
Over the rainbow
Me encanta esta canción, sobre todo la versión que pongo en el vídeo de Israel "IZ" Kamakawiwoʻole'. Es uno de los primeros himnos LGTB y una canción que habla de cumplir tus sueños y esperanzas, algo que a veces es aún más duro para las personas del colectivo.
Mi yo reivindicativo trae un recordatorio del sufrimiento que generan las terapias de conversión y también de las difíciles situaciones en las que se encuentran las personas trans cuando acuden a citas médicas por la falta de empatía y de interés por la diversidad del sistema sanitario.
Personajes: la historia que os traigo hoy puede estar un poco fuera de contexto si no habéis leído los drabbles que dejo por Facebook, así que os pongo un poco al día: Regulus es un hombre trans con el mejor novio del mundo, Severus por supuesto, y un hermano fiero dispuesto a luchar por él. Cuando acabe de publicar los songfic prometo un recopilatorio de todos las historias de este universo, esta incluida.
A Regulus Black le daban terror los medimagos. Aún tenía pesadillas que le recordaban al tiempo en el que su madre lo entregó a un grupo de sanadores mentales cuando tenía once años. Había pasado dos semanas allí encerrado, con varios adultos tratando de convencerle de que no era un niño, sino una niña y se llamaba Vega. Le habían sometido a hechizos, hecho beber pociones repugnantes y maltratado hasta el punto de tenerlo sin comer encerrado en un cuarto oscuro. Si no hubiera sido por el escándalo que los Potter, a instancias de Sirius, habían montado, haciendo intervenir a los aurores, probablemente había perdido la razón o muerto.
Él era consciente desde muy pequeño de ser diferente, pero en su cabeza entonces el único problema era que su hermano podía hacer pis de pie y él no. Claro que sus padres y sus tíos insistían en llamarle Vega, pero era un mal menor desde el día en que su hermano lo llevó al tejado y eligieron juntos una nueva estrella para darle un nombre. Era Regulus desde los cinco años y nadie podía convencerle de otra cosa, los Black se caracterizaban por ser tercos.
La experiencia en el sanatorio le había llevado a tener terror a la oscuridad. Durante el verano, se había deslizado cada noche en la habitación de su hermano mayor, que lo protegía de las pesadillas con ferocidad, pero al comenzar el curso la cosa se complicó.
Sirius, como el protector que era, ya se había ocupado de acercarse a su jefa de casa el año anterior y Mc Gonagall se había asegurado de que todos los documentos de Regulus dentro de la escuela se cambiaran, sin que sus padres lo supieran. No hubo problemas con la carta, ni con la ceremonia, hasta que el sombrero lo mandó a Slytherin, donde no contaría con la protección de su hermano y sus amigos.
La primera noche apenas durmió, aterrado por la oscuridad y la sensación de encierro de la cama con cortinas. El amanecer lo encontró en la sala común, cabezeando en un sillón por una pesadilla. Así conoció a Severus Snape. Había oido hablar de él a su hermano, claro, si algo sabía Regulus era que su hermano odiaba a los Sly y especialmente a ese, aunque no tenía claro el motivo. El muchacho parecía serio y callado. Y solitario.
Severus entró esa mañana temprano a la sala común con la intención de ir pronto a desayunar, para evitar cruzarse con los Merodeadores. Los malditos Gryffindor estaban entregados a amargarle la vida y él solo quería vivir en paz. No esperaba encontrarse dormitando en un sillón a un pequeño niño de primero, con una gran parecido a su némesis.
— Oye. Tú. —Le sacudió con aspereza para despertarlo de la pesadilla que le agitaba— Despierta.
Los grandes ojos grises se abrieron, asustados. Años después, Severus entendería que ese momento le había encadenado sin remedio a Regulus Black.
Esos mismos ojos, grandes y asustados, le habían mirado casi quince años después tras hacer el hechizo que les había confirmado que iban a ser padres.
— ¿No eres feliz? —le preguntó con la voz suave que usaba solo con él, mientras lo abrazaba con fuerza.
