20 canciones

Harry Potter - J. K. Rowling Harry Potter and the Cursed Child - Thorne & Rowling
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Perfect

Ed Sheeran cantándome con una guitarra acústica es un sueño secreto que tengo, los pelirrojos con tatuajes me pierden. Y esta canción, aunque esté de moda en las bodas, me encanta. En mi lista la llevo en la versión con Beyonce. Mi inglés es bastante malo, así que no sabía exactamente lo que decía la letra hasta que la busqué traducida, pero sabía antes de eso que esto iba a ser Drarry y que iba a haber baile.  Y una vez traducida, no pude evitar colar alguna alusión a la letra.

Obviamente esta canción es demasiado moderna para ser la que se nombra en el fic, pero en la imaginación todo vale.

Cuando subí "Sin él", juré y perjuré en los comentarios que no había Drarry, pero my dear @DosDeseos me puso los dientes largos aludiendo a los chicos tramando un complot Slytherin y así acabé escribiendo este OS.

Personajes: obviamente, Draco y Harry, justo en la misma época en la que Lucius y Remus se reencuentran en "Sin él", así que se entiende un poco mejor si lo has leído (ve, no lo dejes para después, porque van a ser tres fics hoy relacionados con esa historia)


— ¿Tienes un momento?

Harry levantó los ojos de los papeles que leía para mirar a la puerta de su despacho.

— Claro, pasa.

Draco caminó con su elegancia habitual y su traje de tres piezas. Se desabrochó el botón de la chaqueta antes de sentarse en la silla frente a su escritorio.

— Creo que nuestros hijos traman algo.

Interesado, dejó la pluma con cuidado en la bandeja junto al tintero y se recostó en la silla.

— Te escucho.

— Encontré mi pensadero sobre una mesa en la biblioteca.

Vio una idea fugaz pasar por la cara de su amigo. Y supo que tenía razón.

— Albus me preguntó hace poco cómo funcionaban, pensé que tenía que ver con algo que había escuchado en la escuela.

Suspiró, esos dos siempre andaban con algo entre manos, Slytherin hasta el último hueso, pero con una vena Gryffindor muy peligrosa.

— Yo salgo de misión esta tarde, no sé cuando volveré. ¿Les echarás un ojo?

El magizoólogo sonrió.

— Los cuatro, siempre que pueda. ¿Cenamos cuando vuelvas? por tu cumpleaños.

Asintió antes de salir del despacho, abrochándose de nuevo el botón de la chaqueta.

Harry se quedó mirando unos minutos la puerta abierta. ¿Cómo habían llegado a esto? A criar a sus hijos juntos, a entrar y salir de la casa del otro con libertad. Hacía mucho que había dejarlo de sorprenderle cruzarse con él en el pasillo cuando venía a recoger a Scorpius a la vuelta de una misión.

Se levantó y bajó a la cocina a hacerse un café. La casa estaba silenciosa, los chicos estaban en casa de los Weasley, su madre estaba de visita. Abrió la alacena y sacó el bote de las galletas de chocolate, las preferidas de Remus. Ahí estaba la conexión. Tras la guerra, Remus y él habían creado un vínculo a medio camino entre un padre y un hermano mayor. Él y Andrómeda le habían acogido muchas veces y había sido en su casa donde se había reencontrado con Draco. Después, ambos se habían casado y tenido hijos, pero ya eran parte de la misma familia. Se apoyaron en los malos momentos y celebraron juntos los buenos. Cada vez que él salía de viaje, sabía que sus hijos estaban bien cuidados, cuando Draco estaba de misión, Scorpius siempre tenía dos casas en las que era bien recibido. Funcionaba para ellos, aunque mucha gente siguiera sin entenderlo.

Al pensar en Remus, tuvo un pequeño flash. Se levantó rápidamente, abandonando el café y la galleta sobre la mesa de la cocina, y subió corriendo las escaleras a su estudio. Abrió el cajón del escritorio, supuestamente protegido por magia, y sacó una caja cerrada con llave.

