
Hoy no me puedo levantar
Si hay un himno emblemático a la resaca, aquí en España y para los de mi generación, es este. Es de Mecano y define perfectamente lo que es levantarse después de una noche de excesos, como les pasa a los protas de hoy. Este OS viene a ser el día después de Drogas, del Fictober. Si no lo habéis leído, os hago un resumen: cuatro merodeadores probando drogas muggles. Y un juego de verdad o reto.
Personajes: totalmente Wolfstar, pero además forma parte de una serie de OS en los que ando trabajando en los que los hermanos Black están muy unidos, hay un par de ellos colgados en mi Facebook.
Había dos cosas que Sirius deseaba en la vida: una moto y a Remus Lupin. Bueno, y hacer rabiar a su madre.
Al despertar aquella mañana, con una resaca importante, lo primero en lo que pensó fue: ¿cómo se vería Remus montando con él en una moto? Entender el hilo de pensamiento de Sirius Black en una mañana de domingo, de domingo de resaca, estaba fuera de las posibilidades de prácticamente toda la población. Necesitaba a James para que le ayudara a entender porque había despertado con aquello en la cabeza.
— Jamessss —gimió.
Desde la cama de Potter llegó un gemido casi tan lamentable como el suyo. De la de Peter salían ronquidos capaces de hacer temblar los postes de su cama. Y de la de Remus… Abrió un ojo lo justo para mirar a la cama de Moony. Vacía. Y hecha, seguramente su amigo era el único adolescente del mundo capaz de hacer la cama por las mañanas y tener sus cosas ordenadas. O al menos en aquella habitación era el único.
Se esforzó en sacar a su cerebro de la niebla de la resaca. Por Godric, además del dolor de cabeza y el malestar en el estómago, sentía la garganta como si estuviera forrada de lija. Quizá las drogas muggles no eran mejor que emborracharse con el tradicional vino de duende, o con whisky de fuego.
A falta de poder despejar el cerebro por pura fuerza de voluntad, decidió salir de la cama e ir a darse una ducha. Una alarma en el fondo de su neblinoso cerebro le estaba diciendo que necesitaba hablar con Remus urgentemente, aunque no tuviera claro el motivo.
Sacó con esfuerzo una pierna de la cama, tratando de apoyar el pie en el suelo. Después utilizó el codo para incorporarse, sujetándose la cabeza con la otra mano. Descoordinado, fue a ponerse de pie antes de sacar el segundo pie de la cama, así que acabó de morros contra el suelo, con una pierna aun enredada en las mantas. Ni su grito de frustración ni el golpetazo que se dio fueron capaces de despertar a las otras dos marmotas resacosas.
Tomó con esfuerzo una bocanada de aire, pasándola con cuidado por la garganta dolorida. Movió la pierna y el pie hasta conseguir desenredarlos y se deslizó hasta el cuarto de baño, medio a gatas y medio reptando.
Después de cinco minutos en la ducha, sintió que su cerebro comenzaba a reiniciarse. Y entonces llegó una imagen que le hizo gemir y apoyar la frente contra los azulejos: él besando a Remus la noche anterior. Entendió entonces el hilo de pensamiento que le había llevado a la imagen de Remus montando tras él en una moto, abrazado a su cintura como le había abrazado la noche anterior.
Se duchó todo lo rápido que fue capaz de mover sus miembros descoordinados. Salió de la ducha chorreando y se apresuró a secarse de cualquier manera y lavarse los dientes. Cinco minutos después salía de su habitación vestido con vaqueros y camiseta, secándose el pelo con la varita. Bajó a la sala común, aunque conociendo a Remus no estaría allí. Por la hora, estaría en la biblioteca, hacía ya rato que habían dejado de servir desayunos.
No se cruzó con mucha gente de camino a la biblioteca, la mayoría de la gente prefería estar fuera una mañana cálida como esa, aprovechando antes de que el otoño escocés hiciera su aparición con fuerza en forma de lluvia constante.
— Tienes cara de muerto, hermano.
Giró la cabeza despacio, tratando de que su desastroso equilibrio no le traicionara.
— Y tú de haber dormido bien, Reg. Uno de nosotros estuvo de juerga y el otro durmiendo, no me tengas pena.
La sonrisa de su hermano pequeño fue bastante brillante y supo sin lugar a dudas que se estaba riendo de su mala pinta.
— Si estás buscando a Remus, lo he visto hace poco saliendo del castillo. Hace buen día para estudiar a la orilla del lago, por lo que parece.
Regulus le apretó el hombro con complicidad antes de seguir su camino y entrar en la biblioteca.
Salir al aire libre ayudó a su cabeza a despejarse. Su instinto perruno, que funcionaba especialmente bien en lo que atañía a Moony, le guió directo a la parte del lago que colindaba con el bosque. Allí, apoyado en un abedul, estaba su Remus, con un libro abierto y el pelo claro sutilmente movido por la brisa que rizaba la superficie del lago. Se dejó caer con cuidado junto a él y esperó a que bajara el libro.
— Rem —protestó después de un par de minutos siendo ignorado.
— Estudiando, Sirius.
La corta paciencia del mayor de los Black se acabó en ese momento y le arrebató el libro.
— Me devolviste el beso.
De verdad que tenía intención de ser más diplomático, pero las ojeras en la cara de Remus le cortocircuitaron el cerebro.
— ¿Qué quieres, Sirius?
— Te besé y tu me besaste. Deberíamos hablar de eso.
Lupin hizo un gesto de resignación y miró a su amigo, los ojos dorados carentes de expresión.
— Estabas colocado.
— Los muggles dicen que los borrachos y los niños siempre dicen la verdad.
— No dijiste nada.
Sirius se acercó más para decirle, con voz ronca:
— Puede que aún esté un poco borracho, así que ya puedes creer que soy totalmente sincero: me gustas, Remus Lupin. Mucho. Muchísimo. Diría que en realidad estoy enamorado de ti, pero estoy viendo como te cambia la cara de asombrado a molesto y necesito que hagas que deje de hablar por favor…
Remus se apiadó de él y le tapó la boca con la mano, aunque Sirius habría preferido que usara sus labios.
— Estás loco, Pads —le dijo, intentando mantenerse serio.
— Por ti. Solo dime que me vas a dar una oportunidad y me callaré y te dejaré estudiar. Una cita, solo una, por favor…
Remus volvió a taparle la boca con la mano.
— Lo pensaré, ¿te vale con eso?
Con la boca aun tapada, Sirius asintió con la cabeza, sonriendo ampliamente bajo la mano de Remus.