
La Copa Mundial de Quidditch
“Por última vez, Draco,” Lucius Malfoy bramó, alzando la mirada de la carta que estaba intentando escribir. “No vamos a mezclarnos con estos – estos sangres sucias y traidores de la sangre , vistiéndonos como muggles para que el ministerio pueda controlar a la basura que posee esta patética excusa de terreno.”
“¡¿Quién te está pidiendo a ti que vengas?!,” Draco escupió, su rostro enrojecido en furia. “Estaba meramente informándote que voy a encontrarme con mis amigos y - ”
“¡No lo harás!” su padre gritó. “Si llegas a poner tan solo un dedo en esa asquerosa área de acampado, le juro a Salazar-”
“¡No necesito tu permiso!” Draco gritó de vuelta. “¡Perdiste toda la autoridad para darme órdenes el día en que intentaste matar a mis amigos con ese maldito diario hace dos años!”
“¡Yo soy tu padre y escucharás lo que digo!” Lucius disparó, poniéndose en pie y fulminando a su propio hijo. “¡O te quedarás en casa y no habrá Copa Mundial de Quidditch para ti!”
“¿Y qué le dirás al ministro de magia cuando te pregunte dónde dejaste a tu hijo?” Draco demandó con una sonrisita desagradable. “¡¿Le dirás que lo castigaste porque fue a ver a su mejor amigo, quien resulta ser el chico que vivió?! Por favor hazlo, me encantaría ver como se desenvuelve eso.”
“No te atrevas a hablarme así, ingrato-”
“Oh, por favor,” Draco rodó los ojos. “Ahórrame el drama. He escuchado esta línea unas mil veces y ya perdió su efecto deseado hace varios años.”
“Te debí haber mandado a Durmstrang apenas comenzaste a pasar tiempo con el niño Potter,” su padre se mofó. “La influencia que estos mocosos están teniendo en ti-”
“Es muy superior a la tuya,” Draco lo interrumpió, mirándolo mal. “Ahora, si me disculpas, tengo que responderles a mis amigos y confirmar la hora y lugar de nuestra reunión.”
“Lo digo en serio, Draco. No te llevaré al partido si te marchas.”
“Entonces le preguntaré a Weasley si su padre tiene un ticket de sobra,” Draco se encogió de hombros, sonriéndole. “Escoge tu veneno, padre.”
Con eso, se dio vuelta y abandonó la habitación. Su padre balbuceaba tras él, preparándose para gritar un poco más, pero antes de que pudiese soltar las palabras, Draco ya había cerrado la puerta de golpe tras de sí.
El silencio repentino del pasillo resultó ser inmovilizador, y Draco tomó una respiración profunda, intentando calmar su humor. La suave voz de su madre salió de la puerta abierta del estudio de dibujo cercano, filtrándose tras el enojo que nublaba su mente.
“Cariño, ¿es realmente necesario gritar así tan temprano en la mañana? Asusta a los elfos.”
Draco suspiró, rodando los ojos mientras se deslizaba en la habitación, cerrando la puerta tras él. Su madre se encontraba sentada en su butaca preferida cerca de la ventana, observando los jardines y degustando su taza de té. Apenas había alzado la vista cuando él cruzó el cuarto, tomando asiento en el sofá más grande del conjunto de tres piezas cerca de la puerta.
“¡Me está volviendo loco!” Draco gruñó, pasándose los dedos por el cabello con frustración. Le había crecido un poco durante el verano y estaba determinado a mantenerlo así, casi solo porque su padre continuaba torciendo la nariz en su dirección. “¡¿Cómo soportas vivir con él permanentemente?! Solo han pasado dos meses y ya estoy listo para tirarlo por la ventana, justo hacia esa fuente que ama tanto, esperando que sea arponeado por la varita que tiene quienquiera que sea ese ancestro.”
“Yo logro vivir en paz en esta casa porque sé escoger mis batallas,” Narcissa olfateó, girando su cabeza y alzando una ceja hacia su hijo. “No le daré a tu padre la satisfacción de discutir cada detalle con él y, por lo tanto, mantengo las peleas en un mínimo. Lo que no sepa no le hará daño.”
“Pues, él se daría cuenta si yo me escapase para ver a mis amigos sin decirle a nadie,” Draco apuntó, petulantemente. “No es como si eso pudiese haber quedado en secreto.”
“No, pero no se hubiese dado cuenta sino hasta que fuese demasiado tarde, y le sería imposible armar una escena sobre ello en el estadio, con tantos oficiales de alto rango del ministerio presentes,” su madre le dijo, en ese tono que siempre hacía que Draco se sintiera de cinco años otra vez. “Aún tienes mucho que aprender, mi pequeño dragón.”