Lo notó nada más mirar los frascos alineados, alguien los había tocado, no estaban en el mismo orden que los había dejado la última vez. Si bien había entregado a Remus una parte de aquellos recuerdos, había cosas que había mantenido para sí mismo. Severus Snape le había confiado al morir los recuerdos que necesitaba para completar su misión, y una indicación en ellos de donde encontrar muchos otros. Aquel hombre previsor y cuidadoso le había hecho un regalo increíble, le había legado todos los recuerdos que tenía de su madre, de antes y durante el colegio, así que había sido inevitable que estuvieran mezclados en algunos puntos con memorias de la vida sentimental de Severus. Y ese frasco en concreto era el que había sido sacado.

Volvió a la cocina y a su café, reflexionando sobre aquello. No era difícil imaginar en qué andaban los niños: Lucius estaba de vuelta  en el país, tras perder a su esposa. Podía intervenir, claro, pedirles que detuvieran cualquier plan que tuvieran que implicara reunir a Remus y Lucius, pero no lo iba a hacer, porque si había una mínima posibilidad ahí de que su mentor fuera feliz, no iba a inmiscuirse. Decidió callarse y observar.


Unas semanas después, por su cumpleaños, la familia se reunió alrededor de una larga mesa. Para todos era extraño, pero feliz, ver a Remus y Lucius juntos. Por suerte, no eran una pareja empalagosa, eran demasiado reservados para rozarse siquiera en público, pero se sonreían y a Harry le daba una maravillosa sensación de calor verles así de felices.

Sentado en la cabecera de la mesa, repasó a su familia, que charlaba animada. Sus tres hijos, de 15, 13 y 11 años. Sentado junto a su padre, Scorpius, que hablaba animadamente con Teddy, sentado frente a él. A su lado, Remus, que hablaba en voz baja con Lucius. Y junto a él, Andrómeda, que los observaba a todos con los ojos brillantes.

— ¿En qué piensas, Harry? —le preguntó ella, en voz baja.

— Somos una familia.

Ella sonrió.

— Cuando terminó la guerra, pensé que todo iba a ser extraño y triste, ¿sabes? no conocía apenas a mi yerno y se me hacía difícil pensar en convivir con él y con mi nieto. Pero llegasteis Draco y tú, y todo fue más fácil.

Asintió, tomando un sorbo de su copa de vino, mirando a Draco, que reía de algo que su sobrino le estaba contando a Scorpius. No pudo evitar ver la mirada anhelante de su hijo mayor, fija en Teddy. O la sonrisa de Albus, sentado junto a Scorpius. Pero decidió que se preocuparía de esas cosas más adelante. Quizá lo hablaría con Draco, que siempre le ayudaba a organizar sus ideas.

Pensaba que todos se habían ido ya cuando salió al jardín, los chicos a dormir, los demás a sus casas. Se sentó en una hamaca y se descalzó. La noche de julio era cálida. No había luna y las estrellas brillaban. La quietud era bienvenida después de las voces y las risas de los cinco jóvenes.

— Aquí estás.

Dio un pequeño respingo y se giró a mirar a Draco, que atravesaba el césped hacia él. Por un pequeño momento, un atisbo de algo quiso asomar a su mente, pero se perdió rápido mientras observaba a su amigo sentarse en la hamaca de al lado. No llevaba traje esta vez, solo unos pantalones de vestir y una camisa clara, cuyas mangas había enrollado, dejando a la vista la leve silueta de la marca oscura en su brazo.

— ¿Ocurre algo?

Draco respiró profundamente, absorbiendo el olor a césped.

— Hablé con Scorpius sobre los recuerdos que vieron.

Harry no respondió y supo enseguida que se había delatado.

— Así que lo sabías.