— Hay que ir a un sanador —le respondió con voz ahogada.
Severus no necesitaba más explicaciones, solo se fustigó mentalmente por no haber caído en ese detalle.
— Iré contigo, a todas las visitas.
— No sé si Dumbledore nos dará permiso a los dos a la vez...
— Nos lo dará, me ocuparé de esto. De momento lo primero es encontrar a un sanador de confianza. Déjame que hable con Lucius, a ver qué me dice del sanador que atendió a Narcissa. Yo me ocupo de todo.
Los hombros de Regulus se relajaron un poco.
— De todas formas habrá que hablar con Dumbledore, no sé si dar Defensa es seguro en tu estado.
Una sonrisa se abrió paso en la cara tensa.
— Lo has asumido tan rápido... esto te hace feliz, ¿verdad? —preguntó, apartando el cabello de su frente.
Severus sonrió, una pequeña pero real sonrisa.
— No creo que pueda decirte cuánto. —Le besó con suavidad— ¿Quieres que vayamos a hablar con tu hermano?
Regulus negó con la cabeza. Y volvió a refugiarse en los cálidos brazos de su novio.
— Primero el sanador, sepamos que todo va bien.
— Enhorabuena, señor Black, está usted en estado, de unas diez semanas. Todo está correcto. Deberá empezar a tomar pociones prenatales y a cuidar su actividad.
— Las pociones no serán problema —sonrió, dando un pequeño apretón en la mano de Severus, el corazón latiendo apresurado—. ¿Respecto a la actividad?
— Su trabajo. Según recuerdo de mi tiempo en Hogwarts, DCAO tiene una parte práctica importante, no es aconsejable estar expuesto a niveles tan altos de magia o a un hechizo mal realizado. Por otra parte, los cambios en su cuerpo van a ser evidentes en poco tiempo.
El tono de la doctora fue tan empático que Regulus no pudo evitar las lágrimas. Severus lo miró, preocupado, pero la sanadora se limitó a tenderle una caja de pañuelos.
— Las hormonas son unas traidoras —comentó con una sonrisa, quitándole importancia con un gesto.
— Gracias —respondió ronco, sonándose la nariz con cuidado.
— No se preocupe, Regulus. Respecto a lo que le comentaba sobre la exposición a magia, también tiene que tener en cuenta que su propio núcleo mágico ahora va a alimentar a dos personas. Tiene que reducir el uso de magia, especialmente de hechizos continuos como el Glamour.
Regulus se sonrojó levemente. Llevaba años usando un glamour para disimular sus pechos y la falta de nuez cuando no llevaba túnica.
— Mi consejo es que se tome un tiempo en el campo. —Se detuvo ante las miradas confusas— El stress de lidiar con los cambios hormonales y con la disforia no es bueno, lo he visto otras veces. Es mejor disfrutar del embarazo en un entorno tranquilo, donde no tenga que dar explicaciones y preocuparse de que nadie hable.
— Espere, ¿qué?...
Ella rió con suavidad.
— No es mi primer hombre embarazado, pensaba que por eso habían acudido a mí.
— Mis primas le recomendaron, pero no dijeron nada de esto.
La sanadora sonrió más abiertamente.
— Su familia le cuida, Regulus, eso es estupendo.
— Lo es — intervino Severus—. ¿Entonces cree que es mejor que se tome un tiempo fuera?
— Creo que estará más relajado en un entorno en el que no se sienta expuesto, y de paso el aire puro y los paseos al sol pueden ser muy saludables.
— Hablaré con Dumbledore —intervino Regulus, poniéndose en pie—. Gracias doctora, me voy muchísimo más tranquilo.
— Pídale a mi secretaria una cita para dentro de un mes. Ella le dará también una lista de consejos de alimentación y ejercicio. Y Regulus —le dijo, poniéndose en pie y estrechándole la mano—. Felicidades. Es usted un valiente y su bebé va a tener una familia estupenda.