“Bueno, odio esto,” Draco gruñó. “¡¿Por qué me tengo que justificar siempre que quiero salir y ver a mis amigos?! Pensarías que ya después de tres años se resignaría ante la situación.”
“No puedes cambiarlo, Draco,” su madre suspiró, ojeándolo cansadamente. “Tan solo tendrás que aceptar esta situación como es y lidiar con ella hasta tener la mayoría de edad. Lo mantendré vigilado tanto como pueda hasta ese entonces, pero tienes que trabajar conmigo en esto.”
“Lo sé, lo sé,” Draco suspiró, frunciendo los labios. “Pero voy a ir a ver a mis amigos antes del partido. No me importa lo que él diga.”
“Y yo no gastaré mi energía en tratar de detenerte,” contestó, mandándole una sonrisa pequeña. “De lo contrario. Hice todo lo posible para encontrar un traslador para ti. Le pedí a los elfos lo llevaran a tu habitación, junto con tu entrada. Partirá mañana, media hora pasada las siete, antes de que tu padre siquiera baje a desayunar. Ahora ve y hazle saber a tus amigos.”
“Sí, madre,” Draco rio, poniéndose en pie. Por capricho, cruzó la habitación hasta estar parado al costado de su madre, inclinándose para besar su mejilla.
“¿Y eso por qué fue?” preguntó, ojos brillantes con regocijo y cariño.
“Por nada, en realidad,” Draco se encogió de hombros tímidamente. “Tan solo, gracias por ser tú. Supongo.”
“¿Es la influencia de Harry Potter la que te hace tan emocional y poco articulado?” bromeó, pero su sonrisa era de complacimiento y felicidad. “Ya, te puedes marchar.”
“Vale, vale,” Draco rio, retrocediendo y abandonando la habitación. Pasó a uno de sus elfos hogareños en su salida, el cual chilló con un emocionado saludo hacia él - desde el incidente con Dobby, los elfos habían estado mucho más cálidos hacia él - y prometió llevarle unos pasteles de frutas para el té luego. Draco le sonrió y se encaminó a su habitación, sintiéndose muchísimo más animado.
Una vez cerró la puerta, sus ojos cayeron de inmediato en la vieja, andrajosa servilleta que había sido estratégicamente puesta en la mesilla de café, junto a un brillante ticket dorado para el cuadro superior de la final de la Copa de Quidditch Mundial de 1994. Tarareó y cruzó el cuarto, tomando la carta de Harry de dónde la había dejado en su cama, sonriendo mientras la releía.
Querido Draco,
Llegué más o menos a salvo a la madriguera. Ha habido una situación con Dudley y un dulce que diseñaron los gemelos, pero, gracias al control de daños del señor Weasley, nadie ha sufrido ningún daño permanente. Y, viendo el lado bueno, no me querrán en su casa por ahora. Te lo cuento todo cuando nos veamos mañana.
Ron me dijo que te dijera que vamos a llegar temprano en la mañana, así que cualquier momento en que te quieras unir a nosotros está bien. Tan solo dinos la hora y el sitio y te pasaremos buscando.
¡¡Ansioso por verte!!
Harry
Draco caminó hacia su escritorio para tomar asiento, sosteniendo una pluma y un trozo de pergamino fresco. Aquila aterrizó en su hombro con un suave ululeo, acariciando su mejilla con afecto mientras escribía su respuesta.
Querido Harry,
Mi traslador parte mañana a las 7:30 AM, así que sería genial si me pudieran pasar buscando en el área de llegada a esa hora. Mi madre ya me ha dado mi entrada, así que podré entrar con ustedes.
Y con respecto a tu primo, estoy ansioso por oír cómo fue atormentado de la manera en que se merece. Felicidades a Fred y George. Estoy ansioso por escuchar la historia completa.
¡¡No puedo esperar a que sea mañana!! ¡Diles a Hermione y a Weasley que digo hola!
Draco
Leyó sus palabras una y otra vez antes de asentir decisivamente y enrollar el pergamino. Lo selló con el sello familiar y se lo entregó a Aquila.
“Saluda a Hedwig y al pequeño fastidio de mi parte,” le dijo, y la lechuza hizo un sonido de silbido antes de partir por la ventana abierta. Draco se estiró y observó cómo volaba hacia el horizonte, una sonrisa emocionada en sus labios.
