
Lágrimas negras
Esta canción es una de mis preferidas, no de este recopilatorio, sino de mi historia personal. Es del grupo Avalanch y habla, para mí, de no rendirse nunca. En concreto, el estribillo, que siempre canto a voz en grito, dice "No quiero tu bendición, hoy prefiero que me maldigas, yo elijo morir de pie, a morir de rodillas". Cuando comencé a preparar este reto, siempre supe que esta canción estaría relacionada con la Batalla de Hogwarts, porque habla de no rendirse y defender tus ideales.
Hoy es el 23º aniversario de la Batalla y esta mañana, mientras hacía cosas por casa, he recordado a un Harry que se negaba a participar en lo eventos de este día y lo pasaba siempre haciendo su propio homenaje a un cuadro en su casa. Y he pensado "igual hoy es el día en que Harry va por fin a la celebración, pero bajo sus propios términos".
Personajes: Harry homenajeando a Severus Snape, el contexto se entiende un mejor si has leído Fantasma y Vino, en mi fic Fictober 2020.
Harry subió a la pequeña tribuna y observó al público ante él. Buscó con la mirada a su familia, sentada cerca de la primera fila. Sonrió a sus hijos, se alegraba de haber pedido permiso a McGonagall para que estuvieran presentes. A una señal de la ministra, tomó aire y conjuró un sonorus antes de comenzar a hablar.
— Hoy se cumplen ventitrés años de la Batalla en Hogwarts, para mucha gente el día en que finalizó la segunda guerra mágica. No estoy del todo de acuerdo con esto. La batalla acabó con la vida de Voldemort, pero no con lo que había sembrado. Han hecho falta años para cerrar las heridas que dejó la guerra.
Hizo una pausa y miró a su... ¿pareja? ¿amigo con derechos? daba igual, miró a Draco y vio la tensión, su mano enganchada firmemente a la de Scorpius.
— He evitado estar aquí durante estos ventitrés años, creo que es algo que todo el mundo sabe. Lo que no he explicado nunca ha sido el motivo. O los motivos más bien. En primer lugar, yo nunca me he considerado un héroe ni un salvador, sino el responsable de haber llevado una batalla a un lugar lleno de niños, una batalla en la que sufrí la pérdida de personas muy importantes para mi. —Miró a su ahijado, sentado tras Draco, con su uniforme de auror— En segundo lugar, yo di mi vida literalmente aquel día para acabar con el tirano, pero no habría valido de nada sin otros sacrificios. —Ahí su mirada se fijó en Narcissa Malfoy, sentada al otro lado de su hijo, vestida aún de riguroso negro— Esto me lleva al tercer motivo: hace trece años, el entonces ministro de magia se atrevió a venir a mi trabajo para exigirme que participara en un evento como este. Me indigné, claro.—Se oyeron risitas entre el público, que él respondió sonriendo también— Soy pediatra, un hombre gritando en mi sala de espera no es bueno para mis pequeños pacientes, pero no se trataba solo de eso: quiso usar conmigo que se lo debía a la sociedad mágica porque yo era su salvador; yo le contesté que el verdadero héroe había sido uno de los hombres más denostados de nuestra historia actual. Desde entonces, cada año mi exigencia para participar en este evento ha sido que se reconozca públicamente la vida de ese hombre, que me protegió durante mis años escolares sin recibir nada a cambio más que mi ignorante desdén.
Volvió a mirar a Draco, que se secaba con disimulo los ojos. Al levantar la vista para seguir hablando, lo vio al fondo del auditorio. Tal como se lo había descrito su hijo Albus, ahí estaba, el fantasma de Severus Snape, con sus túnicas negras y su nariz ganchuda, pero mirándole como no le había mirado jamás en vida, parecía incluso orgulloso de él.
— Severus Snape fue la persona más importante en mi camino para terminar con Voldemort, no podría haberlo hecho sin él, y me sigue pesando su muerte como la de mis padres o mi padrino. Él fue el héroe callado y oscuro y yo estoy aquí esta noche con todos vosotros para reivindicarle a él y a todo lo que representa. Se le ha odiado profundamente por matar a Albus Dumbeldore, pero lo que no se ha contado nunca es que se trataba de algo pactado entre ellos, porque Dumbeldore se estaba consumiendo por una maldición. Y porque alguien tenía que salvar el alma del niño al que Voldemort había ordenado realmente cometer ese asesinato. Él fue leal a Dumbledore, mucho más de lo que seguramente el director merecía, y a las personas que quería y creo que tengo la suerte de ser una de esas personas.
Volvió a mirar al fantasma, que seguía en una esquina, con los brazos apretados sobre el pecho y ese gesto de orgullo.
— Él representa las heridas que se han cerrado con el paso de los años y la capacidad para el perdón, porque fue capaz de cuidar de mi a pesar de odiar profundamente a mi padre, con motivo realmente, y de amar a mi madre hasta el día de su muerte. Dumbledore siempre decía que el amor era lo que nos salvaría al final de la oscuridad que traía Voldemort, y no tengo duda de que así fue.
Paró para tomar aire de nuevo y volver a mirar a Draco. También ahí encontró una sonrisa orgullosa, igual que en sus dos hijos.
— Hoy estoy feliz de estar aquí, celebrando la vida que todos por fin hemos conseguido tener, a pesar de las heridas y el rencor. Estoy feliz de tener conmigo a mi familia y a mi pareja, estoy feliz de ver muchas caras amigas. Y estoy feliz de anunciar que, tras años de insistir, hoy reconocemos la vida y el trabajo de uno de mis héroes personales, Severus Snape: con el permiso de la ministra, anuncio que el nuevo laboratorio de pociones de San Mungo va a llevar su nombre y que se va a publicar, gracias al trabajo del director del laboratorio, un libro recopilando las investigaciones sobre pociones de Severus, cuyos beneficios irán directamente al ala del hospital que trabaja en la investigación de hechizos oscuros.
Miró por última vez al fondo de la sala, justo a tiempo para ver desaparecer al fantasma, que sonreía y se despedía con una inclinación de cabeza. Harry sonrió también, frotándose con la mano el pecho, antes de bajarse del podio para reunirse con su familia y recibir de Draco el mismo gesto que había recibido de su padrino.