— Intuí lo que planeaban, descubrí que habían estado viendo los recuerdos de Severus. Pensé que podía salir bien, y por suerte así ha sido.

— ¿Tú los has visto? Ese frasco en concreto.

— Solo una parte. Decidí dejarlo al darme cuenta de que ya no eran recuerdos sobre mi madre, no quise invadir su intimidad.

— Scorpius sí lo vió entero. Parece que había algo después que sí era para que lo vieras.

Se giró a mirar a Draco, con el ceño fruncido, su tono era ahogado.

— ¿Qué pasa, Draco?

— Me gustaría que los viéramos, lo que me ha contado Scorpius... ¿Te importaría?

Intuyó que allí había algo que era importante para Draco, supuso que por su relación con su padrino. No lo dudó, se volvió a calzar y encabezó la marcha hacia su despacho. Apenas unos minutos después se encontraban en la biblioteca de la mansión Malfoy, viendo el recuerdo girar en el pensadero.

Entraron. Como inefable, Draco conocía algunos trucos, así que fue capaz de localizar entre todos los recuerdos el que habían ido a ver. A los dos les sorprendió ver un jardín, el de Hogwarts, y escuchar música.

— Creo que es el baile del Torneo.

Draco asintió junto a él. Lo siguió cuando empezó a caminar con decisión hacia una zona concreta del jardín, especialmente oscura. Al principio no reconoció lo que tenía ante sus propios ojos, incluso tuvo la tentación de frotárselos, porque dudaba que aquello fuera una realidad. Eran ellos dos, bailando, estrechamente abrazados.

— ¿Esto es real? —preguntó, incrédulo.

A su lado, Draco estaba pálido. Lo oyó limpiarse la garganta antes de acertar a hablar.

— Creo que nos vio aquella noche y, después del retorno de Voldemort, decidió aprovechar tus lecciones de legeremancia para borrar tus recuerdos.

— ¿Y los tuyos? ¿Quieres decir que hay más?

— Después de este. Scorpius me dijo que se veía a Severus borrando los míos cuando me dio a mí clases de oclumancia durante el verano.

— Yo... ¿cómo?

Efectivamente, el recuerdo cambió y se vio en la biblioteca de la casa Malfoy. Imágenes inconexas de ellos dos muy jóvenes, del castigo en el Bosque, de una pelea en un aula abandonada, de una visita a Harry en la enfermería... retazos de las memorias de ellos dos que Severus había borrado cuidadosamente. Y después un Harry histérico, intentando entender a principio de curso el motivo de que Draco ni siquiera le mirara, hasta que las clases de oclumancia con Severus habían acabado con su parte de los recuerdos.

Salieron del pensadero los dos en un estado de estupefacción. Draco se fue directo a la licorera y sirvió para cada uno un dedo de whisky.

— Estoy seguro de que quiso protegernos. Y que su manera de disculparse fue entregarte esos recuerdos —habló por fin Draco con voz ronca al cabo de unos minutos.

— Yo... ni siquiera sé qué decir.

— ¿Has tenido sueños?

Harry se quitó las gafas y se frotó la cara con fatiga.

— Cuando era más joven —admitió—. Dejé de tenerlos después de casarme. ¿Y tú?

— También.

— Crees... ¿Crees que se podrían recuperar esos recuerdos?

Negó con la cabeza.

— Ha pasado demasiado tiempo.

— ¿Los chicos lo saben entonces?

— Solo Scorpius, volvió a entrar al recuerdo estando solo. Me ha prometido que no se lo ha contado a nadie.

Harry se puso en pie, nervioso.

— Yo... necesito pensar en todo esto. Voy a irme a casa,  ¿vale?

No esperó a tener una respuesta, salió por la chimenea, con el cuerpo entero temblando tanto que fue una suerte que llegara de una pieza a su casa por la red flú. Horas más tarde, cuando por fin pudo dormir, soñó con ellos dos en el baile. Y supo que era un recuerdo, porque lo veía desde sus propios ojos de adolescente y podía escucharse a sí mismo hablando con Draco.