“Media hora pasadas las siete desde la mansión Malfoy, Wiltshire,” una voz anunció mientras Draco llegaba el día siguiente, aún sin recuperar el balance por su brusco viaje de traslador. Un oficial del ministerio con apariencia aburrida se acercó a él para tomar la servilleta andrajosa de sus manos. “Bienvenido, señor Malfoy,” dijo, observándolo especulativamente por un momento antes de volver la vista a su colega, quien se encontraba parado a unos cuantos pasos de ellos, tablilla en mano. “No sabía que los Malfoy habían reservado un puesto.”
“No lo hicimos,” Draco dijo apresuradamente. “Solo estoy aquí para encontrarme con-”
“¡Draco!” Hermione llamó, y Draco se giró para localizarla corriendo hacia el área de llegada de los trasladores, saludando. Harry y Weasley le pisaban los talones.
“¡Hola!” Draco sonrió y se apartó de los gruñones trabajadores del ministerio para envolverla en un apretado abrazo.
“¡Es muy bueno verte!” dijo mientras se separaba, mirándolo de arriba abajo. “¡Y la ropa muggle te queda bien! ¡No sé por qué te estabas preocupando!”
“¿Tú crees?” Draco preguntó, un tanto inseguro. “¿No se ve raro? ¿Acerté con el conjunto?”
“Luces salido de una revista de moda muggle,” Harry rio, agitando la cabeza. “A veces se me olvida lo pijo que eres.”
“Oh, cállate,” Draco rio, atrapando a Harry en un fuerte abrazo. “¡No todos usan las herencias de sus primos aun cuando tienen un mierdero de oro en sus bóvedas!”
“¡Hey, estas no son de Dudley!” Harry le frunció el ceño mientras se separaban, bajando la vista para verse. Y, de hecho, la camisa que usaba aquel día se ceñía a su delgaducho cuerpo cómodamente, y los jeans no tenían hoyos. “Me diste esto por mi cumpleaños, ¿recuerdas?”
“Cierto, ahora que lo dices,” sonrió. “No sabes la aventura que fue comprarte esto. Mi madre nunca se acostumbrará a la ropa casual muggle. ¡Tuve que negociar para comprarte ropa que quisieras ponerte por, aunque sea, una hora!”
“Pues gracias,” Harry rio. “Es bueno tener algo que sea de mi talla. Además, ¡muchísimas gracias por todos los paquetes de comida durante el verano! ¡Me salvaron la vida!”
“Ni lo menciones,” Draco se encogió de hombros. “Debiste ver la reacción de los elfos cuando les pedí que prepararan algo para mandarte. Casi se tumban entre ellos con la emoción.”
“Vamos, volvamos a la tienda,” Weasley demandó, frunciendo el ceño al vacío. “Aún quiero comprar cosas antes de que comience el juego.”
Fue entonces cuando Draco recordó que el dinero y la ropa desaliñada eran un asunto sensible para Weasley. Intercambió una mirada con Hermione, pero ella tan solo se encogió de hombros e hizo una mueca antes de cambiar de tema.
“Así que, ¿tu padre no intentó evitar que te reunieras con nosotros?” preguntó.
“Por supuesto que sí,” Draco inhaló. “Pero ya no dejaré que él siga dictando mi vida. Si quiero ir a ver a mis amigos, lo haré. Ya no soy un niño.”
“Aunque tampoco eres exactamente un adulto,” Hermione sonrió. “¿No te meterás en problemas si lo provocas de esa manera?”
“A quién le importa,” Draco se encogió de hombros. “Sirius dejó su hogar a los dieciséis. Yo tan solo seguiré con la tradición familiar, de cierta forma. Hablando de Sirius,” Draco dijo, girándose hacia Harry. “¿Has escuchado de él últimamente?”
“Sí,” Harry sonrió. “Parece que le está yendo bien. Sus cartas siguen llegando por aves tropicales, así que diría que está escondiéndose en un sitio muy, muy lejos.”
“Qué bueno escucharlo,” Draco contestó, asintiendo con aprobación. “Se merece unas vacaciones.”
“Sí, las merece,” Harry estuvo de acuerdo.
Cuando llegaron a la tienda que la familia Weasley había obtenido para aquella ocasión, Arthur Weasley y lo que parecían ser todos o la mayoría de sus hijos (Draco no tenía idea de cuántos eran en realidad) estaban sentados alrededor del fuego, tratando de cocinar salchichas en él.
“¡Draco!” Arthur Weasley llamó con entusiasmo cuando lo vio, levantándose para agitar su mano. “¡Qué bueno verte, chico!”
