricción de edad que el ministerio había agregado (la mayoría de estos últimos viniendo de los gemelos Weasley). Mientras fueron despachados a sus dormitorios poco tiempo después, los estudiantes no podían hablar de otra cosa, y Draco escuchaba algunas conversaciones por diversión. 

“Hey, Malfoy,” Nott llamó, haciendo a Draco gruñir en voz alta mientras el trío de trolls lo alcanzaba. “Así que, ¿Vas a intentar entrar, o eres muy cobarde para hacerlo?” 

“A diferencia de ti, Nott, yo tengo un cerebro y sé no gastar mi tiempo y energía tratando de engañar a Dumbledore,” Draco arrastró. “Pero siéntete libre de hacerlo tú, me darás algo de qué reírme.” 

“Y yo que pensaba que tal vez querrías demostrarle a tu padre que no eres un fracaso de hijo como piensa,” Nott cacareó. “Es mi culpa por asumir que tenías sentido del orgullo.” 

Draco rio ante aquello. “Diferimos muchísimo en nuestras definiciones de cosas por las cuales enorgullecernos, Nott,” dijo finalmente. “Yo sé que no sería capaz de verme en el espejo si fuera tú.” 

“Al menos mi familia piensa que soy un hijo modelo,” Nott se encogió de hombros, petulancia irradiando de su ser. “Tú desearías poder decir lo mismo de ti, Malfoy. Te conozco lo suficientemente bien como para saber eso.” 

“Obviamente no,” Draco rodó los ojos. “Los tiempos en los que quería enorgullecer a mi padre pasaron hace mucho.” 

Y con eso, se deslizó dentro de la sala común, dirigiéndose a los dormitorios, ignorando los gritos de burla que Nott le lanzaba. Los días en que Nott podía conseguir una reacción de él a través de sus insultos, después de todo, también habían pasado hace mucho. 

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