— Me gusta esta canción.

— Creo que sería perfecta para ser nuestra canción.

— ¿Vamos a tener una canción?

— Todas las parejas la tienen.

— ¿Entonces somos novios? o como se diga.

Draco le sonrió y se inclinó a besarle, ya entonces era más alto que él.

Se despertó, con el corazón martilleando y la sensación todavía en los labios. Miró a la ventana, apenas amanecía, llevaba una hora escasa durmiendo. Saltó de la cama y, sin pensarlo, se metió en la chimenea. Salió por la biblioteca de los Malfoy de nuevo. Vio por una de las ventanas una figura alta, aún con la ropa del día anterior, mirando el amanecer. Bajó corriendo las escaleras, sin preocuparse por despertar a Lucius o a Scorpius, ni de alertar a los elfos.

Llegó junto a él sin aliento, sobresaltándolo.

— ¿Potter? ¿Qué...?

— He soñado con nosotros. Teníamos una canción y me besabas.

Los ojos grises le miraron confusos mientras Harry le enganchaba de la manga y lo arrastraba a la casa, al cuarto de la música. Allí había un antiguo tocadiscos y una gran colección de discos, entre los que empezó a buscar frenéticamente. Draco lo miraba, alucinado. Finalmente, soltó un sonidito de satisfacción, enarbolando en alto un disco.

— ¿Estás bien? —consiguió preguntar.

— Baila conmigo.

Levantó las dos cejas, aquello ya no podía ser más surrealista.

— Es nuestra canción, Draco, baila conmigo por favor.

La música comenzó a sonar y sintió algo que no supo describir. Tomó la mano tendida y se acercó. Hacía años que no bailaba, mucho menos un baile lento, pero en unos segundos aquello le pareció natural, tomar a Harry de la cintura, que él apoyara su frente en su hombro y pasara sus manos alrededor de su cuello. La primera palabra que le pasó por la mente al escuchar el leve suspiro de felicidad de su compañero de baile fue "Perfecto".

— ¿Has dicho que te besaba mientras bailábamos? —murmuró en su oído.

— Hablábamos sobre si tener una canción nos convertía en pareja, y entonces me besabas —le contestó Harry sin mirarle, con la frente todavía apoyada en su hombro.

— Tu te habías quejado de lo ridículo que te sentías con la túnica de gala y yo te había dicho que para mi siempre estabas guapo —comentó, sin pensar.

— A pesar de mi pelo —respondió también sin pensar.

Los dos dejaron de bailar, sorprendidos, y se miraron un momento con los ojos muy abiertos. La canción acabó, y Draco volvió a ponerla.

— Baila conmigo, Harry. Un baile nada más y luego volvemos al salón a seguir con esa pantomima —susurró.

— ¿Están volviendo? —preguntó Harry, al verle cerrar los párpados con fuerza.

Afirmó con la cabeza, sin atreverse a hablar ni a moverse más, mientras un millón de imágenes volvía a su cerebro, como si le hubiera quitado un corcho a una botella de champán después de agitarla. Al terminar la canción, volvió a abrir los ojos y los fijó en los verdes, viendo por un momento al adolescente al que había abrazado por última vez en la enfermería tras el torneo. No dudó, volvió a poner la canción y se acercó hasta tomarle la cara con las dos manos y besarle, un beso como el que le había robado aquella noche mientras bailaban, casto, ambos con los ojos cerrados, moviéndose levemente al son de la antigua canción.

Sintió a Harry ponerse tenso entre sus brazos mientras volvía a esconder la cara en su hombro y supo que era su turno. Lo sostuvo, abrazado estrechamente contra él, mientras los recuerdos volvían. La canción volvió a terminar y los dos se quedaron allí, abrazados, con los ojos cerrados, sintiendo el sol salir a través de los grandes ventanales.

 

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