“Es bueno verlo a usted también, señor Weasley,” Draco respondió, intentando mantener su sonrisa natural. Los Weasley, a pesar de haberle agarrado cierto afecto luego de que salvó a Ginny del diario del señor oscuro en su segundo año, lo ponían ligeramente nervioso. “Espero no estar interrumpiendo.”
“¡Oh, para nada!” el hombre le indicó. “¡Siempre eres bienvenido con nosotros! Así que, no te preocupes y toma asiento. ¿Te gustaría algo para desayunar?”
“Gracias, eso sería maravilloso,” asintió, tomando asiento entre Harry y Hermione, quien ya había tomado una salchicha, extendiéndosela a él.
“¡Hola Draco!” los gemelos aclamaron al unísono. “¿Tuviste un buen verano?”
“Estuvo bien,” Draco se encogió de hombros. “El tiempo pasado bajo el techo de mi padre nunca es tan agradable, pero qué se puede hacer.”
“Sí, bueno,” dijo George, haciendo una mueca. Cuando los otros pelirrojos a su otro lado, ambos los cuales Draco no había conocido aún, lo miraron inquisitivamente, él explicó: “Este es Draco Malfoy, hijo de Lucius Malfoy.”
“Oh,” dijo el primero, de hombros anchos y cabello corto, haciendo un gesto de dolor mientras le estiraba la mano a Draco. “Eso es tener mala suerte, amigo. Soy Charlie.”
“Eres el que trabaja con dragones, ¿cierto?” Draco preguntó, agitando su mano entusiásticamente.
“Lo soy,” sonrió. “Vine por el partido, igual que Bill.”
“Bill Weasley,” el hombre junto a él agitó la mano de Draco, también, y Draco, casi vaciló en sus movimientos cuando lo miró adecuadamente: tenía un aspecto un tanto temerario, con su cabello largo amarrado en una cola y ropajes hechos de cuero de dragón. Draco no estaba seguro de si debía estar horrorizado o asombrado. Sabía que sus padres condenarían semejante aspecto.
“Eres el rompedor de maldiciones, ¿verdad?” Draco chequeó. “Weasley - me refiero, Ron-” el primer nombre se desenrolló de su lengua con rigidez, sintiéndose poco natural. “-habló sobre ti.”
“Ya veo,” Bill asintió. “Y sí, ese soy.”
“Qué bueno verte de nuevo, Draco,” Percy dijo con importancia desde el costado de Arthur Weasley, moviéndose para agitar la mano de Draco también.
“Hola, Percy,” Draco exclamó. “Felicitaciones por tu trabajo con el ministerio. Escuché sobre eso en casa.” No mencionó que su padre se había quejado con todas sus fuerzas de ‘otro niñato Weasley’ siendo empleado del ministerio.
“Gracias, gracias,” disparó, sentándose más derecho con obvio orgullo, y Draco recordó porqué nunca le había caído bien ese. Abrió la boca para decir algo más, pero Bill lo corto con un suplicante: “Por favor, Perce, ahórranos la charla sobre los calderos. Han sido unos maravillosos cinco minutos.”
Intercambió un vistazo con Hermione ante aquello, y la manera en que ella se mordió el labio para contener la risa le dijo todo lo que tenía que saber. Sus ojos atraparon los de Ginny por un instante, quien estaba sentada entre ella y Percy, pero la Weasley más joven evitó su mirada, enrojeciendo ligeramente. Draco educadamente ignoró el momento y se giró de vuelta al otro. Desde el incidente en la Cámara, ella había estado casi tan tímida junto a él como con Harry, aunque Draco no comprendía qué había hecho él para merecer algún tipo de admiración heroica. Lo ponía incómodo pensar en eso, así que tan solo intentó pretender que no se daba cuenta, por la mayor parte.
“¿Tus padres vendrán también al partido, Draco?” Fred preguntó, y Draco, agradecido, tornó su atención de vuelta a los gemelos.
“Tristemente, sí,” asintió. “Mi padre nunca desperdiciaría una oportunidad como esta para alardear sobre lo influyente que es. Estamos aquí por invitación personal del ministro de magia.” Draco arrugó la nariz para expresar sus pensamientos con respecto al tema. “Desde ahora me disculpo por cualquier cosa que diga o haga luego. Estará lo suficientemente furioso cuando se dé cuenta de que ignoré sus órdenes y vine a encontrarme con ustedes.”
“No te preocupes por eso,” dijo George, rodando los ojos cuando Percy saltó de su asiento para agitar la mano de un oficial del ministerio que pasaba cerca, actuando mucho más importante de lo que probablemente era. “Después de todo, no puedes escoger a tu familia.”
