
Castigo
Categoría: Ejército de Dumbledore.
Prompt: Castigo.
Palabras: 493
—¡Salga de mi clase ahora mismo, señor Potter! —gritó la mujer vestida de rosado completamente fuera de sus cabales y con cara de pocos amigos.
Durante los primeros minutos de la lección, Harry y Dolores Umbridge, la detestable profesora de Defensa Contra las Artes Oscuras de ese año, se habían sumergido en una acalorada discusión acerca del regreso de Voldemort, que había concluido con la imposición de un castigo.
Esa noche, Hermione observó a Harry caminar lentamente por el pasadizo que conducía al exterior de la sala común de Griffyndor. Era la hora acordada para que cumpliera su sanción con la cara de sapo. Ron y Hermione prometieron esperarlo para comentar la detención con Umbridge.
Ron le propuso jugar al ajedrez mágico para hacer tiempo, pues no tenían deberes pendientes. Le sorprendió que, por primera vez, ella logró ganar en una de las partidas. Su cara denotaba nerviosismo así que le preguntó:
—¿Estás bien, Ronald?
—No lo sé… siento que algo no está bien con esa mujer…
—No puede excederse en el castigo… Dumbledore nunca lo permitiría.
Posteriormente se daría cuenta de lo equivocada que estaba. Harry había pasado tres horas escribiendo “No debo decir mentiras” con una pluma mágica que utilizaba su propia sangre como tinta y las palabras no sólo se habían escrito en el pergamino, sino también en el dorso de su mano izquierda, provocándole profundas heridas. Debido al inmenso dolor, el chico se encontraba pálido, aunque no tanto como ella, pues Harry se negaba a enterar al director de lo que había pasado, generando un sentimiento de impotencia.
—¡Tienes que denunciarla, Harry! —comentó indignada mientras realizaba una poción calmante—. ¡Esto es abuso de autoridad!
—Eso es lo que ella espera que haga. No le voy a dar el gusto —respondió Harry con decisión para luego marcharse a su dormitorio.
—Debemos hacer algo —le comentó a Ron—. No es justo lo que le está pasando. Además, con clases de “Teoría de magia defensiva”, no aprenderemos a defendernos nunca… —gruñó con frustración.
—¿Tienes alguna idea? —preguntó esperanzado—. Debemos actuar nosotros ya que él se niega a tomar la iniciativa.
—No… —admitió con resignación para luego seguir los pasos de Harry e irse a la cama—. Pero algo se me ocurrirá.
Esa noche, luego de horas de darle vueltas a la cama, cayó rendida con un plan forjándose en su mente.
Al día siguiente, se levantó con la ilusión de que sus amigos la apoyaran en el proyecto que les iba a proponer. Rápidamente se alistó para salir corriendo hacia el Gran Comedor, pues según le había comentado Neville, Harry y Ron habían bajado minutos atrás, lo que le extrañó pues era sábado y por lo general, preferían quedarse hasta tarde en sala común antes de ir a comer los tres juntos.
Una vez sentada a la mesa, Hermione le dio un sorbo a su jugo de calabaza y les murmuró a sus amigos:
—¡Tengo una idea!