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Harry Potter - J. K. Rowling Harry Potter and the Cursed Child - Thorne & Rowling
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Esos locos bajitos

Vamos terminando y repetimos cantautor. Serrat escribió esta canción hablando de la paternidad y, entre otras cosas, de los parecidos que vemos entre nosotros y nuestros hijos.

Personajes: Harry, Albus y James. Sigue el hilo del OS anterior.


— Ey, qué pasa —preguntó Charlie dejándose caer en la silla de al lado.

Sin tener que pensarlo, Harry se giró y besó a su marido en la mejilla antes de volver a observar a sus hijos. Estaban en el jardín de Andrómeda, celebrando el cumpleaños de Teddy. Bajo un árbol, James y Albus hablaban bajito, el mayor le masajeaba con cuidado la barriga al más pequeño.

— Parece que Albus no se siente bien —murmuró, seguro de que Charlie también estaba mirando hacia sus pequeños.

Lo malo a veces de tener al pediatra en casa era que el sanador era un poco obsesivo, seguramente porque él había sido un niño muy abandonado. Charlie le tomaba el pelo a menudo con suavidad, recordándole que sus hijos estaban fuertes y sanos, pero aún así no podía evitarlo.

— Será mejor que vayas a ver —murmuró de vuelta su esposo, dándole una cariñosa palmada en el hombro—. Es posible que haya comido mucha tarta y esté a punto de vomitar sobre James.

Harry se levantó sin decir nada más, con los labios apretados de preocupación, y caminó rápidamente cruzando el jardín. Al llegar al árbol, los dos pares de ojos se levantaron a mirarlo. Los azules de James con alivio, porque él también temía que estaba en la trayectoria del vómito de su hermanito, no sería la primera vez. Los verdes, igualitos a los suyos, con un poco de angustia.

— Ve a jugar con los demás, Jamie —le dijo con una sonrisa tranquila, tendiéndole la mano para ayudarlo a levantar.

El niño, ágil como un gamo, se levantó y abrazó brevemente a su padre antes de salir corriendo en busca de sus primas y primos. Harry se dejó caer junto a Albus y le pasó el brazo por el hombro, invitándole a apoyarse en él.

— ¿Es la barriga? ¿Mucho pastel?

— No —respondió el niño, acomodándose contra el costado cálido de papá—. Es diferente.

— ¿Me cuentas cuándo ha empezado? —preguntó, sacando la varita con disimulo para hacer un rápido examen físico.

Albus no respondió con palabras, solo estiró un dedito moreno hacia la zona donde jugaban los niños. Harry miró hacia allí, con el ceño fruncido, sin entender.

— Al, cariño, ¿alguien te ha hecho daño?, ¿te has dado un golpe?

El niño negó con la cabeza, el desordenado cabello moreno, exactamente como el suyo, agitándose.

— Scorpius me da burbujas en la barriga.

— ¿Burbujas buenas?

— Burbujas divertidas, como ese refresco que tomamos cuando fuimos al cine.

Harry sonrió con suavidad y abrazó un poco más fuerte a su pequeño, mirando al niño rubio que hablaba con gesto serio con una de sus sobrinas.

 

Casi diez años después, sentado en el mismo jardín, durante otra celebración familiar, Harry se acariciaba la barriga. Esta vez el que se dejó caer a su lado fue su hijo, no el que era casi un clon suyo, sino el que se parecía dolorosamente al Charlie que había conocido en su adolescencia.

— ¿Demasiada tarta, papá? —preguntó jocoso.

Harry negó con la cabeza, sin dejar de mirar al grupo que conversaba al otro lado del jardín.

— Papá —el tono de James se hizo más serio al darse cuenta de la dirección de la mirada de su padre —. ¿Tienes burbujas?

Apretó los labios, incapaz de contestar. ¿Como le dices a tu hijo, a ese que es igualito q tu esposo muerto, que sientes algo por otro hombre? Y no cualquier hombre, el padre del mejor amigo de tu otro hijo. Tu amigo que ni remotamente siente lo mismo porque es completamente hetero.

— Papá. —James trató de llamar su atención apretándole el brazo con suavidad— Está bien que te interese otra persona, estoy seguro de que papá no querría que le guardaras luto por siempre.

Le apretó un poco la garganta.

— James, yo... —tragó saliva, tratando de pasar el nudo—, aún quiero a tu padre.

Los preciosos ojos azules se enturbiaron un poco, pero aún así consiguió sonreír.

— Y le querrás para siempre, estoy seguro. Pero papá, eres joven, te queda mucho por vivir. Y seguro que ahí afuera hay alguien para ti, que sienta también burbujas felices en el estómago al mirarte.

Harry no contestó, pero le pasó el brazo por los hombros y lo acercó a él. Su pequeño ya era más alto que él, pero aún así se acurrucó contra su costado como había hecho cientos de veces en el pasado. Los dos dejaron vagar la mirada por el jardín.

En el otro extremo, alrededor de la mesa con la merienda, Albus y Scorpius charlaban con Andrómeda y Draco. Y Harry se preguntó por un momento cuándo le había crecido tanto el pelo a su amigo 

 

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