Mientras la tarde avanzó, la atmósfera en el campamento se cargó notablemente con magia y emoción. Comerciantes aparecían a diestra y siniestra con bandejas y carritos de mercancía, y Draco, Harry, Hermione y Weasley dieron una caminata por los senderos para ver qué ofrecían. Weasley compró un montón de baratijas, la mayoría para mostrar su apoyo a Irlanda, pero se sumergieron en una conversación placentera cuando compró un figurín de Viktor Krum, a quien parecía admirar casi tanto como Draco lo hacía. No es como si fuese una sorpresa, por supuesto. Krum tenía un talento excepcional, y Draco ansiaba verlo en persona más que nada ese día. Fue por eso que la única cosa que él compró fue una bufanda de colores rojo y negro búlgaros, con el nombre de Krum en ella. Terminó con un par de omniculares, también, los cuales Harry había comprado para todos ellos y entregado como obsequio.
Cuando se dirigieron al estadio, el sol ya había comenzado a ponerse y faroles verdes iluminaban el camino a través del bosque. Harry estaba tan animado como nunca antes, provocando que Draco se sintiese tan emocionado como él. Hizo una nota mental sobre llevar a Harry a un partido de la Liga de Quidditch alguna vez en el futuro. Con lo apasionado que era sobre el Quidditch, se sentía simplemente mal saber que aquel era el primer partido profesional al cual el chico había ido jamás.
Cuando finalmente llegaron al estadio, hasta Draco estaba impresionado por su gran tamaño. Escuchaba con un oído mientras el señor Weasley le explicaba a Harry sobre el proceso de construcción, pero una parte más grande de él se tensaba mientras mantenía los ojos abiertos, buscando alguna señal de sus padres. El señor Weasley había (muy para sorpresa de Draco, tenía que admitir) procurado asientos en el área superior, justo como los que tenía su padre, y la idea de ellos dos cruzándose hacía que Draco se sintiese enfermo. Su último encuentro aún fresco en su memoria.
Aunque, mientras se acercaban a la aislada área VIP, esta estaba completamente vacía, su única compañía siendo la elfa hogareña del señor Crouch, con quien Harry entabló una conversación. Él escuchó de vez en vez, especialmente cuando ella le contó a Harry sobre como Dobby ahora demandaba pago por su trabajo, pero, mayormente, seguía lanzándole vistazos a la entrada. El recinto comenzaba a llenarse con oficiales de alto rango del ministerio, la mayoría conocidos por Draco gracias a eventos sociales en los cuales habían intercambiado saludos cordiales. Cuando el ministro de magia apareció, estaba ocupado siendo anfitrión de la delegación búlgara, pero se tomó un momento para saludar a Harry y a Draco.
“Siempre están juntos, ¿no es cierto?” sonrió afectuosamente, los eventos del final de su año escolar, concurridos meramente unas semanas antes, aparentemente olvidados. “Vi a tus padres en mi camino hacia aquí y tú no estabas con ellos, me preguntaba si no estabas por ahí con Harry... ¡Ah, allá están! ¡Lucius!”
Draco se petrificó, y lentamente giró para ver a sus padres aproximarse hacia la segunda fila, a los asientos vacíos justo detrás de ellos. Su madre le sonreía, pero la expresión de su padre era rocosa, y sus ojos pastorearon por el rostro de su hijo por un instante antes de saltar directo hacia Fudge, su brillante sonrisa de negocios extendiéndose por su rostro.
“Ah, Fudge,” dijo, estirándose para agitar la mano del ministro. “¿Cómo estás? Veo que ya encontraste a mi hijo.”
“En efecto, lo hice,” Fudge asintió. “Tienes un agradable hijo, Lucius. Que mantiene una igualmente agradable compañía, también. Veo tu influencia.”
Draco se hubiese reído de no haber sido criado mejor, pero podía ver el rostro de su padre tensándose ante las palabras de Fudge, y compensó el gran error de juicio cometido por el ministro.
“Sí, estamos bastante complacidos con él,” su padre respondió, su voz sin mostrar rastro de molestia, y no es como que Draco hubiese esperado lo contrario. “¿Sabe que es el de promedio más alto en su año? Tenemos las esperanzas altas con su futuro.”
“De hecho, no lo soy,” Draco corrigió inmediatamente, posicionando su mano en el hombro de Hermione, quien se encontraba parada junto a él como un unicornio atrapado a punta de varita. “Hermione alcanzó un total más alto en los exámenes de fin de curso.”
“Qué modesto,” Fudge anunció, deleitado, y le tomó a Draco todo su autocontrol para no estallar ante su indiferencia por su amiga nacida muggle. “¡Puedo ver porqué le tienes tanto afecto!”
Afecto mis cojones, Draco pensó para sí. Tan solo pretende tenerlo cuando es conveniente para él.
“Es nuestro orgullo,” su padre confirmó, y desde el rabillo del ojo, Draco vio los dedos de Harry transformarse en puños. “Ahora, ¿podrías venir a sentarte con nosotros, Draco?”
“Oh, por qué no lo dejas quedarse con sus amigos, Lucius,” su madre insertó en la conversación con suavidad. “¿Qué clase de chico de catorce años prefiere la compañía de sus padres antes que la de sus colegas? Señor Fudge,” continuó, estirando su mano para agitar la del ministro. “Ha sido mucho tiempo.”
Draco no pudo suprimir su sonrisa esta vez, así que discretamente se volteó de la conversación y miró hacia el campo. Narcissa Malfoy verdaderamente era una artista cuando a interacciones sociales se refería. Nadie se podía comparar a ella.
“Odio a tu padre,” Harry murmuró bajo su aliento, girándose también. “Es un imbécil doble cara.”
“Por supuesto que lo es,” Draco respiró. “Apenas puede expresar su disgusto con nuestra amistad y mi desprecio a sus deseos cuando estás tan obviamente del lado del ministro. Pero saber lo enfurecido que está en el interior es suficiente satisfacción para mí.”
“Eres fácil de complacer entonces,” Harry refunfuñó, su expresión oscura.
“No, tan solo soy realista,” Draco se encogió de hombros. “Sé que no puedo corregir todos los males de este mundo, sin importar qué tanto lo intente. Tú nunca has sido capaz de aceptar eso.”
“No quiero aceptarlo,” Harry apuntó.
“Lo sé,” Draco rio, sonriéndole. “Tu sentido de justicia es demasiado fuerte para eso. Pero es lo que te vuelve la frustrante figura heroica que eres.”
“No me llames así” Harry siseó, enrojeciendo ligeramente.
“Bien,” Draco resopló, sonriendo. “Le dejaré ese trabajo al resto del mundo, entonces.”
Harry lo codeó en respuesta, y Draco respondió de la misma manera.
Cuando Ludo Bagman, cabecilla del Departamento de Deportes Mágicos y Juegos, hizo una aparición tan solo minutos más tarde, conjuró un hechizo de amplificación de voz en sí mismo y tomó su lugar como anfitrión y comentarista.
“Damas y caballeros... ¡Bienvenidos!” su voz resonó en el estadio. “¡Bienvenidos a la final de la cuatrocientas veintidosava Copa Mundial de Quidditch!” Draco intercambió una sonrisa emocionada con Harry antes de unirse en el ensordecedor aplauso. “Y ahora, sin más preámbulo, permítanme presentarles a... ¡Las mascotas del equipo búlgaro!”
“Me pregunto qué habrán traído,” dijo Arthur Weasley, desde el costado junto a Ron Weasley y del otro lado de Harry. “¡Aaah!” llamó de repente, apartándose los lentes de la nariz y puliéndolos a toda prisa para tener una mejor vista. “¡ Veela !”
“¿Qué son Veel-” Harry inició, pero cesó su habla abruptamente cuando un grupo de lo que parecían ser cientos de las mujeres más hermosas en el mundo se deslizaron en el campo y comenzaron a danzar.
“Son humanoides semi-mágicos,” Draco le explicó a Harry, ausentemente. “Se dice que tienen poderes seductivos que pueden poner a los magos en un tipo de trance... ¿Harry?”
Draco miró en dirección a su mejor amigo cuando registró movimiento y vio que, Harry, con una extraña mirada vacía en su rostro, parecía estar intentando trepar la pared restrictiva en frente de ellos. Draco tomó el brazo de Harry de inmediato, frenándolo.
“¡Por Merlín! ¡¿Qué estás haciendo?!” demandó, y su voz pareció sacudir a Harry fuera de su trance. Giró la cabeza para mirar a Draco, pestañeando rápidamente. Junto a Harry, Weasley se había congelado en lo que parecía ser un intento por saltar de su asiento y hacia el campo.
“Honestamente,” Hermione explotó desde el lado de Draco. “Siéntense, ¿quieren?”
Draco jaló del brazo de Harry y, finalmente, este obedeció, aunque aún seguía estando altamente confundido. Junto a él, Weasley hurgaba su sombrero de Irlanda verde trébol, luciendo perplejo en cuanto a porqué se encontraba utilizando semejante monstruosidad (no es como si Draco pudiese culparlo por ello). Su padre lo tomó de sus manos con una expresión entretenida.
“Vas a querer eso,” dijo. “una vez que Irlanda haga de las suyas.”
“Y ahora,” llamó Bagman. “por favor pongan sus varitas al aire por... ¡Las mascotas del equipo nacional de Irlanda!”
Y, de repente, una bola de color verde circulaba la cancha, y Draco tomó sus omniculares, haciendo un acercamiento hasta que fue capaz de divisar a las pequeñas criaturas estilo kobold que creaban el enjambre.
“Duendes,” dijo mientras las criaturas creaban un arcoíris que giraba de un lado del campo al otro, y Hermione soltó un ‘ohhhh’ de entendimiento. Fue entonces cuando se elevaron sobre los puestos y dejaron que oro lloviese del cielo, muy para entusiasmo del público. Draco atrapó una de las monedas mágicas, examinándola entretenido.
“¡Excelente!” Weasley llamó, intentando atrapar tantas monedas como podía en su sombrero.
“Son falsas, Weasley,” Draco le informó, haciendo que el otro chico se congelara en medio de sus movimientos. “Desaparecerán en un par de horas. A menos que planees estafar a alguien con ellas, yo no me tomaría la molestia.”
Weasley le arrojó una mirada fulminante, como si el oro falso fuese culpa suya, y se sentó de vuelta con enfado.
Cuando los duendes se colocaron en sus sitios en el campo, opuestos a las Veela, Bagman continuó: “Y ahora, damas y caballeros, denle la bienvenida a - ¡el equipo de Quidditch búlgaro nacional! Les presento a - ¡Dimitrov! ¡Ivanova! ¡Zograv!” los jugadores ingresaban el estadio a medida que llamaban sus nombres, y la multitud vitoreaba. “¡Levski! ¡Vulchanov! ¡Volkov! Yyyyyyy - ¡Krum!”
El ruido aumentó en volumen, y Draco se unió antes de tomar sus omniculares una vez más, observando a Krum volar a través del campo. Había visto sus fotos, por supuesto, pero había algo sobre verlo arriba en el aire con sus propios ojos que hacía que Draco se sintiera casi mareado.
“Y ahora, por favor saluden a - ¡el equipo de Quidditch irlandés nacional!” llamó Bagman. “Presentando a - ¡Connolly! ¡Ryan! ¡Troy! ¡Mullet! ¡Moran! ¡Quigley! Yyyyyy - ¡Lynch!”
Mientras cada jugador se apresuraba por entrar al campo, él intentaba hacer acercamientos hacia cada uno de ellos, escaneando sus rostros. Algunos de los jugadores irlandeses los había visto en partidos de la liga en contra de los Halcones, así que sus ojos pronto regresaron a Krum, encontrándolo mucho más fascinante que nadie más en el campo.
Luego de que el árbitro entrase en el campo y librase las bolas, le dio inicio al partido con una ruidosa explosión de su silbato, y los jugadores se elevaron a una velocidad impactante. El ritmo del partido era más rápido que cualquier cosa que hubiese visto antes, aun en mejores partidos de ligas, y le tomó toda su concentración el mantener los ojos en la Quaffle mientras los cazadores irlandeses atacaban a la defensa búlgara. En poco tiempo, Troy marcó su primer punto (el cual Harry se perdió, habiendo colocado sus propios omniculares en cámara lenta) y los duendes celebraban en su lado del campo, formando un gran, brillante trébol en el aire.
El partido continuó de la misma forma por un rato, hasta que Irlanda llevó la cabeza por treinta puntos y los jugadores búlgaros se frustraron lo suficiente como para utilizar fuerza bruta. Weasley se quejaba con todas sus fuerzas ante cada falta cometida por los búlgaros, y Draco le devolvía un comentario o dos para calentar la atmósfera, disfrutándolo inmensamente. Nunca había visto un partido con sus amigos de esa manera, sin tener que preocuparse por la posición de su propio equipo en el campeonato de las casas o ningún tipo de presión tras el en absoluto; únicamente por lo divertido del juego.
A pesar de los intentos de Bulgaria por ponerse al día, en poco tiempo Irlanda se encontró irremediablemente llevando la delantera, lo suficiente como para que las enfurecidas Veelas intentaran influenciar el partido seduciendo a réferi, lo cual ambos Draco y Hermione encontraron entretenido. Aunque, el partido de real interés, al menos para Draco, era el que llevaban los dos buscadores. Krum, poco sorpresivamente, era altamente superior a Lynch en ambos talento y estrategia, así que no solo superó el vuelo de Lynch más de una vez, sino que también hizo que Lynch chocara de lleno contra el suelo mediante un regate Wronski no mucho tiempo después del inicio del juego, casi sacándolo.
Aun así, cuando Krum terminó por atrapar la Snitch, no fue suficiente para que Bulgaria ganase la copa. Irlanda ya estaba a la cabeza con ciento sesenta, y Krum debió haberse dado cuenta de que su equipo no tenía esperanzas de alcanzarlos, finalizando el partido antes de que recibiesen una mayor paliza. La atrapada fue espectacular, también, y suficiente como para hacer que Lynch se estrellase contra el suelo una vez más en un inútil intento por mantenerse a su ritmo. Hasta Hermione, quien nunca fue una experta en Quidditch, parecía estar impresionada por Krum, y si eso no era prueba de las brillantes habilidades del buscador, Draco no sabía qué fuese.
La premiación fue llevada por Fudge en el recuadro superior, justo frente a sus narices, y Draco tuvo que llamar a todo el comportamiento dignificado que sus padres habían cultivado en él para no parecerse a un completo fanático loco (o a Weasley) cuando los jugadores llenaron el recinto, recibiendo sus honores. Aunque sí miró a Krum de cerca, a pesar de que su aura fuese mucho menos impresionante en tierra. Era menos agraciado, de alguna manera, y obviamente estaba abatido por su derrota, no como si Draco pudiese culparlo por ello. Aun así, se encontraba muy cerca del mejor buscador en el mundo, y quería imprimir el momento en su mente.
Mientras el equipo irlandés recibía la copa, la multitud rompió en vítores, y Draco se encontró a sí mismo uniéndose, llevado por la atmósfera de euforia pura. Fue en ese entonces cuando sintió una mano en su hombro y se giró para encarar a su padre tras él, su sonrisa flaqueando.
“Dile adiós a tus amigos ,” ordenó en voz tensa, lo suficientemente alto como para que solo Draco captase sobre el ruido. “Tú te irás a casa con tu madre.”
“No,” Draco lo fulminó, desafiante. “Quiero celebrar con ellos por un rato más. Puedo tomar un traslador de vuelta por mi cuenta.”
“¡Harás lo que se te ordena, Draco!” estalló su padre, mucho más fuerte a como normalmente hablaba en público, y tomó a Draco por sorpresa. “No tendré ninguna discusión sobre esto. Ofréceles una despedida y vete.”
Draco tan solo lo miró, trabajando en una rabieta, que se jodiera el ministro de magia sentado cerca, pero entonces su madre se inclinó, captando su mirada.
“Vamos, Draco,” dijo, con aire de finalidad. “Este no es el momento para discusiones.”
Draco se desinfló, sabiendo que había perdido esta vez. Cuando se giró hacia Harry, el otro chico ya se encontraba viendo, una mueca en su rostro.
“Me tengo que ir,” suspiró, sumergiéndolo en un abrazo. “Te veo en Hogwarts, ¿vale?”
“Nos vemos,” Harry asintió, la manera en que lo apretó de vuelta diciéndole a Draco sobre lo reacio que se encontraba de dejarlo ir. Draco sonrió tristemente mientras lo soltaba, girándose para empujar a Hermione en un abrazo, también.
“Solo falta una semana para que el lapso empiece,” le recordó. “Estarás fuera de ahí y de vuelta con nosotros en un instante.”
“Aún es demasiado,” Draco refunfuñó mientras la soltaba, apretando su hombro en señal de despedida.
Se tomó su tiempo para agitar la mano de cada Weasley presente, solo para fastidiar a su padre, antes de acercarse a su madre en las escaleras.
“¡¿Por qué nos tenemos que ir?!” demandó con molestia cuando estuvieron fuera de alcance al oído. “El partido apenas termina, y él se está quedando para las celebraciones también, ¡¿no es cierto?!”
“No lo sé, Draco,” frunció el entrecejo. “Pero tu padre estaba bastante exaltado, de una manera que me tiene preocupada. Creo que es mejor si nos quedamos a salvo en casa esta noche.”
Draco se detuvo ante aquello, observando a su madre.
“¿A qué te refieres con eso?” preguntó, confundido.
Su madre se mantuvo en silencio por un momento antes de sonreírle a Draco, colocando una mano gentil en su hombro.
“Probablemente no sea nada,” respondió. “Pero no deberíamos provocar más a tu padre. Ya tú te encargaste de hacerlo, espectacularmente, hoy temprano.”
Draco frunció el ceño, consciente de que lo estaba desviando, silenciosamente siguiéndola escaleras abajo y fuera del estadio, la euforia de hace unos minutos desapareciendo completamente.